©2018 ALE FLORES

©2018 de la presente edición en castellano para todo el mundo: Ediciones Coral Romántica(Group Edition World)

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Primera Edición. Febrero de 2018

Isbn Digital: 978-84-17228-52-1

Diseño portada: Ediciones K

Maquetación: Designs

 

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SINOPSIS

 

[M.A.M.P#1]

Una reputación crea problemas.

Mi vida toma un rumbo inesperado, nuevas amistades, nuevos amores, nuevas aventuras que vivir aparecen frente a mí. Lo que no sabía era que mi historia iba a enredarse con elementos que no podría controlar, la simple vida de adolescente y sus dilemas no iría más conmigo, aunque pareciera que sí. Era el momento de saber que los enigmas y el peligro estarían ligados, no sólo a mí, sino a todos los que me rodeaban. Y ese no sería el final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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DEDICATORIA

 

 

“Para todos los que explotan su creatividad y disfrutan de su imaginación”

 

 

 

 

Mr. and Ms. Problems (ECUACIÓN)

Mr. Problem + Ms. Problems = peleas continuas, odio, venganza, bromas, pero sobre todo problemas.

Y ambos son Mr. and Ms. Problems.

Los alumnos que ningún profesor quiere tener.

Los amigos que todos quieren tener.

Los únicos que más problemas van a tener.

¿Y a más del odio qué van a tener?

 

 

1.El cambio extremo de Charlie McCabe

CHARLIE

Una de las cosas que menos esperé de mi vida fue tener que cambiarla totalmente en un segundo.

Como todos los días de mi aburrida vida, hoy no es un día común y corriente, hace cuatro años mis padres se separaron haciendo así un acuerdo que podría servir por lo menos por un tiempo o simplemente fue por puro impulso: yo me iba a vivir con mamá a Michigan y mi hermano Will se quedaba con papá en nuestra ciudad natal.

Así que desde ese tiempo sólo vivo con mamá en su burbuja donde mi libertad es totalmente obstruida. Ya que era la única familia a su alcance, dejando aparte a otros, yo era su mayor prioridad.

No tenía más familia, o bueno, a más de la hermana de mi madre. Mis abuelos no los logré conocer, pero según historias que me contaban eran sumamente interesantes. Tengo pocos recuerdos de cuando era pequeña, quizá sí pude tener el honor de tratar, aunque sea de manera torpe, con ellos. Presentía que ellos siempre estaban conmigo a todos los lugares a los cuales iba, eso lo sabía, ya que siempre llevaba conmigo una pulsera roja que la mayor parte de bebés llevan al poco tiempo de nacer para traer buena fortuna y espantar malos espíritus. Estaban conmigo. Eso me reconfortaba un poco, pero no era suficiente.

Si alguien se ha confundido con mi nombre es Charlotte McCabe, pero a mí no me gustó mucho que digamos ese nombre.

Mis padres no tuvieron más ideas ya que mi madre me contó que si no me llamaba así me llamaría como su muñeca: Topasio.

Terminaron con el nombre que no me traería mayor bullying en el colegio, así que todos me llaman Charlie, una pequeña versión de mi verdadero nombre y el más aceptable para mí tanto como para mi dignidad. Por suerte para mí, pude estar al tanto de los cambios que atareaba a mi madre, el trabajo la volvía histérica y hasta un poco loca a ratos, pero aun así podía saber que había el vínculo madre e hija que a ella le costaba mantener.

Como ya cumplí dieciséis años, digamos que la relación que llevo con mi madre no es del todo agradable, ambas tenemos como decirlo...un odio mutuo. Ambas tenemos conflictos que sobrepasan ciertas veces los límites.

Toda mi vida he sido una chica muy rebelde o en simples palabras problemática.

Siempre me valía lo que dijera mi madre o los demás acerca de cómo llevaba mi vida y por esa vaga razón no me aceptaron este año en mi colegio, mamá ya se cansó de mí, de mis numerosos problemas, de mi comportamiento en sí, así que este año iré donde mi hermano y mi padre a vivir con ellos hasta mi graduación. Según mi madre, mi padre, al que no veía desde hace tiempo, se había vuelto mucho más huraño y serio, se suponía que ahora él trataría de moldearme. Lo veía casi imposible, pero vería qué pasaría dentro de unos días y mi corazón rogaba porque ese cambio mencionado no fuera cierto.

"Aprende a disciplinarte", ese era el lema de mi madre todo el tiempo.

Debía admitir que no solo era por mi parte que todo lo que hiciera se ligara ferozmente a una etapa llena de dilemas, lastimosamente parecía ser que el universo me gritaba que tendría que soportar eso y mucho más.

Podía comprender a mi madre, claro que lo hacía. Bueno, ella trabajaba en un bufete de abogados y su presentación como persona era sumamente esencial. A lo que me lleva al punto de decir que para ciertas reuniones de su trabajo donde me llevaba debía ser como una réplica exacta y eso no me agradaba para nada. Fiestas que, para mí, no tenían nada de sentido. Lugares y personas estrictamente portadas porque lo que vendían siempre era la imagen y de eso necesitarían para poder destacar mucho más que el solo hecho de que pueda tener mucho dinero o incluso el poderío del lugar entero.

Ahora la otra parte de mi familia debería ver por sí mismo como era yo.

Pobre de ambos al tenerme en su casa en verdad, si mi madre no me lograba soportar ¿cómo lo harían ellos? Y mi madre si tenía paciencia, una de las pocas madres que veo que la tiene tan alta. En la última reunión que tuvimos en la escuela no era sorpresa que quisieran que mi madre fuera a ver al director a solas para charlar del último intento de su hija al realizar una burla hacia su maestro de historia quien terminó alterado por unos simples chinches en su asiento. Cuando llegó a casa no habló ni comió. Supe que ya no estaba bien eso, tomó mis cosas y las empezó a empacar en una de las maletas diciendo: "Ya no puedo con esto, he hablado con tu padre, él se ha ofrecido a cuidarte y educarte hasta que termines la preparatoria".

Auch. Golpe bajo.

Desde ese momento supe que ella no podía más conmigo. Su trabajo era el doble de estresante y yo no hacía nada más que empeorar eso apenas llegaba a casa. Era lógico que ahora mi padre tuviera que lidiar conmigo por lo menos un corto tiempo. Sonaba interesante el saber que retomaría la vida que había dejado con él por venir a este lugar, esperaba con ansias que eso fuera lo correcto y no otro camino lleno de frustración.

La última vez que los vi fue cuando tenía doce años así que no sé cuántas cosas han cambiado y cómo adaptarme a ellas, no sabía si ellos cambiaron o cómo viven en general. Mi hermano casi era un debilucho con el que jugaba mucho y bromeaba de cosas sin sentido, ha pasado tanto desde ese momento. Mi padre era un liberal, desprendido, abierto a los grandes cambios que se le pusieran en mitad de su camino. Ese fue uno de los problemas que mis padres tuvieron mientras su matrimonio seguía su curso, las peleas se hacían casi constantes, luchas por poder imponer la forma de crianza de los hijos y hasta creencias. No se toleraron, fue todo y así su unión eterna dicha en sus votos fue para nada.

Pero estoy contenta de no vivir más con esta señora que no me ha traído más que días de peleas y desentendidos. Pero aún era mi madre, no la odiaba, pero era obvio que vivir bajo el mismo techo no era sano para ninguna de las dos ya que no nos llevaría a ningún lado. Creo que era mejor de esta forma. Mi madre ya no tendría que sufrir una de sus terribles migrañas nunca más y yo de sus insistentes gritos hasta el alba.

En todos mis años aquí, he sido conocida por tener una reputación llena de peleas, bromas, para resumirlo: problemas, me han citado más de quince veces al mes de cada año donde el director.

Es un nuevo récord, creo yo.

Pero también me he ganado esa reputación tanto a mi actitud como a mi apariencia: jeans de caña abierta, seguramente pasaron de moda hace años, pero me resultaban más cómodos llevarlos que esos pegados a los muslos y sí me quedaban bien porque fui proporcionada por piernas más o menos largas gracias a la gran altura de mi padre. Mis camisetas también eran sueltas, pero nunca pegadas, no me agradaban, y casi siempre llevaba puesta en la cubierta una imagen de mis series favoritas o bandas. Si contamos que yo tenía un gran afán por andar en patineta se entiende que siempre usaba unos vans, que, para mí, eran más confiables que los tacones.

Mi apariencia siempre fue descuidada. No tanto por mi ropa sino por el hecho de que no me agradaba la idea de tener un peine cerca de mi cabello, aunque eso significara tener motas en él, yo no tenía metas como las demás chicas las cuales eran salir cada noche a fiestas con diferentes tipos o simplemente salir de compras en busca de zapatos nuevos. No es que todas las mujeres sean así, pero la mayor parte lo son y es estresante, aparte de que no hay muchas chicas con las que pueda coincidir en algo en mi ciudad y con suerte he logrado desprenderme de las amistades que mi madre conseguía para que pudiera “convivir”.

No he sido tan femenina como todos esperaban que fuera ya que mi padre siempre fue de esa forma, creo que era de suponerse que yo también sería así y por lo menos así me recordaban toda mi familia, amigos de la infancia, todos en general.

Pero una locura de mi querida tía Marlene, la cual en todos mis años aquí ha sido la única con la que me he encariñado más, hará que mi mundo cambie más de la cuenta. Dijo que era hora de optar por una nueva imagen.

—Cariño, te verás hermosa —escuché la voz dulce de mi tía saliendo del vestidor con una blusa roja con bordes negros, nada de mi estilo.

—Tía no quiero hacer esto, no quiero convertirme en eso, ser una de esas que anteponen su imagen que su personalidad —tragué fuerte, dios como se me complica decir aquella palabra—. Chica.

Era de esperarse que dijera eso ya que no había tenido mucho contacto con otro tipo de chicas. Mi escuela era demasiado cara así que le gente que venía era como de élite, digámoslo así, donde quien tenía la mejor imagen y más dinero era el ganador. Que absurdo. Si se imaginan cómo eran las personas ahí, en especial las mujeres, podrían comprender mejor.

—Oh, pues si estoy en lo cierto, tienes vagina así que sí, corazón, eres una chica y debes parecerlo.

—Pero yo no sé cómo parecerlo y no quiero usar eso, me causa —vi todo lo que teníamos en las fundas— asco —puse una mueca de desagrado para concluir mi frase.

—Querida, te ves perfecta en ellas, además es tu segundo año y vas donde tu padre, todos te recuerdan como la Charlie con los jeans abiertos y camisetas aburridísimas, no, no y no. Eso es lo menos que quiero, lo que en verdad quiero es que mi bella Charlie de una impresión única e inigualable.

—Pero yo... —me interrumpió.

—NA NA NA....solo déjamelo a mí —una sonrisa de reconforte se formó en su rostro.

Asentí de mala gana, ella sí que es muy persuasiva, en exceso, llevó insistiendo de este cambio, desde hace dos meses atrás cuando me avisaron que me iría donde mi padre, se emocionó tanto que en ese mismo instante me llevó directo a las más prestigiosas tiendas del lugar.

Ella sonrió victoriosa, yo bajé la cabeza y empecé a maldecir en voz baja.

Ah por la Deblyn...

—¿Qué? —la voz de mi tía me saco de mis pensamientos—. ¿Qué es Deblyn?

¿Qué? ¿Me oyó? Ugh, no puede ser, hablé en voz alta.

¿Ves cerebro? Se supone que solo era entre nosotros.

—Eh...eh —dije nerviosa, ella lo notó—. Nada, no es nada, tía —dije tratando de fingir tranquilidad, me miró confundida y le sonreí fingiendo felicidad más de la cuenta.

Bien, les explico, una vez vi una película: Una Esposa de Mentiras donde Deblyn significaba mierda, bueno eso se me pegó y lo utilizo mucho desde entonces, pero siempre trato de que en mi casa no vean esa películas, por si las moscas.

Es como mi seguro de malas palabras, puedo maldecir a alguien con mis palabras y ellos ni cuenta se dan.

—Me agrada tener este tipo de experiencias contigo, es lo que las mujeres hacen.

Mi tía había perdido a su hija a manos de un borracho que causó un terrible accidente cuando ella, junto a sus compañeros, volvía en el transporte de la escuela. Ese hombre recibió una condena de pocos años y al poco tiempo estuvo en la calle, embutiéndose de alcohol nuevamente hasta que le siguieron otro juicio por casos de acoso. No soportaba ver a mi tía tan destruida y por suerte yo llegué a su vida para poder aliviar un poco su dolor. Pasaba el tiempo y ella estaba en terapias hasta recuperarse, ya estaba bien. Su hija no cumplía ni los diez años. Zelena y yo no compartíamos tiempo juntas, en lo absoluto, era menor a mí por muchos años por lo que manteníamos distancia, así que no la veía casi nunca. Han pasado muchos años desde ese incidente.

Perder a una hija, ¿cómo se sentiría? Catastrófico, quizá.

—Te apoyo —ella estuvo para mí y se sentía como si compensara la falta que mi madre me hacía mientras crecía.

Es por eso que nunca pude decirle un “no” a mi tía. Temía herirla, quería darle los momentos que no pudo tener con Zelena.

—Mira.

Mi tía sacó unos champuses especiales, la ropa que compramos toda la tarde la repartió en mi cama que estaba casi sin nada ya que en una semana me voy de esta casa y tuve que empacar todo lo que estuviera a mi alcance.

—Bien, comencemos por la ropa, hay que detectar tu estilo, luego lo demás, ten esto —me tendió un cambio de ropa, la tomé dando un resoplido—. Cámbiate rápido, niña —dijo notando mi pesimismo.

Fui al baño, abrí la bolsa y observé lo que tenía dentro: era una camiseta azul con el número veinte en frente, una chaqueta gris, jeans azules rotos por la parte alta de la pierna pero discreto y mis vans negras con blanco nuevas. Bueno, aunque no sea fanática de estas cosas me quedan bien y tiene mi estilo, nada extrovertido, ni atrevido, estaba en una buena racha para que yo pudiera irme acostumbrando y tener esa descripción exacta que tanta falta me hacía.

Salí para que mi tía me viera, sus ojos se abrieron al verme. Tenía la sensación de que hasta brillaban.

—Perfecto —dijo asombrada—, esto si es perfecto —una sonrisa salió de mí involuntariamente.

Pasé toda la noche haciendo combinaciones con la nueva ropa junto con mi tía que sin saberlo tenía buen ojo para formar perfectos cambios de ropa. Creo que aún seguía siendo una chica y este tipo de cosas era divertido si estabas con la persona correcta respetando tus gustos.

—¡Ponte esta!

Me tira un vestido blanco que era hermoso. Jamás me había puesto algo similar, con suerte usaba un saco largo en las reuniones de mi madre para disimular el short que llevaba puesto.

—Es… ¿cuál es la palabra?

—Magnífico.

—No recuerdo haberlo comprado —le doy otra hojeada, pero era cierto que no recordaba haber tomado esto.

—No lo hemos hecho. Es mío —se levanta de mi cama y toma el vestido en sus manos para poder extenderlo y hacer que se vea con mucha más claridad—. Lo usé cuando tenía tu edad, ahora se verá mucho mejor en ti que en mí sin lugar a dudas.

—No digas eso —era hermoso, siempre supe que mi tía poseía buenos gustos.

—Quiero que lo lleves contigo, así que deberás cuidarlo mucho.

No sabía qué decir, todo era fabuloso en ese preciso momento y deseaba tener el poder de detener el tiempo para poder gozar de ese sentimiento llamado felicidad.

—Estaré allá mucho tiempo.

—Sí, pero aun así te iremos a ver por tu cumpleaños y el de te hermano que va de paso.

Mi tía no convivió jamás con Will, solo contaba con ciertas fotos que mi madre mantenía dentro de su caja personal, muy bien escondida tras su armario. Mi hermano y yo ya no manteníamos contacto alguno, por eso me asustaba el no poder reconocerlo al llegar con él.

—Cumpleaños —esa palabra me causaba un mal sabor de boca.

Mi madre jamás me realizó una fiesta, nada. Un regalo simple y siempre me decía que el presupuesto no era suficiente para hacer algo.

—Será divertido, piensa, estarás nuevamente con tu hermano. Aún recuerdo las locas historias que mi hermana me contaba cuando eras niña, mucho antes de que vivieras aquí.

—Así lo espero —me meto al baño para poder sentir la textura suave del vestido antes de que se entalle a mi cuerpo—. Como siempre, no paro de sorprenderme conmigo misma.

Mañana empezaría con mi cabello, cada día era un cambio nuevo, por ejemplo hoy "Lunes" era ropa, "Martes" sería el cabello, "Miércoles" maquillaje, "Jueves" etiqueta y "Viernes" que era el glorioso día de ver todo el éxito logrado. Mi tía había abarcado todos los temas sin ayuda. Recuerdo que le dije que lograr todo eso era un poco complicado, a lo que ella había respondido que si Dios había creado el mundo en siete días, ella podría crear una nueva Charlie en cinco.

Pasamos así casi toda la noche, mirando qué hacer.

Pero ahora quiero dormir ya que estar haciendo este tipo de cosas ha sido de cierta forma agotador. Y así en unos minutos caí en brazos de Morfeo. Agradecí tan maravilloso sueño, aunque creo que pude ver unas cuantas prendas de ropa quemarse a la distancia en mi cabeza. Eso me hizo dormir con una sonrisa en el rostro.

 

↣❅↢

 

 

Miraba a mi tía con miedo, ¿cómo se le ocurría querer llevarme a esas cosas? Estaba loca.

—No, no, no y no, me niego rotundamente a esto —renegué a mi tía—, no iré a cortarme el cabello, ¿sabes cuánto me costó tenerlo de este tamaño? Exacto, mucho.

De acuerdo, esta vez sí tendría que decir “no”.

—Ya, ya, no te cortaremos el cabello ¿de acuerdo? Sólo lo lavaremos y otras cosas más —una sonrisa maliciosa se posteó en su rostro, oh mi Dios, esa no es muy buena señal.

Al llegar al salón de belleza mi tía y un señor francés me dieron unos productos para el cabello.

—Mlle —la voz del francés me llamó—, bien cher, esto debes hacer, usas el champú. El negro primero, lo frotas en tu cabeza por tres minutos ¿entendiste? No más de tres y menos de tres; luego usas el azul, el cual lo pasas solo por las puntas, solo puntas ¿entendido? —me miró y yo asentí lentamente—, luego el marrón que lo pones en la mitad del cabello, no arriba solo desde la mitad hacia abajo y lo último...usa el más claro ese si en todo el cabello, te frotas, no te lo mojas, solo lo pones y lo frotas. Para finalizar te pones una funda en la cabeza trascurridos unos siete minutos te la sacas para lavarlo y se acabó.

BUT THAT SHIT

Eso fue lo único que pensé: ¿cómo quiere que haga todo eso?

Al final, entré a la tina rendida, seguí todas las instrucciones dadas. Aunque se me habían olvidado ciertos pasos no creí que fuera de mucha importancia y no planeaba oír la voz irritante y chillona de ese hombre de nuevo.

Ya mismo se acababan los dos últimos minutos, una botella de champú llamó mi atención, era ese más claro que el francés dijo que utilizara al final, lo tomé y leí su etiqueta: éclairage, eso decía el envase, luego miré la parte de abajo: aclarante.

Mis ojos se abrieron al leer esa palabra, salí de la tina lo más rápido que pude, me puse la bata para salir corriendo directo al espejo, me saqué la funda mientras abría el lavabo e introduje mi cabello para lavarlo.

Cuando levanté mi cabeza para verme lo único que sentí fue unas ganas irremediables de matar a alguien.

Tía...date por muerta.

Mi lindo cabello negro ya no era negro si no un castaño claro o más que eso, se podría decir que soy rubia, una maldita rubia. No me gustaba el rubio en mí.

Voy a matarla en cuanto salga de aquí.

—Esto es una pesadilla.

Moví mis manos a los lados tratando de calmarme pero casi no pude hacerlo.

—¡Querida! —oigo la voz de mi tía tras la puerta—, espero te guste tu nuevo look. ¡Guau! Comienzo a entrar al mundo de los adolescentes.

Si vamos así ella terminará por matarme en estos días y que sólo vamos por el segundo pasó.

¡Juro que me tinturaré el cabello!

¡AH! ¡POR LA DEBLYN!

 

 

2.Primera impresión y un buen golpe

CHARLIE

Lo bueno del día de hoy, es que me voy. La mala es que el cambio que me dio mi tía fue trascendente, ni yo me podía reconocer, tras el nuevo cambio de ropa, mi cabello castaño, mis lecciones de modales junto con el maquillaje, era una nueva y mejorada Charlie.

Créanme, una nueva y mejorada Charlie.

Aunque pensaba que el cambio de mi ropa me resultaría incómodo fue todo lo contrario, sinceramente mi tía logró capturar mi esencia y con ello pudo hacer unas cuantas maravillas conmigo. La ropa era demasiado hermosa, debo admitir que ahora tengo un pequeño trauma por las blusas de hombro, una moda, que para mí, podría jamás olvidarse. Ahora que me podía ver al espejo sentía que seguía siendo yo, quizá mi hermano no podría digerir mucho mi cambio, pero sigo siendo yo, no importaba mi aspecto. Aún con este short y la blusa suelta podía sentir que jamás dejaría de ser yo y eso me reconfortaba.

Solo que de vez en cuando un cambio radical ayudaba mucho. Era como decirse a uno mismo que iba a tener un nuevo inicio.

Estábamos ya en el aeropuerto, mi madre desempacaba mis cosas muy animadamente, sabía que estaba feliz de que fuera ya que no sabía disimular su felicidad en lo más mínimo. Aunque fuera su hija creo que también debía empezar a pensar en ella misma, me tuvo muy joven, supongo que eso arruinó un poco su vida, imaginaba que tenía otros planes, pero yo aparecí.

—Que sueño —tomo el despertador que sonaba muy fuerte aun cuando ya me había puesto de pie—. Muere, porquería.

Lo arrojo al otro lado de la habitación, haciendo que se rompa con el simple contacto con el suelo.

Oups. Ya compraré uno nuevo.

La puerta de mi habitación se abrió de golpe y mi madre, con rápidas zancadas, viene donde mí.

—¿Otro despertador?

Asiento con la cabeza lentamente.

—Ya llevas siete este mes —se agacha y puedo ver la falda gris que estaba usando, por un momento me imaginé ser como ella en un futuro. Una sensación temible.

—Me estresé —trataba de justificarme con lagañas en los ojos.

—Debes controlar ese temperamento tuyo —me daba la espalda—, espero que tu padre te enseñe algo al menos.

—Ya lo creo —tuve el descaro de reírme de ese comentario.

—Hija, solo quiero decirte que no me agrada que nos separemos. Pero las dos sabemos que nos mataremos si seguimos así.

Había presentido el resentimiento que, aunque no era consiente, crecía dentro de mí.

—Ya no importa —me voy al baño de mi cuarto para poder lavarme los dientes—, será mejor de esa forma.

—Sé que podrás acoplarte de mejor manera con tu padre —ella quería seguir con ese tema—. Marcus es genial por lo que tu hermano me contaba, pero sí mencionó que estaba más estricto ya que estaba cursando último año en la preparatoria.

Marcus, ella llamaba a mi padre por su nombre de forma despreciable.

—Alístate, por favor. En unos minutos pasarán por nosotras.

Creo que ya sabía de quiénes estábamos hablando.

Ella trajo a su novio Luke, de hace dos años y su hijo Max, el cual odio a muerte, aparte de que no me ha quitado la vista de encima desde que me vio salir de casa. Creo que verme de esa forma lo pudo tener algo desconcertado. Los dos habíamos compartido muchas cosas, pero era cierto que no teníamos una muy buena relación por culpa mía y de mi carácter.

—Se ve diferente —con la distancia que nos separaba pude oír lo que decía.

No dije nada cuando subí al auto, tampoco nadie dijo nada y mi tía fue la única que tuvo la decencia de poner música para poder soltarnos un poco en el trayecto.

Cuando mis cosas ya se encontraban fuera del auto-eran como unas cuatro maletas-claro, hubiera sido una si no fuera por mi tía, pero ya que, yo llevaba una maleta negra grande donde estaba toda mi ropa y una mochila pequeña donde tenía mis libros de una variedad de temas, Luke llevaba una y Max otra. Eso, carguen mis cosas, sirvientes.

—¿Emocionada por el viaje? —aunque no podía negar que Luke era buena persona.

—Mucho, pero creo que un poco más asustada.

—No temas —me sonríe de lado y sus dientes brillan gracias a la intensidad del sol—, será una etapa que deberás disfrutar.

Creo que mi madre había atrapado a un galán, con suerte para ella, él resultó ser totalmente increíble por lo que pude aceptarlo muy pronto en mi vida, a su hijo todavía no. Faltaba mucho para llegar a eso. Aunque casi no lo notaba, ellos compartían rasgos bastante similares, más por la forma respingada de su nariz y el color verde de sus ojos que se mezclaban a la perfección con un toque de avellana. Resaltaban más porque su cabello era casi negro y su color de piel había tomado los rayos de sol para adoptar un color dorado envidiante.

—Ya comienzo a perder el miedo —suelto una risa nerviosa al percatarme de que las personas se me quedaban viendo.

—Charlie, solo asegúrate un futuro prometedor porque tú ya tienes la fortuna de tu lado.

Querrás decir desgracia, eso es más acertado a mi realidad.

A pesar de mi pensamiento salido de la nada pude aceptarlo como un consejo y buen deseo de su parte.

—Hija, vamos —mi madre me toma del brazo para jalarme dentro.

—Bien.

—Abigail, ten un poco de paciencia. El vuelo demora en salir, así que pasa esto con delicadeza —Luke detuvo a mi madre de forma rápida para…no sé, ¿hacerle tomar en cuenta que este era el último momento que teníamos?

—Nunca se sabe con ella —creo que imaginaba que no oía a pesar de que estaba a su lado.

Quería creer que en alguna parte de su corazón le dolía el hecho de que estaba por irme.

—Eso hago —quise zafarme, pero mi tía apareció en el otro lado para sujetarme de la misma manera.

—Creo que ansío estar en ese avión justo ahora.

—Pasa por seguridad tú primero —dice Luke cuando vamos cruzando la puerta de metal que me daba recuerdos de cada vez que íbamos a ver a mi madre cuando volvía de sus viajes.

Cuando llegamos a la entrada para ir al avión una señorita llamó por el parlante a los pasajeros de mi vuelo. Sentí un ligero cosquilleo en mi estómago, de cierta manera sabía que irme sería un cambio drástico, aún si iba con mi padre.

Sin pensarlo dos veces con todas mis fuerzas abracé a mi tía, unas lágrimas salieron de su rostro, sentí unas caer en mi cabello.

—Te extrañaré —susurré en su oído, ella me apretó más contra su cuerpo casi dejándome sin aire.

—Igual, bicho —dijo ella con un suspiro integrado.

Reí, ese apodo: bicho, así me llama desde que tengo memoria, amaba que me llamara así y no sabía el porqué de ello.

Me separé y todos estaban en fila esperando que pasara por donde ellos, vi a mi madre, ella me sonrió y la abracé de igual forma, como dije: seguía siendo mi madre y la amaba a pesar de todo lo que vivimos. Aunque tuviera sentimientos reprimidos contra ella no quitaba el hecho de que fui feliz con ella, pero parece que nuestro tiempo caducó.

—Tan rápido te cansas de mí —me burlé, ella rió ante mi comentario.

Asintió, con una sonrisa de nostalgia, le dediqué una mirada tranquilizante y la abracé de nuevo.

Entonces sí le dolía.

—Ellos no saben a qué clase de persona van a tener —dijo negando con la cabeza, me reí al igual que ella.

—Creo que tienes toda la razón, no lo saben, todavía. Te apuesto veinte dólares a que me regresan a la semana.

—Los volverás locos —siguió, asentí mientras iba imaginándome con ellos quemando la cocina, inundando el baño, rompiendo uno que otro vidrio de la sala, arrojando un sin fin de papeles por doquier al igual que mi ropa. Sí, estaban fritos. Una vez que me separé de ella vi a Luke, que se encontraba con los brazos abiertos para recibirme, al él también le tenía algo de rabia pero se había ganado mi respeto, así que acepté su abrazo, me miró con desconcierto cuando enrollé mis brazos en su cintura ya que era muy alto.

—Gracias por todo, Luke.

Aunque no lo veía en ese momento pude saber que sonreía, quizá ese era el primer momento donde demostraba el aprecio que le tenía desde que hiso de mi madre alguien mejor.

—De nada.

—Te odio —dije sonriendo, este se quedó frío, pero pronto recuperó su sonrisa al darse cuenta de que era broma, pero no dudaba que entre ese comentario había un poco de verdad. Bien, punto para mí—. Adiós —me solté de su abrazo, él me veía confundido y sorprendido, ahora toca el mundano de su hijo.

—¡Charlie! —me regañó mamá.

¡Demonios! Hablé en voz alta otra vez. Me encogí de hombros restándole importancia al asunto, ella sabía muy bien cuales eran mis sentimientos hacia ese chico que me causaba dolor de cabeza cada vez que venía a cenar.

—Es verdad —no iba a disculparme.

Luke solo trataba de contener las carcajadas al ver la reacción anonada de su hijo cuando me fui acercando hacia él.

Miré a Max con una ceja levantada cuando él quiso abrazarme y lo rechacé de inmediato, este me sonrió, arrogante, como siempre aunque sea un tonto todo el tiempo es muy guapo, por favor, no me culpen, las hormonas de una adolescente no se contienen tanto. ¿Cómo no? Max era alto, podíamos decir que me pasaba por una cabeza y media con un muy lindo bronceado de tanto tiempo jugando en el parque, con un cuerpo trabajado por todos los días que entrenaba, aquellos ojos color miel con verde en el borde que pueden llegar a hipnotizar y un cabello negro que le daba un toque más rebelde a su estilo frecuente.

Igual lo tomé de la mano.

—A ti te odio más que a nadie —dije con un tono más irónico, este solo sonrió de lado, de un momento a otro me abrazo, me tomó por sorpresa así que no reaccioné lo más rápido posible, me tensé ante ese movimiento, su boca estaba cerca de mi oído, demasiado cerca.

—Me gusta la nueva tú, Charlie —susurró en mi oído con un tono de perversión para que los demás no se dieran cuenta se acercó más a mi fingiendo solo "abrazar".

Con que le gusta la nueva yo. Ya vamos a ver si te sigue gustando la nueva yo, idiota.

Me separé, le sonreí coquetamente a lo que fui acercándome a su rostro lentamente, él creía que iba a hacer otra cosa pero todo eso se borró de su mente cuando en cuestión de segundos mi puño había impactado en su mejilla derecha, el retrocedió ante mi movimiento, todos abrieron los ojos sorprendidos, él, por otra parte, me miró de una forma inusual, casi divertida, se sobó la mejilla y sonrió.

¿Qué tan divertido es qué te den un buen puñetazo en la cara?

—Buen gancho, niña—su tono de arrogancia de nuevo.

¿Niña?

—Púdrete —le levanté mi dedo corazón y se lo restregué en la cara. Oí como mamá me volvía a regañar y mi tía se reía a carcajadas, Luke era el único que estaba algo sorprendido aún pero aun así se estaba aguantando partir en risa.

Los miré a todos.

—Adiós —dije corriendo a la entrada.

Mandé un beso volado de burla, mamá gruñó y pegó un último grito el cual decidí ignorar cuando mi cuerpo ya casi desaparecía por el pasillo, mi tía seguía riendo como foca retrasada, Luke se quedó negando divertido y Max estaba sonriendo mientras se sobaba la mejilla que se encontraba roja.

—¡Sorpréndelos, bicho! —gritó mi tía de emoción, le sonreí en respuesta.

Y así es como era mi vida con ellos y desde el momento que subiera a ese avión sería otra.

Ahora que voy con mi padre y Will espero sepan reconocerme, aunque lo dudo mucho, pero sobre todo espero que sepan soportarme.

 

 

WILL

Estamos en el aeropuerto esperando a mi hermana Charlotte, hace cuatro años no la veo, ya hasta parecía una eternidad aquello. Nuestros padres se llevaban a la patada así que nunca nos veíamos, por suerte la vimos hace algunas navidades cuando ella insistió en verme, pero con el tiempo formó su vida lejos de nosotros, tanto mi padre como yo estábamos sumamente nerviosos por su llegada.

Ella irá a segundo año y yo a tercero, que era el último, así que sólo pasaremos un año completo juntos, hasta mi graduación. No era mucho tiempo, pero sería suficiente para sentirme bien al saber que volveré a convivir con mi mejor amiga. Si es como la recuerdo, bueno, no era tan chica que digamos, aunque eso era mejor, ningún tipo se le acercaba y yo no cumplía el papel de hermano sobre protector. Espero siga así. Porque, aunque ella no lo notaba, era muy bonita, tenía la belleza heredada de nuestra madre y la abuela, ambos tuvimos suerte en la repartición de los genes.

Adoraba saber que nos parecíamos un poco, por los ojos al menos. Eran de un color celeste que dejaba loco a quien lo veía. A parte de que teníamos la misma nariz.

Pero quién sabe, todos cambiamos, como yo. Antes era, como decirlo, un nerd, pero ahora soy uno de los chicos más reconocidos en la preparatoria. Sí, ámenme. ¡Gracias, pubertad!

El vuelo 187 con destino a Los Ángeles, ha llegado, por favor, salir —la voz del parlante me alarmó, ese era su vuelo.

Caminamos hasta la salida de los pasajeros. Todos empezaban a salir un poco amontonados. Mi hermana era baja para mí así que se me dificultaba un poco tratar de encontrarla en la marea de cabezas ya que era pequeña, no tanto, pero estar junto a mí la dejaba muy baja. Gracias a que estuve en basquetbol pude crecer mucho, podía decir que el metro ochenta eran babosadas para mí. Había mucha gente, pero no veía a Charlotte.

Pasaron tres minutos y una chica estaba parada en frente nuestro, pero no le preste atención.

—Eh —llamó la chica, como veía que no respondía a su llamada, me chasqueó a mí y a papá en la cara, ambos nos sorprendimos y miramos hacia abajo.

Que pequeña era.

—¿Qué quieres? ¿No ves que buscamos a... —la examiné más a profundidad con la mirada. Papá igual y ahí fue cuando quedé totalmente embobado, mis ojos se abrieron de sorpresa al verla y mi boca estaba abierta, como para dar paso a una mosca o a toda la jauría, papá estaba igual, era ella...mi hermana....¿mi hermana? ¿Está rubia es mi hermana? Debe ser una maldita broma.

—Charlotte...tú estás... —articulé tragando fuerte al verla, estaba tan cambiada, no era ella, parece que vivir con mamá le cambio por completo, ahí sentí tristeza al pensar que había cambiado.

—Charlie—dijo ella—. Ya cierra tu inmensa boca de ballena, William y di algo coherente —eso fue lo que contestó ante mi reacción con ese tono que me encantaba y por eso me di cuenta de que no cambió, seguía siendo ella.

Sacudí mi cabeza tratando de volver en mí rápido.

—¿En serio eres tú? —la voz de mi padre me hizo regresar completamente.

Ella asintió tímida y nerviosa. Sonreí a tal acto de ternura. Mi padre la miró y la abrazó, la extrañó bastante aunque no lo admitía, ella le correspondió y le dio un beso corto en la mejilla.

—Hola, papá —dijo ella con una gran sonrisa.

—Hola, linda. Guau, sí que has cambiado, mira tu cabello rubio, ya no negro ¿está es mi hija? —dijo mi padre divertido mientras le hacía dar giros.

Asintió avergonzada.

—En general, es castaño —dijo corrigiendo, no, eso ni de broma era castaño, era rubio, su cabello negro ya no estaba. Aunque debo admitir que me gustaba mucho como le quedaba.

Cuando se separó de papá, me vio con una sonrisa, yo seguía en medio trance, parado y viéndola como idiota, la miré de pies a cabeza. Dios, que cambio, ya no es la Charlotte que conocía, de repente ella se me abalanzó para abrazarme, sin pensarlo le correspondí, la abrazaba lo más fuerte que pude, creo que de verdad quería romperle los huesos.

Creo que de cierta forma no estaba tan pequeña como imaginaba.

—Hola, boba.

—Hola, memo —sonreí ante su saludo.

Memo, ya había olvidado ese sobrenombre que ella me había puesto años atrás.

—No sabes cuánto extrañaba oírte decir eso.

—Lo oirás todos los días.

—No te veía desde que eras una rata.

—Y yo desde que eras bajo.

Esos éramos nosotros en todo nuestro esplendor. Pude saberlo, ella seguía teniendo esa chispa interna donde parecía que un león enjaulado esperaba salir y disfrutar del mundo. Su aspecto pudo cambiar un poco, pero su melena era igual de rebelde que ella.

Iba a decir algo, pero de la nada, detrás de mí apareció Derek, mi mejor amigo, me hizo sobresaltar ante su aparecimiento, lo fulminé con la mirada.

—Ya, ya, tranquilo, hermano, sólo quería saludar a... —miró a Charlotte y se quedó de la misma forma que yo hace unos segundos o peor.

—¿Charlotte? —articuló con dificultad Derek, lo noté impresionado y nervioso.

—Charlie —lo corrigió ella.

Derek sonrió de oreja a oreja acercándose a ella, yo estaba algo ocupado mirándolo a él ya que este saludo a Charlie me pareció muy atrevido y más cuando le dio un corto beso pero sonoro en su mejilla, ella se sonrojó notablemente. Y yo estaba en el dilema si pegarle en la entrepierna o partirle la cara.

Ellos dos se conocían de hace mucho tiempo cuando Charlie vivía todavía con nosotros. Creo que una buena definición era decir que éramos mejores amigos entre los tres y esperaba que eso jamás cambiara. Derek estuvo apoyándome siempre, desde que lo conocí y me ayudaba a distinguir buenas y malas personas.

—Hola —dijo con cierto tono de conquista, al notarlo, lo tomé inmediato de la camisa y lo arrastré a mi lado con fuerza.

—Hola, Derek —dijo Charlie nerviosa, y con sus mejillas algo coloradas, él lo notó—. Hace mucho tiempo que no nos veíamos.

—Pero veo que los años te sentaron de maravilla.

Y yo ya estaba listo para darle un derechazo y un izquierdazo si intentaba algo más.

—Guau, Charlotte —dijo Derek, tosió levemente—, perdón, ¿Charlie? —ella asintió con algo de inseguridad, y este seguía embobado—. No me lo creo, ¿eres tú? Eres rubia, una rubia muy sexy, cabe recalcar.

Bueno esa fue la gota que derramo el vaso, llevé mi mano a su nuca dándole un buen golpe, él se quejó, lo miré desafiante. Bien el lado sobre protector salió de mí. Papá comenzó a reír a carcajadas, creo que para él esto era todo un espectáculo, claro, no era para nada celoso. Creo que esa parte me la traje yo.

—Muchachos, compórtense bien. Hay público presente en este lugar —mamá se había equivocado, es el mismo hombre que había dejado hace tiempo. Su sonrisa divertida y liberal estaba extendida en su rostro.

—Claro —Derek toma el brazo de Will para apartarlo de su camino y quedar frente a mí.

—Qué alegría volver a verte.

—Lo mismo digo —le sonrío de manera tranquila, hasta que mi hermano reaparece y toma a su amigo de la camisa como una advertencia.

—¿Qué tal el vuelo? —mi hermano estaba empeñado en separarnos.

—Ordinario —no sabía qué más decir.

—Supongo que todas esas maletas son tuyas —señalan la parte de salida de equipaje mientras nos movíamos.

—Desearía que no —bufo—, necesitaré ayuda.

—¡Voy! —ambos chicos estaban en una disputa para poder tomar todas las maletas.

—Desean impresionar a las chicas del lugar —explica mi padre—, estos chicos son un peligro cuando están juntos. ¡Se les van a caer! Si van a hacer algo, háganlo bien, maripositas.

Solté una carcajada que no pude contener a tiempo.

—Demonios, ¿qué llevas aquí dentro?

—Ropa y libros —eso era lo más exacto que podía decir.

—Por un momento pensé que estábamos llevando un mercado entero de sandías.

—Vamos a comer —interrumpió papá—, supongo que Charlie debe tener hambre, ¿no? —la miró esperando su respuesta, ella asintió lentamente, así que todos íbamos directo a Tonny's mi pizzería favorita.

—¡Qué bien! —se notaba que mi hermana se moría de hambre, ya que recordaba que a ella jamás le gustó la comida de avión.

Papá estaba en frente nuestro con Charlie conversando, casi podía captar de qué hablaban. Era sobre su vida con mamá y de sus problemas en la escuela, aunque mi padre quiso hacerle creer a mi madre que él era controlador se equivocaba, mi padre podría hacer de todo menos querer tenernos como perros amaestrados. Siempre pensó que era mucho mejor hacer locuras, equivocarse y gozar de la vida antes que quedarse quieto hasta esperar el momento de morir.

Derek estaba junto a mí, su atención no estaba en mí, obviamente.

—Guau, ¿Charlie siempre tuvo ese cuerpo?—preguntó Derek en susurró, el creyó que no lo oí—. ¿Tan ciego estaba? 

Lo fulminé con la mirada, este alzó los brazos haciéndose el inocente al ver que si lo escuché.

—Es mi hermana.

—Bien, me callo —dijo lentamente, me tranquilicé—, pero lo tiene —otro golpe.

Estampé mi mano en su cabeza. Caminábamos y todos miraban a Charlie y más los chicos, a los cuales fulminaba con la mirada y que de vez en cuando golpeaba con mis brazos.

—¿Ves? No soy el único que lo nota.

Otro golpe extra.

Dios, Charlie, me vas a dar mucho trabajo.

 

 

 

3. Sobreprotección al límite y una araña

CHARLIE

Después del momento vergonzoso que pasé en el aeropuerto y de las palizas que le metió Will a Derek era hora de unas lecciones de mi querido hermano de cómo debía estar, vestir, con quién llevarme, etc. Bueno, creo que mi llegada lo volvió algo sobreprotector y celoso. Noté como quería ocultarlo, pero no lo lograba, ni por un poco. Entendía en la posición que se encontraba, de todas formas, era mi hermano. Pasaron pocos días para que pudiera instalarme en mi antigua casa, donde todas mis cosas estaban exactamente como las había dejado y sería cruel no decir que me había llegado un sentimiento de tristeza tan fuerte al tener tantos recuerdos en mi cabeza. Al desempacar y de hacer ciertas llamadas a mi madre y a mi tía, pude ponerme al corriente con el nuevo instituto al cual debería asistir junto con Will, mi padre me había entregado un folleto donde estaban las especificaciones y al parecer mi madre ya envió mis documentos faltantes para concluir con las inscripciones, con suerte, este proceso se llevó a cabo desde hace semanas, así que no hubo mayor complicación.

—Te gustará, es bastante espacioso y las clases son bastante interactivas. O al menos eso recuerdo de cuando estaba en segundo, ahora que voy a tercero siento que van a despedazar mi pobre cerebro —mi hermano estaba por comerse un embutido de dulce, pero se detuvo a medio camino.

—Will —le sonrío—, tú de por si eres demasiado inteligente.

Era cierto, este hombre había tenido la bendición de una memoria fotográfica, por lo que era uno de los mejores en su clase.

—Osea sí —da un mordisco a ese malvavisco envuelto en chocolate—, pero aun así es complicado.

—No digas tonterías, William —mi padre estaba con periódico en mano mientras se servía un merecido café tras un exhaustivo día de trabajo.

—¡Papá!

—Tienes que mantener tus notas para no perder la beca de la universidad, recuerda eso.

—Oh, cierto —Will suelta una risa que se parecía al zumbido de una abeja.

—Tu hermano a veces tiene el descaro de decir que cuando viene con bajas calificaciones es porque se aburre fácilmente de algo que, para él, es sencillo y no pone el suficiente empeño —mi padre le tira la parte faltante de su sándwich a mi hermano justo en la cara—. Ni saldrás con esos jueguitos.

—Ya no es culpa ser tan inteligente.

Me levanto de la manera menos sutil para echarle el agua que estaba bebiendo encima de su ropa.

—Cuento contigo para enseñarme —le sonrío de una forma casual.

—¡Siempre hacías esto!

Voy directo a la cocina para dejar mis platos y poder lavarlos. Oigo la puerta abrirse a mis espaldas a los pocos segundos que oigo decir a mi padre que iría a darse una ducha porque tendría que arreglar un viaje de negocios que haría en unos días.

—¿Estás contenta?

Me volteo y veo a Will con una toalla en mano, secando un poco su ropa.

—Si hablas de eso, claro que sí —enjabono mi vaso.

—Graciosita —me bota la toalla y esta queda en mi cabeza. Los segundos que tuve de ceguera fueron fatales, tanto que había abierto la llave del agua todavía más y esta me salpicó de manera escandalosa—. Ahora ya estamos a mano.

—Lo noté —limpio mi rostro—, eres un desgraciado.

—Bueno —se arrima a uno de los muebles—, quería saber si te sientes bien aquí con nosotros.

Eso había salido de la nada, lo noté. Estaba preocupado por si yo estaba feliz junto a ellos, nadie podía decir que no lo estaba, claro que me costaría un poco volver a acostumbrarme. En todo este tiempo, mi padre, nos dejaba a mí y a Will salir por la ciudad para que vea cuántas cosas nuevas había alrededor, fue sorprendente. Como todavía las clases no empezaban, tuve que ponerme a pensar en todo lo que haría apenas llegue ese día.

—Me gusta vivir contigo y con papá —eso era lo único que podía decir.

—Ya veo.

Me ayuda a lavar los últimos platos para irnos a dormir lo más pronto posible.

—Falta poco para poder ir al instituto, ¿preparada?

—Mis vacaciones se terminan —eso dolía—, pero espero que sí.

—Entonces vamos a tener una charla muy larga tú y yo.

Eso no sonaba para nada a algo que yo quería hacer este día.

↣❅↢

 

—Quiero decir que esto era lo último que deseaba.

—Bien, Charlie, debes entender que en mi colegio hay muchos muchachos que quieren aprovecharse de chicas como tú, ¿bien? Si te acercas a ellos, te castigaré con maldades de hermano mayor y si ellos se acercan a ti, simplemente les parto la cara y los dejo sin herederos. Está bien para mí.

Bien, esto es demasiado.

—Will, sé cuidarme. No soy como las otras chicas y lo sabes. Antes luchábamos juntos por un trozo de chocolate y siempre te ganaba.

—Ese es el problema, hermanita —dijo restregándose el rostro en signo de frustración—. A nosotros, los chicos, nos gusta las chicas —me miró fijamente y torció un poco el labio inferior—. Difíciles.

Giré los ojos por estrés. De verdad que lo último que quería después de ese largo viaje era que mi hermano se pusiera paranoico y no me dejara en paz. Quería dormir todos los días que pudiera, porque aun sentía cansancio por el vuelo y todo lo que tuve que hacer antes de irme, solo recordar me causa pereza.

—Tranquilo, yo misma puedo dejarles sin herederos, no te preocupes.

Will sonreía como siempre, le gustaba mucho mi forma de ser, siempre me lo decía.

—Pero, de todas formas, hay que tener una palabra clave, para cuando me necesites, y les patee el trasero, ¿qué tal Cheeky?

¿Cheeky?

—Sí, así nadie sospecha, sólo lo deberías gritarlo y yo aparecería como un ninja. ¡Bum! Uno tras otro muerto de una patada.

—Ah, ¿sí?

—Sí, hermanita, ser un jugador de fútbol americano ayuda para las piernas, ¿sabías? —negué con la cabeza, algo divertida.

—No, pero ya, puedes irte, quiero dormir y tú estás en mi cuarto como una mosca interrumpiendo como si no tuvieras más que veinticuatro horas para vivir, largo —ordené.

—No, hay que estar listos para todo, para todo —se escabulló por mis sábanas, me tomó de los pies y me jaló con fuerza a lo que pegué un grito.

—¡Will, maldición! —grité tratando de soltarme, pero no lo logré—. ¡Son las dos de la madrugada, vete!

—¡Que no! —contraatacó con un jalón extra.

Lo miré con malicia, cuando estuve cerca de él y con rapidez puse cara de espanto, se quedó estático. Pude notarlo.

—¿Qué? —preguntó nervioso. Miré hacia abajo.

—Tienes una araña en el pantalón —dije lentamente.

—¿¡Qué!?

Will se paró de un salto de la cama, en un segundo salió de mi cuarto como alma que lleva el diablo, sacudiéndose, entró de un salto a su cuarto cerrando la puerta de un golpe, seguía escuchando los gritos pequeños de mi hermano. Bien, desde que tengo memoria él le tiene un pánico a toda araña sobre la tierra, no miento, la última vez no fue nada agradable cuando vio una.

 

FLASHBACK

—Will...no seas tarado, quiero comer —daba saltitos pequeños para alcanzar mi teléfono—, dame el maldito teléfono.

—No, sigue saltando, chaparra —dijo con su tono burlón.

—¡Derek! Dile que me devuelva el maldito teléfono, tengo hambre —le grité a mi amigo para que ayude, pero él ni se inmutó, gruñí por lo bajo, volví a saltar, pero Will elevaba más el celular.

—Devuélvemelo, simio con cerebro semidesarrollado —le dije enfadada.

Negó divertido, iba a darle un buen golpe en el estómago cuando veo lo que hay detrás de él.

—Will —digo suave—. Hay una araña detrás de ti —sus ojos se abrieron de espanto, saltó detrás de mí y empezó a gritar colgado ahora de mi espalda. Mala idea, él me doblaba el peso, así que ambos caímos al suelo de golpe.

—¡ARAÑA! ¡MÁTENLA! —gritó con un tono chillón.