Tabla de contenido
UN PASEO POR ARAHAL
Historia, Imágenes y Memorias
Agradecimientos: A Francisco Morillas Caro y Antonio Nieto Vega por la
colaboración desinteresada que ha sido fundamental para la realización de esta
obra. También a todas las personas que me han ofrecido información dándome
todas las facilidades posibles.
Coordina Libros Indie S.L
AUTOR: Manuel Jesús García Amador
© Registrado en la Propiedad Intelectual de la Delegación Provincial de Sevilla
Año de Publicación: Septiembre de 2015
Tercera edición: Julio de 2018

Manuel Jesús, Manu para los amigos, el autor de esta Obra, es un ejemplo a seguir; luchador
impenitente, incansable, ávido de saber y de nuevas experiencias; trabajador y modelo de superación.
En él, el viejo dicho monacal “está siempre disponible” se encarna de una forma especial. Persona
cabal, formal y educada, amante de la paz y de la armonía. No existen barreras para nuestro autor, las
únicas barreras se las pone el ser humano a sí mismo; si no existe miedo a progresar no existen
límites.
Mediante este libro, Manu, quiere poner su granito de arena para la promoción de nuestro querido
Arahal. En el mismo se abordan temas de las más diversa índole (históricos, económicos, patrimonio
histórico-artístico, etc.). Su objetivo no es otro que todos los/las arahalenses conozcan mejor a su
pueblo; decimos pueblo porque Manu no quiere que Arahal pierda ese característico olor a pueblo
que siempre nos ha caracterizado; todo ello, a pesar de los avances tecnológicos y del inevitable paso
del tiempo. Una síntesis de antiguo y moderno es lo que debe marcar el rumbo de Arahal. El progreso
y el desarrollo no deben, en medida alguna, hacer que perdamos nuestras raíces que son patrimonio
tanto material como inmaterial de todos nosotros.
Esta Obra rebosa patriotismo, patriotismo de patria chica, la lectura de la misma nos va
impregnado poco a poco de amor a Arahal; nos hace sentirnos orgullosos de pertenecer a la comunidad
de la cual formamos parte. Cada uno de nosotros debe promocionar a nuestro pueblo y, como Manu,
poner de su parte para que seamos conocidos allende nuestras fronteras.
Arahal tiene como mayor patrimonio a sus gentes, las cuales son laboriosas, emprendedoras,
valientes…, como han demostrado a lo largo de la Historia. Disponemos de un gran potencial en
nuestras tierras y en nuestros talleres. Con todos estos ingredientes podemos ser más prósperos y más
fuertes a nivel económico; quizás a lo largo de la historia nos ha faltado inventiva para aprovechar
todos estos recursos.
Nuestra sociedad es sincrética, acoge muy bien a todo lo que viene de fuera, tenemos que darnos
cuenta de que en la diversidad está la fuerza. La endogamia no es buena ni en los seres vivos ni en las
sociedades.
El autor cree firmemente que la Democracia, el respeto exquisito por el ser humano, la cultura y el
trabajo son los pilares fundamentales para que una sociedad progrese, de forma unas veces
subliminal y otras, explícita, todos estos conceptos están presentes en este libro. Y los mismos
también son valores característicos de todos los/las arahalenses, con ellos, es inevitable el triunfo y el
progreso1.
"Solo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias,
creándolas si no las encuentra".
George Bernard Shaw.
Francisco Morillas Caro.


Con estas líneas damos comienzo a nuestro paseo por Arahal, una localidad que tradicionalmente
siempre ha sido conocida por “El Arahal”, siendo recogido bajo esta denominación en los
censos oficiales hasta 1981.
Arahal cuenta con una extensión superficial de 201,9 km2, situada en plena comarca de la Campiña
Sevillana, sobre una colina de 117 metros de altitud sobre el nivel del mar formando en su cima una
extensa planicie. El suelo es fundamentalmente arcilloso con algunas incrustaciones calcáreas, siendo
drenado su término por el Guadaíra y otros cauces de orden inferior limitada por la Sierra Sur, las Vegas
del Guadalquivir y los Alcores.
En las últimas décadas ha experimentado un crecimiento en su población donde según cifras del Instituto
Nacional de Estadística con fecha del 6 de Febrero de 2015, nuestra localidad alcanzó la cifra de 19.605
habitantes, con una densidad de 97,15 hab/km2.
La bandera de Arahal es de forma rectangular con tres franjas horizontales iguales, azules la superior e
inferior y blanca la central con el escudo de la localidad. La Ciudad carecía de bandera oficial hasta los
años 70 del siglo XX, cuando fue adoptada, ésta hace alusión a los colores Inmaculistas.
El escudo de Arahal, concedido en 1554 por
Su Católica Majestad de Carlos I de España
y V de Alemania, Emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico, lo forma un
león desquijado (símbolo de la victoria sobre
Morón), tendido en tierra, en campo verde y
sobre el que reza una inscripción latina que
dice: "Absorta est mors in victoria" (La
muerte ha sido absorbida en la victoria), de
la Carta de San Pablo, haciendo alusión al
Patronazgo de Santa María Magdalena, la
primera a quien se le presentó Cristo
Resucitado.
El escudo también lo conforman nueve cipreses dentro de una orla, una insignia de la celada rematada
por un penacho de cinco plumas blancas y un león desquijado, en oro, recostado sobre un campo verde
representando a Morón vencido por los habitantes de Arahal, que eran siervos suyos4.
CENSO |
1842 |
1857 |
1860 |
1877 |
1887 |
1897 |
1900 |
1910 |
1920 |
Població n de Hecho |
… |
9.911 |
9.620 |
10.065 |
8.266 |
8.367 |
7.981 |
7.995 |
10.61 7 |
Població n de Derecho |
6.987 |
… |
… |
9.953 |
8.218 |
8.189 |
8.126 |
8.206 |
10.34 0 |
Hogares |
1.668 |
2.348 |
2.041 |
2.389 |
2.178 |
2.438 |
2.654 |
2.701 |
2.586 |
CENSO |
1930 |
1940 |
1950 |
1960 |
1970 |
1981 |
1991 |
2001 |
2011 |
Població n de Hecho |
12.473 |
13.51 7 |
14.54 9 |
17.361 |
15.97 0 |
16.25 9 |
20.55 5 |
… |
… |
Població n de Derecho |
12.209 |
13.51 2 |
14.60 8 |
17.718 |
16.10 3 |
16.17 9 |
17.71 7 |
18.365 |
19.49 0 |
Hogares |
3.059 |
3.207 |
3.038 |
3.860 |
3.704 |
3.758 |
4.556 |
5.127 |
6.350 |
No están claros los orígenes de Arahal, debido a que en la tarde del 30 de Junio de 1857 se produjo el
incendio y saqueo de los Archivos Públicos (todo ello, dentro del contexto del turbulento reinado de
Isabel II, 1833-1868), hecho llevado a cabo por una turba facciosa extraña a la población y cuyo
proceso histórico dejamos a la minuciosa y detallada narración de un acta municipal de aquella fecha,
que más adelante se transcribió dejando a nuestra localidad huérfana de historia y desiertos sus
archivos de documentos oficiales.
Tras subsanar tal deficiencia y después de concisas valoraciones e investigaciones recogemos aquí
unas notas curiosas entre las infinitas que integran el pasado de Arahal, con referentes nombres que
rebasaron el marco histórico de nuestro pueblo en la España del Siglo XIX5.
Para rememorar sus orígenes más remotos hay que remontarse al periodo Ibérico, donde existió un
poblado que dio origen a la ciudad de Basilippo, posiblemente la cuna de Arahal.
Aunque los restos epigráficos recogidos en
lápidas y sarcófagos hallados con el nombre de
Callicula sitúan su origen más exacto en época
romana, existiendo probablemente en esta época
villas romanas en la zona de la actual Ctra.
Arahal-Morón de la Frontera; además de la
necrópolis tardorromana (siglos IV y V d.C.)
recientemente descubierta en lo que fueron las
instalaciones de la factoría de Agro- Aceitunera.
Esta inscripción de Basilipo fue descubierta en el
siglo XVIII en la zona conocida como Cerro del
Cincho. Se puede leer en ella: “D.M.S.Q / Brutus
Basilipensis / Ann…/ Hic Situs Est. / S.T.T.L.
(Memoria dedicada a los dioses Manes: Quinto
Bruto basilipense aquí sepultado: Séate la tierra
ligera). Esta lápida fue descubierta en el año
17876.
También de época romana es el sepulcro de San Fulgencio, que fue hallado en el año 1625 en el sitio
que luego se denominaría Callejón de Paradas (actualmente calle Juan Ramón
Jiménez). San Fulgencio fue un monje del siglo VI, fallecido en el año 581. Es curioso que este
sepulcro fuera utilizado durante muchos años como abrevadero de animales, estando situado (también
en la actualidad), en la zona conocida como El Faro (actual confluencia de las calles Carmona,
Argentina y Virgen de los Dolores)7.

Estatua de Dea Roma también hallada en
la zona del Cerro del Cincho y de época
romana.
Lápida del sepulcro de San Fulgencio
Ard-Alil (Tierra de Pastos), como así se llamó durante la dominación árabe, era una pequeña aldea que
empezó a destacar por su carácter agrícola, aunque carecía de importancia política y administrativa.
En la Edad Media arahalense su configuración
como núcleo urbano data de época musulmana,
aunque al principio no debió alcanzar mucha
importancia, como puede desprenderse del
mismo topónimo
<<al-rahal>> (la finca), término referido al lugar
del camino donde parar a descansar de viaje
hacia núcleos urbanos musulmanes en un radio
menor de 30 kms. donde pondríamos mencionar
a Carmona, Morón y Marchena.
A partir de 1248 adquirió importancia política,
tras la conquista por Fernando III, El Santo.
Cuando conquista Morón, el que se entrega
mediante pleitesía, se produce al mismo tiempo
la entrega de todo su territorio, al que pertenecía
Arahal.
Posteriormente, pasó a la jurisdicción de Sevilla, tras la conquista cristiana, apareciendo ya
documentación sobre la donación por Sancho IV a la orden de Alcántara protagonizando los primeros
momentos de la conquista castellana, donde en 1285, fue cedida como parte del término de la villa de
Morón a dicha orden.
En el siglo XV debió ser ya un lugar de relativa importancia cuando pasa con Morón a manos del
Marqués de Villena, valido de Enrique IV y poco tiempo después, en 1477, mediante permuta lo cede a
su hermano D. Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava, fundador de lo que en el correr del
tiempo dará lugar a la casa de los Téllez de Girón, condes de Ureña y posteriormente Duque de Osuna.
Este episodio viene a ser un acto más del proceso de señorialización de Andalucía a fines de la Edad
Media, tras el cual buena parte de la región occidental pasará a manos de la alta nobleza (dando origen
a los grandes latifundios que tanto daño hicieron a nuestra tierra a lo largo de los siglos). Desde
entonces y hasta el siglo XIX, en el que se produce la extinción de los señoríos, la villa formará parte
del Ducado de Osuna
Carlos V (Retrato de Jakob Seisenegger)9
Carlos V concede a Arahal el título de Villa, en
1554, mediante la Carta de Privilegio de
Villazgo, con término y Concejo independiente
de Morón, obteniendo este pueblo su carta de
naturaleza. Pero los privilegios que le concedió el
monarca sobre los nombramientos de los
regidores municipales no fueron bien vistos por
la casa ducal, produciéndose a partir de este
momento multitud de pleitos encaminados a
sustraerse del poder señorial, en el nombramiento
de los miembros del Concejo.
Como se ha podido comprobar gracias a los
censos realizados durante el siglo XVI, la
población crece de forma notable hasta el punto
de que a finales de siglo existen unos
aproximada de 5.000 habitantes.
El arraigado sentido de la autonomía municipal, ligado a sus orígenes, le llevó a la compra de nuevos
privilegios en tiempos de Felipe IV. El siglo XVIII es también otro momento de expansión, tal como lo
atestigua el urbanismo y los datos de población que, en 1787, debían ser de unos 7.000 habitantes.
Efectivamente tanto el número de calles ocupadas como los edificios conservados de finales del siglo
XVIII, responden tanto a dicho aumento de la población, como al auge económico producido por la
mejora de las rentas agrarias.
El siglo XIX, como en el resto de Andalucía, producirá en Arahal una sucesión rápida de cambios
políticos y un empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de los jornaleros. Además de ser
lugar de parada y fonda de numerosos viajeros románticos que vienen a Andalucía buscando
costumbres “primitivas” y exotismo oriental. Como ejemplo podemos poner la visita del escritor
americano Washington Irving en el año 1829. Éste y otros viajeros escribieron los denominados Libros
de Viajes, que tanto ayudaron a que se conociera Andalucía allende nuestras fronteras, lo cual propició
la llegada de nuevos visitantes ansiosos de conocer las maravillas que encierra nuestra tierra.
El carácter luchador de la villa, no se apaga y podría rastrearse en otros momentos de su historia,
haciendo protagonista al pueblo de diversos procesos revolucionarios frente a la
desacreditada monarquía de Isabel II, como los de 1857 y 1868, en donde se produjeron las primeras
acciones que se consideran iniciales del republicanismo y del movimiento obrero de La Campiña.
Destacable fue la visita en septiembre de 1870 del Excmo. Sr. Don Mariano Téllez-Girón y Beaufort
Spontin, XII Duque de Osuna. El pueblo engalanado y jubiloso se echó a la calle para recibir a su
antiguo señor jurisdiccional. El Duque se encaminó a la Parroquia de Santa María Magdalena, donde se
entonó un Te Deum de acción de gracias por su visita. A su paso, el público iba tendiendo sus capas y
mantones formando una improvisada alfombra. Emocionado, el Duque, pide que se le informe sobre
los deseos del pueblo, concediendo rescindir los principales contratos de arrendamientos de tierras y
dando lugar a la parcelación de terrenos para los menos favorecidos, reparto que tuvo en cuenta las
condiciones personales de cada solicitante, casado, números de hijos, solteros…
El año de 1907, por Real Decreto del monarca Don Alfonso XIII, concede el título de Ciudad a Arahal,
gracias a la mediación de don Eduardo Benjumea y Zayas, IV Marqués de Monteflorido y diputado a
Cortes, recogiéndose dicho acontecimiento en las actas del Pleno celebrado el 10 de Diciembre de
1907.
Las malas condiciones de vida del proletariado agrícola español en general, y del andaluz en particular,
las pocas ganas de mejorarlas a nivel político y empresarial, fueron el caldo de cultivo de tensiones en
el campo español que serían factores muy importantes que terminarían degenerando en profundas
pugnas que influirían notablemente en el estallido de luctuosos conflictos, el más importante de
todos ellos, la Guerra Civil Española (1936- 1939)10.
La magnífica ubicación geográfica de Arahal, su proximidad a Sevilla, sus comunicaciones mejoradas
tras la construcción de la Autovía A92, el espíritu inquieto y emprendedor de la población ha permitido
un desarrollo muy rápido, una dinamización económica evidente en los años de la Democracia.
Igualmente la protección del patrimonio ha mejorado a raíz de la declaración de Conjunto Histórico
Artístico en 1979, y de su ampliación y nueva delimitación con la declaración de Bien de Interés
Cultural en el año 200311.

Está considerado como uno de los más grandes terremotos de la historia, y es el desencadenante del
nacimiento de la moderna ciencia de la sismología. Hacia las diez de la mañana del primer día de
Noviembre de 1755, la Tierra tembló en un punto del Océano Atlántico frente al cabo de San Vicente,
cuya intensidad la clasifican los expertos con una magnitud de entre 7,3 y 8,5 grados en la escala de
Richter, con epicentro en las aguas cercanas a la capital lusitana, agravando la devastación producida
por el mismo, un par de olas gigantes (tsunamis).
En España se notó tan al interior como en Salamanca, Palencia y Valladolid. En Andalucía se hizo
sentir enormemente en todas las costas de Huelva y Cádiz, llegando a notarse en la provincia de
Sevilla e incluso en Jaén. Muchos pueblos del litoral onubense fueron inundados, y el daño no fue peor
en Cádiz gracias a la contención que produjeron sus murallas12.
En lo que se refiere a nuestra localidad de Arahal, las consecuencias del terremoto no fueron
cuantiosas en vidas humanas, pero sí en pérdidas materiales, donde se vieron perjudicados muchos
edificios particulares, sin poder sus dueños reedificarlos y algunos monumentos, como la capilla de la
Vera Cruz, se vino al suelo casi por completo. Pero el más afectado, fue el templo parroquial de Santa
María Magdalena, que ya de por si se encontraba muy ajado por el natural discurrir de los años. Este
fenómeno geológico tuvo una trascendencia esencial en el desarrollo histórico de las cofradías de
Arahal, ya que la afectación de la fábrica de la parroquia de Santa María Magdalena, obligó a las
Hermandades allí radicadas a desalojar sus capillas y trasladarse a refugios provisionales, hecho que,
con el tiempo, incidió notablemente, en el desenvolvimiento de aquéllas. Incluso se vio afectada la
Hermandad de la Misericordia, que por aquél entonces se encontraba en obras del nuevo templo del
Santo Cristo, encontrándose en la parroquia en la capilla de San Lorenzo, desde donde se dirigió en la
mañana del 31 de Mayo de 1761, en Solemne Procesión General, a su nueva Iglesia edificada del
Santo Cristo, acompañada por todas las Hermandades, así como comunidades religiosas existentes13.
Varios devotos como D. José Fontiveros y el párroco D. Francisco Andrade acordaron reedificar la
capilla de la Veracruz, recuperando la capilla mayor, poniendo a salvo el retablo y varias imágenes.
Finalmente se inaugura el nuevo templo de la Vera Cruz el 25 de Diciembre de 1780, recibiendo el
nombre de Iglesia de Santa Veracruz. Por otra parte, en la Parroquia de Santa María Magdalena, bajo
las trazas del arquitecto Lucas Cintora, maestro del Neoclasicismo, se llevó a cabo su reconstrucción,
financiado por IX Duque de Osuna y Señor de Arahal don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco,
consagrándose el magnífico templo en el año 180014.
Algunos viajeros románticos pasaron por Arahal durante sus viajes por tierras andaluzas, generalmente
estos extranjeros venían atraídos por el tipismos de una Andalucía de pandereta, donde esperaban
encontrar emocionantes duelos o peripecias con bandoleros y salteadores de caminos.
Perteneciente al mundo literario del Costumbrismo,
Washington Irving (1783- 1859), es el primer autor
norteamericano que utiliza la literatura para hacer
reír y caricaturizar la realidad, creando además el
estilo coloquial americano, que después utilizarían
Mark Twain y Hemingway.
Aunque se mantuvo al margen de los movimientos
políticos y sociales que lo alteraban todo, es sin
embargo, un representante perfecto del
Romanticismo americano. Pero, eso sí, lo que capta
del espíritu romántico son sus rasgos más
superficiales: el amor al pasado, al Medievo, a lo
fantástico, a las leyendas, al impulso viajero que a
tantos escritores y artistas llevó a deleitarse con las
ruinas. España fue una fuente de inspiración
inagotable para la época por lo exótico y
pintoresco15.
A principios de Mayo de 1829, Washington Irving, inicia un viaje desde Sevilla a Granada,
acompañado por su escudero Sancho, en lo que todos conocemos hoy en día como la ruta de
Washington Irving compuesta por los pueblos de Sevilla, Alcalá de Guadaíra, Arahal, Carmona,
Marchena, Écija, Osuna, Estepa, La Roda de Andalucía, Fuente de Piedra, Humilladero, Mollina,
Antequera, Archidona, Loja, Huétor-Tajar, Moraleda de Zafayona, Alhama de Granada, Montefrío,
Íllora, Fuente Vaqueros, Chauchina, Santa Fe y Granada.
Debido a su estancia en nuestra localidad, dedica en el libro “Cuentos de la Alhambra” de la
Editorial Alianza, las páginas de la treinta a la treinta y tres, explicando su experiencia de su paso por
nuestra localidad16.
Terminamos de comer cuando dieron las dos en el lacónico
reloj del castillo. Nos despedimos, pues, de nuestros amigos
de Sevilla, y dejando a los molineros todavía en manos del
barbero, seguimos camino adelante en nuestras cabalgaduras
a través de la campiña. Era una de esas extensas llanuras, tan
frecuentes en España, en la que durante millas y millas, no se
ve ni un árbol, ni una casa, infeliz el viajero que ha de
atravesarlas expuesto como nosotros a los fuertes y repetidos
chaparrones de agua.
No hay modo de evitarlo ni lugar donde guarecerse. Nuestra
única protección eran nuestras capas españolas, que casi
cubren jinete y caballo, aunque aumentan de peso a cada
milla. Cuando creímos haber escapado de uno de estos
aguaceros, veíamos como se acercaba otro, lenta pero
inevitablemente. Felizmente para nosotros, brillaban, en el
intérvalo, los claros y radiantes rayos del sol andaluz que
hacían brotar círculos de vapor de nuestras capas, pero que
también las secaban algo, antes del próximo aguacero.
Llegamos a Arahal, pueblecito entre cerros, poco después de puesto el sol. Lo encontramos animado
por una partida de migueletes que recorrían la comarca a la busca y captura de ladrones. La presencia
de extranjeros como nosotros eran algo inusitado en los pueblos del interior; un acontecimiento de este
tipo asombra y pone fácilmente en conmoción a los pueblecitos españoles de esta categoría. Mi
posadero, con dos o tres viejos y sesudos compinches de pardas capas, examinó nuestros pasaportes en
un rincón de la posada, mientras que un alguacil tomaba nota a la débil luz de un candil. Los
pasaportes en lengua extranjera los dejaron perplejos; pero nuestro escudero Sancho les ayudó en su
examen y ponderó nuestras personas con la típica prosopopeya del español. En tanto, la pródiga
distribución de unos cigarros puros nos captó las simpatías de todos los circundantes, que al poco
tiempo se apresuraban a darnos la bienvenida. Incluso el mismo Corregidor llegó a presentarnos sus
respetos, y la posadera metió con ostentación, en nuestra estancia, un gran sillón con asiento de anea
para el acomodo de aquel importante personaje. Cenó con nosotros el jefe de la patrulla, un despierto
andaluz, alegre y charlatán. Que había sido soldado en la campaña de América del Sur y que nos contó
sus proezas bélicas y amorosas, en estilo grandilocuente, lleno de ademanes y contorsiones y con
extraña contracción de ojos. Nos dijo que poseía una lista de todos los ladrones del contorno, y que
era su propósito apresar a todos aquellos hijos de su madre. Al mismo tiempo nos ofreció algunos
soldados en calidad de escolta, mientras decía:
-Uno sólo es suficiente para protegerles, señores: los ladrones me conocen y conocen también a mis
hombres; basta uno de ellos para esparcir el terror por toda la sierra.
Le agradecimos su ofrecimiento, aunque le aseguramos, con un tono de voz igual al suyo, que no
teníamos miedo a todos los ladrones de Andalucía juntos, por la tranquilidad que inspiraba la
protección de Sancho, nuestro valiente escudero.
En tanto que cenábamos con este jactancioso compañero, oímos las notas de una guitarra y el alegre
repiqueteo de las castañuelas, y al momento, un coro de voces entonaba un aire
popular. En efecto; nuestro posadero, había conseguido reunir cantores y músicos aficionados, así
como a las bellas aldeanas del vecindario. Cuando salimos, el patio de la posada ofrecía el aspecto de
una auténtica fiesta española. Tomamos asiento, junto con nuestros posaderos y el jefe de la patrulla
bajo un arco del patio. Pasó la guitarra de mano en mano y actuó como Orfeo de aquel lugar un alegre
zapatero. Era un mozo de agradable continente, con grandes patillas negras, que iba arremangado hasta
el codo. Manejaba la guitarra con singular destreza y nos deleitó con una cancioncilla amorosa
acompañada de miradas muy expresivas al grupo de mujeres, de quienes, por las trazas, era el favorito.
Bailó después un fandango, acompañado de una alegre damisela andaluza, que deleitó a la
concurrencia. Pero ninguna de las allí presente podía compararse con Pepita, la bonita hija de nuestro
posadero, la cual se escabulló y se hizo la <<toilette>> que el caso requería. Volvió poco después con la
cabeza cubierta de rosas y se lució bailando un bolero, en compañía de un joven y apuesto soldado de
caballería. Por nuestra parte, ordenamos a nuestro posadero que corriesen en abundancia los refrescos
entre los circunstantes. A pesar de ello, y aunque era aquélla una mezcla abigarrada de soldados,
arrieros y aldeanos, nadie se excedió de los límites de una moderada alegría.
La escena era a propósito para el deleite de un artista: un pintoresco grupo de bailarinas, los soldados
con los uniformes sólo en parte militares y los campesinos envueltos en sus capas verdes. Es asimismo
digna de mención, la presencia del viejo y delgado alguacil con su negra capilla, que ajeno a todo lo
que allí pasaba y sentado en un rincón, escribía activamente a la débil luz que despedía un velón de
cobre, digno de los tiempos de Don Quijote17.

Imagen situada en la calle Veracruz
Otro de los personajes importantes del Siglo XIX en Arahal fue el famoso Cura Pedregal, Antonio
Pedregal y Guerrero (1840-1906), republicano y diputado en Cortes Constituyentes durante la segunda
mitad del siglo XIX, siendo un hombre de gran dinamismo, cuya vida llena de azares y
contradicciones ocupa un periodo episódico muy interesante localmente considerado, donde su figura
acusa tanto relieve en el orden político y social, dentro y fuera del pueblo, que el excluirlo de este libro
sería una falta imperdonable para todos los lectores.
Nació en Arahal, el 11 de Mayo de 1840, imponiéndose los nombres de Antonio Manuel de la
Misericordia. A los trece años ingresó en el Seminario Pontificio de Sevilla, donde cursó
Humanidades. Cuatro años después pasa al de San Pelagio de Córdoba, con beca de pensión. Allí
estudia su carrera con notas de “meritísimus” y “beneméritus”. Ordenado sacerdote, canta su
primera Misa en la Parroquia de Santa María Magdalena en el año 1866. De padres humildes, su niñez
se desliza en un duro calvario que debió verter en su alma infantil todo el fermento de la rebeldía
social. De naturaleza fuerte y ballatadora, como descendiente de aquellos rudos arahelenses que
plasmara Bernaldo de Quirós, este cura, mitad romántico, mitad materialista, llega a ser un día el ídolo
supremo de Arahal y de sus destinos políticos.
En el paréntesis histórico abierto en España en 1868 con el movimiento revolucionario que llamaron
la “Gloriosa” y que se cierra en 1875 con la restauración de los Borbones en el Trono de sus mayores,
la personalidad del Cura Pedregal es de tal magnitud que su nombre vinculado al de Arahal, donde
ejerció una jerárquica influencia, se difundió por todo el suelo patrio en aras de una enorme
popularidad. La derrota de Novaliches en Alcolea, seguida de la caída de Isabel II, origina en España
focos de inquietudes y trastornos político-sociales que la Historia Contemporánea recoge
cuidadosamente por su envergadura. En Arahal tales acontecimientos son también no menos violentos
que los acaecidos en otros pueblos de las provincias andaluzas.
La noticia del triunfo revolucionario conocida aquí la misma noche del 29 de septiembre de 1868,
produce un desbordante júbilo entre los enemigos del caído régimen. Grandes turbas organizadas
espontáneamente recorren las calles de la Villa, entonando himnos libertarios de letrillas insolentes.
Nadie les interrumpe el paso; los braceros, propicios por su ignorancia a toda suerte de algaradas,
engrosan la manifestación popular, que adquiere por instantes sombríos caracteres. Los gritos de
“Vivas” y “Mueras”, cada vez más intensos, más ensordecedores, penetran en el interior de las
viviendas cerradas a piedra y lodo en evitación de ser asaltadas por la muchedumbre. Pero nada de esto
ocurre, la propiedad particular es respetada.
Horas más tardes congregándose los manifestantes frente al Ayuntamiento que es ocupado por la
Junta Revolucionaria, nombrada al efecto momentos antes, y que preside el vecino de Arahal, Don
Juan Arqueza. La Corporación Municipal regida por Don José Manuel Sánchez Vázquez, abogado y
escribano público, lejos de oponerse a ello, le da posesión de los destinos de la Villa. El júbilo,
entonces, se acrecienta. Multitud de cohetes y bengalas lanzados al aire iluminan el espacio
ennegrecido por la noche, sobre el que tremolan voces soeces cuyos ecos se disipan en todas
direcciones. El momento es inquietante. Y es que a las muchedumbres suele ocurrirles lo que a los
chicos, que se alegran demasiado sin conocer a veces el móvil de su contento, trocado acaso en
verdadero llanto. Además, el juego de las revueltas fue siempre muy importante para los
desheredados de la fortuna que columbran en ellas unas ilusas esperanzas de redención económica.
Una de las mayores sorpresas de este movimiento popular fue la apostasía del tristemente célebre
sacerdote don Antonio Pedregal y Guerrero, conocido desde entonces en el campo de la política
española por el Cura Pedregal. Cuando mayor era la animación en el pueblo campesino, un espontáneo
orador asoma al balcón del Ayuntamiento y convirtiéndolo en improvisada tribuna, enardece desde ella
a la multitud congregada en la plaza pública con una vibrante salutación a los Caudillos del triunfante
movimiento revolucionario español. Con tales acontecimientos se reproduce en la Villa una política
sembrada de egoísmos y torpes afanes que ha de seguir imperando hasta la formalización del Pacto
Político Local llevado a cabo en 1890 por don Eduardo Benjumea y Gil de Gibaja y don Antonio Arias
de Reina Jiménez. El elemento proletario, formidablemente organizado bajo la férula de su Jefe el
Cura Pedregal, crea entre otras organizaciones locales una potente cooperativa obrera que amenaza
llevar a la quiebra al comercio arahalense.
A esta cooperativa hubieron de adherirse forzosamente la clase patronal agrícola del pueblo,
declarándosele el boicot al que se negaba a pertenecer a ella. Convocadas las primeras cortes
constituyentes seguidas a la destronación de Isabel II es elegido diputado por el distrito Arahal-
Paradas-Marchena el famoso Cura Pedregal. Triunfante en aquella legislatura el Régimen
Monárquico que trae al Trono español a don Amadeo de Saboya, el célebre ex cura. Al igual que
otros caudillos pueblerinos, organiza una partida revolucionaria o facciosa, idéntica en fines a
aquella otra muy importante capitaneada por el violento albéitar Pérez del Álamo, lanzada al campo de
la insurrección para su causa, pero sin pena ni gloria.
La abdicación de Amadeo de Saboya provoca nuevas Cortes Constituyentes, a las que el Cura Pedregal
lleva otra vez la representación al Distrito con su investidura de diputado (1873). En la revolución
federal de 1869, lo mismo que en la Cantonal de 1873, el Cura Pedregal no se limita a la
contemplación platónica de sus ideales; por el contrario, agrupa a sus huestes y, pertrechándolas como
le es posible, se arroja de nuevo al campo de la rebeldía, apellidando guerra a favor de la bandera
federalista hasta que, vencido en Setenil (Málaga) por las fuerzas gubernamentales, retorna al pueblo,
derrotado y con sus huestes dispersas.
Derribada la República por Pavía en Enero de 1874 y restaurada la Monarquía Borbónica de Don
Alfonso XII se inicia una violenta persecución contra los republicanos de más destacado relieve.
Acosado el ex cura por la persecución sañuda de que es objeto, huye a Portugal donde por segunda vez
queda exiliado. Allí recibe de sus prosélitos arahalenses y de otros sectores los medios económicos
para atenciones de su sustento. Amnistiado más tarde regresa a Arahal, donde se encuentra a su
llegada una frialdad enorme entre sus partidarios. Pocos son ya los que le siguen tras la turbulenta
política, siendo abandonado al cabo de sus más viejos leales y perseguido constantemente por sus
enemigos, viejo y dolorido, despojado en un pasado, muere ya vencido el día 14 de Junio de 1906, en
una mísera casa de vecinos de Triana (Sevilla), rodeado de melancolía y sin otro amparo en su
avanzada longevidad que el de una abnegada mujer, con la que compartiera su vida y su lecho18.
Con el comienzo del siglo XIX se inicia en nuestra localidad un trágico período en la vida local que sólo
se puede estudiar desde la imparcialidad. No es un secreto la situación social que se vivía por esa
época en España con revueltas y motines populares, siguiendo orientaciones político-sociales de los
demás pueblos del Reino contagiándose del morbo anárquico del siglo, cambiando su habitual faz de
quietud y orden, por otra de vanas quimeras que le hacen concebir utópicas esperanzas nacidas de
absurdas e inaceptables teorías.
Arahal comienza a respirar violencia, desorden y desconfianza donde los propios grupos partidistas se
encuentran mutuamente divididos surgiendo discordias entre los vecinos tras la situación ruinosa que
bochornosamente estaba sufriendo la población. Debido al sombrío panorama que se vivía, el 30 de
Junio de 1857, se produjeron unos hechos que tuvieron como consecuencia el saqueo e incendio de
todos los archivos públicos, los responsables fueron diecisiete ilusos que fueron instrumentos de unos
hechos, cuyo origen yace todavía en el más impenetrable misterio dejando huérfana a nuestra
localidad de pruebas documentales19.
Las dudosas noticias de la época no aclaraban nada. No hubo investigación judicial, sólo
ajusticiamientos militares. Pasado el tiempo, los hechos siguieron en la misma oscuridad que los
dejó Guichot en 1870. Y Bernaldo de Quirós se limitó a considerar culpable al lugar donde se
había producido el motín, sin aportar ninguna investigación.
Está claro que la mala fama de Arahal empieza en 1857, época de inestabilidad política y rebeliones
del ejército. La repercusión que tuvo este motín fue tremenda, primero pensando el gobierno que
Sevilla se levantaba, a lo que siguió una represión durísima, siendo aplicada con ley militar. Algo
parecido a lo que ocurriría luego en la guerra civil. Para justificar los ajusticiamientos de los rebeldes
había que insistir en los desmanes de los amotinados. Hubo condenas conservadoras que pedían
una “desaparición” de Arahal del mapa (lo que demuestra cómo se estableció la
“culpabilidad” del pueblo desde el primer momento). Y hubo defensas republicanas por el exceso
con los amotinados. También Arahal pasó a la literatura, a través de escritores como Pérez Galdós y
otros hoy olvidados, como Francisco Macarro (“Los mártires de Arahal, drama histórico en un acto
y en verso”, 1870). Sin olvidar los numerosos artículos de prensa y la cita constante de Arahal en
discursos políticos y arengas parlamentarias. Los sucesos revolucionarios tomaron desde el principio
el nombre de Arahal, no el de Utrera o el de Benaoján, donde también hubo fusilamientos o matanzas.
A partir de entonces, Arahal era identificada como lugar revolucionario, al mismo tiempo que se
creaba una especie de leyenda negra durante el siglo XIX. Ya casi olvidada en el XX, la fijaría
Bernaldo de Quirós en estudios sociológicos sobre la criminalidad campesina20.
Durante la vigencia de la primera República que comienza en Febrero de 1873 para fenecer en Enero
de 1874, o sea, a los once meses de vigencia, con sus cuatro presidentes, nada ocurre en Arahal que
ofrezca un marcado matiz digno de estudiarse.
La labor republicana en aquel Municipio, regido por Francisco Montero, fue tan efímera y pueril, que
se redujo localmente desde luego a velar por el régimen más que por los intereses de la Villa.
Endiosados los administradores de la cosa pública con el triunfo de sus ideales, toda su actividad la
rinden al servicio de ellos.
Iniciaron, ciertamente, algunas obras públicas, como el adoquinado de la calle Felipe Ramírez,, pero,
aparte de esto, los demás acuerdos adoptados por aquel municipio no dejan de ser en su mayoría harto
pintorescos.
Uno de ellos consistía en adquirir armamento belga para armar a los voluntarios de la República. Otro,
solicitaba del Gobierno de la Nación se les entregara la Iglesia de la Vera- Cruz para transformarla en
Cuartel para tales voluntarios. Asimismo se interesó porque los poderes públicos rebajasen las tarifas
del precio del tabaco.
Estas y otras de igual tenor eran las preocupaciones de aquellos paladines de la primera República
Española en cuanto a Arahal se refiere. Repuesto en el trono Don Alfonso XII, aparecen las inevitables
represalias tan comunes en la Historia de todos los países cuando se trata de afianzar un Régimen
nuevo y que Maquiavelo, su Príncipe, aconseja poner en práctica. Como consecuencia de dichas
represalias fueron deportados a las Islas Marianas muchos republicanos. De Arahal exiliaron a varios,
de entre los cuales se recuerda a Don Jerónimo del Corral, agrimensor local, más tarde amnistiado21.
A través de la prensa de la época conocemos datos de la historia de Arahal durante el Sexenio
Revolucionario, el período de 6 años que transcurre entre la revolución de 1868 y el final de la Primera
República en 1874.
Habían pasado sólo doce años de los sucesos de Arahal de 1857. España vivía una grave crisis
económica desde 1866, financiera, agraria e industrial, a la que se sumaba el deterioro del sistema
político monárquico. En esta situación estalló la revolución de 1868, La Gloriosa, que obligó a la
reina Isabel II a exiliarse en Francia.
El espíritu revolucionario que la había derrocado tenía que encontrar una forma de gobierno. En 1869
era promulgada por las cortes una constitución de corte liberal.