Guadalupe Morfín
Tiempo de plantar olivos
© Guadalupe Morfín
D.R. © 2011 Arlequín Editorial y Servicios, S.A. de C.V.
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Se editó para publicación digital en julio de 2017
ISBN 978-607-9046-32-3
Editado en México
Introducción
Entre 1997 y 2009 ocupé tres cargos públicos. Uno —recién al terminar mis estudios de maestría en Literaturas del Siglo XX en la Universidad de Guadalajara— fue como titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, de 1997 a 2001. El segundo, de octubre de 2003 a noviembre de 2006, fue como Comisionada para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez, desde la Secretaría de Gobernación, puesto al que fui invitada al día siguiente de poner punto final a mi tesis de maestría El arte de decir callando, en El día de la lechuza, de Leonardo Sciascia. El último, de febrero de 2008 a agosto de 2009, fue como Fiscal Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, de la Procuraduría General de la República.
Entre uno y otro, me he dedicado a consultorías, conferencias, escribir en periódicos y revistas, publicar libros, y otras aventuras personales y colectivas.
Con cargo y sin él he vivido cercana a procesos de democracia, derechos humanos, prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas, y cultura de paz. Mis informes de gestión han sido públicos y se pueden consultar en las páginas web de las dependencias o en versiones impresas.
Este libro es otra cosa. Nada hubiera podido emprender sin la poesía. Fue y es el portal íntimo donde enciendo el fuego, a solas y en comunión. Las palabras han sido las migajas en el bosque oscuro que me han permitido regresar a casa, es decir, a mi propio aliento.
Escribí a salvo y en el desamparo; en aviones, en hoteles, y en esa hospitalidad transitoria que en tierra ajena se vuelve maná de la comensalidad. En su inmensa mayoría, los viajes que inspiraron los poemas de la sección «Fogatas del viaje» de este libro, fueron viajes de trabajo, y robé tiempo al descanso para escribirlos. Por muchos años, salí de casa los lunes, con mis maletas, y regresé los viernes, para atender mi hogar y estar con los míos. A finales de 2004 publiqué Mansos diluvios, en la misma casa editorial que hoy acoge este nuevo libro, en Guadalajara, con una colección de poemas de corte más íntimo.
Estos versos, que ahora comparto, corresponden a una observación amorosa del mundo, en clave de derechos humanos, a raíz de mis desempeños públicos o de mis faenas personales en el tema. Por eso incluyen tránsitos, traslados, y llevan fechas y lugares. Y cuando no precisan el sitio, es casi seguro que fueron escritos en casa, es decir, en Guadalajara o Zapopan, donde he vivido en Jalisco. Me anima a compartirlos la luz que anida en ellos, no obstante los episodios a veces trágicos que los originan; luz de mirar, luz de desentrañar. Luz de alguien que, en las entrañas de la noche, busca la luciérnaga, el diamante, el filo de la luna que conduce al alba.
Creo que en México es posible ponernos en marcha para respirar un aire fraterno y no fratricida. Un aire hecho de no postergar nuestros sueños, pero también de no imponerlos. La luz de la paciencia, ese preludio humilde de la paz. Esa otra forma de conciencia a la que aludía Antonio Machado.
Doy gracias a quienes me acompañaron en la travesía de escribir estos poemas, en la navegación que los hizo posibles. A todas y todos. Mujeres y hombres. Mi familia amplia, amigos, colaboradores, colegas, médicos, terapeutas, interlocutores diversos, agraviados y víctimas. Pero este libro es de Jesús Soto Romero, y de Jesús Carlos, Daniel y Andrea, mis luminarias mayores.
G.M.
San Juan Cosalá, Jalisco, 31 de marzo de 2010
Ciudad de México, 23 de agosto de 2011
La poesía junta los pedazos del mundo
y abriga en sus tiendas el fuego.
JUAN GELMAN
Conferencia «Poetas, ¿para qué?», Cátedra Julio Cortázar, Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, 7 de diciembre de 2006.
El canto vulnerado
Hay que dormirse arriba en la luz. Hay que estar despierto abajo en la oscuridad intraterrestre, intracorporal de los diversos cuerpos que el hombre terrestre habita: el de la tierra, el del universo, el suyo propio.
María Zambrano
Claros del bosque
Corazón
Si no te conociera
haría casa en el lago que tus ojos anuncian
y un listón rosa pondría en tu cintura
ay, si no te conociera
te exhibiría feliz y ya
como temprano en la playa
cuando sales a buscar caracoles
y tus manos de pirata abrigan
tesoros desenterrados
ay, te sacaría a bailar
quitaría la red que vela tus caídas
la jaula que impide
el aleteo incierto
de tu ser de ave
ay, si no te conociera,
creería que estás a salvo
que el vino dulce triunfó sobre el amargo
que nunca las lilas dejarán de florecer.
Ay, corazón, si no supiera
esta bruma de vísperas
este silbo tuyo aferrado a la fiesta
de los días encantados y seguros
este ciclo que rompe sus amarras
y libera la vieja terca proa
allí donde te hinchas con el viento
y la sangre ayer aligerada
de nuevo pesa y otea
el río de adentro
ese que nunca cesa
¡ay!, libertad.
19 de mayo de 2007
Cuaresmas vienen
Saúl Valenzuela y Elva Rosa Frank
murieron esta cuaresma en mi ciudad
por balas de la policía
Pálido el día recoge sus cenizas
la jacaranda flor inútil cae
ya no vendrán sus ojos a mirarla
no habrá mañana para ellos. No.
Cuaresmas vienen
campanas van
tañe la aurora lutos
de muerte adolescente
duerme el joven Saúl
duerme Elva Rosa.
Morimos todos tan lentamente.
Guadalajara, Jal., 1996
Oración
Tú que pronuncias luz y la colocas
sobre el candelero
tú que golpeas la roca y haces brotar agua
en el desierto
tú que conservas el sabor de la sal
y multiplicas el grano de mostaza
tú que alimentas otra hambre,
otra sed
quédate aquí, haz guardia conmigo
libérame los párpados.
Pues la hora es oscura y hace frío
y en los ojos de los esbirros veo
su determinación
y soy la carne vulnerable
del ángel que protege
la representación visible y limitada
de otras alas
el pie que titubea
el filo de una espada que no sé cómo blandir
y las palabras se queman en mi boca
y digo y no digo lo que quiero
y voy y no voy al corazón
y siendo esta pobreza y esta tembladera
sólo tú detienes el desmoronamiento
y humedeces mi barro y lo moldeas.
Empújame hacia el punto
donde la justicia brille
y pueda mirar al último y al más pequeño
y nos alcance a todos tu misericordia.
21 de marzo de 1998
Cárcel de varones
Hoy fui a ver a los presos.
Un eufemismo los llama «internos».
Pero no evita la imagen de la pena
el color del uniforme
la tristeza de las rosas
en un jardín cercado.
Cárcel de mujeres
Los niños gozan y creen
que el jardín no tiene límites.
Pero crecerán, van a saberlo un día.
La vida de un hombre
es amarga entre cadenas.
Y añorarán la cárcel de sus madres
como un reino fugaz
y libre en su memoria.
Puente Grande, Jalisco,
4 de septiembre de 1998
Señora del emigrante
Tú que caminaste para cumplir los días
de tus nueve lunas
y encender la antorcha que no se apaga
que nadie apagará
tú que tejías su túnica
sin costuras
y abrazaste la cruz y sus preguntas
consuela los caminos
del que ha dejado su casa
y se convierte en raíz
de sembradíos anónimos
donde le dan un cuarto y una vela
un pedazo de piso una tarea
larga como los surcos
roja como el tomate
y la sangre que se vierte
en el corazón de Sayula.
Apiádate de tus hijas, tus predilectas
las mamás indígenas
tus pequeñitas
con sus hijos en la espalda
mientras pasa el avión
con su carga de pesticidas.
Acércate Señora a los comales
único vestigio de riqueza
en este pueblo tuyo trashumante.
Bendíceles las llagas
los misterios del hambre
el pavor de morir en tierra ajena
en solar enemigo
sin el silbo de su lengua.
Y vístete de tierra Madre nuestra
porque la tierra es toda la esperanza
de inventarnos un mundo a tu medida
bajo el azul materno de tu cielo.
Abrázanos la muerte.
No nos dejes pasar sólo de lado
sin dar fruto.
Porque la nuestra es una errancia de cenizas:
una flor quemada y viva
en el corazón del milagro.
Capilla de las Mercedarias,
27 de noviembre-primero de diciembre de 1998
En vigilia
Mira el poeta el mar
con la mochila puesta.
En la ciudad espera una trinchera.
¿Por qué lloras, poeta, frente al mar?
Porque amo esta luz
y voy hacia la guerra.
Puerto Vallarta, Jalisco,
enero de 1999
Señora de las aulas
A Pablo Navarrete y Óscar González Mendívil
Ampara la imagen de la Virgen
el aula de la policía.
De derechos humanos es el curso
y las palabras salen como llaves
a liberar las rejas de la jornada.
Un río de claridad inunda
los rostros somnolientos
algunos comienzan a entender
de qué se trata.
Por hoy
quizá sólo por hoy
los guardianes del orden dejan
abrevar su corazón.
Nuestra Señora obra el milagro
escondida en su aula tropical.
Desde la sombra acechan
unos ojos
son ciertamente fieros
pero la luz abunda
y cintila
también en ellos
una cierta certeza
inapagable.
Comandancia de Las Juntas,
Cuartel de Seguridad Pública,
Tránsito y Bomberos de Puerto Vallarta,
13 de enero de 1999
Las fuerzas vivas
Los señores de la decencia y de la pulcritud
no quieren avalar la ley
les molesta
la Declaración Universal de los Derechos Humanos
«unos cuantos artículos
innecesarios
que quién sabe qué gay
o qué lesbiana
en su momento aprobaron».
Para ellos, el Otro es enemigo
el pobre una amenaza
el que delinque no merece
haberse asomado.
Para ellos, los productores
«de la verdadera riqueza»
los barones del dinero
no existe otro reino.
Ah, las cúpulas
la estrechez de horizontes
la desesperanza
de tener al oro
como instrumento de clasificación
de los humanos.
¡Cuánta pobreza!
2 de febrero de 1999,
Las primeras palabras entre comillas fueron
dichas tal cual por un líder empresarial.
Costo condritis
Cargo a cuestas
un corazón lastimado.
Cada paso le duele
cada beso no dado.
Me cargo a cuestas
con mi corazón
de tan dolido: iluminado.
2 de febrero de 1999