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Prólogo

Si tuviera que decir en una sola frase de qué se trata este libro, diría que aborda algunos problemas clave del arte precolombino tal como se expresan en manifestaciones artísticas más recientes. A eso podría agregar que es una mirada más amplia de la habitual, dado que contempla obras de arte con las que, por lo general, no es vinculado el arte precolombino, pero también más singular, dado que parte de una reflexión que se desarrolla a través del trabajo de taller del autor, Gerardo Pulido. Para explicar lo anterior quisiera que recordemos, aunque sea brevemente, la experiencia de un importante artista alemán de comienzos del siglo XVI, Alberto Durero, a quien el arte precolombino también causó una enorme impresión. Al parecer, Durero tuvo la oportunidad de apreciar directamente el contenido de uno de los primeros envíos del conquistador español Hernán Cortés a Carlos V, el cual consistía, entre otras cosas, en abanicos, ornamentos, atavíos, y rodelas hechas de plumas, oro, y plata —según datan los inventarios de la época—. Todas esas piezas estaban siendo exhibidas en Bruselas justo cuando Durero estaba de visita con el propósito de acordar una pensión con el recientemente coronado emperador. En su diario, el artista alemán señala que las cosas del envío le parecieron “maravillosas obras de arte” que causaron enorme alegría a su corazón, así como también el maravilloso “ingenio sutil” de quienes las realizaron.

Ese pasaje del diario de viaje de Alberto Durero suele ser citado para ilustrar la recepción del arte precolombino en los primeros europeos que tuvieron acceso a él. Se trata de un testimonio mediante el cual se afirma su belleza y cualidad artística, dado que fue escrito por un artista europeo tremendamente reconocido, incluso en su época. Sin embargo, en esas reiteradas referencias al diario se suele dejar fuera la descripción de otros objetos que también ocasionaron enorme impresión en Durero, tales como un laberinto de arbustos y un enorme esqueleto de pez que, según el artista, parecía estar “hecho de sillares [piedras labradas]”1. Las piezas de arte precolombino se encuentran, por lo tanto, dentro de un conjunto más amplio de objetos, que resultaron igualmente llamativos a ojos de este espectador. Lo curioso es que, en el diario, si bien se realiza una descripción del aspecto físico y material de muchos de esos objetos —aunque sea recurriendo a analogías, como en el mencionado esqueleto—, la mayoría de las piezas de arte precolombino solo son referidas de acuerdo a su función: arma, armadura, escudo, cobertor, y “extraño vestido”. Tal como señala la historiadora del arte Esther Pasztory, Durero no describe el aspecto formal de las piezas precolombinas, por lo que no parece haberlo asimilado o comprendido del todo2. Quizás justamente a eso se refiere el artista cuando afirma, al final de ese mismo párrafo, que no sabe cómo expresar lo que ha sentido ante esas piezas. No contaba en ese momento con las palabras necesarias para ello, lo cual no es de extrañar si consideramos que tampoco existían dentro del repertorio de la prosa gráfica de aquel entonces.

El escenario claramente ha cambiado desde el momento en el que se efectuaron estas primeras miradas occidentales al arte precolombino. Hasta cierto punto podría decirse que ahora es posible recurrir a términos o expresiones actuales para entender las piezas de ese período, independiente de que sea la aproximación más adecuada o no. Para no ir más lejos, en este libro se aborda la abstracción prehispánica tal como resuena en diferentes momentos del arte moderno y contemporáneo. De esa manera, los textiles andinos, los atuendos propios de las ceremonias selk’nam, y las líneas de Nasca son abordados a la luz de la enseñanza y obra del artista alemán Josef Albers, la abstracción geométrica de comienzos del siglo XX, y el Land Art norteamericano, respectivamente. El contraste entre esos tres pares de términos es tratado en cada uno de los ensayos de este libro: “El péndulo de Newton”, “Lo nativo en lo abstracto”, y “Vestigios del futuro”, escritos en diferentes momentos y para diferentes instancias, tal como aparece indicado en una nota al pie al comienzo de cada uno. Gerardo Pulido, sin embargo, no intenta disimular su sesgo moderno o contemporáneo, así como tampoco el complejo lugar desde el cual escribe: el del artista visual que, aun siendo latinoamericano, ha sido formado en una disciplina dominada por el paradigma del arte europeo y norteamericano. Por el contrario, me parece más bien que el autor demuestra ser plenamente consciente de esa situación y sus limitaciones a través de pasajes escritos en un registro autobiográfico.

Las piezas del envío de Hernán Cortés fueron referidas en el diario de viaje de Alberto Durero de acuerdo a su función, pese a que —tal como han insistido varios autores—, es justamente la función de este tipo de piezas la que cambia radicalmente con el paso de un contexto a otro (en este caso de la ceremonia religiosa americana a la colección cortesana europea). En los tres ensayos que componen este libro, en cambio, el punto a partir del cual se articula la comparación es el aspecto formal. Con esto me refiero a que los contrastes establecidos entre piezas precolombinas y expresiones artísticas más recientes se fundamentan en las semejanzas identificadas en términos de patrones geométricos, como la espiral; de colores, como el blanco y el negro; pero también de materiales, como las fibras textiles y la naturaleza. Quiero destacar que, si bien Gerardo Pulido en algunos momentos postula determinados hechos e influencias que habrían de justificar esas similitudes formales identificadas, la mayoría de las veces se apoya en su propia visión, desarrollada gracias a la elaboración persistente y reflexiva de objetos e imágenes. Con esto simplemente me refiero a que el “ingenio sutil” detrás de estos textos no es el del teórico o historiador del arte, sino el del artista visual, lo cual constituye claramente un aporte. Las interpretaciones que encontramos son, por lo tanto, más arriesgadas, pero también abiertamente tentativas (y me pregunto si no debiera ser igualmente tentativo todo ensayo en tanto tal).

Quiero mencionar, finalmente, que en este libro las referencias textuales a determinadas obras de arte se apoyan en imágenes que no son fotografías, sino dibujos realizados por el propio autor. Esta curiosa opción editorial tiene escasos pero significativos antecedentes, como la versión española del libro Rock my religión del artista minimalista Dan Graham3. Gerardo Pulido es un artista con habilidades para el dibujo, por lo que las imágenes resultantes funcionan bastante bien. En ese sentido no solo constituyen un apoyo para la comprensión de dichas referencias, sino también un aporte para la visualidad del libro (y, por qué no, una creativa manera de evitar el engorroso trámite de solicitar autorización para el uso de imágenes). Ahora bien, si se me permite insistir con esta idea, los dibujos en el contexto de este libro también pueden ser entendidos como una manera de comprender las obras de las que se está hablando. Al dibujar una pieza, construcción u obra de arte, al reproducirla a través del dibujo, el autor no solo está traduciendo una imagen de un medio a otro, sino que además está realizando el ejercicio de entender la manera en que fue construida originalmente. Además, a través del dibujo —así como de todo medio de reproducción manual—, el autor puede destacar los aspectos que considera más importantes de la pieza, construcción u obra de arte retratada, y omitir, de manera casi inconsciente, aquellos aspectos que en cambio le resultan poco significativos. Los dibujos de Gerardo Pulido, en ese sentido, son la expresión visual de sus propios ensayos: el ejercicio de comprensión de determinados problemas del arte precolombino a través de su propia mirada y de las herramientas de las que dispone; sin mayor pretensión, pero también sin pedir autorizaciones.

Paula Dittborn
Santiago, junio de 2017


1 Erwin Panofsky (1995). Vida y arte de Alberto Durero. Madrid: Alianza Editorial, p. 221.

2 Esther Pasztory (2005). Thinking with Things: Toward a New Vision of Art. Austin: University of Texas Press, p. 120.

3 Dan Graham (2008). Rock, mi religión: textos y proyectos artísticos 1965-1990. Ciudad de México: Alias.

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