1 Instrucción, 19-III-1934, n. 36.

2Ibid.

3 Estas dos últimas expresiones son sinónimas en la Sagrada Escritura: cfr. R. Schnackenburg, Reich Gottes, en J.B. Bauer (dir.), Bibeltheologisches Wörterbuch, Graz-Wien-Köln 1994, pp. 468-478; D.C. Duling, Kingdom of God, Kingdom of Heaven, en D. N. Friedman (ed.), The Anchor Bible Dictionary, New York 1994, vol. IV, pp. 49-69.

4Es Cristo que pasa, n. 180. Cfr. ibid., n. 166.

5M. Schmaus, Teología dogmática, vol. IV (La Iglesia), Madrid 1960, p. 105 (orig. alemán Katholische Dogmatik, München 1955). Remite para este tema a F. Mussner, Zwhv. Die Anschauung vom “Leben” im vierten Evangelium, München 1952.

6 San Agustín, De Genes. ad litt., 8, 6, 12. Cfr. 1 Ef 2,12.

7 Con las palabras “venga a nosotros tu reino” —comenta san Cipriano— «pedimos que se haga presente en nosotros el Reino de Dios (...). Porque no hay un solo momento en que Dios deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre ha sido y nunca dejará de ser. Pedimos a Dios que venga a nosotros el reino que tenemos prometido, el que Cristo nos ganó con su sangre y su pasión, para que nosotros, que antes servimos al mundo, tengamos parte en el reino de Cristo, como Él nos ha prometido con aquellas palabras: “venid vosotros benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”» (San Cipriano, De dominica oratione, n. 13).

8 Instrucción, 19-III-1934, n. 36.

9Es Cristo que pasa, n. 180.

10 No faltan importantes obras dedicadas al tema: cfr., p.ej., J. Bonsirven, Le règne de Dieu, Paris 1957, 299 pp.; R. Schnackenburg, Gottes Herrschaft und Reich, Freiburg-Basel-Wien, 1959 (trad. cast.: Reino y reinado de Dios, Madrid 1967, 363 pp.).

11 Cfr. nn. 3, 5, 6, 13, 36, 44 y 50.

12 Esta misma idea se repite en otros textos manuscritos de sus Apuntes íntimos, fechados en 1931: pueden verse en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, 3 vols., Madrid 1997-2003, vol. I, capítulo V, n. 5.

13 Homilía El fin sobrenatural de la Iglesia, 28-V-1972, en Amar a la Iglesia, Madrid 19862, p. 43.

14Es Cristo que pasa, n. 11 (homilía fechada en 1951). Cfr. Conversaciones, n. 94, donde cita un texto de Pablo VI del 12-II-1966, que recuerda a los esposos cristianos que «esa dilatación del reino de Dios y las posibilidades de penetración de la Iglesia en la humanidad para llevar la salvación, la eterna y la terrena, está confiada también a su generosidad».

15Es Cristo que pasa, n. 121 (homilía fechada en 1966). Cfr. ibid., n. 160, 170, 183, etc.; Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972, en Amar a la Iglesia, cit., p. 18 s. (citando a san Cipriano, uno de los Padres prenicenos que más hablan del Reino, como se dirá luego) y p. 36.

16 Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 179-187.

17Ibid., n. 185.

18 Sobre el sentido de los principales textos del Nuevo Testamento relativos al Reino de Cristo, cfr. N. Casalini, I misteri della fede. Teologia del Nuovo Testamento, Jerusalem 1991, pp. 498-506. Es interesante comprobar cómo el uso de los textos del Nuevo Testamento por parte de san Josemaría está de acuerdo con las interpretaciones que propone esta documentada obra de Teología bíblica. Para el sentido de Mt 28,18, que san Josemaría cita en diversas ocasiones (p.ej., en las homilías El fin sobrenatural de la Iglesia y Lealtad a la Iglesia), cfr. J. Gnilka, Das Matthäusevangelium, vol. 2, Freiburg-Basel-Wien 1988, p. 508 ss.

19Es Cristo que pasa, n. 179.

20Ibid., n. 186.

21M. Schmaus, Teología dogmática, vol. IV (La Iglesia), cit., p. 653. Cfr. A. Feuillet, Le Règne de Dieu et la personne de Jésus d’après les Évangiles synoptiques, en: A. Robert — A. Feuillet, Introduction à la Bible, vol. II, Tournai 1959, pp. 717-818. Según J. Schlosser, esta opinión es prácticamente unánime entre los exegetas (cfr. Regno di Dio, en Aa.Vv. [J.-Y. Lacoste, dir.], Dizionario critico di Teologia, Roma 2005, p. 1113).

22 La tesis se encuentra en autores de la teología protestante liberal como J. Weiss y, más radicalmente, en A. Schweitzer. Una crítica de las diversas posiciones, puede verse en F.-M. Braun, Neues Licht auf die Kirche. Die protestantische Kirchendogmatik in ihrer neuesten Entfaltung, Freiburg 1946, pp. 103-132.

23Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 5.

24 Pueden verse numerosos testimonios en A. Boland, Royaume de Dieu et ­royauté du Christ. II. Le Christ et le Royaume chez les Péres, en: Aa.Vv., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, 13 (1988), col. 1041-1058. P. Hünermann destaca los de san Ireneo, Orígenes, Tertuliano y san Cipriano, en la época anterior al Concilio de Nicea (325), y los de san Jerónimo, san Agustín y Casiano en la época posterior: cfr. Regno di Dio: Teologia storica, en Aa.Vv. (J.-Y. Lacoste, dir.), Dizionario critico di Teologia, cit., p. 1115-1116.

25Eusebio, Historia ecclesiastica, III, 20, 4.

26Es Cristo que pasa, n. 180.

27Ibid., n. 179.

28 Cfr. San Gregorio Magno, In Evangelia homiliae, II, 32, 6.

29P. Hünermann, Regno di Dio: Teologia storica, cit., p. 1116.

30 «Nomen regni a regendo est sumptum; regere autem providentiae actus est; unde secundum hoc aliquis regnum habere dicitur quod alios sub sua providentia habet; et ideo secundum hoc homines in Regno Dei esse dicuntur, quod eius providentiae perfecte subduntur. Providentiae autem est ordinare in finem. In finem autem ordinantur et ea quae distant a fine, secundum quod perducuntur ad finem; et ea quae iam assecuta sunt finem, secundum quod in fine conservantur. (...) Unde et Regnum Dei, quasi antonomastice, dupliciter dicitur: quandoque congregatio eorum qui per fidem ambulant; et sic Ecclesia militans Regnum Dei dicitur: quandoque autem illorum collegium qui iam in fine stabiliti sunt; et sic ipsa Ecclesia triumphans Regnum Dei dicitur; et hoc modo esse in Regno Dei idem est quod esse in beatitudine» (Santo Tomás de Aquino, In IV Sent, d. 49, q. 1, a. 2, qla. 5, c).

31Id., Super Ev. Matth., c. 16, lect. 3.

32Ibid., c. 26, lect. 4.

33 Una exposición teológica reciente, con bibliografía, puede verse en J.J. Alviar, Escatología, Pamplona 2004, capítulos III y IV.

34 Cfr. A. Boland, Royaume de Dieu et royauté du Christ, cit., en especial las col. 1074-1089.

35San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales (primera ed. en 1548), nn. 137-148, 365.

36 San Juan Eudes fue canonizado por Pío XI en 1925, año en que san Josemaría recibe la ordenación sacerdotal. No sabemos si por entonces leyó alguna de sus obras.

37Pío XI, Enc. Quas primas, 11-XII-1925 (DS 3675).

38Ibid. (DS 3676).

39Ibid. (DS 3679).

40Es Cristo que pasa, n. 179.

41 Cfr. Conc. Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae.

42 Cfr. Id., Const. past. Gaudium et spes, nn. 33-39.

43Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 17.

44Ibid.

45Ibid.

46 Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 180 y 184; El fin sobrenatural de la Iglesia, cit., passim. No pretendemos establecer concordancias con la encíclica Redemptoris missio. Simplemente tomamos ocasión de este documento para hacer ver que en san Josemaría no se presenta este problema doctrinal.

47 Puede ser útil recordar que “economía”, del griego oikonomia (= dirección o administración de una casa), término que la Neo-Vulgata traduce con dispensatio (cfr. 1 Co 9,17; Ef 1,10; 3,2; 3,9; Col 1,25), indica aquí la obra de la restauración de la comunión entre Dios y los hombres por medio de Jesucristo; es decir, el modo en el que Dios dispensa la gracia divina a los hombres, según el plan de salvación que ha trazado, y dispone su Reino. Este modo ha sido enviar al Hijo para redimir al hombre del pecado; por eso se llama “economía de la Redención”, la cual comprende también el envío del Espíritu Santo para unir a los hombres con Cristo formando la Iglesia.

48 Para la interpretación de los textos hemos utilizado especialmente la obra de N. Casalini, I misteri della fede. Teologia del Nuevo Testamento, cit.

49 Apuntes de una meditación, 25-XII-1972 (AGP, P09, p. 188). Al decir que “no se ha vestido de hombre” quiere indicar, como es obvio, que no ha tomado una simple apariencia o un disfraz, sino que es verdadero hombre, como se subraya en la cita sucesiva. Esto no impide que el término “vestido” o “revestido” se pueda aplicar en otro sentido a la Humanidad del Señor: para indicar que se ha presentado visiblemente a nosotros. Así lo hace san Josemaría cuando escribe, p.ej.: Nos detenemos delante del Niño, de María y de José: estamos contemplando al Hijo de Dios revestido de nuestra carne (Es Cristo que pasa, n. 12).

50Es Cristo que pasa, n. 107. Cfr. Hb 4,14; Jn 8,46.

51 “Recapitular” es traducción de recapitulare, usado en la Neo-Vulgata: reunir bajo la cabeza, someter a la cabeza. En la Vulgata, versión que emplea san Josemaría, el término usado es instaurare (instaurare omnia in Christo), que viene a significar lo mismo, pero que pierde la referencia a “cabeza”, propia del término original (ajnakefalaiwvsasqai). La Colecta de la Misa de Cristo Rey sigue utilizando el término “instaurare”: Omnipotens sempiterne Deus, qui in dilecto Filio tuo, universorum Rege, omnia instaurare voluisti, concede propitius....

52J.J. Alviar, Escatología, cit., p. 135. Sobre la relación entre Reino de Dios y Reino de Cristo, cfr. ibid., pp. 102-108.

53Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, cit., n. 16.

54Ibid., n. 18. Un excelente estudio de un profesor de la Universidad de Navarra, publicado poco después del fallecimiento de Josemaría Escrivá de Balaguer y que, por tanto, refleja el estado de la cuestión teológica en esa época, es el de A. García-Moreno, Pueblo, Iglesia y Reino de Dios, Pamplona 1982, 368 pp. Para una síntesis más reciente de la relación entre Reino de Dios e Iglesia, cfr. A. Garuti, Il mistero della Chiesa, Roma 2004, pp. 96-100.

55Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 5. O bien, «germen, inicio e instrumento», como dice la Enc. Redemptoris missio, cit., n. 18.

56Es Cristo que pasa, n. 180.

57Ibid., n. 151. Cfr. F.M. Moschner, Las parábolas del Reino de los Cielos, Madrid 1957. Se trata de una obra destinada a la formación espiritual. Desde su aparición en castellano, en la colección “Patmos” de la editorial Rialp, san Josemaría recomendaba su lectura. El original alemán, Das Himmelreich in Gleichnissen, es de 1951.

58Es Cristo que pasa, n. 151.

59Ibid., n. 91.

60Amigos de Dios, n. 267. Cfr. Forja, introducción; Es Cristo que pasa, n. 80; Amigos de Dios, nn. 256, 267; etc.

61Via Crucis, XIV Estación, n. 2.

62 Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 3.

63 San Faustino, De Trinitate, n. 39. «En el Antiguo Testamento se ungía a los sacerdotes y a los reyes, como consta de David (cfr. 1 S 16) y Salomón (cfr. 1 R 1). Se ungía también a los profetas, como en el caso de Eliseo que fue ungido por Elías (cfr. 1 R 19). Y todo esto se puede aplicar a Cristo, que fue Rey: “reinará para siempre en la casa de Jacob” (Lc 1,33); fue asimismo sacerdote, que se ofreció a sí mismo como sacrificio al Padre (cfr. Ef 5,2); y fue profeta que preanunció el camino de la salvación: “el Señor tu Dios suscitará un profeta de los hijos de Israel” (Dt 18,15)» (Santo Tomás de Aquino, Expositio in Ps. XLIV, n. 5).

64 La noción de “testimonio”, presente de modo especial en el cuarto evangelio, es imprescindible para captar en qué consiste el “enseñar” de Jesús. Sobre esta noción puede verse P. O’Callaghan, El testimonio de Cristo y de los cristianos. Una reflexión sobre el método teológico, en: “Scripta Theologica” 38 (2006) 501-568. La sección 4ª, “Cristo el Testigo verdadero”, concluye: «Cristo testimonia al Padre ante los hombres, con lo que hace y con lo que dice, hasta el punto de aceptar la muerte de Cruz; al mismo tiempo, el Padre reivindica a Cristo y le revela ante los creyentes, sobre todo resucitándolo de entre los muertos; finalmente, en la persona de Cristo, la verdad profesada y el Testigo se identifican» (ibid., p. 543). Cuando digamos más adelante que el cristiano es enviado por Cristo a “enseñar” habrá que tener en cuenta la riqueza que encierra esta expresión. Enseñar el Evangelio no se limita a comunicar unos conocimientos sino que incluye dar testimonio de la verdad con la propia vida. Sólo así el cristiano puede ser buen instrumento para transmitir la misma vida de Cristo.

65 Tal como la hemos descrito en los párrafos anteriores, la mediación sacerdotal de Jesucristo incluye santificar, enseñar y gobernar. Conviene hacer una aclaración terminológica a este respecto. Muchas veces se dice que Cristo es “Sacerdote, Maestro y Rey”, y que el triple munus de Cristo es “santificar, enseñar y regir”. Esto es exacto, pero puede llevar a establecer una correspondencia inadecuada entre las dos tríadas, diciendo que Cristo es Sacerdote porque nos santifica (análogamente a como es Maestro porque enseña, y Rey porque gobierna); de ser así, el sacerdocio de Cristo haría referencia sólo a la santificación, cuando en realidad implica también enseñar la verdad y guiar a la santidad. Por esto, aquí hemos preferido decir que Cristo, como Mediador entre Dios y los hombres, es Sacerdote, y que su mediación sacerdotal descendente tiene un triple aspecto: santificar, enseñar y gobernar. Es decir, el Sacerdocio de Jesucristo abarca ese triplex munus. Esto ayudará a considerar, p.ej., que es propio del “alma sacerdotal” del cristiano no sólo ofrecer sacrificios en unión con Cristo, sino también enseñar la doctrina y guiar por el camino de la santidad como buen pastor: es decir, ejercer todos los oficios que encierra la mediación sacerdotal. A. Vanhoye, uno de los mayores especialistas en la Epístola a los Hebreos, ha mostrado que el sacerdocio de Cristo, tal como lo presenta la Epístola, incluye, sin lugar a dudas, «la función sacerdotal de enseñar» (Il sacerdozio di Cristo e il nostro sacerdozio, en C.M. Martini — A. Vanhoye, Bibbia e vocazione, Brescia 1983, p. 192; cfr. ibid., p. 176). No obstante, en los textos del Magisterio y en los de san Josemaría, se encuentran las dos formas de referirse al triplex munus (“sacerdotale, propheticum, regale”; o bien: “sanctificandi, docendi, regendi”), lo cual se comprende porque, cuando se piensa en la función del sacerdote, viene a la mente en primer lugar la más alta función de santificar que es la de actuar in persona Christi Capitis en la celebración de la Eucaristía. Por eso, en lo sucesivo, cuando hablemos de munus sacerdotale como de uno de los tres munera, se entenderá como sinónimo de munus sanctificandi. Pero esto no quita que la predicación de la Palabra y el gobierno pastoral sean funciones sacerdotales.

66 Cfr. CCE, nn. 783-786; 901 ss.; etc.

67 Santo Tomás de Aquino, De regimine principum, c. 15. Cfr. Ap 1,6; 5,10; 20,6. Cfr. Aa.Vv., La funzione regale di Cristo e dei cristiani, Brescia 1997, 332 pp. Todos los cristianos se llaman sacerdotes, pero no del mismo modo. Todos lo son por el sacerdocio común recibido en el Bautismo; y algunos también por el sacerdocio ministerial en el sacramento del Orden. Más adelante nos detendremos en esto.

68Es Cristo que pasa, n. 183.

69Ibid., n. 180. Cfr. Ef 2,16; 2 Co 5,19.

70 Cfr. Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973, en Amar a la Iglesia, cit., p. 73 ss.; Via Crucis, II Estación, punto 2, y XII Estación; Amigos de Dios, nn. 128 y 141; etc. Cfr. Jn 3,16; Hb 2,14-15; 9,16; etc.

71J. Ratzinger, Il cammino pascuale, Milano 1986, p. 104 (la traducción es nuestra).

72Es Cristo que pasa, n. 20.

73Ibid., n. 14. El Sacrificio de la Cruz está presente, en cierto modo, en todos los momentos de la vida del Señor, no sólo porque todos se orientan a la Cruz, sino porque en todos ellos obedece a la Voluntad del Padre con la obediencia plena de la Cruz, aunque materialmente no haya llegado el momento de entregar la vida.

74Es Cristo que pasa, n. 20.

75Via Crucis, IV Estación. Esta idea se desarrollará más en el capítulo 7º.

76L.F. Mateo-Seco, “Sapientia Crucis”. El misterio de la Cruz en los escritos de Josemaría Escrivá de Balaguer, en: “Scripta Theologica” 24 (1992) 433.

77Forja, n. 418. Cfr. Amigos de Dios, n. 299; Es Cristo que pasa, nn. 14, 158.

78Es Cristo que pasa, n. 21. Cfr. ibid., n. 137.

79 «Quae quidem virtus praesentialiter attingit omnia loca et tempora. Et talis contactus virtualis sufficit ad rationem huius efficientiae» (Santo Tomás de Aquino, S.Th. III, q. 56, a. 1, ad 3).

80 Cfr. Y. Krumenacker, L’école française de spiritualité, Paris 1999, p. 190.

81 P. De Bérulle, Œuvres de piété 111, p. 313 (cit. por Y. Krumenacker, L’école..., cit., p. 190).

82 P. De Bérulle, Grandeurs de Jésus, en Œuvres complètes, Paris 1996, t. VII, p. 119.

83 «El Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del Bautismo y de la Sagrada Eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior, escondida con Él en Dios. Quiere completar en nosotros el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección (...). Del mismo modo quiere consumar y completar los demás estados y misterios de su vida en nosotros y en su Iglesia, haciendo que los compartamos y participemos de ellos, y que en nosotros sean continuados y prolongados» (San Juan Eudes, La Vie et le Royaume de Jésus, III, 4, en Id., Œuvres complètes, Vannes 1905-1911, t. I, pp. 311-313; traducción tomada de la edición de la Liturgia de las Horas en castellano, Madrid 1990, viernes de la semana 33 del tiempo ordinario, oficio de lecturas).

84 Cfr. Y. Krumenacker, L’école française de spiritualité, cit., p. 192. La presencia de Cristo en el hoy de la liturgia ha sido subrayada en el s. XX especialmente por Odo Casel y, en el Magisterio, primero por Pío XII en la encíclica Mediator Dei, y después por la Const. Sacrosanctum Concilium del Vaticano II. En el capítulo siguiente se verá la importancia de este tema en san Josemaría.

85 Cfr. G. Manzoni, Victimale (spiritualité), en Aa.Vv., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, 16 (1994) col. 541.

86Es Cristo que pasa, n. 105.

87 C. Vagaggini, El sentido teológico de la liturgia, Madrid 1959, p. 213.

88 Cfr., p.ej., Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31. Un texto posterior del Magisterio hace referencia expresa a la tradición sobre este tema: «Los fieles laicos participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo. Es este un aspecto que nunca ha sido olvidado por la tradición viva de la Iglesia, como se desprende, p.ej., de la explicación que nos ofrece san Agustín del Salmo 26. Escribe así: “David fue ungido rey. En aquel tiempo, se ungía sólo al rey y al sacerdote. En estas dos personas se encontraba prefigurado el futuro único rey y sacerdote, Cristo (y por esto ‘Cristo’ viene de ‘crisma’). Pero no sólo ha sido ungida nuestra Cabeza, sino que también hemos sido ungidos nosotros, su Cuerpo (...). Por ello, la unción es propia de todos los cristianos; mientras que en el tiempo del Antiguo Testamento pertenecía sólo a dos personas. Está claro que somos el Cuerpo de Cristo, ya que todos hemos sido ungidos, y en Él somos cristos y Cristo, porque en cierta manera la cabeza y el cuerpo forman el Cristo en su integridad” (S. Agustín, Enarr. in Ps., 26,2,2)» (Juan Pablo II, Ex.ap. Christifideles laici, 30-XII-1988, n. 14). Sobre la denominación de los tres “munera” como “sacerdotal, profético y real”, en vez de como oficios de “santificar, enseñar y guiar”, téngase en cuenta lo que hemos dicho más arriba en el apartado 1.2.1.

Por lo que se refiere a los textos de Santo Tomás de Aquino, acerca de los tria munera: cfr. Expositio in Ps. XLIV, n. 5; In Ep. ad Hebr. I, 4; In Ep. ad Rom. I, 1. Un estudio amplio se encuentra en A. Fernández, Munera Christi, munera Ecclesiae (Historia de una teoría), Pamplona 1982. Sobre los munera en los Padres de la Iglesia puede verse: B. de Margerie, Le Christ des Pères: prophète, prêtre et roi, Paris 2000, 217 pp. En la bibliografía teológica sobre los laicos es un esquema común: cfr., p.ej., Y.M.-J. Congar, Jalons pour une théologie du laïcat, Paris 1953, caps. IV, V y VI; H. Rollet, Les laïcs d’après le Concile, Paris 1965, 301 pp.

89Es Cristo que pasa, n. 106. Cfr. un texto muy semejante en ibid., n. 120. Ambos recogen casi literalmente unas palabras de la Carta 9-I-1932, n. 86. Otro ejemplo: es preciso poner, con una luz espléndida en las almas, el sentido de la función profética, sacerdotal y real de los seglares (Carta 8-XII-1949, n. 33). Las citas en este sentido podrían multiplicarse: cfr. Carta 19-III-1967, n. 73; Es Cristo que pasa, n. 34; etc. Sobre las fechas de las cartas, recordamos lo que se dijo en la Introducción general, apartado: “Lugares” de la enseñanza de san Josemaría.

90Es Cristo que pasa, nn. 92-93.

91 También el sacerdocio común de los fieles se llama «real» (1 P 2,9) en el sentido de “regio”, porque da un poder de someter todas las cosas a Cristo.

92 Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 36. Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, 4-III-1979, n. 21.

93Es Cristo que pasa, n. 180.

94Ibid.

95Ibid.

96Ibid., n. 184.

97Ibid., n. 93.

98Ibid., n. 179.

99Conversaciones, n. 104.

100Es Cristo que pasa, n. 184.

101Ibid., n. 186.

102Amigos de Dios, n. 33.

103Es Cristo que pasa, n. 179.

104Ibid., n. 183.

105Ibid., n. 180.

106Ibid.

107 Apuntes de una meditación, 27-X-1963 (AGP, P01 XI-1990, p. 10). Cfr. Es Cristo que pasa, n. 181.

108 San Juan Damasceno llama a la Humanidad del Señor “órgano de la Divinidad” (cfr. De fide orthodoxa, lib. 3, c. 19).

109Es Cristo que pasa, n. 109.

110Apuntes de la predicación, 18-VIII-1968 (AGP, P01 XI-1968, pp. 22-23).

111J. Ratzinger, Theologische Prinzipienlehre, München 1982, p. 286.

112 Apuntes de una meditación, 25-XII-1973 (AGP, P09, p. 205).

113Es Cristo que pasa, n. 107.

114 Camino, n. 382.

115Amigos de Dios, n. 300.

116Ibid., n. 222.

117 Apuntes de una meditación, 26-XI-1967 (AGP, P09, p. 80). Cfr. Amigos de Dios, n. 299.

118 “Participar en la mediación de Cristo” se entiende aquí en el sentido de “ejercer la propia participación en su sacerdocio”. Es decir, se habla de participar en sentido dinámico, como acción nuestra, no en sentido estático, como algo que simplemente se posee (un niño recién bautizado “participa” del sacerdocio de Cristo pero no ejerce esa participación).

119Carta 9-I-1959, n. 16. San Pablo enseña esta unidad con palabras que se refieren directamente a su propia misión: «Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18). La enseñanza se puede ver también en el Apocalipsis: «[Jesucristo] que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre y nos ha hecho estirpe real, sacerdotes para su Dios y Padre» (Ap 1,5-6).

120Es Cristo que pasa, n. 164.

121Ibid.

122 Santo Tomás de Aquino, S.Th. III, q. 48, a. 6, ad 2. El Doctor Común explica este “contacto” con la Humanidad de Cristo, al tratar de la eficacia de su Pasión. Vale la pena citar sus palabras que transmiten una idea importante, aunque el lenguaje pueda resultar arcaico. Se plantea la dificultad de que «el agente corporal no obra eficientemente si no es por contacto: por eso vemos que Cristo limpió al leproso tocándole (...). Pero la Pasión de Cristo no pudo tocar a todos los hombres, luego no pudo obrar eficientemente su salvación». Su respuesta —semejante a la que vimos más arriba, respecto a la eficacia de la Resurrección— es que «la Pasión de Cristo, aunque corporal, posee una virtud espiritual por su unión con la divinidad. Y así, por contacto espiritual logra su eficacia» (ibid.).

123 Apuntes de una meditación, 12-IV-1937 (AGP, P12, p. 50).

124Conversaciones, n. 115.

125 Camino, n. 87. Cfr. Forja, n. 437.

126Es Cristo que pasa, n. 14.

127Forja, n. 37.

128Ibid., n. 45.

129Es Cristo que pasa, n. 115.

130 Apuntes de una meditación, 21-XI-1954 (AGP, P09, p. 21).

131Carta 14-II-1964, n. 21.

132 Cfr. Forja, n. 430.

133Es Cristo que pasa, n. 14.

134Ibid.

135Forja, n. 938.

136 Carta 8-XII-1949, n. 139.

137Amigos de Dios, n. 299.

138 Clemente de Alejandría, Stromata VII, 2. Obviamente estas palabras se pueden aplicar no sólo a la participación en la mediación ascendente de Cristo, como haremos en este apartado, sino también a la prolongación de la mediación descendente de Cristo, que estudiaremos en el apartado siguiente.

139Es Cristo que pasa, n. 120.

140Carta 9-I-1932, n. 86.

141 Sobre el término “expiación” baste decir ahora que significa reparar por los pecados ofreciendo un sacrificio. Se explicará con más detalle al hablar de la penitencia, en el capítulo 8º, apartado 4.2.3 a).

142Forja, n. 374.

143Es Cristo que pasa, n. 120.

144 La legitimidad de los términos “corredentores” y “corredención” ha sido objeto de debate entre los teólogos. M.J. Nicolas la ha defendido de modo convincente en su artículo La Co-rédemption, aparecido en “Revue Tomiste” 1 (1947). Cfr. también Ch. Journet, L’Église du Verbe Incarné, Paris 1951, t. II, pp. 221-227 y 323-340. En particular se ha discutido la conveniencia de aplicar a la Santísima Virgen el título de “Corredentora”, a pesar de que se viene usando desde el s. XVII y se encuentra en documentos del Magisterio pontificio (cfr. R. Laurentin, Le titre de Corrédemptrice, en “Marianum” 13 (1951) 396-452). El motivo de las dudas es que el término lleve a entender mal la función de María en la Redención, como si fuera igual que la de Cristo; de hecho el Concilio Vaticano II no usó este título, ni aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. J.L. Bastero de Eleizalde, María, Madre del Redentor, Pamplona 1995, pp. 298-302). En 1997, una comisión del XII Congreso Mariológico Internacional, encargada de estudiar la oportunidad de una definición dogmática de este título, solicitada por muchos fieles, dio un parecer negativo por motivos de oportunidad (cfr. L’Osservatore Romano, 4-VI-1997, p. 10; Aa.Vv., Dossier di una giornata teologica sulla richiesta di definizione dogmatica di “Maria Corredentrice, Mediatrice, Avvocata”, en “Marianum” 155-156 (1999) 123-211). Para una síntesis de las diferentes posturas, cfr. L. Scheffczyk — A. Ziegenaus, Katholische Dogmatik (V): Maria in der Heilsgeschichte, Aachen 1998, pp. 343-348; M. Ponce Cuéllar, María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, 2ª ed., Barcelona 2001, pp. 487-488.

En los escritos de san Josemaría, la expresión “Corredentora” aplicada a la Santísima Virgen (cfr., p.ej., Amigos de Dios, n. 287) no tiene ninguna connotación que pueda llevar a dudar de la posición subordinada de María en la obra de la Redención, como lo manifiesta la misma aplicación del término “corredentores” a todos los fieles que cooperan con Cristo.

145Es Cristo que pasa, n. 96. La idea de que el cristiano es “sacerdote de su propia existencia” tiene una larga tradición que se remonta a la patrística.

146 Camino, n. 175.

147 Carta 24-III-1931, n. 15.

148Carta 2-II-1945, n. 12. Sobre otros modos distintos de entender las expresiones “ser víctima” y “ofrecerse como víctima”, cfr. G. Manzoni, Victimale (spiritualité), en Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, 16 (1994) col. 531-545.

149Surco, n. 71.

150 Cfr. Y. Krumenacker, L’école française de spiritualité, cit., pp. 266-267.

151Via Crucis, XII Estación.

152Es Cristo que pasa, n. 43.

153 San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, c.7.

154 Camino, n. 186.

155Carta 16-VII-1933, n. 3.

156Via Crucis, IX Estación.

157Carta 6-V-1945, n. 27.

158Carta 24-III-1930, n. 21.

159 Camino, n. 684.

160Carta 14-II-1974, n. 22.

161 Ibid, n. 3.

162 L.F. Mateo-Seco, “Sapientia Crucis”. El misterio de la Cruz en los escritos de Josemaría Escrivá de Balaguer, cit., p. 437.

163Carta 9-I-1932, n. 83.

164Es Cristo que pasa, n. 168.

165Surco, n. 887.

166Via Crucis, I Estación, punto 1. En el capítulo 4º se hablará del sentido de la filiación divina como fundamento de la vida espiritual. Ahora se está tratando del fin de la vida espiritual. No obstante, vale la pena destacar que en este texto se ve claramente la conexión entre el fin y el fundamento. San Josemaría comprendió que su afán de glorificar a Dios había de tener, como roca firme de apoyo, el saberse hijo de Dios en Cristo, y cultivó el sentido de la filiación divina para que de esa conciencia surgiera el acto que es fin de la vida espiritual: dar gloria a Dios, querer que Cristo reine, edificar la Iglesia.

167 Camino, n. 208. Cfr. Surco, n. 257. Cfr. también L.F. Mateo-Seco, “Sapientia Crucis”. El misterio de la Cruz en los escritos de Josemaría Escrivá de Balaguer, cit.

168 Camino, n. 439. Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 24, 37, etc. Escribe “Dolor” con mayúscula para dar a entender que no se trata de cualquier “dolor”, sino de aquél que se transforma en amor redentor.

169Forja, n. 521.

170Apuntes de la predicación (AGP, P04 1972, vol. II, p. 782). Cfr. Via Crucis, XII Estación, punto 3.

171 Camino, n. 203.

172Carta 2-II-1945, n. 5.

173 Este tema se ampliará en el capítulo 8º. Aquí nos interesa mencionar sólo su relación con el reinado de Cristo.

174Es Cristo que pasa, n. 43. Cfr. Forja, n. 28.

175 Camino, n. 758.

176Santo Rosario, IV misterio doloroso.

177Forja, n. 1044.

178Es Cristo que pasa, n. 43. Cfr. Forja, n. 28.

179Surco, n. 52.

180Juan Pablo II se ha referido a este testimonio de san Josemaría con las siguientes palabras: «La sabiduría de la Cruz es luz que ilumina el sentido de la existencia humana. Con razón San Agustín habla de la Cruz como cátedra del Divino Maestro. Lignum illud ubi erant fixa membra morientis, etiam cathedra fuit magistri docentis (In Ioann. Ev., 119, 2). Desde esta cátedra recibimos la sublime lección del amor de Dios por nosotros (...). A cada uno nos corresponde no apartarnos de esa cátedra. Sólo así encontraremos, como le gustaba decir al Beato Josemaría Escrivá, lux in Cruce, gaudium in Cruce, requies in Cruce: la luz, la alegría, la paz que brotan del designio salvífico de Dios» (Discurso a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, 29-V-1999, n. 3).

181Forja, n. 1005.

182Carta 2-II-1945, n. 21.

183P. O’Callaghan, El testimonio de Cristo y de los cristianos, cit., p. 546.

184 Ciertamente el Señor, para atraer a otros hacia sí, se puede servir también de quienes no le aman, pero ahora no se trata de esto sino de que el amor a Cristo implica querer ser instrumento suyo para atraer a otros hacia Él. «Seguidme y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19), dice el Señor a los primeros Apóstoles. “Seguir” a Jesús (amarle, acoger su mediación) conlleva ser “pescadores de hombres” (prolongar su mediación descendente). Cfr. P. O’Callaghan, The Inseparability of Holiness and Apostolate. The Christian “alter Christus, ipse Christus” in the Writings of Blessed Josemaría Escrivá, en: “Annales Theologici” 16 (2002) 135-164.

185Es Cristo que pasa, n. 121.

186Carta 9-I-1932, n. 86.

187Es Cristo que pasa, n. 103.

188 Ibid, n. 105. Cfr. ibid., n. 112.

189Surco, n. 223. Cfr. ibid., n. 287, y Es Cristo que pasa, n. 146.

190 Camino, n. 82.

191 Cfr. Santo Tomás de Aquino, S.Th. I, q. 43, a. 1, c.

192Apuntes de la predicación, 7-VII-74 (AGP, P04 1974, vol. II, p. 214).

193Amigos de Dios, n. 244.

194 Apuntes de una meditación, 25-XII-1972 (AGP, P09, p. 193).

195Carta 24-X-1965, n. 25.

196Carta 9-I-1959, n. 44.

197Carta 24-III-1930, n. 3.

198 En el capítulo 5º se hablará ampliamente de este tema.

199P. O’Callaghan, El testimonio de Cristo y de los cristianos, cit., p. 543.

200Ibid., p. 544.

201Carta 9-I-1932, n. 28.

202Carta 30-IV-1946, n. 44.

203Es Cristo que pasa, n. 93.

204Ibid., n. 162.

205Ibid., n. 93.

206Ibid., n. 182.

207Carta 31-V-1943, n. 8.

208Ibid., n. 2.

209Ibid.

210 Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, 4-III-1979, n. 21. Cfr. CCE, n. 786.

211Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 3 (lo estudiaremos en el capítulo siguiente).

212Carta a Diogneto, c. 5.

213H.U. von Balthasar, El cardenal Henri de Lubac, Madrid 1989, p. 125. Los aspectos sociales del dogma cristiano han sido lúcidamente expuestos por H. De Lubac en su obra Catholicisme: les aspects sociaux du dogme, Paris 1938, 373 pp. (especialmente los capítulos 2 y 11).

214 Sobre la vida social como exigencia de la persona humana, cfr. Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 25 ss. CCE ofrece una síntesis: cfr., en particular, nn. 353, 1879, 1929, 1930.

215P. Rodríguez, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., comentario al punto 301.

216Es Cristo que pasa, n. 111.

217Forja, n. 452.

218Es Cristo que pasa, n. 183.

219Ibid., n. 184.

220Ibid.

221Ibid., n. 183.

222Ibid.

223Es Cristo que pasa, n. 184.

224 CCE, n. 1869. Cfr. ibid., n. 1865; Juan Pablo II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, n. 16. “Estructuras de pecado” son las leyes y costumbres contrarias a la ley moral. San Josemaría no emplea esta expresión, relativamente reciente en el Magisterio de la Iglesia, pero lo que designa sí se encuentra en sus escritos.

225 Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 36.

226J. Ratzinger, Iglesia, ecumenismo y política, Madrid 1987, p. 277.

227Surco, n. 302.

228Carta 9-I-1959, n. 17.

229Amigos de Dios, n. 210.

230Conversaciones, n. 35.

231Ibid., n. 112.

232J.L. Illanes, Existencia cristiana y mundo. Jalones para una reflexión teológica sobre el Opus Dei, Pamplona 2003, p. 202.

233F.-X. Guerra, Josemaría Escrivá, le chrétien et la cité, en: Aa.Vv., La grandezza della vita quotidiana (Actas del congreso internacional en el centenario del nacimiento de Josemaría Escrivá de Balaguer), Roma 2002-2004, vol. II, p. 75.

234Es Cristo que pasa, n. 123.

235 Cfr. F.-X. Guerra, Josemaría Escrivá, le chrétien et la cité, cit., pp. 73-75. Evidentemente, el término “recristianización” puede entenderse también como un aspecto de la tarea permanente de extender el espíritu cristiano.

236J.L. Illanes, Existencia cristiana y mundo, cit., p. 201 s.

237 Una bibliografía sobre este tema puede verse en J.M. Pero-Sanz J.M. Aubert T. Gutiérrez Calzada, Acción social del cristiano. El Beato Josemaría Escrivá y la Doctrina social de la Iglesia, Madrid 1996, 139 pp.

238 P.ej., el 15-VII-1931 escribe en sus Apuntes íntimos (n. 206): —Fines —Que Cristo reine, con efectivo reinado en la sociedad. Regnare Christum volumus! Conviene recordar que los Apuntes íntimos son anotaciones personales que no siempre pasan después a los escritos que dirige a los miembros del Opus Dei, o pasan a veces con otros términos. En este caso, la terminología que emplea en los Apuntes es la del Magisterio de Pío XI; y cambia, cuando la idea pasa a la Instrucción de 1934 (el texto citado al inicio del capítulo).

239 Cfr. M. Fazio , Pax Christi in regno Christi. Il pontificato di Pio XI come contesto di anni decisivi nella vita del Beato Josemaría Escrivá, en: Aa.Vv., La grandezza della vita quotidiana, cit., vol. II, pp. 51-68.

240 M. Rhonheimer, Il rapporto tra verità e politica nella società cristiana. Riflessioni storico-teologiche per la valutazione dell’amore della libertà nella predicazione di Josemaría Escrivá, en: Aa.Vv., La grandezza della vita quotidiana, cit., vol. VI/2, p. 173.

241 Cfr. Parte preliminar, sección I, 3-b) y c).

242 Cfr. Conversaciones, n. 21.

243Carta 15-VIII-1953, n. 18.

244Ibid.

245 Remitimos de nuevo a la Parte preliminar, sección I, 3-b) y c).

246 Camino, n. 301.

247 M. Rhonheimer, Il rapporto tra verità e politica nella società cristiana, cit., p. 174.

248Ibid.

249Es Cristo que pasa, n. 183. Si alguno entendiese el reino de Cristo como un programa político, no habría profundizado en la finalidad sobrenatural de la fe (ibid., n. 184).

250Carta 9-I-1959, n. 22.

251 Cfr. P. Rodríguez, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., comentario al punto 301.

252Es Cristo que pasa, n. 184.

253 Cfr. Conc. Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, nn. 1, 2 y 7.

254Conversaciones, n. 44.

255Forja, n. 104.

256 Carta 30-IV-1946, n. 19. Esto no significa que sea imposible cooperar en la configuración cristiana de la sociedad sin querer que Cristo reine, e incluso sin ser cristiano. Es obvio que es posible, pero aquí no se trata esta cuestión. Se habla sólo de la vida espiritual de fieles que quieren responder a la llamada a la santidad.

257Forja, n. 718.

258 Que no se trata de un riesgo teórico sino de una realidad deplorable, lo ha hecho notar A.-M. Léonard: «La referencia a Cristo —o más púdicamente, a los valores cristianos, a los valores evangélicos, según una terminología corrientemente usada hoy— está ciertamente evocada, pero ya no es más que (...) una banderola, una sigla, a veces incluso una sencilla “c” pequeña, lo más minúscula posible, al ser vicio de una empresa universitaria, escolar, hospitalaria, sindical, mutualista o política, que, en su contenido, podría lo mismo prescindir de esa referencia y, en cualquier caso, la absorbe en un horizonte exclusivamente humano. Pedid a muchas instituciones cristianas que digan su identidad cristiana, y os citarán valores que son también —y es muy feliz— valores de la laicidad y de la masonería. En la obra que estoy comentando aquí, Mons. Escrivá no habla explícitamente de esta tentación del secularismo, pero indicios muy claros muestran que la excluiría vigorosamente» (Le matérialisme chrétien de Josemaría Escrivá. Reflexions autour du livre “Entretiens avec Msgr. Escrivá”, en: “Annales theologici” 17 (2003) 175).

259Á. Rodríguez Luño, “Cittadini degni del vangelo” (Fil 1,27). Saggi di etica politica, c. III: La formazione della coscienza in materia sociale e politica secondo gli insegnamenti di san Josemaría Escrivá, Roma 2005, p. 42.

260Es Cristo que pasa, n. 184.

261Carta 9-I-1959, n. 51.

262 Pablo VI, Ex. ap. Evangelii nuntiandi, 8-XII-1975, n. 18.

263Es Cristo que pasa, n. 183.

264 Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, 1-V-1991, n. 38.

265Es Cristo que pasa, n. 125. A este respecto es significativo el sucedido que narra el Cardenal Julián Herranz. Durante una conversación personal con san Josemaría, en los años del Concilio Vaticano II, un teólogo que participaba en las sesiones conciliares «mencionó la idea de que a los laicos corresponde “animar cristianamente las estructuras del orden temporal, del mundo: así transformarán...”. San Josemaría intervino: ¡Si tienen alma contemplativa!, porque, si no, no transformarán nada; más bien serán ellos los que se transformen: y, en lugar de cristianizar el mundo, se mundanizarán los cristianos. Poco después volvió a referirse a que los laicos deben ordenar las res temporales según el querer divino, y san Josemaría añadió rápidamente: Sí, pero primero han de estar ellos bien ordenados por dentro, siendo hombres y mujeres de profunda vida interior, almas de oración y de sacrificio. Si no, en lugar de ordenar esas estructuras, esas realidades familiares y sociales, llevarán a ellas su propio desorden personal» (J. Herranz, en: Aa.Vv., Secularidad, laicado y teología de la Cruz, Madrid 1987, p. 44, nota 3).

266R. Pellitero, Santificación del mundo y transformación social, en: Aa.Vv., El cristiano en el mundo. En el centenario del nacimiento del Beato Josemaría Escrivá, Pamplona 2003, p. 279.

267 Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31. Cfr. ibid., n. 37; Decr. Apostolicam actuositatem, n. 7.

268Amigos de Dios, n. 210.

269Ibid.

270Carta 6-V-1945, n. 14.

271 Cfr. Conversaciones, n. 59.

272 El “omnia traham” (atraeré todo) de la Vulgata ha pasado a “omnes traham (atraeré a todos) en la Neo-Vulgata. En cuanto a los textos griegos, bastantes manuscritos antiguos y el Diatessaron leen pavnta, que pasa a “omnia” en la Vulgata; otros, en cambio, traen pavnta~, preferido por la Neo-Vulgata al traducir por “omnes”. El estado actual de la crítica textual favorece esta segunda lectura (cfr. G.R. Beasley-Murray, John, en: D.A. Hubbard — J.D.W. Watts, Word Biblical Commentary, vol. 36, Waco (Texas) 1987, p. 205). Sin embargo, en ambos casos se expresa la misma realidad, porque al atraer Jesús a todos los hombres hacia sí, atrae también todas las cosas: la redención alcanza su efecto cósmico pues la creación entera «espera ansiosa la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). El sentido literal del versículo, claramente relacionado con otros dos pasajes del cuarto Evangelio que hablan de “exaltación” en el mismo sentido (cfr. Jn 3,14 s. y 8,28), no ofrece dificultades para la exégesis: «El ser exaltado se refiere no sólo a la cruz sino —a través de la cruz— al trono del cielo. El pensamiento no es que Jesús atraerá a todos hacia la cruz, sino que, como Redentor crucificado y exaltado, atraerá a todos hacia sí mismo. En virtud de su muerte y resurrección el Hijo del Hombre establece su soberanía salvadora sobre el mundo y la ejerce atrayendo a todos hacía sí en su reino. El término “pantas” (todos los hombres) expresa la meta universal del evento escatológico, contenido en “hypsoó” (“cuando seré exaltado”): la soberanía salvadora para toda la humanidad. “No hay límite para el poder salvador de Jesús”, aclara Schnackenburg, “excepción hecha de la resistencia por la falta de fe. A pesar del sabor universalista y la intención de esta frase, sigue incluyendo la fe como una condición”» (ibid., p. 214). Sobre la lectura de este pasaje en la patrística puede verse el estudio de J.L. González Gullón, La fecundidad de la Cruz. Una reflexión sobre la exaltación y la atracción de Cristo en los textos joánicos y la literatura cristiana antigua, Roma 2003, 286 pp.

273 Apuntes de una meditación, 27-X-1963 (AGP, P01 XI-1975, p.13). Cfr. Apuntes íntimos, nn. 217 y 218. Te lo digo en el sentido de que me pongáis en lo alto de todas las actividades humanas; que, en todos los lugares del mundo, haya cristianos, con una dedicación personal y libérrima, que sean otros Cristos (Carta 29-XII-1940/14-II-1966, n. 89).

274Carta 9-I-1932, n. 2.

275 Cfr. A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, cit., vol. I, pp. 379 ss.

276 Entre los estudios sobre este tema señalamos: P. Rodríguez, “Omnia traham ad meipsum”: el sentido de Jn 12,32 en la experiencia espiritual de mons. Escrivá de Balaguer, en: “Romana” 13 (1991) 331-352; L.F. Mateo-Seco, “Sapientia Crucis”. El misterio de la Cruz en los escritos de Josemaría Escrivá de Balaguer, cit.; A. Aranda, El bullir de la sangre de Cristo, cit., pp. 255-278; G. Derville, La liturgia del trabajo. “Levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32) en la experiencia de San Josemaría Escrivá de Balaguer, en: “Scripta Theologica” 38 (2006) 821-854.

277Carta 15-X-1948, n. 41. Las palabras “trabajo profesional ordinario” están en cursiva en el texto impreso de esta Carta.

278Ibid. Otro ejemplo es el texto de Forja, n. 678.

279 Cfr. capítulo 7º, apartado 3.3.

280G. Derville, La liturgia del trabajo..., cit., p. 827.

281Carta 11-III-1940, nn. 12-13.

282P. Rodríguez, “Omnia traham ad meipsum”. El sentido de Juan 12,32 en la experiencia espiritual de Mons. Escrivá de Balaguer, cit., p. 347.

283 Recordemos que “profano” viene del latín pro-fanus: “fuera del templo”, mientras lo que “sagrado” es lo dedicado a Dios o al culto.

284Carta 6-V-1945, n. 14. Cfr. Es Cristo que pasa, n. 112.

285Es Cristo que pasa, n. 183.

286Ibid.

287 Ibid, n. 105.

288 A.M. González, El trabajo filosófico a la luz del Beato Josemaría, en: Aa.Vv., La grandezza della vita quotidiana, cit., vol. IV, p. 164.

289 Cfr. Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 11; Const. Sacrosanctum Concilium, n. 10.

290Conversaciones, n. 10. Un desarrollo de esta idea se encuentra en G. Derville, La liturgia del trabajo..., cit., pp. 828 ss.

291Es Cristo que pasa, n. 156.

292J. Ratzinger, La Iglesia, una comunidad siempre en camino, Madrid 1991, p. 125.

293Carta 29-XII-1947/14-II-1966, n. 89. Cfr. A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, cit., vol. I, pp. 379 ss.

294Carta 14-II-1944, n. 19.

295 Sobre la Humanidad de Cristo como plenitud de la revelación cósmica, y por tanto del Reino de Dios, cfr. F. Ocáriz, La consumación escatológica en Cristo, en: Id., Naturaleza, Gracia y Gloria, Pamplona 2001, p. 347-355.

296Es Cristo que pasa, n. 111.

297 Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 26. Cfr. ibid., n. 74; CCE, n. 1925, 1906-1909.

298Surco, n. 933.

299 Cfr., entre los textos publicados, Forja, n. 702; Conversaciones, nn. 10, 14, 24, 26, 73, 120; Es Cristo que pasa, nn. 47, 123; Amigos de Dios, n. 57; etc.

300Es Cristo que pasa, n. 123.

301Amigos de Dios, n. 210.

302 Cfr. P. Teilhard de Chardin, El medio divino. Ensayo de vida interior, Madrid 1979, p. 30.

303 Cfr. J.M. Casciaro, Estudios sobre Cristología del Nuevo Testamento, Pamplona 1982, pp. 308-324.

304 Cfr. Teodoreto de Ciro, Quaestiones in Scripturam Sacram. In Ephes. 1,10.

305Santo Tomás de Aquino, In Epist. ad Rom., c. 8, lect. 4 (comentario a Rm 8,21, puesto en relación con Ap 21,1).

306Id., In IV Sent., d. 48, q. 2, a. 1, c.

307F. Ocáriz, La consumación escatológica en Cristo, cit., p. 354.

308Carta 31-V-1954, n. 17.

309Conversaciones, n. 10.

310Es Cristo que pasa, n. 125.

311 Cfr. Parte preliminar, sección II, 2-f).2.

312 Para el marco de enseñanzas del Magisterio en este tema (sobre todo: Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 39; y CCE, n. 2820), y para lo referente a las posturas extremas que se acaban de mencionar, remitimos a lo que se dijo en la Parte preliminar, sección II, 2.6.2.

313Carta 9-I-1959, n. 19. Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 95-101. La “ciudad temporal” no es aquí la “ciudad terrena” de que habla San Agustín cuando escribe: «Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial» (De civitate Dei, 14,28). Construir la “ciudad temporal” de que habla san Josemaría es precisamente tarea de amor a Dios, reinado de Cristo.

314Es Cristo que pasa, n. 184.

315Carta 6-V-1945, n. 15.

316 Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 36.

317 Id., Decl. Dignitatis humanae, n. 3.

318Carta 9-I-1959, n. 6.

319 Cfr., p.ej., Amigos de Dios, nn. 200 y 206, citados en la Parte preliminar, sección II, 2-e).2.

320Conversaciones, n. 115.

321 Sobre el contenido de esta sección remitimos a la explicación en el lugar correspondiente del capítulo 1º.

322Via Crucis, XIV Estación.

323 Lo veremos con amplitud en el capítulo 8º.

324 Amigos de Dios, nn. 301-302.

325Carta 24-III-1930, n. 15.

326Carta 28-III-1973, n. 10.

327 Apuntes de una meditación, 3-III-1963 (AGP, P09, p. 66).

328 Camino, n. 628.

329Surco, n. 795.

330Forja, n. 28.

331Carta 25-I-1961, n. 3. El trabajo, en estas palabras de san Josemaría, hace referencia a la fatiga que lo acompaña, tomando ocasión del término “labor”, que emplea san Agustín para designar las penalidades de la vida presente.

332 Camino, n. 658.

333Forja, n. 599. Cfr. Es Cristo que pasa, n. 6.

334 Camino, n. 308.

335Carta 11-III-1940, n. 34.

336Carta 16-VII-1933, n. 3.

337Forja, n. 290.

338Amigos de Dios, n. 50.

339 Camino, n. 279.

340Carta 14-II-1974, n. 4.