Virginia Cobos Yuste

 

Un tercio

 

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Primera edición: enero de 2017

 

© Grupo Editorial Áltera

© Virginia Cobos Yuste

© Ilustración de portada: Designed by visnezh / Freepik

 

ISBN: 978-84-17029-00-5

ISBN Digital: 978-84-17029-01-2

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

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IMPRESO EN ESPAÑA — UNIÓN EUROPEA

 

AL OTRO LADO
(Diciembre 2016)

Estar al otro lado es un misterio

con sus sombras y luces clandestinas,

y cientos de ventanas peregrinas

que se abren a la voz del cementerio.

 

Es el sueño banal, el mal criterio

de gastarse detrás de las cortinas,

con la esperanza de las golondrinas,

y el hueco de la noche adusto y serio.

 

Mas también la salud de las esquinas

sacude las heridas del invierno,

y deja el corazón mágico y fuerte,

sembrando en el vacío serpentinas,

donde arrasó la furia del Infierno

al compás tenebroso de la Muerte.

 

 

ALGO, ALGÚN

Tu sonrisa es la puerta al infinito:

No hay claridad más nítida y concisa;

se expande por los campos de amapolas,

enciende la existencia de mi alma.

 

Yo me columpio en los años bisiestos,

los martes trece, algún día perdido,

para dejarte cegarme los ojos

con ese brillo único que anuncia

el nacimiento de una estrella insólita,

alguna hora suelta en la galaxia,

en la sutil canción de mis pulmones.

 

Ya no me perteneces, y eres mío,

hasta en la más recóndita palabra,

en cada gesto, en cada paso al frente,

en cada pensamiento que concibes.

 

Estoy en otro cuerpo, en otra casa,

soy yo desde la sangre, desde el tuétano,

presente en tu presente, hasta el bombeo

furtivo que se esconde en tus arterias,

marcada a fuego en ti sin remisión.

 

AÑOS

 

Hoy, recostada en nostalgia,

compongo un triste recuento

de los días que volaron,

de las cosas que se fueron,

de los ojos que cerraron

su luna nueva de invierno,

del viento en el mediodía,

siempre el mismo y siempre nuevo,

con un lugar en el mundo,

que a duras penas comprendo.

 

Hoy se me han hecho visibles

los dibujos del silencio,

la ingratitud del latido

que se despegó del cuerpo

para callarse de pronto

en la penuria del tiempo,

como todos, como nadie,

como caprichos de hielo,

con una explicación vaga

que a duras penas comprendo.

 

He cruzado las fronteras

de los almanaques viejos,

he agotado mil puñados

de las pisadas que tengo,

y me quedan dos alforjas

llenas de lluvia y aliento,

y arena desdibujada

por las líneas de los sueños,

sobre un azaroso enigma

que a duras penas comprendo.

 

¿Quién enjugará mañana

el agua de mis cimientos,

las ansiosas tempestades

de luces blancas y céfiros,

la inundación de las llamas

que brotarán desde el centro,

cuando me llamen altivas

las voces de los recuerdos?

Es una pregunta absurda

que a duras penas comprendo.

 

 

AQUEL SEPTIEMBRE, PLAZA PERAL
(Septiembre 2016)

Me acuerdo hoy de aquel Septiembre claro,

rescoldo de verano aún pendiente,

yo observando la Plaza, tan reciente,

la tarde descubierta como un faro.

 

Los recuerdos emanan cual disparo,

allá en los recovecos de la mente;

me empujan como a un niño en el descaro

de una juventud irreverente.

 

Me creo una mentira inocente,

que sé de sobra injusta en el ocaso,

pero el viaje atrás es como un vaso

derramado en el caos de repente,

como un cometa loco y transparente,

que se engaña en el ritmo de su paso.

 

 

 

DE REPENTE, TE FUISTE
(Agosto 2016)

Para Luis en el 2º aniversario de su muerte

Y de repente, te fuiste.

Te fuiste a contar palomas,

te fuiste a escuchar las ranas

con sus voces misteriosas,

su oscuro croar de cuento

diluyéndose en las sombras.

Te fuiste para decirle

a la mañana burlona,

que te anegaba el cansancio,

y que se cerraban todas

las puntas de las pestañas

en el sueño de la aurora.

Querías ver las tranquilas

aguas de la blanca costa

donde el corazón no duele,

ni las piernas, ni la rota

figura del horizonte

con sus quejas onerosas,

ni los anhelos malditos,

ni el porvenir, ni las toscas

puñaladas del silencio,

que en sangre se desmoronan,

ni los nombres que te faltan,

ni el recuerdo que te sobra.

Simplemente te marchaste,

como se caen las hojas:

en un guiño, de repente,

como la espuma en las rocas,

para recalar callado

al verdor de la memoria.

 

 

 

EL HOGAR
(Junio 2016)

 

Esta casa que una vez llamé hogar,

se está quedando al borde de los huesos.

Los cajones, en madera desnuda,

miman las huellas de las telarañas,

y suman más empeño en silenciar

los susurros dolientes del espacio,

celosamente anclado en sus raíces.

 

Me voy llorando con los ojos mustios,

impregnando de sangre las paredes,

con tres cuartos del alma derretida

por el suelo y las capas del colchón,

sellando las rendijas y los muebles

con una llamarada de presencia,

como las tumbas de las catedrales.

 

Aquí se queda el eco de mi nombre

cual cauce venerado de leyenda

que el nudo persistente de los años

talló con fundamentos de hormigón,

y aquel rostro que fue feliz un día

se queda cincelado en cada estancia

al aroma infinito del recuerdo.

 

 

 

EL SELLO

 

Yo te he horadado los sueños

con una voraz carcoma

que te ha vaciado la fe,

y el peso de la memoria.

 

Yo irrumpí como los rayos