Cinefilia
Entre el gusto y la calidad
Jerónimo León Rivera-Betancur
Cinefilia
Entre el gusto y la calidad
Jerónimo León Rivera-Betancur
León Rivera-Betancur, Jerónimo, autor
Cinefilia: entre el gusto y la calidad / Jerónimo León Rivera Betancur. -- Chía: Universidad de La Sabana, 2016.
168 p. ; cm. (Colección Cátedra)
Incluye bibliografía
e-ISBN 978-958-12-0410-6
ISBN 978-958-12-0409-0
1. Cine 2. Familia en el cine 3. Cinematografía-teorías 4. Industria cinematográfica 5. Crítica cinematográfica 5. Ciencia ficción 6. Padres e hijos 7. Educación para la vida familiar I. León Rivera-Betancur, Jerónimo II. Universidad de La Sabana (Colombia). III. Tit.
CDD 791.436 Co-ChULS
Reservados todos los derechos
© Universidad de La Sabana, Facultad de Comunicación, 2016
© Jerónimo León Rivera-Betancur
© Sandra Milena Ríos Urquina
Edición
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Km 7 Autopista Norte de Bogotá
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www.unisabana.edu.co
publicaciones@unisabana.edu.co
ISBN: 978-958-12-0409-0
e-ISBN: 978-958-12-0410-6
Número de ejemplares: 1000
Corrección de estilo
Eduardo Franco
Montaje de cubierta
Kilka Diseño Gráfico
Ilustrador imágenes de cubierta y portadillas
Fernando Suárez
Diagramación
Juan Pablo Rátiva González
Impresión
Xpress Estudio Gráfico y Digital S. A.
Hecho el depósito que exige la ley
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso reprográfico o fónico, conocido o por conocerse, sin previo permiso escrito del autor y del editor. Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad de La Sabana.
Contenido
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
1. El negocio del cine
Los Premios Óscar
Hollywood y la forma de ver el cine
El precio de la fama
2. Cinefilia
Aprender sin dejar de disfrutar
Ver el cine
Los maestros también se equivocan
Estrellas de cine estrelladas
3. Ciencia ficción y realidad
Alguien nos mira desde el pasado: el presente y el siglo XXI vistos por la ciencia ficción
La ciencia ficción nos advirtió
El futuro ya pasó
El mundo que nos espera, según el cine
Temas de 2015 en Volver al futuro 2
4. El cine y...
Letras latinoamericanas en el cine
Las películas como vitrina
Filmar al periodista
Diez películas sobre campañas electorales
El cine visto por el cine
Películas sobre maestros y maestros de película
Diez películas para ver en clase
A Sebas y Laura, mi mayor motivo de orgullo
A Lili, primera lectora de todos mis textos
A mis padres, con los que siempre cuento
Agradecimientos
Este libro ha sido escrito poco a poco, disfrutando cada tema, cada investigación, cada palabra. Escribirlo ha sido un ejercicio de voluntad y disfrute con propiedades terapéuticos para mí. Agradezco de corazón a mis estudiantes que me motivan a compartir información y conocimiento y a mis colegas que me enseñan y retan a ser mejor cada día. A mis hijos que soportan mis trasnochos y hacen más felices mis días y a mi esposa que es primera lectora y amorosa compañía. A la coordinación de blogs del diario El Tiempo, en especial a Edgar Medina y Camilo Calderón, por la confianza y el acompañamiento a mi blog en el periódico. A la Universidad de La Sabana, donde siempre me he sentido cómodo y bien valorado; en especial a la decana de la Facultad de Comunicación, Adriana Guzmán de Reyes, y al equipo de la Comisión de Facultad, y a Elsa Cristina Robayo, directora de Publicaciones, por creer en este libro.
Prólogo
El cine es un amplio y muy variado universo. Hay tantas películas como tipos de cinéfilos. Hace un par de años, haciendo una larga fila en el Teatro Heredia, escenario favorito y por tradición del Festival de Cine de Cartagena, el más antiguo de Latinoamérica, hablaba con Jerónimo Rivera de la crítica cinematográfica y de cómo los juicios de valor son cada vez menos tenidos en cuenta por el espectador.
Con la llegada de las redes sociales, especialmente, la audiencia dejó de ser pasiva y los juicios de valor han quedado casi que exclusivamente a su nombre. La tendencia a simplificar el ejercicio de comentar una película —por cierto, de alta responsabilidad— a unas cuantas estrellas o a tres palabras: buena, mala o regular resulta odiosa e injusta con una producción y es, por demás, incómodo para quien emite su concepto. Toda película “buena” tiene sus peros, así como toda película “mala” habrá de tener aspectos para destacar.
Cinefilia: entre el gusto y la calidad reflexiona sobre eso y me recuerda esa conversación que merecidamente comparte hoy Jerónimo y extiende en estas páginas. Pueden haber tantas lecturas como ojos mirando una obra, y por ello, los conceptos de gusto y calidad son diferenciados aquí en una tentadora invitación a ser más receptivos con las propuestas que plantea la cinematografía y a recibir de mejor manera lo que por una serie de factores que determinan nuestros gustos personales no aceptamos como válidos o tendemos a desacreditar. Bien señalaba el célebre cineasta japonés Akira Kurosawa (1910-1998) al citar que “las películas no son planas sino esferas multifacéticas”.
Por muchos años, Jerónimo ha sido más que un crítico de cine, un analista de todo lo que ocurre en el séptimo arte. Así es como él prefiere ser llamado cuando de esta actividad se trata, como un analista de cine. Y lo ha hecho con un lenguaje accesible y ameno. Prueba de ello es, por ejemplo, la estupenda comparación que en este libro utiliza para explicar cómo un analista de cine es aún capaz de seguir disfrutando de una película, a pesar de tener en su mente una serie de conceptos teóricos y técnicos en su mente. “Analizar una película es como conducir un carro, los primeros días tenemos el manual en la cabeza y cada movimiento que hacemos está acompañado por la instrucción mental ‘clutch, primera, clutch, freno’, hasta que llega un día en que llegamos a nuestra casa sin darnos cuenta de cómo lo hicimos”.
Durante los años en que ha publicado sus columnas en El Tiempo y en su sitio web, no solo ha compartido sus apreciaciones sobre las películas, sino que ha mostrado un profundo interés por los distintos fenómenos cinematográficos, entregándonos varios textos de interés general.
Otra de las virtudes escondidas de las publicaciones que hacen parte de este libro es la forma como va incluyendo ideas, conceptos, reflexiones, inquietudes, teorías o vocabulario que son explicados sin misterio, elevando el nivel de conocimiento en la materia de sus lectores, al usar como pretexto temas tan aparentemente básicos como el ritual de ir a cine, el consumo de crispetas, el risible comportamiento de algunos espectadores en la sala o los “daños” causados por quienes suelen contar lo esencial de una película (los temidos spoilers).
Estoy segura de que disfrutarán, en este libro de cine recopilatorio, el capítulo dedicado a la ciencia ficción, donde de forma apasionante va difuminando los límites entre realidad, imaginación y fantasía, haciéndonos caer en cuenta, y con referencias palpables, cómo este género, al igual que en la literatura, ha resultado en ocasiones profético. Querrán algunos conocer o repetir los títulos que revela el autor.
La función de un buen crítico de cine, aunque el término no le gusta a Jerónimo, pero posee todos los créditos para serlo, está en la capacidad de guiar a sus lectores con respeto, de abrirles el espectro y brindarles otras herramientas para dar lectura a una obra o detectar las manías de la industria, como lo hace en la extensa cantidad de textos dedicados a la desmedida fascinación por los premios, los desbordados presupuestos que los estudios destinan a las superproducciones, sus asfixiantes campañas publicitarias y la escasez de ideas nuevas en sus historias.
Cinefilia: entre el gusto y la calidad cierra con una serie de listas guía para educadores y comunicadores, otras de sus pasiones y actividad profesional. Sírvanse disfrutar el contenido de este libro variado en temas y rico en conocimiento.
Sandra Milena Ríos Urquina
Presidenta
Círculo Bogotano de Críticos y Comentaristas de Cine (CBCine)
Introducción
La cinefilia es el amor al cine. Yo pertenezco al grupo de privilegiados que trabajan en lo mismo que los enamora. Como profesor, siempre he buscado lo mismo en mis alumnos: que aprendan algo, y se enamoren mucho, del cine. Este libro pretende ser una modesta declaración de amor al séptimo arte, no exenta de reproches, desencuentros e insatisfacciones, como suele ocurrir con las relaciones amorosas.
Durante casi seis años he tenido en el diario El Tiempo de Bogotá (Colombia) un blog denominado El tiempo del cine que ya cuenta con más de 100 textos sobre temas relacionados con el séptimo arte. Algunos son de coyuntura, otros de largo aliento, algunos son ligeros y otros vienen de investigaciones que he realizado o he leído. La intención de todos ellos es hacer un pequeño aporte al etéreo concepto de la formación de públicos sin intentar ponerme en el papel del gurú redentor, sino en el de un amigo contertulio que pone sobre la mesa los temas y los discute con sus compañeros. Todos sabemos que en el entorno digital lo mejor, y lo peor, que tenemos es la posibilidad de intercambiar ideas casi en tiempo real con los lectores.
Este no es un texto de crítica de películas, ni un tratado profundo sobre cine, ni el resumen de un informe de investigación, aunque seguramente tendrá elementos de todos los anteriores. Se trata de la compilación de algunos textos escritos alrededor del concepto y la experiencia de la cinefilia con una intención pedagógica y de debate. El libro que tiene en sus manos habla de la cinefilia desde la idea de que el gusto no es sinónimo de calidad. Así es como pretendo plantear una sana discusión sobre la diferencia entre ambos términos, frontera difícil y difusa que a veces resulta complicada incluso para los más expertos críticos de cine.
La calidad de las películas es, realmente, una condición intrínseca. Se rige por los cánones y patrones de la gramática audiovisual, de las tendencias y el estilo de la época, de la estructura y la narrativa, pero la estética no debe desligarse de la ética, porque una gran obra audiovisual no debe estar exenta de responsabilidad social. Sé que este punto es discutible, pero en mis convicciones personales no concibo que una pieza hermosamente hecha promueva ideas que estén en contra de la tolerancia y la convivencia social.
Entendiendo la lógica de los relatos audiovisuales, los espectadores pueden acercarse a una obra desde estos criterios para llegar a analizar (si así lo pretenden) su calidad. No quiero conseguir con estas páginas que los lectores se conviertan en expertos o arruinar la experiencia sensorial que constituye ver una película, sino solo promover la idea de que, cuando alguien se acerque a una obra cinematográfica, no termine descalificándola por el solo hecho de que no sea de su gusto.
El gusto, por su parte, es tremendamente subjetivo y, a menudo, imperceptible. Está conformado por las experiencias, los conceptos y las convicciones que cada uno de nosotros tiene. Un refrán popular dice que para gustos, los colores, y creo que, a pesar de su sencillez, ilustra muy bien lo que este concepto significa. Si asociáramos el gusto con la calidad, tendríamos (y lamentablemente ya pasa) películas complacientes con el público, creadas después de estudios de mercado y que poco aportan al lenguaje cinematográfico.
Lo delicado es que sea el gusto el que marque el derrotero de la crítica o el análisis. De ahí mi rechazo a las estrellas que asignan a las películas en las publicaciones periódicas. Si al crítico del periódico le gusta la película, le dará cinco estrellas y todo el público asumirá inmediatamente que la película “es buena” y que “hay que verla”. El desencanto con el crítico (y la crítica en general) será inmediato cuando el espectador asista a la película y encuentre que no le gusta. Inmediatamente anunciará que el crítico estaba equivocado y que la película realmente “es muy mala”.
Asociar el gusto con la calidad sería como pensar que si la película no termina como el público quiere (por ejemplo, finales felices) no recibirá la aceptación, o que si el público no la entiende caerá también al purgatorio de las películas fallidas.
Que no me guste la película no quiere decir que sea mala, pero que me guste tampoco quiere decir que sea buena. Al igual que la música, el cine está lleno de obras “deliciosas” que constituyen lo que en mi tierra llamarían “un pecadito”. Todos sabemos que los dulces confitados son pésimos para la salud, pero de vez en cuando disfrutamos de alguno, no sin alguna dosis de culpa. Lo mismo ocurre con algunas malas películas: que nos encantan sin que necesariamente queramos anunciarlo o reconocerlo públicamente.
Los capítulos y apartados, que pueden leerse en cualquier orden, han sido agrupados en cuatro grandes bloques: el negocio del cine, la cinefilia, el futuro y la ciencia ficción y la relación entre el cine y otras disciplinas.
El primer bloque reúne textos que tratan la industria del cine, el monopolio de Hollywood y algunas pistas de la manera en que funciona el negocio del cine tocando algunos temas importantes para nuestra época, como el cine en 3D y los Premios Óscar de la Academia.
En el segundo bloque, el enfoque es la cinefilia. El placer de repetir una película, lo difícil que es a veces ir a cine con públicos maleducados, la agonía del celuloide, el problema de los archivos audiovisuales y todo aquello que nos hable de ver el cine críticamente, pero sin dejar de disfrutarlo, serán parte de este bloque.
En la tercera parte, nos concentraremos en el tema de la ciencia ficción y el futuro; un tema que me interesó desde el 1 de enero de 2001, día en que arribamos a una fecha mítica (2001) y no estuvimos a bordo de una nave en una odisea del espacio. A partir de allí, surgió la inquietud por la relación entre el cine y la ciencia ficción alrededor de la manera en la que los relatos cinematográficos construyen imaginarios de futuro que pueden ser o no cumplidos cuando las fechas llegan. Finalmente, presento algunas listas comentadas de películas relacionadas con temas, como la publicidad, la política y la educación, a manera de recomendación para que usted pueda continuar con la labor de este libro cuando haya terminado de pasar por sus páginas. El cine ha sido un reflejo de la sociedad y una buena manera de entender los temas de nuestros tiempos (y también de otros) es acercándose a buenas películas que los han relatado.
Hace algunos años un editor se negó a publicar este libro argumentando que la gente quiere ver cine, no leer sobre cine. Difiero respetuosamente y espero que usted, estimado lector, sienta que tiene entre sus manos un texto que le permitirá conocer otros puntos de vista frente al cine; pero, sobre todo, que lo disfrute y siga gozando de la magia de las películas que nos ofrecen una ventana abierta al mundo y un espejo en el que bien podemos vernos.
Jerónimo León Rivera-Betancur
Los Premios Óscar
Los Óscar premian a la industria y no al cine
Es un hecho que el cine de Hollywood es el que más se ve en todo el mundo. Su prestigio está basado en que premian películas que la mayoría de los espectadores ha visto, a diferencia de festivales como Cannes, Berlín y Sundance, que premian las “raras” que pocos conocen. Se trata de un gran círculo económico, en el que la academia de Hollywood, los estudios, los productores y los exhibidores se hacen el mutuo favor de premiar películas que, gracias al premio, luego se distribuirán y venderán mejor. Más allá de criticar los premios, miremos por qué no debemos tomarlos tan en serio.
1. La “Academia” es un grupo de más de quinientas personas que mira las películas y sugiere sus favoritas del año. Es bueno recordar que este grupo está conformado por antiguos ganadores que eligen películas similares a las que siempre se han premiado, en un círculo de autocomplacencia. En otras palabras, muchas películas son hechas a la medida para ganar estatuillas.
2. Los criterios para evaluar las películas van más allá de su calidad cinematográfica. El lobby que hacen las productoras para que su film gane el premio pone en desventaja a las películas de bajo presupuesto. Esta, de todas formas, es una muy buena inversión para los grandes estudios, pues ganar un Óscar genera grandes ingresos de taquilla, venta de DVD y productos derivados del film.
3. Hollywood es una industria de entretenimiento y, muchas veces, de propaganda. Los grandes estudios planean y producen películas para el gran público que, además de entretener, tienen finales felices y mensajes favorables a los intereses estadounidenses. Las películas “políticamente incorrectas” o que vayan en contra de su sistema de valores no tienen mucha opción de ganar una estatuilla. En la lista histórica de ganadores, hay muchas cintas de dudosa calidad, pero de armonía política con el proyecto.
4. Si los Premios Óscar supuestamente premian lo mejor del cine mundial, no tiene lógica que haya solo un galardón para “el resto del mundo”. La culpa no es de ellos, por supuesto, sino de nosotros, que le damos tanta importancia a estos Premios.
5. Si los Premios Óscar midieran la calidad de las películas que se exhiben cada año, Titanic y El señor de los anillos 3: (El retorno del rey) serían las mejores películas de la historia del cine. Detrás de cada premio hay una gran cantidad de factores, por lo que no se trata siempre de un ejercicio serio de evaluación cinematográfica.
Es bueno recordar que hay otros premios en el mundo del cine, y una buena señal de calidad de una película es que haya ganado en festivales. Aunque no están exentos de estos problemas, allí participan películas con criterio, temáticas y procedencias más amplias y se premian teniendo en cuenta el criterio del público, la crítica y el jurado.
En el cine fuera de Hollywood, aún son importantes los guiones. En Hollywood, por el contrario, la industria cada vez le apuesta más al bajo riesgo de producir terceras o cuartas partes que a hacer buenas historias.
¿Cómo ganar un Óscar?
Hubo una época en que yo también esperaba ansiosamente a que llegara la “temporada de premios” para decidir cuál película vería en las salas de cine; una época en la que seguía sin parpadear la ceremonia de los Premios de la Academia para conocer las mejores películas del año. Todo cambió cuando conocí un poco mejor el entramado detrás de bambalinas y caí en la cuenta de que los Academy Awards (más conocidos como Óscar) no premian las películas, sino la industria.
Al inicio de cada año, el mundo recuerda que el cine existe y los críticos y analistas somos indagados por los medios sobre nuestras preferencias o pronósticos basados en la calidad de las cintas y, no pocas veces, en rumores de sitios web dedicados a especular al respecto con experticia de corredores de bolsa.
Para mí es claro que los Premios Óscar no reconocen las mejores películas del año y que, eventualmente, se cuelan entre las ganadoras algunas películas “infladas” por los Premios que no tienen mayor mérito cinematográfico.
Detrás de cada premio hay una gran cantidad de factores, por lo que no siempre se trata de un ejercicio serio de evaluación cinematográfica. Después de 86 versiones, los productores ya han aprendido a hacer películas “ganadoras” y la estrategia de los grandes estudios se enfoca en hacer historias taquilleras usando recetas que le gustan al público y películas “oscarizables” usando fórmulas que han conmovido a la Academia en el pasado.
Basado en lo anterior, si algún día aspiras ganar un Óscar debes considerar algunos de los siguientes aspectos:
1. Tu historia debe ser políticamente correcta, aunque por el camino suelte alguna indiscreción. La Academia fue creada para vender películas de Hollywood y perpetuar el modo de vida estadounidense y la política exterior de los Estados Unidos, pero de vez en cuando le gusta posar de democrática y de mente abierta. Si un director de prestigio incumple esta regla, podría ser nominado, pero difícilmente ganador. Basta repasar, por el contrario, la lista histórica de ganadoras para ver muchos títulos de dudosa calidad, pero en perfecta armonía con el sistema.
2. Acude a historias que ya se han visto, con empaques novedosos. El éxito de películas como El señor de los anillos y Avatar está en que han usado fórmulas narrativas tan antiguas como “el viaje del héroe” o “el colonizador arrepentido” empleando efectos visuales novedosos y nuevas técnicas cinematográficas.1
3. El drama funciona mejor que la comedia, el terror, la ciencia ficción o cualquier otro género. Si la historia, además, es de superación personal o, mejor, trae la idea de que el corazón todo lo puede, hará llorar a cada uno de los votantes.
4. Es buena idea repasar las películas ganadoras de años anteriores. La Academia está conformada en su mayor parte por los ganadores históricos de los Premios, por lo que es lógico que se elijan películas similares a las que ya han ganado.
5. No puedes ser tan iluso de pensar que la calidad cinematográfica o narrativa de la película basta para impactar en los Premios. Ganar un Óscar es muy costoso. Es necesario hacer lobby con los miembros de la Academia, enviar copias a todos ellos, hacer mucha publicidad, tener en el elenco o entre los productores algunos pesos pesados y pertenecer al cerrado mundo de Hollywood. Piensa, por ejemplo, en la única película colombiana que ha hecho presencia en los Óscar: María llena eres de gracia, que nadie en el mundo conocería si no hubiese sido producida por HBO. Lo que sí es cierto es que la estatuilla es más que un honor, significa muchos ceros a la derecha.
6. Si tu película no es en inglés (el único idioma que la gran industria reconoce) solo hay un premio al que puedes acceder y en el que tendrás que competir con el resto del mundo. Un truco que ha funcionado para algunos es hacer películas en ese idioma (Lo imposible, de Bayona) o cine mudo (El artista, de Hazanavicius). Una razón más para comprobar que los Óscar no premian el mejor cine del mundo. La culpa no es de los Premios, por supuesto, sino de quienes les dan tanta importancia.
7. De todas formas, es casi indispensable que tu película sea producida o distribuida por uno de los seis grandes estudios cinematográficos (llamados Majors) que cada año apuestan sus millones de dólares en películas dirigidas a captar el gran público o acaparar premios. Si tu película independiente es nominada, ganar el premio será un milagro, pero podría pasar que en el futuro te llamen para hacer la séptima parte de Hulk. Entre los nominados, no obstante, siempre hay un par de títulos que posan de independientes y que llevan a que muchos proclamen una apertura en los premios (Como El artista por hacerse en blanco y negro, The Hurt Locker por su cámara al hombro o ¿Quién quiere ser millonario? por sus guiños a Bollyood).
No quiero decir con esto, por supuesto, que premios como los de Cannes, Venecia o Sundance sean totalmente transparentes o que solo allí se vea lo mejor del cine mundial, de hecho se ha llegado a que también los directores independientes acudan a fórmulas como la del plano eterno que no dice nada, para ganar uno de estos festivales. Lo que sí puede aún rescatarse de estos espacios es la diversidad de miradas que ofrece la posibilidad de ver historias de muy distintos estilos y condiciones.
Por eso, para mí, antes que esperar los Óscar con entusiasmo (aunque por supuesto los veré), el mejor programa es “festivaliar” y disfrutar con cineastas que aún quieren contar buenas historias antes que llenarse los bolsillos con fórmulas facilistas.
Óscar y propaganda
Cuatro escenas: 1. Un helicóptero trata de entregar ayudas a la gente, mientras el ejército del dictador les dispara. 2. La gente organiza una protesta y derriba la estatua del dictador. 3. Un ejército extranjero llega hasta el escondite del dictador y lo asesina. 4. Un nuevo líder emerge y desfila por las calles mientras la gente lo aclama. Aunque parece que estuviera describiendo una misma película, estos cuatro fragmentos pertenecen a films muy distintos: La caída del halcón negro (Scott, 2001), Octubre (Eisenstein, 1927), La noche más oscura (Bigelow, 2012) y El triunfo de la voluntad (Riefenstahl, 1934).
Se trata de películas con orígenes (Rusia, Alemania y los Estados Unidos) y líneas narrativas completamente distintas, pero todas tienen algo en común: de una u otra manera están vendiendo una visión del mundo de forma sesgada y persuasiva. En mi libro Cine: recetas y símbolos planteo el tema de la ideología en el cine partiendo de la base de que no hay películas sin ideología, aun cuando esta no se manifieste abiertamente con el objetivo de convencer. Es común, por tanto, que mediante el montaje (edición) de imágenes que a veces no tienen conexión, se manipule al espectador para que asuma determinada posición sobre personajes o grupos sociales, como intenté hacerlo al principio de este texto. Desde 1929, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood entrega cada año los famosos Premios Óscar con los que exalta las películas del año anterior. Hay mucho que decir acerca de estos Premios, pero hoy me detendré en el tema de su relación con la política, pues se sabe que detrás de un premio como este hay mucho más que una evaluación de calidad.
Los premios de la Academia se crearon con la misión de promover las películas de la industria de Hollywood, y así sigue siendo hoy, cuando para el público en general las ganadoras del Óscar son las mejores películas del año. Buena parte de las ganadoras son películas de calidad y algunas una obra de arte, pero esto no implica que se premie el mejor cine del mundo. A pesar de algunos cambios, aún se mantiene una sola categoría (mejor película en idioma extranjero) para todas las películas que se producen en el “resto del mundo”.
Desde sus inicios, la Academia de Hollywood ha premiado películas que coinciden con la política estadounidense y son muchos los casos de buenos films, cinematográficamente hablando, que no han ganado premios por polémicas razones ajenas a su calidad. Películas como Pandillas de Nueva York (2002), Chaplin (1992), El gran Lebowsky (1998), Easy Rider (1969) y Apocalypsis Now (1979), entre otras, fueron ampliamente ignoradas por incluir en su trama algún tipo de crítica a la política estadounidense.
En la contraparte, están algunas cuya calidad es bastante cuestionable, como Halcón negro derribado (2001), Rescatando al soldado Ryan (1998) y Zona de miedo (2010), que se han llenado de galardones ayudados por su mensaje edificante e inspirador en favor del Gobierno de los Estados Unidos.
En la edición 2013, se incluyen varias películas con contenido político cercano al sentir del pueblo estadounidense, como Argo y Lincoln, pero hay una que me llama la atención: Zero Dark Thirty (que se presentará en Colombia como Objetivo Bin Laden) dirigida por Kathryn Bigelow, que cuenta la historia del operativo que terminó con la muerte del enemigo número uno de los Estados Unidos.
Se trata de una película bien contada, cinematográficamente impecable, buenas actuaciones y un buen manejo del suspenso… pero para mí es impensable separar la estética de la ética y por eso rechazo este film
Al inicio de la historia, Maya (la protagonista) se ruboriza un poco con las técnicas de tortura aplicadas por su compañero, pero poco a poco (motivada además por el viejo recurso de perder a un ser querido a manos del enemigo) se va volviendo más dura hasta el punto de decirle al grupo de combate que irá tras la cabeza de Bin Laden: “No estoy de acuerdo con esta operación, yo los habría bombardeado a todos”. Durante el operativo, los soldados asesinan a los adultos delante de sus hijos porque “son terroristas”. La causa y la patria, igualmente, están por encima de la vida personal y familiar, como ya habíamos visto en su película The Hurt Locker (Zona de miedo), donde el protagonista disfruta la guerra y lo deja todo por el placer de la adrenalina, convirtiéndose, como dijo Oswaldo Osorio, en un jackass de la guerra.
En 1934, la cineasta alemana Leni Riefenstahl dirigió la película El triunfo de la voluntad. La película está realizada en formato de documental y presenta, con una impecable factura técnica, al joven político Adolfo Hitler descendiendo en su avión sobre Berlín para asistir a la asamblea del Partido Nacional Socialista en medio de la euforia de la multitud. Años después, durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler prestó especial importancia a la propaganda y tuvo en Joseph Goebbels a su más firme aliado. En la contraparte, el Gobierno estadounidense contrató al prestigioso director Frank Capra para que dirigiera la serie de documentales ¿Por qué luchamos?, que no tenía otro fin distinto del reclutamiento.
Hay quienes hoy se atreven a comparar a Bigelow con Riefenstahl, algo exagerado, pero que se justifica si pensamos que ambas son excelentes cineastas que sirven a intereses políticos y reivindican métodos o ideologías cuestionables desde una óptica simplemente humanista.
1 En el capítulo “Entender el cine de Hollywood” escrito con Enrique Uribe Jongbloed en mi libro Cine: recetas y símbolos puedes encontrar algunas de las mencionadas recetas de Hollywood.