A mi padre, de quien he heredado
una pasión insaciable por la historia.

4

El camino heredado

Si la gente se molestara en buscarlas,
encontraría a muchas mujeres extraordinarias.

Cristina de Pizán

La celebración en 1993 del octavo centenario del nacimiento de santa Clara de Asís fue una ocasión excepcional para que los estudios y revisiones sobre su vida y su obra dieran un importante paso hacia delante. Lo mismo sucedía con santa Hildegarda de Bingen, una mujer que ha tenido que esperar diez siglos para que la Iglesia la elevara a los altares, en un momento en el que el despertar de su música y de su medicina, adoptada con gran fervor por distintas corrientes alternativas, se situó en su punto álgido. Fechas señaladas han sido siempre momentos propicios para desempolvar documentos y algunas mujeres de la Edad Media han tenido esa suerte. Otras empiezan a colarse tímidamente en las investigaciones históricas y en los planes de estudio universitarios. Los estudios de género hace tiempo que son tomados cada vez con más interés por historiadores e historiadoras, investigadores e investigadoras, dispuestos a sacar a la luz de una vez por todas personalidades excepcionales del mal llamado sexo débil. Magnas obras de eminencias de la talla de Georges Duby, Michelle Perrot, Régine Pernoud, Isabel Morant, Montserrat Cabré y Teresa Ortiz hace años que ocupan su lugar de honor en bibliotecas, librerías y en los estantes de apasionados por este lado de la historia.

Sin el entusiasmo y el arduo trabajo de todos los profesionales en mayúsculas dispuestos a rescatar del olvido a mujeres excepcionales que permanecieron siglos silenciadas, estas permanecerían ocultas por muchos siglos más. Gracias a ellos podemos apasionarnos con historias que nunca debieron ser olvidadas.

Rescatar sus vidas, su labor, su obra, su repercusión en su propio tiempo, además de suponer una tarea más que interesante, ayuda a pintar ese pedazo del cuadro de la historia que permanecía, en el mejor de los casos, vagamente esbozado.

Descubrir que junto a personajes inmortales como Carlomagno, Guillermo de Ockham o santo Tomás de Aquino hubo mujeres que llegaron a estar a su altura no significa denostar el papel de todos esos hombres ni ensalzar a priori a todas esas mujeres por el hecho de serlo. Sería absurdo caer en la misma trampa que todos aquellos individuos misóginos a los que hemos visto acusar a las mujeres de fuente de maldad por el simple hecho de ser mujeres. Sería absurdo ensalzar a todas ellas por el simple hecho de ser mujeres.

Pero es importante destacar el mérito de las escritoras, médicas, escultoras, compositoras a las que hemos conocido a lo largo de esta mi humilde obra. Un mérito nada desdeñable si volvemos a recordar el mundo en el que tuvieron que competir. Un mundo en el que la hoguera, en el peor de los casos, la condena eterna y la excomunión, en el mejor, no se lo pusieron demasiado fácil a espíritus inquietos atrapados en cuerpos vestidos con infinidad de prejuicios.

Las mujeres que aparecen en este libro con nombres y apellidos tuvieron una escasa incidencia en los siglos medievales. Excepto algunas mujeres santas, la gran Cristina de Pizán no influyó en el ánimo de las mujeres de a pie, ni Jacoba Félicié fue reconocida por su saber médico más allá de aquellos que pudo sanar. De no haber sido por su condena, muy probablemente nunca habríamos sabido de su existencia.

Es muy probable que la gran mayoría de ellas no tuviera la conciencia de género que nacería siglos después. Fueron casos únicos, aislados, a las que, aunque sí asumieron que eran injustamente ninguneadas, no podemos imaginar intentando ir más allá. Cuando se dice que Cristina de Pizán fue una feminista precoz, en una Edad Media misógina, fue eso, una, un caso excepcional del que tuvo conocimiento un puñado de mujeres que también quisieron ser excepcionales. La conciencia de género aún no se había gestado, para desgracia de Cristina. Pero sí nacería entonces la llamada Querella de las mujeres, una lucha de sexos que se extendería y amplificaría en siglos posteriores. Así que su labor no fue, en absoluto, en balde.

El resto de mujeres anónimas, todas las Jeanne y Marie, la campesina y la artesana que imaginé al principio del relato, muy probablemente vivieron toda su vida asumiendo su papel con más o menos resignación. Quizá alguna soñó con liberarse algún día de la imagen injustamente negativa atribuida a todas ellas, pero esos sueños tardarían aún mucho tiempo en traspasar el plano de lo ideal.

Que las trovadoras como la condesa de Día o las iluminadoras como la pintora En tuvieran poca repercusión en su tiempo no significa que su obra no supusiera un diminuto pero indispensable grano de arena en un camino que, sin ellas, no habríamos nunca heredado.

Las mujeres silenciadas en la Edad Media nos regalaron un precioso legado de sabiduría, conocimiento y grandeza del que poco a poco vamos descubriendo más historias y nombres propios. Mujeres que tuvieron el mérito de querer ejercer profesiones que hoy en día nos parecen de lo más normal que sean desempeñadas por mujeres, a pesar de las diferencias que aún existen, aunque este no sea el tema que nos ocupa ahora. Mujeres a las que hay que aplaudir y de cuyo coraje y valentía hay que aprender. No en vano, algunas pusieron en juego su propia vida.

Quisiera pensar que ellas se sienten orgullosas, estén donde estén, de las mujeres que han tomado su mismo camino, el de la lucha por su respeto y reconocimiento dentro de la sociedad. Un camino heredado que aún no ha llegado a su fin.


1 En este epígrafe no se incluye a las místicas ni a las trovadoras. Ambos grupos poseen una entidad lo suficientemente amplia como para dedicarles un capítulo aparte.

Nota a la segunda edición

Han pasado tres años desde que se publicó la primera edición de Mujeres silenciadas en la Edad Media. Fue mi primera incursión en el mundo de la divulgación histórica y he de decir que, desde entonces, los mensajes de agradecimiento que he recibido han sido reconfortantes. Personas anónimas de muchos lugares distintos me han demostrado su agradecimiento por haber escrito este libro.

Lo que más me ha emocionado ha sido saber que mi trabajo ha servido como referente para estudiantes que escogen, cada vez más, temas relacionados con la historia de las mujeres. Así que creo que el objetivo se ha cumplido.

Mujeres silenciadas en la Edad Media ha conseguido aportar su granito de arena a los estudios de género para poder visibilizar cada vez con más nitidez nombres propios de mujeres que vivieron en un pasado en el que no se lo pusieron nada fácil.

Que esta segunda edición se haya hecho realidad es algo que me llena de felicidad. Una realidad que ha sido posible gracias a la labor de una editorial que desde el primer momento creyó en este proyecto y que ha hecho todo lo que ha estado en su mano por ayudar a difundirlo. Esta segunda edición es una prueba de ello.

Desde entonces, he podido seguir divulgando la historia en femenino, pero a mis Mujeres silenciadas en la Edad Media les tengo y siempre les tendré un especial cariño.

Bibliografía

Alba, Y.: Masonas, Córdoba, Almuzara, 2014.

Albacete, C.: Cabellos largos e ideas cortas. Lo que han dicho algunos filósofos sobre la mujer, Madrid, Akal, 1993.

Alexandre-Bidon, D.: La infancia a la sombra de las catedrales, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008.

Álvarez, M.ª T.: Ellas mismas, Madrid, La esfera de los libros, 2003.

Anderson, B. S. y Zinsser, J. P.: Historia de las mujeres. Una historia propia, Barcelona, Crítica, 2009.

Ausoni, A.: La música, Barcelona, Electa, 2006.

Bock, G.: La mujer en la historia de Europa, Barcelina, Crítica, 2001.

Bruckner, M. T.; Shepard, L. y White, S. (eds.): Songs of the Women Troubadours, Nueva York, Garland Publishing, 2000.

Brunelli, D.: Clara de Asís, camino y espejo, Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 2002.

Cabré, M. y Ortiz, T.: Sanadoras, matronas y médicas en Europa. Siglos XII-XX, Barcelona, Icaria, 2001.

Caso, A.: Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras, Barcelona, Planeta, 2007.

Cereta, L.: Collected Letters of a Renaissance Feminist (The Other Voice in Early Modern Europe), Chicago, University of Chicago, 1997.

Cirlot, V.: Hildegard von Bingen y la tradición visionaria de occidente, Barcelona, Herder, 2005.

Cirlot, V. y Garí, B.: La mirada interior: Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Madrid, Siruela, 2008.

Comnena, A.: La Alexiada, Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1989.

Crespo, C.: Maternalias. De la historia de la maternidad, Santa Cruz de Tenerife, Editorial Ob Stare, 2013.

De Bingen, H.: Causas y remedios, en www.hildegardiana.es, 2013.

El alfabeto y el idioma desconocido de Santa Hildegarda, en www.hildegardiana.es, 2013.

El coro de las virtudes, en www.hildegardiana.es, 2013.

Libro de las obras divinas, en www.hildegardiana.es, 2013.

Libro de los méritos de la vida, en www.hildegardiana.es, 2014.

Scivias, conoce los caminos, Madrid, Trotta, 1999.

Dhuoda: Handbook for Her Warrior Son: Liber Manualis, Cambridge Medieval Classics, 1998.

Duby, G.; Perrot, M. y Watson, J. D.: Historia de las mujeres. II. La Edad Media, Madrid, Taurus, 2000.

Historia de la vida privada 2. De la Europa Feudal al Renacimiento, Madrid, Taurus, 2001.

Épiney-Burgard, G. y Zum Brunn, E.: Mujeres trovadoras de Dios, Una tradición silenciada de la Europa Medieval, Barcelona, Paidós, 2007.

Fossier, R.: Gente de la Edad Media, Madrid, Taurus, 2007.

Fuente, M.ª J.: Velos y desvelos: Cristianas, musulmanas y judías en la España medieval, Madrid, La Esfera de los Libros, 2006.

Gleichauf, I.: Mujeres filósofas en la historia, Barcelona, Icaria, 2010.

Greco, G. L. y M. Rose, C.: The Good Wife’s Guide (Le Ménagier de Paris): A Medieval Household Book, Cornell University Press, 2012.

Green, M. H.: The Trotula: An English Translation of the Medieval Compendium of Women’s Medicine, University of Pensilvania, 2001.

Women’s medical practice and health care in Medieval Europe, Chicago Journals, 2000.

Griffiths, F. J.: The Garden of Delights. Reform and Renaissance for Women in the Twelfth Century, University of Pensilvania Press.

Janes, C.: Guardar la casa y cerrar la boca, Madrid, Siruela, 2015.

jansen, S. L.: Anne of France: Lessons for my Daughter (Library of Medieval Women), Cambridge, Brewer, 2012.

Kehew, R. (ed.): Lark in the Morning: The Verses of the Troubadours, The University of Chicago Press, 2005.

La Biblia, Centro Bíblico Católico, 1995.

Laredo Quesada, M. A.: Historia Universal. Edad Media, Barcelona, Vicens Vives, 2001.

Mérida, R.: El gran libro de las brujas, Barcelona, RBA, 2014.

Markale, J.: El amor cortés o la pareja infernal, José J. de Olañeta, 2006.

Morant, I. (dir.): Historia de las mujeres en España y América Latina. De la Prehistoria a la Edad Media, Madrid, Cátedra, 2005.

Pendle, K.: Woman & Music. A History, Indiana University Press, 2001.

Pernoud, R.: Eloisa y Abelardo, Barcelona, El Acantilado, 2011.

Cristina de Pizán, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2000.

Hildegarda de Bingen: Una conciencia inspirada del siglo XII, Barcelona, Paidós, 1998.

La mujer en el tiempo de las catedrales, Barcelona, Andrés Bello, 1999.

Pizán, C. de: La ciudad de las damas, Madrid, Siruela, 2013.

Porete, M.: El espejo de las almas simples, Madrid, Siruela, 2005.

Schaus, M. (ed.): Women and Gender in Medieval Europe: An Encyclopedia, Taylor & Francis Group, 2006.

Starr, M.: The Showings of Julian of Norwich: A New Translation, Charlottesville, Hampton Roads Publishing, 2013.

Verdon, J.: El amor en la Edad Media. La carne, el sexo y el amor, Barcelona, Paidós, 2008.

Ramírez, J. (ed.): Historia del Arte 2. La Edad Media, Madrid, Alianza, 2002.

Rodríguez Santidrián, P. (ed.): Cartas de Abelardo y Eloisa, Alianza Editorial, 2007.

VV. AA.: Creadoras de música, Madrid, Instituto de la Mujer, 2009.

Wilson, K. M.: Medieval women writers, Manchester University Press, 1984.

Zamora Calvo, M.ª J. y Ortiz, A. (eds.): Espejo de brujas. Mujeres transgresoras a través de la Historia, Madrid, Abada Editores, 2012.

Fuentes en internet

Documentación y textos de Hildegarda de Bingen:

http://www.hildegardiana.es/

http://www.hildegard.org/

Mujeres compositoras:

http://www.the-orb.net/encyclop/culture/music/mather.htm

Web oficial de Ciudad del Vaticano:

www.vatican.va

Documentación y textos de santa Clara de Asís:

http://franciscanos.org/esscl/menud2.html

Fragmentos de Vita Christi de Isabel de Villena:

http://tintadellamp.ua.es/biblioteca/vitachristi.xml

To Speak of Silence: Clemence of Barking’s Life of St. Catherine and Her Vision of Female Wisdom:

http://www.academia.edu/1060629/_To_Speak_of_Silence_Clemence_of_Barkings_Life_of_St._Catherine_and_Her_Vision_of_Female_Wisdom_

Textos de santa Catalina de Siena:

https://misticavita.wordpress.com/2012/10/16/santa-catalina-de-siena-textos-para-leer-y-descargar/

im2

cub

im1

© Del texto, Sandra Ferrer Valero, 2016, 2019

© De esta edición, Punto de Vista Editores, S. L., 2019

    Todos los derechos reservados.

Primera edición: mayo 2016

Segunda edición: abril 2019

Publicado por Punto de Vista Editores

info@puntodevistaeditores.com

puntodevistaeditores.com

@puntodevistaed

Diseño de cubierta: Joaquín Gallego

Corrección: Gabriela Torregrosa

Coordinación editorial: Miguel S. Salas

Imagen de cubierta: Bildnis einer jungen Frau. Rogier van der Weyden, Gemäldegalerie, Staatliche Museen zu Berlin, Preuβischer Kulturbesitz.
Fotografía de Volker-H. Schneider.

ISBN: 978-84-16876-73-0

IBIC: HBLC1, BK

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com

Introducción

Cuando se abrió la ventana...

Cuando era pequeña me apasionaban las clases de historia. La Edad Media era mi época favorita. Aún recuerdo aquella pirámide en la que pintábamos a los campesinos en la base, a los caballeros y clérigos en el medio y a los reyes en la cima. Imaginábamos hombres sobre caballos, armados con largas lanzas, monjes rezando en bucólicos claustros y reyes con ricas testas coronadas. Pero ¿y las mujeres? En aquel entonces, hace ya unas décadas, lo cierto es que no me lo planteé. Aparecía alguna damisela con aquellos cucuruchos estrafalarios en la cabeza y hermosos trajes que imitábamos en casa con viejas telas de cortina.

Pasados los años, en una revista de historia medieval, me topé con una mujer, ataviada también con aquellos gorros extraños, acompañada de otras tantas damas. Eran ilustraciones de La ciudad de las damas, aquella gran obra precursora del feminismo —¡en plena Edad Media!— escrita por Cristina de Pizán, considerada la primera escritora profesional de la historia, de quien tendré ocasión de hablar.

Por aquel entonces, ya había descubierto nombres propios femeninos medievales como las archiconocidas Leonor de Aquitania o Juana de Arco. Pero Cristina me abrió una ventana a su ciudad de las damas y a una gran cantidad de preguntas. Leonor fue reina; Juana, una santa. Roles estereotipados de las mujeres en la Edad Media. Pero, en un mundo en el que el 90 % de la población era campesina y las mujeres vivían a la sombra de padres, maridos o clérigos; en un tiempo en el que el analfabetismo estaba, si cabe, más extendido entre las campesinas, ¿cómo podía ser que una mujer, viuda y sola, hubiera conseguido vivir de la palabra escrita, y en el siglo XIV?

Cristina de Pizán fue solo el principio. Luego encontré otros nombres propios como Hildegarda de Bingen, Sabine von Steinbach, Jacoba Félicié, Beatriz de Día, María de Francia, Matilde de Magdeburgo, Catalina de Siena, Brígida de Suecia, Alice Kyteler, Gertrudis de Hefta, En Depintrix, entre otras. No está mal para un tiempo en el que nacer mujer suponía llegar a un mundo de encierro, ya fuera en el hogar o el monasterio. Junto a estos y otros nombres que iré desvelando, para aquellos que quieran acompañarme en este relato, descubrí que las mujeres habían ejercido oficios reservados exclusivamente a los hombres, como constructoras, albañiles, trovadoras, iluminadoras, escritoras, médicas, entre otras actividades. Algunas obtuvieron el aplauso masculino, pero otras perdieron su vida en el intento.

Poco a poco, todas estas mujeres, con nombres propios o anónimas, están siendo descubiertas por grandes historiadores, escritores y periodistas, que reclaman para ellas el lugar que les corresponde en el mundo medieval: un mundo eminentemente masculino y, a menudo, misógino.

Esta es mi aportación para visibilizar a aquellas mujeres, sin denostar por ello a los hombres y alimentar la hoguera de la guerra de sexos. Simplemente descubriendo un universo femenino apasionante y largamente silenciado. Espero que, con el tiempo, este universo se dé a conocer en las clases de historia para que los que ahora son alumnos, como lo fui yo un día, descubran un mundo de hombres y mujeres, y puedan situarlos a todos en el lugar que les corresponde.

… aparecieron las damas

27 de noviembre de 1095. La ciudad de Clermont se ha convertido en el centro del orbe cristiano. Tras sus murallas se está celebrando un concilio en el que se gestará la toma de Jerusalén y la lucha contra el infiel, que la historia conocerá como la Primera Cruzada. Al sínodo de la Iglesia han sido llamados unos trescientos clérigos y laicos que durante varios días se han reunido en la catedral de Clermont. Fuera del templo, que por aquel entonces aún no había tomado la forma gótica posterior, el mundo sigue su curso.

Todos los asistentes al concilio son hombres. Hombres de fe, temerosos de Dios, a quienes se les ha educado en una tradición cristiana en la que las mujeres no salen muy bien paradas. Mientras el destino de sus maridos e hijos se decide intramuros, ellas permanecen ajenas al gran capítulo de la historia que se está escribiendo a tan solo unos metros.

Entre aquellas mujeres encontramos a una joven y tenaz artesana a la que llamaré Marie. Mientras sus hijos corretean por la planta superior de la casa, ella trabaja en el taller de la planta baja con una pequeña cuna a su lado en la que descansa un bebé fajado al que no quiere coger cariño, pues ya ha perdido a tres en el camino. Marie forma parte del gremio textil, porque su marido es maestro de este. Ella es hija de artesanos también y, como tal, trabaja en el negocio familiar.

Más allá de las murallas, donde probablemente llega el tañido de las campanas catedralicias, una campesina, a quien llamaré Jeanne, se afana por preparar el campo en aquellos fríos días de noviembre sabiendo que en casa le espera la cocina. Cuando termine con los pucheros, un pequeño telar aguarda al fondo de la humilde estancia para tejer la ropa de los niños y de su esposo. Sus ropas probablemente estén llenas de remiendos. Lleva a un retoño colgado a la espalda, mientras otros cuatro revolotean a su alrededor. El mayor, por suerte, ya empieza a ser una ayuda importante en el campo.

Colindante a las tierras arrendadas por el marido de Jeanne, un monasterio de monjas benedictinas protege tras sus muros los cuerpos y las almas de las decenas de muchachas que viven de espaldas al siglo, mirando a Cristo, con el que se quieren desposar, y a la Virgen María, a quien sueñan con alcanzar en piedad y santidad.

Aquel 27 de noviembre, el mundo medieval empezaba un capítulo en mayúsculas de la historia, en el que unos cuantos hombres decidieron el destino del resto de hombres y mujeres de la cristiandad. Pero ¿y las mujeres, como Marie, Jeanne y las religiosas, fueron tomadas en consideración? Por supuesto que no. Pero Marie, Jeanne y todas las muchachas más o menos piadosas del cenobio que he imaginado eran mujeres reales que vivieron a la sombra de los hombres. Algunas, sin embargo, salieron a la luz.

Tanto unas como otras son las damas de este relato. Una pequeña ventana abierta a unos siglos apasionantes en los que también vivieron mujeres apasionantes.