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La balsa de la Medusa











Ant Machado Libros

www.machadolibros.com

El culto moderno a los monumentos





Traducción de
Ana Pérez López

Del mismo autor
en
La balsa de la Medusa:

52.
El arte industrial tardorromano
168.
El retrato holandés de grupo

Aloïs Riegl


El culto moderno a los
monumentos

Caracteres y origen







La balsa de la Medusa

La balsa de la Medusa, 7

Colección dirigida por
Valeriano Bozal










Título original: Der moderne Denkmalkultus.
SeinWesen und seine Entstehung,
Viena y Leipzig, 1903
© de la traducción, Ana Pérez López, 1987
© de la presente edición,
Machado Grupo de Distribución, S.L., 2017
C/ Labradores, 5. Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)
editorial@machadolibros.com
ISBN: 978-84-9114-168-6

Índice

Nota del editor


Biografía de Aloïs Riegl


El culto moderno a los monumentos


Introducción


1. Los valores monumentales y su evolución histórica

2. Los valores rememorativos en relación con el culto a los monumentos


a) El valor de la antigüedad

b) El valor histórico

c) El valor rememorativo intencionado


3. Los valores de contemporaneidad en relación con el culto a los monumentos


a) El valor instrumental

b) El valor artístico


α) El valor de novedad

β) Valor artístico relativo

Nota del editor

En 1906 Aloïs Riegl fue nombrado presidente de la Comisión de Monumentos Históricos, que debía preparar una nueva legislación sobre su conservación. Con este motivo redactó Der moderne Denkmalkulkus. Sein Wesen und seine Entstehung (El culto moderno a los monumentos. Caracteres y origen), que fue publicado en Viena por la Comisión el año 1903. Dos años después, el 17 de junio, Riegl moría en esa ciudad.

Tal como el lector podrá apreciar, el texto de Riegl no tiene carácter administrativo ni propone legislación concreta alguna. Lo que el autor pretende es analizar la índole de los monumentos, sus diferentes valores, histórico, artístico, de antigüedad..., y las relaciones, en ocasiones contradictorias, que entre ellos pueden darse, la finalidad en la que se inscriben y los problemas que, desde este nivel teórico, plantean las diversas opciones posibles sobre su conservación.

En un momento en el que, como sucede ahora, la conservación del patrimonio artístico se ha convertido en uno de los objetivos centrales de las políticas culturales, la actualidad del texto de Riegl está fuera de toda duda. Simultáneamente pone de manifiesto el rigor con el que el historiador austríaco emprendió su labor: lejos de atenerse a una casuística más o menos acertada, aproximada, siempre puntual, aborda las bases teóricas desde las que cualquier intervención concreta debe pensarse y redacta, así, un texto que es ya clásico. El escrito de Riegl plantea la problemática de los diferentes valores del monumento articulándola con dos aspectos fundamentales para la «escuela» de historiografía vienesa y, en particular, para el formalismo: el culto a los monumentos en un culto moderno y la consideración de la modernidad alienta explícita e implícitamente a lo largo de todo el análisis en cuanto perspectiva y horizonte desde el que llevarlo a cabo; después, en segundo lugar, la voluntad de arte o voluntad de forma (Kunstwollen) está en la base de toda la argumentación, que desarrolla y arroja nueva luz sobre esta categoría central del formalismo. El culto moderno a los monumentos es, así, un texto de compleja y rica lectura.

Biografía de Aloïs Riegl

1858

Nace en la ciudad de Linz.


1875

Inicia estudios de Derecho en la Universidad de Viena. Dos años después, en 1877, se dedica intensamente a la filosofía y a la historia. En este último campo recibe la influencia de Th. von Sickel.


1886

Conservador del Museo de Artes Decorativas, Viena, en el que permanecerá once años. Riegl fue nombrado director de la Sección de Artes Textiles, didicándose intensamente al estudio y publicación de investigaciones.


1889

Simultanea el Museo con la docencia universitaria.


1893

Publica Stilgrafen (traducción castellana: Problemas de estilo, Fundamentos para una historia de la ornamentación, Barcelona, G. Gili, 1980).


1897

Es nombrado catedrático de la Universidad de Viena, por lo que deja su trabajo en el Museo.


1901

Aparece el que quizá sea su libro más famoso: Spatromische Kunstindustrie (traducción castellana: Arte industrial tardorromano, A. Machado, 1992).


1902

Das holländische Gruppenportrait (traducción castellana: El retrato holandés de grupo, A. Machado, 2009). Es nombrado presidente de la Comisión Central Imperial y Real de Monumentos Históricos y Artísticos.


1903

Der moderne Denkmalkultus. Sein Wesen und seine Entstehung.


1905

Muere en Viena.



Entre las publicaciones póstumas, caben destacar:


1908

Die Entstehung der Barockkunst in Rom (La formación del arte barroco en Roma). Notas de sus cursos editadas por A. Burda y Max Dvorák.


1912

G. Baldinucci vita des Gov. Lorenzo Bernini (La vida de Bernini, de G. Baldinucci).


1923

Kunstsgewerbe des frühen Mittelalters (La industria artística en el primer Medioevo). Notas editadas por E. H. Zimmermann.


1966

Historische Grammatik der Bildenden Künste (Gramática histórica de las artes plásticas). Notas de los cursos en la Universidad de Viena editadas por K. M. Swoboda y Otto Pächt.

El culto moderno a los monumentos

Introducción

Las reflexiones expuestas en esta obra deben su origen a un proyecto emprendido por encargo de la Presidencia de la Comisión Central Imperial y Real de Monumentos Históricos y Artísticos, con el fin de esbozar un plan de reorganización de la conservación de monumentos públicos en Austria. El que hoy día la necesidad de dicha reorganización se sienta de modo general como algo urgente es consecuencia lógica del profundo cambio que en los últimos años han experimentado nuestras concepciones sobre el carácter del culto a los monumentos y las exigencias que de él se derivan. La primera tarea que se presentaba era, pues, definir lo más claramente posible el carácter del culto moderno a los monumentos, teniendo en cuenta este cambio, y demostrar su relación genética con las anteriores fases evolutivas del culto a los monumentos. El intento de cumplir esta tarea es el contenido de las siguientes páginas. Dado que constituye un todo cerrado, la Presidencia de la Comisión Central Imperial y Real ha creído conveniente darlo a conocer a la opinión pública como una obra con entidad propia, prescindiendo de las consecuencias prácticas que de aquí se derivan, especialmente para la conservación de monumentos austríacos.

1. Los valores monumentales y su evolución histórica

Por monumento, en el sentido más antiguo y primigenio, se entiende una obra realizada por la mano humana y creada con el fin específico de mantener hazañas o destinos individuales (o un conjunto de estos) siempre vivos y presentes en la conciencia de las generaciones venideras. Puede tratarse de un monumento artístico o escrito, en la medida en que el acontecimiento que se pretende inmortalizar se ponga en conocimiento del que lo contempla solo con los medios expresivos de las artes plásticas o recurriendo a la ayuda de una inscripción. Lo más frecuente es la unión de ambos géneros de un modo parejo. La creación y conservación de estos monumentos «intencionados», que se remonta a los primeros tiempos documentados de la cultura humana, no ha concluido hoy ni mucho menos, pero cuando hablamos del culto moderno y conservación de monumentos, prácticamente no pensamos en estos monumentos «intencionados», sino en los «monumentos históricos y artísticos», según reza la denominación oficial, al menos en Austria. Esta denominación, plenamente justificada según las concepciones vigentes desde el siglo XVI al XIX, podría inducir hoy a malentendidos a la vista de las concepciones que se han ido imponiendo en los últimos tiempos sobre la esencia de los valores artísticos, por lo que en primer lugar habremos de examinar lo que hasta ahora se ha entendido por «monumento histórico y artístico».

Según la definición más usual, obra de arte es toda obra humana apreciable por el tacto, la vista o el oído que muestra un valor artístico, y monumento histórico es toda y cada una de estas obras que posee un valor histórico. En nuestro contexto, podemos excluir de nuestra consideración, desde un principio, los monumentos perceptibles por el oído (musicales), ya que, en lo que aquí nos puede interesar, han de ser incluidos entre los monumentos históricos. Por tanto, hemos de preguntar exclusivamente con relación a las obras perceptibles al tacto y a la vista de las artes plásticas (en el sentido más amplio, es decir, abarcando toda creación de la mano humana): ¿Qué es valor artístico y qué es valor histórico?

El valor histórico es evidentemente el más amplio y puede, por tanto, ser analizado en primer lugar. Llamamos histórico a todo lo que ha existido alguna vez y ya no existe. Según los conceptos más modernos, a esto vinculamos la idea de que lo que alguna vez ha existido no puede volver a existir, y que todo lo que ha existido constituye un eslabón imprescindible e indesplazable de una cadena evolutiva, o lo que es lo mismo, que todo está condicionado por lo anterior y no habría podido ocurrir como ha ocurrido si no le hubiese precedido aquel eslabón anterior. El pensamiento evolutivo constituye, pues, el núcleo de toda concepción histórica moderna. Así, según las concepciones modernas, toda actividad humana y todo destino humano del que se nos haya conservado testimonio o noticia tiene derecho, sin excepción alguna, a reclamar para sí un valor histórico: en el fondo consideramos imprescindibles a todos y cada uno de los acontecimientos históricos. Pero como no sería posible tener en cuenta el enorme número de acontecimientos de los que se han conservado testimonios directos o indirectos, y que con cada momento que transcurre se multiplican hasta el infinito, nos hemos visto hasta ahora obligados a dirigir nuestra atención fundamentalmente a aquellos testimonios que parecen representar etapas especialmente destacadas en el curso evolutivo de una determinada rama de la actividad humana. El testimonio puede ser un monumento escrito, por medio de cuya lectura se despiertan ideas contenidas en nuestra conciencia, o puede ser un monumento artístico, cuyo contenido se capta de un modo inmediato por medio de los sentidos. Aquí es verdaderamente importante tener presente que todo monumento artístico, sin excepción, es al mismo tiempo un monumento histórico, pues representa un determinado estadio de la evolución de las artes plásticas para el que, en sentido estricto, no se puede encontrar ninguna sustitución equivalente. Y a la inversa, todo monumento histórico es también un monumento artístico, pues incluso un monumento escrito tan insignificante como, por ejemplo, una hojita de papel con una breve nota intrascendente, además de su valor histórico sobre la evolución de la fabricación del papel, la escritura, los materiales para escribir, etcétera, contiene toda una serie de elementos artísticos: la forma externa de la hojita, la forma de las letras y el modo de agruparlas. Ciertamente, son estos elementos de ellos porque poseemos suficientes monumentos que nos transmiten prácticamente lo mismo de un modo más rico y detallado. Pero si esta hojita fuese el único testimonio conservado de la creación de su época, a pesar de su precariedad habríamos de considerarla como un monumento artístico absolutamente imprescindible. El arte que en ella encontramos nos interesa, sin embargo, en primera instancia solo desde el punto de vista histórico: el monumento se nos presenta como un eslabón imprescindible en la cadena evolutiva de la historia del arte. El «monumento artístico» es, en este sentido, propiamente un «monumento histórico-artístico», cuyo valor no es, desde esta perspectiva, un «valor artístico», sino un «valor histórico». De aquí se podría deducir que la distinción entre «monumentos históricos y artísticos» es inexacta, puesto que los segundos están comprendidos en los primeros y se confunden con ellos.