Una publicación de
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N° 45 / Año 11 / 2017
Editorial
Corrupción Pública: It Takes Two to Tango
Transparency International definió la corrupción como “el abuso del poder para obtener beneficios privados que finalmente perjudican a todos”. En el caso de la corrupción estatal nacional, el perjuicio al pueblo peruano es enorme: hace un año la Contraloría General de la República estimó que la corrupción le costaba USD 3 mil millones anuales al país, lo cual equivaldría aproximadamente al 2% del PBI nacional. Sin embargo, el Banco Mundial estimaó que la corrupción le cuesta a los países un promedio del 4% anual del PBI, el doble del monto estimado por la Contraloría. Entonces una pregunta obligada es, ¿cuán común es la corrupción en el país? Está documentado que la corrupción es antigua y que ha sido una constante en el país: ha existido desde antes de la Independencia. El historiador Alfonso Quiroz concluyó que la corrupción existe desde la época del Virreinato y que desde entonces existieron varios períodos en los cuales esta alcanzó niveles muy altos.
Como es de esperarse, existen muchas formas de corrupción. La más notoria, que aparece en las noticias en distintos medios de comunicación y en los informes oficiales nacionales, es la corrupción relacionada con la apropiación indebida e ilegal de los caudales del Estado. Es decir, de los tributos pagados por todos los peruanos.
Otra pregunta obligada en torno a la corrupción es la siguiente: ¿Las personas corruptas laboran predominantemente en las instituciones del Estado? La respuesta es no. La corrupción existe en los ámbitos público y privado: existen funcionarios públicos corruptos y empresarios o ejecutivos de empresas corruptos. Esta corrupción ocurre como producto de “negociaciones” entre funcionarios públicos y empresarios o ejecutivos de empresas que ejecutan proyectos con fondos estatales. Es decir, la corrupción se da en las entidades públicas y en las empresas: involucra la parte del Estado y la parte del sector privado. En los Estados Unidos existe una frase que se utiliza para indicar ciertos tipos de acciones que requieren de dos personas para que ocurran y que bien se podría utilizar para la corrupción que se apropia de los caudales públicos en el país: it takes two to tango (se requiere de dos personas para bailar tango).
El caso más emblemático reciente de corrupción de caudales públicos es el de la empresa constructora brasileña Odebrecht. Las noticias y los detalles del esquema de corrupción organizado por esta empresa, el cual involucraba “negociaciones” de incrementos ostensibles en el costo de las obras públicas de infraestructura, llegaron al país desde Brasil, los Estados Unidos y Suiza. Los indicios de corrupción asociados a este esquema eran visibles en varios proyectos pero el Sistema de Justicia peruano no actuó. En otras palabras, las autoridades peruanas “esperaron” a que el escandalo explotara internacionalmente para actuar.
Transparencia Internacional publica anualmente el Reporte de Percepción de Corrupción. El año pasado el Perú ocupó el puesto 101 mundial de entre 176 países y en el 2015 ocupó el puesto 88 mundial. En 12 meses la percepción de corrupción en el país empeoró: perdió 19 puestos y se ubicó entre los países percibidos como los más corruptos del mundo. Ante este panorama es obligado preguntarse: ¿Ha existido y existe actualmente voluntad política y determinación en la Contraloría, la Fiscalía, el Poder Judicial y en las demás instancias e instituciones que conforman el ecosistema de la justicia en el país para combatir la corrupción? La respuesta es más que obvia. El “tango” continuará de moda en el Perú.
Ruben Guevara
Profesor e Investigador CENTRUM Católica
Editorial
Public Corruption: It Take Two to Tango
Transparency International defined corruption as the “abuse of power to obtain benefits that ultimately harms everyone involved.” In the case of national state corruption, the damage to the Peruvian people is enormous: a year ago, the Comptroller General of the Republic estimated that corruption cost the country almost US$ 3 billion a year, which would be the equivalent to approximately 2% of the nation’s GDP. However, the World Bank estimated that corruption can cost a country an average of 4% of GDP a year, double the amount estimated by the Comptroller. So, a compelling question is, when is corruption seen as a common occurrence in our country? It has been documented that corruption has been in the country for a long time and has remained a constant threat: it has existed since before the country’s independence. The historian Alfonso Quiroz concluded that corruption has existed since the time of Viceroyalty and has reached different levels throughout history.
As expected, there are many forms of corruption. The most notorious, which appears in the news in various media and official national reports, is corruption related to the illegal misappropriation of state funds. Meaning, the taxes paid by all Peruvians.
Another compelling question regarding corruption is: Do corrupt people predominantly work in state institutions? The answer is no. Corruption exists in both the public and private spheres: there are corrupt public officials and corrupt businessmen or executives. This corruption occurs due to “negotiations” between public officials and entrepreneurs or between executives that execute projects with state funds. That is to say, corruption occurs in public entities as well as in companies: it involves both the State and the private sector. In the United States, there is a phrase that is used to indicate that certain types of actions require two people so that they can happen within a country: “It takes two to tango.”
The most recent case of corruption related to the use of public funds is that of the Brazilian construction company Odebrecht. The news and details of the corruption scheme organized by this company, which involved “negotiations” for ostensible increases in the cost of public infrastructure works, reached Brazil, the United States and Switzerland. Indications of corruption associated with this scheme were visible in several projects but the Peruvian Justice System did not act. In other words, the Peruvian authorities “waited” for the scandal to explode internationally before taking any action.
“Transparency International “ annually publishes the Corruption Perception Report. Last year, Peru ranked 101 out of 176 countries and in 2015 it ranked 88th worldwide. In 12 months, the perception of corruption in the country worsened: it dropped 19 positions and was among the countries perceived as the most corrupt in the world. In view of this situation, it has become necessary to ask: Is there any sort of political power, now or in the past, in the Comptroller’s Office, the Office of the Prosecutor, the Judiciary and the other institutions and entities that make up this ecosystem of justice, that has the will and determination to combat corruption in the country? The answer is more than obvious. This “tango” will certainly continue in Peru.
Ruben Guevara
Professor and Researcher, CENTRUM Católica
La “Trumpeconomía” y el Orden de la Economía Mundial
La historia reciente del comportamiento de la economía mundial nos muestra como las crisis económicas profundas dan lugar al nacimiento de nuevas ideas y de nuevas formas de organizar la economía. Por ejemplo, las crisis económicas, sociales y políticas que ocurrieron a finales de la década de 1840 en Europa, permitieron la consolidación de las ideas liberales; la depresión económica de 1930 permitió el surgimiento del keynesianismo. Actualmente, después de la gran recesión de 2008, ¿surgirá una nueva forma de ver y organizar la economía? ¿Podrá el enfoque económico del presidente de los EE. UU. Donald Trump marcar el fin de un período de incertidumbre y confusión de la postcrisis?
La economía de los EE. UU. es la más importante del mundo, en términos de tamaño, capacidad de consumo, generación de tecnología, e influencia. Por lo tanto, el efecto de las políticas económicas del presidente Trump tienen un impacto global; la sostenibilidad política del programa económico de su administración afecta a todas las naciones; y la validación de su percepción de la economía podría tener un gran impacto en el pensamiento económico.
¿Qué es la Trumpeconomía?
La “Trumpeconomía” la definimos como el pensamiento y programa económico del presidente Trump. Los mismos que no necesariamente concuerdan con las líneas ideológicas seguidas por el partido Republicano ni tampoco por las del partido Demócrata de los EE. UU.; más bien toma aspectos de cada una de esas tradiciones. Por ejemplo, plantea la reducción de impuestos a los segmentos de ingresos altos, la que es una tradicional propuesta económica del partido Republicano. Pero también plantea un aumento del gasto público, principalmente en infraestructura y defensa, lo que corresponde a las propuestas clásicas del partido Demócrata.
Donald Trump ganó la presidencia de los EE. UU. bajo el lema “Hacer América grande otra vez”. En su discurso inaugural como el presidente 45 de los EE. UU., del 20 de enero, señaló que a partir de este día, una nueva visión gobernaría a los EE. UU. “A partir de este día, va a ser solo América primero, América primero”. Siguiendo la línea de su campaña nacionalista, prometió que “Todas las decisiones sobre el comercio, los impuestos, la inmigración y los asuntos exteriores se harán en beneficio de los trabajadores estadounidenses y de las familias estadounidenses”. Afirmó que el cambio había llegado y exhortó a responder al reto, pidiendo a los ciudadanos que “No permitan que nadie le diga que no se puede hacer. Ningún desafío puede igualar el corazón, la lucha y el espíritu de América”.
En la perspectiva del presidente Trump, la precaria situación económica de los EE. UU. está relacionada a problemas estructurales de largo plazo, vinculada a la alta tributación y a la excesiva regulación, pero principalmente a la persistencia de los déficit comerciales, que no permiten un mayor crecimiento de la economía. Según esta perspectiva, estos problemas estructurales tienen que ver con políticas comerciales de los principales socios comerciales de los EE. UU.; tales como, el uso generalizado de las prácticas comerciales mercantilistas y la manipulación de la moneda. Igualmente, los acuerdos comerciales mal negociados, como el NAFTA, no aseguran un beneficio compartido a los EE. UU.
Por tanto, el programa económico del presidente Trump propone la reducción de impuestos, reducción de las regulaciones, reducción del costo de la energía, y la eliminación del déficit comercial crónico. La reversión de este déficit permitiría aumentar los ingresos y poder adquisitivo de los trabajadores y aumentar el empleo. También propone aumentar significativamente la tasa de crecimiento del PBI y así crear nuevos empleos e ingresos tributarios adicionales. Este programa económico supone además que el conjunto de reformas tributarias, regulatorias, comerciales y energéticas permitirán financiar el aumento del gasto público.
La propuesta económica del presidente Trump ha recibido respuestas variadas de un amplio espectro del pensamiento económico. Por ejemplo, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, señaló que “La única forma en que Trump cumpliría sus promesas de mayores gastos en infraestructura y en defensa, con grandes recortes fiscales y reducción del déficit, es una gran dosis de lo que solía llamarse economía vudú”. Por otro lado, Martin Feldstein, profesor de la Universidad de Harvard, economista de tendencia conservadora, acogió con beneplácito la perspectiva de una reducción de las tasas impositivas marginales superiores; sin embargo, es escéptico sobre las promesas del presidente Trump de lograr más fuentes de trabajo, salarios mas altos a la clase media y de lograr un mayor crecimiento económico.
Dani Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, economista de tendencia progresista, desaprobó las políticas que propone el presidente Trump; sin embargo, encuentra razones de esperanza en la oposición del presidente Trump a los acuerdos de libre comercio, los que según Rodrik están cargados de provisiones que no tienen nada que ver con el comercio. Rodrik señaló que los tratados de libre comercio “incorporan reglas sobre la propiedad intelectual, los flujos de capital y las protecciones de las inversiones que están diseñadas principalmente para generar y preservar los beneficios de las instituciones financieras y las empresas multinacionales a expensas de otros objetivos políticos legítimos”.
Visión de la “Trumpeconomía”
La visión política subyacente de la “Trumpeconomía” no está claramente explicitada en un solo documento. Probablemente la persona más cercana a su explicitación es Stephen Bannon, asesor principal y estratega del presidente Trump. Al respecto, Gwynn Guilford y Nikhil Sonnad, de la publicación Quartz, utilizando un conjunto conferencias, entrevistas, películas y otros documentos de dominio público, han podido construir elementos de la visión para América de la administración del presidente Trump.
Según Guilford y Sonnad, la filosofía política de Bannon se reduce a tres cosas que un país occidental y en particular los EE. UU., necesita para tener éxito: el capitalismo, el nacionalismo y los valores cristianos. Bannon consideró que los EE. UU. está sufriendo una crisis del capitalismo. El capitalismo solía ser todo acerca de la moderación, un espíritu americano emprendedor y el respeto por los demás cristianos.
Según esta fuente, Bannon señaló que una vez en el poder, la élite liberal, secular, y de mentalidad global, reformó las instituciones de la democracia y el capitalismo para reforzar su control sobre el poder y la capacidad de enriquecerse. El “partido de Davos,” como Bannon designó a ese grupo, ha deformado las instituciones del capitalismo, privando a las clases medias de la riqueza que merecen.
Asimismo, Guilford y Sonnad señalaron que Bannon percibió que el patrón de explotación llegó a un punto crítico en la crisis financiera y económica mundial de 2008. Que Wall Street, habilitado por las élites globales, generó ganancias derivadas de la especulación en lugar de invertir en la economía doméstica para la generación de empleo. Cuando la burbuja resultante estalló finalmente, el gobierno le paso la cuenta a los contribuyentes estadounidenses. Bannon culpó tanto a los Republicanos como a los Demócratas por participar en el amiguismo y la corrupción a expensas de las familias de clase media de los EE. UU.
Si bien las ideas políticas de Bannon no son la posición oficial de la administración Trump, muchos aspectos de su retorica de campaña electoral y de las primeras medidas de política económica que viene implementando la administración del presidente Trump, coinciden con la postura antes descrita.
El Orden de la Economía Mundial
Las condiciones tecnológicas predominantes en el siglo XX, que permitieron el crecimiento económico, el aumento de los flujos comerciales, mejores condiciones de vida y la reciente etapa de globalización, han cambiado progresivamente. Hoy a inicios del siglo XXI nos encontramos ante nuevas condiciones tecnológicas, que afecta fuertemente a la organización de la producción económica y a la sociedad. Esto está generando la necesidad de cambiar el marco institucional y regulatorio del funcionamiento de la economía mundial.
El orden actual de la economía mundial nace después de la II Guerra Mundial y se convierte en dominante después de la desintegración de la Unión Soviética. Este ordenamiento normativo y el marco institucional se crearon en Bretton Woods en 1944, para regular el comportamiento financiero y monetario internacional. Este ordenamiento, en la práctica, les da grandes ventajas a las economías avanzadas sobre el resto de economía del mundo.
Las economías avanzadas emiten las principales monedas de reserva del mundo; generen bonos que son un componente casi automático de las asignaciones de cartera de los inversionistas internacionales; y tienen capacidad de veto sobre las decisiones de instituciones multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Esta situación de privilegio de las economías avanzadas les permite por ejemplo: imprimir dinero inorgánico y con el comprar bienes y servicios en el mercado mundial; financiar el déficit de sus presupuestos públicos con el ahorro de otros países; y bloquear en las instituciones multilaterales iniciativas que les resulte inconvenientes.
Este orden económico mundial también viene con responsabilidades. Entre ellas les corresponde a las economías avanzadas preservar el funcionamiento y la estabilidad del sistema financiero internacional. Sin embargo, la crisis financiera internacional de 2008, se gestó en las economías avanzadas, como consecuencia de regulación inadecuada y de asumir riesgo en forma irresponsables. Esta crisis se manifestó en el colapso del sistema financiero, recesión, desempleo, disminución del comercio mundial y la pérdida de miles de millones en los activos de las familias. La lenta recuperación de la crisis del 2008 ha exacerbado el cuestionamiento al actual orden de la economía mundial. Coincidentemente, han surgido, principalmente en las economías avanzadas, movimientos anti-establishment; el resurgimiento del nacionalismo y el proteccionismo; y situaciones como la del Brexit y la elección del presidente Trump, un outsider en la política en los EE. UU.
En suma, los EE. UU. ha desempeñado un papel activo de intervención en los asuntos multilaterales para mantener el orden económico mundial. Esta presencia protagónica de los EE. UU. le ha permitido cumplir la misión de apoyar los principios de crecimiento y estabilidad económica, libre comercio, integración regional y de apoyo a los organismos multilaterales. Lo que no esta claro todavía es la línea de acción que tomará la administración del presidente Trump, que fue elegida en base a una plataforma nacionalista y con profundos cuestionamientos al orden económico internacional. El presidente Donald Trump tendrá que decidir si usa su liderazgo para mantener el orden actual de la economía mundial, reformarlo o reemplazarlo.
“Trumpeconomy” and the World Economic Order
The recent history of the behavior of the world economy shows us how deep economic crises give rise to new ideas and new ways of organizing the economy. For example, the economic, social, and political crises that occurred in the late 1840s in Europe fostered the consolidation of liberal ideas; the economic depression of 1930 facilitated the emergence of Keynesianism. Today, after the great recession of 2008, will a new way of seeing and organizing the economy emerge? Can the U.S. President, Donald Trump’s economic approach mark the end of a period of global uncertainty and confusion of the post-crisis era?
The US Economy is the most important in the world, in terms of size, capacity of consumption, generation of technology, and influence. Therefore, the effect of President Trump’s economic policies have a global impact; the political sustainability of the economic program of his administration affects all nations; and the validation of the perception among the Trump economic team of the economy could have a significant impact on economic thinking.
What is Trumpeconomy?
“Trumpeconomy” is defined as the thinking and economic program of President Trump. President Trump’s economic approach and program are not necessarily in line with the ideological principles followed by the Republican Party, nor are they in line with the ones of the Democratic Party; rather, the economic approach of the new administration shares certain aspects with both. For example, it proposes tax cuts for the high-income segments, which is a traditional economic proposal of the Republican Party, while at the same time increasing public spending, mainly in infrastructure and defense, which corresponds to the classic proposals of the Democratic Party.
Donald Trump was elected to the U.S. presidency under the motto “Make America Great Again.” In his inaugural address as the 45th U.S. President, on January 20, he noted that from this day on, a new vision would govern the United States. “From this day on, it will be only America first, America first.” Following the line of his nationalist campaign, he promised, “All decisions on trade, taxes, immigration, and foreign affairs will be made to benefit of American workers and American families. He said change had come and he urged responding to the challenge, asking citizens: “Do not let anyone tell you that it can not be done. No challenge can match the heart, the struggle, and the spirit of America.”
From the perspective of President Trump, the U.S. economic situation is precarious. In his view, this precariousness is related to long-term structural problems, linked to high taxation and excessive regulation, but mainly to the persistence of trade deficits, which do not allow a greater growth of the economy. According to this perspective, these structural problems have to do with trade policies of the main U.S. trading partners, such as the widespread use of commercial mercantilist practices and the manipulation of currency. Similarly, poorly negotiated trade agreements, such as NAFTA, do not ensure a shared benefit to the United States.
Therefore, President Trump’s economic program proposes reducing taxes, reducing regulations, reducing the cost of energy, and eliminating the chronic trade deficit. His approach intends that the reversal of this deficit would increase the income and purchasing power of workers and increase employment. It also proposes to significantly increase the GDP growth rate and thus create new jobs and additional tax revenues. This economic program also supposes that the set of tax, regulatory, commercial, and energy reforms will allow to finance the increase of public expenditure.
President Trump’s economic proposal has received mixed responses from a broad spectrum of economic thinking. For example, Joseph Stiglitz, Nobel laureate in economics, points out that “The only way Trump will square his promises of higher infrastructure and defense spending with large tax cuts and deficit reduction is a heavy dose of what used to be called voodoo economics.” On the other hand, Martin Feldstein, a professor at Harvard University, a conservative economist, welcomes the prospect of a reduction in upper marginal tax rates, but is skeptical that Trump’s program will achieve more jobs, higher wages for the middle class, and greater economic growth.
Dani Rodrik, a professor at Harvard University, and a progressive economist, does not support the policies proposed by President Trump; however, he finds hope in President Trump’s opposition to free trade agreements, which according to Rodrik are loaded with provisions that have nothing to do with trade. Rodrik points out that free trade agreements “incorporate rules on intellectual property, capital flows, and investment protections that are mainly designed to generate and preserve profits for financial institutions and multinational enterprises at the expense of other legitimate policy goals.”
The “Trumpeconomy” Vision
The underlying political vision of “Trumpeconomy” is not clearly stated in a single document. Probably the person closest to his explanation is Stephen Bannon, senior adviser and strategist to President Trump. In this regard, Gwynn Guilford and Nikhil Sonnad of the Quartz publication, using a set of conferences, interviews, films, and other documents in the public domain, have been able to construct elements of the Trump Administration’s vision for America.
According to Guilford and Sonnad, Bannon’s political philosophy boils down to three things that a western country, and in particular the United States, needs in order to succeed: capitalism, nationalism, and Christian values. Bannon believes that the United States is suffering a crisis of capitalism. Capitalism used to be all about moderation, an enterprising American spirit, and respect for others. However, in his view, this is not presently the case.
According to this source, Bannon points out that once in power, the liberal, secular, global-minded elite reformed the institutions of democracy and capitalism to strengthen their control over power and the ability to enrich themselves. The “Davos party,” as Bannon designated that group, has distorted the institutions of capitalism, depriving the middle classes of the wealth they deserve.
Guilford and Sonnad also point out that Bannon perceives that the pattern of exploitation described above reached a critical point in the global financial and economic crisis of 2008. Under this view, Wall Street, enabled by global elites, generated profits derived from speculation rather than investing in the domestic economy to generate employment. When the resulting bubble finally popped, the government passed the bill on to the U.S. taxpayers. Bannon blames both Republicans and Democrats for engaging in cronyism and corruption at the expense of middle-class families in the United States.
While Bannon’s political ideas are not the official position of the Trump Administration, many aspects of his electoral campaign rhetoric and the early economic policy measures being implemented by President Trump’s administration coincide with the position described above.
The World Economic Order
The prevailing technological conditions in the twentieth century, which allowed economic growth, increased trade flows, improved living conditions, and the recent stage of globalization, have changed progressively. Today, at the beginning of the 21st century, we are faced with new technological conditions, which strongly affects the organization of economic production and society. This is generating the need to change the institutional and regulatory framework of the functioning of the world economy.
The current order of the world economy was launched after World War II and became dominant after the breakup of the Soviet Union. This normative order and institutional framework were created at Bretton Woods in 1944 to regulate international financial and monetary behavior. This arrangement, in practice, gives great advantages to advanced economies over the rest of the world economy.
Advanced economies issue the world’s major reserve currencies; generate bonds that are an almost automatic component of the portfolio allocations of international investors; and have veto power over the decisions of multilateral institutions such as the World Bank and the International Monetary Fund. This situation of privilege of the advanced economies allows them, for example: to print money, and with it to purchase goods and services in the world market; to finance the deficit of its public budgets with the savings of other countries; and to block the initiatives of multilateral institutions that they find inconvenient.
This world economic order also comes with responsibilities. Among them, it is incumbent upon advanced economies to preserve the functioning and stability of the international financial system. However, the international financial crisis of 2008 was engendered in the advanced economies as a result of inadequate regulation and irresponsible risk taking. This crisis was manifested in the collapse of the financial system, recession, unemployment, declining world trade, and the loss of billions of dollars in household assets. The slow recovery of the 2008 crisis has exacerbated the questioning of the current order of the world economy. Coincidentally, anti-establishment movements have emerged, especially in advanced economies, as have the resurgence of nationalism and protectionism, and situations like Brexit and the election of President Trump, an outsider in U.S. politics.
In short, the United States has been actively involved in multilateral affairs to maintain the world economic order. This leading presence of the United States has enabled it to fulfill its mission of supporting the principles of economic growth and stability, free trade, regional integration, and support for multilateral organizations. What is still not clear is the line of action that the administration of President Trump, who was elected to office, based on a nationalist platform and by profoundly questioning the current international economic order. President Trump will have to decide whether to use his leadership to maintain the current order of the world economy, reform it, or replace it.
References
Martin Feldstein, “Will Trump’s Plan Really Boost U.S. Demand?” November 28, 2016.
Gwynn Guilford and Nikhil Sonnad, “What Steve Bannon Really Wants,” February 3, 2017.
Dani Rodrick, “Don’t Cry Over Dead Trade Agreements,” December 8, 2016.
Joseph Stiglitz, “Bad News for America’s Workers,” December 19, 2016.