V
Pequeños milagros:
días hechos como filigranas
forjados en el fuego que incendió tu lecho.
Edifiqué palacios que habita la eternidad.
Entrelazados
alrededor de tu cuello
pequeños milagros.
Metales albos en tu cuerpo
luz reflejada sobre tu vientre
y el sol codiciaba tus destellos.
Un joven dios azul nació
entre tus pechos.
Sonreía al alba duplicada de tus pezones
desafiando a la muerte y el olvido.
Un joven dios azul entre tus pechos
Revelaba sus secretos y
compartía el ritual de tu piel.
A Jesús Castillo
Está bien que el león pinte
con polvos de hueso las paredes,
con el color de la melancolía y las jaulas.
Está bien
que ande entre trapecios,
mientras el mundo gira en una garra,
y el equilibrio flaquea ante el fuego
de una zarza que repite: “bendecida”.
Está bien, te digo,
que el león sea esta bestia-bella-enorme-insaciable
casi imposible:
porque su corazón es inmenso del mismo modo
y quisiera guarecer a todos entre sus dientes.
Tarde cierta y rota de lluvia… llega a tus manos
suave trozo de oscuro terciopelo:
un fragmento de noche esclarecida,
donde guardé los restos de mi abismo.
Te he nombrado heredera de mis cosas inconclusas.
Atesorados murmullos de una roca,
de mi vasta soledad,
del hambre que requiere tu presencia en mis días…
Todo eso te heredo,
incluso tu no estar presente.
Te toca en suerte esta búsqueda
de ti misma.
A ver si puedes,
por lo menos,
salvarte de la oscuridad que se avecina.
Hundida en donde arden huesos
la vida ya pasó de largo.
Acabó la devastación del sol en la
claridad de una mañana donde ya no estuve.
Suave trozo de oscuro terciopelo:
restos de la noche esclarecida…
Pude ocultar a la Muerte un tiempo
arrasado, donde todavía fuimos.
A mis padres.
Heredó sombras para transitar su historia:
la soledad persistente
entre las posesiones
en desuso de su padre.
Sólo una mayor ausencia de infancia.
Compendio de relatos enlutecidos
de un hombre al atravesar la noche.
Madrugadas desvanecidas,
lugares que no puede recuperar.
Un rostro,
nunca el mismo,
al evocarlo en las mañanas…
II
De su madre fue la tristeza en los hombros.
El fardo | La vida |
una bestia con el peso del mundo
enroscándose en la espalda.
El precio al conocer el inventario de lo perdido…
Las palabras con presencia constante de muertos,
sin invitación para arrasar habitaciones.
Apenas el habla de la penumbra
no menciona nombres…
Y evita hacer más extensas las regiones de la melancolía.
III
Heredó sangre
heredó soledades tras los párpados
fragmentos de un sueño ajeno
detenido al sumergirse en agua oscura
sin que llegue el desenlace
Una lujuria sin freno en los miembros
y la incapacidad de ayuntarse con hembras leales,
(El persistente desierto entre las colchas)
Junto a infantes de polvo nonatos
en recorrido incesante por la casa.
Tiene fantasmas que enmierdan las palabras
porque no conocen otra forma de habitarlas.
Conjurados,
con el estallido de luciérnagas.
Heredó devastaciones para levantar
obras
palabras
sólo ceniza
y con ellos plasma en pálidos abismos
elementos de la fragilidad,
del aire.
Todo eso y otras cosas que no conciernen al poema.
“No queda sino escribir”
te oí decir:
para las cosas que deben guardarse;
marcar el rumbo hacia nuevas regiones.
Tener el suelo cosido a las rodillas,
el cielo contenido en el aliento,
y depositar el llanto.
Retener algo y
llenar las horas;
iniciar otra vez el movimiento
de los jardines infestados con abrojos.
Y el desierto detenga su invasión.
Para retrasar tu partida
aunque ya estés lejos y no leas estas líneas.
Tenerte cerca | postrado |
Dar forma al hijo que ya no me otorgarás.
En la oscuridad de las habitaciones:
¿También puedes oír tu penumbra?
Sostuvo en sus manos,
incapaces de retener nada,
el principio de una vida nueva
que no podrá arruinar…
“Mañana habrá que inventar de nuevo
El orden de este mundo.”
OCTAVIO PAZ
“Y huye como la sombra, y no permanece”
LIBRO DE JOB
Entre la oscuridad de no-ser, el nacimiento.
Salir, destino de los hombres.
El golpe… no conocerse.
Entre eso: estallidos alumbran, brevemente,
lo que somos,
lo que hemos sido.
Recorren nuestra penumbra y por un leve instante:
reconocemos.
Elementos que nos habitan y deshabitan conforme el tiempo
[transcurre.
Toda belleza es transitoria, toda maldad es evanescente.
Todo es Dukha, todo es Maya.
Y luego, escribir un rostro con mapas.
Encontrar al rostro habitado por otros,
Que jamás llegan a intercambiar parabienes o imprecaciones.
La oscuridad de ser.
El golpe… no conocerse.
Regresar, la muerte, el silencio.
Entre eso: la palabra, la escritura.
Textos para habitar el mundo
y describir el parpadeo llamado percepción.
Hasta agotar la palabra o agotar el mundo.
Lo que suceda primero.
Dijo:
“Ésta no es mi casa;
ustedes no son mi familia…
No soy bienvenido.”
Salió entonces;
ya no regresó.
Sorteó cadáveres secos;
en los páramos,
los perros ofrecieron
sonrisas como despedida.
Así es como se gana un imperio, y se pierden otras cosas.
***
HUBO LA CANCIÓN que entonaba,
cuando en mi ventana llovía;
y flotaba, aun cuando el agua pasaba de largo.
Así fueron las horas.
En espera, no sé de qué.
Dividido.
Y algo aguardaba, afuera.
También estaba el miedo…
Salir y buscar:
un cuerpo incompleto,
ansiaba otro cuerpo (que no fue el tuyo).