C O L E C C I Ó N A S Í O C U R R I Ó / I N S T A N T Á N E A S D E L A H I S T O R I A
Galileo Galilei:
Texto de Sergio de Régules
Ilustraciones de Alejandro Magallanes
OBSERVADOR DEL UNIVERSO
Galileo Galilei:
OBSERVADOR
DEL UNIVERSO
Texto de Sergio de Régules
Ilustraciones de Alejandro Magallanes
Desde muy temprano oí al señor Galilei trajinar en la bodega.
Me estiré, bostecé con los ojos apretados y me puse un camisón para ir a ver si mi
maestro necesitaba ayuda. Era verano y hacía un calor horrible en Florencia. ¡Qué
ganas tenía de ir a echarme un chapuzón en el río Arno! Hice planes de reunirme con
mis amigos en el Puente Viejo para hacer competencias de clavados desde las pilas
que sostienen los arcos.
—Paolo, muchacho, ven, ayúdame —me dijo mi maestro cuando me vio llegar por
el jardín.
Lo ayudé a sacar un montón de fierros viejos que tenía ahí guardados desde quién
sabe cuándo. Mientras yo hurgaba entre las sombras, el señor Galilei revisaba las cosas
que le iba pasando y las ponía en la hierba.
Al rato me moría de calor. Estaba a punto de pedir
permiso para ir a nadar en el Arno cuando entre los
tiliches polvorientos encontré un tubo oxidado sujeto
a una base muy bonita. El señor Galilei se sentó pesa-
damente en un taburete de madera, separó el tubo de
la base y lo tomó amorosamente con las dos manos.
—Esto sí que es oro, Paolo.
¿Sabes qué es?
—¡Un anteojo! —dije,
maravillado.
—Bueno, en
una cena
que organizó
en mi honor
un príncipe,
hace muchos
años, le pusieron
un nombre
más bonito:
telescopio.
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