MARÍA LORENZA DE LOS RÍOS,
MARQUESA DE FUERTE-HÍJAR
VIDA Y OBRA DE UNA ESCRITORA
DEL SIGLO DE LAS LUCES
LA CUESTIÓN PALPITANTE
LOS SIGLOS XVIII Y XIX EN ESPAÑA
Vol. 31
Consejo editorial
Joaquín Álvarez Barrientos
(CSIC, Madrid)
Pedro Álvarez de Miranda
(Real Academia de la Lengua Española, Madrid)
Lou Charnon-Deutsch
(SUNY at Stony Brook)
Luisa Elena Delgado
(University of Illinois at Urbana-Champaign)
Fernando Durán López
(Universidad de Cádiz)
Pura Fernández
(Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, Madrid)
Andreas Gelz
(Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau)
David T. Gies
(University of Virginia, Charlottesville)
Kirsty Hooper
(University of Warwick, Coventry)
Marie-Linda Ortega
(Université de la Sorbonne Nouvelle / Paris III)
Ana Rueda
(University of Kentucky, Lexington)
Manfred Tietz
(Ruhr-Universität, Bochum)
Akiko Tsuchiya
(Washington University, St. Louis)
MARÍA LORENZA DE LOS RÍOS,
MARQUESA DE FUERTE-HÍJAR
VIDA Y OBRA DE UNA ESCRITORA
DEL SIGLO DE LAS LUCES
Iberoamericana - Vervuert - 2019
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)
Reservados todos los derechos
© Iberoamericana, 2019
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
Tel.: +34 91 429 35 22
Fax: +34 91 429 53 97
info@iberoamericanalibros.com
www.iberoamericana-vervuert.es
© Vervuert, 2019
Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17
Fax: +49 69 597 87 43
info@iberoamericanalibros.com
www.iberoamericana-vervuert.es
ISBN 978-84-9192-014-4 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-927-4 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-928-1 (e-Book)
Depósito Legal: M-1810-2019
Imagen de la cubierta: Retrato de María Lorenza de los Ríos y Loyo, 1774.
Colección particular. Fotografía: Eugenio Martínez Jorrín.
Diseño de la cubierta: a. f. diseño y comunicación
ÍNDICE
ABREVIATURAS UTILIZADAS
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN: HACIA UNA BIOGRAFÍA EN FEMENINO, DEL ARCHIVO A LAS OBRAS LITERARIAS
I. ESTUDIO PRELIMINAR
1. Una mujer de la Ilustración: María Lorenza de los Ríos y Loyo, marquesa de Fuerte-Híjar
1.1. La «Niña de Oro»
1.2. De Cádiz a La Coruña
1.3. La pasión epistolar de Luis de los Ríos
1.4. «Allá en Pisuerga te juró mi pecho una eterna amistad»
1.5. «Pueda Lorenza brillar entre su esposo y sus amigos»
1.6. Ilustración femenina y filantropía
1.6.1. La Junta de Honor y Mérito
1.6.2. Educación y beneficencia
1.6.3. La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País
1.7. «Esta guerra desoladora y cruel»
1.8. Los últimos años: «una pobre que soy»
2. El lejano eco de una voz femenina: representación y escritura
2.1. Retratos e identidad: «ya poco se pareciera al original»
2.2. Redes de interpretación y écfrasis
2.3. Feminismo, experiencia femenina: «si las mujeres fuéramos más amantes de nosotras mismas, evitaríamos muchas amarguras»
2.4. Literatura, compromiso social y sociabilidad: «viva nuestra amistad»
2.5. Las obras dramáticas: realismo, neoclasicismo y modernidad
2.6. Hacia el carácter nacional: seriedad y filosofía
2.7. Violencia, secretos y mujeres: «si lo saben sus padres, las degüellan»
3. Epílogo
II. OBRAS DE MARÍA LORENZA DE LOS RÍOS Y LOYO, MARQUESA DE FUERTE-HÍJAR
Nota a la edición
1. El Eugenio
2. La sabia indiscreta
3. A la muerte del Excelentísimo Señor Don Francisco Álvarez de Toledo y Palafox
4. Elogio de la Reina Nuestra Señora
5. Noticia de la vida y obras del conde de Rumford
6. Documentos: otros escritos de María Lorenza de los Ríos y Loyo
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
1. Fuentes
1.1. Archivos
1.2. Publicaciones periódicas
1.3. Otras publicaciones seriadas
1.4. Fuentes impresas
2. Bibliografía citada
ÍNDICE ONOMÁSTICO
ABREVIATURAS UTILIZADAS
1. ARCHIVOS
ABE |
Archivo del Banco de España-Madrid |
ACHC |
Archivo Catedralicio Histórico de Cádiz |
ADC |
Archivo Diocesano de Cádiz |
ADPA |
Archives Départementales des Pyrénées |
ADV |
Archivo Diocesano de Valladolid |
AGI |
Archivo General de Indias-Sevilla |
AGN |
Archivo General de la Nación-Caracas (Venezuela) |
AGS |
Archivo General de Simancas |
AHDS |
Archivo Histórico Diocesano de Santander |
AHMAC |
Archivo Histórico Municipal A Coruña |
AHMC |
Archivo Histórico Municipal de Cádiz |
AHN |
Archivo Histórico Nacional-Madrid |
AHNOB |
Archivo Histórico de la Nobleza-Toledo |
AHPC |
Archivo Histórico Provincial de Cádiz |
AHPCA, CEM |
Archivo Histórico Provincial de Cantabria, Centro de Estudios Montañeses-Santander |
AHPM |
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid |
AHPV |
Archivo Histórico Provincial de Valladolid |
AHVM |
Archivo Histórico de la Villa de Madrid |
AMJ |
Archivo del Ministerio de Justicia-Madrid |
AMN |
Archivo del Museo Naval-Madrid |
APISS |
Archivo Parroquial de la Iglesia de |
ARCM |
Archivo Regional de la Comunidad de Madrid |
ARCV |
Archivo de la Real Chancillería de Valladolid |
ARSEM |
Archivo de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País-Madrid |
BNE |
Biblioteca Nacional de España-Madrid |
CUL |
Columbia University Libraries-Nueva York |
MHS |
Massachussetts Historical Society-Boston (EE. UU.) |
2. PUBLICACIONES PERIÓDICAS
DM |
Diario de Madrid |
DP |
Diario Pinciano |
GF |
Kalendario Manual y Guía de Forasteros de Madrid |
GM |
Gaceta de Madrid |
3. LIBROS
DRAE |
Diccionario de la Real Academia Española |
AGRADECIMIENTOS
Cuando se concluye una investigación que se ha extendido durante varios años, han sido muchas las personas que han contribuido a su avance, que se mostraron interesadas y que nos animaron a terminarla cuando les comentamos que la habíamos emprendido. Todas ellas merecen nuestro agradecimiento. Recordarlas al redactar estas líneas supone una enorme satisfacción, pues, a su manera, cada una ha ayudado a que este libro haya podido ver la luz.
Debemos mencionar, en primer lugar, a las instituciones que han hecho posible la publicación de esta obra. Esta investigación se ha nutrido de ayudas y becas para Catherine M. Jaffe con el fin de pasar estancias de investigación en España: American Society for Eighteenth-Century Studies Women’s Caucus Editing and Translation Award; Research Enhancement Grant, Texas State University; Presidential Supplemental Research Award, Texas State University; Program for Cultural Cooperation between Spain’s Ministry of Culture and U.S. Universities. Por su parte, debemos agradecer a Ana Yetano Laguna e Irene Castells Oliván de la Universitat Autònoma de Barcelona, almas del proyecto de investigación HAR2009-09080, «Mujeres y culturas políticas (1808-1849)», con financiación del Ministerio de Economía y Competitividad —del que Elisa Martín-Valdepeñas formó parte como colaboradora— que nos animaron a publicar en 2013, una primera versión de este trabajo, en el libro que reunía las aportaciones realizadas en el marco del citado proyecto. Tampoco debemos olvidar a la doctora Lucy Harney, chair del Department of Modern Languages de la Texas State University, por su ayuda para conseguir la financiación necesaria que ha hecho posible la publicación de esta obra, ni a Beth Smith, por su amabilidad. Los fondos han sido aportados por el propio Department of Modern Languages.
Damos las gracias a los investigadores que nos precedieron; aun sin proponérselo nos proporcionaron pistas para continuar la búsqueda de datos, poder conectarlos con nuestro trabajo y rescatar del olvido documentos que han enriquecido este estudio. También las merecen el personal de los archivos, museos, centros de investigación y bibliotecas a los que hemos acudido, en especial, a quienes nos ayudaron y guiaron en el acceso a la documentación, así como los que respondieron a nuestras consultas, aunque no pudieran proporcionarnos la información que solicitábamos, y a quienes nos enviaron copias de documentos e impresos de difícil localización.
Esta investigación no habría sido posible sin la amabilidad del personal de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, a quienes extendemos nuestro agradecimiento, y muy especialmente a la archivera Fabiola Azanza, siempre dispuesta a atender nuestras peticiones.
Debemos nombrar a otras personas, cuya ayuda ha sido importante para mejorar esta obra, como Mar Díaz Saiz, María Elena Marchena —directora de la Casa de Cultura Sánchez Díaz de Reinosa, situada en la «Casa de la Niña de Oro», edificio al que reiteradamente se aludirá en este libro—, Luis García de Soto, Eugenio Martínez Jorrín, María Martínez de Salinas, Pilar Manso de Zúñiga, Rafael Maturana, Pierre Gèal, Olivier Caporossi, Frédérique Morand, Jesusa Vega, Mónica Bolufer, María Victoria López-Cordón, Elizabeth Lewis, Ana Rueda, Janis Tomlinson, Manuel Romero Mengotti, Martín Romero Pedreira, María Jesús García Garrosa, Gloria Espigado, Marta Ruiz Jiménez, Sharon y Antonio Ugalde por su ayuda en San Sebastián, Soletxu Roustán, Javier Ciriza, Gastón Roustán y Fátima Montero, que llevaron a Cathy a Santo Domingo de la Calzada y Redecilla del Camino y, por último, Juan José Gómiz y sus amigos de El Puerto de Santa María.
Tampoco podemos olvidar a los amigos que mostraron sensibilidad e interés en esta investigación, a los colegas de la Ibero-American Society for Eighteenth-Century Studies y, por último, queremos agradecer a nuestras familias que son quienes más directamente conocen el tiempo, esfuerzo y dedicación que ha conllevado la realización de esta obra, a los que podemos mostrar, por fin, el fruto de este proceso que ha durado varios años y que no siempre ha resultado fácil.
INTRODUCCIÓN
HACIA UNA BIOGRAFÍA EN FEMENINO, DEL ARCHIVO A LAS OBRAS LITERARIAS
And again, since so much is known that used to be unknown, the question now inevitably asks itself, whether the lives of great men only should be recorded. Is not anyone who has lived a life, and left a record of that life, worthy of biography —the failures as well as the successes, the humble as well as the illustrious? And what is greatness? And what smallness? We must revise our standards of merit and set up new heroes for our admiration (Virginia Woolf, «The Art of Biography», 226-227).
Los textos de Virginia Woolf suelen ser citados con relativa frecuencia por los estudiosos del género biográfico, en especial, para la reconstrucción de las vidas de mujeres de tiempos pasados. El breve cuento «The Lady in the Looking-Glass: A Reflection» (1985: 215-219)1, en el que la escritora británica construye una imagen proyectada e imaginada de una dama que recoge su correspondencia, dejada en la mesa del vestíbulo de su casa, puede servir de preámbulo a esta introducción.
El narrador, que observa la estancia desde un ángulo de la sala de estar, contempla el enorme espejo de la entrada de la casa e imagina como si fueran fotografías, instantes puntuales que el cristal reflejó en el pasado, en los que la dama es la protagonista. Ella brilla con luz propia, pues supo moverse en círculos selectos y se codeó con escritores y artistas de gran talla. Cuántos secretos guardará en el escritorio, se pregunta Woolf. A partir de esta idea reconstruye el flamante pasado de la mujer, que es el centro de atención del relato. Imagina que las cartas que está a punto de abrir, pero que no se decide a hacerlo, probablemente contienen noticias interesantes de sus antiguas amistades. La tensión en la narración está provocada, por un lado, por querer conocer qué contienen los sobres recibidos y, por otro, porque se muestre tan reacia a rasgarlos. Sin embargo, desvela finalmente que la correspondencia se reduce a facturas. La subjetividad de la dama imaginada por el narrador choca con la imagen prosaica proyectada en el espejo y se rompe en pedazos2. Desde la perspectiva quizás demasiado tradicional del narrador, ya no es una gran mujer con un pasado «secreto» que vislumbra instantes de esplendor, sino una anciana —soltera, sin hijos— acosada por los acreedores. Woolf cuestiona así los modelos con los que se acostumbraba a narrar la vida de las mujeres y la imposibilidad de llegar a la esencia del sujeto.
El motivo de la dama ante el espejo, tan recurrente en el arte y la literatura, sirve de pretexto para exponer algunas ideas sobre el género biográfico. Al reconstruir una vida pasada, y más en el caso de una mujer como María Lorenza de los Ríos, donde prácticamente toda la documentación es inédita y la que ya estaba descubierta había sido analizada con otros objetivos, pues no era ella el sujeto objeto de análisis, la limitación de la imagen parcial que se proyecta es uno de los principales retos a los que se enfrenta el historiador. La fragmentación de las fuentes, que en el mejor de los casos se reducen a «seis cajas de cartón llenas de cuentas de sastres, cartas de amor y viejas tarjetas postales»3 —como dijera Virginia Woolf en otro escrito sobre las biografías, en el que se puede intuir su frustración para reconstruir un relato sobre la vida de una persona, disponiendo únicamente de un revoltijo de papeles sin importancia—, se asemeja a un espejo roto que hay que componer. En nuestro caso, estaríamos inmensamente satisfechas si hubieran aparecido esas seis cajas de cartón, olvidadas en algún archivo, porque, al menos, habría evidenciado el interés de alguien por preservar del olvido del tiempo a una escritora del pasado.
Construir una biografía sobre una mujer que vivió en la España del siglo XVIII resulta a la vez frustrante y también gratificante si se considera que cualquier retazo pequeño de información, ya sea una breve reseña personal en un documento judicial, una alusión indirecta en la colección epistolar o un testamento, supone un triunfo y adelantar un paso más en el conocimiento.
María Lorenza de los Ríos es una figura prácticamente desconocida, una presencia excéntrica de la «República de las letras» dieciochesca, que ha merecido hasta ahora únicamente de un par de líneas o a lo sumo un par de párrafos, en estudios especializados sobre la Ilustración española. Incluso para los especialistas no ha tenido el brillo suficiente como para que alguien pudiera interesarse profundamente por ella hasta ahora. Probablemente, solo ha formado parte del acompañamiento, de una de las voces del coro que rodea a los grandes nombres del siglo XVIII. Este libro pretende revalorizar su figura y rescatarla del olvido.
El pionero libro sobre el teatro en la época de la Ilustración de Emilio Cotarelo y Mori, Isidoro Máiquez y el teatro de su tiempo (1902), alude a esta escritora tangencialmente al referirse a su segundo esposo Germano de Salcedo, juez de imprentas y subdelegado de Teatros en el reinado de Carlos IV. Con posterioridad, Heterodoxos y prerrománticos (Cano, 1974), la menciona por su amistad con el poeta y dramaturgo Nicasio Álvarez de Cienfuegos y Paula de Demerson, en María Francisca de Sales Portocarrero (Condesa del Montijo). Una figura de la Ilustración (1975), documentada biografía sobre una de las fundadoras de la Junta de Damas, apunta la colaboración de la marquesa de Fuerte-Híjar en la citada asociación. Por su parte, las obras La mujer ilustrada en la España del siglo 18 (Fernández Quintanilla, 1981) y La mujer y las letras en el siglo XVIII (Palacios, 2002), ambas panorámicas sobre las mujeres en la Ilustración española, recogen algunos datos sueltos de sus obras literarias y de su papel como animadora cultural madrileña de finales del Setecientos. Mónica Bolufer, en su estudio fundamental y pionero sobre el género y la época de la Ilustración, Mujeres e Ilustración: La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII (1998a) y Theresa Ann Smith en su monografía sobre las estrategias femeninas para conquistar el espacio público, The Emerging Female Citizen. Gender and Enlightenment in Spain (2006), señalan la labor que la escritora desarrolló en la Junta de Damas, así como sus dos obras teatrales, aunque Smith se equivoca en cuanto al título de El Eugenio.
Los libros citados, a pesar de proporcionar algunos datos sueltos que, sin duda, contribuyeron en su momento al conocimiento de esta escritora dieciochesca, únicamente aluden a sus obras literarias y de beneficencia con el propósito de apoyar sus hipótesis o argumentaciones más amplias acerca de las mujeres y la Ilustración, sin analizarlas profundamente ni pretender ofrecer novedosos datos biográficos documentados.
Hasta los últimos años, la vida y obra de María Lorenza de los Ríos se ha conocido solo muy parcialmente e, incluso, era frecuente encontrar datos erróneos. En 2000, Alberto Acereda publicó La marquesa de Fuerte-Híjar. Una dramaturga de la Ilustración (Estudio y edición de La sabia indiscreta), la primera edición de esta breve obra dramática4.
El libro de Acereda hizo accesible el texto de la obra en una edición moderna pero no proporcionó, en su estudio preliminar, información inédita relevante sobre su biografía pese a haber consultado el archivo familiar de los actuales marqueses de Fuerte-Híjar.
La publicación en 2013 del capítulo «Sociabilidad, filantropía y escritura. María Lorenza de los Ríos y Loyo, marquesa de Fuerte-Híjar (1761-1821)» en el libro colectivo Mujeres y culturas políticas en España, 1808-1845, editado por Ana Yetano Laguna, aclaró algunas lagunas y vacíos de su biografía, como las fechas y lugares de nacimiento y fallecimiento. Además, aportó información sobre la conexión entre la ilustrada afincada en Madrid, la marquesa de Fuerte-Híjar, con la familia comerciante Loyo establecida en Cádiz, que había sido estudiada por Juan Bautista Ruiz Rivera en «Comerciantes burgaleses en el Consulado de Cádiz» (1985), por otro, relacionó los datos publicados, pero apenas conocidos por los estudiosos de la literatura dieciochesca, sobre su matrimonio previo con Luis de los Ríos y Velasco, magistrado de origen cántabro que empleó la fortuna de su mujer adolescente en apoyo de su familia hidalga empobrecida, analizados en «D. Luis de los Ríos y Velasco. Un magistrado campurriano (1735-1786)» (Díaz Saiz, 2000) y, por último, su vinculación con la leyenda popular acerca de la «Casa de la Niña de Oro» de Reinosa (Cantabria). «Sociabilidad, filantropía y escritura» constituyó un avance de la presente biografía y edición de las obras completas de María Lorenza de los Ríos.
Debe añadirse que recientemente se han publicado varios artículos y capítulos de libros tanto en inglés como en castellano sobre la obra literaria de María Lorenza de los Ríos. Catherine Jaffe ha publicado estudios sobre La sabia indiscreta (2004), El Eugenio (2009a), la Noticia de la vida y obras del conde de Rumford (2009b), y también sobre El Eugenio con Elisa Martín-Valdepeñas (2015). Elizabeth Smith Rousselle en Gender and Modernity in Spanish Literature (2014) dedica un capítulo a La sabia indiscreta. Las obras literarias también se analizan en el libro recién publicado en inglés, A New History of Iberian Feminisms, editado por Roberta Johnson y Silvia Bermúdez.
El marco definido por el nuevo interés en la biografía y la escritura de las mujeres del siglo ilustrado ha sido determinante a la hora de acometer este libro. Sigue las líneas trazadas por María Victoria López-Cordón en Condición femenina y razón ilustrada: Josefa Amar y Borbón (2005a), cuya biografía acompaña la edición del famoso discurso femenino de esta erudita. De similares características, La vida y la escritura en siglo XVIII. Inés Joyes: Apología de las mujeres (2008) constituye un estudio biográfico de Inés Joyes y Blake publicado por Mónica Bolufer junto con su edición crítica del tratado feminista de la escritora malagueña. También la historiadora Frédérique Morand ha publicado una edición de la poesía de la autora junto a su trayectoria vital en Doña María Gertrudis Hore (1742-1801): vivencia de una poetisa gaditana entre el siglo y la clausura (2004a y 2004b).
Fruto de este interés por las escritoras del Setecientos, Inmaculada Urzainqui editó «Catalin» de Rita Barrenechea y otras voces de mujeres en el siglo xviii (2006), incluyendo obras de varias autoras, con un estudio preliminar que incluía varias semblanzas biográficas. Otra monografía con ciertos paralelismos, aunque sin intentar adentrarse en los contenidos biográficos, que trata de las obras de varias literatas del mismo siglo, la publicó Elizabeth Franklin Lewis, Women Writers in the Spanish Enlightenment: The Pursuit of Happiness (2004), analizando las obras de Josefa Amar, María Gertrudis Hore y María Rosa de Gálvez. De esta última, debe mencionarse el completo estudio biográfico realizado por Julia Bordiga Grinstein, La Rosa trágica de Málaga: vida y obra de María Rosa de Gálvez (2003).
No se puede dejar de señalar el interés que han despertado las mujeres de la Junta de Damas, buenas animadoras de la vida cultural madrileña. Además del clásico e imprescindible estudio de Paula de Demerson sobre la condesa de Montijo, ya citado, debe mencionarse la biografía de María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda, la Doctora de Alcalá, de María Jesús Vázquez Madruga (1999), la de María del Rosario Cepeda, Una niña regidora honoraria de la ciudad de Cádiz (Azcárate, 2001), los artículos de Gloria Espigado acerca de María Tomasa Palafox, marquesa de Villafranca (2009 y 2015), y la recién publicada investigación sobre la condesa-duquesa de Benavente, La IX Duquesa de Osuna. Una Ilustrada en la Corte de Carlos III (Fernández Quintanilla, 2017), que actualiza la escrita por la condesa de Yebes (1955).
Otros trabajos sobre las mujeres de los siglos XVIII y XIX han aparecido en libros colectivos, como el segundo y tercer volumen de Historia de las mujeres en España y América Latina (2005 y 2006), dirigido por Isabel Morant y Heroínas y patriotas: mujeres de 1808 (2009), coordinado por Irene Castells, Gloria Espigado y María Cruz Romeo. Con un horizonte temporal más amplio, bajo la dirección de Ana Caballé, La vida escrita por mujeres (2003) dedica parte del primer volumen (Por mi alma os digo) a las escritoras ilustradas, incluyendo breves semblanzas biográficas y extractos de sus obras, con una introducción de Virginia Trueba. Debe mencionarse también el volumen colectivo de biografías de mujeres ilustradas en inglés recién publicado, Women, Enlightenment and Catholicism: A Transnational Biographical History, editado por Ulrich Lehner, con un artículo de Catherine M. Jaffe sobre Fuerte-Híjar y su trabajo en la Junta de Damas.
Al rescatar del olvido las vidas y las obras de escritoras prácticamente desconocidas cuya existencia transcurrió en siglos pasados, los biógrafos e historiadores han procedido con mucha cautela en el intento de narrar sus vidas. Tienen en cuenta que la coherencia que la misma narración impone es une illusion rhétorique implícita en el empeño de escribir una biografía, l’illusion biographique postulada por Pierre Bourdieu (1986: 70). Por un lado, advierten que hay que situar objetivamente al sujeto en un contexto histórico concreto, lo cual, sobre todo en el caso de las mujeres muchas veces olvidadas por la historia tradicional, ayuda a entender más profundamente la riqueza de las experiencias y motivaciones de todos los sujetos históricos, mientras que, por otro, señalan las precauciones que deben tomarse para evitar caer en la trampa de considerar a estas mujeres como producto de la singularidad y excepcionalidad, distorsionando las conclusiones que revela el análisis de sus biografías.
La historiadora María Victoria López-Cordón, por ejemplo, escribe en su biografía de Josefa Amar y Borbón, la erudita autora del Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790), que «no se trata, en absoluto, de llevar a cabo un ejercicio de desagravio personal, ni mucho más de convertir a la discreta aragonesa [...] en una abanderada de su tiempo». De acuerdo con la historiografía actual, prefiere «tratar de entender a través de un sujeto concreto la dinámica social e intelectual que caracterizó su tiempo, poniendo de relieve la multiplicidad de sus efectos» (2005a: 7). De manera parecida, en su edición y estudio de la «Apología de las mujeres» (1798) de Inés Joyes y Blake, traductora de la novela The History of Rasselas, Prince of Abissinia (1759) de Samuel Johnson, la historiadora Mónica Bolufer explica su aproximación al sujeto histórico: «Parto de la idea de que un individuo, en su existencia y su obra, nunca constituye una singularidad del todo inexplicable, pero tampoco una anticipación de lo que vendrá» (2008: 22-23).
Este procedimiento historiográfico y biográfico intenta conscientemente resistir la tendencia a evaluar las obras y la vida de un sujeto de otra época empleando valores y categorías actuales. Asimismo, defiende la validez del estudio de escritoras cuyas obras, por razones personales (muchas veces se escribían sin ánimo de difusión pública ni de trascendencia) o culturales (se consideraban ajenas a las corrientes intelectuales de su día), no figuraban en el canon de obras clásicas de la época.
El trabajo en los archivos intentando conectar los datos conocidos acerca de María Lorenza de los Ríos ha aclarado, por un lado, que hay mucho acerca de su vida que probablemente quedará desconocido para siempre, y también que la trayectoria de su vida abarca diferentes papeles y distintos contextos vitales de los cuales es difícil discernir con exactitud una voz o un sujeto definitivo. No era ese nuestro objetivo. Su biografía revela más bien un sujeto múltiple. En sus obras literarias y los documentos de los archivos se escuchan las distintas voces de un individuo que vivió en diferentes contextos a lo largo de su vida. Isabel Burdiel advierte de la complejidad y diversidad de cualquier persona no solo a lo largo de su periplo vital, sino en todo momento: «simultáneamente, también, somos diversos, e incluso contradictorios, según nos consideremos, o nos consideren, en cada uno de los espacios, papeles o identidades sociales entre los que nos movemos» (2000: 44). Su escritura y su vida también participaban en los discursos vigentes en su época, los cuales a veces pueden parecer ajenos hoy en día. Según Bolufer, al escribir la biografía de una escritora del siglo XVIII hay que tener en cuenta los discursos ilustrados acerca de la polémica de los sexos para entender «la relación entre el sujeto y su contexto (familiar, social, intelectual…), poniendo de relieve las constricciones que pesan sobre él, pero también sus márgenes de acción y elección» (2014: 7).
La biografía y estudio de las obras de María Lorenza de los Ríos, entonces, ha intentado captar y comprender los distintos papeles que definieron las diversas etapas de su vida y las múltiples voces que dejó a lo largo de esta trayectoria: desde las de su vida privada —la joven huérfana, la novia adolescente, la viuda casada en segundas nupcias, recién estrenada aristócrata, viuda por segunda vez y la anciana empobrecida— a las que le proporcionaron visibilidad y proyección pública —socia de la Junta de Damas, literata ilustrada y defensora de las instituciones de beneficencia femeninas madrileñas frente al caos de la guerra—. La vida singular, personal e individual de esta mujer que se ha podido reconstruir tan solo parcialmente refleja también los tiempos que le tocó vivir, pero puede iluminar hasta cierto punto la vida de «las mujeres» de su época en general y la experiencia femenina que compartían (Bolufer, 2014: 8-11). En este sentido, las obras literarias de la marquesa de Fuerte-Híjar y los documentos del archivo representan así una intersección, «a point of interface between the subject and her world —a power-laden domain of imagination and experience, ideology and discourse, negotiation and agency» (Russell, 2009: 152).
Partiendo de la convicción de que el análisis cuidadoso de los textos olvidados de mujeres enriquecerá nuestra comprensión del dinamismo de la cultura de finales siglo XVIII —época en la que se ensayaron los nuevos modelos de género que formarían la base de las relaciones y prácticas sociales y políticas de la sociedad moderna (Bolufer, 1998a)—, además de intentar una aproximación rigurosamente formal a las obras de María Lorenza de los Ríos, estudiándolas en cuanto a los criterios estéticos vigentes, somos muy conscientes de que solo teniendo en cuenta la situación histórica de la escritora, tanto las posibilidades culturales y personales de formación y de acción como las limitaciones con las que se enfrentó, y las preocupaciones de la cultura en la que vivió, se puede entender y apreciar su obra. La valoración estética de las obras de las escritoras del siglo dieciochesco es dificultosa no solo por las circunstancias particulares de su producción y la ausencia de la experiencia femenina de las pautas literarias canónicas, sino también por la falta de textos conocidos y editados (García Garrosa, 2007).
En su estudio y edición de La aya, de María Rita de Barrenechea, condesa del Carpio, María Jesús García Garrosa comenta el «peculiar acceso de la mujer al terreno de las letras» (2004: 26). Muchas, aunque no todas, las mujeres (más de cien, se calcula) que escribieron obras literarias en el Setecientos no pretendieron dar a la imprenta ni representar públicamente sus escritos, debido al viejo tópico de la modestia, por la falta de recursos, para evitar la crítica de los censores, o recelando maliciosos comentarios, como explica López-Cordón. Ella cita, por ejemplo, el caso de la observación condescendiente de Emilio Cotarelo y Mori acerca de la obra de María Lorenza de los Ríos (2005b: 216), cuando el erudito asocia a la marquesa de Fuerte-Híjar con la revisión de un drama fracasado de su amigo Cienfuegos, y menciona que María Lorenza de los Ríos «se picaba de literata». Es interesante ver su presunción acerca de la inferior habilidad de la escritora. Cotarelo, por un lado, imagina que pudo intervenir negativamente «en la ridícula escena final» de La Condesa de Castilla de Cienfuegos, una obra que le dedicó a su amiga, mientras por otro lado atribuye al poeta mismo —sin evidencia alguna— una influencia positiva en las piezas dramáticas de ella: «Quizás no sería Cienfuegos ajeno a estas obras, dada la intimidad que gozaba con la autora» (1902: 168). Suposición aparentemente descubierta por el erudito y repetida posteriormente sin mayores comprobaciones.
Ya fuera por estas u otras razones, muchas de las mujeres del Setecientos que escribían crearon sus obras por motivaciones más personales: para practicar las lenguas con la traducción, para divertir a sus familiares y amigos en el círculo doméstico y para expresar íntimamente sus ideas, sentimientos y emociones (García Garrosa, 2004: 26; López-Cordón, 2005b: 193-234; Bolufer, 1999). García Garrosa ha puesto el énfasis en el papel fundamental de la educación femenina, muy minoritaria y limitada en el siglo XVIII (2007: 212). Según López-Cordón, María Lorenza de los Ríos pertenece a la categoría de escritoras aristócratas que se valieron de las ventajas y protecciones que les confería su estatus social. Sin embargo, debido a lo que sabemos ahora de la adquisición relativamente tardía de su título, también puede encuadrarse en la categoría de escritoras que «cuentan con una tradición familiar de estudio y actividad intelectual» (2005b: 215-216), a causa de su matrimonio a los doce años con Luis de los Ríos, un magistrado que se había formado en el Colegio Mayor de San Ildefonso, uno de los más importantes de la época, ávido lector de periódicos ilustrados y muy preocupado por la educación e instrucción de su familia (Díaz Saiz, 2000). Su joven esposa pudo haber participado plenamente en el mundo intelectual provincial en el que movió su esposo en Cádiz, Coruña y Valladolid. Cuando se casó con Germano de Salcedo estaba ya preparada para el salto a los más elevados círculos culturales de la Ilustración española.
Metodológicamente, nuestro estudio de las obras de María Lorenza de los Ríos se sitúa entre los imperativos de la historiografía, que insiste en la búsqueda de los hechos objetivos, y del análisis literario, disciplina más tolerante con las inevitables ambigüedades de la interpretación lingüística. Se entiende que la vida de una autora no explica el sentido de la obra literaria, pero no puede descartarse completamente. A veces el análisis de esta se ilumina gracias a datos de su biografía. Buscamos el hilo que los conecta porque cuando la voz de un sujeto histórico se ha perdido, ayuda escuchar las voces ficticias que creó, no ingenuamente atribuyendo sus palabras al mismo autor, sujeto histórico, sino reconociendo que estas voces y experiencias literarias, inventadas, fueron creadas a raíz de una experiencia vital. Y en esta labor hay que estar atento en la confluencia de vida y obra y entrever hasta qué punto su experiencia como mujer pudo haber influido en la actividad literaria de María Lorenza de los Ríos. Como recalca Susan Ware, la biografía feminista insiste en el género como la influencia más importante en la vida de una mujer y destaca por su atención cuidadosa a las conexiones entre las vidas personales y profesionales de los sujetos (2010: 417). Crucial también es la noción de que la vida de una mujer no se puede entender sin examinar la red de relaciones personales, políticas y profesionales en la que se movió (Booth y Burton, 2009: 8).
La investigación en los archivos ha ayudado a sentir una aproximación quizás fugitiva y una simpatía humana hacia el sujeto examinado. Los documentos llegaron a ser, como escribe Arlette Farge, «une brèche dans le tissu des jours, l’aperçu tendu d’un événement inattendu» (1989: 13). Esta conexión ilusoria se había formado en los archivos a los que había que acudir para empezar las pesquisas, donde se podría encontrar información sobre las vidas de los dos esposos de María Lorenza de los Ríos, al constatar que ella los conectaba. Esta conexión fugaz ha surgido en momentos puntuales cuando al rastrear cientos de cartas de la familia del primer marido en el Archivo Histórico Provincial de Cantabria apareció una autógrafa de la joven esposa felicitándole a su suegra la Navidad; después, al deducir, por las cartas de Luis de los Ríos, que su cónyugue adolescente sufrió dos abortos cuando apenas contaba quince años, sabiendo que la futura marquesa jamás tuvo descendencia; al leer en un testamento olvidado hasta ahora en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid la triste historia de la hija de su amiga moribunda a quien prometió cuidar como si fuera suya; y al ver el papelito que tapaba la información acerca de esta niña en el libro registro de entradas de niños de la Inclusa en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
Los archivos han confirmado que, como dice Farge, no se puede pensar en la historia de las mujeres durante la Ilustración sin tener en cuenta sus contradicciones filosóficas en cuanto a la desigualdad en las relaciones de género (1989: 54-55). Si el archivo representa una institución y una actividad, como afirma Paul Ricoeur, el documento es «a trace left by the past», al que hay que reconocer la deuda con el sujeto de carne y hueso que lo dejó (2006: 66-69). En las historias de los documentos y archivos que se entrelazan con el estudio de la obra literaria de María Lorenza de los Ríos, hay que ser consciente no solo de la lógica del archivo mismo sino también del sentido de la investigación que allí se realiza. El trabajo del archivo es, según Antoinette Burton, «an embodied experience, one shaped as much by national identity, gender, race, and class as by professional training or credentials […]» (2000: 9). Estas distintas facetas de la identidad afectan a cómo se hace la selección de los documentos, cómo se leen, cómo se entienden y cómo se escribe su historia. A la vez que se rescata del olvido las huellas materiales de la vida de una persona concreta y se intenta escuchar el eco de una voz en silencio desde hace mucho tiempo, se crea una deuda con ese sujeto y se establece una relación entre el pasado y el presente. No se puede olvidar que en el archivo se trabaja con los escombros de una vida (Mbembe, 2002: 25).
Carolyn Steedman ha llamado a estos residuos, dust o polvo, las cosas que no se han tirado y que se han preservado de una manera u otra. Dust son las cartas familiares que los Ríos de Naveda conservaron y que, gracias a diversas circunstancias, llegaron al archivo provincial, los registros de entrada de las criaturas abandonadas en el torno de la Inclusa de Madrid —no puede olvidarse que estos niños fueron considerados «escombros humanos» en su tiempo—, las partidas parroquiales de bautismo, de matrimonio y defunción y los testamentos, papeles guardados en archivos parroquiales, municipales, provinciales y regionales. Estos documentos son evidencia de la circularidad de lo material, el testimonio de que nada se pierde y de que todo se vuelve en una dinámica circular (2002: 164). Los archivos que los han preservado no habían producido hasta el momento la historia ahora desenterrada, lo que constata la existencia de otras historias posibles de mujeres, protagonistas de su época, pero que ya apenas se recuerdan.
Todas las obras escritas de María Lorenza de los Ríos revelan sus preocupaciones como mujer culta, ilustrada y apasionada por la reforma de las instituciones destinadas a las mujeres y niñas de las clases depauperadas, a los huérfanos y a las embarazadas desamparadas. Su producción literaria, aunque corta, es variada y parece responder, en primer lugar, a su compromiso con las actividades de la Junta de Damas —su Elogio a la reina y la traducción Noticia de la vida y obras del Conde de Rumford— y, en segundo lugar, a su intervención en los círculos culturales madrileños, donde frecuentó tertulias literarias y se relacionó con amigos ilustrados, cultos y reformistas. Sus obras creativas —las comedias La sabia indiscreta y El Eugenio y su oda a la muerte del hijo de la marquesa de Villafranca— surgen de este contexto de sociabilidad ilustrada de ideas progresistas y cosmopolitas.
Proponemos en este libro, entonces, una aproximación a las obras literarias de María Lorenza de los Ríos en la cual nuestra interpretación resulta enriquecida pero no concretada definitivamente por los documentos encontrados en los archivos y los artefactos o dust —retratos, cartas, etc.— descubiertos en el proceso de investigar su trayectoria vital. El biógrafo, según Virginia Woolf, no solo ofrece los datos a secas, sino «the creative fact; the fertile fact; the fact that suggests and engenders» (1967: 228). Las obras son espejos de la vida, hasta cierto punto, pero también la vida proyecta cierta coherencia a las obras. Así, pensamos en la relación dinámica biografía/obra de acuerdo con la visión de la escritora británica: «Biography will enlarge its scope by hanging up looking-glasses at odd corners. And yet from all this diversity it will bring out, not a riot of confusion, but a richer unity» (1967: 226). Quisiéramos que nuestra biografía, estudio y edición de las obras de la marquesa de Fuerte-Híjar sirviese como herramienta para futuros estudios, para ayudar a colgar otros looking-glasses sobre la vida y las obras de esta escritora ilustrada y de las de otras mujeres consignadas hasta ahora al olvido.
1 Fue publicado en Harper’s Magazine en diciembre de 1929.
2 El espejo puede representar el proceso de narración, los modelos por los que las vidas de mujeres se entienden y se cuentan. Parece sugerir Woolf, realmente, la imposibilidad de captar la subjetividad siempre cambiante en una sola imagen. Véase Howard, 2007; Lamm, 2008.
3 Citado por Burdiel, 2000: 20.
4 Previamente había publicado un artículo sobre el Elogio a la reina. Véase Acereda, 1997-1998.
I.
ESTUDIO PRELIMINAR
1.
UNA MUJER DE LA ILUSTRACIÓN:
MARÍA LORENZA DE LOS RÍOS Y LOYO, MARQUESA DE FUERTE-HÍJAR
Cuando en abril de 1810, María Lorenza de los Ríos, en plena Guerra de la Independencia española, recibiera en Madrid la noticia de la muerte de su esposo, Germano de Salcedo y Somodevilla, marqués de Fuerte-Híjar, ocurrida poco antes en Orthez (Francia) donde había sido deportado por su actitud desafecta a los franceses, recordaría los versos que un día, muchos años antes, le dedicara su gran amigo Nicasio Álvarez de Cienfuegos, en una época más feliz.
¿Quién te dijera que a distancia tanta
lejos, allá en el gaditano suelo
del alma una mitad hoy te nacía?
¿Que de Lorenza la inocente cuna
mecían la piedad, las tiernas gracias,
la compasión, la ingenuidad hermosa,
tanto y tan bello amor como adelante
para siempre tu pecho cautivaron?
[…]
Torna este abrazo para ti, Germano,
y este también para tu tierna esposa,
y toda el alma recibid en ellos.
Cuando después en mi sepulcro yazca
este sol mismo volverá en agosto,
y yo no le veré. Germano, entonces
siquiera en un recuerdo de tu mente
viva Nicasio, y a tu amable esposa
dando un abrazo la dirás lloroso:
esto un amigo me dejó en tus días1.
Poco le quedaba entonces de su vida pasada, salvo recuerdos. El poeta había muerto un año antes, también en Orthez, deportado por negarse a jurar al rey José Bonaparte. Atrás habían quedado las animadas tertulias, los teatros caseros y la lectura de poemas en el salón de los marqueses, donde ella se había estrenado como dramaturga y poetisa para su círculo más íntimo; diversiones con las que los aristócratas madrileños llenaban sus ratos de ocio, en un ambiente confiado y alegre, que tan acertadamente describiera Benito Pérez Galdós en La corte de Carlos IV. Aunque María Lorenza se interesara por las noticias que llegaban de Europa, encendida intermitentemente por la guerra desde tiempos de la Revolución Francesa, entonces, no podía prever, lo mismo que tantos españoles, que el mundo se iba a desmoronar a su alrededor en 1808.
1.1. LA «NIÑA DE ORO»
En el siglo XVIII, la capital gaditana conoció un desarrollo sin precedentes, que la convirtió en uno de los más importantes puertos europeos, gracias al auge experimentado por el comercio ultramarino. Cádiz fue la principal beneficiaria de las medidas reformistas racionalizadoras implantadas por Felipe V con el objetivo de incrementar el tráfico comercial con América y el desarrollo de la industria española, nacionalizando las exportaciones. Por un lado, se buscaba la ampliación de los intercambios a zonas geográficas distintas de las habituales, a la vez que se mantenía la defensa del monopolio y, por otro, mejorar el abastecimiento del continente, con la implantación de medidas flexibilizadoras, que evitaran en lo posible el contrabando. En esta coyuntura, el traslado de la Casa de Contratación contribuyó al despegue definitivo de la actividad mercantil, desplazando el centro de gravedad del comercio americano de Sevilla a Cádiz2.
La etapa comprendida entre los años de 1748 y 1778, año en el que se promulgó la Real Cédula sobre Libre Comercio con América, que amplió los puertos que podían mercadear con los territorios ultramarinos, se considera la «Edad de Oro» de la ciudad andaluza. Cádiz, origen y destino del tráfico mercantil colonial, vio aumentada su población que, prácticamente, se dobló a lo largo del siglo XVIII. Fue el principal punto de atracción para gentes que venían de todos los rincones de la península y del extranjero. El éxito de los comerciantes asentados en la ciudad actuó de catalizador para la llegada de jóvenes varones que solían comenzar su actividad profesional al amparo de los ya establecidos, propiciando el flujo migratorio selectivo y continuado hacia el puerto gaditano.
Este ambiente cosmopolita favoreció, asimismo, una intensa vida social y cultural, como correspondía a una ciudad bulliciosa con una importante población flotante. La burguesía comerciante, enriquecida por el tráfico ultramarino, no solo demandaba artículos de lujo sino también culturales con los que satisfacer sus necesidades intelectuales y de esparcimiento. Los gaditanos fueron ávidos consumidores de libros, coleccionistas de obras de arte y aficionados al teatro. Las tertulias, los periódicos y los cafés favorecieron la difusión y el intercambio de las ideas ilustradas que fueron acogidas con agrado por los habitantes de la ciudad3.
Las nuevas fortunas mostraron, en ocasiones, la ambición de ennoblecerse. Formaron parte de la nueva aristocracia útil e ilustrada cuyo triunfo en los negocios servía para la emulación. Constituían el claro ejemplo de que el éxito y enriquecimiento favorecían el ascenso social (Anes, 2001). Además, los comerciantes gaditanos fueron muy proclives a establecer alianzas y redes mercantiles, en las que se mezclaban negocios y parentesco, con vistas a consolidar su patrimonio, evitando así que saliera del círculo familiar y se dispersase (Ruiz Rivera y García Bernal, 1992: 313, 338 y 346)4.
En el seno de uno de estos grupos de la burguesía mercantil, asentado en la ciudad desde principios del siglo XVIII y enriquecido por la actividad comercial, nació el 10 de agosto de 1761 en Cádiz, María Lorenza Josefa Gertrudis de los Ríos y Loyo, hija de Francisco Javier de los Ríos y Mantilla y de Feliciana Joaquina de Loyo y Treviño. Su padre procedía de la localidad de Naveda en Cantabria, situada a unos diez kilómetros de Reinosa, donde había nacido el 2 de diciembre de 17225.
Naveda, en la Hermandad de Campoo de Suso, pertenecía en sus dos terceras partes al marquesado de Argüeso, título unido al ducado del Infantado desde su creación en la Edad Media, y en la parte restante era territorio de realengo. Contaba, según el Catastro de Ensenada, con treinta y dos vecinos y su economía se basaba en la agricultura y la ganadería (Gutiérrez Lozano, 2013: 71-74 y 125)6.
Francisco Javier de los Ríos, cuyos padres y abuelos también eran originarios de Naveda, era hijo de Íñigo Antonio de los Ríos Enríquez y Salazar, nacido el 10 de diciembre de 1682 —a su vez, hijo de Rodrigo de los Ríos Enríquez y Cosío y de Casilda de Salazar Manrique y Ayala, originaria de Nogales de Pisuerga en Palencia— y de María Díez de Bedoya y Mantilla, nacida el 13 de abril de 1693 —hija de Antonio Díez de Bedoya y de María Águeda Mantilla y Cosío, nacida en Fontibre, situada a muy pocos kilómetros de Naveda—. Los padres de Francisco Javier contrajeron matrimonio el 8 de septiembre de 1714 en la iglesia parroquial de San Pelayo en la misma localidad de la que eran ambos naturales7.
Sus orígenes eran hidalgos, aunque pertenecía a una rama secundaria del mayorazgo, probablemente con pocos recursos. El abuelo paterno de Francisco Javier, Rodrigo de los Ríos Enríquez y Cosío, fue «dueño y mayor de las casas solariegas y torres y fuertes del apellido de los Ríos, sitos en Naveda, Espinilla y Paracuelles» (Cadenas, 1998, t. XXXIV: 113), mientras que su abuela materna, María Águeda Mantilla y Cosío, era la «hija del dueño mayor de la casa solariega de Mantilla y de sus torres fuertes y fuentes» de Fontibre en el nacimiento del río Ebro. Íñigo Antonio de los Ríos, el padre de Francisco Javier, falleció antes de 1736, pues en el padrón de habitantes de Naveda de ese año solo figuraba su viuda, María Díez de Bedoya, con sus tres hijos: Antonio, José Javier y Francisco Javier. La madre murió el 24 de noviembre de 1752 en el mencionado lugar. En el padrón de 1753 aparecían los tres hermanos, aunque solo el primero residía allí. Los otros dos se hallaban ausentes8.
Francisco Javier de los Ríos se trasladó al puerto gaditano entre los años de 1736 y 1745 con la intención de dedicarse a la actividad mercantil, posiblemente bajo el amparo de algún pariente, mientras que su hermano José Javier ejerció la misma actividad en México (Castillo, 2013: 110). Debido a que las listas de comerciantes matriculados con anterioridad a 1743 no proporcionaba la información de sus lugares de origen y a falta de otros datos, a lo que se añade el problema de la dispersión geográfica del apellido Ríos, no ha sido posible establecer el nexo de unión directo entre el cántabro y la ciudad de Cádiz, ni cuándo llegó a la ciudad andaluza. Sin embargo, se han podido recabar algunos datos que explican someramente la vinculación entre la familia Ríos de Naveda con Cádiz y América.
9