Casanova o
la humillación
COLECCIÓN TEATRO
Primera edición impresa, noviembre de 2008
Primera edición digital, febrero de 2018
© David Olguín
© Arte y Escena Ediciones
Milán 18 / colonia Juárez / 06600 Ciudad de México
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Diseño: Pablo Moya
Cuidado de la edición: Teresa Ramírez Vadillo
Conversión a libro digital: Luis Hernández Aguilar
ISBN: 978-607-409-004-8 (libro impreso)
ISBN: 978-607-409-076-5 (libro digital)
Hecho en México
David Olguín
Casanova o
la humillación
Casanova o la fugacidad
Introducción de Esther Seligson
Ediciones El Milagro
¿Expresa necesariamente el dramaturgo en sus personajes, y a través de ellos, su visión del mundo? ¿Acaso todo es imaginación, teatralidad, juego, travestismo, fingimiento, hasta el oscuro final de la representación? Sí y no.
Y aunque sea un lugar común, redundaré en que el teatro tiene algo que no tiene la literatura: la posibilidad de ver encarnada a la Palabra, la virtud de darle sangre y vísceras a las palabras; la capacidad de conjurar físicamente el miedo a la libertad y otorgarle un lugar concreto y real a lo inverosímil, al sueño, al deseo, al anhelo de romper los límites, saltarse todas las barreras morales, sociales, mentales, corporales en un espacio público y frente a seres tan de carne y hueso como aquellos que actúan y viven lo que el espectador quizá no se atreve a vivir y a actuar en su cotidianidad.
En su prólogo “Cuando la literatura recupera la escena”, para Las Cícladas, seis obras en un acto de David Olguín, Rodrigo Johnson dice del dramaturgo que “es un ente teatral completo”. Y así es.
Para empezar, la escritura de Olguín es clara, elegante (incluso en lo soez y escatológico), rica, versátil, poética. Lo mismo maneja el lenguaje de la farsa que el del drama, la sátira, lo grotesco, lo elegiaco, lo onírico. Su dramaturgia no esconde sus fuentes (Shakespeare, Pinter, los griegos, los clásicos, mexicanos incluidos); tampoco su trabajo como director oculta la cruz de su parroquia: el CUT (generación 1981-1984), la Facultad de Filosofía y Letras (cursó casi a la par letras hispánicas, 1982-1986), su maestría en dirección escénica en la Universidad de Londres (1989-1991), los talleres con Juan Tovar y haber sido alumno y asistente de dirección de Ludwik Margules (Querida Lulú y Jacques y su amo).
Dice David Olguín que la actuación no se le daba con facilidad, pero en cambio siempre tuvo la inquietud por poblar literariamente sus geografías mentales que ya habitaba desde niño apasionado por la cartografía. De ahí que la mayoría de sus obras tengan nombre de algún lugar localizable en los mapas, pero que son, en el fondo, especies de no man’s land espirituales, islas de exilios metafísicos, pedazos de tierra de orfandad existencial: Belice, Las Cícladas, Clipperton, Siberia (su última obra). Incluso Las Delicias de Voltaire, o la Venecia y el castillo de Dux de Casanova. Incluso cuando el escenario de sus otras obras es una casa, un departamento o un simple cuarto, también se trata de un “no lugar”, sin pasado ni futuro, sólo presente, “presente perpetuo”, de un “más allá de donde sólo la memoria nos rescata”.
También dice que le intriga dirigir sus propias obras porque es cuando “termino los textos, y a veces me permite hasta entenderlos”. Y para completar el cuadro de este “ente teatral”, su labor se corona editando y traduciendo libros de y sobre teatro en las Ediciones El Milagro.
Pero entremos en materia: Casanova o la fugacidad y Casanova o la humillación. El arte de fugarse en las geografías escénicas de la memoria. El viaje del cuerpo por las cartografías de los sentidos, los meandros de la piel, el laberinto intrincadísimo del Deseo, las vicisitudes –humillaciones– del paso del tiempo. Cronológicamente la segunda obra fue escrita primero; la primera fue concebida para los alumnos del cuarto año del CUT (generación 2003-2007). Y creo que así debiera leerse, por la sencilla razón de que ese monólogo final de Casanova en su lecho de muerte, al incorporarse ya sombra, lo devuelve, como la pesadilla mordiéndose la cola, en una eterna rememoración, a los años de su fabulosa juventud, justo como si al concluir con sus memorias comenzara su relectura, su representación.
Inseparables y autónomas a la vez, ambas obras se centran en las peripecias de ese viajero infatigable que es Casanova. El viaje como un estado del Ser, como un “más allá del simismo”, no para perderse sino para encontrarse (tema que, por otra parte, es una constante exploración interior en los personajes de otras obras de Olguín). Casanova se fuga, mas no es un escapista, no busca perderse fuera de sí dado que su verdadero viaje es en, dentro de, hacia la memoria capaz de recrear cada momento de su vida como un escenario reconstruido, y no tanto para el ojo como para los sentidos, es decir, para el Deseo. Fugarse para ganar ubicuidad y simultaneidad: espacio y tiempo. O sea, cuerpo y escritura.
Casanova no tiene la Eternidad para recordar –como en el Nosferatu o despertar al sueño, pieza en un acto–, sólo tiene su cuerpo, el “fondo oscuro” de su humano corazón para explorar, y la página en blanco. Los cinco sentidos desmenuzados en el goce a plenitud, en el deseo del Deseo insaciable acicateado por la insaciada imaginación. Y la Memoria, bitácora escenario espejo de otra forma de viaje al centro del Tiempo, la libertad de hacer de la escritura esa barca de Caronte capaz de devolvernos de las aguas del Olvido.
Tanto Casanova como Voltaire llevan “el mundo dentro”, y ambos aman con pasión el teatro. Sólo que el segundo es un filósofo y prefiere dirimir su querella con la sociedad, la religión y la condición humana desde las Ideas y el eco que despiertan entre las élites que lo leen y discuten. Cioraniano avant la lettre, considera a la humanidad esclava de sí misma, infame, abyecta, falta de sentido común, corrupta y corrompida por sus propios prejuicios e intolerancia. Desde su finca Las Delicias, donde recibe a intelectuales, artistas y aristócratas de su época, Voltaire afirma que “hay que ver, imaginar y pensarlo todo”, y se sirve del teatro –además de la escritura–, un espacio privado construido al efecto, para representar su idea del mundo, de la “infinita variedad de lo humano”: “Voltaire viaja leyendo libros”, replica madame Denis.
Casanova, en cambio, es todo acción, puro Azar, “vivir el presente por entero, indiferente y espontáneo, es toda su filosofía”. Él mismo es un personaje teatral, fanfarrón, literato, actor consumado, el mundo entero es su escenario particular. Incontinente enamorado, no del Amor en tanto espejismo de Perfección y Absoluto al tenor de Don Juan, por ejemplo, sino de la mujer y su misterio, el misterio de los sentidos libremente desgobernados, travestidos, el aplazamiento del deseo como un “último esfuerzo por detener el tiempo” en perpetuo viaje, “ser otro en otro lugar y con otra gente”. No ser víctima de la fugacidad sino fugarse en ella (al menos mientras fue joven) hacia el horizonte.
De hecho, me parece que Casanova es el único personaje, hasta ahora, en la obra dramática de David Olguín –salvo, quizá, el capitán Ricard que busca “sembrar la llama de lo imposible” en Clipperton– definitiva y paradójicamente anclado en la fugacidad. En Casanova o la humillación su cuerpo sabe a ciencia cierta que el tiempo transcurrió, que no fue, no es una ilusión, que su próstata taponada, la hidropesía que no le deja respirar, no son mera ficción. Por ello, o gracias a ello, deja de lado el recuento de humillaciones que constituyeron sus últimos veinte años de vida para que sus memorias sólo consignen que “el paraíso existe en la tierra” y que él lo conoció y gozó a pierna suelta, al igual que las mujeres que se cruzaron en su viaje por ese mundo de Eros que fue el teatro de su vida.
Para Casanova “las personas son libros abiertos”, páginas en blanco que él habrá de escribir, o reescribir, para que encarnen en la Palabra –igual que, por ejemplo en Clipperton, el teniente Cardo hace al consignar en su diario los acontecimientos, “yo soy mi bitácora, hombre-mujer, la isla… y la tinta y el signo”, y más tarde lo hará Altagracia. Aunque la memoria es traicionera, una geografía movediza, digamos, un escenario donde de todas maneras cada lector leerá a su modo y cada actor actuará a su entender. ¿Entonces?
Escribir –actuar– quita la tristeza, es pasión demoniaca, locura asesina, usurpación de roles, alivia, nutre, da felicidad. Igual que dio felicidad la “pantomima amorosa”, así la “maquinaria de la memoria” echa a andar “la verdad de las mentiras” que encierran el sueño, el deseo, la imaginación, las historias sin mañana, las razones de la piel… ¿Es amoral Casanova? Frente a la inmoralidad del jesuita Castelo, del médico Tronchin, del fascista Feldkirchner, y frente a la doble moral de la sociedad en la que viven y rodea a Voltaire y al conde de Waldstein, por ejemplo, Casanova es, como lo define La Dubois, un metafísico, su ética es distinta: “la apuesta del jugador obsesivo, el abandono al amor, la fuga perpetua que desafía a la muerte” y a los rostros del Poder: inquisición, abuso de autoridad, manipulación de la inseguridad y el miedo ajenos para esclavizar las conciencias, humillar y violentar sexualmente. El único Poder de Casanova está –o estuvo– en la libertad de hacer con su cuerpo, en él y de él, un mundo propio cuya geografía pobló a su antojo de amor, de belleza, de placer, de entrega. Es decir: lo llenó de significado…
ESTHER SELIGSON
Est hoc pro certo, quoties cum setercore certo,
vinco seu Vincor, semper ego maculor
“Es un hecho que si me debato contra el fango,
vencedor o vencido, siempre acabaré manchado”
Epígrafe que da inicio a
Cartas escritas al señor Faulkircher
por su mejor amigo Jacques Casanova
de Seingalt el 10 de enero de 1792
GIACOMO CASANOVA
GIACOMO CASANOVA
bibliotecario del castillo de Dux, más de 70 años
GEORG FELDKIRCHNER
intendente mayor del castillo, más de 60 años
CAROLINA SCHWARTZ
ama de llaves y amante del conde de Waldstein, 33 años
KARL WIEDERHOLT
mensajero, 25 años
ANNA DOROTHEA KLEER
cocinera, 17 años
PRESENCIAS EN UN SUEÑO
VOLTAIRE
el gran filósofo, ya muerto en los años en
que transcurre la acción y encarnado por Carolina
JOSEPH KARL EMMANUEL,
CONDE DE WALDSTEIN
encarnado por Feldkirchner
EN AUDIO
Voces de mujeres,
voz de Madame de Waldstein,
voz de Lorenzo da Ponte,
Voz del Conde de Waldstein
TIEMPO
Fin del Siglo de las Luces
LUGAR
Castillo del Conde de Waldstein en Dux, Bohemia
VOCES DE MUJERES Querido querido querido Giacomo Casanova querido Girolamo amor amor mi amor amor…
– Fin del Siglo de las Luces. 1796.1
– Casanova querido:
– Qué lejos has llegado, amor nuestro. A los 72 años ya no puedes tan fácilmente “mandar la tristeza al infierno”, como siempre solías decir…
– Mueren amigos, mujeres que “adoraste adorándote”, mueren los Luises…
– Si Luis XV “tenía la nada en el alma”, con mayor razón el pobre de Luis XVI que hace poco fue guillotinado. Implacable Revolución francesa.
– La nada nos devora, destruye nuestro mundo plagado de adornos y placeres…
– Nada mejor para invocar tal coquetería de moribundos que un espacio vacío, blanco, puro, tan vacío como a veces sientes tu alma. Imaginemos el resto.
– Toda tu vida fue viajar, jugártela con el destino y huir, acariciar la fuga perpetua, besar el azar…
– Ciento veinticuatro mujeres –sin contar a las que no salimos del tintero–, tres niñas y cuatro hombres consigna tu catálogo amoroso.
– ¿Por qué, Giacomo? ¿Y tu alegría de vivir? Si en 72 años sólo un día pensaste en el suicidio y en ceder a la muerte, tu detestable enemiga, ¿por qué ahora te quedas quieto…?
– ¿Por qué, por qué este encierro? ¿Cómo entraste a la ratonera?
– ¿Miedo? Por primera vez, ¿pánico al futuro? ¿A la vejez?
– ¿Cómo huir del tiempo?
– O es la impotencia… ¿Esa pequeña gran tragedia para ti que, ante todo, eres un cuerpo?
– Algo, un detalle que explique esta lenta agonía. Repaso tu llegada…
– 72 años, pero eres todo un experto en fugas, así que lo intentas…
– Atento, Giacomo…
– Bohemia, frontera con Alemania. Desde las faldas de los Montes Metálicos ves la inmensa humedad de un bosque. Lo atraviesas sin saber que se trata de un callejón sin salida…
– Miren, un jardín, capricho de pasillos y lagos…
– ¡Cuidado, marqués, ya no puedes brincar!
– Pero ¿qué hay en el fondo?
– Un castillo, el castillo del conde de Waldstein en Dux. Qué belleza… El ritmo de las ventanas recuerda la imperial Versalles. En la puerta principal te recibe un nicho con un viejo abrazando a una joven que llora.
– Está desnuda. Quiere huir bajo la mirada de un Eros impotente y desesperado. La escultura no podía tener otro nombre: el Tiempo cargando la Belleza.
– Escuchen: abrir y cerrar de puertas que son candados de prisión o laberinto, callejón sin salida en todo caso…
– Te lo dije, Giacomo, huye, ya no avances…
– Es una trampa, fúgate…
– Una mirada vieja, que sólo sueña con Venecia, recorre cien alcobas, galerías monumentales, corredores… hasta encerrarse en un apartamento junto a la biblioteca del conde… cuarenta mil libros… “El vejete”, como te dice la servidumbre, llega, por fin, a su destino…
– Oscuro total.
– Sequere Deum, “sigue el azar”, ha sido tu divisa. Un aventurero sin más país que Europa toda, agrimensor, francmasón, violinista, espía, actor, soldado, empresario, fraile, apostador, seductor seducido por la variedad del mundo y el infinito matiz de las mujeres, termina cercado por un escritorio.
– Ya no hay tiempo, Giacomo, sube un telón de guillotina… Fin del Siglo de las Luces…
– Tercera llamada, tercera…
– “Y Dios dijo: ‘hágase Newton’… y apareció la luz.”
Madrugada. Casanova, ojos cerrados, con una prenda femenina en la mano, parece contemplar hacia adentro la belleza de Anna que, con excepción de sus medias y zapatos, está desnuda y mira un lujoso vestido.
CASANOVA Che profumo cosi perfetto… ¿Ya? ¿Puedo abrir los ojos?
ANNA (Al tiempo que ella los cierra.) …Puede.
CASANOVA …Che femmina…
ANNA ¿Qué dice?
CASANOVA ¿Qué decir ante tu belleza?
ANNA (Pausa incómoda.) Me siento sucia.
CASANOVA ¿Tú, criatura? Corta las amarras; aligera el anclaje luterano.
ANNA No empiece…
CASANOVA Libertad, signorina, libertad…
ANNA Muy sucia.
CASANOVA Aun si tu alma de bendita cocinera oliera a ajos y cebollas y vísceras, como el fuerte aroma de tu cuerpo, a mí me parecería el perfume más delicado… Abre tus ojos. Quiero verlos.
ANNA No puedo.
CASANOVA Déjame admirar el frontón de tu templo.
ANNA ¿El qué?
CASANOVA Tu codorniz.
ANNA Su señoría me avergüenza…
CASANOVA Shshshshsh…
ANNA ¿Qué quiere?
CASANOVA Gira un paso a tu derecha.
ANNA ¿Así?
CASANOVA Un poco más…
ANNA Don Giacomo, ya… apúrese…
CASANOVA Piano, piano… la libertad necesita tiempo. Despacio, así llegarás a vieja y algo de esta belleza permanecerá no sólo en tus ojos. Tendrás mucho que contar.
ANNA Haga lo que tenga que hacer.
CASANOVA Lo que tengo que hacer toma tiempo.
ANNA (Aún más incómoda.) Ya, por favor… ¡rápido!
CASANOVA Acércate… ¿Qué es un cuerpo desnudo sin las telas que lo cubren…? Materia pesada… Ayúdame. (Le pone las bragas.) Alza tu pierna…
ANNA ¿Pero qué hace?
CASANOVA Lo que debo hacer: vestirte…
ANNA No, espere… Necesito los preventivos…
CASANOVA Calma…
ANNA Prosiga, monsieur, ya no diré nada. A lo suyo.
CASANOVA (Ahora le pone el corsé.) ¿Te das cuenta? En el vestuario está la ligereza.
ANNA ¿Pero por qué me viste?
CASANOVA Soy tu femme de chambre.
ANNA Pero su señoría, acordamos… ¿me dará los preventivos?
CASANOVA Anudar cada cinta del corsé abre candados en la mente y desata los nudos del cuerpo.
ANNA No me vista… haga lo suyo…
CASANOVA El miriñaque encierra toda una ciencia…
ANNA Estoy dispuesta, de veras…
CASANOVA (En el proceso de vestirla.) Bajo la estrecha cintura que deja el corsé, el miriñaque desfigura las columnas, capiteles, el friso… un cruel faldón nos aparta del templo de Venus, de los flecos de ébano con olor a ostiones que mercan en el Rialto, albahaca, mejorana, gorgonzola, néctar de Samos, bacalao de Terra Nova aderezado con trufas blancas…
ANNA Sí me dará los preventivos, ¿verdad?…
CASANOVA ¿Y qué decir del vestido?
ANNA Yo cumplí, me desnudé…
CASANOVA Nada como este gris damascado con flores, largos bordados de España con puntos de plata. Pero el secreto, mi querida niña, no está en el lujo del vestuario… finalmente cualquier tela que te cubriera, dejaría libre la imaginación para ver, oler, percibir, soñar el cuerpo que oculta. La desnudez, al natural, no requiere admiración.
ANNA Claro… Soy una simple y vulgar cocinera.
Pausa.
CASANOVA ¿Lloras?… ¿Por qué?
ANNA No le gusté.
CASANOVA Che bella cosa, signora… Me brinda un placer inaudito, ¿y no lo percibe? ¿Cree que un viejo como yo la merece? Aborrezco mi vejez; mi única novedad es el Diario de Treviso.
ANNA Ya estaba desnuda.
CASANOVA Para mí la gallina vale por sus plumas. Y el caldo, sin especies, sabe a nada.
ANNA No me iré sin lo que su señoría me prometió… Si gusta…
CASANOVA Su majestad me gusta así, y también como su madre la trajo al mundo.
ANNA ¿Y el trato?
CASANOVA La espera un carruaje en la puerta del panteón. Pagué el silencio del cochero. La llevará con quien debe estar, signorina… Y sí, te daré los preventivos.
ANNA (Lo abraza.) Gracias, Giacomo.
CASANOVA ¿Olvidarás a Lutero por una noche?
ANNA Pero su señoría…
CASANOVA Déjalo aquí encerrado. Mira que él y yo tenemos discusiones teológicas pendientes. Podríamos dirimir, para empezar, si Cristo tuvo o no erecciones…
ANNA ¡Su señoría, por favor!
CASANOVA Anna Dorothea, no tengo prisa… tú sí. Te esperan… Yo nunca tengo prisa.
ANNA Cuando escribe sí.
CASANOVA Trece horas diarias se van como agua, pero ojalá pudiera sentarme veinte y acabar mi Historia… Ah, vejez, pura jodidez… por no hablar de las hemorroides… Cospetto, fuera de escribir todo pesa, pesa aterradoramente…
ANNA Ya me tengo que ir; por favor, deme los preventivos.
CASANOVA Después de apreciarte desnuda no me bastaría la añeja práctica del escolar…
ANNA …¿Qué… qué… le hago…?
CASANOVA ¿Te atreverías?
ANNA (Recula.) ¿A qué…?
CASANOVA …Que por una noche… mandes a Lutero al diablo.
ANNA (Ríen.) …Estoy tratando…
CASANOVA Silencio pues… Atenta a las instrucciones, que de esto depende tu futuro… (Saca los preventivos de una pequeña caja chinesca.) El abrigo inglés, una prenda del cuero más delgado y al mismo tiempo resistente. Admirable capucha, ¿no? Lo más recomendable para detener el flujo del humor radical… Tienes que abrigar el arma de tu enemigo antes de que pretenda matarte. ¿Comprendes?
ANNA …Oui…
CASANOVA Y tengo otro remedio realmente infalible: …antes de que el enmascarado quiera aventurarse en ese sagrado altar, empujas este pequeño óvalo de oro hasta el fondo de la caverna de Venus… Est-ce que tu a compris?
ANNA Oui, monsieur.
CASANOVA Parfait… Parece que logramos adormecer un poco a monseñor Luteró… ¿Y ahora qué?
ANNA Tengo una duda.
CASANOVA ¿Luterana?
ANNA No creo.
CASANOVA Habla pues.
ANNA ¿Podré… sacar… el huevito de oro… después del acto?
CASANOVA Sólo si te das permiso de disfrutar varios actos. Hoy justamente escribí sobre una baronesa que me apodaba “el marqués de seis veces”. Ojalá que tu amante sea de diez.
ANNA ¿Pero saldrá?
CASANOVA Claro, empollando como la gallinita del cuento… Ven acá, Dorothea. (La maquilla.) Vive el instante. Escucha… Son los caballos del tiempo que no detiene su marcha. Préndete a sus crines, cabálgalos, huye, acaricia y disfruta la fugacidad, el temblor del instante, y guarda en tu corazón esos momentos para el día en que no puedas brincar ni prender las crines… tu memoria degustara tantos placeres recordados… Che bella… Un poco de crema de limón y bergamota, enviada directamente de Provost, la Casa del Perfume… un lunar en la cara, otro en el pecho… y lista… Anna Dorothea Kleer… una cacería de placeres es lo único por lo que vale la pena apurarse.
Le entrega un sombrero adornado con plumas y saluda a la vieja usanza que aprendió en otra era.
ANNA Gracias, Giacomo.
CASANOVA Disfruta, amiga mía, y no olvides capturar cada pequeño detalle. Hallaremos la ocasión para que vengas a contarme todo.
Tras recoger del piso su ropa de cocinera, ella sale. Casanova se sienta ante su manuscrito Historia de mi vida, pluma en mano. Lee, escribe, corrige:
“Amé y me amaron, tuve buena salud, mucho dinero y todo lo gasté, fui feliz, y podría decírmelo a mí mismo en mi propia cara. Me burlo de los filósofos melancólicos que niegan que exista la felicidad en la tierra. Son precisamente las palabras ‘en la tierra’ las que más risa me dan, como si uno pudiera buscarla en cualquier otra parte…”
Se oyen voces de mujeres, mezcladas entre sí: suspiros, “amados Giacomo”, jirones de música, cantos de sirena y otros ruidos, fragmentos de lenguaje, una especie de maquinaria de la memoria que cerca el castillo con su dulce y amarga melancolía.
Atardecer. Casanova, aferrado a su manuscrito, duerme profundamente sobre el escritorio. Feldkirchner y Carolina husmean el apartamento. Cruzan miradas, Feldkirchner se oculta.
CAROLINA Allez, allez, monsieur Casanova! ¡Despierte!
Callan las voces de mujeres cuando Giacomo abre los ojos.
CASANOVA Qu’est-ce-qui se passe?
CAROLINA El conde, viene el conde, ya se ven sus caballos por los Montes Metálicos.
CASANOVA Por fin… valieron mis súplicas. ¿Pero por qué no me avisó de su llegada?
CAROLINA Vaya, monsieur Vanidad solicita heraldos, atenciones de gentilhombre…
CASANOVA Cual debe…
CAROLINA Casanova no es quién para que su señoría el conde le avise de su llegada.
CASANOVA Me agravias, hermosa Carolina… pero me doy por bien servido si eres tú quien me despierta y me avisa…
CAROLINA Para avisar está la polvareda que levantan los caballos.
CASANOVA (Mal traga esas palabras.) ¿Trae muchos?
CAROLINA Más de cincuenta, a mi buen ver.
CASANOVA Pasión digna de mejor causa.
CAROLINA ¿Despertamos amargos y criticando a su señoría?
CASANOVA El amor al equino es directamente proporcional a una mente bovina.
CAROLINA Menos palabras, monsieur vieillard, y apúrese.
CASANOVA ¿Cómo?
CAROLINA Très respectable monsieur vieillard, el offizier Feldkirchner demanda su presencia.
CASANOVA ¿Muy respetable señor vejete? ¿Por qué me tratas así?
CAROLINA Nuevas palabras, mi francés mejora.
CASANOVA Por lo visto debo recordar a la madamigella con quien trata.
CAROLINA Conozco el recitado, mejor apúrese, ¡son las cuatro de la tarde!…
CASANOVA ¡¿Las cuatro?!
CAROLINA …y el señor tiene el aire de un ventero.
CASANOVA No puedo ver al conde en este estado.
CAROLINA Lo mismo digo yo.
CASANOVA Dame mi droguete de seda dorada y mi casaca de terciopelo…
CAROLINA Si se cambia como suele, terminará cuando el conde se haya ido. Herr Feldkirchner nos convocó a recibir a su excelencia como merece. Preguntó por su merced.
CASANOVA Bastardo… Scellerato…
CAROLINA Esa palabrita no es francesa, ¿verdad?
CASANOVA No, pero éstas sí… Antiphysique, putete…
CAROLINA Cuidado, no sea que tenga que tragarse sus insultos…
CASANOVA Memorízalas, Carolina, ampliarán tu florido vocabulario.
CAROLINA El herr offizier merece todo mi respeto.
CASANOVA Subteniente, subteniente Feldkirchner… y en el retiro, además.
Irrumpe el intendente mayor.
FELDKIRCHNER ¿Me insulta el señor?
CAROLINA Dice que le diga lo que le estaba diciendo.
CASANOVA Podría nombrar lo que el señor es, si el subteniente hablara latín, hebreo, francés, italiano… pero como su horizonte verbal se limita al alemán, lengua que se me dificulta, no hay comprensión posible.
FELDKIRCHNER ¿Qué tanto dice este imbécil?
CAROLINA Eso, tonterías.
FELDKIRCHNER Dile que el señor conde está por llegar.
CASANOVA Dile que entiendo… Que me esfuerzo por entender su difícil lengua y que si tuviera menos consonantes y fuera menos (acentúa la pronunciación) gargarizable, ya la hablaría a la perfección.
FELDKIRCHNER (A Carolina.) Que se calle…
CASANOVA Dile también que si al intentar hablar en alemán, yo no fuera objeto de burlas, tal vez podríamos tolerarnos un poco más.
CAROLINA (A Feldkirchner.) Habla tanto y tan rápido que esta vez ni yo entendí. No puedo traducir.
FELDKIRCHNER (Ríe.) Cospetto al dente!
CASANOVA Modérese…
FELDKIRCHNER Uh, uh, uh… maccheroni…
CASANOVA ¡Le exijo respeto a la alta dignidad de mi persona!
FELDKIRCHNER Bibliotecario de mierda.
CAROLINA (A Casanova.) Le llama “ilustre bibliotecario”, en buen alemán.
CASANOVA Su insolencia me está obligando a…
FELDKIRCHNER