¡Házlo!
No lo intentes
© Plutón ediciones X, s. l., 2018
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I.S.B.N: 978-84-17477-57-8
En memoria de mi querido amigo
y maestro el doctor Hans Leningher
Prólogo
La vida es un trayecto
El autor nos presenta un libro diferente, difícil de catalogar por su género, pues si bien es cierto que algunos podrían equipararlo a los de autoayuda por pretender en último término acercarnos al estado de la felicidad, esta obra difiere de gran parte de ellos por no responder preguntas, sino más bien por enseñarnos a hacer esas preguntas necesarias para identificar cómo queremos vivir y aprender (y aprehender) a ser libres para ello.
Insistiendo en la idea de que la vida es un trayecto que, tarde o temprano, de una u otra manera, conduce inevitablemente a la muerte, las siguientes páginas nos convencerán de la liberación que ello significa, pues entenderemos que cómo caminemos el camino hacia Ítaca depende sólo de nosotros; de nosotros depende que, tal y como señala el autor, vivamos 365 días al año o vivamos el mismo día 365 veces.
Para ello, los siguientes capítulos nos muestran a quienes queramos ser ayudados una guía y sustanciosos consejos para destruir obstáculos y crear, desde nuestro presente, nuevas realidades.
Es un libro que destaca claramente por su prosa espontánea, que, coherente con la intención del mensaje, empatiza con el receptor. Su lenguaje es directo, y el uso de ciertas figuras retóricas, como por ejemplo la metáfora de un mapa para explicar nuestra predisposición hacia la vida, ameniza y clarifica sobremanera la lectura, que, siendo tan interesante, no deja de ser divertida.
Es un libro que nos sabe hablar de la «filosofía de la vida» no sólo por boca de Buda o Nietzsche, sino también por la de Rocky Balboa, que nos demuestra que nunca es demasiado tarde cuando en su último combate asegura: «este combate no se ha terminado hasta que se ha terminado».
Manejando la técnica de la PNL (Programación Neurolingüística), los primeros cinco capítulos, que configuran la primera parte del libro, son un paseo por los puntos más destacados de esta disciplina por su inminente aplicación práctica a nuestra persona.
Si en el primer capítulo encontramos una breve introducción para familiarizarnos con el marco teórico y práctico del vital coaching, en el segundo capítulo ya estamos empezando a pasear por nuestro nuevo camino. El autor enfatiza en la gran importancia de nuestra actitud y ejemplifica que, siendo positiva, nos proporcionará más capacidad de actuar; y siendo negativa, nos limitará en el propósito de nuestros objetivos.
El tercer capítulo está dedicado a la percepción: la referencia a Sócrates que lo encabeza «Pues bien, ¿has visto ya con tus ojos en alguna ocasión alguna de estas cosas?», encierra perfectamente la idea de que, a menudo, no basta sólo con uno de nuestros sentidos para percatarnos de la realidad. Aprenderemos que hay distintos sistemas representacionales (visual, auditivo, cinestésico y olfativo/gustativo) a los que cada uno de nosotros tenemos una especial tendencia de cara a interpretar un suceso y encontraremos las pistas adecuadas para detectar cuál es el sistema representacional utilizado por nuestro emisor y, de este modo, empatizando, saber cómo comunicarnos mejor con él e incluso llegar a dirigir la situación comunicativa.
En el mismo terreno de mejorar el conocimiento de nosotros mismos y de los que nos rodean, el cuarto capítulo se centra en el lenguaje verbal. Tenemos muy claro que las palabras nos sirven para expresar nuestros pensamientos, sensaciones, sentimientos, etc. Pero seguro que todos hemos tenido más de una experiencia, bien como emisor, bien como receptor, que nos ha demostrado que a veces las palabras no acaban diciendo, ya sea por defecto o por exceso, lo que realmente se quería decir. En este capítulo se va un poco más allá, y podremos ver cómo «si los pensamientos corrompen el lenguaje, el lenguaje también puede corromper los pensamientos» (cito a Orwell en boca del autor). Para ejemplificar esta premisa, tenemos recogidos diez modelos distintos de comunicación (sustantivos inespecificados, verbos inespecificados, juicios y comparaciones, cuantificadores universales, equivalencia compleja, presuposiciones, causa y efecto y lectura de mente). Tras identificarlos, se nos enseñará cómo, dirigiendo preguntas diseñadas hacia la persona que los usa, desmontarlos, y de este modo poder construir una comunicación más veraz, la cual mejorará nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás.
En este punto del libro y de nuestro camino, ya habremos podido ver cómo los sistemas de creencias, formados y expresados a partir de sistemas representacionales y modelos del lenguaje, conforman el modo de ver el mundo, de comunicarnos y de interactuar con el entorno de cada uno de nosotros. Estaremos preparados para el quinto capítulo, último de esta primera parte, que nos hablará de los distintos niveles mentales que determinan, nada más y nada menos, nuestra forma de vivir. Aquí encontraremos, mediante la técnica del Reencuadre, recursos que nos posibiliten promover un nuevo desarrollo vital, obteniendo el equilibrio armónico.
En la segunda parte del libro, comprendida en el sexto capítulo, hallaremos más recursos aún para acercarnos a nuestro objetivo, que evidentemente no ha dejado de ser otro que el de crear nuestra realidad. Aquí el autor nos facilita veinte consejos, los cuales podemos entender como el inicio de veinte nuevos libros que hemos de acabar de escribir (aunque sea mentalmente) nosotros mismos. Con ellos tenemos algunas claves: nuestro trabajo consiste entonces en actuar, pues si hay alguna clave que el autor destaque por encima de todas y que repita explícita e implícitamente a lo largo de todo el libro es la de la acción.
Gracias a estas claves, en uno de estos veinte libros mentales que yo ya he empezado a escribir he podido darme cuenta de lo maravilloso que es el no creerse víctima de nada ni de nadie. Es mucho más fácil construir tu camino si asumes que la responsabilidad es tuya, que en último término todo depende de ti y no de otros factores ajenos.
En otro de estos libros me he acabado de convencer claramente de lo imposible y contraproducente que es intentar complacer a todo el mundo, siendo todos tan iguales, pero afortunadamente tan distintos…
Paralelamente, me ha llenado de vitalidad la cita que he encontrado de Nietzsche sobre «no buscar el sentido de las cosas, sino introducir nosotros mismos el sentido en ellas». El autor sentencia con una gran verdad cuando nos dice que un cubo de basura puede llenarse de oro…
En mi mente también he escrito páginas y más páginas sobre el miedo y el amor. ¡Qué fuerza da percatarse de que el valiente no es aquel que no tiene miedo, sino el que lo supera ignorándolo! ¡Qué fuerza da percatarse de que el amor, o mejor dicho, el acto de amar, siempre crea!
Afortunadamente, aún me queda mucho por reflexionar sobre estas mismas claves y todas las otras, lo seguiré haciendo mientras camino. Lo que tengo claro es que el próximo paso lo daré sonriendo y feliz, pues si bien conocía esto de que «las desgracias nunca vienen solas», me quedo con el último consejo de Ángel, cuando, citando a Yigme Tempe Ñima, explica que «cualquier estado mental, ya sea de felicidad o sufrimiento tiende por naturaleza a incrementarse si uno se acostumbra a experimentarlo».
Meritxell Mata Vigara