Ángel Moreno, de Buenafuente
A pie por el Evangelio
Peregrinación contemplativa
por Tierra Santa
NARCEA, S.A. DE EDICIONES
Ángel Moreno, de Buenafuente ha publicado en Narcea:
• A la mesa del Maestro. Adoración
• Alcanzado por la misericordia
• Amor saca amor. Los siete amores de Dios
• Buscando mis amores. Lectura sapiencial del Cuarto Evangelio
• Como bálsamo en la herida. La misericordia
• Desiertos. Travesía de la existencia
• Eucaristía. Plenitud de vida
• Habitados por la Palabra. Lectura sapiencial
• Palabras entrañables. Déjate amar
• Voz arrodillada. Relación esencial
• Voy contigo. Acompañamiento
Índice
PRÓLOGO
PEREGRINACIÓN ESPIRITUAL
Algunas anotaciones
Composición de lugar
Tiempo de oración
Una ciudad de Galilea llamada Nazaret
Nazaret, lugar desconocido
Nazaret, lugar histórico
Nazaret, lugar teológico
Nazaret, lugar interior
Nazaret, donde florece el desierto
En Nazaret se cumple la alianza divina
El Nazaret personal
Tentaciones posibles
Reacciones adecuadas
María de Nazaret
La mediación humana
Preservada de todo pecado
Felicitación
El ángel anunció a María
El tálamo de Dios
He aquí la Esclava del Señor
Hágase en mí según tu Palabra
Y concibió del Espíritu Santo
Cántico a María
Hágase en mí tu voluntad
Personalización
La ciudad de David llamada Belén
La joven peregrina
La hospitalidad de Belén
Nos ha nacido el Príncipe de la Paz
Belén, casa del pan
Los testigos de Dios
El poder de Dios
La compasión
La nueva humanidad
Contemplación
Ha nacido el Salvador de toda la humanidad
Dios nos visita
La capacidad de asombro
Nos ha nacido un Niño
Embeleso
Espejados en el Niño de Belén
Contemporáneos de Jesús
Transformación
Contemplación
Claves para el camino de la existencia
Acoge la salvación
Difunde la buena nueva
Invitación
Testigos de esperanza
Propuestas ante el portal de Belén
Jesús vino desde Galilea al Jordán
Concurrencias
La experiencia fundante
La restauración del proyecto de Dios
Renovación de las promesas bautismales
Fuentes de agua viva
Empujado por el Espíritu al desierto
La fascinación del desierto
Ecos del desierto
Jesús inicia su vida pública en el desierto
Experiencia de tentación
Proceso de maduración
Sabiduría del desierto
Recreación
Propuestas
Por la ribera del mar de Galilea
A orillas del lago
Los primeros discípulos
Pescadores
Travesía
Vamos a la otra orilla
Confiados
El ciclo de la luz
A la hora de la brisa
La noche
La tormenta
La prueba
Noche oscura del alma
A la cuarta vigilia
Tiempo de luz
Vestigios
Canto a Galilea
El monte de Dios
Subir al monte
El monte de las Bienaventuranzas
El monte de la multiplicación de los panes
Contemplación del sacramento de la naturaleza
El monte alto de la Transfiguración
La necesidad de salir
Reacción sobrecogida
El poder transfigurador
La belleza
Oración al Espíritu dador de la Luz
Canon de belleza
“Yo soy la luz”
La imagen más bella
Rasgos del icono de Jesucristo
A Cristo transfigurado
Personalización
La misión de transfigurar la materia
Vamos a Jerusalén
Distintos modos de acercarnos a la Ciudad Santa
Procesión del Arca de la Alianza
Como los discípulos especuladores o como el ciego
Como Jesús, enamorado
“Bendito el que viene en nombre del Señor”
Getsemaní
El cenáculo
Después de cenar
Oración
El Huerto de los Olivos
La noche en Getsemaní
El nuevo Adán
Amigo, ¿a qué has venido?
Señor, ¿por qué te has dejado prender?
Canto a Getsemaní
Detrás de Jesús
¿Podéis velar una hora conmigo?
Tiempo de oración
Contemplación
La experiencia de soledad
Oración
Acompañamiento
Invitación del Maestro
Luz para la hora más oscura
Respuesta agradecida
El antídoto contra toda desesperanza
Solidarios
El Calvario
Camino de la Cruz
Conclusión
Cristo ha resucitado
Carta al Resucitado
Camino de Emaús
Los discípulos de Emaús
El camino de la existencia
Manos tendidas del Resucitado
¡Cristo ha resucitado! ¿Ha resucitado para ti?
Camino espiritual
Un largo camino
Acompañamiento espiritual
Desencanto y fracaso
Con el bordón de la Palabra
Oración objetivadora
Saber desaparecer
Frutos del proceso
Oración del acompañante
Volved a galilea
Retorno a Galilea
¿Qué es volver a Galilea?
El amor divino
Experiencia
Mandamiento
Singladura
Presencia
“Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo”
Examen final
Última pregunta: ¿Me amas?
Colección espiritualidad
Créditos
PRÓLOGO
Uno siempre busca estar con el que ama, o físicamente, o recorriendo lugares que recuerdan su presencia.
Es cierto que Él está en todas partes, en todos los seres y en uno mismo, pero aun así, hay un atractivo irresistible por estar en los espacios donde Él estuvo cuando quiso someterse a esta experiencia y a esta dimensión terrena.
De esa atracción irresistible que jamás se cura, nace la “peregrinación” a esos lugares, atracción que se contagia, atracción que Ángel contagia mucho y bien.
Yo llevo con él, haciendo de guía y comentado y desentrañando la Biblia con sus grupos, 30 años, y seguro que él había comenzado mucho antes. Mi mundo es la Sagrada Escritura, y consecuentemente también aquella tierra, junto con unas parroquias rurales cercanas a Buenafuente en las que vivo, y por supuesto, mis amigos.
Ángel comenzó siendo un compañero de ministerio que inexplicablemente para mí “se fio de mí y me confió” el acompañamiento de sus grupos por Tierra Santa, y enseguida, por seguir las mismas huellas y peregrinar juntos, acabamos siendo amigos.
Mucho he aprendido de él y mucho tengo que agradecer en mi camino personal de búsqueda de las huellas del Amigo a través de la Sagrada Escritura y por aquellas tierras.
Por aquellos lugares santos, llevado por mi entusiasmo, hablo mucho, quizás en demasía, en cambio he observado que Ángel, cada vez habla menos y se recoge más en la contemplación y en el silencio que son las dos Buenasfuentes de donde manan la profundidad y la luz y estoy seguro que este libro que ahora publica, nacido de la contemplación y del silencio, estará lleno de profundidad y de luz.
Yo, de cada peregrinación vuelvo agotado físicamente de moverme y vaciarme tanto; él, en cambio, veo que vuelve más lleno y más vital, como dicen que estaba la zarza ardiente del Sinaí. Sin duda alguna, él ha elegido “la mejor parte” y ahora nos la transmite. (Me consuela pensar que las “Martas” también somos un poco necesarias).
Contemplar en silencio las huellas del Amigo es sin duda el mejor modo de ocupar el tiempo. Y este libro que a continuación vas a comenzar a leer, no dudo que a buen seguro te ayudará en este empeño.
Rafael Pascual Galán
Cura de Anguita, profesor de Sagrada Escritura
y guía oficial de Tierra Santa
PEREGRINACIÓN ESPIRITUAL
Intentamos realizar un itinerario de tipo ignaciano, imaginando los lugares santos donde tuvieron lugar los hechos evangélicos. Cabe que las reflexiones que proponemos valgan para unos días de Ejercicios Espirituales, y también como guía espiritual, al mismo tiempo que se realiza la visita histórica a Tierra Santa. En cualquier caso, invitamos a adoptar actitudes interiores por las que bien por el poder de la imaginación, bien por la contemplación ocular, el peregrino y el orante queden afectados y experimenten frutos de conversión.
Los días de Ejercicios Espirituales, al igual que la peregrinación, son ocasión propicia para ejercitar actitudes que nos llevan a entrar dentro de nosotros mismos, para descubrir o constatar nuestro estado espiritual de una manera más consciente, revisar la conciencia, escuchar la moción interior, datar momentos de especial consolación...
Cabe que, tanto los Ejercicios Espirituales como la peregrinación, se planteen como días que reporten serenidad, descanso, alejamiento de los espacios conflictivos, conocimiento propio, crecimiento en sensibilidad, objetivos en sí mismos loables y convenientes. Pero al referirnos a la expresión ignaciana de Ejercicios Espirituales, además de los motivos de descanso y alejamiento de las tareas cotidianas, nos abrimos a prácticas teologales por las que, más allá del esfuerzo y de la ascesis, del dominio de la voluntad y del apartamiento físico del lugar habitual, nos abrimos a la acción del Espíritu Santo.
Son días de ejercitar la atención, de tratar las cosas con respeto para que su uso no quiebre la armonía, el orden, el silencio de la naturaleza, la belleza del entorno y el espacio acogedor. Se nos exige desprendimiento de hábitos para permanecer más sensibles, a la escucha de las mociones consoladoras, como dice san Ignacio: “Notando y haciendo pausa en las partes más principales, y donde haya sentido mayores mociones y gustos espirituales” (EE 227).
Son días privilegiados para reconocer los dones interiores, para adentrarse en la propia conciencia y escrutar las posibles sugerencias del Espíritu, entre ellas la posible necesidad de misericordia y de perdón, incluso del sacramento de la penitencia, y de recibir la gracia.
Para algunos son días de descanso físico, y ocasión de apartarse de las preocupaciones habituales y las faenas diarias para serenar el cuerpo, drenar el nerviosismo hacendoso, filtrar las noticias, las imágenes y las comunicaciones, para vivir la experiencia de abandono confiado, puestos en las manos del Señor, ante las posibles hipótesis desestabilizadoras.
En estos días es bueno renovar la profesión de fe, las promesas bautismales, los compromisos de vida cristiana y reafirmarse en la propia identidad vocacional. Al haber más tiempo de oración y de encuentro con la Palabra de Dios, se favorece el conocimiento íntimo de Jesús, y el poder celebrar la amistad con Él para ungir la propia historia con la percepción de la gracia y constatar con reconocimiento acontecimientos providentes, que testimonian el acompañamiento del Resucitado.
En los días de Ejercicios suele hacerse discernimiento espiritual, por lo que se invoca al Amigo del alma y Consejero interior para que nos ayude a descubrir lo que se debe dejar y lo que se debe afianzar, aquello a lo que nos debemos convertir y lo que debemos agradecer.
Es un tiempo privilegiado para gozar del don de saberse creados por amor; llamados a la vida por quien es el que lo sostiene todo; invitados a la santidad: a un camino de plenitud en una experiencia de amistad, de amor, de intimidad con Dios, en la que se acrisola la pertenencia a Jesús, según la propia vocación de vida cristiana.
En estos días es más fácil contemplar la naturaleza, la obra creada por Dios. Es más fácil agradecer el don de la vida, reconocer el privilegio de la fe, tomar conciencia de la Providencia divina en nuestra historia, aguzar el oído del corazón para percibir las posibles llamadas.
Algunas anotaciones
Si cuando dejas divagar la mente a través de hipótesis extrañas sin detener la imaginación, que te trae futuros inciertos, un tanto pesimistas y negativos, si en esos momentos te serenas y das crédito a que estás habitado por Dios, y a la verdad revelada de que eres acompañado por el Espíritu Santo y te pones en las manos del Señor, el futuro, sin dejar de hacer su pregunta, no desplaza al presente. Entonces tu interior se calma, confiado y entregado a la Providencia.
Cuando intentas hacer silencio y concentras la mente, percibes la realidad mucho más conscientemente, das valor a cada gesto y a cada palabra, detienes tu mirada en cada rostro y en las celebraciones te asiste una fuerza especial, que te permite mantener la presencia atenta. Si despertada esa sensibilidad, te abres al Tú divino que te habita, ya no solo percibes la realidad de manera consciente, sino que todo se convierte en sacramento y en posibilidad de tratar con Dios a través de lo visible y de lo material.
Cuando recitas expresiones orantes litánicas, aunque en muchos momentos puedes hacerlo de manera un tanto mecánica, si a pesar de la posible inercia y falta de atención, continúas y no dejas de recitarlas, hay instantes en los que percibes un destello interior que te hace consciente de la presencia divina invisible. Cuando esto sucede, el camino solitario se transforma en andadura acompañada, el vacío se remece de trato interpersonal, las horas anónimas quedan reconocidas, el trayecto individualista se torna solidario, y hasta llegas a gustar el acompañamiento de la presencia invisible del Señor y la mirada entrañable de su madre, sobre todo en los momentos más difíciles.
En el proyecto de retirarte unos días a orar, ante el cúmulo de intenciones que tantos dejan en tus manos porque confían en tu oración, si te abres a la relación interior, descubres no solo tu experiencia teologal, sino también la posibilidad de ejercitar la identidad sacerdotal bautismal, al ofrecer las horas de camino y de soledad por quienes depositan sus preocupaciones en ti.
Cuando ofreces, no solo la oración, sino también el trabajo, por quienes te piden que reces por ellos, en vez de sentir la impotencia ante tanta necesidad, si confías en el poder que Jesús ha dejado en la oración, que se eleva en su nombre y te unes a la que Él mismo ha hecho por todos, gustas la fecundidad y el beneficio de la consolación, por hacer de tu vida una travesía creyente, orante y solidaria. Ante los ojos de Dios nada se pierde.
Cuando llegan noticias dolorosas y saltan diversos problemas sociales, familiares o pastorales, o cuando las relaciones humanas se enquistan y se vuelven violentas y la naturaleza dicta reacciones de choque, un tanto desesperanzadas, si en esos momentos se acierta a reavivar la conciencia de la identidad teologal, que concede la certeza de la filiación divina por adopción, por saberse habitados por el Amor de Dios, retorna la serenidad, la templanza, se siente fortaleza, renace la esperanza confiada, no como huida de compromiso, sino como posibilidad de mantener una presencia positiva y paciente en la encrucijada de las dificultades.
Puede que en los días de silencio asalte el juicio sobre el comportamiento de los demás, mas si en ese momento se trae a la memoria las veces que hemos sido perdonados, comprendidos y aceptados, es más fácil retornar al silencio de la mente y al deseo de que todos gocen de misericordia. Una recomendación teresiana es rezar por aquellos hacia los que sentimos aversión y así no violentaremos el espacio sagrado.
Composición de lugar
La invitación ignaciana de hacer la composición de lugar objetiva nuestro proyecto de peregrinar espiritualmente por la Tierra Santa: “El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí es de notar, que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quiero contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se halla Jesucristo o nuestra Señora, según lo que quiero contemplar” (EE 47). En la meditación del Rey temporal, en el primer preámbulo, san Ignacio aconseja: “Es composición viendo el lugar, será aquí ver con la vista imaginativa sinagogas, villas y castillos, por donde Cristo nuestro Señor predicaba” (EE 91).
Sabemos que no es insignificante en un texto el modo como se inicia el relato y cómo se termina, y también si se observa cierto paralelismo en el comienzo y en el final. Desde un sentido literario, cabe interpretar que el autor tiene la intención de que ambas referencias atraviesen toda la escena o la composición.
En el contexto de los evangelios se encuentra, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la afirmación explícita a que todo comenzó en Galilea. San Lucas, en los evangelios de la infancia de Jesús, nos sitúa en Nazaret, una ciudad de Galilea. El evangelio de san Mateo, aunque sabemos que la ascensión del Señor aconteció sobre el Monte de los Olivos, sin embargo, lo denomina de Galilea: “Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado” (Mt 28,16). Este dato no contradice a los otros evangelios, sino que por ser la cuesta del Monte de los Olivos lugar donde pernoctaban los peregrinos venidos de Galilea, tomaba este nombre. El Cuarto Evangelio termina con las escenas pascuales a las orillas del Lago, y en varios textos se cita el mandato de Jesús a sus discípulos, antes y después de su resurrección, de que vayan a Galilea. Estas concurrencias las entiendo como reveladoras de un sentido teológico por el que debemos leer toda la vida de Jesús en clave pascual.
Es fácil observar los movimientos y los constantes cambios de lugar de Jesús a lo largo de su vida. Ningún movimiento es indiferente. “Las acciones de Jesús deben ser leídas en clave teológica, las que parecen subsidiarias en la narración evangélica, como es entrar o salir; acercarse o alejarse; levantarse o sentarse…”1 La alternancia de lugares, que se constata en los evangelios, que sitúan a Jesús en Galilea y en Judea, debe ser interpretada como llamada permanente a la conversión. Pues según Juan José Bartolomé, en la Biblia los movimientos de salir son invitación divina a la conversión.
Tiempo de oración
Si hay una práctica recomendada en los días que dedicamos a los Ejercicios Espirituales es la oración, pero no siempre acontece como uno desea. Me ha dado luz este pensamiento de José Tolentino: “¿Cuál es la mejor oración? Es aquella que podemos hacer en este momento. Será insuficiente, limitada, imperfecta, tosca, balbuciente, distraída, dispersa. Será diferente de aquella que ya tuvimos y fuimos capaces de hacer en el pasado o incomparablemente distinta de aquella oración idealizada que nos gustaría fuera la nuestra. Lo importante es no dejar de rezar”2.
Tanto si se hacen unos días de meditación sobre los hechos y dichos de Jesús en los evangelios, como si se tiene la suerte de peregrinar a los lugares santos, en los que sucedieron los acontecimientos que narran los autores sagrados, es momento propicio para tratar de una forma más viva con el Señor, y de experimentar su paso más tangible, que no quiere decir que haya experiencias extraordinarias, pero sí perceptibles en el interior, hasta el extremo de convertirse en hitos ungidos de la propia historia de fe.
Cuestiones
• ¿Cómo te sitúas ante la peregrinación real o espiritual, como turista, curioso, estudioso, interesado, creyente…?
• ¿Estás abierto a un posible encuentro con la persona de Jesús, con el Evangelio?
• ¿Tienes alguna pregunta o circunstancia en tu vida que deseas contrastar a la luz del paso de Jesús por nuestro mundo?
1 José Tolentino Mendonça, El elogio de la sed, Ejercicios espirituales predicados al Papa y a los miembros de la Curia durante la Cuaresma de 2018, p. 19.
2 José Tolentino Mendonça, El elogio de la sed, op. cit., p. 28.