Los poderes ocultos de Hitler
© 2009, Fermín Castro González
© 2009, Ediciones Corona Borealis
Salvador Rueda, 7
29631 Arroyo de la Miel
MÁLAGA
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Diseño editorial: Olga Canals y Carlos Gutiérrez
Ilustración de portada: Bundesarchiv, Bild 102-13774
Foto: o.Ang. / 1932 ca.
Primera edición: noviembre de 2009
ISBN: 978-84-92635-02-3
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A Juan González Muñoz, sus relatos históricos hacían volar mi imaginación infantil,
In Memoriam
A Juanma, por las fotos invisibles y por su apoyo eterno; a Barros, por sus traducciones y su sincero interés; a Carmen, por sus correcciones y por un millón de pequeñas cosas más, y a Nuria mi agradecimiento más profundo.
La historia de la humanidad se escribe como Blas de Otero planteaba en su poética «para la inmensa mayoría». Ya desde el siglo xix se han debatido las formas de estudiar la Historia: desde el punto de vista político, económico, social… Actualmente, esta disciplina sufre una crisis de identidad, entre otras causas por la suplantación de los periodistas, que la utilizan para contar lo que han vivido —eso no es Historia, es periodismo—, por su utilización con fines políticos, por la creencia exclusiva en estererotipos o, en definitiva, por la falta de un conocimiento pleno de los hechos históricos que nos permita unir éstos como si de un puzle se tratara, hasta que realmente podamos, como decía Pierre Vilar, no revivir el pasado sino comprenderlo.
Sinceramente, pienso que son necesarios libros como éste, en los que se plantean otras formas de hacer Historia que nos aporten una nueva visión del pasado desde el plano de las mentalidades, de las constantes ideológicas que se observan intrínsecamente imbricadas en la mitología, la religiosidad y, en definitiva, en la mentafísica consustancial al ser humano.
La lectura de este texto es un continuo interrogante. El filósofo Francis Bacon dijo: «La duda es la escuela de la verdad». Es un intento sincero de búsqueda de la veracidad como medio de conducir al «fin de todas las guerrras y a la anhelada paz», a pesar de que en este camino se nos presenten cuestiones oscuras, misteriosas, algunas incluso novedosas para la historiografía tradicional y, por tanto, de difícil solución, como pueden ser: ¿Quién fue realmente Hitler? ¿Qué había en él de sobrenatural y de maligno?
¿Qué tienen de misterioso su apellido y su nombre? ¿De dónde proviene verdaderamente el intento de limpieza de sangre de la raza aria? ¿Qué se oculta tras los símbolos nazis? ¿Qué relación tuvo Hitler con los ocultistas de la época? ¿Cómo le influyeron las ideas de los templarios, de la mitología germánica, oriental y cristiana…? ¿Por qué los nazis estaban interesados en la búsqueda del Arca de la Alianza y del Santo Grial? ¿Está en el Tíbet el secreto de los seres superiores, en el reino escondido de Agarta, donde habita el Rey del Mundo? ¿Quién es él y qué relacion tuvo con Hitler? ¿Se pudo haber evitado la Segunda Guerra Mundial?
¿Cuántos secretos se llevaron las llamas del Castillo de Wewelsburg, lugar de culto de las SS, destruido por los nazis en 1945?
¿Tuvo descendencia Hitler? ¿Dónde se escondieron los últimos nazis? ¿Puede renacer hoy en día el Dragón de raíz germánica, rencarnación del propio Hitler?
El autor nos demuestra una gran valentía al escribir sobre una figura tan controvetida como es Adolf Hitler, desvelando paso a paso sus poderes ocultos. Personaje, como él mismo argumenta, sumamente contradictorio; «detrás de un bigotillo ridículo» se ocultaba un ser maldito que condenaba a muerte a todos los que le rodeaban; por otra parte, era un seductor con las mujeres, conocedor, tal vez, de extraños ritos sexuales y gran amante de las artes, los niños y los animales; una de las mentes criminales más grandes de la Historia, que sembró la semilla del caos y la destrucción en el mundo derramando un baño de sangre en la Segunda Guerra Mundial, que se saldó con más de cincuenta millones de muertes. Llegó a ejercer un poder casi hipnótico en millones de personas y tuvo una escalada hacia el poder vertiginosa, consiguiendo prácticamente en sólo trece años la mayoría de los votos de los alemanes.
Espero que este halo de misterio, implícito en texto, sirva para aclarar cuestiones sobre el nacionalsocialismo y no sirva a los que se basan exclusivamente en los clichés históricos para sacar frases de contexto y utilizarlas para sus propios fines. La finalidad fundamental del libro se muestra en las reiterativas alusiones que hace el autor a la necesidad «de desprenderse de tabúes y estudiar en su totalidad a Adolf Hitler, para evitar que se repitan aquellos terribles acontecimientos». Como Tuñón de Lara nos señala, «enjuiciar el nazismo solamente desde una óptica ética sin analizar por qué surgió y cómo se desarrolló sería errar la diana y no acertar».
Me parece muy acertada la visión del nacionalsocialismo que nos menciona el autor como una corriente espiritual cuyas raíces están en las constantes históricas milenarias, propagándose entre la juventud alemana como un reguero de pólvora, juventud que se encontraba perdida y que buscaba sin duda un sentido de vida.
Para poder corroborar esta hipótesis, Fermín Castro se apoya en multitud de fuentes y citas bibliográficas que, si observan, son de distinto signo ideológico. A su vez, relaciona al protagonista de la obra con más de cincuenta personajes con los que mantuvo un contacto directo o indirecto y que, como él mismo dice, constituyen «un trepidante baile de márcaras».
El autor se pasea cómodamente, con preciosa elocuencia, por la mitología germana, cristiana y oriental, demostrando un conocimiento exhaustivo, lo cual me parece digno de elogiar si consideramos el mundo en el que vivimos, en el que cada vez abandonamos antes nuestro espíritu de niños y dejamos de creer en mitos, leyendas, magia… Mundo en el que todo es imagen, marketing, productividad, efectividad en los rendimientos…, en el que apenas tenemos tiempo de darnos cuenta de que el cielo es azul y en el que el conocimiento histórico sólo es interesante si se puede rentabilizar políticamente.
Nos deja entrever muchos de los secretos que la Historia mantiene enredados en una inmensa telaraña en la que la humanidad cae un y otra vez, atraída magnéticamente hacia su destino.
Del mismo modo, el autor plantea la importancia de la espiritualidad como una constante ideológica, fuerza poderosa que se puede tornar en arma de destrución masiva si no llegamos a comprender su origen. A su vez, también enfatiza la trascendencia de los símbolos y de cómo éstos se pueden manipular para someter a pueblos enteros: «los símbolos agitan las almas como el viento las aguas». En cierta forma, se acerca al planteamiento de Gregorio Marañon cuando afirma que «la multitud ha sido en todas las épocas arrastrada por gestos más que por ideas».
En definitiva, intenta explicar lo que muchos otros autores ya se han planteado: ¿cómo se pudo extender tan rápidamente el nacionalsocialismo?, ¿cómo la mayoría de los candidatos a ingresar en las SS eran jóvenes universitarios que tenían que pasar por unas pruebas durísimas?, ¿por qué Hitler ejercía sobre todos los que le rodeaban un poder hipnótico?
Estoy totalmente de acuerdo con el autor cuando reitera la suma importancia del conocimiento total y desde todos los puntos de vista de este fenómeno. Alguna vez hemos reflexionado sobre qué piensan los jóvenes. Los que nos movemos entre las aulas, en el universo complejo de la enseñanza, cada vez sentimos más el miedo a que la Historia se repita. La característica fundamental de estos jóvenes es la falta de un conocimiento casi absoluto de todo aquello que se parezca a la Historia y una actitud irrisoria de lo que puede suponer la espiritualidad. A los docentes nos piden que sustituyamos estos conocimientos por la enseñanza de unos valores inexistentes en la sociedad en la que viven y nos es imposible construir un aprendizaje sin ningún tipo de «ladrillos». Mezclan y confunden las ideologías y buscan entre sus líderes a los más violentos; entre sus símbolos, todo cabe, pero sin saber lo que significan. Jóvenes que viven, sienten, aman y sueñan en la soledad de sus dormitorios, conectados a la globalidad.
Como el mismo autor menciona, ¿qué pasaría si surgiese un líder como Hitler en este mundo globalizado?
«Si no quieres repetir el pasado, estúdialo», reza Baruch Espinosa, pero si no puedes obligar a que lo estudien, ¿qué pasará?
Este libro nos confirma que siempre que se produce una crisis de mentalidades surge un movimiento espiritual que se ve fortalecido, utiliza los símbolos del anterior y cambia el nombre a fiestas religiosas que desde la Prehistoria probablemente sean las mismas, puesto que muchas de ellas obecen simplemente a los cambios estacionales.
Éste es un libro que invita a la conversación e incluso a la discusión, y con el que Fermín Castro nos deja abiertos muchos frentes. Espero que continúe con esta línea y que nos ofrezca nuevos títulos para que podamos seguir dudando. La polémica está servida. Sentémonos tranquilamente a charlar sobre eso que llaman Historia, intentemos buscar dónde está la verdad. Como el mismísimo León Blum, político socialista frances, judío y enemigo de Hitler, dejó escrito: «El hombre libre es el que no teme ir hasta el final de su pensamiento».
Nuria López Rey
Este libro no es una biografía de Hitler, no desea ser una crónica de los trágicos sucesos de 1939 a 1945, no es una apología en ninguna de las dos direcciones que el camino de la política tradicional suele imponer. Ni derecha ni izquierda. No es un libro contra nadie, aunque está animado por la profunda convicción de que por la Verdad, si es necesario, se luchará contra todos. En este libro usted no encontrará una historia oficial de aquel período histórico, ni una síntesis del movimiento político denominado nazismo.
Adolf Hitler es sin duda uno de los personajes históricos más conocidos y odiados del siglo xx. Responsable de llevar al mundo al abismo de una guerra mundial que provocó la muerte de sesenta millones de personas, cifra que escapa a la comprensión humana. Nadie puede imaginarse a sesenta millones de personas muertas, es algo imposible para nuestra mente y para nuestra moral.
Una figura histórica que haya provocado tanto daño debe ser estudiada con detenimiento. Aunque hay una marea de libros y monografías en torno a Hitler, muy pocos son los que han analizado la zona oscura, las raíces del mal. La historiografía oficial utiliza la técnica del avestruz: aquello que escapa a su comprensión lo rechaza como imposible, aunque tal rechazo implique aceptar que al final la Guerra Mundial se debió a la mala suerte de que llegase un loco al poder de Alemania. Esta actitud es un insulto a la inteligencia. ¿Quién fue realmente Hitler? ¿Cómo explicar que uno de los pueblos más cultos de la época se dejara embaucar por un loco? ¿Cómo pudo un tipo con un bigotillo ridículo pasar de vagabundo a intentar, y casi conseguir, la conquista del mundo? ¿Qué eran esos símbolos extraños que le rodeaban? Demasiadas preguntas sin respuesta oficial. Debemos ver todas las facetas de Hitler para empezar a intuir quién fue en realidad: el paladín de una nueva y tenebrosa era, el heraldo de un paganismo negro y perverso.
Cuando los aliados «liberaron» Europa, quedaron horrorizados. No sólo era el terrible espectáculo de los campos de exterminio nazis, a fin de cuentas, tenían como aliado a Stalin, que aniquiló y deportó a millones de hombres ante la vergonzosa pasividad aliada; lo que realmente les horrorizó fue que tras esos campos de exterminio había una ideología diferente a todo lo conocido. Comprobaron atónitos cómo el nazismo había sido algo más maléfico y oscuro de lo que habían imaginado… y decidieron ocultarlo. No fue hasta los años setenta del pasado siglo cuando se empezaron a iluminar esas oscuras regiones de la Historia, y lo que descubrieron fue sorprendente: el nazismo hunde sus raíces en el río ocultista que recorre Europa desde el siglo xviii. Organizaciones secretas como la Deutscher Bund, la Tugembud, la Orden del Dragón o la Orden de Thule fueron sin lugar a dudas materia de inspiración para el nazismo. Debemos recordar aquellas palabras de Hitler cuando afirmaba que «aquel que vea en el nazismo un movimiento político es que no ha entendido nada». La gran fuerza del nazismo se encuentra en ser fundamentalmente un movimiento espiritual e irracional, donde prima la intuición sobre la razón, la acción sobre la contemplación. La fuerza del mito cobra en el nazismo el protagonismo absoluto. La personificación del mito es la sangre, ese líquido tan especial, como recordará Steiner. Sobre la simbología nazi debemos detenernos, no debe pensarse que eran meros adornos elegidos al azar. En el nazismo, la simbología era una fuerza real y poderosa. Al igual que antiguos imperios olvidados por el tiempo, los nazis pensaron que determinados símbolos otorgaban poder y victoria. Sólo así debemos mirar a la esvástica, símbolo milenario que existe desde el principio de los tiempos y que fue rescatado por los nazis. La utilización de las runas, la antigua y misteriosa lengua de los guerreros de Germania, o del águila, que coronaba los estandartes imperiales de los ejércitos nazis y que es un símbolo utilizado por los persas, los romanos… rescatado en el siglo xix por Napoleón y retomado en el siglo xx por los totalitarismos supone una elección de los símbolos hecha concienzudamente, atendiendo a su gran poder psíquico y a su penetrante influencia en la mente de las masas. Los nazis utilizaron el águila mirando a la siniestra, al igual que la esvástica, que la giraron también en el sentido contrario al que durante milenios se había utilizado.
El país más culto de Europa, tras la derrota y humillación de 1918, volvió su mirada hacia un pasado mítico y legendario de heroica grandeza en el que encontrar consuelo. El paganismo, que no había desaparecido por completo de Europa, regresaba de la mano de los círculos iniciados y ocultistas. Thor, Wotan y otros dioses extraños regresaban a sus dominios precristianos. Desde esta nueva óptica, Hitler se nos aparece como un profeta de una maligna religión. Todos los grandes hombres del Reich, todos los que detentaron gran poder habían pertenecido a sociedades esotéricas y ocultistas. ¿Cómo podemos explicar si no que un hombre prototipo de la mediocridad física y moral iluminara y entusiasmara a la masa?
Los nazis creyeron en su ideología, no fue fuegos de artificio para engañar a la masa. Realmente pensaron en instaurar un nuevo orden, con una nueva moral que suplantase a la bimilenaria moral occidental. En este contexto, no nos sorprende que realizaran búsquedas de reliquias con la creencia de que el mero hecho de poseerlas les otorgaría la victoria. La película de Indiana Jones y el Arca Perdida está basada en un hecho real: en 1943, se pone en marcha la operación «Trompetas de Jericó», cuyo objetivo era encontrar el Arca de la Alianza. No fue la única búsqueda delirante que realizaron los nazis… Extraña fue también la expedición al Tíbet en un intento de encontrar al Rey del Mundo, que habita en el Shambhala. Como curiosidad recordar que España también fue objeto de estas búsquedas, pues los nazis pensaron que los cátaros bien podían haber ocultado el Santo Grial en los Pirineos. Una reliquia que sí encontraron fue la misteriosa Lanza de Longinos, supuesta lanza que atravesó el pecho de Cristo en la Cruz. Hoy puede contemplarse en el Palacio del Hofburg. Al frente de estas búsquedas había un departamento de la Schutzstaffel1 denominado Ahnenerbe o Sociedad para la Investigación y Enseñanza de las Herencias Ancestrales, prueba de la importancia que los nazis otorgaron al esoterismo y al ocultismo.
Uno de los aspectos más misteriosos de este entramado de relaciones y conexiones mágicas lo constituye sin duda la poderosa atracción que ejercieron las remotas tierras del «Oriente», entendiendo éste como una gran zona geográfica que comprendía la India y la Cordillera del Himalaya. Extraños cultos de épocas en las que las montañas eran jóvenes y los dioses llegados de las estrellas moraban en sus cumbres heladas volvían a la vida en forma de rituales místicos y ensalmos mágicos, cuyos ecos llegaron a Europa de la mano de excéntricos exploradores y aventureros.
Este libro es un trepidante baile de máscaras, algunas hermosas y de belleza fría y distante; otras, atroces y vulgares, pero todas reales. En esta galería aparecerán grandes guerreros, extraños magos, hermosas damiselas, malvados tiranos… que habitan en castillos legendarios rodeados por su corte de caballeros, ingredientes todos que parecen sacados de una novela de caballería, aunque sorprendentemente los actos de esta obra se desarrollan en el siglo xx, el siglo de la violencia. El siglo de acero.
Acompáñenme en esta singladura por estas procelosas aguas de la historia de los hombres.
Palma del Río
Uno de diciembre de 2008
Notas
1 Escuadrones de defensa.