MARÍA DE LOS ÁNGELES ROMERO FRIZZI. Originaria de la Ciudad de México, estudió antropología en la ENAH y en la Universidad Iberoamericana. Se ha dedicado al estudio de la historia de los pueblos indígenas de Oaxaca en los siglos coloniales. Ha obtenido reconocimientos nacionales e internacionales.
CARLOS RAMIRO SÁNCHEZ SILVA. Licenciado y maestro en humanidades por la UAM; maestro y doctor en historia de América Latina por la Universidad de California en San Diego; miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autor de libros y artículos sobre la historia social y política de Oaxaca durante los siglos XVIII-XX. Actualmente dirige el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO.
JESÚS EDGAR MENDOZA GARCÍA. Doctor en historia por El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores; ha sido docente en la ENAH, la UAM y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Actualmente es profesor-investigador del CIESAS.
JAIME BAILÓN CORRES. Licenciado en sociología por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y doctor en ciencia social por El Colegio de México. Ha sido profesor e investigador en la UABJO, la Universidad de California en San Diego, el Instituto José María Luis Mora y la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Entre sus publicaciones destacan Pueblos indios, élites y territorio: sistemas de dominio regional en el sur de México. Una historia política de Oaxaca y El gobernador y los derechos de los pueblos indios: Benito Juárez en Oaxaca.
FRANCISCO JOSÉ RUIZ CERVANTES. Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Su investigación se concentra en la realidad social y política del estado de Oaxaca, de la República Restaurada a la posrevolución.
LUIS ALBERTO ARRIOJA DÍAZ VIRUELL. Doctor en historia por El Colegio de México, profesor-investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, especialista en la historia política y económica de las sociedades indígenas del sureste mexicano.
SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA
Fideicomiso Historia de las Américas
Serie
HISTORIAS BREVES
Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ
OAXACA
EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2010
Segunda edición, 2011
Primera reimpresión, 2012
Primera edición electrónica, 2016
Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar
D. R. © 2010, Fideicomiso Historia de las Américas
D. R. © 2010, El Colegio de México
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D. R. © 2011, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-4083-3 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?
El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.
Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.
Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.
Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.
El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.
La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.
En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.
Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.
Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.
ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
Presidenta y fundadora del
Fideicomiso Historia de las Américas
Yovana Celaya Nández
EN LA PARTE MÁS SUREÑA DE LA REPÚBLICA MEXICANA se encuentra el estado de Oaxaca, una tierra arrugada y montañosa. En 1776, Francisco de Ajofrín, un fraile capuchino, decía: “En esta provincia de Oaxaca parece que Dios puso todos los cerros y montañas que le sobraron después de que formó el mundo, poniendo también, tanta diversidad de idiomas”. Un geógrafo contemporáneo, Claude Bataillon, dice también que Oaxaca es un depósito de agua de donde divergen los sistemas del Papaloapan y del Río Verde, grupo de tierras altas al que se adjunta un conjunto de planicies tropicales, al este del Istmo de Tehuantepec y al norte hacia Veracruz. El estado de Oaxaca está localizado en la región sur del país, entre los 18°39’ y 15°39’ de latitud norte y los 93°52’ y 98°32’ de longitud oeste. Limita al norte con Puebla y Veracruz, al este con Chiapas, al oeste con Guerrero y al sur con el Océano Pacífico. La superficie territorial de la entidad es de 95 364 km2, lo que representa 4.8% del total nacional. Por su extensión, Oaxaca ocupa el quinto lugar del país, después de los estados de Chihuahua, Sonora, Coahuila y Durango, y políticamente está dividido en 30 distritos y 570 municipios (24% de los municipios del país).
La observación de Francisco de Ajofrín es acertada, pues la principal característica física del estado es su accidentada geografía, que torna difícil los accesos a las diferentes poblaciones rurales, principalmente en la temporada de lluvias. Es de destacar también que en el estado se encuentra una parte del llamado Istmo de Tehuantepec, el cual comparte con el estado de Veracruz. Es la porción terrestre más estrecha entre el Océano Pacífico y el Golfo de México, por lo que es una región geográficamente estratégica para las actividades comerciales de la economía internacional.
Es imposible entender Oaxaca sin tener en cuenta su escarpada orografía y su gente. Oaxaca es una tierra de montañas debido a que las dos cordilleras que corren paralelas a las costas de México: la Sierra Madre Occidental y la Sierra Madre Oriental, se juntan y prácticamente se mezclan en Oaxaca. En el territorio se encuentran la Sierra Madre del Sur, que se extiende a lo largo del Pacífico con una longitud de 1 200 km; la Sierra Madre Oriental, también conocida como Sierra de Oaxaca, con una longitud de 300 km, y la Sierra Atravesada, que tiene una longitud de 250 km. En el interior de la Sierra Madre Oriental se localizan sierras pequeñas, como la Mazateca o de Huautla, la de Cuicatlán, la Chinanteca, la Juárez o de Ixtlán y la Mixe. En la variada orografía de la entidad también se encuentran algunos valles, como el de Oaxaca y el de Nochixtlán; planicies costeras, como las del Istmo, y también hay cavernas o grutas, como las de la Cañada, San Sebastián de los Fustes e Ixcuintepec.
En Oaxaca existen dos vertientes en las que desembocan ríos: la del Golfo de México y la del Océano Pacífico. El río más grande de Oaxaca es el Papaloapan, al que se unen, entre otros, los ríos Grande, Tomellín, Santo Domingo y Tonto, así como el Río Coatzacoalcos —Uxpanapa, que nace en la Selva de los Chimalapas y desemboca en el Golfo de México. En la vertiente del Pacífico desemboca el Río Atoyac, afluente del Balsas, que se convierte en el Río Verde al atravesar la Sierra Madre del Sur. Como es natural, en su trayecto los ríos a veces dan saltos en las montañas y el agua cae formando cascadas. En Oaxaca, las cascadas más hermosas son el Salto del Conejo, la de Cabandihui, la de Yatao, el Salto del Fraile y la de Apoala. Las lagunas más importantes son las de Chacahua y Manialtepec, en la región de la Costa, y las lagunas Superior e Inferior, en el Istmo de Tehuantepec.
Las montañas dan lugar a una diversidad de climas, que van desde la aridez del Valle de Cuicatlán, en el noreste del estado, hasta la humedad de la Selva Zoque, en la región de los Chimalapas, colindante con Chiapas y Veracruz; desde el frío de las altas montañas de la Sierra Norte y el calor tropical de las costas. El estado cuenta con todos los ecosistemas: desde selvas húmedas y bosques tropicales hasta selvas secas, bosques espinosos y zonas desérticas. Esta diversidad hace posible que en la entidad existan cerca de 10 000 especies diferentes de árboles y plantas; entre otros, pino, oyamel, ocotero, encino, fresno, enebro, ahuehuete, casuarina, flamboyán, salvia, hinojo, palo mulato, tomillo, huamuche, cazahuate, laurel, mangle, guayacán, coquito, palma de coco, piña y zapote.
La fauna la componen mamíferos, como ardillas, tlacuaches, venados, armadillos, gatos monteses, tejones, mapaches, leopardos, jabalíes, tapires, tigrillos, monos araña y mazates; aves, como halcones, águilas, cenzontles, jilgueros, gorriones, calandrias y faisanes, y reptiles, como víboras de cascabel, boas y mazacotas. En los litorales del estado hay mojarra, lisa, guachinango, pez vela, dorado, camarón, carpa, tiburón, barrilete, pulpo y langosta, entre otras variedades.
La sobreexplotación de los recursos naturales, a causa de los altos índices de pobreza que registran algunas regiones, ha resultado en un grave problema de erosión del subsuelo. Ésta es ligera en 24% del territorio: los bosques tropicales húmedos y subhúmedos; en la selva media caducifolia de la costa; en la Mixteca, las sierras y el sur, en áreas de coníferas y lomeríos de poca pendiente; es moderada en 51% del territorio: costa del Istmo y zonas quebradas del bosque tropical subhúmedo y de coníferas de las sierras Sur y Norte; pero se vuelve grave en 19% del territorio: en la Mixteca Alta, en la totalidad del distrito de Yautepec y en gran parte del Istmo de Tehuantepec.
La presión ejercida sobre los recursos naturales ha traído como consecuencia un grave deterioro de los ecosistemas, que ha dejado a las comunidades sin la posibilidad de proveerse de los alimentos tradicionales. Los resultados son, tanto en lo social como en lo ecológico, altos índices de migración, erosión de suelos, reducción de la cubierta vegetal y pérdida de la diversidad social y biológica. La situación es una amenaza para las comunidades porque grandes porciones de su territorio pierden fertilidad. Aunado a esto, las estrategias políticas de desarrollo siguen confinando a los habitantes rurales a espacios cada vez más alejados de las tierras productivas, lo que lleva, tanto a indígenas como a campesinos, a extender sus campos de labranza a las zonas donde existía bosque, con la consecuente degradación ecológica de la región. Se puede decir que la pobreza es una de las causas que han provocado que diferentes especies de flora y fauna del estado de Oaxaca se encuentren en peligro de extinción o hayan desaparecido. Lo anterior no significa que se les adjudique a indígenas y campesinos la responsabilidad de la pérdida de biodiversidad. El que ellos deforesten sus bosques y selvas es sólo una estrategia para seguir reproduciéndose como cultura dentro de los confines territoriales que les heredaron sus padres y abuelos.
Los límites del territorio de Oaxaca y la división interna de su espacio se han visto modificados desde la época prehispánica hasta nuestros días. Los eventos bióticos, abióticos, políticos, sociales y culturales se desarrollan en un tiempo y en un espacio determinados y constituyen eslabones de procesos complejos que inciden en la conformación regional. Sin embargo, la división territorial la realiza el hombre, que no siempre toma en cuenta estos parámetros, por lo que la división territorial resulta un buen indicador del paso de diferentes grupos culturales, hechos históricos, políticos, sociales y económicos acaecidos en la entidad que ayudan a explicar su desarrollo histórico y su situación actual. Las divisiones territoriales conforman unidades geográficas, que a su vez constituyen unidades geoestadísticas con base en las cuales se realiza el recuento de bienes y servicios contenidos en ellas. Estas unidades han cambiado en el tiempo y el espacio en superficie, forma, denominación, tenencia y toda una serie de atributos ligados a ellas (cobertura, población, uso del suelo, etc.). El territorio de Oaxaca encierra diferentes zonas geográficas y ecológicas. Sus límites no corresponden a fronteras geográficas naturales únicas, sino que constituyen prolongaciones de regiones naturales que se encuentran presentes en las entidades colindantes.
MAPA I.1. Regiones del estado de Oaxaca
FUENTE: UNAM/CIESAS-Istmo.
En 1932, atendiendo a una clasificación etnográfico-folclórica encaminada a la preservación de sus ceremonias y tradiciones, el estado se dividió en siete regiones: 1. los Valles Centrales, 2. la Cañada, 3. la Costa, 4. la Sierra, 5. la Mixteca, 6. el Istmo y 7. Papaloapan. Aunque tal división está muy difundida debido a que dichas regiones representan al estado en la popular festividad de la Guelaguetza, es preferible dividir al estado en un número mayor de regiones que den una idea más clara de su diversidad. En 1970, la Comisión Promotora del Desarrollo Económico de Oaxaca (Coprodeo) subdividió la región de la Sierra en Norte y Sur. Y durante la gubernatura de Ulises Ruiz, en 2009, por decreto constitucional se reconocieron ocho regiones. La división interna de cada región corresponde a distritos. En lo electoral, el estado se divide en 25 distritos y para efectos judiciales y fiscales, en 30. El distrito es la unidad administrativa que agrupa a un número determinado de municipios y facilita el ejercicio de gobierno.
Las montañas han hecho de Oaxaca una tierra de gran diversidad, no sólo en sus sistemas de flora y fauna, sino también en su riqueza cultural y lingüística. De acuerdo con Alicia Baradas y Miguel Bartolomé, existen tantos Oaxacas como regiones o culturas estudiadas. Por su ubicación geográfica, Oaxaca quedó entre dos áreas culturales bien definidas: al este colindó con la cultura maya, que floreció en Chiapas, Yucatán y Guatemala; al noreste, con las culturas de la cuenca de México, como las de Tlatilco, Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan, con las cuales mantuvieron contacto los grupos culturales de Oaxaca. Desde el periodo prehispánico, el territorio oaxaqueño se ha conformado de un complejo mosaico de ambientes y culturas. En él se han registrado más de 4 000 comunidades hablantes de 16 idiomas: amuzgo, chatino, chinanteco, chocho, chontal, cuicateco, huave, ixcateco, mazateco, mixe, mixteco, mexicano, náhuatl, triqui, zapoteco y zoque. Estas 16 etnias se reconocen con base en criterios lingüísticos; sin embargo, dentro de una misma etnia idiomática existen con frecuencia variaciones dialectales que implican desde pequeños problemas de comunicación hasta la ininteligibilidad entre los grupos de hablantes. Los territorios de grandes grupos abarcan múltiples zonas ecológicas, desde la cálida costa hasta las frías montañas, infiriéndose el uso de distintos productos y recursos presentes en cada ambiente. Algunos de estos pueblos indígenas cuentan con muchos hablantes de lenguas locales, como el zapoteco (452 887), el mixteco (444 479), el mazateco (214 477) y el mixe (105 443). En algunos pueblos muy pocos conocen su lengua de origen, que por tanto corre el riesgo de desaparecer. Es el caso de los ixcatecos, entre los cuales sólo sobreviven unos cuantos ancianos. Los hablantes del chocho, conforme al último censo del año 2000, se reducían a 500 personas.
CUADRO I.1. Regiones y distritos judiciales y fiscales de Oaxaca
Regiones | Distritos |
Valles Centrales | Centro, Zaachila, Zimatlán, Ocotlán, Ejutla, Tlacolula, Etla |
Mixtecas | Nochixtlán, Teposcolula, Coixtlahuaca, Huajuapan, |
Tlaxiaco, Silacayoapán, Juxtlahuaca | |
Cañada | Cuicatlán, Teotitlán |
Istmo | Tehuantepec, Juchitán |
Costa | Pochutla, Juquila, Jamiltepec |
Papaloapan | Tuxtepec, Choapan |
Sierra Sur | Putla, Sola de Vega, Miahuatlán, Yautepec |
Sierra Norte | Mixe, Ixtlán, Villa Alta |
Los 16 grupos étnicos registrados en Oaxaca padecen altos grados de marginación, pobreza y aislamiento debido a la accidentada orografía y a los limitados recursos de la tierra. Sobreviven gracias a prácticas tradicionales estrechamente relacionadas con la naturaleza, producto de un conocimiento centenario acumulado gracias a la convivencia con su entorno y a su transmisión. Los planes de desarrollo, las políticas paternalistas y de clientelismo no se dirigen a una verdadera promoción social que permita sacarlos de su marginación económica o educativa, lo que significa que algunos oaxaqueños están destinados a empeorar su situación o mantenerla como está; pues hay poca esperanza de que en las condiciones actuales logren mejorarla.
De acuerdo con el censo del año 2000, la población del estado sumaba 3’438765 habitantes. Poco menos de la mitad vivían en las ciudades o villas: 1’531425 (44.5%), y el resto en el campo: 1’907340 (55%). El municipio más poblado es el de la capital, con 256 130 habitantes (7.45% del total), mientras que los municipios menos poblados son Santiago Tepetlapa y Santo Domingo Tlatayapam, con 140 y 160 habitantes, respectivamente; el municipio con más alto índice de crecimiento es San Jacinto Amilpas, que en 1995 contaba con 3834 habitantes y cinco años después con 8 434; en contraste, el municipio de San Miguel Santa Flor tuvo un registro negativo al pasar de 1 160 habitantes en 1998 a 874 en el censo de 2000.
El análisis del comportamiento poblacional del estado debe considerar la movilidad interna y externa de los oaxaqueños. La migración de éstos ha sido una respuesta a los niveles de pobreza y desempleo en el estado; primero comenzaron por desplazarse hacia las zonas fabriles, como Veracruz y Puebla o la Ciudad de México; de ahí avanzaron, en lo que los demógrafos llaman “cadenas migratorias”, hacia las grandes ciudades, como Los Ángeles, Nueva York o Chicago, y a pequeñas poblaciones agrícolas del sur de ese país, en donde la mano de obra de los campesinos mexicanos asegura los bajos costos de cosecha de legumbres y frutas. Las cifras más altas registradas son de 250 000 oaxaqueños que anualmente se desplazan a Estados Unidos para llegar incluso a Canadá. Es importante mencionar que con el paso del tiempo, además de los flujos internacionales, también han surgido movimientos de migración interestatal e interregional. Los migrantes nacionales se incorporan como fuerza laboral agrícola en los campos de la zona del Papaloapan, Sinaloa, Sonora, Baja California y Baja California Sur, así como a diversas actividades en la ciudad de Oaxaca, Veracruz, el Distrito Federal y el Estado de México. Un factor alarmante es el creciente uso de trabajo infantil; más grave aún es que los niños laboran junto con sus padres por necesidad, y en consecuencia abandonan la escuela y carecen de medios para salir de su nivel de miseria.
GRÁFICA I.1. Población de Oaxaca (1930-2005)
FUENTE: INEGI.
En 1990 el saldo migratorio neto fue de 527 272 personas, que aumentó a 662 704 en diez años. Ante este panorama, en el censo del 2000 Oaxaca fue considerado con un grado de intensidad migratoria media. Esto sin duda repercute en el despoblamiento de los municipios. Los datos del censo del 2000 reportan que en un decenio 45.5% de sus 570 municipios han perdido población, en 23.9% no crece la población, y 30.6% reportan bajos niveles de crecimiento. Los mayores flujos migratorios se originan en la Sierra Norte, la Mixteca y los Valles Centrales, y migran hacia Estados Unidos y en menor grado al interior de nuestro país.
En el ámbito económico, la movilidad ha representado beneficios para la población. Veamos algunos datos de remesas provenientes de Estados Unidos que en parte reciben directamente las familias y que generaron un círculo económico virtuoso en beneficio de la unidad familiar, como ha mostrado Marcello Carmagnani en “La agricultura familiar en América Latina”.
Es de destacar que los oaxaqueños se reagrupan en el extranjero en barrios, en los que siguen sus usos y costumbres, eligen autoridades y mantienen una su caja de ahorro de auxilio para ellos y para sus familiares que permanecen en Oaxaca. Este esquema de asentamiento de los migrantes oaxaqueños es el que prevalece en el territorio nacional. Por ejemplo, en el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, donde existe el nivel más alto de concentración de oaxaqueños fuera de Oaxaca, se reproducen rigurosamente las fiestas religiosas, la mayordomía, las velas istmeñas y el tequio. Se estima que en ese municipio medio millón de habitantes nacieron en Oaxaca o descienden de padres oaxaqueños, cuyas redes familiares se extienden a la delegación de Iztapalapa, en el Distrito Federal. De igual manera, los migrantes oaxaqueños han creado organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales en la defensa de sus derechos. Estas organizaciones operan como intermediarias entre el estado y la comunidad, y brindan un pronto apoyo jurídico y económico al migrante. Entre otras destaca el Frente Indígena Oaxaqueño Binacional (FIOB), que integra a organizaciones, comunidades e individuos de origen indígena, plenamente establecidos y con bases sólidas en México y en Estados Unidos, incluido Alaska. El objetivo de la FIOB es promover el desarrollo económico, político, social y cultural de las comunidades migrantes oaxaqueñas.
CUADRO I.2. Remesas provenientes de Estados Unidos (2005-2009)
Año | 2005 | 2006 | 2007 | 2008 | 2009 |
Ingresos en millones | |||||
de dólares | 1053.6 | 1321.0 | 1420.3 | 1456.5 | 1203.6 |
FUENTE: Banco de México.
No obstante que el mayor porcentaje de la PEA de Oaxaca se localiza en el sector primario, el estado presenta un alto déficit en materia de producción agrícola y pecuaria debido a que expulsa a sus hombres por la pobreza de sus tierras y las escasas oportunidades que encuentran para ganarse la vida. Tan grave es su situación, que el comercio del estado depende en más de 80% de la producción de otras entidades tanto de bienes manufacturados —pasta de dientes, jabones, cremas, aceites, etc.—, como de productos básicos.
CUADRO I.3. Migración nacional en Oaxaca (2000 y 2005)
2000 | 2005 | |
Inmigrantes | 76 764 | 53 059 |
Emigrantes | 139 705 | 80 810 |
Saldo migratorio | -62 941 | -27 751 |
FUENTE: INEGI.
CUADRO I.4. Distribución de la PEA oaxaqueña por sector (2000)
Sector | Porcentaje |
Primario (agricultura, ganadería, caza y pesca) | 41.09 |
Secundario (minería, petróleo, industria manufacturera, | |
construcción y electricidad) | 19.36 |
Terciario (comercio, turismo y servicios) | 37.51 |
Otros | 2.04 |
FUENTE: INEGI.
Más trágica es la carencia de productos básicos. En 2003 se registró un déficit de maíz de entre 100 000 y 200 000 t, una quinta parte de la demanda total; en cuanto al frijol, el déficit fluctúa entre 15 000 y 20 000 t, mientras que el arroz se ha dejado de producir en Juchitán y en la Cuenca del Papaloapan. El déficit o abandono de los cultivos es resultado de una baja productividad por la nula o escasa innovación tecnológica, aparte de la ausencia de políticas públicas relativas. No obstante este panorama, existen zonas privilegiadas con potencial agrícola y frutícola, como las regiones del Papaloapan, Tuxtepec, el Istmo, la Costa y la Sierra Sur. La producción que se genera en estas partes de la entidad se destina al comercio regional o al de la capital del estado y en menor medida al de otros estados. Es importante también la comercialización de la caña que se procesa en los ingenios del Papaloapan veracruzano, mientras que una parte de la producción de piña se canaliza a empacadores de la misma región y al Distrito Federal.
En lo que se refiere a la siembra de agave o maguey, que se utiliza para la producción de mezcal, se localiza en las zonas semiáridas de los Valles Centrales, Yautepec y Miahuatlán, donde se calcula que un aproximado de 20 000 familias se ocupan de abastecer a pequeñas fábricas artesanales localizadas en poblaciones cercanas a la capital del estado, o bien venden su producción a empresas del estado de Jalisco para la producción de tequila. Otra actividad económica en esas zonas es el tejido de la palma, que se realiza de forma familiar e individual; es frecuente ver a la gente desplazarse por las brechas tejiendo sombreros de palma, y, si se trata de sombreros Panamá, la palma fina se trabaja en cuevas húmedas.
El café, que es un producto que cultivan de años atrás, ha dejado de generar riqueza debido a las malas políticas gubernamentales, a la crisis internacional del precio del grano y a la sobreproducción. De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura federal, en Oaxaca 55 291 personas, en una superficie de 173 765 ha se dedican a la producción de café. Destacan como zonas productoras Santa María Loxicha con 18.9%, Tuxtepec con 11.5%, Huautla de Jiménez con 11.3%, Santos Reyes Nopala con 8.1% y San José de Tenango con 7.2%. El estado produce aproximadamente 14% del total nacional, en promedio de 50 a 765 mil sacos de café. Para el procesamiento se cuenta con 135 beneficios húmedos con una capacidad para procesar 5 533 quintales diarios, mientras que los beneficios secos suman 56 con capacidad para beneficiar 10 670 quintales por día.
Un último rubro que conviene mencionar es la silvicultura, riqueza fundamental de la entidad. Se localiza en las regiones de las sierras Norte y Sur, así como en parte de la Mixteca Baja, y en lo que se refiere a maderas preciosas, la zona de los Chimalapas, en la región del Istmo, cuenta con una tasa alta de tala inmoderada y de tráfico ilegal de madera, y con un sinnúmero de aserraderos y almacenes clandestinos. Esta actividad ha deforestado y dejado la tierra a expensas de la lluvia y la consecuente erosión. La tierra no sólo pierde humus; además, la tala de bosques produce deslaves, pues el terreno se queda sin las raíces de los árboles que amarran la tierra en su sitio. Deslaves y tragedias sepultan hogares y dejan tierras yermas, sin considerar los incendios forestales que se registran anualmente. Y la autoridad permanece silente. En el Istmo de Tehuantepec sobreviven los bosques y selvas tropicales húmedas más importantes del país; por su biodiversidad y la extensión que conservan, destacan los Chimalapas, Uxpanapa y el llamado Mixe Bajo. Esta zona de contacto entre la fauna y la flora de Norte y Sudamérica forma parte del grupo de ecosistemas que albergan todavía entre 30 y 40% de la biodiversidad del planeta. Constituye, al mismo tiempo, el único puente natural que une las selvas tropicales del país: caducifolias, subhúmedas y húmedas, entre la costa del Pacífico y el Golfo de México. Además, es la región del país con mayor disponibilidad de agua en función de su demanda, y donde existen los sistemas lagunares más grandes del Pacífico mexicano, con un enorme potencial pesquero, especialmente en materia de camarón, y donde se extienden las mayores planicies costeras del Golfo y del Pacífico, ideales para la explotación agrícola y pecuaria.
Un sector económico en franco crecimiento es el turístico. Las principales polos de desarrollo son la ciudad de Oaxaca, con sus sitios arqueológicos de Monte Albán y Mitla, y Huatulco y Puerto Escondido en la región de la costa. La inversión en la actividad turística por parte del capital privado estatal está completamente rebasada por la inversión privada nacional y extranjera, que, con el apoyo de Fonatur, tiene un completo dominio. No obstante, se intenta promover y consolidar la actividad turística, con grupos empresariales del estado que han sido invitados por esta institución para realizar inversiones. El mejoramiento de la comunicación terrestre y área y la puesta en operación de muelles en Bahías de Huatulco para embarcaciones de hasta 3 350 pasajeros dan cuenta de la importancia del sector como polo de desarrollo. Entre las actividades en que la gente pudiera trabajar están los servicios turísticos, además de la venta a los turistas alfarería, textiles, orfebrería y jarciería realizadas en talleres familiares.
En Oaxaca se identifican cuatro polos de desarrollo económico mayor, además del potencial de riqueza natural con que cuentan. Éstos son: 1. el Istmo de Tehuantepec, 2. la Cuenca del Papaloapan o Tuxtepec, 3. los Valles Centrales y 4. la Costa. Son estos polos los que apuntalan la economía de la entidad con sus diversas actividades productivas, comerciales y de servicios, que generan a su vez concentración de riqueza, población y servicios. Dada su importancia económica, se considera que éstos son los puntos prioritarios que deben impulsar los gobiernos municipales, estatal y federal, lo que significaría destinar mayores recursos presupuestales a fin de incrementar la producción e incentivar la actividad económica.
El fomento de tales polos de desarrollo ayudaría a disminuir los altos índices de marginación y pobreza que registra el estado. En su añeja marginación han influido una serie de factores concatenados: geográficos, políticos, económicos y sociales. Según la Secretaría de Desarrollo Social, 356 de los 460 municipios del país considerados de pobreza extrema pertenecen a Oaxaca, donde viven 687 753 habitantes que se encuentran clasificados en el nivel de muy alta marginación. Entre las variables que identifican la marginación se encuentran desnutrición en la población infantil, analfabetismo, contexto cultural, desempleo o ausencia de fuentes de empleo, migración y carencia de servicios como agua potable, energía eléctrica, alcantarillado, salud y recreación.
De acuerdo con información del gobierno del estado y del INEGI, menos de 2% de la población de la entidad tiene acceso a educación, vivienda digna, ingresos económicos suficientes y servicios básicos. Sin embargo y pese a las transferencias federales y las cuantiosas remesas de sus coterráneos en el extranjero, es poco lo que los diversos programas de atención educativa han podido reducir el analfabetismo, puesto que se nulifican debido a los continuos conflictos del magisterio, que paralizan toda posibilidad de educación continua y alientan la deserción escolar. De acuerdo con el censo del 2000, en el estado hay un total de 1’051469 alumnos inscritos, atendidos por 43 460 docentes y distribuidos en 9 955 escuelas. En los indicadores municipales, San Sebastián Tutla es el municipio con menor porcentaje de analfabetismo (1.73%), mientras que el mayor se encuentra en Santa María de la Asunción (41.84%); la media estatal es de 13.32 por ciento.
En materia de salud ha habido avances. En 1997 la esperanza de vida era de 71.5 años, más que en 1990, mientras que la tasa de mortalidad en niños menores de un año nacidos vivos pasó de 53.65 por cada mil en 1990 a 18.57 en 2008, una tasa tres veces menor. El sistema de salud atiende a 65.3% de la población oaxaqueña en sus 2 354 unidades, conformadas por hospitales y clínicas. En materia de bienestar social, se ha hecho un esfuerzo por dotar de agua potable, drenaje sanitario y electricidad a mayor número de comunidades. De esta manera, 79 de cada 100 oaxaqueños cuentan con agua potable y dos de cada cinco tienen servicio de drenaje sanitario en su hogar, pero donde se hizo un esfuerzo mayor fue en la dotación de servicio eléctrico a 4 200 localidades, lo que representa que 94% de los oaxaqueños cuentan con energía eléctrica en sus viviendas. No obstante los avances en estos indicadores, las tareas pendientes en materia de rezago económico, educativo y social son una asignatura pendiente.