Vicenta María Márquez de la Plata
Mujeres creadoras entre el Renacimiento y el Barroco
Mecenas, poetisas, escultoras, filósofas y pintoras
Mujeres creadoras entre el Renacimiento y el Barroco
© Vicenta Márquez de la Plata, 2018
ISBN: 978-84-949354-3-5
Foto de cubierta: Alegoría de la pintura, Jan Vermeer, Kunsthistorisches Museum
Diseño de cubierta: Anuska Romero
Maquetación: Carlos Venegas
Impreso en España
Reservados todos los derechos
El Renacimiento se inicia en Italia desde el Quattrocento con Dante Petrarca y Boccaccio y llega a su plenitud a partir del siglo XVI.
Apartándose de las ideas medievales en que la religión permea la visión del Universo, con el Renacimiento se empieza a ver un Universo distinto: más equilibrado y proporcionado.
Durante la edad media generalmente se había admitido que el mundo y el Universo todo había sido creado para el hombre y que por tanto él era el rey de la creación. En el Renacimiento se acepta que cada hombre, sin ser el ente para el que se ha creado el Universo, es algo tan importante como la medida de todas las cosas. El hombre mide el bien y el mal, la belleza y la fealdad, las distancias y las cercanías, todo se puede contrastar en función de él mismo. Se convierte en la medida universal: el canon, todo lo mide en relación con él mismo. El mundo se humaniza. El hombre comienza a ver en la naturaleza un espejo de sí mismo, de su alma, de sus emociones.
Se aprecia el equilibrio, la moderación, la serenidad, las proporciones, la simetría. Es el imperio de la línea recta, el frontón triangular, la línea pura de las columnas clásicas, la bóveda de medio cañón.
Sin esperar a disfrutar del bien y la satisfacción en un mundo futuro (el más allá), busca la satisfacción en el presente: carpe diem. Se renueva la filosofía, las artes, la literatura.
Surge la poesía bucólica (con ecos de Virgilio) con su gran representante: Garcilaso de la Vega. Será en el Renacimiento cuando la poesía lírica bucólica adquiera el idealismo platónico tan apreciado por el Humanismo.
Otro género es que surge con fuerza es el de la novela picaresca con su arquetipo: el Lazarillo de Tormes.
Y por último, la muy refinada poesía espiritual o mística, en la cima con sus grandes maestros: Santa Teresa y Fray Luis de Granada.
El teatro toma su forma definitiva. Se afianza el idioma. No solo los hombres escriben, también las mujeres se lanzan a escribir, a veces inclusive compiten por premios y fama con los hombres. Sale del hogar una mujer nueva: la mujer creadora, cambia el recinto del hogar por foro púbico y aunque estas atrevidas creadoras salen a la luz, lo hacen casi siempre disculpándose por ser mujeres y osar escribir, pero lo hacen con éxito. Algunas filosofan, otras cultivan las bellas artes o son maestras, escultoras, pintoras, músicas, latinistas… Veremos seguidamente algunas importantes figuras femeninas del Siglo de Oro.
Pero el estudio de las lenguas y los clásicos, estudio considerado imprescindible, puso al alcance de todos conocimientos que antes eran motivo de estudio solamente por los entendidos, los universitarios, la clase alta y la iglesia. Al extenderse la imprenta, también se extiende el conocimiento del latín. Los libros salen de los monasterios y se hacen más asequibles, el hombre que estudia piensa y saca sus propias conclusiones y algunas de estas son incompatibles con las verdades reveladas o al menos plantean preguntas y estas persiguen respuestas. El llamado libre examen de los libros sagrados hace que la religión ya no forme un cuerpo compacto, sino que surgen interpretaciones que en definitiva conducen a la llamada Reforma, ello posteriormente desemboca en las guerras de religión y como reacción llega entonces la Contrarreforma liderada por los jesuitas. La reacción persigue un cambio total, no solamente se refiere a la religión si no que llega a interesar a la vida toda: el arte, la literatura, la música, la escultura y la pintura. Se persigue a los distintos, a los disidentes. Se trata además de embridar a la mujer cuyo lugar debe ser el hogar y el marido, el rey del mismo. Tampoco es necesario respetar los cánones clásicos, la simetría se pasa por alto, con el barroco se procura reflejar la emoción, el sufrimiento, lo exótico y hasta lo feo.
El Barroco camina de la mano con la Contrarreforma. En el arte se procura la búsqueda de lo nuevo y extraordinario para excitar la sensibilidad y la inteligencia y provocar la admiración. La demanda de la innovación y de lo extraño explica la admiración del Barroco por pintores flamencos como el Bosco, Arcimboldo y Brueghel el Viejo y ello se extiende por el continente europeo.
Todas estas novedades se reflejan en la pintura, la escultura y la arquitectura. En la creación literaria se pretende sorprender, usar palabras raras o poco usadas. Se utilizan tropos: la metáfora, la alegoría, la hipérbole, la metonimia, la sinécdoque, el énfasis, la ironía… Cualquier medio es bueno para diferenciarse de otros, para escribir de modo nuevo, surge el culteranismo de Góngora y el conceptismo impersonado en Quevedo. Este período dura, más o menos, desde el siglo XVII hasta el XVIII y desemboca en el manierismo, del cual ya no hablaremos.
Nuestra intención al escribir este libro es presentar al lector a una serie de damas que vivieron durante el Renacimiento y hasta el comienzo del Barroco, ver los cambios sutiles que se van conformando en la acción de las mujeres como creadoras, cómo irrumpen en la vida exterior, concursan en justas poéticas, son mecenas de otros artistas, son pintoras bajo su mismo nombre o escultoras famosas con grandes encargos de archidiócesis y monasterios. Es cierto que con la llegada de la Contrarreforma se hace más difícil su labor, pero no es interrumpida del todo. Habían probado la libertad.
1532-1561
Conocida como «La Minerva» de su tiempo
Es Luisa Sigea de Velasco una de las muchas mujeres que siguieron la corriente del Renacimiento, en principio buscando la verdad en las raíces del saber antiguo. Lo primero que había que hacer para acercarse a esos conocimientos que estaban en lenguas extranjeras era aprender esas lenguas, así todos aquellos, fuesen hombres o mujeres que deseasen examinar aquellos testimonios, debían ante todo aprender las lenguas en que estaban escritos. Latín, griego, siríaco, árabe, cualquiera que fuese el idioma en que estaban redactados los documentos, fue motivo de estudio.
Intentaremos acercar al lector las biografías de algunas féminas del siglo XVI y principios del XVII que no se resignaron a permanecer en sus casas y que salieron al mundo en busca del saber, con la dificultad añadida de que a ellas no les estaba permitido acudir a las aulas, la universidad era para los hombres ya que se aceptaba generalmente que ellas eran materia débil y que carecían del poder de la abstracción tan necesario en los estudios. De Aristóteles aún sonaba la frase: «la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades». Y muy cercano a su tiempo, Erasmo de Rotterdam (1466-1536), tan admirado él, dijo aquello de: «la mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido, aunque agradable y gracioso». Es lo más que se admitía a la mujer, además de su fidelidad, ser agradable y graciosa, e inclusive útil, según para qué, pero nunca tener talento pues era un animal. Sin embargo, toda una pléyade de ellas, normalmente con el apoyo de sus padres pues, como ya dijimos, les estaba vedado acudir a la universidad y no había escuelas paras niñas, pero algunas, como decimos, completaron una educación que en nada tenía que envidiar a la de los varones. Estas renacentistas fueron por lo general hijas de nobles, humanistas ellos mismos, que pusieron maestros y profesores de todos los saberes como tutores y pedagogos de sus hijos e hijas. También se dio el caso de que los padres fuesen ellos mismos maestros o educadores que supieron apreciar el valor de la educación y el talento de sus hijas y que fuesen ellos los primeros en iniciar la formación de estas doncellas.
Nuestra Luisa Sigea, también conocida como Aloysia Sygaea Toletana, nació en Tarancón (hoy provincia de Cuenca) en 1522 (¿1532?) y como entonces la diócesis de Tarancón pertenecía a Toledo, fue llamada Luisa Sigea Toledana.
Hay varios autores que confirman que Luisa Sigea era toledana. Francisco de Pisa, en su Descripción de la Imperial ciudad de Toledo1 comenta que hay varios toledanos ilustres como Luisa Sigea, «donzella toledana de la que hace elegante memoria Juan Vaseo en su “Chronica de España” Gloriense otras naciones de algunas doncellas o mujeres que sabían la lengua latina: más por dar estas dará España a Luisa Sigea, virgen toledana…».
Alonso García Matamoros (1490-1550) la califica como Sygaeam Toletanam, en su obra Laus Hispaniae, De asserenda Hispanorum eruditione, sive De Viris Hispaniae doctis narratio apologética (publicada en Alcalá de Henares, 1553).
Alonso Fernández Madrid, Arcediano de Alcor, en su obra intitulada: De la antigüedad y nobleza de la ciudad de Palencia, de sus fundaciones y destrucciones, en veces diversas y de su insigne iglesia; cosas notables, que en ella hay, con los nombres de los prelados que en ella han presidido y concurrecias señaladas en tiempo de cada uno, habla de la Sigea y con admiración señala que «…sobre todas paresçe cossa monstruosa, y que se deve contar por cossa de prodigio en este tiempo. Esta es una dueña llamada Loisa Sigea, que al presente vive en Burgos, cuyo padre francés de nación casó en Toledo y con esta hija que allí le nasçio se fue a Portugal y la pusso en Palacio en servicio de la princesa doña María, hija del rey don Manuel y de la Infanta de Castilla doña Leonor…» Con tanta admiración habla de Luisa Sigea y de su saber que aún le «paresçe cossa monstruosa» de su tiempo.
Ludovico Nonio (1553-1641) en su escrito Hispania Sirve Populares, Rubión Insularum, ac Fluminum in ea accuratior descriptio recoge algunos poemas que se dedicaron a Luisa Sigea tras su muerte, recordando el del noble toledano, Juan Merulo que la llamó Loysae Sigaeae Toletanae, sui saeculi Minerva. Tras repetir que nació en Toledo añade «a la que nació en Toledo, la acogió la Lusitania, y honores y riquezas le dio: TOLETUM NASCENTEM excepit. Lusitanahonores & divitias dedit…».
El docto jesuita Andreas Schottus (1552-1629), en su Hispaniae Bliblioteca seu de Academiis ac bibliothecis. Item Elogia et nomenclator clarorum Hispaniae Scriptorum incluye en el capítulo IX del tomo X, Poetarum latinorum. De eruditis Hispaniae Foeminis, una mención a Luisa Sigea, indicando que era de Toledo2.
No insistiremos más pues es innumerable el testimonio de sus coetáneos que certifican que Luisa Sigea era natural de Toledo, aun aquellos que dicen que su padre era francés (natural de Nimes), cosa que hasta la fecha permanece dudosa pues hay opiniones en uno y otro sentido, pues si bien los ancestros de Diego Sigeo eran originarios de Francia —dicen que de Nimes— hay autores que aseveran que él, Diego Sigeo, nació también en Toledo.
Alonso Fernández de Madrid dice que el padre de Luisa Sigea era francés «…cuyo padre (el de Luisa, o sea, Diego Sigeo) era francés de naçion, nació (ella) en Toledo…».
Antonio Carvalho da Costa nos dice que Ángela Sigea de Velasco (la hermana de Luisa) «era hija de Diego Sigeo de Toledo, de nación castellanos y de doña Francisca de Velasco. Él de los Sigeos de Toledo, ella de la ilustre familia de los Velasco…».
No seguiremos dando testimonio en uno u otro sentido pues los hay para todos los gustos.
En todo caso Luisa ya no pertenece estrictamente a aquel brillante grupo de mujeres renacentistas, las llamadas doctae puellae, que surgieron al calor del ejemplo de Isabel la Católica3, pues la admirable reina había fallecido hacía ya casi veinte años cuando nació Luisa, pero esta fémina no tiene nada que envidiar a las que le precedieron como mujeres sabias.
Fue su padre Diego Sigeo, un humanista y renacentista que desde muy joven se hizo llamar el Toledano. Diego Sigeo estudió en la prestigiosa Universidad de Alcalá, una de las más insignes y modernas del momento, la cual había sido fundada por el cardenal Cisneros en 1499. Sus maestros fueron los más distinguidos de la época, inclusive algunos de ellos habían tomado parte en la confección de la Biblia Políglota, como Demetrio Dukas y Antonio de Nebrija, otros fueron Alonso de Zamora, Pablo Coronel y Diego López de Zúñiga. Don Diego, gran humanista él mismo, se preocupó porque no solo sus dos hijos Diego y Antonio, sino sus dos hijas Ángela y Luisa recibieran una instrucción esmerada que a la larga hizo de todos ellos la admiración de su siglo.
Carolina Michaelis, que escribió A Infanta D. María de Portugal e a sus damas (1312-1377)4, dice de Diego Sigeo «…su sabio progenitor ganó en quince años de magisterio en la culta ciudad de los arzobispos Cisneros y Fonseca, la reputación de discípulo notable del gran Nebrigense, hombre de bien, letrado meritorio, elegante latinista y glotólogo5 distinguidísimo…».
Suponemos que Diego, como era costumbre por entonces, casó joven y lo hizo con Francisca de Velasco, vecina de Tarancón y miembro de una familia hidalga, la familia permaneció en Tarancón hasta la adolescencia de Luisa. Como dato curioso podemos añadir que en el expediente incoado para investir con el hábito de Santiago a uno de los nietos de Luisa, figura como testigo y declarante Pedro Cano de Pernía, de calidad noble, el cual dijo textualmente que «al capitán Juan Cano, tío suyo le oyó decir muchas veces ser (Luisa Sigea) de gente honrada y calificada, y por serlo tanto, pretendió casarse con ella, y ansí mismo es muy notorio aver (sic) sido vezina y natural desta villa la dicha Luisa Sigea de Velasco…». Como se ve, no le habían faltado pretendientes nobles en su mismo pueblo, siendo también la familia de su madre de nobleza notoria.
Cuatro hijos le nacieron al matrimonio de don Diego y doña Francisca: Diego, Antonio, y Ángela y, la última, nuestra Luisa.
§
Eran tiempos revueltos aquellos en que nació Luisa Sigea. Entre 1520 y 1522 había tenido lugar la llamada Guerra de las Comunidades de Castilla, en la que los denominados comuneros se levantaron en armas contra la administración del joven Carlos V. Las ciudades protagonistas fueron las del interior castellano, situándose a la cabeza de las mismas las de Toledo y Valladolid.
Diego Sigeo, el padre de Luisa Sigea, estuvo al servicio de María Pacheco, mujer famosa a quien se conoce como la última de los comuneros y aún como la leona de Castilla, viuda del comunero Juan de Padilla, pero que es menos conocida como mujer renacentista6. Por no repetir lo ya publicado sobre la Pacheco en nuestro anterior estudio, solo recordaremos que uno de sus secretarios escribió de ella:
«… fue mi señora María Pacheco muy docta en latín y en griego y en matemáticas, e muy leída en la Santa Escritura y en todo género de historia, en extremo en la poesía. Supo las Genealogía de todos los reyes de España y África por espanto (que era maravilla de ver) y después de haber venido a Portugal por ocasión de su dolencia pasó (estudió) los más principales autores de Medicina, de modo que cualquier letrado en todas estas facultades, que venían a platicar con ella, había menester venir muy bien apercibido porque de todo platicaba muy sotil e ingeniosamente…».
Sabemos que doña María de Pacheco era hija del Conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, hombre cultísimo, y de su esposa Francisca Pacheco, hermana del Marqués de Villena. La cultura y el afán de saber le venían a María Pacheco por los cuatro costados.
Durante muchos años se especuló sobre quién o quiénes habían sido los profesores de doña María, pues sus saberes eran extraordinarios y más para una fémina, suponiéndose que sus preceptores fueron los mismos que instruyeron a sus hermanos varones ya que el conde de Tendilla había instituido en su casa para sus hijos y los amigos de estos, una especie de colegio o academia en la que impartía sus enseñanzas Pedro Mártir de Anglería, nosotros añadiremos que es más que probable que Diego Sigeo, gran latinista, como iremos viendo a lo largo de este estudio, también colaborase en la educación de los hijos del conde incluyendo a doña María de Pacheco, siendo esta la razón por la que gozaba de la amistad de la señora, a la que acompañó en el exilio en 1522, el mismo año en que, al parecer, nació Luisa, su hija pequeña.
Por lo precipitado de la huida y por lo peligroso de esta, cuando el paterfamilias hubo de partir con doña María Pacheco, la familia de Diego Sigeo quedó atrás, y el padre y marido no pudo llamarles a su lado hasta 1530 o 1532, sobre la fecha exacta hay vacilaciones.
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Toda vez que no se ha hallado un testimonio fehaciente sobre la fecha cabal del nacimiento de Luisa, los autores han especulado sobre distintas fechas. Normalmente lo más fácil suele ser la verdad, así que expondremos las varias teorías y dejaremos que el lector decida. No es de esperar que Luisa viniese al mundo mientras su padre estaba ausente, esto es entre 1522 y 1530 (esta última fecha es más bien aproximada, pues como apuntamos se suele barajar la fecha de su regreso del exilio entre 1530 y 1532), pues no se sabe que durante esos diez o doce años hiciese visita alguna a su esposa. No es probable que lo hiciese porque, aunque Carlos V había perdonado a todos los comuneros, ese perdón no se extendió a María Pacheco y él, como «cómplice» de la Pacheco por ser su fiel seguidor, estaba incurso en la misma ira regia. Así que tenemos que escoger entre 15227 y 1530-32 como fechas posibles del nacimiento de Luisa Sigea, cuando el matrimonio estuviese junto, es decir, la niña, última de los hijos habidos, nacería o bien antes de que él se fuera al destierro o bien después, cuando se reunieron y el matrimonio reanudase su vida marital.
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Como quiera que fuese, Luisa y su hermana Ángela8 fueron educadas exquisitamente. No sabemos si las primeras lecciones, Luisa las tomó de su padre o de su hermano, pero fueran las primeras o no, lo cierto es que uno de sus hermanos colaboró en su enseñanza tal y como ella nos lo dice explícitamente: «… alter natu maior9 qui paribus mecum auspiciis in linguarum varietate et institutus…».
Desde luego su padre colaboró en la primorosa educación de Luisa Sigea, enseñándole latín, griego y hebreo según declara ella misma «patre quo in plurimis usa sum praeceptore» pero no fue el único, sino que ella disfrutó de una pléyade de profesores ya que su padre llegó a servir en la corte del duque de Braganza en 1538 y allí ella pudo disfrutar de aquella corte renacentista y lujosa y de todo lo que allí se enseñase.
Luisa Sigea dominó el latín, el griego, el hebreo y el caldeo o siríaco, y además de los idiomas clásicos, hablaba francés, español e italiano, era muy versada en Filosofía, Poesía e Historia.
Ella misma, en la carta que envió a Felipe II, en 1559, cuando aspiraba a ser educadora de latín y griego de Isabel de Valois, se presenta y dice con fingida humildad: «Soy moderadamente conocedora de la lengua latina, griega, hebrea, caldea, y ciertamente el árabe, gracias a mi padre y otros preceptores…».
En 1778, en la Encyclopedie méthodique (tomo III, pág. 398) en la voz Tolède dice textualmente: «no se debe olvidar en el artículo “Toledo” a una de las ilustres y sabias damas del siglo XVI: Sigea (Luisa), conocida bajo el nombre de Aloisia Sigea. Su padre le enseñó filosofía y diversas lenguas…». Es decir, que la Sigea conocía otras ciencias además de los idiomas mencionados, lo cual no es poco ya de por sí.
El ya citado Alonso Fernández de Madrid, en su libro De la antigüedad y nobleza de la ciudad de Palencia etc.… asevera que
«A esta Sigea enseñó su padre algunas letras y ella después en Palacio —se refiere al Palacio de los reyes de Portugal— se dio tanto a ellas que se hiço muy docta en Philosophía y Oratoria y Poesía, principalmente en las leguas latina, griega, hebrea y caldea, en las quales tan fácilmente habla y escribe como la nuestra castellana. Y aun con todo esto no creyera yo la fama que suele a veçes engrandecer las cossas si no viniera a mis manos un libro que compuso de su mano, en el qual en forma de diálogo entre dos damas (…) Dispútase la materia por ambas partes con gran acopio de raçones y autoridades (…) con sentencias tan nobles de Platón, Aristóteles, Genofón, Plutarco, y otros autores griegos (…) ellos en su propia lengua (…) y luego en latín con las autoridades de Profeta, el Psalterio y Salomón en lengua y caracteres hebreos y traducidos al latín…».
Todos estos testimonios nos hablan de la preparación de esta dama del siglo XVI cuya fama llegó a toda Europa.
Al parecer unía también a su talento una espléndida hermosura y fue celebrada en ambos aspectos por numerosos ingenios de su época.
A más de su padre y hermano, otro profesor de nuestra Luisa Sigea fue Fray Juan Suárez, Obispo de Coímbra y también preceptor de la Infanta María de Portugal, que fue quien le instruyó en Filosofía y en las Sagradas Escrituras.
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Una característica del Renacimiento es el afán viajero motivado por la curiosidad y el afán de conocimiento de la cultura clásica en sus fuentes.
Este impulso motivó lo que se conoce como y la peregrinatio de los humanistas que se generalizó a mediados del siglo XVI. Los primeros años de ese siglo fueron la edad de oro de los estudiantes viajeros, los denominados peregrinati, que llega a su punto de inflexión en la segunda mitad del siglo XVI.
En este sentido se hace casi imprescindible viajar a Italia: el iter italicum se convierte en esencial para cualquier «aspirante a humanista»; los jóvenes ingleses, alemanes, holandeses, españoles y portugueses realizaban la peregrinación académica e intelectual hacia las fuentes del humanismo en las universidades italianas (Bolonia, Padua, Pavía, Siena y Pisa, y aun Ferrara y Perugia).
De hecho, los estudiantes procedentes de los reinos de la Península Ibérica y el Sacro Imperio tenían un punto de encuentro en las universidades italianas y compartieron pupitres en este iter italicum. En Pisa y Florencia cerca del 40% de los estudiantes extranjeros eran españoles y portugueses y el siguiente grupo en importancia eran los estudiantes de origen alemán, que suponían el 23%.
Seguramente llevado por ese afán viajero, Diego no desperdició ocasión de trasladarse de un lugar a otro, y cuando la fama de Luisa Sigea creció, su padre fue invitado en 1542 a llevar a su hija a la corte de la reina Catalina10 (de Portugal). No sería de extrañar que la reina Catalina necesitase reforzar sus conocimientos de latín, pues se había criado con su madre doña Juana encerrada en Tordesillas y aunque finalmente se le proporcionaron maestros podía necesitar refuerzos en su dominio del latín, idioma de las elites, de la realeza y del mundo diplomático.
Merced a algunos apuntes sobre gastos de la reina, tenemos el testimonio de que Luisa estaba adscrita a la casa de doña Catalina, seguramente daba clases de latín a la reina11. Desde la casa de la reina Catalina, a su vez, pasó al servicio de la infanta doña María12, hija de del rey don Manuel, quien había casado en terceras nupcias con la reina doña Leonor. Era Leonor hermana de Carlos V y nieta de los Reyes Católicos como hija que fue doña Leonor de Juana I La Loca y de su esposo Felipe el Hermoso.
Del libro Melchor Cano y Luisa Sigea: dos figuras del renacimiento español13 hemos extraído el siguiente documento relativo al servicio de Luisa en la casa de la infanta portuguesa:
«… Accediendo (Luisa de Sigea) al servicio de Dª María de Portugal, duquesa de Viseu (1521-1577), hija del rey D. Manuel I de Portugal, el Venturoso (1469-1521), y de su tercera esposa, Dª Leonor de Austria (1498-1558), hermana del emperador Carlos I de España y V de Alemania, como notable humanista, siendo compañera apreciada de Paula Vicente, de Juana Vaz, de Leonor de Noroña, etc.
Como sabemos, infanta doña María de Portugal nació en el palacio de Ribeira, el 8 de junio de 1521 y murió el 10 de octubre de 1577 en su palacio de Santos, extramuros de la ciudad de Lisboa. Recibió su primera educación de manos de Dª Elvira de Mendoza, camarera de la reina doña Leonor, siendo después entregada a los cuidados de su tía Catalina, hermana de su madre, cuando llegó a Lisboa para casarse con el rey D. Juan III. Y es que como se dice en Retratos e elogios dos varões e donas, que ilustraram a nação portuguesa, doña María “como era dotada de extraña viveza, memoria y gran juicio, aprendió con facilidad las lenguas, especialmente la griega y la latina, que sabía a la perfección, y escribió con tanta propiedad como si le fuera natural y materna. Tuvo por maestros a la insigne dama toledana Luisa Sigea, exquisitamente dotada en muchas lenguas, y raro prodigio de la ciencia que mereció ser celebrada por los mayores letrados de aquella época; y a fray Juan Soares de Urró, de la Orden de los eremitas de San Agustín, después obispo de Coímbra, que también lo fue de los príncipes D. Felipe (II) y D. Juan (de Austria), sus sobrinos (…) Se conformó en este palacio una verdadera Universidad de Mujeres ilustres en todo género de ciencias y artes, de lo que fue especial protectora14”».
También Damaio de Froes Perim15 nos dice que doña María
«… se acompañaba de muchas doncellas hermosas y doctas en ciencias y artes liberales, convirtiéndose su palacio en una continua palestra, en una especiosa y alegre Academia (…). Merecen particular memoria entre otras muchas criadas16 de la infanta, por su erudición y bellas letras, las dos hermanas, Luisa y Ángela Sigea, castellanas de nacimiento…».
Es en este lugar y en este escenario en el que Luisa de Sigea ensancha su ya exquisita educación y en donde sus capacidades pudieron desplegarse sin cortapisas, es más, fueron los años que contribuyeron a formar su alma porque allí vivió la mayor parte de su juventud.
La ilustrada princesa María tuvo casa propia desde los dieciséis años porque el rey, su hermano, así lo quiso y ordenó. Su vivienda estaba separada del palacio real y su corte era independiente de la del rey, la de la infanta estaba constituida por damas e hidalgos de la más acendrada nobleza y además de las que eran de su gusto y placer por ser cultas y humanistas. Así nos lo confirma el vizconde de Juromeña:
«… resplandecía como sol luminoso entre estos astros la princesa Dª. María, que por consejo de la reina doña Leonor, se había dado al estudio de la lengua latina (…) reunía en el palacio una Academia de señoras ilustres por su saber, con quienes se ocupaba en ejercicios literarios, y eran sus inseparables compañeras las dos Sigeas, Ángela y Luisa Sigea; ésta última no sólo era versada en la lengua latina, sino también en la griega y hebrea, y mereció del papa Pablo III una carta de agradecimiento por haberle ofrecido su poema latino de la descripción de Cintra».
También se refiere a Luisa Sigea en este brillante período el padre Joao Bautista de Castro:
«… la Infanta doña María nació en Lisboa el 8 de junio de 1521. Era Princesa, que en gentileza y virtudes excedió a las mejores de su tiempo. Su palacio era una universidad de mujeres singulares en letras y otras artes de ingenio, a las que presidía la famosa dama toledana Luisa Sigea, cuya erudición hace aturdir a Europa…».
Muchas de estas «mujeres singulares» a las que se refiere el padre de Castro cumplieron el papel de preceptoras de la real pupila, además de nuestra Luisa Sigea, su hermana Ángela Sigea lo fue en música; Ángela, además de música, fue poetisa y cultivó la poesía bucólica. Luego, en 1574, se unió al grupo Públia Hortênsia de Castro (1548-1595), la «Hortensia Lusitana17».
Con estos datos hemos presentado varios ejemplos que aseveran que la infanta hizo de su corte un emporio de damas cultas, rodeándose de señoras cuyos conocimientos eran acreditados y lo hizo a semejanza de otras cortes renacentistas, así llegaron a su séquito junto a las dos hermanas Sigea, Luisa y Ángela, otras muchas que hemos mencionado siquiera por encima y cuya relación y estudio ya cae fuera del propósito de nuestro libro. En 1540, cuando Luisa contaba 18 años18 de edad, a través de un amigo de su padre, el italiano Girolamo Britonio, envió una carta en latín al papa Paulo III escrita en cinco lenguas. Admirado el Pontífice, le contestó:
«Dilectae in Christo filiae Aloisiae Sygaeae mulieri Toletanae Paulus P. P. III. Dilecta in Christo filia, salutem. Delectati valde sumus in Domino ex tuis litteris, quas ad nos latine, graece, hebraice, syriace, atque arabice scriptas dedisti: quumque admirati fuimus tam multiplicem ingenii fructum in femina, cui praesertim honestas et pii mores, sicut relatum nobis est, accedant, tum Deo omnipotenti gratias egimus, qui tale donum multiplicis linguarum scientiae, in viris quoque rarum, nedum in feminis, tibi concesserit. Ei tu quoque debes jugiter gratias agere, ornareque ejus donum honestate, pietate, et aliis virtutibus, ut facis. Nos quidam, si qua reacciderit, libenter ob Deum et virtutes tuas votis tuis honestis gratificabimur. Datum
Romae die VI. Januarii MDXLVII. Pont. nostri anno XIII».
Y cuya traducción sería: «Salud, mi queridísima hija en Cristo. En gran manera nos ha deleitado la carta que nos enviaste, escrita en latín, griego, hebreo, sirio y árabe, al mismo tiempo que nos hemos quedado maravillados ante los variados frutos del ingenio en una mujer que, según nos han referido, además posee honestas y piadosas costumbres. Por todo ello damos las gracias a Dios Todopoderoso, que te concedió el precioso don del conocimiento de múltiples lenguas, un don raro entre los hombres, tanto más entre las mujeres. Así, debes darle continuamente gracias a Dios y adornar, como tú haces, ese don con la honradez, la piedad y otras virtudes. Nos, por nuestra parte, si la ocasión se presenta, satisfaremos en nombre de Dios y de tus méritos tus honestas peticiones.
Roma, a 6 de enero de 1547. En el año XII de nuestro pontificado».
Sobre esta carta, que le reportó gran fama entre sus contemporáneos, Francisco de Pisa en su Descripción de la imperial ciudad de Toledo19 nos dice que en Toledo hay múltiples personajes ilustres:
«… Luisa Sigea, donzella toledana, (de la que) hace elegante memoria Juan Vaseo, en su “Chrónica de España”, diziendo que no solamente puede España hazer obstentación de varones excelentes en erudición, sino también de mujeres de las cuales pueden tener envidia aquellos siglos de grande erudición. Gloríense otras naciones de algunas doncellas o mujeres que sabían la lengua latina: más por dar éstas dará España a Luisa Sigea, virgen Toledana, (no tratando de otras eruditas en latinidad) aunque criada muchos años en el palacio de Portugal, tan erudita en cinco lenguas, sin las dos vulgares, castellana y portuguesa, que con razón el papa Pablo III la alabó mucho y dio mil bendiciones por una carta que ella le escribió en las lenguas latina, griega, hebraica, siriaca y arábica, maravillando de tan vario y diverso don de tantas lenguas, junto de su ingenio, que pocas veces se halla en varones, quanto más en mugeres (que estas palabras están en la Bula). Débese esta loa a su buen padre Diego Sigeo, varón doctísimo que, no contento con instruir y criar a los hijos en buenas ciencias, puso tanta diligencia en enseñar a su hija tantas lenguas. Y no sólo a ésta, sino que tuvo otra hija llamada Ángela, bien enseñada en las lenguas latina y griega, y tan cumplidamente instruida en la ciencia de la música, que pudo competir con los más eminentes que profesan aquella arte. Fue este varón (se refiere a Diego Sigeo) de los primeros que trajo a Portugal las letras de la Humanidad, después fue preceptor del Ilustrísimo Duque de Bragança, y después recibido en la casa real para enseñar a los nobles de palacio. La hija Luisa Sigea estuvo en casa de la serenísima princesa doña María, que ella también podía ser contada entre los eruditos del siglo…».
Así pues, los años pasados junto a la infanta en el ambiente refinado y culto de su corte fueron los más provechosos en la vida de Luisa de Sigea, fue allí donde pudo desarrollar su intelecto hasta el límite de sus posibilidades y donde pudo hacer algo que muy pocas mujeres podían hacer en su tiempo: ganarse el sustento con su saber y su esfuerzo, tal y como lo hacía Luisa Sigea.
En una carta dirigida don Felipe II, la Sigea afirma haber sido la maestra de latín de doña María. En esta corte la inteligente joven había completado sus estudios al disponer de la valiosa y surtida biblioteca de palacio. Ella tenía acceso libre a la biblioteca de la princesa, y es en la estancia en esa corte cuando escribió sus Diálogos. También tuvo la ocasión de entablar innúmeras relaciones con personajes importantes y primeras figuras de la cultura y de la política del momento.
Luisa Sigea no solo se permitió enviar cartas al papa Paulo III pidiéndole un beneficio para su hermano, sino que mantuvo correspondencia con Nuncio papal Pompeo Zambeccari (que le había regalado los Poemas de Vitorio Colonia) y también se escribió con el embajador de Hungría.
Todo esto gracias a su fama bien ganada como erudita, humanista y políglota y a su estancia en la corte de doña María, infanta de Portugal, de donde sacó merecida reputación como mujer de muchos saberes.
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En 1552 casó nuestra Luisa con Francisco de las Cuevas20, noble burgalés y también hombre renacentista y, al volver a España (1556), Luisa intentó reincorporarse a la vida cortesana a la que tan acostumbrada estaba. En 1558 la familia se trasladó a Valladolid, donde entraron al servicio de María de Habsburgo, mujer de clara inteligencia y gran mecenas, hija de Felipe I de Castilla, y entonces ya viuda, y que fuera reina consorte de Hungría por su casamiento con Luis II de Hungría y Bohemia.
Al servicio de doña María de Hungría, Francisco de Cuevas desempeñó el cargo de secretario y su mujer de «dama latina». Pero duró poco esta situación, ya que el 18 de octubre de 1558 la reina (viuda) de Hungría falleció repentinamente, tras este luctuoso suceso Luisa escribió de inmediato al rey Felipe II de España solicitando empleo para sí y su marido, alegando pobreza, algo que la documentación conocida sobre su casa no confirma.
En relación con esta «pobreza», doña Nieves Baranda Leturio publicó un interesante trabajo en la UNED del cual repetimos una parte por su interés y por no poder mejorarlo: nos habla de la necesidad que tienen los investigadores, con lo que estamos de acuerdo, de recurrir a los documentos originales, a las fuentes, en lugar de conformarse con lo dicho por otros, así ha examinado documentación del Archivo de Simancas, dando el trabajo ya hecho a los ulteriores investigadores.
«Hay una tesis doctoral, trabajo de doña Sira Lucía Garrido Marcos en 1955 en la Universidad Complutense de Madrid, titulada Luisa Sigea Toledana que de hecho no se ha tenido nunca en cuenta. Hasta donde me es dado conocer, la única cita de la misma fuera del catálogo de tesis de la UCM se encuentra en una referencia en nota al pie que puso Entrambasaguas en su edición de las Obras de Pedro Laínez y a propósito del poema que le dedicó a Luisa Sigea. La vaga mención, que no detalla un título preciso ni dónde o cuándo fue defendida la tesis, no parece prometer gran cosa, pero engaña. (…) ofrece en su documentación numerosas sorpresas. Las más interesantes proceden de los fondos del Archivo de Simancas, donde quedaron registrados hitos económicos puntuales de la vida de Luisa y de su esposo que parecen desmentir las continuas protestas epistolares de penuria económica. Asimismo, al hilo de estos asientos de pagos o mandas testamentarias, se nos aclaran fechas y cargos que desempeñaron, lo que nos ofrece un perfil de matrimonio hidalgo dedicado profesionalmente al servicio cortesano: Francisco de las Cuevas fue criado de la reina doña Juana I, como “ayuda de copa” y secretario español de la reina María de Hungría, de cuya corte Luisa recibía también un salario por el vago concepto de mujer del secretario Cuevas».
Los documentos más interesantes son los siguientes:
«1543. En el Livro de moradia de la reina Dª Catalina, asientos de pagos a “donna Luisa de Sygea, latina”, hasta 16.000 reis en cuatro partes iguales (p. 476)
1550. En el Livro de moradias de la reina Dª Catalina, asiento de un pago de 4000 reis en mayo como parte de sus 16.000 anuales; fueron entregados a Diego Sigeo, que actúa en nombre de su hija Luisa (p. 477)
1550. Concesión del grado de bachiller en Teología a Diego de Sigi (Diego Sigeo), hermano de Luisa, por la Universidad de Coimbra (p. 498)
1551. Firma de Luisa Sigea “latina” a la recepción de 4000 reis, como parte de los 16.000 anualmente asignados, según el Livro de moradias de la reina Dª Catalina (p. 477)
1551. Nombramiento de Antonio de Sygi (hermano de la autora) como oficial de escribano de Cámara [de Joaõ III] (p. 478)
1552. Nombramiento del hermano de Luisa, “Dioguo de Syge”, “capillaõ de Duque de Bragança” como Vicario de la Iglesia de San Salvador de Pinhel. (pp. 479-480)
1552. Libramiento de 25.000 reis a Diego Sigeo para el casamiento de su hija Luisa de Sigea (p. 481)
1554. Acta de bautismo de Catrina, hija de Anton Moguo y Angela de Velasco, su mujer. Iglesia de Torres Novas (p. 496)
1556. El rey hace merced a Francisco de las Cuevas (esposo de la autora) de una pensión vitalicia de 10.000 maravedís anuales a partir de 1556. En este documento se le menciona como “criado que fue de la reyna doña Juana” y se aclara que en sus libros tenía asiento “de ayuda de copa”, por lo cual se le había venido pagando hasta ese momento (pp. 502-505)
1556. Libramiento de salario a Francisco de Cuevas, identificado como “secretario spañol de su magestad”. La cantidad librada por 8 meses fue de 92 libras, 13 sueldos y 4 dineros. (p. 531)
1557. Francisco de Cuevas se dirige al rey para suplicar que se dé cumplimiento al testamento de su padre, que le otorgaba un juro perpetuo de 3.000 maravedís sobre la villa de Pampliega al fallecimiento de su hermano Pedro de Cuevas sin heredero legítimo (pp. 506-20)
1557. Libramiento de un salario de 356 sueldos y 20 dineros a Luisa Sigea (“Luisa Sigahatin, muger del secretario Cuevas”), que tiene como anualidad 150 ducados (p. 531)
1557. Libramiento de salario de 245 sueldos y 30 dineros a Francisco de Cuevas, “secretario spañol”, correspondiente al periodo de 1 de julio a 8 de octubre (p. 531)
1557. Libramiento del salario de medio año a Francisco de Cuevas, “secretario de su Magd. spañol”; la cantidad librada fue de 69 sueldos y 10 dineros (p. 531)
1557. Libramiento de salario a Luisa Sigea; 93 libras, 9 sueldos y 5 dineros de sus gajes de cuatro meses de un salario anual de 150 ducados (p. 532)
1559. Testamento de Dª María de Hungría, donde se establece una pensión anual a Luisa Sigea de 56.250 maravedís. La autora queda identificada como “muger de Francisco de Cuevas, secretario que fue de su magestad” (pp. 521-529)
1559. Testamento de Dª María de Hungría, donde se establece una pensión anual de 93.750 maravedís para Francisco de Cuevas. El cargo que ostentaba era de “secretario español” (S. Garrido, pp. 521-529)
[1558-60] Carta de petición de empleo escrita por Francisco de Cuevas: “Francisco de Cuevas dice que estándose en su casa le mandaron venir a servir a la serenísima Reina de Hungría de secretario y a la de Francia de contador y también sirviese Luisa Sigea, su mujer, por las habilidades que tiene y por haber enseñado a la Infanta de Portugal. Suplica a vuestra magestad, habiéndoles faltado todo con el fallecimiento de las Reinas, le haga merced de darle asiento en su casa o en la del príncipe o algún oficio en la corte, conforme a su calidad y habilidad”. (p. 530)
1572. Primer asiento de pago (4175 maravedís) en los libros de actas del Ayuntamiento de Burgos a Francisco de Cuevas como correo mayor (pp. 583-584).
1577. Manda testamentaria de la infanta Dª María para el pago de 12000 reis anuales a Juana de Cuevas Sigea (hija de la autora), mientras presente fe de vida (p. 499)
Ahora sí, con la información completa, debe ser el lector quien haga sus deberes, sume las cifras, tome nota de las fechas, lea las cartas y plantee hipótesis para articular con coherencia datos aparentemente contradictorios21».
Desde luego el trabajo de la señora Nieves Baranda de Leturio, de la UNED, al rescatar la tesis de doña Sira Lucía Garrido Marcos, escrita hace más de medio siglo, nos ha hecho a todos un gran favor pues con estos documentos por delante no podemos menos que poner en tela de juicio la supuesta «necesidad» que se dice sufrió nuestra Lucía Sigea, pues los dineros que se le destinaron tanto a ella como a su esposo por parte de la caja real nunca fueron escasos y para más información sabemos que al casar a su única hija Juana con un acomodado hidalgo burgalés la despidieron con una rica dote, detalle que no se aviene con una familia pobre, sino más bien con la de una familia de situación desahogada, si no pudiente.
El gran mérito de esta fortuna estriba en que ello no fue herencia de una noble casa ni de unos padres ricos, sino ganada por su esfuerzo y trabajo; y cuando se le destina dinero, cuando ya no trabajaba para la casa portuguesa, se le hace como donación graciosa por la buena memoria que dejó su saber y su actividad como profesora y maestra de reina e infanta.
Es notable que cuando estaba ya muerta nuestra Luisa Sigea, aun la infanta María dedica una manda a favor de su hija de 12 000 reis anuales de por vida («mientras presente fe de vida»). Todo ello nos dice que sus reales alumnos nunca la olvidaron y seguramente no le dejaron pasar las necesidades de las que siempre se habla cuando se refieren los últimos años de la Sigea. Otra cosa es que ella hablase de esta forma en sus cartas cuando pedía trabajo a Felipe II y a otros, pero pobreza, tal y como se ha dicho, parece ser que no la padeció nunca. Sí es cierto que pudo tener alguna amargura al solicitar plaza como educadora de la joven Isabel de Valois, cosa que por cierto no le otorgó don Felipe, pues estaba acostumbrada a ser bien considerada por reyes y príncipes.
En cuanto al matrimonio de Luisa con un noble hidalgo de la casa de Cuevas, nos dice que ella casó con un semejante a ella, un noble y un hombre educado que también había ocupado puestos de confianza junto a los reyes. Es voz común que los Cuevas eran quizás más pudientes que los Sigea y que poseían bienes en Burgos. El de Cuevas llegó a ser el «secretario español» de María de Hungría y también contador de la reina de Francia. Es decir, de las hermanas de Carlos V, incluyéndose entonces en la documentación a Luisa como «muger del secretario Cuevas» pero con salario, aunque la documentación no especifica el cargo que desempeñaba la «muger del secretario Cuevas».
No todos los que se interesaron por la biografía de Luisa Sigea se dedicaron a investigar sobre su marido y familia política, tema ciertamente importante en la vida de la docta mujer. Las conclusiones de Ismael García Rámila aparecidas en 1958 nos añaden luz sobre el tema.