Textos |
Sergio Chico |
Portada |
Javier Rubín (@jav_rubin) |
Maquetación y corrección |
Papiroplus Diseño & Producción gráfica |
Primera edición |
Septiembre, 2017 |
Edición digital |
Abril, 2019 |
Edición |
MueveTuLengua |
isbn |
978-84-17284-68-8 |
Amurallar el propio sufrimiento
es arriesgarte a que te devore desde el interior.
Frida Kahlo
Prólogo
Porque en el amor como en la vida, cuesta entender los cambios de planes, los silencios que necesitas se hagan palabras, y los pecados que estas dispuesto a volver a cometer siempre y cuando, sea con la misma persona.
Las palabras, como las sonrisas, no son de quien las crea, sino de quien se absorbe en ellas, y este libro, igual que su autor, nacieron con el propósito de llegar hasta ti, para regalarte sonrisas a través de letras, que ya no son de Sergio, ni tampoco mías, sino tuyas, a partir de hoy.
Pasa que con cada página sucumbirás en la aceptación más profunda, en el recuerdo que prometiste olvidar, en la reproducción de un viejo amor que aunque no está contigo, te acompaña en cada insomnio.
Porque no importa más que comprender que amaste, y los cuerpos ya nunca más serán solo cuerpos, porque sus almas los conducen y llegan hasta tu oído para susurrarte «Te quiero», sin importar tu preferencia sexual, o tu color favorito, o aquellas manías que sólo pueden conocer, los que le hagan el amor a tu alma, y vean a través de tus malos días.
Pasa que seguimos dando vuelta en la mentira, porque de vez en cuando, preferimos vivir de ella, a analizar nuestra verdad. Y ahí está Sergio, valiente, osado, escribiendo por esos amantes que se quieren a escondidas, porque les da vergüenza reconocer su amor. Ahí está, sumergido en el sueño de crear mundos de papel, y gritarle al mundo: «No importa a quién quiero, ni vivir de apariencias, cuando a mí me basta saber que amo, aunque mi amor no sea para una chica, aunque mi amor sea hacia él».
Porque da igual lo femenino y lo masculino, cuando el mundo nos grita que soltemos las amarras, que empecemos a ser felices un rato, que aplastemos las limitantes con cariño, y que hagamos de la violencia historia de ayer. Porque somos los protagonistas de un nuevo mundo, pero el camino es largo, y este libro es importante porque nace de verdades y de unas profundas ganas de querer nuestros errores, de besar nuestros «pecados», de inventar comienzos cuando la página está cerrada, y decirnos una vez y otra vez, y todas las veces que sean necesarias, que vinimos a mejorar el mundo y a despojar las limitantes con una rosa, cambiando cada oleada de racismo con destellos de ilusión.
Porque el autor de este libro se cruzó de dedos, y dijo: «¿Quién dijo que no puedo, si tengo un alma en letras que se muere por salir?» Porque la poesía y la literatura son del mundo lo que para un poeta, es el dolor, y las viejas heridas se vuelven un nuevo verso, y las antiguas humillaciones forman parte de tu mejor versión. Porque sabes que renaces cada vez que fallas y este es un libro, dedicado a esos enamorados y a cada persona, que le han roto el corazón.
Sin más preámbulos, Antes de convertirnos en piedra, está listo para cambiar tu vida, para chocar contra lo que conoces o esperas, y mostrarte lo bonito de un amor, que conecta con cada parte de tu ser, que va enseñándote a coser tus heridas, y se le olvida, que fue él, quien las causó.
Un libro que busca encontrarse con tus tardes, mañanas y noches, y decirte «estoy presente», rompiendo cualquier hilo de imposibilidad, porque así es la vida de los que sueñan, porque somos un gran sueño cubierto por pequeñas realidades que saben mejor, cuando lo que se dice se fusiona con lo que se siente, y cada acción es un paso hacia adelante, aunque de vez en cuando, volteemos al pasado para saber quién o qué circunstancias, formaron al yo del ahora. Porque somos de lo que nos enamoramos, y aunque a veces duele, es más bonito aceptar que amamos que vivir odiando porque una historia terminó.
Nacarid Portal
A mi abuela,
porque desde donde esté
sé que estará orgullosa de mí.
A ti Víctor,
porque esta es la única forma
que tengo para agradecerte
todo lo que sin saberlo,
hiciste por mí.
A ti,
que has venido a buscar un cobijo
en medio de la tormenta en la que vivo.
Gracias.
He vuelto
He vuelto
para tragarme mis palabras
y vomitarlas en forma de sentimientos.
He vuelto
porque debo contarle al mundo
todo lo que viví contigo.
No somos el ejemplo a seguir en nada,
sino más bien la lección de vida
que debería cursarse como asignatura obligatoria
en algún curso académico del instituto o el colegio
para adquirir todos aquellos principios éticos
que nunca deberíamos matar
por intentar vivir a partir de otra persona.
He vuelto
porque la casa se me caía encima
y ya no encontraba la paz encerrado
en la cueva con apariencia de habitación
en la que estuve escribiendo todo
lo que siempre me atreví a decirte
pero tú nunca quisiste escuchar.
He vuelto
porque el goteo de las estalactitas
me estaba erosionando el corazón.
He salido del escondrijo
porque siempre será mejor un peligro suelto
que un animal salvaje en cautiverio.
He vuelto
porque no me caben más océanos en la bañera
ni más noches en una libreta que no leerás nunca
y acabará empapada de lágrimas en unas manos ajenas.
He vuelto
para narrar el final más bonito
de todos los principios que he vivido.
Para desenterrar el hacha de guerra,
para gastar el cartucho de energía
y terminar el trabajo sucio de la manzana
que no se atrevió a completar Eva.
He vuelto
para contar la verdad, mi verdad, contigo.
Para reconocer de una vez por todas
que fui hecho a partir de tus costillas,
pero devorado por un vegetariano
que salivaba cada vez que veía mi carne.
He vuelto
porque he conseguido que vuelva a funcionar
el disco rayado y suene de fondo mi canción favorita.
Una, otra y otra vez.
He vuelto
porque huyo de todo replay
en términos de experiencias vividas.
Escribo el the end siempre al comienzo
porque me he vuelto adicto a la seguridad
por encima del factor sorpresa.
He vuelto
para que de una forma u otra me leas.
Te sobra belleza y te faltan cojones
para sentarte conmigo a hablar de las razones
por las que hicimos que aquello tan bonito
se nos muriera entre las manos al amparo de nadie.
Lee atento, no llores en exceso, corazón.
¡Chin-chin!
Verdaderamente no sé en que momento solté las riendas de mi vida. O si por el contrario estoy tirando tan fuerte de ellas que estoy asfixiando al caballo y por eso no avanzo. Intento averiguarlo pero te juro que no me pongo de acuerdo conmigo mismo.
Si te soy franco, hoy no. Hoy es uno de esos días en los que ni siento lo que pienso ni cuestiono lo que siento. Uno de esos días raros en los que todo importa una mierda y nada importa demasiado.
Hay dos alemanes brindando con champán del caro frente al mar. Yo estoy unos metros más atrás intentando que no me salpiquen las olas de la envidia.
La envidia nunca es sana, digan lo que digan.
Mataría por que tú fueras ella y yo fuera él. Que brindáramos porque el mundo ha quedado reducido al punto tangente entre tus ojos repitiendo un para siempre continuamente, y los míos un «soy tuyo,tuyo, solo tuyo».
Brindaríamos miles de veces por todo lo que habríamos tenido y todo lo que nunca llegaremos a tener. Joder, que mal repartido está el mundo. Van por la segunda copa y yo tengo la ropa calada de nostalgia, melancolía, falta de respuestas y sí, también envidia. De la mala.
Estoy dejando que el viento saque a bailar a mis pestañas, que la sal me cierre los ojos y tu recuerdo me meta mano por todas partes para no sentirme tan loco escribiendo a quien está brindando con saliva en otra boca.
¡Chin-chin!
Por ti, por mí,
por lo que creí que fuimos,
Pero puedes quedarte tranquilo,
no voy a juzgarte
en tu defensa diré que alguien como yo
te habría quedado grande.