Epílogo

El arte de la conversación

por Jorge Larrosa

– Universidad de Barcelona –

Hubo una vez, hace ya algunos años, en el barrio de Flores, un popular barrio de Buenos Aires habitado por hombres y mujeres sensibles, refutadores y refutadoras de leyendas, soñadores/as, tanguistas venidos a menos, locos, poetas, enamoradizos y enamoradizas de diverso pelaje y nostálgicos empedernidos… una mujer que tenía la suerte de disfrutar de un amante, según ella, extraordinario, maravilloso, sensacional, absolutamente fuera de lo común... y cuando, intrigados y muertos de envidia o, en algunos casos, motivados por una sana voluntad de aprender, los habituales del café de la esquina, le preguntaban que cómo era, cuando le pedían que les hablase de él, que les contase, que les dijera al menos un detalle, que les diera alguna pista... entonces ella decía que era tan bueno que no se podía explicar... que lo único que podía hacer, si querían, y si su amante consentía, naturalmente, era prestárselo... como eran gente amistosa pero de natural discreto, nadie supo de las andanzas de tal amante prodigioso… ni de quiénes fueron, si es que hubo algunos, los beneficiarios del préstamo… pero comenzaron a abundar en Flores una especie de personas que, cuando se hablaba de lides amorosas, bajaban los ojos al tiempo que se les iluminaba la cara…

Digo esto porque, aunque no sea por las mismas razones que a la muchacha de Flores, a mí me pasa algo parecido con Carlos y con el libro de Carlos... que no me sale hablar de él... que, si queréis, os lo presto...

Y aunque seguramente no os pasará con él lo que a mí me pasa (simplemente porque la lectura, como el amor, es un encuentro y no una práctica...) de lo que sí estoy seguro es de que algo os pasará...

Lo diré de otra manera: la escritura, a veces, es, o debería ser, una aventura personal... y la lectura, a veces, es, o debería ser, una aventura personal... y el resto es cháchara y política... en el mal sentido de la palabra “política”... en el sentido de la producción, la reproducción y la imposición de discursos y de ideas en el interior de aparatos altamente institucionalizados y jerarquizados de control del discurso y de control del pensamiento...

Lo que acabo de decir, como ya os habréis dado cuenta, no es otra cosa que un truco para no hablar del libro... al menos desde el punto de vista temático... de eso que en la jerga institucional se llaman “sus aportaciones” a un tema o a una serie de temas... mucho menos desde el punto de vista teórico, eso que los profesores dados a las clasificaciones suelen llamar “corrientes de pensamiento” en una determinada disciplina… pero sí que voy a hablar un poco del tipo de escritura que hay en el libro... voy a hablar un poco de cuál es su textura... y de la atmósfera que esa textura produce... así os lo presento indirectamente, y os doy ganas de leerlo... o de no leerlo...

Diré, en primer lugar, que se trata de un libro conversado y conversante... un libro que está lleno de amigos... atravesado de encuentros, de complicidades, de guiños, de palabras dadas, prestadas, robadas, exploradas, ensayadas e intercambiadas con un grupo de amigos.

Se trata de un libro que a veces discute, a veces dialoga, a veces debate... pero, sobre todo, conversa... de ahí lo de los amigos... porque si uno puede discutir, o dialogar, o debatir, con cualquiera.... está claro que uno no puede conversar con cualquiera...

Además, nunca se sabe a dónde puede llevar una conversación... una conversación no es algo que uno haga, sino algo en lo que uno entra... y al entrar en ella, uno puede ir a dónde no había previsto... y esa es la maravilla de la conversación... que, en la conversación, uno puede llegar a decir lo que no quería decir, lo que no sabía decir, lo que no podía decir...

Y además, el valor de una conversación no está en que al final se llegue o no a un acuerdo... por el contrario, una conversación está llena de diferencias y el arte de la conversación consiste en sostener la tensión entre las diferencias... manteniéndolas y no disolviéndolas... y manteniendo también las dudas, las perplejidades, las interrogaciones... y eso es lo que la hace interesante... por eso, en una conversación, no hay nunca última palabra... por eso una conversación puede mantener las dudas hasta el final, pero cada vez más precisas, más elaboradas, más inteligentes... por eso una conversación puede mantener las diferencias hasta el final, pero cada vez más afinadas, más sensibles, más conscientes de sí mismas… por eso una conversación no termina, sino que, simplemente, se interrumpe... y se pasa a otra cosa...

Así que si vosotros sois de los que os gusta conversar... si pensáis que con tanta discusión, con tanto diálogo, con tanto debate, estamos perdiendo el arte de la conversación... si pensáis que lo que está en juego no es la razón, o la verdad, o mucho menos la opinión, sino hasta dónde es posible aún hablar, y hablarnos... si pensáis que no se lee ni se escribe para tener razón, o para darse la razón, o para cargarse de razones... si sois de los que sentís que lo que está en juego es otra cosa... si pensáis que no se escribe para decir algo que de antemano se sabe, sino para llegar a saber, con los otros, qué se quiere decir, y para probar, con los otros, hasta dónde ese querer decir se encarna en lo que efectivamente se dice... si pensáis que no se lee para confirmar lo que sabemos, o lo que pensamos, sino para ver hasta qué punto se puede pensar, con los otros, de otra manera... entonces os gustará el libro...

En segundo lugar, diré que es un libro muy poco propositivo... cuando las frases se hacen vigorosas, precisas, tajantes incluso... eso es un efecto de la pasión... y el libro de Carlos es una mezcla prodigiosa de pasión y de fragilidad... de una pasión que no niega la fragilidad... y de una fragilidad que no renuncia a la pasión...

Por eso no encontraréis en el libro nada parecido a eso que se llama “un diagnóstico de la realidad”, pero sí que encontraréis, sin embargo, mucha mala leche respecto a la realidad... respecto a la soberbia y la estupidez de la realidad, de lo que se nos da y se nos vende como realidad...

No encontraréis tampoco nada parecido tampoco a esos juicios moralistas, hipócritamente moralistas, que creen que lo principal es elaborar la buena conciencia, la sensación de que se pertenece al bando de los buenos... ese dispositivo tan perverso y tan destructivo, y también tan confortable, de la buena conciencia... pero sin embargo, podréis aprender algo de una apuesta ética hecha desde la fragilidad y desde el cuestionamiento constante de lo que hacemos, lo que pensamos, lo que decimos, y lo que somos...

Y nada parecido, por último, a eso de “alternativas para la práctica”... toda esa retórica de producción y reproducción de lo mismo a través de la superstición del cambio, del movimiento... de la reforma, de la innovación... y de todas esas palabras que nuestro acelerado mundo ha inventado para que todo permanezca igual... y para que algunas personas poco recomendables tengan trabajo y puedan llevar corbata… o traje de chaqueta…

Así que si vosotros sois de los que ya no soportáis la mirada desde arriba de los diagnosticadores, la infamia de los virtuosos, o la compraventa de alternativas cosméticas... si pensáis que lo que está en juego es otra cosa... mucho más frágil, pero también mucho más viva... mucho más incierta, pero también mucho más apasionada... entonces, os gustará el libro...

En tercer lugar, diré que se trata de un libro en el que es tan importante lo que dice como lo que calla, lo que se niega a decir... el discurso pedagógico, como todo discurso institucionalizado, está atravesado por lo que podríamos llamar “automatismos del pensar” o “automatismos del decir”... todas esas frases que se nos vienen auto­máti­ca­mente a la boca sin que nos hayamos parado a pensarlas... todas esas frases que provocan asentimientos unánimes... todas esas frases que se dicen solas porque nadie las dice... o porque todos las dicen, que es lo mismo... todas esas frases que se inscriben en una retórica ya constituida y que, por lo tanto, están seguras y aseguradas ya de antemano... y el libro de Carlos resiste a esas frases, a esos automatismos, a decir lo mismo con otras palabras... y es ahí, y no tanto en lo que dice, donde el libro de Carlos practica la discordancia, la disidencia... donde arremete contra los valores más convencionales, las creencias más ciegas, los prejuicios más arraigados... donde se niega a decir lo que todo el mundo dice, a pensar lo que todo el mundo piensa...

Así que si vosotros sois de los que pensáis que de lo que se trata es de pelear contra la humillación del lugar común y contra esa forma de inexistencia que es el acatamiento complaciente de lo que se dice y de lo que se piensa... pues también seguro que os gustará el libro...

Y diré, por último, que es un libro que no achica ni a sus lectores, ni a los “otros” de los que presuntamente trata... y eso es algo particularmente raro porque el discurso pedagógico funciona por achicamiento... casi le es constitutivo el achicamiento... el lector es siempre construido como el que no sabe, el que no puede, el que no piensa, el que no lee... como un alumno en definitiva... y me imagino que estaréis hartos de toda esa retórica que afirma sin pudor, sin ninguna vergüenza, lo que los demás deberían hacer, deberían pensar, deberían saber, deberían leer... siempre, naturalmente, a partir de una buena conciencia sólidamente instalada según la cual si los otros fueran, o hicieran o pensaran, como nosotros queremos... el mundo sería mejor... esa es la práctica sistemática del empequeñecimiento del otro... una práctica que, como Nietzsche nos enseñó, es propia de hombres pequeños... el achicador es en sí mismo un achicado... y un achicado tan chico que sólo puede tener la sensación de que es alguien achicando a los otros... produciendo constantemente lo que los otros necesitan, lo que los otros deben, lo que a los otros les falta... y el libro de Carlos evita casi siempre ese efecto... y, precisamente por eso, es un libro que aparentemente no sirve para nada... porque no dice lo que quiere hacer con nosotros ni, mucho menos, lo que quiere hacer con los otros...

Así que si sois de los que no os dejáis achicar... si sois de los que no os gusta que os digan constantemente qué deberías hacer y cómo deberías pensar... si no sois de los que buscáis en los libros cómo sentiros más grandes por el recurso infame de poneros por encima de los demás, sobre todo de los más débiles, y usar de esa posición en vuestro beneficio... si no sois de los que habláis en nombre de cualquier nosotros… y si estáis hartos de que se dirijan a vosotros construyéndoos como cualquier genérico… entonces os gustará el libro...

Como veis, un libro desaconsejado para curas (ya sean reaccionarios o progresistas), para burócratas (ya sean del gobierno o de la oposición), para policías (ya sean nacionales o internacionales), o para esa mezcla almibarada de cura, burócrata y policía que tanto abunda por aquí...

Y, para terminar, quiero desearle a Carlos, y al libro de Carlos, la bendición del éxito. Y digo éxito y no triunfo, porque el éxito es una bendición y el triunfo una operación o, quizá, una maldición. Si la palabra “triunfo” remite etimológicamente a una entrada, a la entrada victoriosa y aclamada del que celebra un logro, una conquista... la palabra “éxito” remite más bien a una salida, a una salida modesta hacia otra cosa.

Yo creo que la grandeza de un libro como éste, está en que fracasa al triunfar.

Es un libro que va a entrar, y ha entrado ya, en las bibliografías, en las listas de referencias, en los cursos, en las asignaturas... ya hay grupos de discusión en torno al libro... en algunos lugares se ha convertido ya en lectura obligada... el cuerpo de Carlos se está convirtiendo en un cuerpo glorioso...

Pero ese triunfo no debería ser, y yo os aseguro que no va a ser, ni su conclusión ni su final... su triunfo, para ser noble, está en su inacabamiento, en su provisionalidad, en su salida hacia otra cosa... en la recaída del cuerpo glorioso en cuerpo vulnerable y mortal, en la recaída de la escritura lograda en ensayo, en búsqueda, en prueba... y en la sensación, para el lector, de que lo que debe hacer con el libro es, una vez leído, prestárselo a otro, o tirarlo a la papelera, y tomarse en serio no lo que dice sino lo que da que pensar… sea lo que sea… esto, o lo otro, o lo de más allá…

Así que, querido Carlos, te deseo, a ti y a tu libro, que fracaséis al triunfar... es decir, que triunféis con la sabiduría del éxito… que triunféis con éxito… así que felicidades, hermano... que la vida te dé muchos y fecundos éxitos... que el Angel Gris te acompañe… y nosotros que lo veamos y que lo disfrutemos...

Nota sobre el autor

Carlos Skliar es Doctor en Fonología, Especialidad en Perturbaciones de la Comunicación Humana, con estudios de pos-doctorado en Educación desarrollados en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil.

Fue Investigador Visitante del Consejo Nacional de Investigaciones de Italia entre 1989 y 1992; Profesor Titular de la Facultad de Educación Elemental y Especial de la Universidad de Cuyo (1992-1996); Investigador Visitante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas del Brasil (1996-1999); Profesor Visitante de la Universidad Metropolitana de Santiago de Chile (2001); Profesor del Programa de Actualización en Atención a la Diversidad de la Escuela de Formación Pedagógica y Sindical “Marina Vilte” de la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) y la Universidad Nacional del Comahue; Profesor Visitante de la Universidad de Barcelona, Departamento de Didáctica y Organización Educativa (2001-2002).

Actualmente se desempeña como profesor del Departamento de Estudios Especializados y Programa de Posgraduación en Educación de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil.

Entre sus publicaciones se destacan: La educación de los sordos. Una reconstrucción histórica, cognitiva y pedagógica. Mendoza: Ediunc, Editora de la Universidad de Cuyo, 1997; Educação & Exclusão: Abordagens sócio-antropológicas em Educação Especial. Porto Alegre: Editora Mediação, 1997; A surdez: um olhar sobre as diferenças. Porto Alegre: Editora Mediação, 1998. Atualidade da Educação Bilíngüe para Surdos. Volume I: Projetos e Processos Pedagógicos; volume II: Interfaces entre Pedagogia e Linguistica. Porto Alegre: Editora Mediação, 1999; Habitantes de Babel. Política y poética de la diferencia. Barcelona: Editora Laertes, 2001 (con Jorge Larrosa, Universidad de Barcelona).

Que el “Otro” no sea nadie propiamente hablando, ni usted ni yo, significa que es una estructura que se encuentra solamente efectuada por medio de términos variables en los diferentes mundos perceptivos –yo para usted en el suyo, usted para mí en el mío–. No basta siquiera con ver en otro una estructura particular o específica del mundo perceptivo en general; de hecho, es una estructura que funda y asegura todo el funcionamiento del mundo en su conjunto. Y es que las nociones necesarias para la descripción del mundo (...) permanecerán vacías e inaplicables, si el “Otro” no estuviera ahí, expresando mundos posibles.

Gilles Deleuze.

Palabras para un contexto:

La Escuela Marina Vilte de CTERA

Estas palabras buscan agradecer en términos públicos a Carlos Skliar la solidaridad que de su parte implica publicar un libro en el marco de la propuesta editorial de nuestra institución. Solidaridad que entendemos excede el inmenso respeto y compromiso expresado por las luchas de los educadores de nuestro país organizadas a través de CTERA, y también por el esfuerzo conjunto que hacemos con otras organizaciones gremiales de América Latina para defender la educación pública y pensar una alternativa democrática e incluyente para la misma.

Desde nuestra parte la sentimos extendida a nuestra propuesta de avanzar hacia formas diferentes de hacer y protagonizar la cultura. La democratización de la misma es uno de los principales objetivos de la Escuela Marina Vilte, y por ello creemos que es fundamental crear nuevos caminos por donde se desarrolle la legitimidad de sus producciones. Aspiramos a que en estos procesos la fuerza de la cultura dirija su aporte a las diferentes instancias de las luchas de los movimientos sociales por la transformación del mundo capitalista en el que vivimos en una sociedad diferente, básicamente humana. Una sociedad en la que nuestra América Latina sea visible por la justicia de su vida social y política y por la riqueza de su novedad histórica, y no por las cifras del horror que muestran la exclusión social.

La Escuela Marina Vilte es uno de los componentes vitales del proyecto gremial de CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina). Nuestra identificación con Marina Vilte (compañera de la Dirección de CTERA asesinada por la dictadura militar en el año 1976) sintetiza las características principales del mismo: unidad y solidaridad en la lucha con el conjunto de los trabajadores, compromiso y convergencia en la construcción de una Educación Nacional y Popular, y protagonismo en la generación de conceptos, hechos y valores alternativos al pensamiento único neoliberal. En el marco de esta institución surge el Primer Programa de Actualización para la Atención de la Diversidad, del que Carlos Skliar forma parte en el equipo de profesores. Este programa forma parte de una propuesta más amplia de posgrados para los docentes de diferentes niveles y modalidades del sistema educativo. A partir de esta propuesta de actualización aspiramos a contribuir a la construcción de articulaciones entre el trabajo de los educadores y los espacios que desde una perspectiva crítica producen y debaten el conocimiento científico.

Para nosotros este libro es una inmensa satisfacción. Ver que en el mismo están presentes los esfuerzos didácticos que en las clases realizaron tanto Carlos Skliar como nuestros compañeros, en una muestra de voluntad y convicción, reafirma nuestra aspiración de hacerle mucho lugar a la circulación de la novedad en el pensamiento, más cuando ésta tiene un carácter crítico. Y ésto todavía más cuando en las clases y en el texto que aquí presentamos aparecen las palabras que hacen posible que los educadores veamos nuestros saberes, su historicidad y más aun su eterna complicidad con las relaciones de poder. Siempre que enseñamos somos emisarios de una cultura. Lo importante es que podamos hablar de ella y conocer los itinerarios sociales y políticos de poder que la hicieron posible. Tener visible los contextos históricos y sociales de nuestro trabajo educativo.

También con este texto discutiremos y, más aun, cuestionaremos las políticas neoliberales que pretenden hacer de los discursos oficiales espejos de realizaciones que nunca sucedieron ni sucederán. Las consecuencias de las mismas ya las conocemos. Estarán en nuestros debates sobre los caminos alternativos fortaleciendo una convicción creciente: la transformación educativa necesita del protagonismo de los educadores, de su saber del trabajo cotidiano en las escuelas y también del que ha ido emergiendo en las luchas por la defensa de la escuela pública.

Finalmente, queremos señalar que la publicación de este libro nos permitió contribuir al enriquecimiento de una cultura diferente, democrática y popular. Es en estos esfuerzos conjuntos donde vamos encontrando los caminos de nuestra unidad. Es en ellos donde podemos ir reconociendo un objetivo común, el de que otro mundo es posible.

Prólogo

por Nuria Pérez de Lara

– Universidad de Barcelona –

Pensar más allá de lo dado,

pensar la mismidad desde el otro que está en mí

Si bien es cierto que siempre resulta difícil pensar más allá de lo dado, hay ocasiones en las que esa dificultad parece convertirse en insuperable. Me refiero a los momentos en los que eso dado se nos presenta como lo justo, lo correcto, lo verdadero; los momentos en lo que a ello se añade, además, la pretensión de que no se trata todavía de lo que hay sino de lo que debería haber, sólo que algunos racistas, sexistas, xenófobos, homófobos, se empeñan en permanecer entre nosotros con una fuerza y un poder que, no se sabe cómo, acaban día a día con los buenos deseos establecidos por lo políticamente correcto, democrático y universal de eso pensado, de eso dado.

Eso dado se presenta entonces ante nosotros como algo que no sólo no debe o no puede sobrepasarse sino que está aún por alcanzar en su plenitud, puesto que es lo deseable.

Más difícil todavía resulta pensar más allá de lo dado, cuando ello es visto como fruto de un deseo compartido por el cual se luchó codo con codo contra todo lo que se oponía a su realización. Por esta razón, eso dado llegó a formar parte de uno mismo dándole la seguridad de estar en el lado bueno, en el lado de los demócratas, de los comprensivos, de los progresistas, de los verdaderamente humanos.

Este libro nos guía en una reflexión sobre lo establecido como correcto acerca del otro, despertando en quienes lo leen un desasosiego que anuncia la aventura de pensar y sentir de otro modo la relación con el otro y, en consecuencia, la relación con el mundo en que vivimos.

Si puedo hablar así sobre el contenido de este libro es porque viví la experiencia de compartir el seminario que fue origen y fundamento de sus textos, porque participé de las reflexiones que producía su lectura y vi la inquietud reflejada en las miradas de quienes escuchaban.

Pero también, y sobre todo, me da la posibilidad de hablar así la singularidad de mi experiencia de ser mujer, es decir, de ser el otro –la otra– de ese Uno del que aparentemente todos y todas formamos parte. Una experiencia que puede haber sido vivida como la del otro maléfico, la del otro borrado, la del otro colonizado, la del otro incluido… una experiencia que puede haber sido vivida como la del “no estar bien ser lo que se es” y la consecuente obligación de llegar a ser otra de la que se es –desprendida de su cuerpo, desgajada de la propia experiencia, negada en el propio ser–, la experiencia de quienes son reconocidas como ciudadanos de pleno derecho a pesar de su sexo, es decir, a pesar de ser lo que son, mujeres.

Una tercera experiencia me hace posible hablar así del texto que se nos presenta con ese provocador título que pregunta impertinente: ¿y si el otro no estuviera ahí? Se trata de la experiencia de haber optado por la Educación Especial y, por lo tanto, de haber vivido junto a aquellos y aquellas que nunca “son” lo que deberían ser, pues siempre están siendo para los demás aquello que uno nunca desearía ser, y bien se sabe que uno es en la medida del deseo de los demás…

Pero un buen día esas experiencias hicieron posible un encuentro: el afortunado encuentro con Carlos Skliar, que nos hablaba de sus primeras relaciones con los niños sordos que dieron un vuelco a sus planteamientos, a su pensar y a su mirar a las diferencias, pero sobre todo a su mirar hacia sí mismo. Esas experiencias, que él contaba con palabras ya distanciadas e irónicas pero aún conmovidas y conmovedoras sobre sí mismo, hicieron renacer en mí otras semejantes. Eran las que yo solía contar también a mis alumnas y alumnos, sobre mi propia experiencia con niños y niñas gravemente afectados de deficiencias motrices y que, en nuestros primeros días de unas colonias de vacaciones, habían hecho lo que suelen hacer todos los niños en la primera ocasión que se les presenta: la travesura de escaparse a dormir bajo un árbol, dejando, eso sí, junto a sus camas, y al lado de sus ropas y zapatos, todos los aparatos ortopédicos que –todo el mundo lo creía– necesitaban ineludiblemente para moverse.

Volver la mirada hacia uno mismo, repensar todo lo que nos ha sido pensado desde la academia, desde los textos expertos, desde los discursos políticamente correctos, desde las acomodadas conciencias de quienes se saben formando parte de la normalidad, de lo racional, de lo democrático, de lo verdaderamente humano, es lo que provoca la relación directa y abierta con quienes no forman parte de todas estas certezas. Pero también puede provocarlo la lectura de un libro escrito desde la verdad de la propia experiencia, escrito desde la verdad de una relación, escrito desde el saberse alguien que está siendo entre los demás, con la mirada y el corazón abiertos a lo que la relación pueda dar, escrito también desde la necesidad de leerse a sí mismo en la escritura, buscando las palabras que nos ayuden también a leernos.

Es un libro escrito desde la experiencia, una experiencia que, como dice María Zambrano, no sólo “no se deja arrebatar al cielo de la objetividad sino que reacciona ante ella”. De esa reacción se nutren la mayoría de las líneas del texto que trato de prologar, pero se trata de una reacción en la que no se produce un movimiento contrario, de oposición refleja, sino un movimiento distinto, el de tratar de pensar de otro modo, el de buscar en las palabras que lo generan una filosofía que pueda iluminar, aunque sólo sea por un momento, la experiencia de la que nacen.

A momentos podemos llegar a pensar que esa filosofía participa, de algún modo, de un cierto nihilismo que la hace cortar la rama del árbol sobre la que se asienta, pero ello sucede en mayor medida cuando son los textos de otros los que el autor utiliza para su reflexión, pues en el preciso instante en que retornamos a sus propias palabras, nos damos cuenta de que él estaba ya sentado en otra rama, quizá más cimbreante, quizá más insegura, quizá sólo apoyo momentáneo para poder mejor desprenderse de los falsos apoyos de la objetividad.

Carlos Skliar no teme a las palabras, se hace con ellas para decirse y decirnos cuál es su mirada y puede, hablando de nuestros tiempos, indicar que “allí donde hubo masacres de gentes e incendios de territorios, ahora hay unos pocos e incómodos hospedajes; donde hubo violencia irracional –material y/o simbólica– ahora hay una consciente y minuciosa asimilación; donde hubo muerte, una reparación sepulcral; donde hubo sordidez e hipocresía, ahora unos eufemismos” y dejarnos un rato pensando sin más palabras que esas. Y hay que detenerse. Porque él sigue pero, ventajas de la palabra escrita, nos espera unas líneas más adelante.

En efecto, se trata de un libro para leer despacio, dejándonos leer por él y aventurándonos a revivir, en sus espacios, nuestras propias relaciones con “el otro”, ese “otro” que puede ser una palabra, un mero escondite para uno mismo, pero ese otro con el que todos y cada uno, hoy y siempre, nos hemos encontrado porque está entre nosotros, pues ¿y si el otro no estuviera ahí? Seguramente, si el otro no estuviera ahí, no habría palabra, no habría relación, no habría vida humana. Porque ¿quién ha sido para todos nosotros el otro, el primer otro de nuestras vidas? Por supuesto, una mujer, la madre, de la que recibimos todo eso, la vida, la palabra, la relación. Mi primer otro es una mujer, la primera, in-genua y verdadera mirada hacia el otro es una mirada que a su vez nos mira desde unos ojos de mujer.

Pero este es otro cantar; un cantar que sólo puede resonar, en este libro, en el recuerdo de los diálogos que provocó cuando era –¿sólo?– palabra oral, en aquel seminario de Barcelona. Pero un cantar que puede evocar en cada uno de sus lectores y lectoras algo de la verdad que contiene esa inquietante pregunta ¿y si el otro no estuviera ahí?

Y esa pregunta es inquietante porque nos habla quizás de algo que puede ser un oculto deseo de que el otro no esté realmente ahí. Porque nos habla de una imperiosa necesidad de violar su presencia desvelando, profanando su misterio, su irreductible alteridad. Y acaso esa imperiosa necesidad se ha visto reflejada con mayor fuerza en la relación con la infancia que la educación propone, de ahí que se me haga inevitable volver a la madre, la que, en palabras de María Zambrano, “sirve hasta ver erguido sobre sí, aplastándola, al hombre que la olvida”. Volver, sí, a la diferencia de ser mujer (pues no es casual que la diferencia siempre esté en el otro, siempre sea de los otros) para referirme a esas Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia con las que el libro se abre a un inevitable final o se cierra con una necesaria apertura: la de la pregunta por la educación.

Y quizás sea bueno, para dejar sólo insinuado algo de lo que este libro remueve en quien escribe este prólogo, despedirme aquí de sus lectores y lectoras con estas palabras de su último capítulo que, ya digo, nos abre las puertas a una aventura, la de pensar de otro modo la educación, que no es más que pensar de otro modo nuestra relación con el otro, que no requiere otra cosa sino arriesgarse a pensar de otro modo la mismidad:

“Preferimos cambiar la educación –y cambiarla siempre– antes que preguntarnos por la pregunta; preferimos ocuparnos más del ideal, como normal, que de lo grotesco, como humano. Preferimos hacer metástasis educativa a cada momento. Nos subyuga transformar la transformación olvidando –o bien negando– todo punto de partida; y la vorágine de un cambio que haga de la educación algo parecido a un Paraíso tan improbable como imposible. Del cambio sin origen: de eso se trata”.

Barcelona, abril de 2002