UNA INTRODUCCIÓN AL RAZONAMIENTO

Stephen Toulmin
Richard Rieke - Allan Janik

Una introducción
al razonamiento

Traducción
José Gascón

Palestra Editores

Lima — 2018

Una introducción al razonamiento

Stephen Toulmin | Richard Rieke | Allan Janik

Palestra Editores: Primera edición impresa, enero 2018

Primera edición digital, enero 2018

Traducción de la obra original: AN INTRODUCCION T5O REASONING, Macmillan Publising CO., Inc., segunda edición, Nueva York, 1984.

©Stephen Toulmin | Richard Rieke | Allan Janik

© 2018: Palestra Editores S.A.C.

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Alan Omar Bejarano Nóblega

ISBN: 9786123250256

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Presentación

Para todo estudiante que se introduce en el mundo de la moderna teoría de la argumentación, hay un nombre y una fecha claves que enseguida quedan grabados en la memoria. El nombre es Stephen Toulmin, un filósofo de la ciencia y de la moral que siempre se preocupó por el papel del razonamiento práctico en las actividades humanas. Toulmin fue alumno de Wittgenstein, de Gilbert Ryle y de John Austin, y recibió la influencia de la filosofía del lenguaje ordinario que se estaba desarrollando en Oxford y Cambridge durante las décadas de 1940 y 1950. La fecha es 1958, año en el que se publica su innovador libro Los usos de la argumentación —al mismo tiempo que La nueva retórica de Perelman y Olbrechts-Tyteca—. Las críticas de Toulmin al paradigma lógico formal de análisis y evaluación de argumentos en aquel libro establecieron las bases que sirvieron de apoyo para el desarrollo de un nuevo modo de estudiar los argumentos. El abandono de la silogística y de los formalismos abstractos condujo a una nueva perspectiva más centrada en la argumentación ordinaria en contextos reales, que terminó por recibir el impreciso nombre de lógica informal y ha sido ampliamente adoptada por los teóricos de la argumentación. El libro que se presenta aquí traducido al español por primera vez —con varias décadas de retraso, como también sucedió con Los usos— es un manual introductorio para estudiantes más que un ensayo filosófico, más práctico que teórico. Pero, al mismo tiempo, también constituye un valioso recurso para el teórico interesado en el desarrollo y el significado de las ideas de Toulmin. Así que no estará de más aprovechar esta introducción para hacer algunos comentarios desde un punto de vista más académico que ayuden a la comprensión del libro.

Como ya se ha señalado, Los usos fue un libro con el que Toulmin pretendía criticar el excesivo nivel de abstracción de la lógica y la epistemología de su tiempo. Su crítica se centró en el hecho de que tales modelos y estándares abstractos —la lógica formal moderna y la silogística— no permitían dar cuenta de la forma de argumentar de la gente en situaciones cotidianas o incluso en discusiones más especializadas. Por ello, defendió la necesidad de una lógica aplicada que realmente permitiera describir la forma común de los argumentos ordinarios y evaluarlos de acuerdo con estándares más concretos y razonables. Su propuesta terminó por conocerse como el modelo de Toulmin y, con el tiempo, llegó a tener una enorme influencia en los estudios de argumentación. Ello a pesar de que, como él mismo explica en el prefacio a la segunda edición de Los usos, su intención nunca había sido proponer un modelo analítico o una teoría de la argumentación. Aquel modelo, para él, no era más que un elemento que formaba parte de una crítica general a la epistemología analítica del siglo veinte.

Fue en los departamentos de comunicación —así como también los de derecho y psicología— donde más repercusión tuvo su libro. Inicialmente, sus compañeros filósofos no recibieron de buen grado sus ideas. La principal razón de este rechazo fueron sus críticas al uso de la noción de validez lógica como criterio universal para evaluar la calidad de los argumentos —de ahí que su libro llegara a ser calificado de “antilógico”—. Toulmin criticaba la idea de que la validez de los argumentos puede determinarse exclusivamente a partir de su forma lógica, sin necesidad de prestar atención al contenido del argumento. Tal forma es, naturalmente, la de un silogismo en el que la conclusión se sigue necesariamente de las premisas. Si salimos de los libros de texto de lógica y nos adentramos en el mundo de los argumentos ordinarios de la vida real, o incluso en disciplinas tales como las ciencias o el derecho, muy pocos de los argumentos que comúnmente se consideran perfectamente aceptables son válidos en ese sentido formal. En la práctica, raro es el argumento que se presenta como una inferencia lógica. En la mayoría de los ámbitos de la vida, los argumentos que presentamos no son silogismos analíticos sino argumentos “sustanciales”, es decir, argumentos en los que las premisas no implican necesariamente la conclusión sino que meramente la hacen más probable. Por lo tanto, concluía nuestro autor, la lógica formal no nos proporciona unos criterios universales para el análisis y evaluación de todo tipo de argumento.

Así pues, la forma lógica, tal como se ha entendido tradicionalmente, solo caracteriza un conjunto muy reducido de argumentos. Si realmente queremos determinar la forma común a todos los argumentos de cualquier tipo, afirmó Toulmin, debemos modificar el concepto de forma. En el capítulo 3 de Los usos, se propuso mostrar que era posible concebir la forma de una manera que realmente mostrara cuáles son los rasgos que comparten todos los argumentos. Frente al modelo anterior, “matemático”, él sugirió una analogía con la jurisprudencia. En el derecho, los enunciados cumplen varias funciones que no se limitan simplemente a las de premisa y conclusión: hay demandas, testimonios, leyes, excepciones, etc. Del mismo modo, cuando argumentamos, usamos los enunciados de varias formas. Presentamos unas tesis con las que nos comprometemos y que sustentamos con unas bases, que debemos poder mostrar que son pertinentes por medio de una garantía o regla general. En caso de que la garantía misma sea cuestionada, podemos apelar a un respaldo que muestre la corrección de tal regla o principio general. Por último, a menos que se den ciertas salvedades, las bases apoyarán nuestra tesis con el grado de fuerza que especifique el calificador modal. Este modelo, que se expone y se explica detalladamente en la Parte II del presente manual, ha resultado ser muy útil para el análisis de los argumentos y hoy en día es ampliamente conocido y usado en el campo de la teoría de la argumentación.

De este modo se puede representar la forma que comparten todos los argumentos, sean del tipo que sean, y eso permite el análisis de sus componentes. ¿Qué podemos decir ahora sobre la evaluación del argumento? ¿Podemos apelar a unos criterios universales sobre la base de ese patrón, como sucedía con la lógica formal? En última instancia, para saber si estamos ante un buen argumento debemos fijarnos en el respaldo que apoya la garantía. Esto cambia mucho las cosas, pues fijarse en el respaldo implica ir más allá de la forma del argumento para estudiar su contenido. Es más, si la bondad o validez de un argumento ya no depende únicamente de su forma, resulta mucho más difícil sostener que hay criterios universales de validez. Toulmin propuso que el tipo de respaldo varía de un campo de argumentación a otro —la ética, las matemáticas o la psicología, por ejemplo— así que los criterios de calidad del argumento dependerán del campo en cuestión. En un argumento jurídico el respaldo será una ley, en un argumento ético será un principio moral, en un argumento matemático será un axioma o un teorema, etc. En cada uno de estos casos, el respaldo será o no correcto en un sentido diferente y según criterios diferentes. Por lo tanto, no existen criterios universales de evaluación de los argumentos, como suponían los lógicos formales.

Alrededor de veinte años después de la publicación de Los usos, Toulmin publicó el manual de argumentación que aquí se presenta, y que escribió junto con Richard Rieke y Allan Janik. Una introducción al razonamiento apareció originalmente en 1979 y tuvo una segunda edición en 1984. Aunque se trata de un manual introductorio para alumnos que empiezan a estudiar argumentación, no deja de tener interés para el estudioso de las ideas de Toulmin, pues en él se desarrollan algunos conceptos que en Los usos habían quedado poco claros y se puede observar cierta evolución. Nos encontramos aquí con unos autores que ya son conscientes de que existe un modelo de Toulmin y de que conviene afinar y explicar sus componentes.

Es importante, antes de nada, señalar algo llamativo en el título mismo. El uso que se hace en este libro del término ‘razonamiento’ puede llevar a confusiones. Lo que Toulmin, Rieke y Janik tratan en este libro no es cierta actividad cognitiva solitaria que, por así decirlo, se produce en nuestra cabeza, sino la actividad pública de presentar razones ante otros. Así, en el primer capítulo se afirma claramente que el razonamiento: ‘Es una transacción humana colectiva y continua, en la que presentamos ideas o tesis ante conjuntos determinados de personas en situaciones o contextos determinados y ofrecemos “razones” del tipo apropiado como apoyo.’ Parece, pues, que los autores conciben el acto de razonar de manera similar a lo que comúnmente se entiende como argumentar. “El lugar esencial del razonamiento”, afirman, “es público, interpersonal o social.” En el primer capítulo, donde se establecen algunas definiciones como punto de partida, se define el razonamiento como la actividad de presentar razones para una tesis, y la argumentación se define como la actividad más amplia de intercambio, crítica y corrección de tesis y razones.

Este enfoque, en el momento en que se publicó el libro, constituía sin duda una de sus virtudes. En otros tiempos se ha hecho demasiado énfasis en el razonamiento individual y se ha pasado por alto la importancia del intercambio público de razones. Sin embargo, tampoco debemos pasar al extremo opuesto de excluir de nuestra terminología la actividad individual de razonar, y en este sentido creo que los autores se exceden. La pertinencia de distinguir entre ambos conceptos se puede comprender, por ejemplo, al ver los estudios psicológicos que han mostrado los diferentes resultados que se obtienen cuando una persona razona en solitario y cuando argumenta con otros. De igual modo, esta distinción permite entender el razonamiento como una capacidad humana que, según sostienen algunas teorías recientes —como, principalmente, la propuesta por Hugo Mercier y Dan Sperber—, podría haber evolucionado con la función principal de participar en la práctica de argumentar. En este sentido, es evidente que el presente libro se ocupa exclusivamente de la actividad pública y social de argumentar.

El carácter interpersonal de la argumentación se ve reflejado en el modelo de análisis de argumentos —lo que los autores llaman ‘patrón de argumentación’— con el uso del término ‘tesis’ (claim), que ya había aparecido en Los usos y que sustituye al más tradicional de ‘conclusión’ para referirse a aquello para lo que ofrecemos razones. A diferencia de una conclusión, una tesis es algo necesariamente público, algo que se afirma ante otros y, además, algo que se presenta tentativamente y puede estar sujeto a objeciones. Asimismo, lo que en Los usos había recibido el nombre de ‘datos’, en sustitución de las tradicionales ‘premisas’, se convierte en el presente manual en las ‘bases’ (grounds). Aunque, como sucedía con los datos, las bases se refieren básicamente a hechos, el nuevo término relaja las posibles pretensiones de atribuirles una naturaleza excesivamente objetiva y, en lugar de ello, destaca sus funciones esenciales de punto de partida acordado de la argumentación y de apoyo de una tesis.

Una de las cuestiones principales de este manual, que —como ya he indicado— había preocupado a Toulmin en Los usos, es la de cuáles de tales elementos del argumento son esencialmente iguales en todos los argumentos y cuáles varían de un contexto a otro. El patrón básico de argumentación se presenta aquí de nuevo como la forma que caracteriza a cualquier tipo de argumento. En el Capítulo 22, los autores afirman que “todas las garantías comparten ciertas funciones comunes” y que “independientemente del campo en el que se den, muchas de nuestras garantías también comparten otras características”. En consecuencia, en dicho capítulo se nos ofrece una clasificación de (algunos de) los diferentes tipos generales de argumentos que pueden darse en cualquier campo, en función del tipo de garantía en que se apoyen. Sin embargo, se mantiene la idea toulminiana de que la corrección del argumento es en última instancia una cuestión contextual. En el Capítulo 23, donde se tratan los “méritos racionales” de los argumentos, se insiste en que solo es posible evaluar adecuadamente la pertinencia de las bases y la corrección de la garantía si se determina desde qué punto de vista se presenta una tesis —como también se insiste en la inutilidad de comparar argumentos pertenecientes a diferentes campos—. La máxima con la que concluye ese capítulo es suficientemente clara: “El contexto determina los criterios.”

Toulmin, Rieke y Janik introducen aquí el término de “empresas racionales”, como sinónimo de campos de actividad o de discusión, para proporcionar algo de claridad y consistencia a un concepto —el de “campo”— que había resultado ser bastante oscuro y problemático. El Capítulo 25 nos introduce en el modo en que los propósitos concretos de las diversas empresas humanas contribuyen a que los argumentos que se presentan en ellas sean más o menos convincentes. A lo largo del libro se explica que lo que caracteriza a estas empresas son unas metas, unas presunciones iniciales, unos procedimientos de razonamiento y cierto grado de precisión y de formalismo, y son estos elementos los que sirven para evaluar la adecuación y la fuerza de un argumento. “[P]ara que un argumento sea sólido y fuerte”, nos dicen los autores en el Capítulo 12, “debe servir para los propósitos adecuados de la empresa humana pertinente.” Por esta razón, se dedica toda la Parte VI —una tercera parte del libro— a la discusión de las características de cinco empresas racionales concretas —el derecho, la ciencia, el arte, la gestión y la ética— y del modo particular en que se evalúan los argumentos en cada una de ellas. El contraste con los principios abstractos y universales de la lógica formal no podría ser mayor.

Hoy en día, muchas de las ideas de Toulmin —aunque no todas— son ampliamente aceptadas, como comprobará cualquiera que se adentre en el mundo de la lógica informal. Sin embargo, no debe subestimarse el impacto que produjeron en el momento en que aparecieron. El abandono de la lógica formal como herramienta de análisis y evaluación en los estudios de la argumentación y su sustitución por criterios más practicables, que presten mayor atención al contenido, al contexto y al carácter dialógico de nuestros argumentos, se produjo realmente entre finales de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980. El lector, por tanto, no solo tiene en sus manos un manual de argumentación muy útil sino también uno de los grandes protagonistas de los orígenes históricos de la moderna teoría de la argumentación.

Para concluir, este traductor debe una explicación al lector sobre algunos de los términos que se han escogido para traducir los conceptos del modelo de Toulmin. A estas alturas, dado el gran número de libros y artículos que se han publicado en español sobre este modelo, son varios los términos que se han usado. Existe bastante consenso en traducir ‘warrant’ como ‘garantía’ y ‘backing’ como ‘respaldo’. Sin embargo, en el caso de otros términos, como ‘claim’ o ‘grounds’, la disparidad es mayor. Por ejemplo, Manuel Atienza, en Las razones del Derecho (Palestra, 2016), utiliza ‘pretensión’ para ‘claim’ y ‘razones’ para ‘grounds’. Por poner otro ejemplo, Lilian Bermejo, en el Compendio de lógica, argumentación y retórica (ed. Luis Vega y Paula Olmos, Trotta, 2012), prefiere usar ‘aseveración’ y ‘razón’, respectivamente. Aunque reconozco que ninguna de esas posibilidades está desencaminada, aquí se ha decidido usar ‘tesis’ como traducción de ‘claim’ y ‘bases’ como traducción de ‘grounds’. La elección de ‘tesis’ nos ha parecido adecuada para referirnos a un enunciado que alguien ha aseverado y pretende justificar, y que, tal como lo concebía Toulmin, puede pertenecer a cualquier campo de la argumentación, ya sea jurídico, ético, estético, etc. Por lo que respecta a ‘bases’, la ventaja de este término es que nos permite delimitar un tipo concreto de razones, aquellas que se refieren a hechos o datos más o menos objetivos; además, nos da la posibilidad de traducir ‘common ground’ se manera no demasiado violenta como ‘base común’. Ante la falta de un consenso entre los estudiosos sobre la traducción más apropiada de estos conceptos, espero que al menos estas elecciones se consideren justificadas.

JOSÉ GASCÓN

Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)

Prefacio

En los últimos años, el estudio del razonamiento y la argumentación prácticos ha empezado a desempeñar un mayor papel en los cursos universitarios, especialmente en un nivel introductorio. En este nivel, no solo se enseña en los departamentos de filosofía sino también en los departamentos de comunicación y de inglés, así como en colegios profesionales de derecho y de negocios. El campo resultante de análisis y enseñanza se hace llamar de diferentes formas en diferentes contextos: “lógica informal” y “retórica” entre muchos otros. Una introducción al razonamiento ha sido escrito con vistas a las necesidades de todos los tipos actuales de cursos y está diseñado para servir como introducción general a los mismos. Este libro no presupone ninguna familiaridad con la lógica formal y su intención es la de proporcionar una introducción a las ideas sobre la racionalidad y la crítica sin exigir un dominio de ningún formalismo lógico concreto.

El “patrón básico de análisis” que se expone en las Partes II y III de este libro es apto para ser aplicado a argumentos de todos los tipos y en todos los campos. Por el contrario, en los capítulos de la Parte VI se comentan los rasgos especiales relacionados con el razonamiento práctico en diferentes campos de argumentación: el derecho, la ciencia, las bellas artes, la gestión y la ética, respectivamente. Las Partes IV y V se ocupan de varias cuestiones generales asociadas con la crítica racional de argumentos tal como son vistos desde los puntos de vista de la filosofía, la comunicación y otras disciplinas: incluyen un comentario de las falacias como fallos no formales en el proceso de razonamiento, en lugar de equivocaciones en los mecanismos de la argumentación.

Al preparar cursos para unos propósitos particulares, probablemente será conveniente que el profesor seleccione las partes del libro que mejor se adapten a los intereses de las clases en cuestión. Todos los estudiantes necesitarán una comprensión básica del material de las Partes II y III, pero los diversos capítulos de las Partes IV, V y VI pueden considerarse “optativos”, en función del tiempo y los intereses.

Los ejercicios incluidos en el texto están diseñados para poner a prueba la comprensión del material por parte del lector. En un sentido, por supuesto, la crítica práctica de los argumentos difiere significativamente de la lógica formal: no hay soluciones exclusivamente “correctas” o “incorrectas” para los problemas como las hay en el álgebra. Esto hace que haya sido inviable diseñar ejercicios de “verdadero o falso” de elección múltiple. Y, en lugar de pretender llegar a un grado de formalismo mayor que el que admite la naturaleza de nuestra materia, hemos preferido proporcionar preguntas que permitan un ejercicio del juicio y de la comprensión del lector.

Finalmente, en esto texto hemos intentado abordar la argumentación práctica en una amplia variedad de campos y disciplinas. Al preparar esta segunda edición revisada, nos hemos beneficiado enormemente de los comentarios y las críticas de profesores que han usado el libro en diferentes tipos de clases, y otras reacciones de nuestros colegas serán muy bienvenidas. En un campo de enseñanza y de estudio que está en rápido desarrollo, todos tenemos que compartir nuestra experiencia para poder desarrollar una tradición de enseñanza bien fundamentada y un cuerpo común de ideas sobre el razonamiento y la argumentación prácticos.

S. E. T.

R. D. R.

A. S. J.

Parte I
INTRODUCCIÓN GENERAL