¿Por qué me pasa
lo que me pasa?
Descubre los secretos
de tu personalidad
y las claves para alcanzar
tu bienestar
Arancha Merino
Primera edición: Barcelona, enero 2017
© Arancha Merino
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Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, cualquiera que sea su medio (mecánico, electrónico, por fotocopia, etc) sin la autorización expesa de los titulares del copyright.
A todos aquellos que buscan respuestas sin desfallecer ni rendirse.
A los curiosos que deciden abrir su mente sin temor a encontrar la verdad.
A quienes sueñan con crearse
una vida mejor.
A los valientes que se atreven
a transformar su realidad.
A ti, explorador del ser que eres.
Agradecimientos
A Emilio, mi amor, gracias por el regalo de despertarme cada mañana con tu sonrisa, por tu amor auténtico que me reconforta, por enseñarme a volar y alentarme a hacer real mi sueño vocacional.
Quiero dar las gracias a la que fue mi mentora durante casi seis años, Preciada Azancot. Gracias por enseñarme el camino de mi verdad con tu paciencia y sabiduría. Te estaré eternamente agradecida.
A Daniel y Ester Ramos, mis editores. Gracias por vuestro cariño sincero desde el primer momento, por vuestro entusiasmo en este proyecto, por hacer fácil lo que muchas veces parece difícil, por compartir ilusiones y sobre todo por creer que todo es posible.
A todos los consultantes y participantes en mis cursos de Ingeniería Emocional. Con todos he aprendido y todos habéis creído en mí. Gracias a vosotros vivo con intensidad y pasión la labor a la que he decidido destinar mi existencia.
Un agradecimiento muy especial a Ibiza, la isla de mi inspiración, y al precioso jardín de mi casa que me energiza y deleita con su belleza.
Por supuesto, a mi familia y amigos, siempre cercanos, siempre dispuestos. Vuestra sonrisa me apoya. Con vosotros sé que todo está bien.
Introducción
«Solo cuando descubras quién eres,
te podrás convertir en quien sueñas ser.»
Encontrando el sentido de mi vida
Fueron muchos los años de búsqueda tratando de descubrir aquello a lo que dedicar mi existencia siendo feliz por el simple hecho de realizarlo. Hubo momentos de secano, otros de experimentar en mundos que no me aportaron ningún bienestar, si bien es cierto que quizás de no haber osado ser una aventurera tan inquieta y a veces arriesgada, no hubiera dado con las claves que soñaba encontrar. No sé si en tu caso has sabido siempre quién eras, o quién deseabas ser. Desde luego, yo no. De hecho, algo que me ha causado gran admiración eran aquellas personas que desde siempre vislumbraron con claridad meridiana sus dones, sus talentos, aquello que máximamente les motivaba. Fueron ellos los que instaban en mí aquella pregunta que nunca encontraba respuesta: «Y yo, ¿para qué valgo?». No me sentía buena, ni especialista en nada. Tampoco había algo que me atrajera básicamente. ¿A qué podría destinar mi vida?
Mi historia es la de una persona que se equivocó de camino, que sintiéndose insegura buscó la seguridad en el exterior, en la aprobación social, que eligió una profesión que estaba bien vista pero que la distanciaba de su esencia, que pretendiendo destacar en algo se embarcó en la lucha del poder, del éxito y del dinero convirtiéndose en alguien muy diferente a lo que su alma anhelaba. Por eso tuve un cáncer, la enfermedad del desamor por uno mismo. No puedes imaginar, querido lector, lo que aquella enfermedad trajo a mi existencia. Fue mi salvación.
Aquella dolencia tenía la finalidad de que tomara conciencia y revisara el daño que me estaba haciendo a mí misma tratando de ser quien no era, intentando vivir algo muy diferente a aquello para lo que nací. Los regalos que la vida nos ofrece pueden venir bajo apariencias engañosas. Hay que querer ver qué hay detrás. La enfermedad fue el motor que impulsó mi cambio, supuso un antes y un después en mi historia. ¿Te has planteado cuántos cánceres has tenido? ¿Cuántas desilusiones cargadas de dolor y sufrimiento? ¿Cuántos derrumbes? ¿Cuántos avisos de que algo iba mal? ¿Y en cuántos de ellos has querido ver las señales que te dicen: «Párate, esto no funciona, replantea tu proceder»? En realidad esos indicadores son oportunidades de cambio, de adentrarte en mundos diferentes que te retan a activar tus potenciales para mirar la vida con otros ojos, para abrirte a caminos desconocidos donde podrás encontrar tu verdadero talento. Desde luego, te garantizo que en lo ya conocido no se encuentra, pues lo hubieras hallado ya –y además, cuando se localiza desaparecen las dudas que dan paso a una claridad absoluta–, por tanto si quieres hacer algo por tí, no te queda más remedio que descifrar esas señales y empezar a hacer justo lo contrario de lo que has hecho hasta ahora.
No es fácil cambiar de vida y darte la vuelta como un calcetín, aunque tampoco es difícil. Nos da miedo penetrar en aquello que no controlamos, eso es lo que crea los obstáculos que tu mente valida, con el fin de que te rindas sin siquiera probar. Pero si tú no inicias el camino, si no das el primer paso, nadie lo dará por ti. Seguirás rumiando mediocridad, envidiando a los que consiguen lo que tú crees merecer, rebajando tu autoestima, mendigando reconocimiento y caerás víctima de tus propios miedos. Tu vida será tan difícil que te costará encontrarle sentido.
En esas estaba yo. Resistiéndome a un cambio que ya era inevitable. Quería evocar aquella niña, yo, con 5 años, su alegría, su chispa, su confianza. Pero no podía, ya no la recordaba. Por eso decidí no perder más. Abandonar aquella carrera profesional llena de éxitos económicos y reconocimiento social ya no me parecía una pérdida frente a todo lo que me dejé arrebatar. Así, por fin, decidí empezar a vivir desde cero.
La toma de conciencia es lo único que pone luz a lo escondido
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Recorriendo el camino
Tenía 40 años, unas ganas enormes por descubrir otras formas de existencia y un miedo tremendo a abrir la puerta a lo desconocido, unido a la incertidumbre de no saber a qué me iba a dedicar, ni de dónde vendrían mis ingresos de entonces en adelante.
Buscando mi esencia, conocí a Preciada Azancot, doctora en psicología con un gran bagaje de experiencias y estudios sobre el comportamiento humano. Recuerdo su mirada, intensa y profunda, que parecía inspeccionarme por dentro. Tuve una primera sensación de temor, no quería que nadie viera, que nadie supiera los sentimientos que ocultaba dentro de mí, y ante aquella mirada me sentía pequeña e insignificante. Esa mujer fue otro magnífico regalo, se convirtió en la persona que me enseñaría a conocerme liberándome del miedo, y a comprender y entender a los demás. Me infundió el amor por las emociones, y el amor por cada ser humano. Con ella estudié durante seis años, convirtiéndose en mi mentora. De ese modo se fue perfilando la verdadera persona que había detrás del personaje que durante tantos años estuve interpretando.
Conocer mi tipología de personalidad me sorprendió, pues descubrí que mi talento era la alegría, el soltar, el fluir, el llevar ilusión, y mi vocación era el amor, el compartir, el borrarme para que otros brillaran, poner mi corazón en todo, pero que mi exceso de orgullo, el control, la exigencia, los juicios…, no dejaban que mis potenciales aflorasen. Aquella información resonó en mí, efectivamente, de muy pequeña era pura alegría, pero la carga de responsabilidades y el peso social me fueron alejando de mi yo real. Pude recordar las exigencias familiares, las frases del tipo «el amor no vale para nada», o «mientras tú disfrutas los demás nos matamos a trabajar», con ellas me fui desconectando de lo más bonito que había en mí. A partir de ahí comenzaron los personajes, las máscaras que ocultaban mi ser ya repudiado, y que pretendían buscar aceptación, reconocimiento, aprobación en los demás. Me di cuenta de que me había estado perdiendo la existencia que mi ser merecía. Replantearse toda una vida no es plato de gusto. Entiendo que lo que más descorazona y disuade a una persona de conocerse a sí misma es justamente el replantearse que tantos años de esfuerzos y sacrificios posiblemente hayan sido innecesarios.
Me costó asumir que yo era la causante de mis problemas y de mi infelicidad, siempre encontraba algo o alguien fuera a quien culpar de mis males o de las injusticias de un mundo competitivo que había padecido en carnes propias. Descubrir mi tipología de personalidad fue comprender que era yo la única dueña de mi destino. Que tenía libertad de hacer y de decidir. Me puse manos a la obra. Al rebajar mis deseos de tener siempre razón, aumentó en la misma proporción mi apertura a lo fácil y a experimentar la paz interior. Jamás soñé encontrar dentro de mí tanta ternura, tanto calor, tanta sensibilidad, tanta dulzura y a la vez tanta fuerza, tanto coraje, tanta valentía y tanta ilusión por vivir. También comprobé que la mayoría de las personas aún no intuyen lo grandes que son, las capacidades tan asombrosas que poseen, los recursos ilimitados de los que gozan. Somos buscadores, pero buscamos en lugares inadecuados.
Finalmente, llegó el tiempo del renacer desde mi esencia, desde mi verdad. No desde lo que otros quisieran o esperaran de mí. Esta vez solo quería quedar bien conmigo misma y decidí crear mi espacio para ser y para estar. Fue la época en que empecé a reconocer mi esplendor.
Cuando conoces tu talento y tu vocación te das cuenta de lo distanciado que has estado de ellos, por tanto es explicable tu grado de insatisfacción. En este libro no solo te podrás diagnosticar a ti mismo, sino que aprenderás a hacerlo con los demás para potenciar en ellos unas virtudes que muchas veces ni siquiera perciben a su alcance. Este es el proceso que cambió mi forma de entender y de vivir la vida y el que espero pueda transformar la tuya, si estás dispuesto a descubrirte y a sorprenderte. Soy de los que piensan que nada se puede enseñar si no lo has vivido primero. También creo que cuando uno encuentra algo valioso tiene el compromiso de compartirlo con el resto. El entregar, el compartir con generosidad es mi vocación, y cuando uno actúa de la mano de su vocación siempre se llenará de abundancia.
Aquello que más temes de ti, es justamente aquello
por lo que más se te reconoce.
Hasta la mente más indomable puede cambiar
A estas alturas de mi vida, ya no me cabe ninguna duda de que absolutamente todas las personas pueden cambiar, a condición de querer hacerlo. Ni la edad, ni el pasado por muy tortuoso que sea, son óbices para convertirte en quien deseas ser. Solo tu decisión firme y la guía adecuada podrán lograrlo, por tanto has de poner de tu parte. Si este texto está en tus manos, querido lector, es porque has escogido saber, conocer la verdad sobre ti mismo, sobre quién eres en esencia. Has elegido evolucionar. Estás preparado. Todo lo que encuentres en esta lectura te guiará hacia lo mejor de ti mismo.
En primer lugar te explicaré la historia de cómo naciste perfecto, con todas tus emociones sanas y con tu talento y vocación ya activados. Descubrirás cómo las creencias de tus progenitores, unidos a las extendidas en la sociedad, te forzaron, como recurso de supervivencia, a reprimir tus fortalezas y a adoptar una o varias máscaras. Ahí comenzaron los temores por ser tú mismo y la necesidad de reconocimiento ajeno, porque tuviste que escoger dejar de ser tú, como medio para sentirte aceptado, valorado y querido. Es en ese momento cuando abandonas tu verdadera personalidad para vestirte con una «tipología», que no es más que una prisión que encierra tu ser original. Desgraciadamente y por eso que llamamos «costumbre» o «falsa comodidad», que no es más que miedo a lo desconocido, nos sentimos abocados a permanecer en galeras y ansiando una libertad a la que nosotros mismos ponemos cortapisas.
Encontrarás también un test de personalidad para que te puedas reconocer en los rasgos que describo. Te verás identificado en dos o tres tipologías fundamentalmente. Una será la tuya, y las otras esos personajes que actúan desde el miedo.
A partir de ahí, toda la temática del libro se basará en las diferentes personalidades. Existen seis tipologías de personalidad. Cada una interpreta el mundo desde una visión, la de la emoción dominante o competencia. La explicación tan detallada con que las describo te facilitará la comprensión de tus acciones y reacciones, entenderás por qué te pasa lo que te pasa y por qué somos tan diferentes unos de otros. La forma de andar, de comportarse, de comunicar, de vestir, los gustos, las aficiones, los miedos, los rasgos físicos, las actitudes en pareja… no queda detalle sin pulir, te verás reflejado como si de una radiografía se tratara. A diferencia de otros métodos que describen las personalidades, aquí encontrarás las vías de salida, tu talento y tu vocación que aunque ocultos siguen ahí, en tu interior, deseando reaparecer, ansiando liberarse de su yugo para ayudarte a conformar un futuro diferente, donde tú decidas, desde donde puedas erigir tu destino. Podrás localizar tus puntos de apoyo para superar las adversidades, y remontarlas con seguridad y certeza en el éxito de lo que te propongas. Porque solo existe un camino para ti y este lo dicta tu talento. Cuando lo reconozcas, comprobarás que resuena en ti, en el fondo de ti, porque siempre estuvo allí. No tendrás que buscar más, ese es tu objetivo, tan solo dedicar tu constancia, esfuerzo y superación diaria a recorrer el único camino que te lleva a él.
Este libro pretende ser continuación del anterior, Haz que cada mañana salga el sol, donde trataba en profundidad cada una de las seis emociones básicas (miedo, tristeza, rabia, orgullo, amor y alegría), cuándo debemos utilizarlas y qué beneficios nos reportan, pero también qué disfunciones y consecuencias nefastas crean en nosotros cuando las mezclamos y gestionamos erróneamente. No es imprescindible leer el primer libro para acceder a este segundo, pero sí resulta conveniente para cerrar el círculo emocional en el que estamos inmersos, nos guste o no, cada minuto de nuestra realidad.
Comienza tu desafío. Como Alejandro Magno dijo a su caballo Bucéfalo antes de su victoria frente al imperio persa: «Hoy cabalgamos hacia nuestro destino»
1. Para qué conocer tu tipología de personalidad
«La respuesta a por qué te pasa lo que te pasa,
la hallarás al descubrir tu personalidad.»
Nuestra vida, nuestra historia, se puede resumir así: nacemos, recibimos una educación, unos conocimientos, y nos incorporamos a un mundo aún desconocido utilizando nuestra inteligencia, esos saberes que hemos ido acumulando a través de los años. Siempre nos han dicho que lo importante es la felicidad. Nuestro objetivo es alcanzarla, en eso se basa nuestra aventura de vivir. Buscamos trabajo para sentirnos realizados. Tratamos de aplicar nuestra cultura, nuestra limitada sabiduría.
De pronto, sin saber el porqué, estamos inmersos en una jungla, donde se salva el más fuerte, el que menos escrúpulos tiene. Hay que competir. Es muy importante ser mejor que el de al lado. Si eres ambicioso luchas con uñas y dientes sin reparos, sin miramientos. Si tiene que caer alguien, que sea el otro, no tú. Te vuelves insensible. En cambio, si no te mides, caes víctima de los manipuladores, te vas encogiendo, subsistiendo con resignación a lo que te rodea sin atreverte a mostrar tus verdaderos sentimientos. Encerrándote. Con los años ese anhelo de satisfacción resulta lejano, improbable, imposible. Te conformas con ratitos de placer para rememorar que en algún momento has sentido la dicha. Estás adaptado, «al menos voy a sentirme cómodo» te dices, y te aburguesas. Te aburres. La vida llega a cansar. Trabajar para pagar las facturas, una familia sin carencias, compromisos y esclavitud —resulta decepcionante dedicar la mayoría del tiempo a ganar dinero para subsistir y el resto a escaparse del trabajo que uno realiza—. Te debes a los demás, a su bienestar y su satisfacción. La existencia te aniquila por dentro. Buscas compensaciones a tanto sacrificio, satisfacción con lo primero que llega. Al menos tienes algo a lo que asirte. Una mínima ilusión. Te das cuenta de que trabajas para conseguir cosas que ni necesitas ni quieres, pero que te hacen sentir que formas parte de eso que se llama estatus social. ¿De verdad crees que has nacido para esto? ¿Crees que esa es la vida que mereces tener? Claro que no. Estás aquí para experimentar emociones, para evolucionar, para crecer, para compartir. Para sentirte realizado y fluir en plena libertad, disfrutando. ¿Qué nos ha pasado por el camino? ¿En qué momento nos desorientamos?
Es obvio que en los tres primeros años de vida somos dichosos, fácilmente conseguimos todo lo que necesitamos. Estamos rodeados de amor, cariño, ternura y miles de sonrisas. Sin embargo, ese mundo en el que nacemos, ese país, esa región, esa ciudad, están contaminados por sus creencias históricas, por los acontecimientos, por las experiencias. El pasado pesa. Los pueblos no olvidan, ni las ciudades, ni los países. Esto es un grave error, pues nunca podremos mirar hacia adelante sin que los errores de otro tiempo recaigan sobre nosotros. Ya desde pequeños, sin quererlo ni saberlo, somos partícipes de un antes y sus consecuencias. Nuestros mayores, que en principio quieren protegernos, nos van inculcando e introduciendo con fórceps su punto de vista personal, sus sufrimientos y dolores. Empezamos a ver la vida con sus ojos. Con los ojos del pasado.
Tú sabes que has venido a hacer algo que no termina de germinar porque esas creencias familiares y sociales te han ido alejando de lo fundamental: tu talento.
Las resistencias a conocernos
Muchas personas que ya han conocido su tipología de personalidad me dicen lo mismo: «Es muy difícil enfrentarse a lo nuevo». Por el contrario, yo considero que lo verdaderamente arduo es perpetuar una vida carente de sentido, realizar actividades sin apenas significado enriquecedor. Yo he vivido ese proceder y siempre conduce al vacío. Una querida alumna muy comprometida en conocerse y activar sus potenciales, se sentía dividida cuando interactuaba con algunos amigos. Me relataba cómo ellos vendían espléndidas vacaciones en barcos lujosos, relaciones de pareja pluscuamperfectas, fotos por whatsapp llenas de risas y glamour. En el fondo no les creía, todo ese mundo le parecía falso, y dudaba si abandonarlo definitivamente para avanzar en su camino, o seguir permaneciendo en esa mentira intuida que la hacía compararse y competir para terminar sintiéndose inferior y poca cosa ante el despliegue de una felicidad falseada, de una realidad distorsionada. Me preguntaba: «¿Son felices de verdad?, es que no me lo creo pero insisten tanto que dudo y a veces me veo queriendo darles crédito».
Simplemente tratan de «vender» lo que no tienen, de esa manera, si tú compras la mentira, esa fantasía en la que permanecen, ellos se considerarán triunfadores de verdad. Pero si tú no lo crees, si lo rechazas, no tendrán más remedio que verse a sí mismos inmersos en sus miedos a no ser aceptados, en sus inseguridades, en esas relaciones encorsetadas, en sus poses ensayadas. Carentes de respeto por sí mismos, de honestidad, de naturalidad, de autenticidad, y fundamentalmente de espontaneidad. La persona feliz, que va haciendo su recorrido fiel a su línea, con tan solo una sonrisa o una mirada limpias ilumina cualquier estancia, no necesita presumir de lo que posee, sencillamente lo posee.
He encontrado personas con miedo a conocerse para no ver que detrás de su máscara se escondía un victimista encantado de lamentarse y solicitar atención con tal de no hacer nada por sí mismo, o una envidiosa que no soportaba los logros ajenos porque no creía en sí misma, o la «madre perfecta» que transmitía la inestabilidad con su marido a su hija adolescente a la cual exigía un perfeccionismo imposible de lograr. He conocido todo tipo de resistencias a conocerse, y al final, ¿para qué?, vas a seguir conviviendo contigo mismo, ¿no será mejor saber quién eres, conocer tus debilidades y fortalezas, dar la cara a tu verdad y transformar tu realidad en algo que verdaderamente merezca la pena?
Nunca descubrirás para qué estás aquí, qué da sentido a tu existencia, cuál es tu don genial, en qué eres exclusivo y diferente a los demás, si no te atreves a soltar esas resistencias, que no son más que falsos miedos, a conocerte, a ver qué es eso sobre ti que tanto temor te causa saber. Te aseguro que no hay nada de ti que su conocimiento te vaya a hundir, nada que no puedas tranquilamente aceptar y superar. Lleva contigo toda la vida, por mucho que trates de fingir hacia fuera, siempre habrá algún momento de intimidad nocturna en que tus demonios interiores te enseñarán su faz. Si quieres algo diferente, habrás de abrirte a tu verdad. Obviamente, si careces de la herramienta adecuada, de adquirir esas certezas sobre tí, ¿hacia dónde irías?, quizás te acercaras a una vía sin salida, o a riesgos que te complicarían aún más. Por eso, es tan importante para ti que descubras tu verdadera los secretos de tu verdadera personalidad, para que entiendas por qué te pasa lo que te pasa y encuentres tu ruta, tu única ruta hacia tu felicidad que irremediablemente afectará a todo tu entorno, a través del ejemplo de la persona que opta por conocerse y elige su libertad. En algún momento debes decidir: ¿libertad o prisión? No puedes disponer de ambas.
Lo nuevo (libertad) no puede aparecer
mientras mantengas lo viejo (prisión).
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Un ejemplo muy común
Te voy a relatar el caso de Bárbara, muy sensitiva, inteligente y extraordinariamente solidaria. Tuvo una relación de pareja que se inició muy bien. Al poco tiempo él empezó a tratarla mal, a infravalorarla hasta dejarla casi sin autoestima. Con dificultad consiguió abandonarle. A los pocos meses conoció a un chico totalmente distinto, muy buena persona y muy cariñoso. Cuando comenzaron a convivir se percató de que, de alguna manera, se comportaba con ella igual que el anterior. La llamaba inútil porque no ganaba dinero suficiente, no valoraba sus aportaciones, dependía de él emocional y económicamente, volvió a rebajarse, a degradarse… De nuevo empezó a sentirse pequeña e insignificante, dependiente y acobardada. Ella era consciente de esta situación. Aun así le costó un triunfo y muchas noches de llanto dejarle, pues estaba convencida de que realmente le necesitaba para seguir viviendo. Tratando de rehacerse decidió pasar quince días fuera de su ciudad, en casa de una amiga querida que le ofreció su espacio y cariño para que su sufrimiento fuera menor. Aunque nada lo hacía presagiar, volvió a pasar lo mismo. A los dos días estaba incomodísima, su amiga la trataba con autoridad y se volvía a someter. Recuerdo su llamada de auxilio: «¡No puedo más, no sé dónde ir, pero no quiero que me sigan tratando mal!».
Lo que hacemos en situaciones similares es, o permanecer inmóviles creyendo que no hay salida ni opción, o huir. Buscar otro sitio, otra persona, otro trabajo. Esto no soluciona nada, pues el problema radica en no creerse válido y por tanto en implorar reconocimiento. Es como un círculo vicioso del que no sabes salir, porque hagas lo que hagas se repite. La única salida es asumir que hay algo en ti que crea o atrae ese tipo de situaciones. De nada sirve señalar culpables («todos me tratan mal»), ni buscar excusas («si tuviera más dinero dirigiría yo mi vida») Nada de esto funciona. La protagonista del ejemplo recordó que de pequeña se le había exigido ser «niña buena», así, pensaba ella, «me aceptarán y me querrán». En su lenguaje adulto ser «buena» implica callarse y ser complaciente, por tanto, ella anuló la emoción rabia que la hubiera vitalizado y aportado la energía necesaria para darse su lugar, de modo que los demás la tratarían por lo que es, por sus valores y sus ideales. Al no respetarse (su opinión no era tenida en cuenta), nadie la estimaba. Todos cargaban sus propias inseguridades e insatisfacciones sobre ella. Adoptó la postura de «soy un vertedero, aquí puedes echar toda tu basura». Cuando descubrió su tipología de personalidad, y por tanto, sus puntos débiles y sus fortalezas, dio un paso al frente para ser ella misma. Al principio saltaron chispas porque los demás la preferían sumisa. Todo, finalmente, volvió a su orden lógico. Porque defender tu inocencia cargando a la vez la culpa sobre otros tampoco funciona.
Eres dueño de tu vida. Tienes derecho a elegir cómo quieres vivirla.
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Emilio Carrillo lo explica muy bien cuando dice que la mayoría de los obstáculos que encontramos los creamos nosotros mismos porque tenemos miedo a cumplir nuestros sueños. Pero si modificas tus pensamientos, comprobarás que los obstáculos que nos creamos nosotros, no son obstáculos, sino trampolines.
Descubre lo que puedes llegar a ser
Este viaje hacia el autoconocimiento profundo como senda hacia el sentido de tu vida y la felicidad, se dirige inequívocamente hacia las emociones. Como ser humano estás estructurado en base a esas energías que perciben y diagnostican estímulos del exterior, y que eficazmente te dimensionan para activarte y reaccionar ante cualquier situación que se te presente. Su finalidad siempre será tu bienestar. En el SER que eres tú, se encuentra tu esplendor y tu magnificencia. El resto son fuegos artificiales.
Las emociones pautan el camino del desarrollo. Nos aportan seguridad y justicia. Contactan con el reconocimiento de la auténtica valía. Se implican en nuestra pertenencia, dirigiéndonos a vivencias plenas, sin pasar de largo. Una vida en la que sabremos corregir las quejas, los reproches, las culpas, las críticas, las envidias, los rencores, las soberbias. En la que sabremos alejarnos de los victimistas, de los interesados oportunistas, de los manipuladores, de los aduladores. Así, sí merece la pena vivir. Lo contrario es una tortura, un sufrimiento lento y agónico, una noria con bajones estrepitosos. ¿Por qué no aceptar de una vez que las emociones son amigas?
Conocer tu tipología de personalidad implica descubrir qué emociones usas por exceso y cuáles por defecto. Así, comprenderás por qué te pasa lo que te pasa y tendrás una guía para salir de tu bucle y conectar con cómo eres realmente. No cómo te han dicho que eres ni cómo crees que eres, sino cómo estás ciertamente constituido en esencia.
¿Qué haces si una persona de tu entorno, pongamos un compañero de trabajo, se muestra tímido, respetuoso, obediente, acepta las órdenes sin rechistar, es discreto, siempre se calla, nunca pone límites, se mantiene en un segundo plano dejándote el protagonismo? Pues piensas «qué tío más majo, es el compañero ideal». ¿Y cómo le tratas? Poniéndote tú por delante, mandándole realizar lo que menos te apetece, subordinándole, no teniendo en cuenta sus opiniones… En definitiva, como él es hiper respetuoso, te creces y le acabas sometiendo. No le tratas con el mismo respeto y delicadeza que te ofrece. Le protegerás solo en la medida que a ti te convenga. Ni se te ocurre pensar en los valores ocultos que puede tener, tú sacas partido y él sigue pensando que es el papel que le toca representar, sin opción a nada mejor. Dejará de creer en sí mismo, callará sus ocurrencias, pues a nadie le importan, se convertirá en una persona gris. En su intimidad él sabe que podría aportar mucho más, pero duda de sí mismo y no se expone. Así nos comportamos en la sociedad. No solo en el trabajo, o en relaciones afectivas. Imagina un padre o una madre, que por evitar conflictos calla y aguanta. Esas emociones no expresadas, las retendrá hasta que explote con su hija o hijo adolescente que pagará por las frustraciones mal canalizadas de su progenitor. Siempre paga el débil, el tímido, es fácil hacerle sentir culpable y que entre en obediencia automática. Percibimos la emoción que domina al otro — tus propios instintos lo deducen— y le tratamos en consecuencia sin adivinar lo que se esconde detrás de la fachada.
Nunca llegarás a descubrir quién eres realmente ni hasta dónde puedes llegar si las personas te tratan como si fueras un ser unidimensional. Te clasifican y etiquetan por un comportamiento. Incluso llegas a creerte que eres un ser limitado. Esto es como vivir en una prisión sin salida, porque aunque tengas la llave no sabes cómo usarla y con resignación observas cómo otros menos valiosos adquieren recompensas que tú merecerías.
Aquí comienza el recorrido que quiero hacer contigo. Averiguar cuándo, cómo, por qué y para qué te has desconectado de las emociones que te aportan mayor potencia. Esos puntos fuertes en los que apoyar tu existencia. Tu talento y tu vocación, los cimientos de la vida que quieres construir.
Para completar la exposición que pretendo realizar me fundamento en mis estudios sobre el MAT (Metamodelo de Análisis Transformacional) basado en años de investigación sobre el comportamiento humano por su creadora y mi maestra, la doctora Preciada Azancot, en mis investigaciones, en mis experiencias personales, y en mi trayectoria como docente y asesora emocional.