Mansos Diluvios
Guadalupe Morfín
Dirección editorial:
Felipe Ponce • Elizabeth Alvarado
1ª edición electrónica, 2018
© Guadalupe Morfín
D. R. © 2004, Arlequín Editorial y Servicios, S.A. de C.V.
Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,
45050, Zapopan, Jalisco.
Tel. (52 33) 3657 3786 y 3657 5045
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www.arlequin.mx
ISBN 978-607-9046-96-5
Hecho en México
a Jesús Soto, como siempre
MANSOS DILUVIOS
Hay cosas que no pueden durar;
las mata el tiempo
son perfectas en el instante en que despuntan
e inauguran su muerte.
Damos nuestra vida por momentos así
son como el perfume
de una flor que no existe.
ESA MORADA FLOR QUE TÚ SEMBRASTE
Y acaso la tumbergia
cuaresma de mansa luz
ascensión en la tapia florecida
¿llevará mis cantos hasta tu corazón
te dirá cuánto estás en todo lo que amo?
¿Cuánto en otros huertos
tus manos providentes
la voz que me regala tus historias
y es eco igual el mar
cuando te nombro
con la respiración henchida por un viento de espera?
Cada estación enciende
sus misterios.
Sólo el amado sabe
absuelve, espera
y es de dos el otoño
de los ramos maduros
la miel de las fogatas.
NO
No estoy llorando
es el aire que cambia
de lugar el agua
¿ves? allá azota una ventana
y de las ceibas caen
copos de algodón
el jardín está blanco
es primavera
no lloro, llueve
no sé
en cuál amor estoy parada.
PADRE NUESTRO
Padre Nuestro que estás en los cielos
¿para qué nos diste la mirada?
¿para tener memoria de un cielo perdido?
santificado sea tu nombre
y la sangre que enciende toda luz
venga tu reino
la tierra prometida, la caricia
hágase tu voluntad
en los caminos del deseo.
Danos nuestra sal de cada día
y perdona la indiferencia
como también perdonamos el olvido.
No nos dejes caer de tu aliento
y líbranos de los páramos secos
y del amor no dicho.
LA FLOR NACIDA EN TU VENTANA
Déjame acercarte la flor
sembrarte de geranios
inundar de luces tus desvelos
despertar los alcatraces de tu alma.
Bien lo sé, pesa la niebla,
pesa el dolor del agua.
Sólo canta lo que se mueve
sólo la flor nacida en tu ventana
la fugitiva luz de un pétalo en el aire
un colibrí tras él, la gota de rocío
ese cautivo sol
diamante que dura un parpadeo
y el amor que te aguarda.
RESPONDO A TI, AMOR
Cada mañana saco el ayer, no sea que nuble
pesan demasiado a veces sus abejas.
Sacudo yugos
parto de viaje
pongo la mesa
y como si a mí respondiera
respondo a ti.
Pero por ti no respondo:
el jardín es de dos.
No siempre hay fiesta
aunque mínima la luz enciende a sorbos
un recuerdo leve de la primavera.
Para creer en fuegos mayores
todos los días el fuego del hogar varía
conoce sus vientos, se estremece.
Ciertas noches cae en él una estrella
y se deja tocar y nos enciende
paraísos en la piel que no esperábamos.
Tu luz, amor, la mía,
va diciendo sí
como un río celeste
que sale a perseguir estrellas.
PARAÍSO ATRÁS
La mañana del miércoles es siempre la más sola.
Mamá ya no te lleva de la mano por las banquetas
de ladrillitos rosas
hasta el mercado de la calle Vidrio.
Ahora te estacionas junto a enormes almacenes
de nombres extranjeros
y haces tus compras con carritos de supermercado.
No venden allí combustible para el bóiler
ni se hacen en esta ciudad casas como la tuya de la calle
Bruselas.
Caminabas por la avenida de La Paz tronando las bolitas
de laurel
gozo para tus pies de colegiala;
te escondías con tu hermano de los carros del gobierno,
amarillo mostaza para las obras públicas, la cárcel,
el ayuntamiento,
pero no leías los letreros:
una sirvienta les dijo que eran los comunistas
buscando sangre de niño para llenar plumas con tinta
roja.
Todavía tiemblas junto a los huesarios de aquellos
esperpentos de película.
Carros del Führer te parecen
y eres entonces una niña judía tras los laureles
que no están más para esconderte.
Niños, no hagan ruido, les decía en la casa nueva cuando
sonaba el timbre:
pueden ser los comunistas que los buscan.
Y aún te asusta si alguien llama.
Los guardó esa mujer en el jardín por un verano
para que no dieran lata tú y los menores;
papá estaba en el hospital, mamá lo acompañaba.
Un día pateaste el vidrio enorme y nadie los volvió a
encerrar
nadie se fijó en tu pierna abierta
ni siquiera te dolió la sangre.
Era tanta tu furia, tu santa furia.
Mamá te mandó a confesar. Pero ¿de qué?, decían tus
siete años.
—De pecado de ira.
La mañana del miércoles es siempre la más sola.
Lejana está la ráfaga del verano que llamamos «fin de
semana»
y este barco encalla en una playa del pasado
y aprende de sus lágrimas a levantar la marea.
CANTO DE LO ANUNCIADO
Caminamos en la fe y no en la visión…
2 Corintios: 5, 7
Tendré tu nombre entonces para mi boca sola
para mi sed entera
no será en este tiempo
pero aquí
donde me mirabas
me siento yo también
y aunque no logro verme
tus ojos van dictando a mis pupilas.
Desasida de ti
sin evidentes yugos
entro en el silencio de los impronunciados.
Quemé mis naves
me convertí en ceniza
camino en la ceguera de mi fe
las manos extendidas
la gracia con sus puertas invisibles.
Te seguiré llamando
—puede más el creer que la visión—
podré cantarte
decirte lo no dicho, pronunciarte.