portada

INCA GARCILASO DE LA VEGA

Riquezas
del Perú

Fondo de Cultura Económica

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 1998
Primera edición electrónica, 2017

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

 

En 1609 apareció publicada, en Lisboa, por la imprenta de Pedro Crasbeeck, una monumental, historia del imperio incaico, repartida en ocho libros y 262 capítulos, bajo el título Comentaríos reales, que tratan del origen de los incas, reyes que fueron del Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra; de sus vidas y conquistas y de todo lo que fue aquel Imperio y su República antes que los españoles pasaran a él. Este inmenso tesoro historiográfico iba firmado por Inca Garcilaso de la Vega y ahora circula, gracias al Fondo de Cultura Económica, en una accesible edición en dos tomos publicada en 1991.

De dicha obra, FONDO 2000 presenta aquí algunos capítulos del libro VIII, donde aparecen las maravillosas descripciones que el autor realiza en torno a la flora y fauna del majestuoso paisaje del Perú, tal y como debió ser antes de la conquista española. Sabemos que el Inca Garcilaso de la Vega nació el 12 de abril de 1539 en Cuzco, y que fue hijo del caballero español Sebastián Garcilaso de la Vega y la princesa Isabel Chimpu Ocllo, hija del Inca Huallpa-Túpac. El joven Inca Garcilaso aprendió español y latín al tiempo que crecía en el cultivo de sus referencias incaicas. Mestizo ejemplar, el autor presenció las guerras del siglo XVI, que más tarde vertiría en su Historia General del Perú y en la Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto.

Dueño de una magnífica y florida prosa, el Inca Garcilaso se preocupó por plasmar en aquellas memorias todos los eventos, circunstancias, retratos y paisajes del pretérito del Perú. Como un Bernal peruano, fue un hombre de armas y también de letras; de 1560 a 1571 sirvió en el ejército español, alcanzando el rango de capitán, y, posteriormente entró al seminario en pos de una carrera eclesiástica, dentro de la cual alcanzó las órdenes menores en 1597. Murió en Córdoba, España, el 24 de abril de 1616, y su memoria pervive gracias a su invaluable labor con la que salvó de que quedaran en el olvido las tradiciones y costumbres de los pueblos y el paisaje peruano de la época precolombina.

Capítulo IX.
Del maíz y lo que llaman arroz. Y de otras semillas

Los frutos que el Perú tenía, de que se mantenía antes de los españoles, eran de diversas maneras: unas que se crían sobre la tierra y otras debajo de ella.

De los frutos que se crían encima de la tierra tiene el primer lugar el grano que los mexicanos y los barloventanos llaman maíz y los del Perú zara, porque es el pan que ellos tenían.

Es de dos maneras: uno es duro (que llaman muruchu) y el otro tierno y de mucho regalo (que llaman capia). Cómenlo en lugar de pan, tostado o cocido en agua simple. La semilla del maíz duro es el que se ha traído a España, la del tierno no ha llegado acá. En unas provincias se cría más tierno y más delicado que en otras, particularmente en la que llaman Rucana.

Para sus sacrificios solemnes (como ya se ha dicho) hacían pan de maíz, que llaman zancu. Y para su comer, no de ordinario si no de cuando en cuando por vía de regalo, hacían el mismo pan que llaman huminta. Diferenciábase en los nombres no porque el pan fuese diferente sino porque uno era para sacrificios y otro era para comer simple. La harina la molían las mujeres en unas losas anchas donde echaban el grano y encima de él traían otra losa hecha a manera de media luna, no redonda sino algo prolongada, de tres dedos de canto. En los corrijales de la piedra hecha media luna ponían las manos y así la traían de canto de una parte a otra, sobre el maíz. Con esta dificultad molían su grano y cualquier otra cosa que tuviesen que moler, por la cual dejaban de comer pan de ordinario.

No molían en morteros (aunque los alcanzaron), porque en ellos se muele a fuerza de brazos por los golpes que dan —y la piedra como media luna, con el peso que tiene, muele lo que toma debajo y la india la trae con facilidad por la forma que tiene, subiéndola y bajándola de una parte a otra. Y de cuando en cuando recoge en medio de la losa con una mano lo que está moliendo, para remolerlo. Y con la otra tiene la piedra, la cual con alguna semejanza podríamos llamar batán por los golpes que le hacen dar a una mano y a otra.

(Todavía se están con esta manera de moler para lo que han menester.)

También hacían gachas (que llaman apí) y las comían con grandísimo regocijo diciéndoles mil donaires, porque era muy raras veces.

La harina, para que se diga todo, la apartaban del afrecho echándola sobre una manta de algodón limpia, en la cual la traían con la mano asentándola por toda ella. La flor de la harina, como cosa tan delicada, se pega a la manta. El afrecho, como más grueso se aparta de ella y con facilidad lo quitan. Y vuelven a recoger en medio de la manta la harina que estaba pegada a ella, y quitada aquella echaban otra tanta y así iban cerniendo toda la que habían menester.

Y el cernir la harina más era para el pan que hacían para los españoles que no para el que los indios comían, porque no eran tan regalados que les ofendiese el afrecho ni el afrecho es tan áspero (principalmente el del maíz tierno) que sea menester quitarlo. Cernían de la manera que hemos dicho por falta de cedazos, que no llegaron allá de España mientras no hubo trigo.

(Todo lo cual vi con mis ojos, Y me sustenté hasta los nueve o diez años con la zara, que es el maíz. Cuyo pan tiene tres nombres: zancu era el de los sacrificios, buminta el de las fiestas y regalo, y tanta, pronunciada la primera sílaba en el paladar, es el pan común. La zara tostada llaman camcha; quiere decir “maíz tostado”. Incluye en sí el nombre adjetivo y el sustantivo. Débese pronunciar com m, porque con la n significa “barrio de vecindad” o “un gran cercado”. A la zara cocida llaman muti —y los españoles mote. Quiere decir “maíz cocido”, incluyendo en sí ambos nombres.)

De la harina del maíz hacen las españolas los bizcochillos y fruta de sartén y cualquier otro regalo, así para sanos como para enfermos, para cuyo medicamento en cualquier género de cura que sea los médicos experimentados han desterrado la harina del trigo y usan la del maíz.

De la misma harina y agua simple hacen el brebaje que beben. Y del brebaje, acedándolo como los indios lo saben hacer, se hace muy lindo vinagre. De las cañas antes que madure el grano, se hace muy linda miel porque las cañas son dulces. Las cañas secas y sus hojas son de mucho mantenimiento y muy agradables para las bestias. De las hojas de la mazorca y del mastelillo se sirven los que hacen estatuas, para que salgan muy livianas.

Algunos indios más apasionados de la embriaguez que la demás comunidad, echan la zara en remojo y la tienen así hasta que echa sus raíces. Entonces la muelen toda como está y la cuecen en la misma agua, con otras cosas. Y colada la guardan hasta que se sazona. Hácese un brebaje fortísimo que embriaga repentinamente: llámanle uiñapu —y en otro lenguaje sora. Los incas lo prohibieron por ser tan violento para la embriaguez. Desde entonces acá, me dicen, se ha vuelto a usar por algunos viciosos.

De manera que de la zara y de sus partes sacan los provechos que hemos dicho, sin otros muchos que se han hallado para la salud por vía de medicina, así en bebida como en emplastos (según que en otra parte dijimos).

El segundo lugar de las mieses que se crían sobre la haz de la tierra dan a la que llaman quinua —y en español mijo o “arroz pequeño”, porque en el grano y en el color se le asemeja algo. La planta en que se cría se asemeja mucho al bledo, así en el tallo como en la hoja como en la flor, que es donde se cría la quinua. Las hojas tiernas comen los indios y los españoles en sus guisados porque son sabrosas y muy sanas. También comen el grano en sus potajes, hechos de muchas maneras.

De la quinua hacen los indios brebaje para beber como del maíz, pero es en tierras donde hay falta de maíz. Los indios herbolarios usan de la harina de la quinua para algunas enfermedades.

El año de 1590 me enviaron del Perú esta semilla, pero llegó muerta: que, aunque se sembró en diversos tiempos, no nació.

Sin estas semillas, tienen los indios del Perú tres o cuatro maneras de frejoles del talle de las habas, aunque menores. Son de comer, en sus guisados usan de ellos. Llámanles purutu.Tienen chochos como los de España, algo mayores y más blancos: llámanles tarui.

Sin los frejoles de comer tienen otros frejoles que no son de comer. Son redondos, como hechos con turquesa, son de muchos colores y del tamaño de los garbanzos. En común les llaman chuy y diferenciándolos por los colores les dan muchos nombres, de ellos ridículos, de ellos bien apropiados, que por excusar prolijidad los dejamos de decir. Usaban de ellos en muchas maneras de juegos que había, así de muchachos como de hombres mayores. Yo me acuerdo haber jugado unos y otros.