Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2004 Marilyn Medlock. Todos los derechos reservados.
PASAJE AL AMOR, N.º 78 - 3.11.11
Título original: Secret Passage
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2005.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-9170-707-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Acerca de la autora
Personajes
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Amanda Stevens es autora de éxito de unas treinta novelas románticas de suspense. Finalista del Premio de las Escritoras Románticas de América, ha recibido también varios importantes galardones de la revista Romantic Times. Actualmente reside en Texas con su marido y sus hijos.
Camille Somersby: Hará cualquier cosa con tal de proteger a su abuelo y al futuro aunque implique engañar al único hombre que ha amado nunca.
Zac Riley: Un supersoldado que está dispuesto a llegar a extremos insospechados para cumplir con su misión.
Doctor Von Meter: Un maniaco egocéntrico que lleva más de sesenta años destruyendo vidas.
Doctor Kessler: El único que se interpone en el camino de Von Meter.
Roth Vogel: Un supersoldado con intereses propios.
Alice Nichols: Una mujer que sabe cómo conseguir lo que quiere.
Agente especial Talbott: ¿Este agente del FBI es un peón en un juego mortífero o un hombre dispuesto a traicionar a su país?
Betty Wilson: Una enfermera que siente algo más que un interés profesional por Zac.
Daniel Clutter: Un viudo muy sensible a los encantos de Nichols.
Adam: ¿El recuerdo de su hijo de cinco años podrá salvar a Zac?
La Ciudad Secreta, 1943
Su tapadera había sido descubierta. Por supuesto, no tenía pruebas, sólo la sospecha de que la estaban vigilando.
Camille Somersby introdujo la mano en el bolso y la funda del Colt 45 le dio valor mientras corría hacia su coche. Subió, cerró la puerta con fuerza, encendió el motor y se peleó un momento con las marchas antes de conseguir sacar el Studebaker de la zona cenagosa del aparcamiento.
Cuando llegó a la primera esquina, miró por el espejo retrovisor. No vio que la siguieran, pero no podía estar segura. En época de guerra había espías por todas partes; sobre todo allí, en un lugar que sus habitantes llamaban la Ciudad Secreta.
La ciudad, situada en un valle pintoresco del este de Tennessee rodeado de colinas cubiertas de árboles, quedaba aislada del mundo exterior a pesar de la cercanía de Knoxville.
La comunidad, que tenía tiendas, escuelas, una iglesia, un hospital, un periódico y casas individuales y adosadas, había sido construida de la noche a la mañana por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército para albergar a los miles de científicos, ingenieros y personal de planta empleados en las tres instalaciones de alto secreto conocidas sólo por sus nombres en clave: X-10, Y-12 y K-25.
La seguridad en torno al perímetro de la ciudad era muy estricta. Los límites se patrullaban constantemente y nadie podía entrar ni salir sin un pase. Se escuchaban las llamadas de teléfono y se censuraba el correo. En un entorno así, era normal que cundieran el miedo y el recelo.
Camille pensó que aquella sensación de ser observada podía ser simplemente eso, una paranoia suya. La carga de sus secretos atacando sus nervios.
Ostensiblemente era una de los centenares de mujeres jóvenes que habían llegado a la zona buscando empleo en la reserva del Gobierno. Pero en realidad había sido enviada para observar una entidad más pequeña y aún más secreta conocida como Proyecto Arco Iris. La unidad la dirigía el doctor Nicholas Kessler, un científico mundialmente famoso cuya investigación en campos electromagnéticos había llamado la atención de los militares al comienzo de la guerra.
El doctor Kessler no lo sabía todavía, pero su futuro estaba irrevocablemente unido al de Camille. La habían enviado allí a protegerlo, pero si habían descubierto su tapadera, toda la misión podía estar en peligro. No le sería fácil proteger al doctor Kessler si terminaba muerta en algún callejón.
Al aproximarse a la verja, miró de nuevo por encima del hombro. Enseñó su pase al guarda, esperó a que éste levantara la barrera y le sonrió y agitó la mano al cruzarla.
Fuera de la valla de alambre de espino, se relajó un poco y enfiló hacia el norte, en dirección a Ashton, una comunidad pequeña situada a ocho kilómetros de allí donde había tenido la suerte de encontrar una casita de alquiler. El flujo masivo de trabajadores a la zona se había tragado rápidamente todas las casas del Gobierno, de modo que los últimos en llegar se veían obligados a buscar techo fuera de la reserva, donde además de tener que lidiar con el resentimiento de los habitantes de la zona, tenían que sufrir también los racionamientos de gasolina y los atascos para entrar y salir del proyecto.
A Camille le preocupaba al principio que vivir fuera de la ciudad pudiera impedirle cumplir con su misión, pero hasta el momento eso parecía haber jugado en su favor. Ashton era una comunidad pequeña y sabía que, si aparecía alguien por allí haciendo preguntas raras, se enteraría enseguida.
También había aprendido a apreciar rápidamente la tranquilidad de la casita. Estaba situada cerca de un lago y la brisa que llegaba por la noche procedente del agua le recordaba tiempos más felices. Cuando Adam aún vivía.
Después del tiempo transcurrido, todavía se le llenaban los ojos de lágrimas al pensar en su hijo. Hacía más de un año de su muerte, pero el dolor seguía siendo tan profundo e intenso como el primer día. Lo único que había cambiado era su furia, que parecía crecer cada día. Furia contra la persona responsable de su muerte.
Y furia contra el único hombre que habría podido impedirla.
Una imagen de ese hombre se abrió paso entre los muros que Camille había construido en torno a su corazón y por un momento recordó demasiado. Ojos oscuros y una voz profunda. Manos fuertes y caricias expertas.
Su modo de abrazarla en la oscuridad. Su modo de besarla, acariciarla, conmoverla como ningún hombre la había conmovido nunca.
Él había sido el amor de su vida.
Y ahora no se acordaba de ella.
Pensó con amargura que tenía que quedar algo de sus sentimientos por ella. Algún resto enterrado que pudiera aprovechar en beneficio propio cuando se presentara allí.
Porque él iría. Eso lo sabía sin lugar a dudas. Después de todo, era la razón por la que la habían enviado allí. Para que descubriera lo que se proponía y, de ser necesario, lo detuviera a cualquier precio.
A cualquier precio.
Agarró el volante con fuerza y pensó en lo que eso podía entrañar. Engaños. Asesinato.
Camille empezó a temblar. Acabar con una vida, aunque fuera en época de guerra, no era algo que ella contemplara a la ligera. Matar al hombre al que en otro tiempo había amado tanto seguramente la haría ganarse un lugar muy especial en el infierno.
Pero no podía hacer otra cosa. Él era ahora el enemigo.
Y que Dios los ayudara a todos si ella olvidaba ese hecho aunque fuera por un momento.