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El tejido de brisa : Nuevos asedios a la obra de Marvel Moreno y Germán Espinosa / Mercedes Ortega González-Rubio, Orlando Araújo Fontalvo, Compiladores. -- Barranquilla: Editorial Universidad del Norte, 2017.

359 p. ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas en cada capítulo.

ISBN 978-958-741-849-1 (impreso)

ISBN 978-958-741-850-7 (PDF)

ISBN 978-958-741-851-4 (ePub)

1. Moreno, Marvel-Crítica e interpretación. 2. Espinosa, Germán-Crítica e interpretación. 3. Novela colombiana-Historia y crítica. I. Ortega González-Rubio, Mercedes. II. Araújo Fontalvo, Orlando. III.Tít.

(Co863.4409 T253 ed. 23) (CO-BrUNB)

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Vigilada Mineducación

www.uninorte.edu.co

Km 5, vía a Puerto Colombia, A.A. 1569

Área metropolitana de Barranquilla (Colombia)

© 2017, Universidad del Norte

Mercedes Ortega González-Rubio, Orlando Araújo Fontalvo, Ramón Illán Bacca,

Juan Manuel Cuartas Restrepo, Lyda Vega Castro, Nadia Celis Salgado, Adriana Rosas Consuegra,

Mónica Milena Lázaro De la Hoz, Eliana Díaz Muñoz, Alejandra Olarte,

Alejandra María Toro Murillo, Sebastián Pineda Buitrago, Teresa Quesada Magaud,

Helena Quesada Gutiérrez, Carmen Elisa Acosta Peñaloza, Juan Moreno Blanco,

Manuel Silva Rodríguez, César Valencia Solanilla, Diana Hernández Suárez, Guillermo Tedio.

Coordinación editorial

Zoila Sotomayor O.

Diseño de portada

Joaquín Camargo

Ilustración de portada

Rodrigo Mendoza Cortissoz

Diseño y diagramación

Munir Kharfan de los Reyes

Corrección de textos

Eduardo Franco

La Imprenta Editores (Bogotá)

© Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio reprográfico, fónico o informático así como su transmisión por cualquier medio mecánico o electrónico, fotocopias, microfilm, offset, mimeográfico u otros sin autorización previa y escrita de los titulares del copyright. La violación de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

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CONTENIDO

PRESENTACIÓN

I.

Marvel Moreno

MARVEL LUZ

Ramón Illán Bacca

EL TIEMPO DE LAS AMAZONAS, DE MARVEL MORENO, O EL DUELO DE SÍ

Juan Manuel Cuartas Restrepo

EL TIEMPO DE LAS AMAZONAS O EL DIARIO DELATOR: NOTAS EN TORNO A UNA ESCRITURA SUBVERSIVA

Lyda Vega Castro

FEMINIDADES TRASTORNADAS: LAS AMAZONAS AL DESCUBIERTO

Mercedes Ortega González-Rubio

VIOLENCIA ÍNTIMA Y PODER EN EN DICIEMBRE LLEGABAN LAS BRISAS

Nadia Celis Salgado

EN DICIEMBRE LLEGABAN LAS BRISAS, DE MARVEL MORENO, BAJO LA MIRADA DEL BILDUNGSROMAN: ESCRITURA DE CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD

Adriana Rosas Consuegra

DEL SUPERYÓ, LO SIMBÓLICO Y LA RELACIÓN DE LOS SUJETOS CON LA CIUDAD DE EN DICIEMBRE LLEGABAN LAS BRISAS

Mónica Milena Lázaro De la Hoz

SER EL OTRO ABISMAL: LAS MUJERES NEGRAS EN LA NARRATIVA DE MARVEL MORENO Y EN LA CRÍTICA DE SU OBRA

Eliana Díaz Muñoz

MUJERES INQUISITIVAS: VOZ NARRATIVA Y OSCILACIÓN IMAGINANTE EN TRES CUENTOS DE MARVEL MORENO

Alejandra Olarte

EL EROTISMO EN LA CUENTÍSTICA DE MARVEL MORENO

Alejandra María Toro Murillo

II.

Germán Espinosa

UN NOVELISTA DE IDEAS: ENSAYO Y AUTOBIOGRAFÍA EN LA OBRA DE GERMÁN ESPINOSA

Sebastián Pineda Buitrago

MEMORIA, TRADICIÓN ORAL Y CARNAVAL EN LA OBRA LOS CORTEJOS DEL DIABLO, DE GERMÁN ESPINOSA

Teresa Quesada Magaud y Helena Quesada Gutiérrez

“LAS HISTORIAS SON SIEMPRE LAS MISMAS, SOLO CAMBIA EL NARRADOR”: ESTRATEGIA Y NARRATIVA EN GERMÁN ESPINOSA

Carmen Elisa Acosta Peñaloza

DE LA NACIÓN CATÓLICA Y OTRAS PERVERSIONES: UNA APROXIMACIÓN AL EROTISMO EN LOS CUENTOS DE GERMÁN ESPINOSA

Orlando Araújo Fontalvo

CARTAGENA NOS ASEDIA: EL INTERTEXTO DE LOS CORTEJOS DEL DIABLO Y DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

Juan Moreno Blanco

DE HECHICERAS Y BRUJAS: INQUIETUDES SOBRE LA CONFIGURACIÓN DE UNA IDEA DE MUJER EN DOS FICCIONES HISTÓRICAS DE GERMÁN ESPINOSA

Manuel Silva Rodríguez

VARIACIONES SOBRE LA HISTORIA POSIBLE EN LA FICCIÓN NARRATIVA DE GERMÁN ESPINOSA

César Valencia Solanilla

EL MODERNISMO SIÈCLE XXI: MÚSICA Y POESÍA EN CUANDO BESAN LAS SOMBRAS, DE GERMÁN ESPINOSA

Diana Hernández Suárez

ENTREVISTA A GERMÁN ESPINOSA: “UN BUEN ESCRITOR MADURA, JAMÁS ENVEJECE”

Guillermo Tedio

LOS AUTORES

PRESENTACIÓN

El Caribe colombiano ha dado una gran cantidad de escritores y artistas de indudable calidad que han tenido reconocimiento por parte de la crítica, siendo el más visible de ellos Gabriel García Márquez. Sin embargo, la misma crítica ha reconocido que el fenómeno del nobel de 1982 ha hecho que autores contemporáneos o posteriores a él hayan recibido menor atención. Tal es el caso de Germán Espinosa y Marvel Moreno, cuyas primeras obras se empiezan a publicar a finales de la década de 1960.

El tejido de la brisa. Nuevos asedios a la obra de Marvel Moreno y Germán Espinosa presenta un análisis de las obras narrativas de estos autores desde una perspectiva interdisciplinaria, en el que se examinan sus temas, formas y recursos, para determinar su inscripción del canon de la literatura colombiana y latinoamericana. Estos dos autores, si bien han sido abordados por la crítica, están en mora de ser analizados a fondo con mayor variedad de enfoques teóricos y temáticos.

Si bien la obra de Marvel Moreno ha ido adquiriendo un reconocimiento nacional e internacional, es necesario concederle el lugar que merece dentro de las letras del Caribe e Hispanoamérica. Moreno (Barranquilla, 1959-París, 1995) publica su primer cuento en 1969 (“El muñeco”), su primera recopilación de relatos (Algo tan feo en la vida de una señora bien) en 1980 y su primera novela (En diciembre llegaban las brisas) en 1987. Posteriormente publicará otro libro de cuentos (El encuentro y otros relatos) en 1992, y dejará una novela inédita (El tiempo de las amazonas). En 2001, aparece el volumen Cuentos completos, y en 2005 y 2014, se publican reediciones de la novela En diciembre llegaban las brisas. Su obra ha sido reconocida por ser una crítica a la sociedad burguesa del Caribe colombiano, en la que la mujer ocupa un lugar subordinado; las que se rebelan contra los roles impuestos terminan en su mayoría siendo marginadas y violentadas por los agentes de sociedad (esposos, madres y vecinos) que no conciben que puedan desempeñar otros papeles que no sean los ya establecidos por la moral reinante.

Con respecto al estado actual de la crítica sobre la obra de Marvel Moreno, se han escrito numerosos textos, cada vez que salía a la luz alguna de sus obras y, sobre todo, a partir de su muerte en 1995. En 1997, se celebró el Coloquio Internacional: La obra de Marvel Moreno, realizado en la Universidad de Toulouse (Francia), organizado por los profesores Jacques Gilard y Fabio Rodríguez Amaya. Gracias a su labor ve la luz el volumen de las actas del coloquio, invaluable publicación para los estudios morenianos. A partir de allí, continuamente se han estado publicando textos críticos sobre la autora, por lo cual se puede afirmar que su obra se encuentra consolidada frente a una parte de la crítica colombiana. En 2005, se realizó el Encuentro de Escritoras Colombianas “Ellas cuentan” en su honor, del que se produce una publicación colectiva, con algunos textos nuevos y otras reediciones de artículos anteriores. En 2006, Juan Manuel Cuartas Restrepo es ganador del Premio Nacional de Ensayo Rafael Gutiérrez Girardot, con un trabajo titulado Marvel Moreno: treinta años de “escritura de mujer”. Mercedes Ortega González-Rubio también ha publicado variados artículos sobre la autora en publicaciones académicas colombianas y extranjeras, entre ellas, “Igualdad y diferencia: la construcción de lo femenino en la obra de Marvel Moreno” (2013) y “Marvel Moreno y sus voces: escritoras, narradoras, personajes” (2015). Así que, si bien es relativamente poco conocida, Moreno está ya plenamente integrada al campo literario colombiano. Los críticos que la reseñaron desde un inicio siguen escribiendo sobre ella y también con los años van apareciendo algunos nuevos investigadores que aseguran una continuidad en el estudio de su la obra.

Por su parte, las investigaciones sobre la obra de Germán Espinosa (Cartagena, 1938-Bogotá, 2007) han privilegiado sus novelas históricas, especialmente, Los cortejos del diablo (1970) y La tejedora de coronas (1982). No obstante, su extensa obra literaria cubre otros géneros, como el cuento, el ensayo, la poesía, la biografía, la crónica y el cuento. Dentro de estos últimos, Espinosa dispone de cinco recopilaciones de relatos: La noche de la Trapa (1965), Los doce infiernos (1976), Noticias de un convento frente al mar (1988), El naipe negro (1998) y Romanza para murciélagos (1999). Todos estos textos merecen ser analizados con rigor y profundidad. Sus obras guardan entre sí una relación de indiscutible intertextualidad y evidencian una variedad de temas imprescindibles para comprender el universo literario del escritor.

Uno de los proyectos críticos más recientes lo constituye el libro Germán Espinosa: señas del amanuense (2008). Con respecto a los cuentos, los trabajos que se han emprendido para su estudio no son muchos. Podríamos citar, por ejemplo, los ensayos “Todas las cartas en el naipe negro: estructura narrativa en la cuentística de Germán Espinosa”, de César Valencia Solanilla; Germán Espinosa: sus cuentos y la religión”, de Susana Henao Montoya; Noticias de un convento frente al mar”, de R. H. Moreno-Durán; “Lo fantástico revisitado: un acercamiento a los cuentos de Germán Espinosa”, de Blanca Inés Gómez; “Germán Espinosa o la historia devorada”, de Jairo Morales Henao, entre otros. Sin embargo, ninguno de estos artículos ofrece un análisis suficientemente profundo que permita comprender a cabalidad el proyecto literario de Germán Espinosa, sus motivaciones estéticas, sus posiciones ideológicas y su dimensión en el campo de la literatura colombiana e hispanoamericana. Recientemente, Orlando Araújo Fontalvo publicó el libro Eros a contraluz: el erotismo en la cuentística de Germán Espinosa (2014), obra cuyo objetivo es

explicar cómo a través del erotismo el autor expresa su postura ideológica frente a la Iglesia católica en su variante hispánica, particularmente en lo que concierne al traumático proceso de secularización que tuvo lugar en Colombia desde los inicios de la República (1819-1849) hasta el segundo umbral de la laicización que representa la Constitución Política de 1992. (Araújo 10)

Araújo Fontalvo ha escrito, además, ensayos sobre el autor, publicados en revistas académicas nacionales e internacionales.

El estudio crítico de estos dos autores del Caribe colombiano es pertinente, pues llama la atención sobre obras con calidad estética indiscutible, críticas de la sociedad, pero que no han sido plenamente reconocidas, sino que permanecen aún al margen del canon. Por ello, surge la pregunta acerca de la manera en que estas narrativas despliegan una pluralidad de significados, desde la perspectiva de las teorías literarias y culturales contemporáneas. De esta forma, queremos contribuir a resaltar los valores estéticos y éticos de dos de las obras más significativas del Caribe colombiano.

MARVEL MORENO: LAS BRISAS QUE SE TEJEN

En 2015 se cumplieron veinte años de la muerte de la escritora colombiana Marvel Moreno, nacida en Barranquilla en 1939 y fallecida en París en 1995. La primera parte de este libro está compuesta por doce capítulos en los que se estudia el legado literario de esta notable narradora latinoamericana y caribeña.

El primer texto de la presente recopilación es un acercamiento a Marvel Moreno desde lo biográfico, de la mano del escritor y crítico Ramón Illán Bacca. La leyenda de “Marvel Luz” tiene ya sus hitos —como su reinado en los carnavales de Barranquilla 1959, o su decisión, diez años después, de no volver nunca más a esta ciudad— que las generaciones futuras se encargarán de revisitar y explicar desde nuevos ángulos, puesto que lo biográfico es, ya sabemos, también una construcción discursiva y, por ende, ficción.

Dentro de las novedades de esta primera parte se encuentran dos estudios de la novela aún inédita de Moreno, El tiempo de las amazonas. Por un lado, en “El tiempo de las amazonas, de Marvel Moreno, o el duelo de sí”, Juan Manuel Cuartas Restrepo propone entender esta novela como un texto auto-bio-gráfico en el que las voces narradoras se despojan de sus identidades, en un proceso valiente pero doloroso, para buscar nuevas maneras de ser. Por otro lado, en “El tiempo de las amazonas o el diario delator: notas en torno a una escritura subversiva”, Lyda Vega Castro expone cómo la novela puede ser leída como una suerte de diario íntimo —género considerado “menor” principalmente por ser femenino— que se utiliza como herramienta para develar lo íntimo y llevar a la práctica aquel lema feminista: “Lo personal es político”.

A continuación, encontramos un capítulo “Feminidades trastornadas: las amazonas al descubierto”, de Mercedes Ortega González-Rubio, en el que se realiza un estudio panorámico de la obra de la autora. Aquí se analizan, desde una perspectiva feminista, los personajes que representan a las mujeres que abiertamente desafían el orden patriarcal establecido.

Enseguida hallamos tres apartados alrededor de la novela En diciembre llegaban las brisas. “Violencia íntima y poder en En diciembre llegaban las brisas”, de Nadia Celis Salgado es un texto que logra una interpretación global, lúcida y profunda de la novela, en la que se afirma que esta constituye el retrato feminista de la sociedad patriarcal barranquillera (aunque también colombiana, caribeña y global), en la que se reproducen identidades normativas marcadas por la represión y la violencia. Por otro lado, Adriana Rosas Consuegra en “En diciembre llegaban las brisas, de Marvel Moreno, bajo la mirada del Bildungsroman: escritura de construcción de identidad” reconoce en los cuatro personajes principales y en sus historias las características de la novela de formación femenina, en la que las heroínas intentan construirse como individuos, en un proceso que no siempre es exitoso. De igual forma, Mónica Lázaro de la Hoz en “Del superyó, lo simbólico y la relación de los sujetos con la ciudad de En diciembre llegaban las brisas” plantea que en la novela los espacios (adentro/afuera, lo íntimo/lo exterior) desempeñan un papel importante en la estructuración moral de los personajes.

Cierran esta parte de la recopilación tres trabajos que se centran en la obra cuentística de la autora. En el capítulo “Ser el otro abismal: las representaciones de las mujeres negras en la narrativa de Marvel Moreno y en la crítica a su obra”, Eliana Díaz Muñoz realiza un lectura muy aguda desde los feminismos no hegemónicos de la representación de las mujeres negras en la obra moreniana y en la literatura crítica, en la que señala la imposibilidad de darles voz a estas subalternas. En “Mujeres inquisitivas: voz narrativa y oscilación imaginativa en tres cuentos de Marvel Moreno”, Alejandra Olarte toca un tema que ha llamado la atención de la crítica —las voces narrativas— y propone una interpretación novedosa que apela al proceso de trasformación de la realidad mediante la imaginación. Finalmente, en “El erotismo en la cuentística de Marvel Moreno”, Alejandra María Toro Murillo trata este tema tan relevante en la narrativa de la autora, pues, mediante la postura que se asume con respecto a él, Moreno afirma una visión de mundo libertaria y humanista.

GERMÁN ESPINOSA: EL TEJEDOR DE BRISAS

En la segunda parte de este libro, el lector hallará diversos estudios sobre la obra de Germán Espinosa (1938-2007), uno de los más significativos y prolíficos escritores colombianos del siglo XX, que cultivó todos los géneros literarios, precisamente porque no creyó mucho en ellos. Novelas, cuentos, poemas, ensayos, biografías, crónicas y obras teatrales constituyen su inapreciable legado. No pocas veces confesó: “Prefiero que digan de mí que soy un poeta que narra”. La calidad de su prosa, entre barroca y modernista, se debe, en buena medida, a la equilibrada dosis de poesía que supo imprimirles tanto a sus narraciones de largo aliento como a sus relatos más vertiginosos.

Los capítulos que componen la segunda parte de este libro, escritos por auténticos especialistas, ofrecen, así, una valoración múltiple de la obra de uno de los escritores fundamentales de la literatura hispanoamericana contemporánea. Un autor con una obra polifacética y extensa, cuyo creciente reconocimiento se debe principalmente a sus novelas. Son estas las que en mayor medida han despertado la atención de la crítica nacional e internacional y han llevado a Germán Espinosa a ocupar un lugar destacado en el contexto de las letras latinoamericanas del siglo XX. Obras como Los cortejos del diablo (1970), La tejedora de coronas (1982), El signo del pez (1987), Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990) y Los ojos del basilisco (1992) son ya referentes para los amantes del mundo novelístico de Espinosa.

Esperamos que esta publicación incida en la generación de una cultura que valore el conocimiento en ciencias humanas y sociales, acerca de la literatura nacional y regional, a través del estudio, no solo de autores reconocidos como García Márquez, sino de las obras de escritores con indiscutible calidad, aunque menos divulgación. La apreciación y valoración de nuestra literatura contribuye con la construcción de una identidad regional y nacional conocedora de sus valores y poseedora de un pensamiento crítico.

Mercedes Ortega González-Rubio

Orlando Araújo Fontalvo

(Compiladores)

Barranquilla, noviembre de 2017

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I.

Marvel Moreno

Marvel Luz

Ramón Illán Bacca

Universidad del Norte, Colombia

Marvel Luz Moreno es una de las grandes cuentistas colombianas del siglo XX, si no la mejor. Y empleo su segundo nombre porque así se llamaba cuando yo tuve la primera noticia de su existencia.

Siempre me he preguntado el porqué del distanciamiento afectivo de Marvel con su ciudad. Por lo menos, así lo hacen suponer las pocas entrevistas que concedió. En ellas, se refirió con cierta acritud a Barranquilla y al país en general, como cuando señaló: “La historia de mi país no me ha servido de referencia, sus hechos constituyeron mi pesadilla y me aburrían, escribo para la gente sea cual sea su nacionalidad”.

Todos recordamos el “no he vuelto ni creo que vuelva nunca a Barranquilla”, que exclama una de las protagonistas de su novela En diciembre llegaban las brisas.

En una entrevista que le hizo el escritor Miguel Falquez un poco antes de su muerte, en un descuido, su marido, en ese entonces Jacques Fournier, le manifestó: “Ella no ha olvidado lo que sufrió en Barranquilla”.

Todo esto me ha motivado a recorrer los pasos de la joven Marvel en Barranquilla que en forma curiosa son los menos conocidos.

En una encuesta que hice a mis estudiantes sobre Marvel, de los cincuenta alumnos, solo uno la había leído y tres la habían oído nombrar antes. Se desconcertaron cuando le dije que después de Shakira y la “Toti” Vergara, Marvel era la barranquillera más conocida globalmente. No ayuda que En diciembre llegaban las brisas no esté en los estantes de las librerías. La edición de sus cuentos completos recibió una tibia recepción en las reseñas.

EL CHAQUETÁN MORENO

En el centro de Barranquilla, es posible ver el edificio donde estaba la oficina de abogado de su padre Benjamín J. Moreno, conocido como “el Chaquetán” Moreno, por los largos sacos parecidos a los de Chaflán, cómico del cine mexicano. En Barranquilla, el apodo en ese entonces era ley.

Durante años, para muchos de los viejos que se reunían a jugar dominó en La Cívica, tienda cerca de los juzgados, Marvel, ante mi sorpresa, era recordada tan solo como la hija de “el Chaquetán” que había sido reina del Carnaval.

DOÑA ALONSA DE ABELLO

La abuela se llamaba Alonsa de Abello y fue al parecer una figura decisiva en la vida de la escritora. Como cuenta la propia Marvel, ella le permitía escuchar las conversaciones de sobremesa, pero no hacer preguntas. En la entrevista hecha por el escritor Miguel Falquez, los dos, descendientes de doña Alonsa, recordaron cómo esta, a pesar de su castizo nombre, no tenía un castillo sino —viuda y madre de cinco hijos— una funeraria para sobrevivir. Cuando llegaba el cliente ponía los hijos en fila y le preguntaba cuál de esos tamaños correspondía al difunto. Al entregar el cajón, lo probaba primero con uno de ellos para estar segura de que esa fuera la medida.

Marvel estudió la primaria en Colegio Lourdes, de las hermanas de la Presentación, y después cursó la secundaria en el Colegio La Enseñanza y luego en el Saint Mary School, también de monjas. Allí tropezó con sus maestras al discutirles que el mundo no se hizo en siete días y que la evolución no era una tesis del Demonio, sino algo comprobado por la ciencia. Se leyó el libro de Darwin y trató de exponerlo a sus compañeritas por lo que fue expulsada del colegio. No pudo en ese entonces terminar el bachillerato.

Me he preguntado repetidas veces al leer su cuento “El encuentro”, que trata sobre una niña que busca al actor Robert Harrison en el Hotel El Prado para pedirle el autógrafo, si ella no sería una de las decenas de adolescentes que estuvimos en los primeros años de los cincuenta buscando en los pasillos de ese hotel a Stewart Granger o a Grace Kelly, que se alojaban allí en la filmación de Fuego verde, ya que el cuento evoca esa atmósfera.

De que era una adolescente singular, está la anécdota de cómo, al llegar a una fiesta —la recordaban con un vestido rojo granate y una flor bordada en la cintura—, los muchachos se enloquecieron para sacarla a bailar, pero se enfriaron muy rápido cuando le preguntó al primer parejo si se había leído El muro, de Jean-Paul Sartre.

Para esas fechas, Marvel, junto con dos compañeritas, había creado una revista femenina llamada Nosotras, que sacó cuatro números en dos meses. Por más que busqué no hallé ningún ejemplar.

Como había interrumpido sus estudios de bachillerato, decidió trabajar como enfermera y ayudante quirúrgica en la clínica de uno de sus tíos. Allí empezó su conocimiento del dolor con mayúscula como lo relata en su cuento “La sala del Niño Jesús”.

EL DIARIO DE DOÑA BERTA

El investigador francés Jacques Gilard señala que en el diario de la madre de Marvel, doña Berta Abello, se aclara toda esa juventud en el alto mundo social.

Al parecer, en el Carnaval de 1958, se había perdido el reinado de Marvel, cosa que había creado malestar en la familia. Al ser nombrada al año siguiente en 1959, había una confusión porque la Junta de Carnaval pretendía lograr un turismo internacional para Barranquilla, y para ello había nombrado a otra joven, Gloria Crespo Manzur, Reina Nacional del Carnaval. Esto creó un enredo en las precedencias en los desfiles y motivó los desplantes que tuvo que hacer Marvel para hacer valer sus derechos. Todo esto le da un toque muy sabroso al dichoso diario.

El lema para ese reinado era que había que “Barranquillizar al país”, pues esta ciudad había sido una isla de paz en medio de la violencia de los cincuenta. Por lo demás, se pedía a las clases populares que hicieran de las fiestas “un certamen cívico”, cualquier cosa que esto quiera decir.

Gilard puntualiza cómo la relación entre reinas populares y el control de los políticos locales estaban dados. En el álbum que sacó Alfredo de la Espriella, a quien se puede considerar como la memoria de la historia galante de Barranquilla, se ve a Marvel Luz Primera rodeada de jóvenes que después llegaron a ser los caciques electorales de la ciudad.

Doña Berta anota el 15 de febrero: “Tuvo que ir a verbenas, bailar con quien se lo pidiera, comer lo que le ofrecieron y regresar ronca, aterida de frío y muerta de cansancio”. Aun con esas quejas, la reina la estaba pasando bien, había una línea telefónica directa con la Alcaldía y el carro del alcalde siempre estaba a su disposición. También había regalos del comercio local, “gangas del reinado”, escribió doña Berta.

Más adelante siguió: “Las pobres mejillas de Marvel por el besuqueo de las reinas populares quedaron hechas un muestrario de lápices labiales. Cuando Marvel terminó de enganchar coronas regresó a casa”.

Aquí sí puedo entreverar mis recuerdos personales, pues yo vi pasar a Marvel en la Batalla de Flores. Como Rosaclara, una pariente, era princesa y estaría en la misma carroza, este hecho constituyó en mi familia un acontecimiento de primera magnitud y fue así como con mis tías me trasladé desde Santa Marta a ver el desfile. Cuando pasó la carroza real, grité para ser notado, y mi prima y la reina me respondieron con una lluvia de besos. Ese momento fue para mí inolvidable, tanto que más de medio siglo después todavía hablo de él.

El profesor Ryoichi Kuno de la Universidad de Keio, en Japón, que estuvo en los carnavales de 2004 en Barranquilla, al ver las fotos del reinado de Marvel en la revista Huellas no podía dar crédito a sus ojos al ver que la carroza tenía un enorme buda y que la reina y sus princesas tenían unos tocados como de bailarinas tailandesas. Es una “japonesería”, le comenté. Por su expresión, deduje que había caído en una brecha de incomprensión insalvable.

De todos modos, el dato extraño fue que la reina abandonó el desfile a mitad del recorrido y el martes no fue al otro desfile tradicional llamado “El de la reconquista”, desaire que debió dejar furiosos a los organizadores.

En el diario, doña Berta escribió: “Cerró con broche de oro su vida social de muchacha ya que ser reina del carnaval de Barranquilla es en Barranquilla lo más alto a que puede llegar una muchacha y a lo que aspiran todas aunque no lo confiesen mucho”.

Aspiraciones que por lo efímero del cetro, los años que quedaban por delante y un futuro muy distinto del de canutillo y lentejuelas, no podían satisfacer a Marvel.

Una de las preocupaciones de Jacques Gilard era cómo se llamaba el motociclista que presidía los desfiles, pero los datos que se le proporcionaron no llevaban el rigor de la investigación hasta ese punto. Otra preocupación era la de si había habido un himno en esos carnavales y al fin se encontró una letra que decía:

Este año el carnaval

Lo quiero gozá con ganas

Porque el pueblo ya eligió

A su linda soberana.

Esta canción está muy lejos de esas composiciones tan populares como fueron las de los carnavales de 1961 con Julieta Primera con un aire que decía: “Los carnavales de Julieta y que nadie más se meta”, o el himno de Marta Ligia Primera, una cumbia llamada “Cumbia sobre el mar” que bailó toda una generación. Todavía es posible oír en la radio aquello de “Era Marta la reina que a mi mente llegaba, carrusel de colores, ya empezó la cumbiamba”.

Otro lado de la fiesta lo daba la periodista Olga Emiliani cuando escribía en una columna los carnavales que sufrían las muchachas feas del Country:

Ellas, las arrojadas y audaces de hoy, no saben lo que son las noches enteras en blanco con el ojo redondo contemplando colgado de un gancho un traje largo y hermoso como un merengue, elaborado por la Amalín Hasbún de entonces, Emma Bernal González, y pensando ¿Se irá a quedar así? Sin que el teléfono trajera la respuesta hasta la víspera misma. No, no, ni acordarme quiero.

MIÉRCOLES DE CENIZA

Los carnavales duran cuatro días, la temporada alrededor de un mes, pero las reinas son recordadas toda la vida. Los acontecimientos no se recuerdan por años sino por reinados. Algunos más inolvidables que otros. La televisión ha mostrado a la reina de los carnavales de 1951, Cecilia Primera, inolvidable, pues como aviadora aficionada aterrizó en el aeropuerto conduciendo su propia avioneta días antes de ser coronada. La ciudad vibró y el alcalde, haciéndose eco del clamor colectivo, la declaró “Reina de los cielos”, pero con lo que no contaban era con la reacción del arzobispo que protestó, pues reina de los cielos solo era la virgen. Hubo el contradecreto, por lo cual se le nombraba “Capitana de los cielos de Colombia”.

Otras reinas también dieron de qué hablar, como Edith Primera, que salió del reinado al convento. El miércoles de ceniza la reina, ya con el hábito de monja, saludaba desde el balcón de su casa a la multitud que la aclamaba. Algunos de los manifestantes todavía estaban en capuchones. Estuvo de moda ponerla de ejemplo, pero no hubo seguidoras. El reinado del Marvel no tuvo esas características de inolvidable, ella es la inolvidable.

“Me había enamorado de una linda muchacha”, nos cuenta Plinio Apuleyo Mendoza en su libro La llama y el hielo. “Hoy conocí el hombre con quien me voy a casar”, contó una pariente de Marvel, que esta había dicho en la reunión de amigas.

El hecho es que en 1962 se casaron Marvel y Plinio. Algunas resonancias de este hecho se pueden detectar en la novela de Plinio Cinco días en la isla, y el otro punto de vista de Marvel parece estar dado en su novela inédita El tiempo de las amazonas. Aquí tengo un punto oscuro, no pude precisar en qué año Marvel terminó el bachillerato en la Universidad Libre.

Algunos la recuerdan como estudiante de Economía en la Universidad del Atlántico, en la que apoyaba a los sectores de izquierda, pero no alternaba con ellos. Y hay oscuridad en este trayecto, ¿cómo fueron los años de matrimonio? Plinio, en una confesión pública, reveló que se habían separado tres veces.

El cuento “La noche feliz de Madame Ivonne”, que se desarrolla en esos años, cuando todavía la pareja vivía en Barranquilla, se puede leer en clave, pues muchos de los personajes son reconocibles. Allí están el portero racista que no dejaba entrar al pintor negro al Patio Andaluz del Hotel El Prado, el magnate que dio la orden de que lo dejaran entrar y la trabajadora sexual francesa y quiromántica, que sabe la vida de todos. Además, el cantante de boleros que terminará muerto como guerrillero. La narradora no aparece, pero ella también estuvo allí disfrazada con un capuchón. Hay testigos de lo último. El cuento ganará cuando nadie recuerde quiénes eran en la vida real los que allí aparecen.

En El desertor, libro de relatos de Plinio Apuleyo, la pareja sofisticada del arquitecto barranquillero casado con una francesa decide regresar a París. El narrador encuentra que él también debe irse, pues la revolución ha sido traicionada o no es como él pensaba, el asunto es que hay que irse.

Para esa época, el matrimonio de Marvel y Plinio llevaba una vida burguesa en Barranquilla, o sea, casa en el barrio El Prado, amistades del Country y de “La Cueva” y trabajo en una agencia de publicidad propia. Sin embargo, para superar una crisis conyugal, van a Europa. Al llegar a París, Marvel, al pisar tierra exclamó: “Me quedo aquí y nunca más pienso volver a Barranquilla”. Además, manifestó su intención de dedicarse a escribir. Hasta ese momento solo había publicado un cuento en la revista Eco.

En ese periplo —París, Mallorca, París—, no hay que dudar mucho que la futura escritora debió pensar que dejaba atrás esa ciudad, Barranquilla, donde se ahogaban las personas en las calles, en la que en vez del sapo convertirse en príncipe azul lo frecuente era que el príncipe se convirtiera en sapo, pero en la que también las antropólogas, por amor a un morocho, terminaban en quirománticas, y donde la Diva Zahibí se anunciaba como “mentalista azteca con estudios en Chicago”.

Hace tal vez una década fui a la telefónica a hacer un reclamo. Me atendió una muchacha muy bonita con un flequillo y dijo llamarse Marvel Luz. Yo le dije:

—Que nombre tan bonito, y ¿por qué te llamas así?

—Por una reina de Carnaval que mi papá admiraba.

—¿Y que más sabes de ella?

—insistí. —Nada, no la he visto ni en fotos.

—Esa reina era, además, una excelente escritora, fíjate, bella e inteligente.

—Verdad —y después de una pausa, agregó—: me gustaría leerla.

La historia termina mal, pues en ese momento no había ni un libro de Marvel en los estantes de las librerías del país. La revista Semana en su edición de abril de 1999 clasificaba a Marvel Moreno como uno de los cinco mejores cuentistas del siglo XX en Colombia. Las trece universidades que en 1997 le rindieron un homenaje en Toulouse (Francia) ratifican ese juicio. Ahora los que tenemos alguna memoria de esa linda muchacha que también tenía un enorme talento literario, escribimos sobre ella datos para el futuro biógrafo. Aclaro que casi todos los datos que doy sobre el reinado de Marvel Luz Primera los he tomado del estudio de Jacques Gilard “La reine du carnaval, Barranquilla 1959”, publicado en la revista Caravelle, número 73 de 1999. Las traducciones las hice a punta de diccionario y con mi francés de bachillerato. Allí se cabalga sobre el diario de doña Berta Abello, la madre, que comprende desde el nacimiento de Marvel (1939) hasta la muerte de doña Berta en 1983.

El tiempo de las amazonas,

de Marvel Moreno, o el duelo de sí

Juan Manuel Cuartas Restrepo

Universidad EAFIT, Colombia

Ya es un lugar común saldar el hiato entre el “Epílogo de Lina”, de la novela En diciembre llegaban las brisas (1987), de Marvel Moreno, y su novela inédita El tiempo de las amazonas, como una trama autobiográfica que conecta la parábola de una vida de manera invertida a como Julio Cortázar la trazó en Rayuela (1963): “Del lado de allá”/“Del lado de acá”. En el ejercicio literario de Marvel Moreno, “el lado de allá” corresponde a Barranquilla, donde discurre la narración de su primera novela que, tocando a su final expone: “Los años han pasado y no he vuelto a Barranquilla, aquel lugar donde nuestras abuelas llegaron trayendo a lomo de mula, en un hervidero de polvo, sus muebles y añoranzas de las ciudades más antiguas del litoral Caribe” (281).

Por su parte, “el lado de acá” corresponde a París, donde quedará anclada la vida de Gaby, el personaje que moviliza la narración autobiográfica de El tiempo de las amazonas: “En treinta años habían ocurrido tantas cosas que ya no se acordaba por qué había decidido quedarse a vivir en París. Era a comienzos de primavera y un tímido sol protegía su cuerpo encogido de frío” (1).

La crítica Yohainna Abdala Mesa aproxima las dos obras en los siguientes términos: “En las dos novelas hay un poderoso ingrediente cronológico, un peso del tiempo, que en En diciembre… sería introducido por el “Epílogo de Lina” que haría las veces de un gran salto temporal, registrando los cambios sociales e ideológicos” (“Marvel Moreno” 4). El gesto narrativo de eslabonar una obra con otra no es ajeno a la literatura, sino que responde a las tendencias de la reescritura que, como acto de correspondencia de la ficción consigo misma, se ofrece como señal de la ruta que sigue un escritor por los designios de su imaginación, de su indagación de la realidad o de su propia experiencia.

Al día de hoy, se cuenta con suficiente teoría crítica para explorar la referencia a la realidad que queda dispuesta en una narración autobiográfica, de modo que si, en efecto, es este el caso de El tiempo de las amazonas, no resultará desproporcionado atribuir planos de correspondencia de los últimos años de Marvel Moreno, expuestos como el balance de Lina, personaje de En diciembre llegaban las brisas, o narrados acerca de Gaby, en la novela inédita. Lo autobiográfico no decide, sin embargo, un único sentido que pueda aplicarse indiscriminadamente a todas las obras; la conjunción de la escritura (γραφή), que compete al uso del lenguaje, con el yo (αυτόζ), que representa al sujeto, y con la vida (βίοζ), que indaga sobre la experiencia, recrea posiciones diversas de la auto-referencialidad con las que puede jugar cada escritor. Decir que en función de la auto-bio-grafía se consigue identificar el modus operandi de una obra literaria, es hacer extensivo a la historia de un individuo la razón suficiente de algo que, si bien se halla cargado de indicios, no constituye más que una trama de múltiples refiguraciones. En estos términos, la auto-bio-grafía es una forma que se carga de contenido existencial, pero que se lleva más allá, o más acá en la creación literaria.

No es una exageración afirmar que, desde distintos planos, la auto-bio-grafía responde a la exigencia de ofrecer la escritura como espejo del yo, lo cual implica un compromiso con todo lo nombrado. Ya en el desarrollo de la que se entrega al público como una novela, como es el caso de El tiempo de las amazonas, dicho espejo puede liberarse de la exigencia de ser fiel, y ganar para su beneficio la posibilidad de amplificar o deformar la condescendencia que guarda con la historia íntima de Marvel Moreno. En tal sentido, la novela auto-bio-gráfica discierne entre lo exterior y lo interior, lo cual puede significar direccionarse tanto hacia una arqueología del yo como hacia un soslayamiento de este, o como lo expresa Paul de Man: “A los hechos potencialmente reales y verificables de manera menos ambivalente que la ficción” (67-80). El tiempo de las amazonas responde, por tanto, en primera instancia, a los oficios de la literatura, de donde se puede desplazar a propósitos definidos narrados en tiempo pasado, que tienen como eje la vida de varias mujeres cuyas vivencias discurren y riñen con las de los hombres. Que el mito de las amazonas desempeñan aquí un papel destinado a cargar la referencia, mítica o real, de la estructura del comportamiento de las mujeres, es una evidencia que desplaza el centro estrictamente auto-bio-gráfico a planos deliberativos, de los que no está exenta la literatura. Así se lee: “Anne se las arreglaba muy bien en la vida. Era una amazona que devoraba hombres como los niños comen caramelos” (30).

La literatura es una práctica discursiva que ajusta y desajusta diferentes referentes; en términos estrictos, no hay un “tiempo de las amazonas”, si se consideran estas en el mito, donde no opera el tiempo. Dicho de las Amazonas (Αμαζόνεζ), o el pueblo de mujeres guerreras, en la Ilíada se las presenta como luchadoras, siempre en disputa con los héroes griegos. Estas cortas alusiones son, de momento, suficientes para vislumbrar hasta qué punto y de qué manera el significado de las amazonas ha colonizado la historia de la literatura siempre que se ha buscado recrear la disposición aguerrida de personajes femeninos que no se muestran obsecuentes a los requerimientos amorosos de los hombres. Para citar solo dos ejemplos, las amazonas son recreadas en las obras De claris mulieribus (1374), de Giovanni Boccaccio, y Orlando furioso (1532), de Ludovico Ariosto; por su parte, en otras obras se hace remembranza de las amazonas exaltando el valor, la heroicidad y el antagonismo con los hombres en personajes femeninos. Pero desplazadas a la novela de Marvel Moreno, las amazonas son el grupo de mujeres de quienes la exposición literaria realiza una radiografía, conectándolas desde diferentes planos; uno de los cuales corresponde a la experiencia de su sexualidad, mientras que otro las pone en relaciones difusas y conflictivas con los hombres. Aquí “El tiempo de las amazonas” juega a ser real, cercano a la auto-bio-grafía, si se entiende esta como un discurso crítico. Desde esta perspectiva, el material auto-bio-gráfico es manipulado para alcanzar la forma, la razón y el contenido de la expresión estética que corresponde a la novela; en otras palabras, el yo que cobra lugar en la narración, antes que imponerse como una marca auto-bio-gráfica definida, resulta ficcionalizado y convertido en metáfora: “De hecho buscaba otra cosa, la libertad, cierta forma de independencia y poder separarse de su marido Luis sin el sufrimiento que le causó dejarlo cuando encontró al hombre que sería su primer amante” (1).

En consecuencia, antes que la traducción clara y prístina de una experiencia vivida, la ficción auto-bio-gráfica se encuentra ante un sinnúmero de obstáculos que la retiran del plano objetivo para enfrentarla a sus verdaderos límites, fundados en el lenguaje, la memoria, las ideologías y el olvido. Sobre este orden de ideas se pronuncia Georges Gusdorf, para quien “el privilegio de la autobiografía consiste, a fin de cuentas, en que nos muestra no las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del historiador, sino el esfuerzo de un creador para dotar de sentido su propia leyenda” (9-18). Si esta tesis es correcta, se tiene lo siguiente: por un lado, la leyenda griega de las Amazonas, que Heródoto emplazó en una región fronteriza de Escitia, en Sarmacia, pueblo bélico del oriente de Europa; y por otro lado, El tiempo de las amazonas, que discurre en París, en cuya narración Marvel Moreno construyó su propia leyenda.

Si a partir de aquí se llega a la conclusión de que el yo no existe más que en la conciencia y en el cuerpo, buscar sus huellas en el tiempo para reflexionarlo y aspirar a contenerlo en la escritura es avivar su dispersión y diseminación. Al indagar sobre el yo en las obras literarias, las definiciones de este responden a múltiples visiones que bien pueden valorarse, en términos generales, como sentimientos del yo.

Representar el yo redunda tanto en una suerte de heroísmo como en una expresión de asombro, en una divisa programática, o en un profundo silencio. El yo es, así, en la auto-bio-grafía, un personaje; su dignidad e identidad se involucran en el relato como las flores del campo en la travesía de un naturalista… Para Abdala Mesa, el yo que gobierna en la novela responde a lo siguiente: “En El tiempo… el yo se encuentra fragmentado y está reconstruido a través de la visión del otro. Quizá podríamos hablar de una autobiografía femenina y colectiva, una autobiografía de las mujeres del París del feminismo, polifónica y multivocal” (“Marvel Moreno” 8).

Atendiendo a esta observación, todo está por decirse sobre lo que focaliza el relato de El tiempo de las amazonas: la niñez, la enfermedad, la burguesía y el arte, las ideas políticas, las disputas del sexo, la llegada de la muerte.

Mirando a otro plano, es evidente que el lenguaje confiere una propiedad fundamental al yo, hasta el punto de que se puede afirmar que el yo es un “decir”, que al ser expuesto puede dar lugar en la literatura a un acto de desgarramiento, a la manifestación de una duda, pero también a múltiples conocimientos de las personas y las cosas. El escritor se vuelca al “decir” como el filósofo que vislumbra una verdad; la escritura es, en ambos casos, pensamiento continuo que rompe las fronteras de la mera objetividad. La pregunta qué es la literatura afianza una respuesta en el “decir” que transfigura tiempos y valores, que es mediación y deja huellas del yo que ingresa en la escritura. Con estos presupuestos, la labor literaria de Marvel Moreno se ofrece colmada de motivos provenientes de la observación y reflexión sobre su propia vida, como una parábola (παραβολή) que vuelve a sus raíces, de donde a su vez toma distancia. Los extremos que permiten disponer en una gráfica dicha parábola son el cuerpo y la vida.

En El tiempo de las amazonas, tanto va el cuerpo a la vida como la vida al cuerpo. Esta afirmación, que puede no ser más que una especulación o, en el mejor de los casos, una hipótesis sobre el sentido que, como el cauce de un río, lleva la narración, reclama una exposición que ponga en correspondencia los motivos de la escritura que, nacidos de la experiencia personal singularizada en cuerpo y vida, resolverían en el “decir” de la novela el movimiento parabólico al que se alude. Pero dicho de la mujer, entre el cuerpo y la vida hay momentos en los que habita la enfermedad, como habitan también el sexo y la presencia plena de su ser; el siguiente es apenas un pasaje de El tiempo de las amazonas que involucra los términos del cuerpo y de la vida:

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Gaby debía dormir ascética y en silencio hasta su muerte. La enfermedad la empujaba hacia ese mundo de castidad en el cual él quería confinarla y los sufrimientos que padecía, si todo eso no era simple comedia, podían considerarse como una forma de redención. Enferma, quedaba preservada de la pasión de los hombres y volvía a ser esa Gaby tranquila que él había amado sin realmente desearla. (47)

No debe llamar a extrañeza que, en su sentido etimológico, el término cuerpo ( corpus) remita al conjunto de textos que sustentan un trabajo de indagación arduo y complejo. Cada obra literaria es, en este sentido, un corpus que se ha formado y ha cobrado presencia. Del “cuerpo” al corpus estará instalada siempre la analogía que aproxima la exposición de la vida en el cuerpo, como del sabor y el saber de la palabra en el corpus de la escritura y la literatura. En Ecce homo, cómo se llega a ser lo que se es, Nietzsche hace la siguiente revelación:

Así es como de hecho se me presenta ahora aquel largo período de enfermedad: por así decirlo, descubrí de nuevo la vida, y a mí mismo incluido, saboree todas las cosas buenas e incluso las cosas pequeñas como no es fácil que otros puedan saborearlas; convertí mi voluntad de salud, de vida, en mi filosofía. (24)

Si se da crédito a esta exposición, no resulta fortuito identificar en el pasaje tomado de El tiempo de las amazonas la contundencia de un “decir” que debate con la enfermedad y que decide en el corpus de la escritura, parafraseando a Nietzsche, la “voluntad de salud, de vida, en la literatura de Marvel Moreno”.

Partiendo de una consideración de estas características, se pone en el plano de lo posible intentar identificar de qué manera la narración de El tiempo de las amazonas dispone los términos de lo que se nombraría como “el duelo de sí”. El presupuesto teórico para avanzar en esta exploración no elude la descripción del “duelo” que ha tenido lugar en la escuela del psicoanálisis, pero apela, igualmente, a una fuente alterna o complementaria expuesta en el capítulo “El sí mismo autobiográfico”, de Y el cerebro creó al hombre (Self Comes to Mind), de Antonio Damasio. Entre una teoría y otra, se juzgará la comprensión a la que pueda dar lugar la novela inédita de Marvel Moreno. Damasio lanza la premisa:

Los sí mismos autobiográficos son autobiografías hechas conscientes. Se basan en el campo de acción de la propia historia memorizada, tanto la reciente como la distante. Las experiencias sociales de las que formamos parte, o deseamos formar parte, se incluyen en esa historia, así como los recuerdos que describen las más refinadas experiencias emocionales, aquellas que se podrían calificar de espirituales. (319)

El gesto de inclusión que queda aquí planteado no hace alusión a “documentos de tipo autobiográfico”, sino a todo aquello que se decide en la consciencia y que juega a configurarla como un “sí mismo”.

El tiempo de las amazonas