Ciudadanías conectadas
Sociedades en conflicto
Ciudadanías conectadas. Sociedades en conflicto. Investigaciones sobre medios de comunicación, redes sociales y opinión pública
Resumen
Durante las últimas décadas del siglo XX, la mayoría de los países de la región introdujo reformas constitucionales de gran calado, que en algunos casos acercaron a sus poblaciones a modelos neoliberales, mientras que en otros se hizo todo lo contrario, apostándole a nuevas formas de socialismo. Sin embargo, en casi todas ellas los movimientos sociales indígenas, afro y LGTBI, entre otros, han demostrado que existen nuevas ciudadanías que merecen el reconocimiento y la legitimación social, cultural y política. Sin pretender evaluar aquí los resultados de tales experimentos sociales, que hablan de un continente cuyos países viven realidades cada vez más complejas, lo cierto es que el influjo de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías no solo ha permitido que un mayor número de personas esté conectado en tiempo real, sino que cada vez haya un mayor flujo y acceso a la información. Por ello, lo que en un momento fue percibido como un desplazamiento de los medios de comunicación tradicionales a manos de las redes sociales, en realidad ha significado una ventana de oportunidad para que tanto estos como diversos grupos sociales y de interés establezcan un vínculo más estrecho, casi íntimo, con mayores y variadas audiencias, haciendo que las barreras entre la vida online y offline tiendan en la práctica a ser más difusas y etéreas. Desde enfoques teóricos, metodológicos y disciplinares distintos, los textos que se reúnen en este libro tratan de dar una respuesta a esas nuevas realidades y conflictos sociales, por eso, el hilo conductor de esta obra radica en la compleja y siempre irresuelta ecuación entre medios de comunicación, conflictos sociales y la esfera de formación o constitución de la opinión pública.
Palabras clave: medios de comunicación, opinión pública, conflictos sociales, movimientos sociales, ciudadanías.
Connected citizens. Societies in conflict. Research on mass media, social networks, and public opinion
Abstract
During the last decades of the 20th century, most of the countries in the region introduced far-reaching constitutional reforms that, in some cases, brought their populations closer to neoliberal models, while, in others, they did the opposite by betting on new forms of socialism. However, in almost all of them, indigenous, Afro, and LGTBI social movements, among others, have shown that there are new citizens that deserve recognition and social, cultural, and political legitimacy. Without trying to evaluate here the results of such social experiments, which speak of a continent with countries that live increasingly complex realities, the truth is that the influence of mass media and new technologies has allowed that a greater number of people get connected in real time, but also an increasingly greater flow and access to information. Consequently, what once was perceived as a displacement of traditional media by social networks has actually meant a window of opportunity for these and other social and interest groups to establish a closer, almost intimate link with greater and varied audiences, making the barriers between online and offline life more diffuse and ethereal in practice. From different theoretical, methodological, and disciplinary approaches, the texts included in this book seek to give an answer to these new realities and social conflicts; for this reason, the unifying thread of the book lies in the complex and always unresolved equation between mass media, social conflicts, and the field of public opinion formation or construction.
Keywords: Mass media, public opinion, social conflicts, social movements, citizenships.
Citación sugerida Charry Joya. C. A. (ed.). (2018). Ciudadanías conectadas. Sociedades en conflicto. Investigaciones sobre medios de comunicación, redes sociales y opinión pública. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario. DOI: doi.org/10.12804/th9789587840643 |
Ciudadanías conectadas
Sociedades en conflicto
Investigaciones sobre medios de comunicación, redes sociales y opinión pública
Carlos Andrés Charry Joya
—Editor académico—
Charry Joya, Carlos Andrés. Ciudadanías conectadas. Sociedades en conflicto. Investigaciones sobre medios de comunicación, redes sociales y opinión pública / Carlos Andrés Charry Joya; editor académico [y otros]. — Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2018.
xvi, 252 páginas. Incluye referencias bibliográficas.
Sociología / Medios de comunicación de masas / Comunicación -- Investigaciones / I. Charry Joya, Carlos Andrés / II. Vizcaíno G., Milcíades / III. Barón, Luis Fernando / IV. Navarro Bohórquez, Daniela / V. Tamayo Gómez, Camilo / VI. Sánchez, José Fernando / VII. Barredo, Daniel / VIII. Angulo, Susana / IX. López, Jairo Antonio / X. Hincapié, Sandra / XI. Universidad del Rosario, Universidad del Rosario / XII. Titulo. / XIII. Serie.
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Primera edición: Bogotá D. C., abril de 2018
ISBN: 978-958-784-063-6 (impreso)
ISBN: 978-958-784-064-3 (ePub)
ISBN: 978-958-784-065-0 (pdf)
DOI: doi.org/10.12804/th9789587840643
Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario
Corrección de estilo: Daniela Echeverry
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Desarrollo ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
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Dos acontecimientos de orden mundial ocurridos durante los primeros años de la década de 1990 podrían ser considerados el inicio de una nueva era. De un lado, se encuentra el cese de la Guerra Fría, que significó el paso de un mundo bipolar a uno multipolar, en un contexto marcado por el debilitamiento y el encogimiento de los estados, fenómeno que es, en gran medida, resultado de una economía internacional cada vez más interdependiente e indócil a las restricciones impuestas por las fronteras nacionales. Del otro, se encuentra una revolución que es a la vez tecnológica y social, relacionada con la progresiva popularización o democratización del Internet. Esta no solo le ha permitido a la humanidad estar más conectada entre sí, sino que ha posibilitado también que las diferentes formas de organización social desplegadas a lo largo y ancho del planeta transformen sus habituales modos de configuración. Son sociedades que, a ritmos distintos y con intensidades diversas, han pasado a constituirse en esa realidad líquida o, si se quiere, desanclada, que se hace palpable en radicales formas de individuación, pero, a su vez, en un mayor debilitamiento de las relaciones cara a cara, reproduciendo formas sociales más fluidas pero, también, más inestables, impersonales e inciertas, tal y como lo señalaron en su momento Zygmunt Bauman, Ulrich Beck o Anthony Giddens.
Se trata de una dinámica social de orden global que ha hecho, entre otras consecuencias, que los científicos sociales comencemos a cuestionar categorías que durante décadas o siglos sirvieron para explicar “lo social”. Nociones como “clase”, “nación”, “raza” o “identidad”, entre muchas otras, hoy en día solo pueden ser entendidas en la relación de unas con otras, siendo claro que ninguna de ellas, por sí misma, puede abarcar la totalidad de fenómenos que configuran las realidades que experimentan las personas.
Las sociedades latinoamericanas no han sido ajenas a tales transformaciones. Durante las últimas décadas del siglo XX la mayoría de los países de la región introdujo reformas constitucionales de gran calado, que en algunos casos acercaron a sus poblaciones a modelos económicos neoliberales, mientras que en otros se hizo todo lo contrario, apostando por nuevas formas de socialismos. Sin embargo, en casi todas ellas los movimientos sociales compuestos por jóvenes, estudiantes, indígenas, comunidades afrodescendientes y población LGTBI, entre otros, han demostrado que existen nuevas ciudadanías que merecen tanto el reconocimiento como la legitimación social, cultural y política. Sin pretender evaluar aquí los resultados de tales experimentos sociales, que hablan de un continente cuyos países viven realidades cada vez más complejas y conflictivas, lo cierto es que el influjo de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías no solo ha permitido que un mayor número de personas esté conectado en tiempo real, sino que cada vez haya un mayor acceso a la información. Por ello, lo que en un momento fue percibido como un desplazamiento de los medios de comunicación tradicionales a manos de las redes sociales, en realidad ha significado una ventana de oportunidad para que tanto estos como diversos grupos sociales y de interés establezcan un vínculo más estrecho con mayores y variadas audiencias, haciendo que las barreras entre la vida “online” y “offline” tiendan en la práctica a ser cada vez más débiles.
Desde enfoques teóricos, metodológicos y disciplinares distintos, las investigaciones que se presentan en esta obra tratan de dar respuesta a esas nuevas realidades y conflictos sociales, cuyo hilo conductor radica en la compleja y siempre irresuelta ecuación entre conflictos sociales, medios de comunicación y la esfera de formación o constitución de la opinión pública, aportando elementos empíricos relevantes sobre los cuales se pueden rastrear las coordenadas del proceso de cambio social que está acaeciendo.
Precisamente el primer capítulo, a cargo del profesor Milcíades Vizcaíno, aborda de manera conceptual los diferentes enfoques que se han encargado de resolver teórica y metodológicamente esta relación, brindando herramientas de lectura que serán clave a lo largo de los demás capítulos, siendo este un texto de consulta para aquellas personas que deseen incursionar en la evolución que ha tenido el campo de estudios sobre comunicación y sociedad.
Entretanto, en el segundo capítulo, Luis Fernando Barón aborda las interacciones entre los movimientos sociales y las tecnologías de la información y la comunicación —TIC—, las cuales, desde su punto de vista, han ampliado tanto las oportunidades y los espacios de acción sociopolítica y el empoderamiento de los jóvenes, como su participación en la formación de esferas de discusión pública. Barón centra su interés en mostrar cómo los jóvenes del Movimiento Estudiantil de Colombia —MANE— y del Movimiento de Reforma Migratoria en Estados Unidos (compuesto en su mayoría por hijos de inmigrantes latinoamericanos) han fortalecido y ampliado tanto el espectro de la participación en los espacios públicos, como su accionar político y su poder social, gracias a las prácticas que generan y reproducen con las TIC. De dicho análisis se desprende la idea de que las interacciones de los jóvenes con estas tecnologías no solo han contribuido a que ellos se conviertan en agentes sociopolíticos y en mediadores informativos y culturales, sino que han ayudado también a modelar y remodelar sus identidades individuales y colectivas, en sus respectivos escenarios de acción.
Por su parte, Camilo Tamayo Gómez y Daniela Navarro Bohórquez toman como estudio de caso dos movimientos de víctimas del departamento de Antioquia (Colombia), a través de los cuales analizan cómo las víctimas del conflicto armado colombiano restauran su sentido de ciudadanía, a partir de las dimensiones expresivas y comunicativas de la acción colectiva. De dicho ejercicio se introduce un nuevo campo de estudio: el de las ciudadanías comunicativas, en el cual las emociones actúan como catalizadores de acciones colectivas, para reclamar derechos humanos en la esfera pública desde los grupos subalternos y contrapúblicos, tanto a nivel nacional como transnacional, siendo una oportunidad para evaluar cómo la pertenencia e identificación colectiva y los derechos humanos se construyen a través de procesos de memoria, reconocimiento y solidaridad.
De otra parte, en el cuarto capítulo trato de señalar algunos elementos de análisis para comprender la influencia ejercida por algunos de los principales medios de comunicación colombianos en relación con el encuadre dado por estos al proceso de negociación de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las hoy extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia —FARC—, estudio del cual se pueden identificar las tendencias y los posicionamientos producidos por cada uno de tales medios. De esta manera, el texto presenta argumentos que explican el papel jugado por los medios de comunicación en el proceso de formación de opinión pública en torno al proceso de paz, los cuales dan pistas para entender las causas de los elevados niveles de polarización social y política a los que se llegó.
Entretanto, José Fernando Sánchez examina la reciente desmovilización de las FARC y su desplazamiento hacia las zonas veredales de concentración que, como muchos de los acontecimientos relacionados con el proceso de paz con esa guerrilla, ha sido objeto de un importante cubrimiento mediático. De esta manera, el propósito de ese capítulo es describir la estrategia de representación asumida por algunos de estos medios a través del análisis de las imágenes producidas o reproducidas por cada uno de ellos, siendo de especial interés analizar lo que el autor denomina ethos visual que caracteriza dichas imágenes. Todo ello lo realiza a partir del estudio de las fotografías en las que se muestra a las guerrilleras de las FARC con sus hijos en tránsito a su reincorporación a la vida civil.
En el sexto capítulo, Susana Angulo y Daniel Barredo buscan comparar el tratamiento informativo de los movimientos animalistas en las versiones digitales de los periódicos El Tiempo, El Espectador, El Colombiano y la revista Semana, entre el 2014 y el 2016, mediante un análisis de contenido manual y de la aplicación de la metodología del análisis estadístico de datos textuales. Los resultados de dicho estudio señalan que los medios de comunicación escogidos tienden a incorporar elementos gráficos o audiovisuales, a firmar los contenidos institucionalmente, y a cubrir particularmente las noticias sobre el maltrato animal, la tauromaquia y los derechos de los animales, siendo estos elementos esenciales a la hora de comprender los posibles efectos que puedan lograr los movimientos animalistas en el campo de formación de la opinión pública.
Por último, Sandra Hincapié y Jairo Antonio López estudian la actual crisis de derechos humanos que viven los periodistas y los medios de comunicación en México, la cual es un reflejo de la crisis social que está viviendo ese país a raíz de la incursión del fenómeno del narcotráfico. Haciendo un detallado y minucioso recorrido por las graves violaciones a los derechos humanos de los periodistas, Hincapié y López identifican las características sociales y estructurales que hacen que la labor de los periodistas sea vulnerada, determinando las razones por las cuales la impunidad de los crímenes cometidos se ha vuelto el común denominador. Así, este es un caso que puede ser extrapolable a otros contextos en los que el ejercicio del periodismo se ha visto seriamente amenazado, como lo ha sido, por ejemplo, en Colombia o, más recientemente, en Venezuela.
Al centrar su interés en los fenómenos sociopolíticos y socioculturales que intervienen en los procesos de comunicación, este libro pone de presente las mutaciones que están ocurriendo en nuestro contexto tras la disolución del fenómeno de audiencias cautivas. Se da cuenta así de las variadas manifestaciones y modos de adaptación que se vienen gestando en los mecanismos no formalizados de participación ciudadana, en un espectro social en el que los jóvenes, los estudiantes, las víctimas de los conflictos armados, las movilizaciones sociales y los mismos medios de comunicación han servido como puntos de conexión, pero, a su vez, de inflexión y metamorfosis de “lo social”. En dichas dinámicas adquieren relevancia las estrategias que los actores despliegan en la construcción de redes de apoyo y de protección de sus derechos, que se traducen en nuevas formas de acción colectiva y de resistencia, o, bien, evidenciando cómo, a pesar de la revolución digital, los medios de comunicación se han servido de ella para seguir teniendo un peso preponderante en las dinámicas de reproducción y estructuración del orden social y político.
Así, esta obra pretende contribuir a la consolidación del debate académico y social entorno al papel de la comunicación, de los medios de comunicación, de las redes sociales y de los diferentes actores políticos que hacen uso de ellos, pues hoy, más que nunca, se hace necesaria la creación de escenarios que privilegien el debate público razonado e incluyente, que dé luces para encontrar salidas a los principales problemas que aquejan a nuestras sociedades, especialmente en lo relativo a cómo se configuran y transforman los públicos y las opiniones en la era digital.
Carlos Andrés Charry Joya
* Este capítulo es parte del proyecto “Medios y conflicto armado” que el autor desarrolla en la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Villavicencio.
Milcíades Vizcaíno G.
Manuel Castells sostiene que “el poder se decide cada vez más en un espacio de comunicación multimodal. En nuestra sociedad, el poder es el poder de la comunicación” (2008). La explicación es que, históricamente, la comunicación y la información han sido las fuentes que han establecido el fundamento no solamente del poder sino también del contrapoder que inciden en la dominación y en el cambio social. De ello se desprende que “la batalla más importante que hoy se libra en la sociedad es la batalla por la opinión pública” (Castells, 2008), por cuanto las formas de pensar de las personas dirigen el rumbo que toman las normas y los valores que, a su vez, son la base de las sociedades. De esto resulta una conclusión: la batalla por ganar la opinión de las personas es uno de los objetivos estratégicos de los medios de comunicación. La comunicación no solamente es un atributo o característica de los seres humanos que permite su interacción, sino que es una explicación científica de cuanto ocurre a su alrededor y que da dirección a los acontecimientos que anudan el tejido social y político. La resolución de la tensión por la direccionalidad de los eventos y de las estructuras de la vida cotidiana se facilita mediante el uso de mecanismos comunicacionales, pero ellos encarnan poder. Estudios demuestran que, en el trámite de la comunicación a la vida cotidiana de las audiencias, la cognición política se encuentra modelada por las emociones por cuanto no se verifica oposición entre cognición y emoción y, por otro lado, se encuentran diferentes formas de conexión entre las dos operaciones de emoción y cognición cuando se las activa para la toma de decisiones. Por su parte, la toma de decisiones racional actúa “como proceso de evaluación de la nueva información o modelos rutinarios de decisión basados en experiencias anteriores procesadas en los mapas cerebrales” (Castells, 2009, p. 202).
En consecuencia, ir al fondo de lo que fundamenta la comunicación es descubrir el poder que la dirige y que no siempre está abierto a la luz pública sino que es un proceso camuflado en medio de los “campos programáticos” de noticias y reportajes, publicidad y entretenimiento, que son los modos más usuales de comunicación (Luhmann, 2000). El poder está subsumido en la comunicación como continente y como contenido de lo que es hablado y reflexionado. El “continente” se traduce en lenguaje no verbal y paraverbal mientras que el “contenido” es el mensaje en sí, lo que es más visible frente a lo que es simulado o encubierto. Uno y otro hacen la comunicación que se asocia al poder.
Los medios masivos encarnan un poder en la sociedad que ha sido identificado y valorado en diferentes estudios de las ciencias de la comunicación, la sociología, la antropología, la filosofía política, y demás ciencias sociales y humanistas. Diferentes perspectivas epistemológicas, teóricas y metodológicas se han desarrollado para buscar la comprensión y la explicación de los fenómenos asociados a estos medios. Entre las perspectivas más reconocidas están la teoría de la sociedad de masas, desde el pragmatismo; la Escuela de Chicago; el interaccionismo simbólico; la Mass Comunication Research; la transmisión de información; el estructural funcionalismo; la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt; la renovación de la Comunication Research; los estudios culturales; el estructuralismo y la semiótica social de la comunicación; la mediatización de la cultura; el paradigma integrado; el estudio de la cultura mediática; la teoría de la acción comunicativa y las teorías posmodernas; y el posestructuralismo. En estos estudios, las temáticas son amplias. Un aspecto focal es la identificación y la intensidad del poder, el aletargamiento de las audiencias, el cinismo como operan los medios y los efectos negativos que producen. Entretanto, otros estudios se localizan en el tipo de poder y su relación con otros poderes de la sociedad, sean ellos económicos, políticos o coercitivos, con las intersecciones que tienen dentro de una organización social. Los medios no solamente se comparan con la sociedad y su poder económico o político, encarnan en sí mismos una dosis de poder que se pone en juego en la dinámica de su actividad. Luego, resulta fructífero considerar la doble relación que establecen los medios y no siempre aparece con claridad (Curran, 2005).
El poder es concebido de manera difusa y se
[…] manifiesta de formas diferentes, como si se tratase de una red de vasos comunicantes entre diversas instituciones o actores [que] integra miradas históricas, sociológicas, antropológicas y políticas del poder como fenómeno que no se circunscribe a las instituciones, sino que involucran a los individuos y a la ciudadanía por jugar un papel central en la sociedad. (Curran, 2005, pp. 295-296)
El Centro para los Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham sigue las perspectivas culturalistas con la pluralidad de voces que recogen sus análisis.
A pesar de las innumerables críticas evidenciadas en los medios de comunicación social, son reconocidos como la manera más coherente creada por los hombres para organizarse en sus respectivos aspectos, hasta el punto de ser vistos como los medios más aceptados para estar informado (Pellegrini, 2012). Pueden considerarse dos tipos de vinculación entre medios y poder: el primero consiste en el traspaso de información, que se reconoce como una función prioritariamente de los periodistas; el segundo tipo es el aporte de juicios, opiniones y de valores, y corresponde a toda persona que participa en la sociedad. Los dos tipos están involucrados en los medios de comunicación.
La democracia formal, que fue menospreciada en el pasado, está autorizada para controlar y limitar el ejercicio del poder. Ha sido reconocida en 175 países que funcionan con este sistema y, en una evaluación, no pueden calificarse como democracias mínimas, que tienen la legitimidad de que el poder provenga de los ciudadanos, quienes lo confieren para que el gobierno sea elegido libremente (Sartori, 1991). Sartori no escribiría, como Juan Jacobo Rousseau, que “los hombres nacen libres pero son sojuzgados por doquier” y por cualquiera, sino, más bien, que “los hombres han estado sojuzgados durante mucho tiempo pero que por fin han logrado conquistar la libertad” (Sartori, 1991, p. 459), porque reconoce que existen malas políticas que nos pondrán en peligro si no reflexionamos sobre los temas de la democracia. Si en la actualidad no hay alternativa mejor que la democracia para aplicar el principio de la legitimidad, ello no significa que no tenga aspectos que se deban criticar porque la deslegitiman hasta desvanecerla. Las modificaciones que se introducen al sistema político están acompañadas generalmente por dos dimensiones que mueven las motivaciones en los actores, que son la legitimidad y la eficacia, como los dos atributos esenciales de un régimen político que reclame ser considerado exitoso (Lipset, 1988); ambas dimensiones interactúan entre sí (Linz, 1990). En conclusión, un gobierno con legitimidad podrá gobernar de manera más eficaz y los resultados de su gestión aportarán mayor legitimidad (Buquet, 2007).
Tal como explica Bertrand Badie (1991), la democracia actual es aprehendida por su vinculación a una cultura y su universalización pasa a depender de una profunda transformación de las demás culturas. Según la conclusión de Norbert Lechner,
[…] parece conveniente abandonar el supuesto que el desarrollo económico es un prerrequisito de la democracia, aunque seguramente sea una condición favorable. Que la política no sea mero reflejo de los procesos socioeconómicos no significa, por otra parte, que la política sea un “sistema” autónomo. Los procesos políticos y las estructuras materiales interactúan en una relación de asincronía. (1991, p. 571)
En América Latina, la experiencia de la década de los sesenta estaba asociada a la revolución, a un cambio rápido y profundo; por la década de los setenta y siguientes, se han transformado las expectativas y se ha consolidado la idea de democracia en la región y las dictaduras, donde existieron, fueron superadas y sustituidas por la forma democrática. La presunción de que todo régimen democrático está obligado a hacer compatible la legitimidad con la eficiencia no está demostrada empíricamente porque generalmente se presenta un margen de maniobra, no un cumplimiento taxativo. Ese margen de confianza modula la aplicación de los criterios de eficiencia con una holgura indeterminada. En el caso de América Latina, la eficiencia se confronta con el cumplimiento de políticas de ajuste estructural que contemplen condiciones de inserción en la economía mundial que, una vez aplicadas, agravan la situación de desintegración social y, desde luego, ahondan las bases que podrían legitimar la democracia. Esta contradicción es, hasta ahora, insalvable. Un ejemplo de evidencia son las políticas de ajuste estructural del Consenso de Washington, cuyo resultado ha sido una mayor desigualdad, como incluso sostienen analistas vinculados al Banco Mundial (Maldonado, 2002). ¿Quiénes son los responsables del fracaso de estos programas? El consenso es solo aparente, porque ha fracasado por contradicciones internas y también porque es difícil aceptar que el Banco Mundial haya tenido éxito en sus programas para eliminar la pobreza o las desigualdades en el mundo, frente a la información que dice que la situación de la mayoría de los países en desarrollo ha empeorado a lo largo de los años. Este ejemplo ilustra el margen de confianza que han de tener los ciudadanos en sus gobiernos cuando se producen situaciones adversas, como ocurre generalmente en economías inestables. La comunicación que requiere la difusión de las políticas y sus procesos de inculcación evoca un enfoque interpretativo pero también el direccionamiento de los fenómenos de la vida social actual. La comunicación es, una vez más, un proceso que facilita la interacción pero también encarna la explicación de cómo ocurren los fenómenos que direccionan la vida social y política.
Dentro de la amplia gama de perspectivas en los estudios de la comunicación y del poder en la sociedad se encuentran los estudios culturales, con su tradición focalizada en la relación entre medios de comunicación y cultura popular, originada en los países anglosajones, en los años sesenta, como una doble reacción, por una lado, al funcionalismo y, por otro, al determinismo de la economía política fundamentada en el marxismo. En una estructura polarizada, como la correspondiente a la Guerra Fría, en el estudio de los medios de comunicación el funcionalismo se constituyó en el paradigma dominante para cuyo fortalecimiento tomó como punto de partida la experiencia de la democracia de Estados Unidos por ser el campo empírico directo de los ejercicios intelectuales. El supuesto de la neutralidad valorativa de los medios dentro del sistema llevó a los analistas a pensar que la sociedad funciona como un organismo en el cual las partes desempeñan funciones específicas, de ahí la función asignada a los medios en el aseguramiento del consenso y la integración social. Los estudios culturales se dedicaron a explorar temáticas similares en diferentes ángulos o perspectivas con los trabajos de Richard Hoggart en las conexiones entre vida cotidiana y cultura pública de los obreros ingleses en el rock‘n’roll, la televisión, las máquinas de discos, y las novelas negras y románticas, que fueron desplazando el sentido de comunidad de la cultura obrera. Por su parte, Raymond Williams se adentró en la conexión entre cultura y sociedad, lo que le permitió replantear el concepto de cultura como la forma en la que las personas le dan significado a su experiencia. Edward Palmer Thompson focalizó su mirada en las batallas perdidas de la historia de la clase obrera sublimada en los logros triunfales de otros estudios. Estos son solo ejemplos de estudios pioneros que, en su desarrollo, incursionaron en opciones diversas que van desde la investigación sobre el texto hasta la investigación sobre el contexto del consumo, que ilustran el paso del modelo semiótico-informacional al modelo semiótico-textual (Grandi, 1995).
Los estudios culturales incorporan la noción de ideología derivada de los estudios de Louis Althusser, y también retoman el concepto de hegemonía procesado por Antonio Gramsci, referida a su construcción por un grupo que hace de las decisiones una política para sí. La construcción simbólica fundamenta el discurso socialmente compartido entre los grupos afines en su pensamiento. Pero no solo es ideología, también desarrollan teorías y metodologías que hacen de sus estudios un campo innovador (Hall, 1994). Sus problemas focales estuvieron localizados en una gama amplia de cultura, que va desde la cultura alta, pasando por las culturas vivas y las diversas actividades culturales, hasta la cultura popular. Las metodologías usadas se refieren a las estrictamente textuales, pasando por las etnometodologías, la crítica literaria, el neomarxismo, el psicoanálisis, el estructuralismo, y el posmodernismo en los temas de feminismo, antropología cultural y poscolonialismo. Esto significa que las opciones metodológicas son plurales, y responden a la tensión entre requerimientos propiamente teóricos y políticos dentro de los contextos en los cuales desarrolla su acción. En los estudios culturales,
[…] las categorías más utilizadas en la actividad actual de los Estudios culturales son la historia de los Estudios culturales, el gender, la sexualidad, la nacionalidad y la identidad nacional, el colonialismo y el poscolonialismo, la raza y la etnicidad, la cultura popular y su audiencia, la ciencia y la ecología, las identidades políticas, la pedagogía, las políticas de la estética, las instituciones culturales, las políticas de la disciplina, el discurso y la textualidad, la historia y la cultura global en la edad posmodema. (Grossberg, Nelson y Treichler, 1992, p. 1, citado en Reynoso, 2000)
Si bien los estudios culturales se desarrollan en disciplinas como la sociología, la antropología, las ciencias de la comunicación y la crítica literaria, el marco preferencial está en la condición posmoderna y, sobre todo, en la cultura popular. Los estudios muestran las dificultades que tienen las audiencias para escapar del poder de los medios en una sociedad que cada vez más asimila los desarrollos de la tecnología para fortalecerse y ejercer esa influencia en otros ámbitos hasta configurar una sociedad tecnologizada (Curran, 2005).
Una de las orientaciones teóricas y metodológicas actuales es la que asume que los medios construyen un marco o frame desde el cual estructuran su agenda informativa y dan relevancia a la realidad que ellos construyen. En este orden de ideas, el presente apartado desarrolla tres segmentos relacionados entre sí: el primero se concentra en el marco (frame) que los medios construyen; el segundo hace un repaso somero por la agenda informativa (agenda setting); y el tercero observa cómo se seleccionan los referentes que definen la realidad construida (priming). Finalmente, se sacan algunas conclusiones sobre el papel de los medios en la construcción de una democracia activa, plural y que promueva la convivencia social pacífica.
El marco comunicacional (frame)
El término comunicación connota diferentes significados. En los años setenta del siglo anterior, se reconocían al menos 126 significados que se han venido ampliando con el paso de los años (Miguel, 2010). Incluye la interacción de los seres vivos dentro de su entorno, los signos usados en el aprendizaje de códigos, la transmisión de mensajes o informaciones entre personas individuales o sociales a través de medios personalizados o de masas, con el uso de códigos de signos reconocidos, y las transacciones dentro del sector económico referidas a industrias de la información, la publicidad y los servicios de comunicación no publicitaria (Rizo, 2004a). El resultado ha sido una expansión polisémica (Miguel, 2010; Aguado, 2004) que se puede agrupar en cuatro grandes dimensiones: expresión, difusión, interacción y estructuración (Galindo, 2005), por cuanto incluyen intercambio verbal y no verbal de ideas e informaciones, y todas ellas tienen lugar dentro del mundo de la vida, noción en la que se centra la argumentación de este capítulo. El estudio de la comunicación se ha ampliado enormemente en las sociedades contemporáneas hasta el punto que hoy es imprescindible en la vida social, económica, política y cultural (Galindo, 2011; McQuail, 1997; Craig, 1999; Rizo, 2004b). La comunicación hace parte de toda la vida de los seres humanos, que están atrapados por ella y no tienen posibilidades de evadirla.
Los medios construyen un marco dentro del cual se realiza la comunicación. No se argumenta desde el positivismo clásico de las ciencias de la comunicación en cuyo contexto los efectos son iguales para todos y nadie puede escapar a su influencia. Las investigaciones han demostrado que las reacciones de las audiencias son variables y que los resultados pueden ser inesperados. Por tanto, la incidencia no es automática sino que pasa por la actividad de los sujetos que tienen capacidad de procesar la información. Tampoco se argumenta desde la teoría crítica de Adorno y Horkheimer, con su concepto de “industria cultural” que, según los autores, produce homogeneización de los seres humanos con la heteronomía que significa abuso de poder por los grupos hegemónicos de una sociedad. Si bien hay heteronomía, esta no necesariamente conduce a la homogeneización, porque los mensajes pasan por los marcos de los receptores y ellos tienen la posibilidad de filtrar la información. En este documento se reflexiona desde la interacción entre emisor-medio-mensaje y receptor en una reciprocidad entre sujetos de la comunicación. Se sigue a Berger y Luckmann (1998), quienes dejan a un lado las definiciones funcionalistas, que tratan los conceptos de estabilidad y de orden, porque deciden inclinarse por el concepto de construcción de significados múltiples en diferentes niveles de la organización (Gomes Da Silva, 2010; Sveningsson y Alvesson, 2003) dentro del marco (frame) de emisores y receptores.
La comunicación es una cosa eminentemente social y, como todas las cosas sociales, solo es comprensible si puede ser reducida a actividades humanas; estas se las hace comprensibles solamente mostrando sus motivos “para” o sus motivos “porque” (Schütz, 1964a). Los motivos son elementos que nunca están aislados sino que se agrupan en grandes sistemas dentro del mundo social en el cual se desenvuelven los seres humanos en sus relaciones recíprocas. El motivo “para” está referido al futuro al cual se dirige la acción que es su medio, por eso es un término ad quem y su acción está condicionada por el proyecto, por la propuesta, por lo que ha sido imaginado si la acción se efectúa. En cambio, el motivo “porque” evoca el pasado relacionado con la razón o la causa de la acción, por lo cual se denomina un término a quo que evoca el origen, el camino, que está conectado con las múltiples experiencias que conforman la personalidad social. Los conocimientos están graduados en un continuum que va desde la intimidad, en la cual hay una comprensión completa de los motivos, hasta la anonimia, en la cual se desconocen todos o, al menos, la mayoría de los motivos que orientan la acción. Por esto, la investigación empírica del fenómeno permite abordar el campo de la anonimia y darle un tránsito hacia el campo de la intimidad, en la cual se descubren los motivos y quedan a la luz de los actores y también de los investigadores.
Para lograr una mayor comprensión de la comunicación, algunos estudios adoptaron el modelo de análisis de la ecología de la comunicación (Giraldo-Dávila y Maya-Franco, 2016; Islas, 2015; Logan, 2010; Scolari, 2010, 2015; Sampere, 2015), cuyo concepto se conoce como Escuela de Toronto, Escuela de Nueva York, Escuela de San Luis o mediología. Estos modelos incluyen “casi todos los aspectos de los procesos comunicativos, desde las relaciones entre los medios y la economía, hasta las transformaciones perceptivas y cognitivas que sufren los sujetos a partir de su exposición a las tecnologías de la comunicación” (Scolari, 2015, pp. 17-18, citado en Giraldo-Dávila y Maya-Franco, 2016). Por tanto, es un modelo que combina estructura, contenido e impacto sobre los usuarios que construyen su realidad. En síntesis, “es una disciplina inter y transdisciplinaria de las relaciones entre los seres humanos y sus entornos, sean estos naturales, sociales o tecnológicos” (Marqués-Pascual y López-Jiménez, 2016, p. 368). En razón de la sobrecarga de información, los medios presentan un efecto invernadero y un sobrecalientamiento en las audiencias, debido a la rápida migración de los sistemas de producción, distribución y consumo de los canales utilizados en la convergencia mediática digital en un espacio universal. Las audiencias se involucran cuando se convierten en líderes de opinión o en emisores en el uso de las redes sociales. El resultado es una transmedia que integra los nuevos ecosistemas mediáticos y rompe la tradicional unilateralidad de emisores. El comportamiento de las personas en relación con la información de los medios no es definido solamente por características individuales sino por el contexto social, la cultura compartida y la pauta cultural dominante (Schütz, 1944).
Los marcos de Goffman
Los marcos, según Goffman, no solo tienen la función de organizar el significado sino que además involucran la participación, es decir, no solamente el conocimiento sino también la acción. El desarrollo de los marcos estuvo precedido de La presentación de la persona en la vida cotidiana y de Relaciones en público. En Frame analysis el autor se centra plenamente en los usos del lenguaje en el orden social que, a pesar de trabajarse en una escala reducida de la vida cotidiana, no deberían ser tomados solamente como trabajos de microsociología, sociolingüística o psicosociología, sino que pueden ser llevados a una escala mayor. Un marco “es aquello con lo que una persona da sentido a un encuentro y con lo que maneja una franja de vida emergente” (Goffman, 2006, p. XIX). El mundo no es solo un escenario, tampoco el teatro lo es del todo. Hay que buscar una definición de la situación para actuar sobre ella. Schütz era partidario de identificar áreas dotadas de sentido en vez de subuniversos de significado, porque consideraba que aquello que define la realidad es el sentido de la experiencia y no tanto la estructura de los objetos. El significado proviene de la relación social. En este aspecto Schütz prolonga su influencia en la obra de Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad (Berger y Luckmann, 1998). Para Schütz es claro que
[…] el mundo de la vida cotidiana, el mundo del sentido común, tiene una posición privilegiada entre las distintas áreas de la realidad, ya que solo dentro de él resulta posible la comunicación con nuestros semejantes. Pero el mundo del sentido común es desde su origen un mundo sociocultural y las más diversas cuestiones relacionadas con la intersubjetividad de las relaciones simbólicas que se originan dentro de él están determinadas por él y encuentran su solución en él. (Berger, y Luckmann, 1998, p. 5)
De esta suerte, Goffman precisa su concepto de marco constituido por los elementos que definen la experiencia y le dan una organización. Dos aspectos hay que tener en cuenta: el primero es la inscripción de los planteamientos de Goffman dentro de una escuela o campo de pensamiento. El haber tenido una amplia influencia de predecesores no permite la localización de sus propuestas dentro de una línea definida de pensamiento sociológico y, en particular, el caso del marco. Diferentes desarrollos de la teoría sociológica y de la filosofía han influenciado los planteamientos de Goffman, entre ellos la sociología de Émile Durkheim, Robert Park y la Escuela de Chicago, la psicología de George Herbert Mead y la sociología de George Simmel, desde luego, la fenomenología de Edmund Husserl y de Alfred Schütz, y las ciencias cognitivas, en particular de Gregory Bateson con la sociolingüística y el pragmatismo de William James. La referencia permanente a estos planteamientos dificulta reconocer una línea de pensamiento definida en el campo de las categorías utilizadas por las escuelas. Si se toma en cuenta la sociología de las interacciones, se le ubica como microsociología y en el situacionismo, en lo cual se diferencia del holismo o del individualismo metodológico.
El segundo aspecto a tener en cuenta es su constante apelación a las metáforas, que hace más elusiva la clasificación si se la busca en sus planteamientos. El uso de la metáfora teatral, del rito o ritual de interacción, el juego o interacción estratégica, la metáfora cinematográfica de los marcos es interpretada como una oscilación que se desplaza entre el individualismo metodológico y el holismo metodológico en contraste con el enfoque interaccionista. Lo que ocurre es que el autor no se queda estancado en un planteamiento sino que abre posibilidades de construcción de diferentes miradas de la realidad o lecturas distintas, a la manera de las realidades múltiples en su examen de El Quijote, tal como hace la presentación de Alfred Schütz (Schütz, 1964a, pp. 133-152). Este es, precisamente, un aspecto que se busca demostrar en el tratamiento de la información que pasa por los medios masivos de comunicación. La tradición de William James elabora una teoría acerca de diversos órdenes de realidad cuando el objeto es sometido a contradicciones, es decir, cuando no es una realidad absoluta, como son las informaciones que producen los comunicadores.
En el campo de la vida cotidiana existen diversos órdenes de realidad que constituyen subuniversos experimentados por el sentido común; pero también el mundo de la ciencia es susceptible de pensar sus objetos de manera diferente. La tesis de Schütz afirma que
[…] la novela de Cervantes aborda sistemáticamente el problema mismo de las realidades múltiples enunciado por William James, y las diversas etapas de las aventuras de don Quijote son reconocidas como variaciones, cuidadosamente elaboradas, del tema principal, a saber, de qué modo experimentamos la realidad. (Schütz, 1964b, p. 134)
La teoría de las realidades múltiples se construye teóricamente sobre una triangulación compuesta por la fenomenología de Edmund Husserl, el vitalismo de Henry Bergson y el pragmatismo de William James con la sociología de Georg Simmel y de Max Weber, para referirse al mundo de la vida cotidiana (Toledo, 2007). Hay que comprender que el mundo de la vida no se refiere exclusivamente a las actuaciones prácticas, sino que “podemos pensar el concepto de mundo de la vida tan ampliamente que incluya todas las modificaciones de actitudes y estados de alerta” (Schütz y Luckmann, 1977, p. 41). Según Schütz,
[…] nuestra relación con el mundo social se basa en la hipótesis de que, a pesar de las variaciones individuales, nuestros semejantes experimentan los mismos objetos de manera sustancialmente similar a nosotros, y viceversa, y también que nuestro esquema de interpretación y el de ellos muestran la misma estructura típica de significatividades. (1964b, p. 139)
Si esta hipótesis es comprobada afirmativamente, se sostiene el fundamento de la intersubjetividad en la experimentación del mundo de la vida cotidiana; en cambio, si se niega, también se anula la posibilidad de establecer alguna comunicación entre semejantes. Esta es la fuerza que tiene el planteamiento de Schütz y que es desarrollado como procedimiento metodológico en el estudio que aborda este capítulo, basado en el supuesto de que la interacción implica compartir un ambiente que es común entre quienes participan en la reciprocidad de la comunicación. La pregunta es ¿cómo llegamos a compartir marcos de referencia para la interpretación de los mensajes enviados por los comunicadores? La respuesta, en términos de Goffman, es: “tendemos a percibir los acontecimientos en términos de marcos de referencia primarios, y el tipo de marco de referencia que empleamos proporciona una manera de describir el acontecimiento a que se aplica” (Goffman, 2006, pp. 26-27).
Una de las funciones de los medios es la creación de audiencias que compartan el mismo marco de los emisores. Todo esto hace parte de dos elementos precedentes: el primero es el contrato o pacto entre comunicadores y receptores de guardar un esquema o marco dentro del cual pasan las informaciones; y el segundo es el proceso de socialización y de aprendizaje informal que ocurre mientras la comunicación tiene lugar. A mayor exposición a los medios, mayor cimentación tendrán las rutinas que llevan a la interpretación de los significados derivados de los comunicadores.
El contexto intelectual de cuanto se ha venido planteando sobre los marcos proviene de la revalorización de la dimensión simbólica de la acción, las identidades colectivas y las teorías de movimientos sociales, que riñen con el enfoque empirista y causal de la acción social, y que se orientan a examinar los contextos de la acción colectiva que “propone considerar tanto los factores psicosociales como los factores estructurales-organizativos del accionar colectivo. Teóricamente, pretende complementar la teoría de la movilización de recursos con algunos desarrollos de la perspectiva interaccionista del comportamiento colectivo” (Goffman, 2006, pp. 26-27). Un riesgo que se ha imputado es intentar hacer compatible la noción de cultura con la teoría de la movilización de recursos, con lo cual se desvía el enfoque cognitivo para asumir el camino instrumental o utilitarista de la estrategia orientada hacia la movilización colectiva (Acevedo, 2013). La sugerencia es que el tratamiento del marco debería orientarse por dinámicas procesuales más que estructurales o de recursos. Pueden ser cuatro los argumentos de esta orientación. El primero hace referencia a pensar la cultura en su dimensión pública y procesual con esquemas de interpretación, simbolización y argumentación en situaciones de interacción en las cuales se coproducen los marcos. El segundo afirma las capacidades reflexivas de los actores con sus habilidades de orientación de la acción, no tanto en su racionalidad, sino en su capacidad de actuación. El tercero se refiere a la estrategia como dimensión pública y dramatúrgica en la elaboración de los marcos. El cuarto enfatiza la noción de espacio público como espacio colectivo para recuperar la relación entre el orden de la interacción y el orden social (Acevedo, 2013).