JACQUES BAYNAC
MAYO DEL 68: LA REVOLUCIÓN
DE LA REVOLUCIÓN
CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA
DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
DEL 3 DE MAYO AL 16 DE JUNIO DE 1968
Traducción de Marisa Pérez Colina
Prólogo de Tomás Ibáñez
ACUARELA LIBROS |
A. MACHADO LIBROS |
Licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra, siempre que se reco-nozcan los créditos de la misma de la manera especificada por el autor o licenciador. No se puede utilizar esta obra con fines comerciales. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta. En cualquier uso o distribución de la obra se deberán establecer claramente los términos de esta licencia. Se podrá prescindir de cualquiera de estas condiciones siempre que se obtenga el permiso expreso del titular de los derechos de autor.
© de la presente edición:
Ediciones Acuarela y Machado Grupo de Distribución, S.L.
Autor: Jacques Baynac
Título original: Mai retrouvé. Contribution à l’histoire du mouvement révolutionnaire du 3 mai au 16 juin 1968
Fecha original: 1978
Prologuista: Tomás Ibáñez
Traducción: Marisa Pérez Colina
Ilustraciones: Natalia Matesanz Ventura
Maquetación: Antonio Borrallo
Edición:
Acuarela Libros
acuarelalibros@gmail.com
acuarelalibros.blogspot.com
Machado Grupo de Distribución, S.L.
C/ Labradores, 5 - Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)
machadolibros@machadolibros.com
www.machadolibros.com
ISBN: 978-84-9114-181-5
Nota editorial
«Deseo de Mayo», de Tomás Ibáñez
Mayo del 68: la revolución de la revolución
Sobre los adoquines, la página
Listado de siglas y acrónimos (organizaciones, etc.)
Primera parte
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
El Estado y la revolución
3 de mayo
1. La primavera de París
2. El Elíseo
3. La Sorbona
4. La policía
5. Incidentes
6. Reacciones
¿Qué hacer?
22 de marzo
7. Daniel Cohn-Bendit y la ocupación de Nanterre
8. Los enragés
Un paso adelante...
6 de mayo
9. Consejo de disciplina
10. Disturbios en la plaza Maubert
11. Sublevación en Saint Germain des Prés
... dos pasos atrás
7 y 8 de mayo
12. El SNE Sup y el prefecto de Policía
13. La larga marcha
14. Abatimiento y reacción de Alain Geismar
Los amigos del pueblo
9 de mayo
15. El 150 aniversario del nacimiento de Karl Marx
16. Louis Aragon en el Barrio Latino
17. El Partido Comunista
18. Mitin en la Mutualidad
La gran noche
Noche del 10 al 11 de mayo
19. Esperando el asalto
20. Negociaciones en todos los niveles
21. El ataque de la calle Gay Lussac
22. La barricada invencible
23. Últimos combates en la plaza de la Contrescarpe
La crisis está madura
11, 12 y 13 de mayo
24. Negociaciones del movimiento con los sindicatos
25. Agitación en el Partido Comunista
26. Georges Pompidou cede, ocupación de la Universidad de Censier
27. La gran procesión
28. La liberación de la Sorbona
Segunda parte
LA ALEACIÓN TRABAJADORES-ESTUDIANTES
La base roja
29. Obreros en la uni
30. Expulsión de los leninistas
31. El Comité de Acción Trabajadores-Estudiantes de Censier
32. Los estudiantes reformistas
33. La organización del Comité de Acción Trabajadores-Estudiantes
La huelga
34. Las primeras escaramuzas
35. La huelga en Renault
36. El Comité de Acción Citroën
37. Los Comités de Acción Extranjeros
El fuego en el llano
38. El movimiento estudiantil en el mundo
39. El regreso del general De Gaulle y la huelga en provincias
La autogestión
40. La asamblea general del Comité de Acción Trabajadores-Estudiantes del 21 de mayo
41. En provincias: Troyes
42. Los campesinos de Cavaillon y la huelga activa
La ofensiva general
43. Los Comités de Acción de Barrio, el del Distrito XIII
44. La Asamblea General del movimiento de los Comités de Acción (23 de mayo), el Partido Comunista y las reacciones de Censier
45. La noche más caliente (del 24 al 25 de mayo)
46. «¿Qué hacer?»
47. El Comité de Acción de las Nouvelles Messageries de la Presse Parisienne [Nuevas Agencias de Distribución de París] (NMPP)
Las grandes maniobras
48. Las negociaciones de Grenelle (del 25 al 27 de mayo)
49. La operación Mendès France y la concentración en el estadio Charlety (27 de mayo por la tarde)
50. François Mitterrand entra en escena (28 de mayo)
51. La manifestación del Partido Comunista y la desaparición del jefe de Estado (29 de mayo)
La resistencia
52. La manifestación gaullista y las reacciones de Censier (30 de mayo)
53. El rechazo de las elecciones. Posiciones del Comité de Acción Escritores y de Censier
54. El Comité de Acción Rhône Poulenc
55. El Comité Interempresas
56. El Comité de Acción de la Regie Autonome des Transports Parisiens (RATP)
La retirada
57. La Asamblea General de los Comités de Acción (3 de junio)a
58. El último cartucho de Flinsa
59. Las evacuacionesa
60. Y desde entonces...
Fuentes
«Mayo 68: una hipótesis sobre la estrategia, el tiempo y la revolución», de Jacques Baynac
Sobre las «ilustraciones» de este libro
Mayo del 68 es un acontecimiento que atraviesa el catálogo de Acuarela Libros desde sus comienzos: por ejemplo, los Escritos políticos de Maurice Blanchot recogen los impactantes textos escritos colectivamente por el Comité Escritores-Estudiantes durante el movimiento; Crisis de palabras de Daniel Blanchard reflexiona largamente sobre la «toma de palabra» colectiva y política que se produjo entonces; Mayo del 68 y sus vidas posteriores de Kristin Ross es directamente un ensayo crítico sobre el trabajo de despolitización de la memoria del 68 que se ha venido desarrollando durante décadas y hasta ahora; y, en fin, el Mayo está en el corazón de la vida y el pensamiento de otros autores de la casa como Perniola, Bifo, Debord, Castoriadis, etc.
Mayo del 68: revolución de la revolución. Una formidable toma de la palabra por parte de miles de personas condenadas hasta entonces al silencio y el aislamiento. La calle como lugar de diálogo y los muros como espacio de expresión creativa. La alegría desbordante del encuentro entre diferentes y de la interrupción de la normalidad mortífera. La política no como un asunto de partidos o profesionales, sino como la invención de prácticas mediante las cuales las personas cualquiera se vuelven capaces de hablar en nombre propio, pensar y decidir en primera persona, planteando colectivamente los propios problemas. Una pelea, no tanto entre izquierda y derecha, como entre los de arriba y los de abajo. En fin, una nueva experiencia de lo político, por fuera de los partidos y los sindicatos, más al á del horizonte de la toma del poder, que encuentra su recompensa en la misma acción y no en una promesa futura o trascendente. Todo ello resuena muy poderosamente con las búsquedas del presente y con los acontecimientos políticos recientes (primavera árabe, 15M, Occupy, Syntagma, Gezi, etc.). Casi 50 años después, Mayo del 68 puede seguir dándonos mucho qué pensar.
El libro que tienes entre manos reúne tres textos:
En primer lugar, el prólogo escrito para esta edición por Tomás Ibáñez. La vida de Tomás Ibañez está marcada por el anarquismo desde su infancia: hijo del exilio libertario en Francia, participó en los años 60 en los circuitos estudiantiles anarquistas cuando aún casi nadie se atrevía a cuestionar la hegemonía del Partido Comunista. En Mayo del 68, integrado en el Movimiento 22 de Marzo junto a compañeros anarquistas como Daniel Cohn- Bendit o Jean-Pierre Duteuil, se sumerge en la cotidianeidad de los acontecimientos hasta que es detenido el 10 de junio y confinado en destierro por su condición de refugiado político. En 1973 volvió a España y participó en los fracasados intentos de reconstrucción de la CNT. Autor de referencia para las corrientes libertarias en España y el extranjero, ha enriquecido los planteamientos anarquistas básicos con las aportaciones del post- estructuralismo francés y, muy en concreto, de Michel Foucault. La trayectoria de Tomás Ibáñez es de enorme valor, porque rompe con la idea dominante que quiere hacernos ver a todos los protagonistas del 68 atrapados en la alternativa entre arrepentimiento, normalización, cinismo y/o autodestrucción. Y su pluma trabaja siempre para que la historia sea memoria viva y no lengua muerta, catapulta y no ancla, presente y futuro, no solo pasado.
En segundo lugar, el libro que publicó Jacques Baynac en 1978, titulado originalmente Mayo reecontrado (Mai retrouvé). Diez años después de haber acontecido, el movimiento de Mayo del 68 se estaba haciendo paradójicamente invisible por un exceso de reinterpretaciones que tendían a aniquilar toda su radicalidad. El libro de Baynac trata de revitalizar la potencia del 68, pero no proponiendo otra interpretación más en disputa, sino rescatando la historia de las prácticas concretas que le habían dado vida (las manifestaciones, las ocupaciones de fábricas, los enfrentamientos con la policía, la reapropiación de la calle, los Comités de Acción, la vertiginosa toma de la palabra por parte de aquellos que siempre han estado excluidos de ella), borradas ya en el primer aniversario de Mayo, silenciadas y sepultadas después a lo largo de décadas por los iconos, estereotipos y clichés desgraciadamente por todos conocidos. Es difícil encontrar otro libro sobre Mayo del 68 donde se muestre, con el mismo rigor y la emoción, la historia y la materialidad misma del movimiento.
En tercer lugar, el ensayo que cierra este libro, «Mayo del 68: una hipótesis sobre la estrategia, el tiempo y la revolución», fue publicado por Baynac también en 1978 en Libre, la mítica revista de política, antropología y filosofía fundada en los años 70 por personalidades como Cornelius Castoriadis, Claude Lefort y Marcel Gauchet. Es un ensayo perfectamente complementario del trabajo de investigación histórico en el que Baynac desarrolla algo que en el libro se encuentra quizá solo de modo latente: una interpretación política sobre el carácter radicalmente innovador de la estrategia que se despliega a través de las prácticas concretas de Mayo. Una estrategia que no razona en términos de poder y de tener, de espacio y de cantidad, de mediación y organización, sino de no-poder y de ser, de tiempo y de calidad, de aquí y ahora y autoorganización. Una «nueva racionalidad» de lo político, a cargo precisamente de los excluidos de la política, que rechaza «cambiar el mundo a través de la toma del poder» y encarna el deseo de una sociedad y un modo de vida sustancialmente nuevos.
Por último, el libro está «ilustrado» (portada, solapa, interiores) por Natalia Matesanz Ventura, arquitecta e investigadora. Durante el proceso de edición del libro, conocimos el trabajo cartográfico de Natalia sobre el «espacio afectivo» de Mayo del 68 y nos interesó muchísimo. Los afectos son esas fuerzas e intensidades que nos activan, transforman y ponen en movimiento. Uno de los motores principales de la política de transformación social, por tanto. En Mayo, las intensidades afectivas irrumpen, desarreglan y hacen vibrar las ciudades, los espacios, los lugares. Desordenan las divisiones sociales cotidianas, los espacios fijos, unívocos, reglamentados. Agujerean las distancias. Acercan lo que estaba lejos, separado. Producen nuevas conexiones entre personas, cosas, lugares, corrientes de energía y empatía. Crean una maraña dinámica de nuevas relaciones y vínculos donde había un espacio compartimentado, regulado, jerarquizado. Sin lugar a dudas, podemos aprender mucho de Mayo a partir de estos «mapas afectivos», que no son tanto «ilustraciones» como «máquinas de visión». Que dialogan y resuenan con el texto de Baynac y a la vez dan a ver otras cosas.
Por muy intenso que pueda ser nuestro deseo de que Mayo del 68 vuelva a acontecer algún día, de bien poco sirve alimentar la nostalgia de lo que nunca volverá a ser. La irreductible singularidad de aquel evento lo ha anclado firmemente en la historia convirtiéndolo en un episodio absolutamente irrepetible. Pero, cuidado, afirmar que Mayo del 68 no puede acontecer nuevamente no implica, ni mucho menos, que haya dejado de latir con fuerza en nuestro presente, ni que sus efectos se hayan extinguido con el paso del tiempo.
Definitivamente irrepetible, Mayo del 68 se reinventa, sin embargo , en cada gesto de colectiva rebeldía, desde la Selva Lacandona, hasta la Plaza Taksim, pasando por Notre Dame des Landes, o por las abarrotadas plazas del 15M, entre muchos otros lugares. Pero, vayamos con cuidado, también en este caso, porque, decir que Mayo del 68 se reinventa en ocasiones, no significa que no presente notables diferencias con sus variadas reinvenciones.
Son esos extremos los que me gustaría abordar aquí, a modo de personal y fraternal homenaje al gran libro que Jacques Baynac nos ofrece. Sin duda, uno de los mejores que jamás se hayan escrito al respecto.
Mayo del 68 forma parte de esos raros eventos históricos que están dotados de la suficiente magia para espolear la imaginación, encender deseos y hacernos soñar.
Acontecimiento absolutamente inesperado, Mayo no solo causó una enorme estupefacción en el mundo entero sino que dejó atónitos a sus propios protagonistas. Nadie había imaginado que algo semejante pudiese ocurrir en aquel periodo que era relativamente próspero, y en aquel país que era tan apacible que hasta podía resultar aburrido.
Es más, lo que entonces estaba ocurriendo seguía siendo inimaginable y desconcertante para nosotros mismos en el atardecer de cada día de lucha, y en el misterio que envolvía cada amanecer de un continuo combate1.
La magia de Mayo nos transformó hasta el punto de que nunca volvimos a ser los mismos y, su impronta fue tal, que para muchas de las personas que lo vivimos Mayo nunca concluyó del todo, como así queda reflejado en el espléndido libro La libreta francesa. Mayo del 68, escrito por la entonces veinteañera Emma Cohen2 que decidió fugarse del entorno familiar para sumergirse integralmente en las turbulencias de Mayo.
Para quienes lo vivimos intensamente resulta imposible hablar de Mayo desde cualquier otro registro afectivo que no sea el de la pasión. Es esa pasión la que aflora en cada línea del relato que nos ofrece Jacques Baynac, un relato que narra, desde dentro y con suma precisión, lo sucedido durante los acontecimientos3, rescatando con incuestionable acierto tanto el extraordinario ambiente que hizo la singularidad de Mayo, como los novedosos contenidos políticos que lo agitaron.
En lo que sigue, trataré de contener mi propia pasión, absteniéndome de reincidir sobre un relato cronológico magníficamente elaborado por Jacques Baynac, limitándome a desarrollar dos aspectos. Por una parte, intentaré complementar, a mi manera, algunas de las claves ofrecidas en el libro para acercarnos a lo que fue Mayo del 68 y, por otra parte, intentaré enlazar la experiencia de Mayo con el momento presente.
Se ha escrito que 1968 fue “el año que conmocionó el Mundo” y, en efecto, Mayo del 68 participó plenamente de un contexto internacional sumamente ajetreado. En los primeros meses del año se sucedieron las espectaculares y violentas manifestaciones de los Zengakuren4 en Japón, las ocupaciones de edificios universitarios en la Universidad de Columbia, las movilizaciones contra la Guerra del Vietnam, particularmente intensas en Berkeley, que culminaron en agosto con el multitudinario y tumultuoso asedio, liderado por Jerry Rubin, a la Convención Nacional Demócrata en Chicago. A principios de marzo la “Batalla de Valle Giulia”, en Roma, se saldó con 400 heridos, mientras que el 17 de ese mismo mes 30.000 jóvenes protagonizaron una batalla campal delante de la Embajada estadounidense en Londres, y el 22 de marzo un explosivo cóctel de anarquistas, trotskistas, maoístas y situacionistas ocupó el edificio administrativo de la Universidad de Nanterre.
Poco tiempo después, el 4 de abril, se produjo el asesinato de Martin Luther King, y el día 11 Rudi Dutschke resultó gravemente herido de bala en Berlín, lo que desató manifestaciones en toda Europa. También convendría añadir a todo lo anterior la radicalización, en Estados Unidos, de los movimientos por la igualdad racial con los Black Panthers y el Black Power, los ecos (finalmente engañosos) de la Revolución Cultural china, las exigencias de libertad que llegaban desde Praga o desde Varsovia, la seducción ejercida por las guerrillas latinoamericanas, el éxito multitudinario de las marchas antinucleares organizadas en semana santa y un largo etcétera.
Enclavada en ese turbulento contexto, la potente deflagración que representó Mayo del 68 superó, con mucho, el eco de los restantes eventos del año 1968 introduciendo, además, una diferencia importante. En efecto, las movilizaciones que sacudieron el mundo a lo largo de ese año especialmente convulso se articulaban en torno a reivindicaciones bien concretas y precisas. Sin embargo, aunque la protesta que se extendió por Francia aludía, ella también, a aspectos reivindicativos concretos, fueron unas exigencias de carácter mucho más general las que anidaban en sus motivaciones más profundas. Como dice Jacques Baynac, lo que latía en las energías dinamizadoras de Mayo era una sed de libertad en todos los planos y, más al á de tal o cual aspecto particular, lo que cuestionaba Mayo era directamente el tipo de vida, gris y vacío, que ofrecía el sistema. Una vida que no era vida sino simple y mortífera rutina5. Ciertamente, Mayo no conquistó el Poder, pero consiguió politizar espacios, lugares, personas, instituciones, procesos… así como la propia palabra y el quehacer cotidiano, mostrando que la pasividad y el aislamiento se pueden romper.
Su radical inconformismo, su llamativa vertiente transgresora y creativa hicieron que, lejos de agotarse en una mera protesta, Mayo del 68 abriese vías de innovación y de cambio en múltiples ámbitos, a la vez que declaraba caducos buen número de esquemas heredados. Fue así, por ejemplo, como los latidos de Mayo hicieron fluir expresiones libertarias por doquier, arrancándolas fuera del exiguo gueto donde moraban, y proyectándolas repentinamente sobre las multitudes para que la gente se las apropiase y las reinventase a su modo. Quizás fue por eso por lo que la cuestión de la toma del poder nunca se planteó como una exigencia principal.
Mayo del 68 se considera a veces, y no sin cierta razón, como una revuelta eminentemente estudiantil. Sin embargo, con independencia del indudable protagonismo de los sectores estudiantiles, fueron en realidad las ocupaciones de fábricas las que inyectaron en Mayo las energías que le permitieron subsistir más al á de la primera noche de las barricadas, y fueron los millones de trabajadores en huelga quienes potenciaron la resonancia, tanto en intensidad como en duración, que tuvo Mayo en lo más hondo de la sensibilidad antagonista. Fue lo que ocurrió en el mundo del trabajo lo que confirió a Mayo su dimensión de auténtico acontecimiento histórico, una dimensión que difícilmente hubiese alcanzado si se hubiese quedado en un simple asunto de estudiantes.
Desde el lugar privilegiado que le brindaba su activa participación en los Comités de Acción Trabajadores-Estudiantes (CATE), cuya asamblea general y cuya comisión coordinadora, permanentemente abierta a todos, se reunían en el recinto universitario de Censier, Jacques Baynac relata de primera mano el proceso, no de simple alianza, sino de auténtica fusión, que se dio entre ciertos sectores estudiantiles y determinados sectores de trabajadores estando ambos sectores fuertemente comprometidos con el rechazo de cualquier forma de vanguardismo, de verticalismo y de burocratización.
Pese a los denodados esfuerzos de las centrales sindicales para levantar un muro infranqueable entre los estudiantes y los trabajadores, no cabe duda de que en el ánimo de los jóvenes trabajadores que emprendieron las acciones más decisivas también latían, de forma más o menos confusa, y por encima de las reivindicaciones laborales particulares, la misma sed de libertad y la misma insatisfacción global con la vida impuesta por el sistema, que animaban al conjunto del movimiento de Mayo. Fueron esa motivaciones las que les impulsaron a llevar a cabo las primeras ocupaciones de fabricas, los secuestros de directivos, y las que alentaron su decidida presencia en las barricadas o en los choques contra la policía.
Haciendo eco a las acusaciones de aventurerismo que se lanzaron entonces contra aquellos jóvenes trabajadores y contra los estudiantes más comprometidos con las luchas de Mayo, también se expresaron posteriormente fuertes críticas hacia la improvisación reinante, hacia la espontaneidad de las actuaciones, hacia la ausencia de precisos mapas de navegación y de detalladas hojas de ruta. En esa línea se argumentó (y algunos siguen argumentando hoy) que si el movimiento hubiese contado con un proyecto claro, con unas metas preestablecidas y con unas sólidas estructuras organizativas, se hubiese podido encauzar las energías en una dirección que le habría permitido derrotar el enemigo.
Sin embargo, lo que esta forma de plantear las cosas no alcanza a entender es que fue, precisamente porque carecía de todos esos elementos, por lo que el movimiento pudo ir avanzando hasta donde llegó, que no fue poco, en lugar de haberse estancado en sus primeros pasos. El movimiento pudo progresar hasta topar, finalmente, con sus límites porque fue construyendo su proyecto sobre la marcha: un proyecto que no preexistía al inicio de la movilización, sino que se construía, se rectificaba y se formaba en el seno del hacer cotidiano. Fue ese hacer haciendo el que dio vida al movimiento y le permitió ir sorteando con inventiva, uno tras otro, los obstáculos que iban surgiendo en su camino.
De hecho, Mayo clausuró cierta forma de entender la revolución y eso enlaza con algunos de los planteamiento expresados por el Comité Invisible6 en su último libro. Unos planteamientos que podemos reformular de la siguiente manera: el sujeto revolucionario no preexiste a la revolución, se constituye en el seno del proceso revolucionario, resulta de ese proceso, porque es la revolución quien lo crea a partir de su propia andadura.
En este sentido, fueron los propios sucesos de Mayo, las prácticas que al í se desarrollaron, las fórmulas que en su devenir se idearon y se expresaron, los que dieron cuerpo a un multitudinario y variopinto colectivo que no existía en lugar alguno antes de que los acontecimientos lo fuesen construyendo y fuesen acuñando sus señas de identidad. Lo sucedido el día 3 de mayo fue paradigmático a este respecto.
En efecto, el 3 de mayo se puede considerar como el inicio real del Mayo del 68 porque fue el momento en el que el enfrentamiento saltó fuera de los recintos universitarios para expandirse por las calles de París y empezó a adquirir, desde ese mismo instante, algunas de las características que lo fueron definiendo. Ese día los dirigentes, los principales militantes y las fuerzas de choque de las organizaciones estudiantiles estaban confinados en el patio de la Sorbona, cercados por un impresionante despliegue policial. Se ha comentado que fue precisamente esa circunstancia la que permitió que la revuelta pudiese prender con tanta fuerza en las calles del Barrio Latino.
Los escasos militantes que habían conseguido salir de la Sorbona se afanaban en calmar los ánimos, en intentar tomar el control de la situación y en prevenir contra las nefastas consecuencias de provocar a la policía. Sin embargo, carecían de fuerza para interponerse: la gente reaccionaba desde su sensibilidad, sin consignas, ni directrices, ni encuadramiento. . Y ocurrió que, sin proponérselo, la gente la armó.¿¿ La reacción de las personas que circulábamos esa tarde por el Barrio Latino introdujo en el corazón de la lucha, desde el inicio, algo que no podía equipararse a una mera reivindicación porque se expresaba en términos de una exigencia ética: la solidaridad activa con los detenidos. También situaba en el corazón de la lucha la acción directa, sin mediaciones, y la autoorganización y, sobre todo, no se pedía que las instituciones ac edieran a una determinada demanda, sino que el multitudinario grito de «liberad a nuestros compañeros» era más un grito de guerra que una reclamación. Se actuaba contra los furgones policiales para liberar a los compañeros, no para pedir su liberación. Por fin, también se manifestaba una característica que marcaría todo el proceso de Mayo: la férrea determinación de unas personas que se mostraban decididas a poner su cuerpo, todo su cuerpo, en la lucha. Los más de 500 detenidos de esa increíble tarde-noche del 3 de mayo, o los más de 800 heridos del día 6 lo atestiguan sobradamente, pocos días antes de que estallase la famosa «noche de las barricadas» y sin esperar a la dantesca noche del 24 de mayo cuando París vivió unas escenas de auténtica insurrección.
No deja de ser llamativo que, pese a la extrema violencia de los enfrentamientos, solo se produjeran contadísimas víctimas mortales. La suerte estuvo, sin duda, del lado de los contendientes. Sin embargo, hay que precisar que, cuando poco a poco se fue restableciendo la normalidad, fueron muchos y muchas quienes no soportaron la perspectiva de renunciar a las promesas de Mayo. No pudieron resignarse a seguir viviendo como antes y se quitaron la vida, de una forma u otra, en las semanas, en los meses, o en los inmediatos años posteriores. Eso nos permite intuir cuál fue la pasión que engendró Mayo del 68, cuál fue la intensidad de las vivencias que suscitó, el entusiasmo que logró despertar y la fuerza con la cuál cambió, en cuestión de muy pocos días, unas historias de vida que parecían escritas de antemano y definidas de una vez por todas, con el trabajo, el consumo y la crianza de los hijos como único horizonte de sus deseos.¿¿ Quizás sea esa misma intensidad de las vivencias la responsable de que siempre nos produzca cierta sorpresa que se pueda hablar del fracaso final de Mayo del 68. De hecho, no parece muy procedente enjuiciar un acontecimiento en términos de éxito o de fracaso. Esas valoraciones solo se pueden aplicar, con propiedad, a un proyecto que se diseña para alcanzar tal o cual resultado, o a una ac ión que se emprende con tal o cual finalidad. Mayo del 68 no cayó del cielo, claro, respondió a determinadas causas, pero la realización de un proyecto no figuró entre ellas. Mayo fue, literalmente, un acontecimiento, es decir, una creación en el sentido estricto de la palabra, algo que no estaba precontenido en ningún momento anterior a su aparición. El éxito de un acontecimiento es, simplemente, el de haber acontecido, y su fracaso sería el de no haberse producido. Mayo del 68, simplemente, aconteció y ese es su incuestionable éxito a la vez que su indescifrable misterio, donde el papel del azar y de la concatenación de casualidades fue fundamental.
Interesarse hoy por Mayo del 68 no se reduce a rememorar lo ocurrido hace casi 50 años, no consiste en deslizarse por el registro discursivo de la memoria y del recuerdo, sino que encaja en el esfuerzo por intentar entender mejor nuestro aquí y ahora. La razón por la cual, reflexionar sobre Mayo del 68, no es tanto contemplar el pasado como pensar el presente, es bien sencilla: ciertos acontecimientos suceden, irrumpen con mayor o menor fuerza en una determinada situación histórica y, luego, se difuminan y desaparecen, dejando su memoria como único legado.
Sin embargo, otros acontecimientos marcan un antes y un después. Cuando eso ocurre, el acontecimiento excede su memoria, la desborda y se prolonga en lo qué le sucede en el tiempo. Mayo del 68 es un acontecimiento de ese tipo: cierra una época y abre otra y, como resulta que la época que abrió aún no se ha cerrado, aquel evento sigue afectando nuestro tiempo en mayor o menor medida.
En tanto en cuanto lo que está aconteciendo actualmente en el territorio español mantiene una estrecha relación con lo ocurrido a partir del 15 de mayo de 2011, no resisto la tentación de retomar aquí, en su literalidad, algunos fragmentos de lo que publiqué en la revista Archipiélago7 en 2008. Es decir, tres años antes de que se ocupasen las plazas:
«…Mayo nos enseñó… que las energías sociales necesarias para hacer surgir potentes movimientos populares, y para hacer brotar prácticas antagonistas de cierta intensidad, surgen desde dentro de la creación de determinadas situaciones, no les preexisten necesariamente. No es que esas energías se encuentren en estado latente, y se liberen cuando lo permiten las situaciones creadas, es más bien que esas energías se engendran, se constituyen, cuando se crean esas situaciones.
Se trata, por lo tanto, de unas energías que pueden aparecer “siempre”, en cualquier momento, aunque en el instante inmediatamente anterior no existan en ningún lugar.
Aprendimos que, a menudo, esas energías sociales se forman cuando “lo instituido” queda desbordado, cuando se sustrae un espacio a los dispositivos de poder, y se vacía ese espacio del poder que lo permea. Cuando se consigue, en definitiva, crear un “vacío de poder”. La creación de ese tipo de situaciones hace que las energías sociales se retroalimenten a sí mismas: van perdiendo fuerza y, de repente, vuelven a crecer como ocurre con las tormentas.
Por ejemplo, subvertir los funcionamientos habituales y los usos establecidos, ocupar los espacios, transformar los lugares de paso en lugares de encuentro y de habla, todo eso desata una creatividad colectiva que inventa de inmediato nuevas maneras de extender esa subversión y de hacerla proliferar.
…Mayo volvió a recordarnos, pero con especial intensidad, que los espacios liberados engendran nuevas relaciones sociales, que crean nuevos lazos sociales y que, en comparación con los lazos previamente existentes, esos se revelan incomparablemente más satisfactorios. Las personas experimentan entonces el sentimiento de que viven una vida distinta, donde gozan de lo que hacen, descubren nuevos alicientes, y se lanzan a una profunda transformación personal en muy poco tiempo, como si interviniese un proceso catalítico extraordinariamente potente.
La gente se conciencia y se politiza en cuestión de días, y no superficialmente sino profundamente, con una rapidez que resulta propiamente increíble.
…Mayo nos mostraba que son las realizaciones concretas, aquí y ahora, las que son capaces de motivar a la gente, de incitarle a ir más lejos y de hacerle ver que otras formas de vivir son posibles. Pero también nos advertía de que para que estas realizaciones puedan acontecer, la gente necesita, imperativamente, sentirse protagonista, decidir por ella misma, y es cuando es realmente protagonista, y cuando se siente efectivamente como tal, cuando su grado de implicación y de entrega puede dispararse hasta el infinito.»
¿ Acaso no fue eso lo que ocurrió efectivamente en las plazas en mayo de 2011 como ya había ocurrido en Mayo del 68? Cuando volvemos nuestra mirada hacia el movimiento que empezó a tomar cuerpo en mayo de 2011 es fácil reconocer en él varias de las características que mencionaba en aquel artículo. Sin embargo, si un acusado aire de familia entre Mayo del 68 y Mayo del 2011 fue perceptible mientras el Movimiento 15M se iba construyendo, no cabe decir lo mismo cuando se considera la ulterior evolución de una parte sustancial del 15M y lo que hoy acontece en el escenario político español.
Volveré inmediatamente sobre ello, pero antes quiero mencionar algunas de las diferencias que se pueden apreciar entre el Mayo del 68 y el Mayo del 15M, por encima del mencionado aire de familia que les une y guardando todas las proporciones.
Por ejemplo, la cuestión de la violencia recibió en cada circunstancia un tratamiento bastante dispar. Es cierto que, tanto en el 68 como en el 2011, las instituciones y los medios de comunicación magnificaron los destrozos y los actos de violencia callejera, atribuyendo toda la responsabilidad a los manifestantes. Sin embargo, por parte de los actores de uno y otro Mayo la actitud hacia la violencia fue bastante distinta. Nadie, en ninguno de los dos casos la justificó o la pregonó, pero en Mayo del 68 no se criminalizó sistemáticamente su uso sino que, frente a la violencia de los cuerpos represivos y de las instituciones, la violencia de la correspondiente respuesta gozó de cierta legitimidad y se ejerció efectivamente. No solo no se rehuyó el enfrentamiento sino que, en determinadas ocasiones, como por ejemplo, en la noche de las barricadas, se preparó deliberadamente y concienzudamente la resistencia violenta frente a la más que previsible intervención policial. No ocurrió nada parecido en las plazas del 15M. La excepción fue, quizás, el bloqueo del Parlament de Catalunya en Barcelona, con unas consecuencias que aún colean.
Otra diferencia tiene que ver con la proliferación de los focos de activismo y con la extensión de las ocupaciones. Es cierto que el 15M acabó por emigrar hacia los barrios. Sin embargo, eso aconteció en París al día siguiente de los primeros enfrentamientos. Es decir, el 4 de mayo se lanzó un llamamiento para crear los Comités de Ac ión en todos los barrios y en los centros de trabajo a fin de esparcir y de multiplicar los focos de agitación. Así mismo, el movimiento de ocupaciones fue apoderándose de nuevos edificios donde se instalaron colectivos dispuestos a desarrollar de forma autónoma nuevas iniciativas.
Una tercera diferencia tiene que ver con la extensión al mundo del trabajo. Es cierto que muchos trabajadores acudieron a las plazas del 15M, pero esa incorporación de los trabajadores al Movimiento no supuso la incorporación del Movimiento a los centros de trabajo, como sí ocurrió en Mayo del 68 aunque en una medida insuficiente.
Ahora bien, cuatro años después del inicio del 15M las diferencias con Mayo del 68 se han ampliado de manera considerable si tomamos como punto de referencia la organización Podemos y las diversas alianzas que se han constituido para llevar los movimientos sociales a la conquista de las instituciones.
Mayo del 68 nunca se planteó seriamente la toma del poder. Su inclinación pasaba, más bien, por disolver el poder o por cortocircuitarlo. Mayo quería cambiar la vida y para ello había que salir del capitalismo, lo cual suponía creer en la exaltante posibilidad de hacer la revolución. Hoy, el componente utópico de Mayo ha dejado paso a un fuerte realismo [← pragmatismo] político y la aspiración consiste en regenerar tanto la política como la democracia y humanizar el capitalismo, lo cual supone conquistar el poder político, tomar las instituciones o, por lo menos, conseguir una presencia en su seno que permita enderezar su rumbo. La apuesta institucional ha sustituido la convicción de que hay que desertar de las instituciones.
Dicho de forma abrupta: Mayo del 68 pretendía abolir lo existente y trabajar para su radical mutación. Hoy se trata de regenerar lo existente.¿¿ La actitud hacia las elecciones resulta paradigmática. Cuando el General de Gaulle convocó las elecciones, la respuesta consistió en denunciarlas como una trampa para tontos8. Sin embargo, hoy todo se fía a ganar los comicios. ¿¿ Conviene recordar que Mayo también fue importante por todo aquello que declaró obsoleto, por los caminos que clausuró, por las prácticas de lucha, por los modelos organizativos y por las concepciones políticas que descalificó. Frente a aquellos planteamientos, quién no ve que Podemos significa una regresión a las concepciones anteriores a la explosión de Mayo del 68, poniendo a su servicio, eso sí, las tecnologías las más avanzadas. El diseño, entre unas pocas cabezas pensantes, de una estrategia para avanzar hacia la hegemonía política, la construcción de una potente máquina de guerra electoral, y la adhesión a una cúpula dirigente carismática, son algunos de los elementos donde afloran las trazas de vanguardismo y de rancio leninismo presentes en esa organización de nuevo cuño. Salvo que sea sorprendentemente ingenua, la voluntad de construir unos instrumentos realmente eficaces para conquistar poder político institucional no puede ignorar que esta aceptando adentrarse en la vía de las inevitables concesiones, de los pactos y de un sinfín de renuncias que solo pueden servir para fortalecer el status quo, remozándolo. No cabe duda, parte de la herencia del 15M se sitúa hoy en las antípodas de lo que fue Mayo del 68, y basta con leer el libro de Jacques Baynac para convencerse plenamente de el o.
Contrariamente a lo que había anunciado, parece bastante claro que no he conseguido contener del todo mi pasión a la hora de escribir este prólogo. Lo siento, pero es como si un insaciable deseo de Mayo siguiese soplando persistentemente en el viento…
Tomás Ibáñez
Barcelona, junio 2015
Notas al pie
1 «Ce n’est qu’un début, le combat continue» («Es tan solo un inicio, el combate prosigue»), fue uno de los lemas que más se gritaron durante las manifestaciones de Mayo, incluso cuando el combate ya tocaba a su fin.
2 Emma Cohen. La libreta francesa. Mayo del 68. Castel ò de la Plana: Publicaciones de la Universitat Jaume I, 2010.
3 «Les événements» era la expresión con la que todo el mundo se refería a lo que sucedía entonces en Francia.
4 Federación Japonesa de Asociaciones Estudiantiles.
5 «Metro, boulot, dodo» («Metro, curro, catre») fue el lema que se usó para caracterizar la rutina de esa vida que no es vida.
6 Comité Invisible. A nuestros amigos. Logroño: Pepitas de Calabaza, 2015.
7 Tomás Ibáñez. «Más al á del recuerdo, pero muy lejos del olvido». Archipiélago, nº 80-81, 2008, 131-136.
8 «Elections piège à cons» («Elecciones trampa para tontos»).
JACQUES BAYNAC
CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DEL 3 DE MAYO AL 16 DE JUNIO DE 1968
A la memoria de
Haïlée, la estudiante
Jean Louis, el obrero
Jimmy, el katangués
militantes de Censier
Á la fois vivre, être trompé
par la vie, vouloir mieux vivre
et le pouvoir est infernal*
René Char, L’âge cassant
Notas al pie
* «Infernal es simultáneamente vivir, ser engañado por la vida, querer una vida mejor y ser capaz de ella», de René Char, «La edad áspera», en Solitario y múltiple, trad. Jorge Riechmann Fernández, Madrid, Pliegos de Estraza/12, CEFOR, 1985, p. 16. [N. de la T.]
«La Historia de la Comuna fue escamoteada», dice Michelet en un libro de la Revolución Francesa. «La historia de la Comuna la hicieron escamoteadores», insiste Lissagaray respecto a 1871. De lo que algunos han llamado la Comuna estudiantil de Mayo del 68 cabría decir lo mismo si un siglo de desarrollo económico no hubiera modificado considerablemente las formas del escamoteo. «El consumo del movimiento de Mayo muestra de forma precisa el estadio represivo actual: en el pasado se ahogaba la libertad de expresión mediante la censura, en la actualidad, mediante la proliferación masiva» de libros, constata una octavilla2.
Sin embargo, la función del escamoteo no ha variado demasiado, como afirma otra octavilla que acusa a los «escritores de pacotilla» por querer «desechar así una sublevación tan inquietante y por aplastarla bajo una pila de libros»3. Y, ciertamente, el resultado es el mismo tanto si la falta de palabras impide la comprensión como si la abundancia verbal provoca sordera: el sentido queda sepultado.
Sería injusto, no obstante, responsabilizar de este entierro únicamente a los sepultureros literarios de Mayo cuando, a decir verdad, cada quien echó su palada de tierra. Porque si fuimos unánimes en vivir Mayo como una revolución, no lo fuimos menos en dudar, a lo largo de Mayo y cada uno por su lado, de sus sentidos, y en rechazar, a Mayo pasado, la imagen de la quimera encontrada al doblar la esquina.
Mayo fue una auténtica quimera, con su cabeza de estudiante de pelos leoninos, su boca escupidora de frases incendiarias, su vientre proletario fofo, su cola de dragón «katanguesa»*. Pero una quimera se rechaza de forma instintiva. Es tan incongruente como incoherente con la realidad. Ante tamaña monstruosidad, tratamos de calmarnos probando su imposibilidad o reencauzándola hacia lo ya conocido.
Eso hicieron todos aquellos cuya ingenuidad no fue lo bastante grande como para aceptar la realidad en su asombrosa novedad.
Mayo se mofaba de todo: de las leyes del Orden y, peor aún, de las del Desorden. La angustia había encontrado una fuente inagotable. En ese fol ón no parecía asomar ningún orden nuevo. En esa locura no se distinguía el menor embrión de lógica. Y el origen del caos se hundía en el misterio pues la propia razón se revelaba incapaz de resolver el enigma. Sí se distinguía un espectro furtivo similar al anunciado ciento veinte años antes por Marx y Engels pero, justamente, nadie creía ya en algo así. Los propios profesionales de la revolución seguían atrapados en su incredulidad: «Lo que está pasando es increíble, ¡increíble!», susurraba Roland Castro a Daniel Cohn-Bendit la noche del 7 de mayo4.
Este fantasma, es cierto, llegaba con tanto retraso respecto al horario previsto que todo el mundo lo creía exorcizado. El progreso ininterrumpido, la integración de la clase obrera, la despolitización de la juventud, deberían haber terminado con él. O, en el peor de los casos, algunos pesimistas lo creían relegado a los países pobres, un espantapájaros que solo servía para meter en labor a los indolentes metecos. Y resulta que, cual diablo, la revolución irrumpía en el mismo corazón de los, estupefactos, países de la abundancia.
Un ectoplasma irreconocible, a decir de los especialistas que habían trazado su retrato robot a partir de sus últimas apariciones en Rusia, China y Cuba. Cautivaba a las categorías sociales cuyo alto nivel de vida debía haber protegido de sus maldades, repelía a las que se esperaba ver sucumbir bajo su influjo. Dirigía un juego diabólico en un terreno inesperado, ignoraba soberbiamente las reglas del juego, las leyes y los sistemas, apuntaba hacia unos objetivos insólitos y fluctuantes –como si el movimiento lo fuera todo–. Despreciaba las fronteras. Olvidaba las razas. Se guarecía de las sacrosantas condiciones objetivas y subjetivas como de la malaventura. Desorientaba a sus adversarios tanto como a sus partidarios. Escapaba de todas las trampas, esquivaba todos los encierros, se burlaba de todas las autoridades, pisoteaba todos los valores, desdeñaba todos los poderes. En todas partes, la tormenta soplaba en un maelstrom «inaprensible», en palabras del general De Gaulle. Pasmado, el Orden parecía haberse vuelto de repente achacoso, casi caduco, enredado en sus códigos incapaces de controlar a una multitud que los ignoraba descaradamente, tamaña era la franqueza en la que vivía.
¿Qué normas oponer a la vida?
Ninguna.
Solo la muerte.
¿Pero quién se sacrificaría ofreciéndola? Aquí se evitó lo peor, se apagó el incendio ahogándolo en una marea que se sabía controlable. La solución se experimentó en Brasil y se pensó haber dado con ella en México. El 2 de octubre de 1968, en una plaza que la ironía de la Historia tenía sin duda predestinada, desde hacía mucho tiempo, a este uso –en vista de su nombre: Plaza de las Tres Culturas–, el Estado mexicano, actuando de alguna forma en nombre de los treinta Estados liberales, fascistas y «socialistas» afectados por la ola subversiva, dio muerte a quienes reclamaban vida. Pero masacrando a varios cientos de revolucionarios modern style, más que liquidar la revolución, el Partido Revolucionario Institucional Mexicano la licuó. En efecto, bajo ese golpe terrible, la ola desapareció tan rápidamente como había surgido. Pero no se evaporó. Cambió de forma. Molécula a molécula, se infiltró por todos los poros, todas las fallas, todos los intersticios, en las profundidades sociales.
En la superficie, los grandes tiburones políticos sintieron en seguida cómo la arena les raspaba los vientres. Y como minas submarinas ancladas sobre los relieves oceánicos, las ideas de Mayo esperan que estos las rocen para estallar. «Creo», decía Tocqueville en la Cámara en 1848, «que estamos durmiendo sobre un volcán». ¿¿ Una década después de Mayo, las sociedades desarroladas apestan. Si sus valores se gangrenan cada día más es porque la ley del valor se descompone. En lo sucesivo, la muerte estará en todas partes y, por lo tanto, en ninguna. En consecuencia, el deseo de vivir nunca fue tan fuerte ni su realización tan posible. Y, sin embargo, diez años después de Mayo todo es igual y todo es diferente. Todo es diferente porque sabemos que la revolución es posible, todo es igual porque aún no sabemos cómo hacerla.
Si ignoramos cómo hacerla es porque en la confusión del acontecimiento nadie supo ver el germen de una racionalidad nueva. Obnubilados por los aspectos espectaculares, los observadores mejor intencionados no descubrieron el lugar donde se leía a libro abierto que Mayo era, en primer lugar, la revolución dentro de la revolución.
Yo mismo anduve buscando durante mucho tiempo ese lugar. Al igual que muchos otros, no conseguía medir y juzgar lo que vivía sobre el terreno. Pensaba que la Historia, la que se escribe con mayúscula, se hacía con la conciencia fría y de forma rigurosa. Ahora bien, habíamos flipado tanto y planificado tan poco, que tendía a pensar que, más que hacer historia, nos habíamos montado unas historias. Pensar en el goce como atributo y motor de la Historia era imposible para quien salía, y a duras penas, de la concepción leninista de la revolución entendida como ascesis individual y redención colectiva.
Tardé mucho tiempo en reconocer que admitir la producción subversiva del anexo Censier de la facultad de letras de la Sorbona como algo único en el movimiento de 1968 no era abandonarse a los placeres solitarios del viejo militante. En ninguna otra parte y nunca a partir de entonces, se anudó tan sólidamente la alianza o, mejor dicho, la aleación, entre movimiento «estudiantil» y movimiento obrero. Al í, estudiantes, intelectuales, marginales, obreros, empleados, técnicos, cuadros, desempleados, artistas, campesinos, aventureros, parisinos, provincianos, extranjeros, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, engendraron un ser vivo, heterogéneo y, sin embargo, organizado. Su eficacia práctica no debía nada en absoluto a los métodos tradicionales de organización y su coherencia teórica no debía casi nada a los esquemas corrientes de pensamiento.
Casi todos los autores que han escrito seriamente acerca de Mayo saben que en Censier se encarnó una diferancia, para retomar la feliz ortografía propuesta por Jacques Derrida en su Márgenes de la filosofía. Pero nadie sabe cuál.
En el mejor ensayo neoleninista5 sobre Mayo, el italiano Lucio Magri la cree ideológica: «Sería injusto e inexacto», escribe, «no reconocer que una parte, al menos, de la vanguardia estudiantil era consciente de la necesidad de realizar ese recorrido. Un documento de los estudiantes de Censier, por ejemplo...». El inglés Daniel Singer, periodista del Economist y simpatizante del luxemburguismo, la atribuye a la práctica: «Los Comités de Acción Trabajadores-Estudiantes, cuyo cuartel general estaba en Censier, tenían la tarea específica de estrechar los lazos entre la universidad y las fábricas»6. El estadounidense Murray Bookchin, uno de los principales teóricos de la ecología revolucionaria, ve las cosas con mayor claridad: «Los trabajadores que venían a los Comités de Acción de Censier dejaban de ser trabajadores inmediatamente para convertirse en revolucionarios». Y añade: «De lo que la revuelta carecía era de un movimiento capaz de desarrollar esa concienciación en los trabajadores. Un movimiento de esa índole tendría que haber sido anárquico, semejante a este respecto al Movimiento 22 de Marzo o a los Comités de Acción de Censier»7. En cuanto a los autores franceses, parece que ninguno se decidió a poner el punto final a su manuscrito sin haber hecho al menos una alusión, tan cargada de sentido como imprecisa, a Censier.
Misma discreción en lo que atañe a los periódicos. Le MondeLe Nouvel Observateur Action Solidarity Panfleto Black and Red Dinge der Zeit núm