Ámate a ti misma y sé amada
Primera edición, enero de 2017
Lima, Perú
© Joan Ørting, 2017
© Saxo.Com Perú S.A.C.
Dirección: Av. 2 de mayo 534 Of. 304, Miraflores, Perú
Web: es.saxo.com / yopublico.saxo.com
Correo: yopublico@saxo.com
Teléfono: (511) 221 9998
Traducción
Jael Ventura
Proofreading
Agnes Rivera
ISBN: xxxxx
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.
Probablemente has tenido alguno de esos días en que tus pensamientos simplemente dan vueltas en una espiral descendente y empiezas a castigarte a ti misma con pensamientos como “No soy lo suficientemente buena. Soy inútil. Soy demasiado gorda. Tarde o temprano se darán cuenta de que no soy quien parezco ser. Soy exagerada. No me hago valer. No soy la persona que otras personas esperan que sea”, y así sucesivamente. Entras a tu cuenta de Facebook y ves las publicaciones que han hecho todas tus amigas acerca de sus viajes exóticos, de lo bien que está la familia, con fotos de lo que cenaron como prueba de que sus vidas son felices y satisfactorias. Tienes la sensación de que todo el mundo tiene su vida bajo control y de que eres la única que no tiene confianza en sí misma, encanto y un cabello precioso.
Debido a que vivimos en una sociedad centrada en la confianza en uno mismo en vez de autoestima, nos comparamos constantemente con los demás y tratamos de ser una de esas personas que pueden presumir de su familia feliz, de su trabajo interesante y de sus amigos divertidos, con la esperanza de que otros piensen que vale la pena amarnos.
Nos debemos a nosotras mismas descubrir que ya somos amor. Siempre lo hemos sido y siempre lo seremos.
Un antiguo proverbio chino dice “Enseñamos mejor lo que más necesitamos aprender”. Y sí, “Ámate a ti misma” es el tema más importante en mi propia vida. Tengo mucho que aprender, pero también puedo ver una necesidad en la sociedad en general. Me parece tan claro que ni tú ni yo podemos crear una relación profunda y duradera y ser amadas por nuestras parejas, o por otras personas, hasta que podamos amarnos a nosotras mismas. No podremos tener una vida familiar pacífica hasta que reconozcamos el papel que jugamos en los dramas que ocurren. En última instancia, nunca podrá haber paz en el mundo hasta que tengamos paz interior. Por la forma en que estamos viviendo ahora, muchas personas están terminando sus vidas sintiéndose enojadas, amargadas y decepcionadas porque sienten que han sido víctimas de la vida. Porque, ¿adónde fue el amor?
Tenemos que empezar a abrirnos al amor ahora mismo. Imagina un mundo en el que sabemos que somos amor y que este es una parte de nosotros y de lo que somos desde el momento en que nacemos hasta que morimos. Cada minuto del día tenemos la oportunidad de traer más amor a nuestras vidas. Todo el tiempo, dentro de nosotras mismas, tenemos todo lo que necesitamos para lograr eso. No nos cuesta nada y no necesita ninguna preparación. Podemos sentarnos en una silla y ser amor, podemos caminar por la calle e irradiar amor, podemos pararnos frente a un espejo y darnos una ducha de tibio amor. No hay límites y la oportunidad está presente en cada segundo que estamos despiertas.
Así que ahora voy a llevarte en un viaje a lo largo de las carreteras y los caminos del amor para que puedas dirigir tu vida de una mejor manera y elegir los caminos correctos, mientras das la espalda a antiguos temores y patrones de comportamiento que te han reprimido.
Estaré contigo en cada paso del camino. Te amo y sé lo increíble que eres.
Mi esperanza es que siempre estés contenta con la persona que eres.
En el año 2009 empecé a interesarme por los temas de la autoestima, la confianza en uno mismo y el amarse. Hasta ese punto yo sabía perfectamente bien, teóricamente hablando, que había una diferencia entre la autoestima y la confianza en uno mismo, pero resultó que yo nunca había experimentado esa diferencia en mi propia vida. Descubrí que la autoestima que pensaba que tenía era realmente una gran medida de confianza en mí misma, que se basaba en mis grandes intentos por ganarme el reconocimiento de otras personas. Simplemente no creía que yo era lo suficientemente buena tal como era.
La revelación vino a mí ese año cuando, completamente de la nada, mi padre me repudió. Me envió una serie de cartas en las que dejó claro que él pensaba que yo estaba revelando demasiado de mi vida privada en los medios de comunicación, que él estaba avergonzado de mí y de mi comportamiento. No era solo él, escribió, sino también sus amigos. Él me estaba enviando una señal clara de que debía haber algo mal conmigo cuando él y todos sus amigos y vecinos pensaban que yo estaba sobrepasando los límites. Había decidido que ya no quería ser mi padre y terminó escribiendo que ya no me amaba y que no quería volver a verme. Nunca.
Naturalmente, estaba devastada. Sobre todo, porque siempre había sido la niña de papá y todo lo que había hecho lo había hecho para hacerlo sentir feliz y orgulloso. Hasta el momento de ese incidente solo habíamos tenido desacuerdos menores, como cuando él desaprobó a algunos de mis novios. Me regañaba, por supuesto, pero nunca había sido tan enfático como lo fue en ese momento, razón por la cual sus cartas y su decisión llegaron como una bomba.
Para empezar, me quedé muy sorprendida por su reacción y traté de defenderme en las cartas que le escribí, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que mi padre, con la decisión que había tomado, me estaba diciendo claramente que su amor por mí tenía condiciones y que dependía de lo que otras personas pudieran pensar de él.
Lentamente, empecé a darme cuenta que su amor por mí estaba limitado por el miedo y la vergüenza. Era como si me estuviera diciendo “Puedo aceptarte si te comportas de esta manera en particular, pero no puedo aceptarte si te comportas de esa manera en particular” (porque, de lo contrario, ¿qué pensaría la gente?).
Cuando dejó de contestar mis llamadas, le escribí cartas. Con el paso del tiempo llegué a la conclusión de que, desde el punto de vista de mi padre, él estaba haciendo lo único que podía hacer: la forma en que había decidido decirme lo que él qué creía que era correcto e incorrecto era la forma en que podría ayudarme a evitar que yo hiciera el ridículo. Al criticarme, él esperaba que me diera cuenta de que yo era demasiado para otras personas y que sus palabras me hicieran recapacitar y decir “Gracias por decirme esto, papá. Realmente hiciste que me analizara a mí misma y que cambiara mi manera de ser. Tienes toda la razón, necesito ser una persona diferente a la que soy ahora”.
Pero la crítica no motiva, ni siquiera cuando viene desde nuestro interior. Cuando somos criticadas, ya sea por nosotras mismas o por otros, pensamos que no somos lo suficientemente buenas, sin importar si son nuestros padres u otras personas quienes nos critiquen, o si es nuestra propia voz interior crítica la que se ha activado. Cuando somos criticadas no solo ponemos en circulación energía negativa dentro de nosotras mismas, sino que también corremos el riesgo de dañar nuestro propio sentido de autoestima o el de los demás. La persona que es criticada puede empezar a pensar “Muy bien, realmente no soy tan buena. Necesito cambiar tan rápido como pueda”. Pero con el tiempo esa persona perderá la voluntad de cambiar y los sentimientos de inferioridad comenzarán a aparecer como “No puedo hacer nada bien. Siempre echo a perder todo”.
Aunque nuestra experiencia nos dice que esta táctica de reproche y corrección no funciona, sigue siendo la que usamos casi automáticamente con nosotras mismas y con los demás.
Existe la frase “amor condicional”. Es decir, el amor que viene con condiciones (“Te amo, pero…”). Es el tipo de amor que practicamos cuando tratamos de modificar nuestro propio comportamiento o el de los demás. Mientras sigamos creyendo que hay necesidad de un cambio, entonces no podremos amarnos a nosotras mismas, ni a los demás, tal como somos. Todo comienza en la infancia cuando nuestros padres, con la mejor de las intenciones, cuidaron de nosotros e intentaron asegurarse de que fuéramos exitosos. Si una madre, por ejemplo, le dice a su hijo que él es perezoso y tiene que ponerse a hacer su tarea, entonces es posible que el temor que se desarrolle en él provoque que no le vaya bien en la escuela y que esto, en última instancia, afecte su carrera y el resto de su vida. El intento de la madre de advertir a su hijo nace de sus temores por él, pero a los oídos de su hijo suena como si ella no creyera que él es lo suficientemente bueno y tiene que cambiar.
Cometemos el error de pensar que las condiciones/críticas y los castigos pueden tener un efecto motivador. Si, por ejemplo, usamos un tono de voz áspero cuando le decimos a nuestra pareja que se levante del sofá, se ponga a trabajar y empiece a asumir alguna responsabilidad, es porque esperamos que esto tenga el efecto de cambiar su comportamiento. Pero, ¿cuántas de nosotras conocemos a alguien que, después de haber recibido tal reprimenda, haya sentido una renovada energía y dicho “Dios mío, ¡qué bueno que dijiste eso! No tenía ni idea de que estaba siendo tan perezoso. ¡Empezaré de inmediato!”. ¿Alguien? No, claro que no. Nadie ha tenido un despertar repentino y se ha inspirado para ordenar la casa o hacer la limpieza después de recibir un trato como ese. Algo así simplemente no funciona. Experimentos en psicología han demostrado una y otra vez que los castigos no motivan.
Todo lo que esto hace es liberar cortisol en el torrente sanguíneo, lo que provoca estrés y malestar. Si queremos mejorar como personas y corregir comportamientos o patrones de pensamiento particulares, entonces necesitamos hablarnos amorosamente a nosotras mismas y aceptar que no somos perfectas. Crecemos a través de la aceptación amorosa. Por tanto, es esencial que nos entendamos unos a otros y que nos aceptemos tal como somos. Si mi padre se hubiera acercado a mí y me hubiera aceptado por la persona que yo era en ese momento, sus cartas habrían sido muy diferentes: “Fue un shock para mí cuando vi que tu vida privada era difundida por los medios de comunicación y eso me ha afectado profundamente. Pero, ahora que lo pienso, me doy cuenta de que necesitaste valor para compartir tus experiencias”.
El episodio con mi padre fue muy doloroso para mí en ese momento, y hasta el día de hoy todavía me duele que no tengamos ningún tipo de relación, pero todo esto me ha enseñado lecciones valiosas. Estoy verdaderamente agradecida por el conocimiento que he adquirido y, si no fuera por él, nunca me habría inspirado para escribir este libro o para crear los cursos de un día de duración que llamo “Amor puro: El arte de amarte a ti misma”, que organizo solo para mujeres cada mes en Copenhague, Odense y Århus. ¡Así que gracias por eso, papá!
He aprendido que mi padre es incapaz de amarme más de lo que él puede amarse a sí mismo, y cuando él se critica a sí mismo, se refleja en mí y otras personas. Así funciona para todos nosotros. He notado que las cosas por las que mi padre me critica son las mismas cosas por las que yo me critico a mí misma. Exactamente lo mismo: sobrepaso los límites, soy una vergüenza, etcétera. Esencialmente, son las cosas que criticamos las heredamos de nuestros padres tal como ellos lo hicieron de sus padres. Nuestra crítica interna es nuestra herencia y mientras no sepamos lo que estamos arrastrando, seguiremos golpeándonos o proyectando nuestra autocrítica hacia los que nos rodean, obteniendo una vida miserable como resultado. También se hizo claro para mí que cada vez que me sentía/siento descontenta conmigo misma, lo pago con Carsten. Así es como funciona. Cada vez que soy dura conmigo misma, que me hablo con dureza y que me menosprecio, ¡me encuentro criticándolo y corrigiéndolo!
En realidad, es un alivio descubrir que la calidad de nuestras relaciones depende de la forma en que nos tratamos a nosotras mismas. La clave para una relación sana y duradera es, de hecho, el amor propio. Simple, ¿no? Cuando me amo a mí misma también te amo, de hecho, amo a todos en el planeta. El problema es que no hemos aprendido a amarnos a nosotras mismas. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo podemos amarnos incondicionalmente y construir nuestro sentido de autoestima? ¿Cómo podemos llenar nuestro tanque de amor de modo que podamos atraer a un compañero que también esté lleno de amor?
Este libro te dará las respuestas.
Antes de continuar
Respira.
Respira hondo y cierra los ojos. Exhala, de modo que el aire salga por completo. Hazlo una vez más, concentrándote en sentir cómo tu estómago se mueve hacia afuera cuando inhalas y retrocede cuando usted exhalas. Siéntate y haz esto por unos minutos antes de continuar leyendo este libro.
Centrarte en tu respiración es una buena manera de entrar en contacto contigo misma, de estar en ti misma.
Imagina que tu respiración es tu ancla. Tu ancla al cosmos, al universo o como quieras llamarlo. Cuando olvidas concentrarte en tu respiración puedes tener la sensación de estar fuera de tu propio cuerpo. (No estaríamos abrumadas por sentimientos de temor si aprendiéramos a mantener nuestro enfoque en la respiración).
El aliento fue el primer regalo que recibimos cuando nacimos. Mientras existimos aquí en la Tierra, estamos conectados al universo a través de nuestra respiración.
Respira, mi amor. Las siguientes páginas son sobre ti.
¿Estás lista?
El 30% de las personas ha repudiado a alguien cortando la relación o negando el contacto.
¿Alguna vez has soñado que existe alguien (o varias personas) que podría amarte incondicionalmente? ¿Alguien que no quiera cambiarte o domarte, sino que ame tus cambios y tus estados de ánimo impredecibles? ¿No sería maravilloso? ¿Alguien que esté allí para ti en tus días malos y buenos? Todas anhelamos ser amadas y aceptadas tal como somos: “Te quiero y te amo exactamente como eres, mi amor”.
Si profundizáramos un poco más, probablemente nos daríamos cuenta de que lo que realmente deseamos es poder aceptarnos y amarnos incondicionalmente.
Imagínate cómo sería todo si pudiéramos amarnos tal como somos.
¿Es posible? ¿Acaso no acabaríamos con un mundo lleno de personas narcisistas y egoístas que se dan demasiada importancia, incapaces de ver alguna falta en sí mismas? Afortunadamente, no es así como funciona. El egoísmo nace de un sentimiento de inferioridad, no de la autoestima. Cuando pensamos que somos mejores y más importantes que los demás es porque hemos desarrollado un sentimiento de superioridad. La superioridad se puede ilustrar de la siguiente manera:
Los sentimientos de superioridad pueden surgir cuando pensamos que no somos lo suficientemente buenas, lo suficientemente inteligentes, lo suficientemente fuertes, lo suficientemente guapas, y así sucesivamente. Para evitar esa incómoda sensación de ser inadecuadas y, por lo tanto, de no ser aceptadas, tendemos a despreciar a los demás para sentir que estamos por encima de su nivel, lo que nos hace sentir más grandes, más fuertes y mejores. Cuando nos sentimos superiores juzgamos a los demás con dureza y proyectamos nuestro propio bagaje sobre ellos. “Él es un cobarde. Ella es gorda. Ellos son un montón de idiotas. ¡Me alegro de no ser como ellos!”. Tenemos que hacer esto para mantener nuestro propio estatus.
Creemos que todas las personas tienen algo malo y que son ellos los que necesitan admitir sus faltas y defectos.
La verdad es que todos somos igualmente buenos, ni más ni menos. Todos nacemos con la misma cantidad de luz. El truco es ver esa luz en todo el mundo.
Si pudiéramos amarnos incondicionalmente, seríamos capaces de:
• Vivir una buena vida, donde podríamos actuar sin albergar pensamientos negativos sobre quiénes somos.
• Concentrarnos en nuestros objetivos en la vida.
• Comunicarnos mejor con los demás.
• Fortalecer nuestras relaciones con los demás en lugar de romperlas.
• Dar más de nosotras mismas a otros.
• Estar más abiertas a los sentimientos y opiniones de otras personas (porque estamos abiertas a los nuestros).
• Ahorrar la energía que desperdiciamos juzgando a los demás y defendiéndonos.
• Evitar los conflictos, porque nadie tendría que sentir que tiene la razón o que es más poderoso o mejor que los demás.
• Mostrar respeto a los demás, a la naturaleza y a los animales con los que compartimos nuestro mundo, porque veríamos la gran unidad que existe entre todos los seres vivos. Ya no sentiríamos la necesidad de matar nada, ni siquiera una mosca.
Pero, ¿es posible amar incondicionalmente o ser amadas incondicionalmente? ¿O es solo una quimera? Creo que la mayoría de nosotras, en algún momento u otro, hemos conocido a alguien que nos ha hecho sentir amadas incondicionalmente. Una persona que nos ha demostrado que es realmente posible y con quien hemos experimentado el sabor y la fragancia del amor puro.
Pregúntate a ti misma: ¿Quién me amó incondicionalmente cuando era una niña, sin reservas de ningún tipo, y que me quería exactamente tal como yo era? ¿Quién fue capaz de hacer eso? ¿Quién nunca me reprendió, sino que se sentó y me escuchó durante horas, dibujó conmigo, jugó conmigo en el jardín, o hizo collares de cuentas conmigo? ¿Quién fue la persona que me hizo sentir más cómoda y segura? ¿Fue mi abuela, mi abuelo, mi padrastro, mi hermana, mi vecina o quien me cuidaba en la guardería?
En mi caso fue mi abuela. Ella nunca trataba de corregir a los niños. Cuando estábamos con ella podíamos cometer errores y hacer todo tipo de cosas equivocadas, pero siempre nos mandaba a casa con una sonrisa, un abrazo y una caja llena de manzanas o ciruelas de su jardín atada a las canastas de nuestras bicicletas. Incluso cuando volví a casa de mi viaje por Sri Lanka con un marido que no tenía trabajo y que no hablaba una sola palabra en danés, ella se guardó los pensamientos que pudiera tener para sí misma. Sabía perfectamente que no había futuro pero no dijo nada. En cambio, nos dio doscientas coronas y algunos pasteles daneses envueltos en papel encerado: “Tengan, ahora tienen algo para mantener sus fuerzas”, dijo. Ella era la clase de persona que daba todo lo que tenía. Apoyó a quince organizaciones benéficas diferentes, desde niños desfavorecidos de Groenlandia hasta la Liga de Protección de Gatos, desde una campaña para un ciclismo más seguro hasta personas con discapacidades. Ella guardaba los envases de yogurt para que en la guardería local los utilizaran para fabricar instrumentos musicales o figuras. Tanto mi abuela como mi abuelo sentían un vínculo común con todo el mundo: con ellos mismos, con su familia, con la tierra y con todos los hijos del mundo. Los cajones del armario de mi abuela olían a lavanda, era como si cada cajón estuviera lleno de compasión. Todo lo que horneaba lo hacía con amor. Ella tarareaba felizmente una canción mientras batía los huevos, y su cubrecama de lino recién aireado se sentía como el amor puro.
Hasta que tuve nueve o diez años de edad, cada vez que yo llegaba a casa de la escuela, ella sacaba al jardín el cochecito en el que me ponían cuando era bebé y me acostaba en él con mis pies colgando de un extremo, para que escuchara el canto de los pájaros y viera la luz del sol a través de los árboles hasta que nos llamaban para tomar el té.
Esa fue mi experiencia de amor incondicional que felizmente duró 37 años, hasta que mis dos abuelos fallecieron con una diferencia de un mes entre uno y otro.
¿Qué características has heredado de tu modelo de amor? ¿De qué maneras te pareces a tu abuela, a tu padrastro, a tu abuelo o a quienquiera que te amara sin importar qué cuando eras una niña? ¿Hay alguien en tu vida ahora que puedas amar incondicionalmente?
La superioridad (sentir que uno vale más que los demás) y la inferioridad son mecanismos que funcionan como un sube y baja. Cuanto mayor es el sentimiento de inferioridad, mayor es el sentimiento de superioridad.
Del libro Se necesita mucha imaginación para pensar que eres lo suficientemente bueno de Britta Kristensen.
Cuando llegamos a ser abuelos, tenemos una capacidad mucho mayor de amar incondicionalmente. Es como si estuviéramos recibiendo una especie de segunda oportunidad.
Tal vez nos centramos demasiado en la educación correcta cuando criábamos a nuestros propios hijos, pero al ser abuelos tenemos otra oportunidad, y aún otra más si tenemos bisnietos. Tenemos otra oportunidad de amar a esos niños tal y como son, sin necesidad de corregirlos todo el tiempo, y de ver el brillo en sus ojos y sentir cada respiro que toman, como un pequeño vislumbre de lo divino.
El amor condicional se refiere a un amor que solo se da si se cumplen ciertas condiciones. Esto puede mostrarse en expectativas tácitas pero implícitas, tales como:
• Te amaría si…
• Te amo, pero…
• Te amo cuando haces (esto o lo otro).
• No puedo amarte cuando eres así.
Cuando el amor que recibimos tiene condiciones, afecta nuestro sentido de valor propio, es decir, nuestra autoestima. Si tenemos que comportarnos de una manera particular para experimentar el amor de otra persona, entonces no estamos siendo amadas por lo que somos, sino por lo que los demás quieren que seamos. Comenzamos a cambiar y a conformarnos con la esperanza de ser amadas.
Me di cuenta por primera vez de mi baja autoestima cuando recibí la carta de “despedida” de mi padre. Empecé a preguntarme si él tenía razón. ¿Realmente era insoportable? ¿Necesitaba cambiar mi forma de ser? Las palabras que mi padre escribió fueron la prueba de que su amor por mí estaba lleno de condiciones: para ganar su amor y su aprobación tenía que comportarme de una manera estrictamente definida. Entonces me di cuenta de que para que él me tratara así en mi vida adulta, él debía haber pensado siempre de esa manera. De niña también debía vivir a la altura de sus expectativas para poder ganarme su amor; probablemente siempre me había juzgado, siempre había tenido sus opiniones sobre mí y se avergonzaba de mí cuando no seguía sus instrucciones.
Él solo podía amarme si me cambiaba. Si yo seguía siendo como era, él no podía amarme. Yo no me había dado cuenta de esto antes porque estaba demasiado ocupada tratando de complacerlo y de ser la niña de papá.
Mi propia historia probablemente no es tan diferente de la de muchas otras personas. Es posible que no hayas tenido un padre que te repudiara, pero es posible que hayas experimentado algo que te ha hecho sentir insegura de si eres lo suficientemente buena para ser amada.
Piensa en todas las veces que te has menospreciado mientras te miras en el espejo, o en las veces que te castigaste por haber dicho o hecho algo. Haces esto porque sientes que necesitas verte o comportarte de una manera particular para ser aceptada.
Nadie está completamente libre de condiciones, pero el truco es darnos cuenta de que estas condiciones existen para poder desafiarlas y eliminar al menos algunas de ellas. Por ejemplo, podemos experimentarlas en nuestras actitudes hacia otras personas. Existen personas a las que amamos locamente y otras a las que no podemos soportar. Las que no soportamos representan los lados de nosotras mismas que tratamos de suprimir y de esconder de otras personas.
También podemos descubrir las condiciones que tenemos cuando se trata, por ejemplo, de la intimidad y el sexo. “Él tiene que afeitarse antes de darme un beso. Debo tener un orgasmo cuando tengo relaciones sexuales. Necesito tomarme dos copas de vino primero. No tengo sexo por la tarde. Tiene que esforzarse para meterme en la cama. Tenemos que ordenar la casa primero. Tiene que ser más rápido. Lo quiero despacio. Necesito perder peso primero. Es su responsabilidad excitarme. Él necesita hacer el esfuerzo. Tiene que tocarme de cierta manera”. Y así sucesivamente. Imponemos innumerables condiciones en cada área de nuestras vidas, cada día, tanto en nosotras mismas como en los demás.
Algunas condiciones son, por supuesto, necesarias, pero muchas de ellas tienen sus raíces en nuestros sentimientos de inferioridad. “Necesito ser delgada para sentirme bien” o nuestra personalidad obsesiva dice “Tengo que estar a cargo para poder sentirme bien”.
Ahora puedes empezar a identificar las condiciones que te impones a ti misma y a los demás, y no menos importante, las condiciones que otras personas te imponen a ti.