cip instituto mora. biblioteca ernesto de la torre villar
nombres: Garay, Graciela de, coordinador. | Aceves Lozano, Jorge E., coordinador
título: Entrevistar ¿para qué?: múltiples escuchas desde diversos cuadrantes / Graciela de Garay y Jorge E. Aceves Lozano.
descripción: Primera edición | Ciudad de México : Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017 | Serie: Historia oral
identificadores: ISBN 978-607-9475-74-1
palabras clave: Historia oral | Metodología | México | Estudio de casos | Vida cotidiana | Relatos personales | Investigación histórica |
clasificación: DEWEY 901 ENT.p | LC D.16.14 E5
Imágenes de portada: Diego Delso, Indígenas contemplando Quito desde El Panecillo, Ecuador, 22 de julio de 2016, Wikimedia Commons y Sutiwat Jutiamornloes, Railway track on Steel bridge –shallow depth of field, imagen utilizada bajo licencia de Shutterstock, id 704105332
Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2018
D. R. ©, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, Ciudad de México.
Conozca nuestro catálogo en www.mora.edu.mx
ISBN: 978-607-9475-74-1
ISBN de ePub: 978-607-8611-05-8
Impreso en México/Printed in Mexico
Introducción
Graciela de Garay y Jorge E. Aceves Lozano
APROXIMACIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS
La historia oral y las formas discursivas
Perla Chinchilla Pawling
La historia oral y su praxis actual: recursos metodológicos, estrategia analítica y toma de decisiones
Jorge E. Aceves Lozano
De la palabra a la escucha. Una reflexión sobre la legitimidad del testimonio de historia oral
Graciela de Garay
Por una escucha de lo inaudible social. Arqueologías y tácticas
Sara E. Makowski Muchnik
SOBRE LA MEMORIA Y LA ESCRITURA DE LA HISTORIA
La fuerza de lo diverso: fuentes escritas, orales y audiovisuales para la investigación de los procesos de legitimación política
Marta Philp
Memoria de los movimientos sociales: una propuesta de análisis
Mario Camarena Ocampo y Rocío Martínez Guzmán
Crónica de una infidelidad. Cavilaciones y decisiones desde el taller del historiador
Claudia Canales Ucha
EXPERIENCIAS EMPÍRICAS
La Virgen de Guadalupe. Apropiación gay de la madre amorosa
Rodrigo Laguarda
La lucha de un sindicalista: una historia oral
Patricia Pensado Leglise
Megaproyectos e historia oral: algunas lecciones del proyecto hidroeléctrico Zimapán veinticinco años después
Carlos Domínguez y Jimena Chávez
“Tú eres recordar”: la historia oral y el estudio del proceso migratorio contemporáneo
Leticia Calderón Chelius
Imágenes, voces y experiencias de y con la discapacidad en México
María Concepción Martínez Omaña
Testimonios de los años de la guerra: un diplomático mexicano en Nicaragua y El Salvador, 1978-1981
Mónica Toussaint
Los caminos de la Jurisdicción Universal: la extradición del represor argentino Ricardo Miguel Cavallo
Araceli Leal Castillo
Fuentes orales y represión política: antes y después de la ciencia
Silvia Dutrénit y César Tcach
Índice temático
Sobre los autores
Graciela de Garay y Jorge E. Aceves Lozano
Este libro, además de sus aportes originales, es provocativo y novedoso por las propuestas teórico-metodológicas que se plantean en los ensayos de la primera sección. Conviene advertir que los textos incluidos en la segunda y tercera secciones presentan información que ya había sido analizada en investigaciones previas. Sin embargo todos sus autores, desde diversos campos de conocimiento y experiencias académicas, se dieron a la tarea de reflexionar sobre la entrevista, en particular acerca de la historia oral, como una metodología que trasciende las fronteras de la investigación histórica por sus posibilidades de aplicación en un dilatado arco disciplinar, curiosamente representado por los historiadores, antropólogos, sociólogos y latinoamericanistas que, de los años 2014 a 2016, integraron en el Instituto Mora el seminario interinstitucional “Historia oral hoy: miradas interdisciplinarias desde los márgenes latinoamericanos”. Fruto de estos encuentros son los artículos publicados en esta obra dirigida a los interesados en recordar el pasado para comprender la compleja realidad social contemporánea.
Como eje articulador de los trabajos se reconoce que teoría y práctica de la historia oral no van separadas. El registro de la entrevista y la interpretación del relato no pueden desarticulase, considerando que en la historia oral el estudioso está implicado tanto en la creación de la fuente, a partir del relato de una persona viva, como en la asignación de sus significados por medio del trabajo interpretativo.
No obstante las bondades derivadas de los múltiples y variados usos de la entrevista como herramienta de investigación cualitativa en diferentes áreas del saber, los autores de esta antología se cuestionan sobre el uso arbitrario de las reglas que, de uniformarse, podrían identificar a la historia oral como un género estable y bien consolidado.
De hecho, los participantes reconocen como una consecuencia problemática de esta diversidad, la inevitable evaporación del término historia oral, al grado de que cualquier entrevista grabada con un individuo se puede clasificar como historia oral y, con ello, los historiadores orales, además de renunciar a sus derechos exclusivos como profesionales de este movimiento, pierden el control sobre la práctica y la calidad de sus hallazgos. ¿Qué es entonces historia oral y cuál es su estatus? ¿Se trata de una metodología, de una disciplina? ¿Puede esta indefinición ubicar a la historia oral como un “subgénero” de la historia? La inquietud que plantean las preguntas antes citadas no se refiere exclusivamente a qué clase de género es la historia oral; se trata, más bien, de indagar de qué manera la “ley de género”, siguiendo el título del famoso ensayo de Jacques Derrida, sirve para legitimar ciertas narrativas autobiográficas, en este caso la historia oral, la historia de vida, y no otras. De acuerdo con Derrida, está en la propia noción de género constituirse en normas e interdicciones. Por tanto, desde el momento en que se asume un género, uno está obligado a respetar una norma y evitar el cruce de la línea de demarcación, para no arriesgarse a la impureza, a la anomalía, a la monstruosidad. Lo que aquí está en juego, según Derrida, no es el poder de los textos individuales de transgredir la ley del género, sino, más bien, la manera en que la ley del género sólo puede operar mediante su propia apertura a la transgresión. Con esto Derrida se refiere a los bordes del texto, lo que se sitúa afuera y adentro. Sus escritos analizan una y otra vez la imposibilidad de estabilizar los textos desde afuera, ya que todas las marcas desde el exterior –como el título o la firma– son absorbidos en el proceso de engendrar el texto. A manera de establecer un alto grado de generalización, se puede decir que el género es necesariamente demasiado general, pero nunca es suficientemente general.1
Por otra parte, siguiendo a la historiadora Lynn Abrams, es importante distinguir que cualquier investigación cualitativa que se base en una entrevista es una pariente cercana de la historia oral, aunque no siempre comparta el carácter distintivo de la historia oral: el acto de recordar el pasado para comprender.2
Aun así, el gran éxito de la historia oral se explica por su cruce a través de las humanidades y las ciencias sociales. Este contacto ha propiciado una relación de intercambio de experiencias muy fructífera entre teóricos y practicantes, con formaciones y miradas diferentes. Cada uno importa al campo sus propios conocimientos y habilidades. El resultado es una práctica de investigación en constante cambio a partir de su retroalimentación con los hallazgos generados en otras disciplinas.
Después de leer y criticar en repetidas ocasiones los escritos en proceso, los participantes coincidieron que aun cuando la entrevista es un instrumento esencial en la investigación cualitativa, sus potencialidades aumentan al teorizar sobre sus componentes: la memoria, la oralidad, la subjetividad, el uso del lenguaje, las estructuras narrativas, los modos de comunicación, la legitimidad del testimonio, así como los problemas relacionados con la ética y el poder. Las reflexiones derivadas de este esfuerzo especulativo sugieren códigos para comprender problemáticas como la agencia del sujeto, las experiencias de género.
Efectivamente, en la actualidad la entrevista es una fórmula recurrente para obtener, a través de testigos y actores directos, un retrato instantáneo del diario acontecer, con el propósito de construir, después de análisis, una explicación provisional con consenso de verdad. No obstante, pocos entrevistadores ventilan sus experiencias en cuanto al desarrollo de las interrelaciones en estos encuentros, aun cuando el acto comunicativo que implica la entrevista es tan diferente de la encuesta y todavía más de la consulta de documentos como fuentes primarias en archivos. La entrevista se basa en el diálogo entre la persona que pregunta y la que responde sobre algo de mutuo interés para los copartícipes.3
La entrevista, para ser efectiva, requiere de la colaboración entre las partes; es decir, la disposición del entrevistador a escuchar y guiar al otro en su regreso simbólico al pasado y la voluntad del entrevistado de recordar y compartir lo vivido sin más freno que la autocensura. Esta compleja relación dialógica impone un juego intersubjetivo que atraviesa las identidades asumidas por los actores involucrados, evidentes en las categorías sociobiológicas que los representan, como edad, género, clase, etnia, religión, actividad socioeconómica. Todas estas son distinciones o marcas que indudablemente afectan la relación de entrevista en cuanto a la empatía, el suave fluir de las narrativas evocadas, el crítico equilibrio entre la información fáctica proporcionada y la reflexividad que acompaña las vivencias recordadas.
Pero ¿qué hacer frente al dilema de la oralidad? Ese reto titánico de ser fiel a la palabra, que de buena fe el narrador comunica al académico, avalado por su compromiso epistemológico con la verdad y su deber ético de transmitir los significados consignados por el narrador en su relato, se abre a la discusión en este libro. Vano esfuerzo, el de preservar a pie juntillas el formato de la historia grabada, porque el trabajo de la entrevista implica, desde sus inicios, procesos de selección e interpretación, presentes desde la grabación del relato, pasando por su transcripción e incluso por la fase de la contextualización, análisis e interpretación de lo narrado. Todas estas etapas conllevan, en grados diferentes, a distanciamientos del original. De hecho, la transcripción y la edición de la palabra, para acceder a su racionalidad, son sólo formas de representar esa oralidad siempre volátil, resultado de una situación comunicativa única e irrepetible, reflejo de un contexto cultural particular, ubicado en un tiempo y espacio específicos. Sucede que la sensación de proximidad y realismo que otorga al relato hablado su carácter persuasivo se pierde en la transcripción, porque el acto de recrear supone una traducción y, por lo tanto, una traición. Sin embargo, el editor reflexivo siempre consigue, con los artilugios del lenguaje, abrir el abanico de significados ocultos en el relato para su interpretación.
Pero es necesario subrayar que el estatus de la historia oral y de las historias de vida, entendidas como narrativas autobiográficas orales, corresponde más a un acto de creación que a una mera transcripción del pasado. Esto implica reconceptualizar las narrativas autorreferenciales no como lugares de la verdad de una vida, sino como creaciones o representaciones autobiográficas de lo vivido.4
Otro tema para la reflexión fue el valor de la memoria como un producto cultural, porque más que ofrecer datos para la historia, es un modo de comunicación que articula el pasado con el presente. En otras palabras, mientras los testimonios grabados en la entrevista generan evidencia material en forma de descripción, el análisis narrativo de los relatos orales aporta una contribución significativa en la medida que constituye una vía para percibir de qué manera las personas vinculan las experiencias subjetivas del pasado con el presente. Cómo el pasado es recordado, resignificado y reconstruido por los individuos en el presente. De hecho, Ron Grele, pionero de la historia oral, advierte que en las entrevistas la gente cuenta no sólo lo que pasó, sino también lo que pensó y cómo internalizó e interpretó lo sucedido. El testimonio personal generado en la entrevista funciona como interfaz entre la memoria personal y el mundo social. Fue justamente en 1980 cuando los historiadores cayeron en la cuenta de que necesitaban otros marcos interpretativos, derivados de otras disciplinas, para comprender lo que ocurría en una entrevista de historia oral.5
En efecto, uno de los logros del seminario fue superar el diálogo de sordos entre las ciencias sociales que continuamente desvirtúan la retroalimentación interdisciplinar, elemento clave para el avance del conocimiento. Baste recorrer el índice del libro para comprobar esta aseveración.
De hecho, los investigadores que respondieron a la convocatoria del seminario lo hicieron entusiasmados por dos razones. Por un lado, los culturalistas abrazaron la posibilidad de interpretar los significados y los sentidos esbozados en los relatos de experiencia y, por otro, los identificados con una historia oral más pragmática buscaron en los relatos pistas para realizar diagnósticos sociales y procurar –en la medida de lo posible– empujar el cambio social y político.
A partir del giro subjetivo, que devolvió al individuo su lugar en la historia, los practicantes de la historia cultural se valieron de la historia oral para descubrir lo excepcional, el indicio que se resiste a la normalización y las subjetividades que destacan como anomalía, oculta en el discurso de lo inaudible social –propio de los locos–. Otros, en cambio, exploraron la vida cotidiana de las personas para identificar en sus trayectorias sociales negociaciones, transgresiones o variantes, como ocurre cuando la comunidad gay en México se apropia de símbolos religiosos, como la virgen de Guadalupe, a pesar de la resistencia de los sectores más conservadores, que suponen a esta imagen devocional como patrimonio exclusivo de los católicos heterosexuales. Estas negociaciones también se manifiestan al analizar las memorias de los protagonistas de movimientos sociales, en la historia de vida de un sindicalista, e incluso en el relato de un diplomático mexicano, responsable de acoger en la embajada a quienes huían del régimen somocista y solicitaban el asilo para salvar sus vidas en la segunda mitad de la década de 1970. Al reverso de la medalla de estas gestas heroicas se despliega un esfuerzo por reconstruir el proceso que puso fin a la impunidad del represor argentino Ricardo Miguel Cavallo, a partir de los testimonios de las víctimas de este criminal de guerra, que dieron la pauta para obtener su extradición por los delitos de genocidio y terrorismo.
La corriente que llaman posmoderna porque se inscribe en una historia oral pragmática interesada en comparar en el tiempo problemáticas sociales y, en función de las vivencias plasmadas en los testimonios, diseñar políticas públicas que mejoren la calidad de vida de las personas, ya sean discapacitadas, enfermos mentales, víctimas del desplazamiento forzado, de crímenes de guerra, de violación de derechos humanos migrantes; en este caso, en particular, se recogen las voces de los presos políticos desaparecidos durante la represión en Argentina mediante fuentes orales que relacionan las primeras denuncias, las solicitudes de búsqueda de las víctimas y la voz contundente de la evidencia forense que presenta los hallazgos de los restos de personas desaparecidas.
Ciertamente, el carácter social de la subjetividad, más allá de su dimensión autorreferencial, así como las posibilidades epistemológicas que ofrece el testimonio para comprender la dialéctica individuo-sociedad, fueron motivaciones suficientes para convenir al equipo en su búsqueda de la verdad, motor de la existencia humana.
La historia oral, como parte de un campo disciplinario más amplio, ha transitado por diversas fases o etapas de crecimiento en las últimas cuatro décadas. Esto ha ocurrido no sólo en México, sino que aconteció a escala internacional de manera simultánea y sin que existiera un solo centro hegemónico de difusión que impusiera un modelo generalizado para una praxis normalizada a escala planetaria. El reconocimiento de la historia oral en el campo amplio de las ciencias históricas y humanísticas fue el impulso inicial para su gradual fortalecimiento, como una opción alterna y complementaria que pretende dar cuenta de la sociedad en su tiempo pasado, pero desde la perspectiva y problemáticas que en el presente se experimentan. Esta intencionalidad presentista de la historia oral es una pieza clave en su desarrollo disciplinar. Desde muy al principio de su praxis, a mediados del siglo xx, el trabajo con la oralidad y la potencialidad epistemológica de construir conocimiento a partir de producir los relatos de vida, los testimonios autobiográficos, las narrativas personales que dan cuenta del punto de vista de los sujetos sociales, fue el motor y programa de trabajo de los pioneros entusiastas y posteriores practicantes de la historia oral. Mediante la producción de esta “materia primordial” que nos aporta la vívida experiencia de los sujetos sociales, obtenida a través de sistemáticas conversaciones y entrevistas, es que la praxis de la historia oral aporta originalidad, complementa fuentes históricas documentales preexistentes, y contribuye a la ampliación del conocimiento de la historia reciente y de problemáticas relevantes de la sociedad contemporánea.
En las fases iniciales de la praxis de las y los historiadores orales se innovaba y experimentaba al hacer camino, se transitaban diversas rutas metodológicas con fines y programas de investigación científica igualmente plurales. Hubo estilos y prácticas de historia oral que tuvieron como finalidad principal la fabricación de archivos y la de ofrecer las nuevas fuentes orales al escrutinio del público más amplio. Un propósito de archivismo profesional que buscaba una manera eficiente de hacer público el acceso a la materia prima de aspectos de la historia reciente, que habían sido depositados en estos espacios especializados de la memoria social mediante el trabajo y el espíritu entusiasta de las primeras generaciones de historiadores orales. Los archivos orales, de la palabra compilada, de las memorias recolectadas, constituyeron la plataforma objetiva donde las nuevas “fuentes orales” fueron dispuestas para aportar y potenciar la comprensión y explicación de diversos fenómenos sociohistóricos que experimentaron nuestras sociedades. Las nuevas fuentes orales no sólo llenaron un hueco omiso de la praxis historiográfica, contribuyeron a dar respuesta a diversas inquietudes y demandas sociales sobre el caudal de versiones y “verdades oficiales” implantadas, que eran insostenibles al paso del tiempo y por la crítica tenaz de los movimientos sociales que impugnaban y generaban otras versiones contrahegemónicas de la historia acontecida.
La praxis de la historia oral –cuyo motor primero fue la construcción de las fuentes orales– se ha mantenido a lo largo de su desarrollo, aunque ha variado la escala y la amplitud de los esfuerzos de construcción archivística. Del propósito inicial de conformar grandes acervos de la palabra, se ha transitado a la generación de múltiples iniciativas sociales e institucionales de carácter regional y locales. La multiplicación de archivos locales de pequeña escala y alcance modesto ha sido la tendencia general, sin que hayan desaparecido del todo proyectos de archivos públicos a escala mayor y de alcance más amplio, por lo común generados desde instancias institucionales del Estado. Sin embargo, la praxis de la historia oral no se termina ni se limita a la construcción de los archivos orales, es una de sus finalidades y es una de las condiciones de su existencia como práctica disciplinar que la distingue y la afirma en identidad disciplinar. La producción de las fuentes orales es parte del proceso de la experiencia del “hacer” la investigación, es una parte central sin duda, no obstante, no es el último escalón por andar. Lo que queda por recorrer es la organización, sistematización y análisis de los materiales recabados, con la finalidad de utilizarlos y anclar en tales fuentes nuestra reflexión e interpretación sea cual sea la amalgama teórico-metodológica disciplinaria en la que nos situemos.
En etapas tempranas del desenvolvimiento de la praxis de la historia oral, además de cumplir con la construcción de la fuente oral, existía la intención de lograr la difusión amplia y aprovechar las tecnologías de la comunicación moderna vigentes por entonces (prensa, radio y televisión), para dar a conocer la perspectiva y experiencia de los sectores sociales desprovistos de la “palabra” y que se pretendía reivindicar de una vez por todas. La ética de compromiso por la visibilización de la palabra de aquellos “otros” se convirtió en el punto de llegada final de esta praxis cuya impostura se expresaba en clave populista e idealizada. Las décadas de los años sesenta y setenta fueron el contexto y la inspiración para esta aguerrida praxis. Sin desaparecer del todo, cada vez es menos visible este “estilo” ya que fue caracterizado por reducir la praxis de la historia oral a un simple difusor de las fuentes orales, sin plantearse el objetivo de contribuir a la comprensión y posible explicación de los problemas de la historia acontecida. Sin negar el potencial impugnador del testimonio biográfico, reducir la praxis a un mero propagador de la fuente oral ha sido una limitación y una debilidad epistemológica, y no sólo un desliz metodológico.
Desde los años ochenta del siglo pasado, la orientación que ganó el mayor número de adhesiones fue la que proponía un estilo o modalidad orientada teóricamente y con el fin último de lograr interpretaciones que fueran fundadas en enfoques y marcos conceptuales sólidos y que experimentaran ulteriores procesos de comunicación, utilizando las antiguas y las nuevas plataformas tecnológicas, particularmente el internet y los diversos medios, dispositivos y redes digitales. La praxis de la historia oral necesitó y procuró enriquecer su arsenal de métodos y técnicas, así como ampliar sus enfoques y entramados teóricos. La convergencia con diversas disciplinas sociales y humanas aportó una fuerza y energía que revitalizó no sólo los modos del quehacer convencional, sino que pluralizó las cuestiones a resolver, las preguntas a plantear, los caminos a experimentar. La confluencia entre disciplinas como la antropología social, la sociología de orientación cualitativa, la geografía humana, la psicología social, los estudios del lenguaje y de la comunicación, los estudios literarios y del discurso, etcétera, contribuyeron a ampliar y complejizar las tareas productivas, analíticas e interpretativas de la historia oral involucrada e inspirada en los caminos que ofrece la interdisciplinariedad. El énfasis en la fundamentación teórica, el análisis interpretativo de las fuentes orales –al igual que con las otras fuentes históricas–, y la actitud reflexiva del propio quehacer investigador fueron las coordenadas y puntos de referencia para la pertenencia e identificación en el campo disciplinar particular; así como la motivación para innovar y avanzar en la revitalizada praxis de la historia oral que se percibía a nivel internacional como un movimiento intelectual anclado de manera principal en los ámbitos académicos, pero no de manera exclusiva.
Es necesario indicar que en las sucesivas fases del desarrollo de la historia oral no ha habido un proceso de sustitución y eliminación de unas modalidades, fases o estilos por otros, ya que las diversas praxis coexisten, pero sí con un peso relativo diferencial, según los contextos y coyunturas donde se despliegue la praxis. El estilo teórico/reflexivo/interpretativo es la modalidad más preferida y reproducida, se manifiesta en los sucesivos congresos y reuniones académicos internacionales, en los contenidos y los órganos editoriales y de asesores de las principales revistas internacionales de historia oral, asimismo en las formas y estructuras organizativas de carácter nacional e internacional que agrupan y propician la convergencia de las diversas praxis de la historia oral. Para América Latina tenemos el ejemplo de la Red Latinoamericana de Historia Oral (relaho), a nivel intercontinental existe la Asociación Internacional de Historia Oral (ioha). Cada instancia nacional e internacional produce sus propias redes y espacios de comunicación, afianzando y reproduciendo esquemas y modelos paradigmáticos que orientan y convocan a las distintas formas de hacer historia oral. Muchos países latinoamericanos, por ejemplo, tienen sus propias asociaciones nacionales, sus revistas y espacios editoriales, sus medios y recursos para la difusión y comunicación estratégica de sus trabajos. Países como México, Brasil y Argentina han destacado en su presencia y en los aportes que han logrado sus historiadores orales desde las primeras etapas del desarrollo de la historia oral latinoamericana. Otras naciones del Sur americano –Chile, Perú, Colombia, Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Cuba, por mencionar algunas– también han contribuido con valiosas aportaciones al enriquecimiento de la praxis de la historia oral contemporánea. El panorama de la producción latinoamericana es muy amplio, diverso y complejo. Está aún por hacerse el balance de la cuestión respectivo. Hay aportes sustanciosos a nivel de países en lo particular. Será una tarea pendiente para las instancias internacionales, las asociaciones regionales continentales y las plataformas editoriales de alcance global. Para el caso de México, hay numerosas contribuciones que dan cuenta de los inicios y de las primeras y subsiguientes etapas de su desarrollo, legitimización y expansión institucional y social (véase nota al final).
En México –desde 1988– se han organizado encuentros académicos dedicados específicamente a convocar practicantes e interesados en la historia oral, así como a los que de diversa manera abordan cuestiones de la oralidad, las historias de vida en todas sus vertientes disciplinarias, las tradiciones orales, asuntos de la memoria social, colectiva e individual, los enfoques biográficos más recientes, etcétera. La Asociación Mexicana de Historia Oral (amho), formada en 1996, ha impulsado y organizado de manera importante su práctica en diversos puntos geográficos del país, organizando seminarios y encuentros académicos bianuales, talleres de formación, impreso boletines y contribuido a la publicación de memorias, compilaciones y diversas publicaciones en torno a la historia oral. A la fecha, se han verificado once congresos internacionales de historia oral convocados por la amho y múltiples instituciones participantes, el último se verificó en la ciudad de México, en julio de 2017, en las instalaciones del Instituto Mora. Por otra parte, pero en estrecha vinculación con el desarrollo y la práctica de la historia oral en nuestro país, desde 1990, el Instituto Mora continúa con la impartición de sus talleres anuales dedicados a la teoría, métodos y técnicas de investigación en historia oral, de tal suerte que, en junio de 2017, se realizó la edición número 27 del bien reconocido taller. Investigadores de otras instituciones, además del Instituto Mora, han tenido un papel activo y han participado de manera regular en mantener activo el campo de acción de la historia oral en México. Hay universidades públicas como las de Colima, Guadalajara, Guanajuato, la Nacional de México, uam; institutos y centros de investigación como el inah y el ciesas; y también instituciones gubernamentales que, como el conacyt, han apoyado proyectos, publicaciones y eventos donde ha estado la historia oral de por medio.
Hace tres décadas la praxis de la historia oral era considerada un quehacer secundario, de poco prestigio en el campo historiográfico, con pocas probabilidades de obtener recursos y apoyos financieros para sus proyectos de investigación y difusión. Se le concedía un reconocimiento de método y técnica auxiliar de las ciencias históricas, prescindible y de poca confiabilidad, dado que su materia era la subjetividad, el testimonio, la memoria autobiográfica. No aparecía en los procesos formativos de los historiadores, se aprendía fuera de los planes de estudio formales. Las y los practicantes pioneros (como las historiadoras Eugenia Meyer y Alicia Olivera, del inah) se toparon con esos obstáculos y con el tiempo los sortearon, involucraron a más aprendices y entusiastas de lo que prometía este estilo de hacer investigación desde el tiempo presente sobre los tiempos pasados. Aquí no hay espacio para hacer un pormenorizado recuento de tales historias y experiencias en muchos aspectos de carácter fundacional y de trascendencia. Sin embargo, el hecho es que la historia oral, en las esferas institucionales, académicas, sociales y de la comunicación de la historia reciente, ha logrado crecer y obtener reconocimiento en tales esferas, sus aportes han tenido valoraciones positivas y su potencialidad epistemológica no ha estado en cuestión; lo que tampoco quiere decir que no haya retos que superar, trabas institucionales que enfrentar, interlocutores que habrá que convencer y nuevos públicos a los que hay que acceder. Nuevos practicantes e investigadores entusiastas de la actual historia oral podrán potenciar los medios, recursos y dispositivos de las nuevas tecnologías de comunicación para desarrollar y adecuar sus procesos y resultados de la investigación, ya que, siendo más diestros en su manejo y por haber sido socializados como nativos de una era digital, las nuevas prácticas se irán perfilando como las convenientes e innovarán sobre los viejos saberes y rutinas establecidas. El campo de la historia oral debe procurar ser para fortalecerse aún más flexible, dinámico y no aislarse en un compartimento disciplinario; la apuesta por la convergencia entre las disciplinas sociales y humanas ofrecerá –de nueva cuenta– la llegada a un puerto más seguro.
La práctica de la historia oral al día de hoy es, como se ha mencionado con anterioridad, heredera de modos y estilos de investigación ensayados desde los años ochenta del siglo pasado; ciertamente ha acumulado experiencias y muchos aprendizajes que han sido compartidos y socializados en los espacios de formación –los talleres de historia oral, por ejemplo– y en los espacios de encuentro y vinculación –los seminarios y congresos–, así como en los espacios editoriales y de comunicación de sus resultados –publicaciones, exposiciones, entrevistas, etcétera–. En la actualidad hay mayor número de aprendices y profesionales practicantes de la historia oral; mayor número de instituciones que la apoyan y facilitan su práctica; existe el acceso a mayores recursos tecnológicos que benefician la generación, almacenamiento, conservación y difusión de las fuentes orales; hay organizaciones sociales que agrupan a los practicantes y los representan, como la amho, y también organismos que los vinculan y activan como movimiento intelectual a escala internacional, como la ioha y la relaho. Esta forma de historia oral se ha consolidado, y el aislamiento y la relativa timidez en el que se encontraba en un inicio, ya no existe más; la tolerancia y la condescendencia que experimentó se cambió de manera gradual por el reconocimiento de su presencia legítima en el campo académico del que surgió y en el que permanece hasta hoy.
La historia oral –el día de hoy– puede recorrer y proponer diversos caminos hacia el conocimiento de la historia de la sociedad contemporánea, construye sus propias fuentes históricas –las fuentes orales–, de manera sistemática desarrolla sus indagaciones, se fundamenta en teorías y se ubica en debates científicos pertinentes de su campo, construye de manera dialógica su conocimiento y observa una praxis ética y responsable. Al trabajar de manera intensa con los procesos y manifestaciones de la memoria –social, colectiva y personal–, se compromete con las tareas de la interpretación histórica y en la construcción y reconfiguración del sentido de la experiencia humana. La praxis actual de la historia oral –en sus recorridos y en sus resultados– es un ejercicio plural. Buena parte del resultante se explica por la implicación del propio ejecutante, es decir, del historiador oral actuante. El constructo expresa tanto la parte del sujeto social investigado como una parte del sujeto investigador responsable y propiciador de los encuentros comunicativos que construyeron la fuente oral. Ahora la reflexividad es parte del arsenal metodológico necesario para dar cuenta de los modos, actitudes, prácticas, métodos, técnicas, instrumentos, y aún de las emociones involucradas en el proceso de investigación y de los encuentros dialógicos que generan tales fuentes orales. La credibilidad, la validez, la confiabilidad de los productos resultantes son parámetros que están por lo general considerados para su debate, pero se resuelven en distinto grado y medida. La demanda de objetividad se verifica en la explicitación puntual de los procedimientos y operaciones de construcción de los materiales de la memoria, así como en el rigor del tratamiento sistemático que se experimenta en su manejo y su análisis. La historia oral como se pretende practicar al día de hoy incorpora diversos mecanismos de autocrítica epistemológica con la finalidad de consolidar los corpus de conocimiento producidos y fortalecer las interpretaciones obtenidas.
De manera que los trabajos que ahora se presentan en este libro colectivo expresan los caminos que se pueden recorrer, desde diversas institucionalidades, disciplinas sociales y humanas varias, personas con trayectos diferentes, con posturas teóricas y posicionamientos epistemológicos distintos, pero con el objetivo compartido de trabajar y reflexionar concienzudamente sobre el material que nos aportan las fuentes orales, el trabajar con las diversas memorias, el de haber generado conversaciones dialógicas que privilegian el punto de vista de los narradores, sus versiones y visiones del mundo; la oralidad como el camino a un tipo de conocimiento que no estaba disponible con anterioridad: la plataforma de la historia oral que nos posibilitó la comunicación en un espacio académico específico a lo largo de dos años. Los trabajos que integran este libro son resultantes de ese seminario de discusión y reflejan parte de la manera en que en la actualidad sus participantes concebimos y practicamos la historia oral. Los aportes que se derivan del conjunto de los trabajos son de orden teórico, metodológico, desarrollo de líneas temáticas de estudio y ejemplificación de rutas y caminos posibles para la praxis de la historia oral actual.
Los autores se encuentran ubicados en universidades y centros de investigación diversos: diez forman parte del Instituto Mora, dos de la Dirección de Estudios Históricos del inah, dos más son parte de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina; y un autor de cada una de las siguientes instituciones: ciesas Occidente, Facultad de Filosofía y Letras-unam, Universidad Iberoamericana-Santa Fe y Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Quienes colaboran en este libro proceden también de varias disciplinas sociales y humanas: Historia, Antropología Social, Sociología, Estudios Latinoamericanos y Ciencia Política.
Esta pluralidad institucional y disciplinaria expresa una convergencia al abordar la historia oral y sus fuentes propias. Las miradas particulares de los autores coinciden en algo principal: la relevancia de considerar la fuente oral como un camino adecuado para ampliar el conocimiento de la experiencia y los sentidos de la misma de los sujetos sociales con los que se ha interactuado. Habrá ciertas diferencias metodológicas en el proceso de producción de la fuente oral, así como en las maneras de su tratamiento y análisis; no obstante prevalece su centralidad como sustento y fundamento para la interpretación y explicación de las cuestiones problemáticas planteadas. Las fuentes orales construidas a partir de esas investigaciones no funcionan como un simple e interesante adorno descriptivo de los procesos y fenómenos estudiados, ya que su papel es estratégico y necesario en términos de la relevancia y pertinencia. El por qué y el para qué son cuestiones de principio de la acción investigadora.
Cada uno de los trabajos que componen esta obra tiene un perfil específico, por lo que sus contribuciones hay que señalarlas ahora de manera sintética tratando de esclarecer similitudes y diferencias, no con la intención de homogeneizar sus aportes, sino de resaltar la diversidad de las contribuciones en el campo de investigación que corresponde a la historia oral de la actualidad. Los primeros siete capítulos del libro (Chinchilla, Aceves, De Garay, Makowski, Philp, Camarena y Martínez Guzmán, y Canales) tienen un carácter teórico-metodológico, hacen revisiones conceptuales y balances historiográficos específicos. Abordan el campo y la praxis de la historia oral actual, discuten sus aportes y los problemas epistemológicos y heurísticos a los que se enfrenta, se proponen alternativas y caminos para recorrer y experimentar de manera más enriquecedora la práctica de la historia oral. Se discute la relevancia de promover aún más una práctica reflexiva y crítica en el quehacer investigador del historiador oral.
Un segundo bloque de trabajos lo integran los siguientes ocho capítulos (Laguarda, Pensado, Domínguez y Chávez, Calderón, Martínez Omaña, Toussaint, Leal, y Dutrénit y Tcach), todos ellos resultados parciales de investigación cuya intencionalidad inmediata es dar cuenta de estudios específicos o de caso que las y los investigadores están en condición de compartir para contribuir a la discusión sobre la práctica de la historia oral actual desde sus plataformas disciplinarias e institucionales donde llevan a cabo sus trabajos. Varios de estos tienen también la intención de aportar a la discusión teórica de los problemas planteados y generar propuestas de análisis y reflexión a partir de los estudios presentados. En general, estos ocho trabajos ilustran y nos muestran aspectos de la “cocina” del quehacer de la historia oral en su aplicación a temas concretos de estudio. Los lectores que no conozcan qué es y cómo se hace la historia oral podrán apreciar en el conjunto de estos textos los caminos, los esfuerzos que se requieren, las prácticas que involucra, los hallazgos que se pueden esperar, así como los retos y problemas que, como en cualquier otra disciplina científica, se puede y debe enfrentar.
El texto que abre este libro es el de Perla Chinchilla, quien inicia su trabajo Historia oral y formas discursivas afirmando que, en la actualidad, uno de los problemas con los que ha tenido que enfrentarse la historia oral en el espacio historiográfico es el de su identidad. Si bien ya hay un buen número de trabajos teóricos que han abordado el asunto, lo que la autora propone es una aproximación de tipo heurístico para acercarse a esta interrogante a partir de la categoría de “forma-discursiva”. A través de ella pretende desentrañar dicha identidad en función de las expectativas del lector de diversos productos impresos elaborados como “historia oral”. En otros términos, se trata de averiguar si el receptor de estos trabajos identifica a la “historia oral” como una específica “forma discursiva o no”; y si fuera el segundo caso, qué es lo que lee cuando se aproxima a estos textos. En su escrito, la autora revisa gran número de trabajos del campo de producción de la historia oral y ensaya su modelo analítico para abordar el problema identitario y las formas discursivas correspondientes.
El ensayo de Jorge E. Aceves, La historia oral y su praxis actual: recursos metodológicos, estrategia analítica y toma de decisiones, habla sobre la praxis actual de la historia oral desde su propia experiencia, destacando las estrategias metodológicas y los recursos analíticos en el proceso de toma de decisiones que acompaña a todo proyecto de investigación orientado a la historia oral. Aquí se afirma que el proceso de investigación es una serie interconectada de decisiones de diverso tipo y consecuencias. La praxis de la historia oral, expone Aceves, es un camino modelado por las decisiones teóricas, metodológicas, técnicas y pragmáticas que de manera reflexiva y sistemática contribuyen a orientar y organizar la tarea investigadora. Considera que “la historia oral actual es un procedimiento establecido para la construcción de nuevas fuentes para la investigación histórica mediante la formación de corpus de información integrados por los testimonios orales recogidos para investigaciones específicas, a partir de problemas y puntos de partida teórico-metodológicos explícitos”. Por lo cual la práctica de la historia oral realizada de manera sistemática, reflexiva y estratégicamente diseñada –en clave cualitativa, subraya el autor– tendrá mejores posibilidades de experimentar un proceso de toma de decisiones mejor fundamentado y con resultados de mayor valía.
El capítulo de Graciela de Garay, De la palabra a la escucha. Una reflexión sobre la legitimidad del testimonio de historia oral, es una explícita reflexión teórica y epistemológica sobre aspectos centrales del quehacer de la historia oral actual. De entrada, De Garay se pregunta si “¿podrán las entrevistas de historia oral, entendidas como una conversación o diálogo, contribuir a la negociación de los puntos de vista que separan a las partes para construir un conocimiento que aproxime a la verdad? Pero –se cuestiona ella misma– ¿de qué verdad se habla en historia oral?”. En su contribución, reflexiona sobre dos importantes presupuestos epistemológicos que caracterizan a la historia oral: el dar la voz y el escuchar al otro. El propósito es analizar el proceso por medio del cual se ha colocado a las verdades positiva e histórica en un mismo nivel y que ha derivado en el cuestionamiento de la legitimidad de la fuente oral como evidencia legal para impartir justicia. Para intentar dar respuesta a esta cuestión, De Garay ofrece una salida metodológica en la que la entrevista de historia oral sea vista como un proceso de comunicación dialógica de escucha alerta, encaminada a la construcción de una verdad histórica o humana, diferente a la verdad judicial.
Enseguida, Sara E. Makowski, en su capítulo Por una escucha de lo inaudible social. Arqueologías y tácticas, explora las posibilidades de la escucha en contextos de sufrimiento social y exclusión con sujetos que han perdido la voz. Es una apuesta por dotar de sonoridad a lo inaudible social, y de encontrar las huellas del sujeto aún en los límites de la experiencia de invisibilidad y afonía. La autora propone como vía de acceso a lo inaudible social una escucha arqueológica que asuma que el silencio tiene la valencia de un vestigio o resto que es necesario develar y descifrar. Centralmente, la escucha arqueológica genera una situación de coproducción narrativa que, a través de la recuperación de la voz y la palabra del excluido, acompaña al sujeto en el trabajo de rearmado y ensamblaje de otro texto y otro trayecto biográfico y social. La propuesta de Makowski sobre la escucha arqueológica se pone en juego en dos escenarios distintos de exclusión social: una cárcel de mujeres y un contexto urbano con jóvenes que viven en situación de calle. En ambos casos, se intenta poner de relieve las potencialidades de esta escucha arqueológica para habilitar otros agenciamientos subjetivos y nuevas formas de enunciación.
En su participación llamada La fuerza de lo diverso: fuentes escritas, orales y audiovisuales para la investigación de los procesos de legitimación política, Marta Philp se propone compartir su itinerario como investigadora en torno a un tema tan antiguo como vigente: el de la justificación del poder. En un primer momento y como punto de partida, delimita el problema de investigación, centrado en los usos del pasado en la historia argentina reciente, desde fines de los años sesenta hasta fines de la década de los ochenta. Un periodo caracterizado por la alternancia entre gobiernos constitucionales y dictaduras cívico-militares. En un segundo momento, Philp centra su atención en el estado de la cuestión como etapa previa y necesaria para formular su opción analítica –fundada en los vínculos entre la historia del poder y los estudios sobre la memoria– para construir la mirada y poder pensar los cambios a lo largo del tiempo. En la parte final, reflexiona sobre los materiales que fundamentan la escritura: las fuentes/documentos, la complementación entre las fuentes escritas, orales y audiovisuales, en particular, su importancia para la investigación de la historia reciente de los procesos de legitimación política en América Latina.
En el capítulo elaborado por Mario Camarena y Rocío Martínez, Memoria de los movimientos sociales: una propuesta de análisis, se analizan los movimientos sociales desde la memoria de los sujetos. Para ello, los autores toman en cuenta la categoría del tiempo para ubicar los procesos y los contextos en que el sujeto construye la memoria. Plantean abordar la memoria de los movimientos sociales como algo dinámico y heterogéneo, en donde las etapas del movimiento están en función del tiempo y espacio en que se ubican los sujetos. Encuentran que los movimientos sociales son heterogéneos porque a su interior existen diferentes puntos de vista que se construyen en función de las expectativas presentes de la persona que narra su experiencia; así, el punto de vista nos habla del presente, pero también va al pasado y construye una esperanza. La pregunta que guía este trabajo es ¿cómo se expresa la memoria del Movimiento Popular de Pueblos y Colonias del Sur? Toman como punto de partida del análisis los testimonios orales de mujeres que forman parte del Movimiento, y lo que descubren es que se construye un recuerdo social, es decir, una memoria colectiva que se adapta a las circunstancias de cada etapa que narran. Las mujeres entrevistadas dan cuenta de la forma en que se construye un “nosotros” para cada momento de su organización, lo cual permite visualizar la situación histórica particular, así como poner en observación la manera en que se construyen los sujetos sociales al calor del conflicto.
En su contribución Crónica de una infidelidad. Cavilaciones y decisiones. Desde el taller del historiador, Claudia Canales realiza un detallado itinerario de las disyuntivas y decisiones que enfrenta el historiador oral al preparar la entrevista de una historia de vida para su difusión impresa. El texto, de naturaleza metodológica, se basa en una experiencia específica que se usa para abordar problemas teóricos tales como el tránsito del habla a la escritura, el incierto papel del investigador en esta etapa de su trabajo, el dinamismo y los recursos propios de la memoria anclada en el lenguaje, y el peso del presente (tiempo en el que se habla) en la relación entrevistador-entrevistado. El capítulo devela las alternativas precisas que presentó la edición de la entrevista en cuestión y los criterios académicos y éticos mediante los cuales se decidió entre unas y otras. La materia que trata este texto tiene que ver con algunos de los objetos conceptuales centrales que enfrenta la historia oral: la memoria, la subjetividad, el lenguaje, y una cuestión no siempre abordada, la autoría.
Rodrigo Laguarda, en su capítulo La virgen de Guadalupe. Apropiación gay de la madre amorosa