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Texto de Alberto Ruy SánchezIlustraciones de Ángel Campos
Octavio Paz:
CUENTAY CANTA
LA HIGUERA
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5En un pueblo cercano a la ciudad de México hay tres casonas antiguas frente a la plaza de la iglesia. En una de ellas, la de la esquina, había un viejo jardín. Plantas muy altas, algo descuidadas, rosales deshojados e indecisos, yerbas secas y nuevas brotando broncas en las grietas del pavimento, rompiendo esquinas. Y en el centro de todo eso, independiente y tranquila, sobresale la reina de las estaciones del año. Reina también de las noches y de los días de este jardín: la vieja higuera. Sus raíces son tan profundas que le dan fuerza para aguantar los malos tiempos, la escasez de agua y hasta el olvido de los otros. Porque ella, que lleva tantos años ahí, todo lo recuerda. Cuando el viento se alborota, la higuera oyecrujir las ramas de otros árboles en la plaza, allá afuera, o en el parque un poco más lejos, detrás de la pequeña iglesia. De árbol en árbol corren las historias y la higuera todo lo escucha.Sus hojas, que son grandes y tienen tres o cinco dedos, como huellas de animales de otros tiempos, se agitan, se rozan y comienzan a cantar y a contar mil cosas. Ella todo lo repite o todo lo cuenta a su manera.
6Dice la higuera que hace muchos años, una tarde asoleada, su vida cambió de pronto cuando escuchó claramente que se abrió el portón de la calle y entró el anciano Ireneo con su bastón en la mano. Llegó dando órdenes para la mudanza. Detrás de él venían dos mujeres más jóvenes, su hija y su nuera. Y detrás, un niño curioso y muy pequeño, Octavio, que abría muy grandes los ojos azules conociéndolo todo con curiosidad. Faltaba el padre, que se había ido a laRevolución con Emiliano Zapata. La familia, empobrecida de pronto en medio de esa nueva guerra, había tenido que abandonar la ciudad para refugiarse en esa casona del abuelo en el pueblo de Mixcoac. El viejo había vivido también muchas batallas en el siglo anterior, el . Y había escrito libros y dirigido periódicos. En sus memorias describe su vida como una gran aventura, con escape de prisiones al estilo conde de Montecristo. La tía se las leyóal niño como tantos otros libros que poblaron su infancia de imágenes escritas y de sueños, de lugares lejanos y pasados, de ideas y también de varias lenguas de otras tierras. Algunas veces, a la sombra de la higuera, la tía le mostraba al niño los horizontes innitos y poderosos de las palabras. Le leía historia, novelas y sobre todo poesía.
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