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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Lynda Sandoval
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
De cara al pasado, n.º 1786- junio 2019
Título original: The Other Sister
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1307-870-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Si te ha gustado este libro…
POR qué aquí? —preguntó Ken Hayward, el jefe de los servicios de emergencias de Troublesome Gulch.
Estaba echando un vistazo a la solicitud de trabajo de Brody Austin y a su currículum. Después lo miró por encima de las gafas.
—Ésa es la pregunta, hijo. Si fuéramos el departamento de bomberos de Nueva Cork, de Chicago o incluso de Denver lo entendería, pero…
Ken Hayward abrió los brazos para señalar las pobres instalaciones de la oficina.
Brody sintió como unas gotas de sudor resbalaban por su cuello, a pesar del esfuerzo que estaba haciendo por tranquilizarse. Se había imaginado que aquel tema de conversación saldría antes o después. Por supuesto. Sin embargo, aún no se sentía preparado para abordarlo, a pesar del tiempo que había pasado, y eso no era una buena señal.
—Bueno… —Brody se aclaró la garganta mientras trataba de encontrar las palabras. Había perdido la cabeza al regresar allí.
—No es que no nos alegremos de recibirte —intervino de nuevo el anciano doctor—. Tu formación es muy buena y estoy impresionado con tu experiencia. Grandes compañías, Flight for Life, el ejército, por el amor de Dios.
—Gracias.
—¿Cómo esquías? —preguntó Hayward de repente. Brody parpadeó sorprendido.
—Lo tengo un poco olvidado, pero solía esquiar bien.
Hayward señaló a las montañas que se veían desde la ventana de la oficina.
—Una de nuestras tareas es colaborar con el Servicio de Rescate Alpino. Normalmente les faltan voluntarios bien entrenados. Así que te tendrás que encargar de realizar algunas rondas en esquíes. Pero no te preocupes, es como montar en bici. Unos días en las montañas y todo irá bien.
Brody tragó saliva y se adelantó.
—¿Quiere eso decir que el trabajo es mío?
—Mira, no me voy a andar con rodeos. Lo quieres y es tuyo. La mayoría de los aspirantes son sólo técnicos y agradecemos el poder contar con alguien de tu experiencia en el equipo. Sólo me intriga cuál es el motivo que mueve a un hombre joven como tú a vivir en medio de la nada.
Brody se sintió algo aliviado porque había logrado el empleo, sin embargo aún tenía que contestar a aquella pregunta sin respuesta. Si contestaba la verdad, Hayward podía cambiar de opinión.
—La cuestión es…
Silencio.
¿Cuál era la maldita cuestión? Hasta un tonto hubiera sido consciente de que no se podía comenzar una frase así cuando no se sabía qué decir. Sin poder evitarlo apretó la mandíbula y los puños. Iba a echar a perder aquella oportunidad y no era algo que pudiera permitirse. No sabía por qué… no podía.
—La verdad es que el salario que ofrecemos ni se acerca a lo que pagan en la ciudad —soltó Hayward. Era un hombre paciente.
—Soy consciente de la diferencia económica. El dinero no es la razón por la que elegí mi trabajo. Nunca lo ha sido.
—Eso es admirable y comparto la vocación. Pero para hacer de abogado del diablo… es caro vivir en un pueblo de Colorado enfocado al esquí, aunque sea Troublesome Gulch, que no tiene nada que ver con Aspen o Tellutide. Ni siquiera nos acercamos a Keystone, aun así la vida es más cara de lo que te imaginas. ¿Tienes ahorros?
—No, ojalá fuera así. Sin embargo, mis necesidades son muy simples —contestó. Dejó a un lado el hecho de que hubiera recibido una indemnización; dinero manchado de sangre del Estado que no había sido capaz de tocar en todo aquel tiempo. Durante esos diez años los intereses del banco le habían proporcionado un colchón económico que le seguían permitiendo tener un salario bajo.
Hayward miró la foto enmarcada que tenía sobre la mesa y sonrió.
—Supongo que la expresión «necesidades muy simples» implica que no tienes ni mujer ni hijos.
No era una pregunta, aun así Brody contestó.
—Me temo que no soy de los que se casan, al menos eso le diría mi última novia. Estoy solo. Mis padres viven en Nuevo México y mi hermano está en Irak.
—Que Dios lo acompañe.
—Gracias.
—Y esto nos lleva de nuevo a mi pregunta inicial. ¿Por qué los Servicios de Emergencia de Troublesome Gulch?
A Brody le costó mantener una expresión relajada. Quería contestar a aquella pregunta. El problema residía en que se creía incapaz de lograr que alguien entendiera el motivo que le había obligado a volver a Troublesome Gulch, tras una década tratando de borrar de su mente aquel lugar. Maldita fuera, si ni siquiera él entendía qué hacía allí.
De lo único de lo que estaba seguro era de que necesitaba un cambio en su vida. Y si su ex novia Kelly no se había equivocado el día en que lo había dejado plantado bruscamente, todos los asuntos pendientes de Brody comenzaban y acababan en aquel lugar.
Pero no podía confesar nada de eso.
No en una entrevista de trabajo.
Y además, tampoco tenía muy claro por qué había vuelto.
Finalmente se decidió a dar una respuesta superficial, lo que no le obligaba a mentir.
—Creo —dijo pausadamente— que todos los pueblos, sin importar el tamaño, deberían tener una atención médica de urgencias cualificada. Sé que es difícil conseguir personal médico preparado en estas zonas. Además, tiene razón, muchos compañeros no pueden permitirse vivir aquí con ese salario. Lo digo sin ánimo de ofenderlo. Yo sí me puedo apañar y aquí estoy.
—Un tipo que está dispuesto a ganar menos para que los habitantes de Troublesome Gulch estén bien atendidos. No se encuentra a personas con esa vocación muy a menudo.
El hecho de dar la impresión de ser un héroe entregado a una causa, capaz de sacrificarse, le hizo sentir incómodo. Su decisión tenía mucho más que ver con la expiación que con el altruismo.
—No quiero decir con eso que yo solo pueda con todo…
—No, no. No te he malinterpretado, valoro lo que me has dicho. Sin embargo, antes de que aceptes el puesto quiero que seas plenamente consciente de dónde te estás metiendo porque necesitamos compromiso. Lo cierto es que ya hemos tenido suficientes renuncias, Brody. No podemos buscar a otra persona si dentro de tres meses te das cuenta de que este pueblo se te queda pequeño.
—Mi ética del trabajo me impediría hacer algo así. No obstante, hábleme de las desventajas.
—Los inviernos pueden ser un infierno. Los turistas a veces se comportan de forma estúpida con la gente del pueblo. La afluencia de esquiadores. Por no insistir en el frío.
—Estuve de servicio en Afganistán antes de dejar el ejército. Le aseguro que no se sabe lo que es un invierno frío hasta que no se ha pasado uno en aquellas malditas montañas.
—Eso he oído. Seguro que tienes mucho que contar.
—Así es —contestó Brody.
—Además del clima, el precio de las casas es ridículamente alto. Aunque te lo puedas permitir, da mucha rabia tener que pagar varios miles de dólares por una casa prefabricada.
—Puedo enfrentarme a eso.
—Y tu vida social también se va a resentir.
—¿Y eso? —preguntó Brody arqueando las cejas.
—Bueno, has de saber que esto no es una ciudad llena de vida, sobre todo fuera de temporada. Como suele decir Betty la del locutorio: «Si no la trajiste contigo, seguro que aquí no la encontrarás».
Brody sonrió. Afortunadamente no estaba listo para tener otra relación, al menos hasta que superara el peso del pasado, así que Betty no tenía por qué preocuparse por él.
—Si le soy sincero, mi última relación ha sido un fracaso total. Estoy deseando estar solo un tiempo.
—Un hombre no sólo puede vivir centrado en el trabajo. Las noches son muy frías.
—Seré capaz de llevarlas —contestó tratando de dar carpetazo a la conversación. Si pasaba frío, ya se compraría un perro que se acurrucara a sus pies por la noche, pero no estaba dispuesto a seguir hablando sobre su vida privada. Quería firmar el contrato y empezar ya con todo aquello—. Yo sólo quiero… —de nuevo se quedó sin palabras—. Normalmente no tengo esta dificultad para expresarme. Si le soy sincero, lo que me pasa es que no soy capaz de explicar por qué estoy aquí.
—Inténtalo.
Brody no podía entender por qué Hayward se lo estaba poniendo tan difícil.
—Soy un buen enfermero y amo mi trabajo. Sí, es cierto que he trabajado en grandes ciudades. He trabajado en el ejército y he aprovechado buenas oportunidades. Pero tengo veintinueve años, jefe, y me siento sin raíces. Quiero trabajar en un lugar distinto, donde sienta que puedo construirme una vida. No tengo ni idea de por qué, pero tengo la sensación de que éste puede ser el lugar. Así que voy a contestar su pregunta con otra pregunta. Me ha dicho: ¿por qué Troublesome Gulch? Y yo le respondo: ¿y por qué no?
—¿Eso es todo? —añadió Hayward tras un silencio.
Brody dudó un instante, sabía que no lo había contado todo, sin embargo asintió.
De nuevo se hizo un silencio. Hayward lo miró fijamente y Brody puso todos sus esfuerzos en mantenerle la mirada. Pero no iba a poder aguantar demasiado tiempo.
Finalmente el hombre mayor soltó un suspiro, se quitó las gafas y se las volvió a poner.
—Escucha, hijo. Yo estaba allí —declaró en un tono de voz grave. Se calló un instante—. Aquella noche. Era un batallón de voluntarios, y… yo estaba entre ellos.
Brody sintió un nudo en el estómago. Sabía exactamente a qué noche se estaba refiriendo Hayward. ¿Cómo no saberlo? Para él la palabra «baile» se había convertido en un sinónimo de la palabra «muerte». La angustia lo invadió una vez más, se había convertido en un sentimiento demasiado familiar y sintió el peso de la resignación sobre sus hombros. De acuerdo, no iba a poder escapar al impacto de su pasado como le hubiera gustado. Sintió un temblor.
—Yo… yo no le recuerdo. Lo siento.
—Claro que no me recuerdas. No espero que te acuerdes de mí. Aquel lugar estaba repleto de personal de emergencias.
—Al final sí —soltó Brody con una amargura incontenible. El rostro de Hayward reflejó dolor.
—Sí, la ayuda tardó en llegar un rato. Supongo que para vosotros, además siendo tan jóvenes, se os debió de hacer eterno. Pero finalmente llegamos. Dios, qué situación.
Brody cerró los ojos un instante, pero se obligó a abrirlos de nuevo. En realidad no le importaba mostrar cómo aquella noche había cambiado el rumbo de su vida para siempre. Estaba rígido.
—Nunca he olvidado ninguno de vuestros nombres —prosiguió el hombre—. Ni el de quienes murieron ni el de quienes sobrevivisteis. Sobre todo el tuyo.
—¿Por qué el mío?
—¿No es una pregunta obvia? Nadie te ha visto ni ha sabido de ti desde que saliste del hospital el día posterior. Has sido un misterio, chico. Y a todo el mundo le gusta el misterio.
Brody tragó saliva y desvió la mirada hacia la ventana.
—Ha pasado mucho tiempo. Lo único que quiero es seguir adelante con mi vida. O quizás, rehacer mi vida. Me había imaginado… o mejor dicho, había albergado la esperanza de que la gente ya se hubiera olvidado a estas alturas —añadió en un tono sombrío.
—¿Cómo vamos a olvidarlo? Aquella tragedia es lo peor que Troublesome Gulch ha vivido. Cambió los servicios de emergencia para siempre. Para mejor, claro. Ahora somos uno de de los equipos mejor preparados del estado. El centro médico ha sido ascendido de grado y contamos con dos helicópteros y una avioneta.
—Al menos algo positivo se ha conseguido tras aquella pesadilla.
—Algo, se podría decir así —comentó absorto. Miró de nuevo a Brody—. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo te ha ido desde…?
—Bien —contestó Brody interrumpiéndolo. Inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho—. Gracias por preguntar, señor.
Hayward no quiso presionarlo aunque era evidente que las cosas en la vida de Brody Austin no habían ido precisamente «bien».
—Por lo que parece has sido capaz de sacar tu vida adelante —dijo.
—Cada uno hace lo que tiene que hacer.
—Mira, yo no soy un gran conversador y esto no es una sesión de terapia. Pero si quieres trabajar para mí, necesito dejar algunas cosas muy claras. ¿Me entiendes? —preguntó. A Brody le dio un vuelco al corazón, sin embargo asintió—. Si has vuelto porque quieres ayudar y asegurarte de que no vuelva a ocurrir una tragedia así en Troublesome Gulch, entiendo tu deseo. Maldita sea, ése es el motivo por el que yo continúo aquí. Pero en última instancia, eso sólo está en manos de Dios, hijo. A pesar de todo el trabajo, de los anuncios de los servicios públicos advirtiendo de los peligros de conducir borracho, de las visitas de institutos, de la cobertura durante las noches de baile y de bienvenida, pueden ocurrir cosas horribles y ocurrirán. Aquí y en cualquier otro lugar al que huyas. No puedes escapar. Y te lo digo en serio, Brody, a pesar de tu entrega, hay ciertas cosas que no están en tu mano evitar por mucho que lo intentes. No puedes.
Brody no quería seguir por aquellos derroteros. No todavía. No en aquel lugar. No podía permitirse perder el control.
—Claro que no.
—Tienes que olvidarte de esa misión inalcanzable o si no te volverás loco.
—Lo estoy intentando. Quizás ésa sea la razón por la que estoy aquí, ¿quién sabe? ¿Qué es lo que yo tengo aquí? Ni siquiera vivía en Troublesome Gulch cuando… cuando todo pasó. Era el de fuera, el único que no iba al instituto del pueblo. No sé por qué he vuelto, sólo sé que mi vida se ha detenido y que no me ha quedado otra opción. Por algún motivo, al que no encuentro lógica, este lugar es el principio de una carretera que no sé dónde me va a llevar.
Durante un rato Brody pensó que Hayward no aceptaría aquella respuesta. Finalmente el hombre asintió.
—Me alegro de verte de nuevo. Me alegro mucho, hijo, y te lo digo sinceramente. Siempre me he preguntado qué habría sido de ti.
«He ido y he vuelto del infierno», pensó Brody.
—Todos los demás todavía están aquí, lo sabes, ¿no? —prosiguió Hayward.
«No todo el mundo», pensó Brody con amargura. Cuatro habían muerto y, sin embargo, seguían vivos en el recuerdo de Brody.
—No lo sabía. No hemos… mantenido el contacto.
—Lo más increíble es que habéis acabado todos trabajando en este ámbito.
Brody pestañeó sorprendido.
—¿En servicios médicos de emergencia?
—No sólo. Policía, bomberos, comunicaciones de urgencia. En todas las vertientes de la atención. Y todas muy conectadas aquí. Probablemente te encuentres con ellos cuando recibas llamadas. No te importará, ¿no?
—En absoluto —contestó a pesar del nudo en el estómago. No sabía si se debía al miedo o a nauseas—. Es cierto que me marché de aquí, pero no albergo malos sentimientos hacia ninguno de ellos. Es sólo que… no eran mi círculo de amigos. Eran…
—Los amigos de Michelle Montesantos.
—Mick.
—¿Perdona?
—Mick. Ella odiaba que la llamaran Michelle —aclaró, y sintió de nuevo una punzada en el corazón. Un dolor que había sentido cada vez que escuchaba el nombre de la mejor amiga que había tenido en toda su vida. El sentimiento de culpa lo volvió a invadir.
Y era normal.
La muerte de Mick había sido culpa de Brody.
—Sus padres todavía viven aquí —añadió suavemente Hayward. Brody sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. ¿Cómo no había pensado antes en que aquello sucedería?—. Es un pueblo pequeño. Pronto sabrán que estás por aquí.
—Yo mismo iré a decírselo —contestó Brody tras tragar saliva.
—Estoy seguro de que se alegrarán de verte.
Sí. Seguro que se alegrarían muchísimo. «¿Os acordáis de mí? Soy el tipo que prácticamente mató a vuestra increíble, divertida y hermosa hija», pensó al imaginarse la escena. Brody no había estado al volante del vehículo, pero eso no era lo importante. Él había sido quien la había obligado a ir a aquel estúpido baile.
Iría a ver a los Montesanto aunque le costara horrores, pero sería mejor que estar esperando con angustia a un encuentro inevitable. Prefería tener bajo control el dónde, el cómo y el cuándo. Quizás ellos ni quisieran verlo. ¿Quién sabía? En cualquier caso estaban en su derecho de reaccionar como fuera.
—¿Hay algún asunto más del que debamos hablar? —preguntó Hayward. Brody se frotó la cara con las manos. Estaba un poco desbordado por la situación.
—Ninguno. Jefe Hayward, mire, ¿puedo serle sincero?
—Llevo todo este rato deseando que lo seas.
—Le juro que no he vuelto a poner un pie en este maldito pueblo desde aquella noche. Lo único que me interesaba aquí era Mick y ella ya no estaba. Estaba muerta. Para siempre. Necesitaba olvidar… —se detuvo un instante, cerró los puños. No sabía cómo continuar.
—No lo lograste, ¿verdad?
—Dios… lo he intentado —dijo entrecortadamente. Nunca había hablado sobre aquello con nadie. Bueno, excepto con Kelly y el resultado había sido nefasto—. He hecho todo lo que se me ha ido ocurriendo, me he ido lo más lejos posible ¿Y quiere saber lo peor? Cada día que estuve en Afganistán rezaba para que me mataran. Es horrible reconocer algo así sabiendo la cantidad de soldados que han perdido la vida. ¿Y con qué propósito? Mi propio hermano está en Irak. Pero es la pura verdad.
—Es la culpa del superviviente.
—Da igual cómo lo llame. Mick no tenía que haber muerto —se detuvo y apretó los labios—. Si tuviera que volver a vivir aquello otra vez, probablemente me quedaría aquí y manejaría la situación mejor de lo que lo hice.
—Hiciste lo que tenías que hacer.
Brody elevó los brazos y los dejó caer abatido.
—Era un niño… —añadió. Era una excusa barata, pero era todo lo que podía decir.
—Lo comprendo.
—Pero ahora estoy aquí. Con toda mi historia, y me gustaría aceptar el trabajo si su oferta sigue en pie.
Hayward lo miró un momento y asintió.
—¿Hablarás conmigo si la situación amenaza con desbordarte? Lo que me cuentes en la oficina no saldrá de estas cuatro paredes. Es una promesa, de hombre a hombre.
—Hablaré.
Hayward le tendió la mano.
—Bienvenido al equipo de Troublesome Gulch, Brody. Y te quiero ver por el monte cuanto antes, te tienes que poner al día con el esquí ya.
Brody se puso en pie y apretó la mano del hombre.
—Eso haré. Gracias, no se arrepentirá.
—Supongo que no, pero eso no es lo importante. Me preocupa más el que tú puedas arrepentirte —declaró cruzándose de brazos.
A Brody le hubiera gustado decirle que había aprendido a vivir con el arrepentimiento. Pero no era cierto. Ahí estaba, con veintinueve años y aún no lo había superado.
—No se preocupe. Estaré bien —repuso, a pesar de que no estaba nada convencido de sus palabras. No obstante los diez años anteriores se le habían escapado entre los dedos y su vida era un auténtico desastre. A pesar del riesgo, allí estaba.
Troublesome Gulch. Y con un trabajo.
Iba a quedarse.
Caminó hasta salir del edificio y se dirigió al aparcamiento donde estaba su camioneta. Hubiera debido estar contento por haber logrado el puesto. Sin embargo no podía dejar de preguntarse si no estaría metiéndose en la boca del lobo y reviviendo el peor error de su vida.
Todo en aquel lugar le recordaba a ella.
Las calles, el aire, las montañas.
Mick Montesantos había sido una chica diferente, radiante, atlética, llena de vida y más atrevida que cualquier otro chico que Brody hubiera conocido en su vida. Había sido guapa, pero nunca le había dado importancia. No había sido su novia, nunca había querido ser la novia de nadie, ella había sido un espíritu libre. La amiga de Brody. La mejor amiga.
Desde el día en que se habían conocido, jugando un partido de rugby en Goleen, se habían convertido en inseparables, a pesar de asistir a colegios diferentes. Siempre habían hablado de todo, desde las cosas más cotidianas a los secretos más profundos.
¿La parte horrorosa? Mick ni siquiera había querido ir al baile de aquella noche. Había insistido en que era algo pasado de moda, un ritual absurdo que reforzaba los roles sociales femenino y masculino y bla, bla, bla… La típica conversación de Mick que Brody nunca se había cansado de escuchar. Había sido una chica que se había apasionado defendiendo sus ideas, su forma de vida, y a Brody eso siempre le había gustado. Tenía la sensación que había aprendido más sobre la vida y sobre los seres humanos en los años de amistad con Mick, que antes de conocerla y después de su muerte.
Sin embargo, Brody la había convencido. «Siempre te arrepentirás de no haber ido al baile de graduación. Vamos, Mick. ¿Qué más da si vas con un amigo? Y si al final es horrible, siempre podemos reírnos un rato y comer gratis», recordó que le había dicho días antes de la fatídica noche.
Finalmente Mick se había ablandado, había accedido e incluso se había llegado a comprar un vestido para la ocasión. Había estado preciosa, aunque se había pasado la noche quejándose porque el vestido ajustado le resultaba incómodo y tras estar media hora en el baile se había quitado las sandalias de tacón, se las había dado a Brody y se había quedado descalza el resto de la noche.
Después se habían montado con otras tres parejas y un buen alijo de bebidas en una furgoneta que a uno del grupo le había dejado su padre. Todos habían tenido dieciocho años y se habían sentido invencibles. Habían querido que la noche de graduación fuera una noche inolvidable.
Inolvidable.
Y en aquel momento, en lugar de Mick existía un Brody arrepentido. Por no hablar de la angustia y la culpa, de las pesadillas y su necesidad de tenerlo bajo control, de su incapacidad y falta de interés para mantener relaciones íntimas.
Mick y tres conocidos más habían muerto en el accidente de tráfico y en el fuego que se había desencadenado. En un segundo sus vidas se habían apagado y aquello había cambiado a Brody para siempre. Lo único que le había quedado de Mick había sido una sandalia de tacón que ella nunca se hubiera puesto voluntariamente. La otra sandalia había quedado reducida a cenizas.
En realidad, lo cierto era que a Brody le había atraído su mejor amiga y tendría que haber sido él quien hubiera muerto en aquel accidente. Y en cierta manera, lo había hecho, pero no del todo. Mick había tenido mucho más que ofrecer al mundo que él. Era única. No debía haber muerto tan joven. Y no importaba lo que el resto del mundo dijera, Brody sabía que todo había sido culpa suya.
Así que, asustado o no, confundido o no, escéptico o no, estaba en el maldito Troublesome Gulch, el escenario de todas sus pesadillas y donde habitaban todos los fantasmas. Ya era hora de que se enfrentara a sus propios demonios.