CURSO DE FORMACIÓN
TEOLÓGICA EVANGÉLICA
El hombre,
su grandeza y su miseria
F. Lacueva
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA
E-mail: clie@clie.es
Internet: http://www.clie.es
EL HOMBRE, SU GRANDEZA Y SU MISERIA
© 1976 por el autor Francisco Lacueva
ISBN: 978-84-7228-257-5
eISBN: 978-84-8267-747-7
Clasifíquese:
18 TEOLOGÍA:
Antropología
CTC: 01-01-0018-06
INDICE DE MATERIAS
INTRODUCCION
PRIMERA PARTE: CREACION DEL HOMBRE
Lección 1.ªEl relato bíblico de la creación del hombre. 1. Cómo nos refiere el Génesis la creación del primer hombre. 2. Creación de la mujer. 3. Valor del hombre. 4. Cristocentrismo de la creación. 5. ¿Hay seres humanos en otros astros?
Lección 2.ª¿Creación o evolución? 1. Consideraciones previas. 2. Cómo nos describe la Biblia la formación del hombre. 3. Qué enseña el evolucionismo. 4. ¿Es el evolucionismo contrario a la Biblia? 5. Los argumentos de la tesis creacionista
Lección 3.ªAntigüedad del hombre. 1. Los datos de la Biblia. 2. El simbolismo bíblico de los números. 3. Longevidad del hombre primitivo. 4. Los datos de la Ciencia
Lección 4.ªUnidad de la raza humana. 1. Todos los hombres son de una misma especie. 2. Todos los hombres actuales proceden de una sola pareja. 3. Solidaridad de la raza humana
Lección 5.ªElementos constitutivos del ser humano. 1. Diversas teorías sobre la constitución física del hombre. 2. Qué enseña la Sagrada Escritura. 3. Explicación de tres pasajes difíciles. 4. Cómo están relacionados entre sí nuestra alma y nuestro cuerpo
Lección 6.ªOrigen del alma humana. 1. Teoría de la preexistencia. 2. Teoría creacionista. 3. El traducianismo. 4. ¿Una vía media?
Lección 7.ªNaturaleza moral del hombre. 1. Las facultades específicas del hombre. 2. La comunión con Dios. 3. La conciencia. 4. La decisión responsable. 5. Tres principios importantes
SEGUNDA PARTE: ESTADO ORIGINAL DEL HOMBRE
Lección 8.ªLa imagen de Dios en el hombre. 1. Importancia del tema. 2. Teorías sobre la naturaleza de la imagen de Dios en el hombre. 3. Doctrina bíblica sobre la imagen de Dios en el hombre
Lección 9.ªEl hombre, ser personal y libre. 1. La personalidad, como característica del ser humano. 2. La personalidad y la imagen de Dios en el hombre. 3. El hombre, ser dotado de libertad. 4. Hombre e historia
Lección 10.ªEl hombre, colaborador de Dios. 1. El hombre, trabajador inteligente. 2. El mandamiento de trabajar. 3. El hombre, ser social. 4. El progreso humano. 5. Lo sagrado, lo profano y lo secular
Lección 11.ªIntegridad original del hombre. 1. La comunión con Dios. 2. Dominio sobre las pasiones. 3. Dominio sobre el organismo corporal. 4. Dominio sobre la naturaleza. 5. Objeciones contra la integridad original del ser humano
TERCERA PARTE: LA CAIDA DE NUESTROS PRIMEROS PADRES
Lección 12.ªLos pactos de Dios con la humanidad. 1. Noción de pacto. 2. Los pactos del Antiguo Testamento. 3. El nuevo pacto
Lección 13.ªLa Ley de Dios y el pacto de obras. 1. Ley de Dios y mandato divino. 2. Ley y Gracia. 3. El precepto de Dios a nuestros primeros padres. 4. El doble pacto adámico
Lección 14.ªEl relato bíblico de la caída. 1. La tentación de la serpiente. 2. La caída de nuestros primeros padres. 3. ¿Cómo se explica esta caída en unos seres perfectos?
Lección 15.ªConsecuencias de la caída de Adán y Eva. 1. Extrañamiento de Dios. 2. Extrañamiento de sí mismos. 3. Extrañamiento del prójimo. 4. La sentencia de Dios. 5. La misericordia de Dios
Lección 16.ªConsecuencias del pecado de Adán en su descendencia. 1. Dos aspectos del pecado original. 2. Historia del desarrollo teológico de esta doctrina. 3. Análisis de los textos bíblicos.
Lección 17.ªCómo se imputa el pecado de Adán a sus descendientes. 1. Apropiación voluntaria. 2. Inclusión física. 3. Inclusión representativa. 4. Solidaridad racial
Lección 18.ªObjeciones a la doctrina del pecado original. 1. Objeciones a la tentación de la serpiente. 2. Objeciones a la conexión de toda la raza humana con Adán. 3. Objeciones a la sanción impuesta
CUARTA PARTE: EL PECADO PERSONAL
Lección 19.ªNoción de pecado. 1. El pecado, en contraste con la santidad. 2. Cómo adquirimos conciencia de pecado. 3. La triple dimensión del concepto de pecado
Lección 20.ªOrigen del pecado. 1. El pecado es el mal absoluto. 2. Dios no puede ser el autor del pecado. 3. El dualismo maniqueo. 4. El pecado tiene su origen en un ser moral defectible
Lección 21.ªNaturaleza del pecado. 1. El gnosticismo maniqueo. 2. Teoría de Leibniz. 3. Opinión de Spinoza. 4. El evolucionismo ateo. 5. El pelagianismo. 6. Enseñanza tradicional de la Iglesia de Roma. 7. ¿Qué dice la Biblia?. 8. Definición de pecado
Lección 22.ªRaíz íntima del pecado personal. 1. El «yo» pecador, ese desconocido. 2. La raíz del pecado en general. 3. La raíz del pecado en Satanás. 4. La raíz del pecado en nuestros primeros padres
Lección 23.ªUniversalidad del pecado. 1. Todo ser humano comete pecados. 2. Inconsciencia no equivale a inocencia. 3. Todo ser humano posee una naturaleza pecaminosa
Lección 24.ªLa depravación causada por el pecado. 1. Tres aspectos del pecado. 2. Elementos de la corrupción original. 3. En qué consiste nuestra total depravación. 4. La total incapacidad. 5. Objeciones
Lección 25.ªCulpabilidad del pecado. 1. Noción. 2. Relación del relato de culpa con el de pena. 3. Sólo el Hijo de Dios, hecho hombre, pudo reparar el pecado del hombre. 4. Condiciones requeridas para la culpabilidad
Lección 26.ªCastigo del pecado. 1. Noción de pena. 2. Aclarando conceptos. 3. La pena del pecado. 4. Muerte y comunión con Dios
Lección 27.ªClases de pecados. 1. Pecado original y pecado actual o personal. 2. Pecados de ignorancia y de malicia. 3. Pecados de debilidad y de presunción. 4. Pecados de comisión y de omisión. 5. ¿Existen pecados veniales? 6. Grados de pecado. 7. El pecado contra el Espíritu Santo
Lección 28.ªEl pecado del cristiano. 1. Gravedad del pecado del creyente. 2. Los frentes de lucha. 3. Efectos del pecado en la propia persona del creyente. 4. Efectos que produce en Dios el pecado del creyente
Lección 29.ªEl remedio del pecado para el no creyente. 1. La provisión general para remedio del pecado. 2. ¿Cuándo fue provisto el remedio? 3. Gracia común y gracia salvífica. 4. La salvación de los que no han podido escuchar el Evangelio
Lección 30.ªEl remedio del pecado para el creyente. 1. La triforme provisión divina. 2. La confesión del pecado, prerrequisito para el perdón. 3. La restauración de la comunión con Dios. 4. El «lavamiento de los pies»
Lección 31.ªEl remedio del pecado en los niños. 1. El problema. 2. También los niños se hallan, por nacimiento, bajo condenación. 3. ¿En qué sentido es de los niños el reino de los cielos? 4. ¿Cómo se salvan los niños? 5. ¿Cuándo se salvan los niños?
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCION
El tema del hombre es siempre de singular relevancia, porque nos afecta a cada uno de nosotros en lo más íntimo de nuestra existencia y de nuestra personalidad. Y el hombre es, ante todo, proyecto existencial con un destino eterno. De ahí que la existencia humana esté llena de problemas: el problema del pecado, el problema del mal, el problema de la muerte, el problema de la guerra, el problema del hambre, el problema de la carestía de la vida, el problema de la contaminación atmosférica, los múltiples problemas sociales, el problema del dolor y del sufrimiento, etc.
Pero todos estos problemas que nos espolean inquietantemente en búsqueda de una solución satisfactoria, tienen un eje común constituido por las tres preguntas siguientes: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y sólo la Palabra de Dios tiene las respuestas correctas a estas inquietantes preguntas. Por cierto, la Biblia no es esencialista ni existencialista, sino que mantiene un perfecto equilibrio entre ambos extremos: por una parte, nos dice que la raza humana como tal es una raza caída, pero por otra parte nos habla de una salvación personal mediante el seguimiento, no de unas ideas, sino de una persona, que es el Hijo de Dios hecho hombre para que los hijos de los hombres lleguen a ser hijos de Dios.
El hombre moderno ha tomado conciencia de que ya no es un mero número dentro de la especie humana, ni sólo un alma que salvar a toda costa, como se pensaba en la Edad Media. Más aún, desde el Renacimiento hasta nuestra era atómica, pasando por la Revolución Francesa, la Revolución social y la Revolución industrial, el énfasis en los derechos de la persona humana, con todo lo que ello comporta, ha hecho surgir un nuevo humanismo que hace del hombre el centro del Universo. De ahí que hasta la nueva Teología se esté convirtiendo en mera Antropología.
Lo malo es que este extremo humanismo ha calado en muchas de las confesiones que se llaman cristianas, especialmente en los núcleos más progresistas de la Iglesia de Roma. El Nuevo Catecismo Holandés, rezumando una mentalidad netamente pelagiana, declara que, por el mero hecho de haber nacido, todo hombre participa en las bendiciones de la redención, pues un inconverso manifiesta su bondad aceptando la vida y estando dispuesto a servir, como también puede expiar sus pecados («integrar su vida») aceptando con resignación la muerte.1 También niega el pecado original según lo ha entendido siempre la Iglesia contra Pelagio, pues afirma que el pecado ha existido siempre en la naturaleza humana, con lo cual se niega el estado de justicia original de nuestros primeros padres, y el verdadero sentido de la caída de que se nos habla en Génesis 3. Ello sólo es posible si se despoja de su historicidad a los primeros capítulos del Génesis, como lo hace el Nuevo Catecismo Holandés.2
De esta forma, la línea divisoria entre la perdición y la salvación no pasa por el «nuevo nacimiento» de Juan 3:3ss., ni por el arrepentimiento y la fe de Marcos 1:15, ni por la «conversión» de 1.ª Tesalonicenses 1:9, sino por la «buena voluntad», la «sinceridad», la llamada «buena fe». Es curioso que la expresión «buena voluntad» nunca se atribuya en el Nuevo Testamento al hombre, sino a Dios (V. Lc. 2:14; Flp. 2:13). Quizá la completa inanición y miseria espiritual en que el Nuevo Testamento presenta a la humanidad caída (V. Rom. 3:19ss.) pueda resultar humillante para el hombre moderno, orgulloso de su cultura y de su técnica, pero la Biblia lo hace para enfatizar, junto con nuestra profunda miseria, la libre y soberana iniciativa de Dios al haberse decidido a liberarnos de toda esclavitud, enviando a Su Hijo Unigénito a revestirse de la condición humana para expiar en la Cruz nuestros pecados.
El nuevo pelagianismo, con su énfasis en la «buena fe», está conduciendo a un sincretismo que se respira por todas partes, hasta calar hondamente en el hombre de la calle, para el que todas las religiones están resultando igualmente buenas o igualmente indiferentes o igualmente nocivas. ¿No hay un sólo Dios? —dicen unos—; pues ése será el Dios de todos. —No hay otro Dios que el hombre en constante progreso y evolución —dicen otros—; así que sobra toda religión. Es un «ecumenismo» fácil, al que hasta algunos creyentes parecen amoldarse sin mayores molestias.
Pero en el otro extremo tenemos un puritanismo mal entendido, que traza la línea divisoria de la salvación, en la profesión externa de una determinada confesión religiosa, tildando de mundano, profano e inmundo todo lo que no se encuentra de puertas adentro de su peculiar capillita. Ello comporta un concepto peyorativo de las cosas que hay en el mundo, un desinterés absoluto por toda persona que no comulga con nuestras opiniones religiosas y una falta de compromiso en las tareas y en los problemas comunes que inquietan y agitan a la humanidad. Se olvida así que la Palabra de Dios nos manifiesta una voluntad salvífica universal por parte de Dios (1 Tim. 2:4) y una iluminación universal que el Verbo de Dios, viniendo a este mundo, proyecta sobre todo hombre (Juan 1:9). Y, en último término, es el Señor quien conoce a los que son suyos (2 Tim. 2:19); los hombres nos dejamos guiar por las apariencias; y, muchas veces, las apariencias engañan.
Así, pues, la Biblia no sostiene que el hombre sea bueno por naturaleza (V. Ef. 2:3), conforme al optimismo de J. J. Rousseau, pero tampoco es absolutamente pesimista, al estilo de Schopenhauer, para quien el único realismo consistía en llamar a este mundo «un valle de lágrimas». Más aún, el único verdadero humanismo, equidistante entre el excesivo optimismo y el deprimente pesimismo, es el que la Palabra de Dios proclama: el ser humano, por muy caído que se encuentre, tiene un valor inmenso por el amor inefable con que Dios le ha agraciado, hasta poner como precio de su rescate la sangre de Su propio Hijo Unigénito. Por eso, Dios nos trata con infinito respeto, porque sabe mejor que nadie que, como dice G. Thibon, «aun cuando sea para darle brillo, no se puede tratar a una persona como a un par de botas»3 Por eso también, el Cristianismo dista mucho de ser alienante. Es cierto que el creyente ha de vivir con la esperanza, no de «la otra vida», sino de la vida eterna que comienza aquí y ahora, pero también ha de reconocer en todo lo bueno que se lleva a cabo en este mundo, un valor estimulado por el Espíritu Santo y que ha de perdurar por toda la eternidad; y ha de entregarse con todo ahínco y competencia al trabajo que su profesión le exija, estando en esto de acuerdo con Carlos Marx, cuando escribía en su tesis 11ª a Feuerbach: «Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.»4
Dividiremos en cuatro partes este tratado sobre el hombre: en la 1.ª, estudiaremos la creación del hombre; en la 2.ª, el estado original del hombre; en la 3.ª, la caída de nuestros primeros padres, con sus consecuencias; y en la 4.ª, estudiaremos la naturaleza del pecado en sí, así como su castigo y su remedio. Remedio que quedará explicado en detalle en el volumen IV de esta serie teológica, que trata de la persona y de la obra de Jesucristo.
Mi gratitud a cuantos han hecho posible que este volumen se publique con menos imperfecciones de las que mi individual iniciativa hubiera producido; en especial, a los hermanos de la iglesia evangélica sita en General Aranda, 25, de esta hermosa ciudad gallega que es Vigo, donde todos los temas aquí tratados se han estudiado comunitariamente; al escritor y profesor evangélico D. José Grau, siempre solícito en la revisión de mis manuscritos y a la Editorial CLIE, que pone todo su esmero en la mejor forma de presentar esta serie teológica.
1. V. pp. 249 y 456 de la edición inglesa.
2. Pp. 259-267 de la edición inglesa.
3. En El Pan de cada día. p. 119.
4. E. Tierno Galván, Antología de Marx. (Madrid, Edicusa, 1972), p. 112.
Primera parte
Creación del hombre
LECCION 1.ª
EL RELATO BIBLICO DE LA CREACION DEL HOMBRE
1.Cómo nos refiere el Génesis la creación del primer hombre
Comencemos por afirmar que Génesis 1 y 2 no son documentos que se contradigan entre sí, sino dos enfoques distintos, basados en la diferente perspectiva en cuyo marco encuadra el escritor sagrado el hecho de la creación de nuestros primeros padres: en el capítulo 1.º, Elohim, el Supremo Hacedor, Rector y Gobernador del Universo, tras la creación de todos los demás seres, se dispone a coronar su obra haciendo al hombre a Su imagen y semejanza; en el capítulo 2.º, Yahveh-Elohim, Hacedor Omnipotente y, al mismo tiempo, Salvador misericordioso, modela con esmero y detalle el primer ser humano. Es posible que Moisés utilizara dos fuentes distintas, pero ello no obsta a la unidad del relato ni a la infalibilidad del informe.
Génesis 1:26-27 marca con un «punto y aparte» la diferencia radical entre los demás seres creados y el hombre. Hasta entonces, Dios se había contentado con un «sea hecho...»; pero aquí ya no dice: «sea hecho el hombre», sino «hagamos al hombre» (V. también Gén. 11:7). El uso del plural «hagamos» es un antropomorfismo1 que expresa algo así como una deliberación previa, para enfatizar la importancia de lo que se pretende ejecutar. Puede tomarse también como un plural mayestático,2 como en Esdras 4:18.3 Algunos teólogos quieren ver aquí una referencia explícita a la Trinidad; sin embargo, el sentido trinitario de dicho plural sólo puede deducirse a la luz del Nuevo Testamento. Más aún, siendo cierto que el Padre todo lo ve en el Hijo y todo lo ama en el Espíritu Santo, la creación del hombre, lo mismo que la del resto del Universo, por ser obra de la sabiduría y del amor de Dios, tanto como de su poder, necesariamente ha de ser un acto trinitario. Además, el sujeto propio de una acción no es la naturaleza, sino la persona, y las personas divinas obran conjuntamente en todo cuanto es causado por Dios. Dice «a nuestra imagen», con lo que expresa el valor supremo de la persona humana (V. Hech. 17:28: «linaje suyo somos»), mientras que, al crear las plantas y los animales, dice: «...según su especie».
Génesis 2:7 nos presenta a Yahveh-Elohim modelando («vayyitzer») al hombre-Adam del polvo de la tierra, o mejor, de tierra arcillosa («adamah»),4 como un alfarero modela una vasija (comp. con Jer. 18), pues esto indica el verbo hebreo yatzar.5 El rabí Meir dice que Dios, al formar al hombre, tomó tierra de todos los continentes, para indicar que todos los hombres son hermanos. Otros dicen que lo formó de tierra tomada del lugar donde, andando el tiempo, había de estar situado el Altar de la Expiación, para indicar que el hombre tiene remedio para su pecado.6 L. S. Chafer observa que todo nuestro sustento viene directa o indirectamente de la tierra.7 El Sagrado Texto nos dice, con otro expresivo antropomorfismo, que sopló Dios en la nariz del Adam que había modelado, un aliento de vida «y fue Adam un ser viviente», frase genérica que el Targum matiza traduciendo «un espíritu que habla», o sea, una personalidad que piensa y expresa con palabras sus pensamientos.8
2.Creación de la mujer
Hasta llegar a Gén. 2:17, Dios asegura que todo lo creado es bueno, y hasta «bueno en gran manera» (Gén. 1:31). Pero la primera cosa que Dios no encuentra buena es que el hombre esté solo (2:18). Considerando que ya existían otras muchas cosas, así como plantas y animales de toda especie, esta soledad del primer hombre marca una vez más la radical supremacía de la persona humana sobre todo lo creado. Sólo otra persona humana, un ’tú’, puede ser realmente compañera de un ser humano. Por eso, Dios decide crear a la mujer como una ayuda idónea para el hombre, puesto que ninguno de los animales reunía tales condiciones (V. 2:19-20). Para ello, Dios practica una especie de anestesia a Adam y forma a la mujer de una costilla de junto al corazón del hombre. Con este nuevo antropomorfismo, se nos da a entender: (a) que la mujer (hebreo «ishshah») tiene por cabeza al varón (hebreo «ish»), del cual depende; (b) la estrecha relación de la mujer con su varón; (c) el fundamento natural para una normal asociación entre ambos: ella debe serle ayuda (a su lado); él debe amarla entrañablemente (ha salido de su costado, de junto al corazón).
El rabino Hertz hace notar que, en el original, el versículo 22 dice: «fabricó (hebreo “vayyibén”) una mujer». Dicho verbo se deriva de «banah» comprensión o intuición, por medio de la cual, la mujer había de contrapesar el intelecto y la lógica del varón.9 De este modo, sólo cuando tenemos juntamente al varón y a la mujer, queda completa la imagen y semejanza de Dios en el hombre (V. Gén. 1:27), porque en Dios la cabeza y el corazón, o sea, la verdad y el amor, son igualmente infinitos y, por tanto, guardan un perfecto equilibrio. Por eso, el matrimonio se llama en hebreo qidushim, es decir, santidades, porque son dos «santos» los que se unen. De ahí que 2:24 muestre la unidad y la indisolubilidad del matrimonio con un verbo «se unirá» (hebreo «dabaq», que los LXX traducen por «proskollethésetai» —comp. con el «ekolléthe» de Lc. 15:15), que expresa una total aglutinación, por la que esposo y esposa llegan a ser «una sola carne», o sea, como una misma persona, consortes, o sea, copartícipes, de por vida, de las mismas penas y alegrías.
Alguien ha hecho notar que el haber sido creado el varón antes de la mujer influyó decisivamente en la distinta psicología de uno y otra: Adam había ya oteado el horizonte, contemplado las estrellas y puesto nombre a las cosas y a los animales, cuando fue formada su mujer; de ahí que el varón se ocupe en múltiples tareas y se preocupe de diversos problemas. En cambio, la mujer, inmediatamente de haber sido formada, tuvo ante sí, primero de todo, a su hombre; eso explica que la mujer todo lo vea a través del hombre, del hijo, del hogar...
En Gén. 1:28, después de una bendición especial, que marca una vez más la superioridad esencial del hombre sobre las demás cosas, Dios da al hombre un primer mandamiento: «fructificad y multiplicaos...». Fundar un hogar y tener familia será la aspiración primordial de todo judío; la esterilidad se convertirá en una maldición. Por eso, la Biblia no se ocupa del control de natalidad. Lo cual no es obstáculo a que una paternidad responsable se haga cargo de las circunstancias sanitarias y económicas que pueden y deben tenerse en cuenta a la hora de procrear nuevos vástagos.
3.Valor del hombre
Del relato de Génesis 1 y 2, se desprende el valor que para Dios posee el hombre. La persona humana tiene para Dios un valor radicalmente superior al del resto del Universo. El hombre es constituido virrey de la Creación y dominador de todo lo demás (Gén. 1:28-30). Con un soplo salido de lo más hondo de Su pecho, Dios hace vivir al Adam aquel de arcilla que iba a ser el primer hombre (Gén. 2:7). El hombre resulta así, no sólo un ser viviente, sino también espiritual, consciente y libre. El es como el catalizador y el altavoz consciente y responsable del salmo de gloria que la Creación entera entona a Dios; y en la garganta del hombre, la voz del Universo se torna himno de alabanza o grito de blasfemia. Como cantaba un joven poeta de la Universidad Gregoriana de Roma, allá por el 1950, el pensamiento del hombre, como la cornamenta de un ciervo, es para Dios «pretexto no más donde apoyar su música», como el atril en que Dios puede colocar la partitura del canto de alabanza que le tributa todo lo creado (V. Sal. 8:4-9).
Dice Hertz10 que, según los rabinos, el hombre, a diferencia de los demás seres que sólo tienen un «yod» (o sea, una y en el verbo «yatzar»), es decir, una sola inclinación, posee dos «yod» (vayyitzer): el «yetzer tob», o buena inclinación, y el «yetzer ra’», o mala inclinación. Otros, anticipando ya el pensamiento paulino, advierten que el hombre disfruta de dos ciudadanías: la del Cielo y la de la Tierra.
Al ser el hombre algo radicalmente distinto de todo lo demás, estamos de acuerdo con la filosofía existencialista en que el ser humano es el único sujeto existente en el mundo, mientras que lo demás es objeto (algo arrojado ante mí), es decir, utensilio o escenario del hombre. Sólo el hombre es adoptado a la filiación divina. De ahí que toda la Creación gima por la final redención de los hijos de Dios (Rom. 8:14-23). Se explica así el interés de Dios por la salvación del hombre. Como dice E. Kevan,11 «el hombre no era digno de ser salvo, pero era digno que fuese salvado», por el amor que Dios depositó en él al crearlo a Su propia imagen.12 Así se explica también la nostalgia y el vacío que aún los más incrédulos sienten en los momentos de silencio interior. Como escribió Agustín de Hipona en sus Confesiones (III, 8): «Nos hiciste, Señor, para ti, y está intranquilo nuestro corazón hasta que descanse en ti.» El valor del hombre está bien claro en el Nuevo Testamento, especialmente en Mt. 6:26,30; 10:30:31; 12:12; Mc. 2:27; 8:37; 1 Cor. 9:9-10, etc.
4.Cristocentrismo de la creación
Ya vimos anteriormente cómo Dios creó todas las cosas con su Palabra o Verbo. Jesucristo, el Hombre con mayúscula (V. Heb. 2:5-18; 7:26) es Aquél por quien, en quien y para quien (el Nuevo Testamento usa las preposiciones diá, en y eis) todo fue creado, incluyendo al hombre (Jn. 1:3 —como un eco de Gén. 1:3; Prov. 8:22-31—; Col. 1:16-20,27; Heb. 1:1-4). El es el principio y cabeza de todo (Ef. 1:10; Col. 1:20; Apoc. 1:8; 21:6; 22:13). El es también el sustituto y representante de la humanidad caída; el «Postrer Adam», que vino a reparar lo que el «Primer Adam» echó a perder.
5.¿Hay seres humanos en otros astros?
La Biblia no dice nada acerca de esto, porque sólo se ocupa de la creación, perdición y salvación de la humanidad que ha existido y existe en nuestro planeta. Pero Dios ha podido crear en otros mundos habitables otros seres más o menos parecidos a nosotros. La magnitud extraordinaria del Universo da pie a pensar en muchos otros mundos habitados por seres inteligentes y capaces de entonar sus alabanzas al Creador, aunque también podría servir para prosternar al hombre de nuestro planeta en adoración atónita y espolear su irrestañable sed de investigación, de acuerdo con Ecl. 3:11.
En cuanto a los OVNIS o platillos volantes, su aparición está todavía circundada por el misterio.13 Por otra parte, es probable la existencia de una cuarta dimensión, donde los seres sean invisibles, inaudibles e impalpables a nuestros sentidos, pero detectables para quien posea un magnetismo peculiar, especialmente en la hora de la muerte, cuando nuestro espíritu está a punto de desprenderse de la densa envoltura del cuerpo actual. Esto explicaría algunos fenómenos repetidamente comprobados, que carecen de otra explicación científica.
CUESTIONARIO:
1. ¿En qué se distinguen los relatos de la creación en Génesis 1 y en Génesis 2? — 2. ¿Qué comporta el «hagamos» de Gén. 1:26? — 3. ¿Cómo nos muestra Gén. 2:7 la creación del hombre? — 4. Análisis del relato de la creación de la mujer, a partir de Gén. 2:18 hasta el final del capítulo. — 5. ¿Tiene Gén. 1:28 algo que ver con el control de natalidad? — 6. ¿Cómo muestra Gén. 1 y 2 el valor del ser humano? — 7. Papel de Jesucristo en la Creación. — 8. ¿Puede deducirse del relato del Génesis que no existen otros mundos habitados?
1. O sea, una figura literaria que expresa al estilo humano, o con características humanas, los atributos o los modos de obrar de Dios.
2. Como cuando un rey, un obispo o un papa dicen: «Nos... según nuestro criterio, etc.»
3. V. Hertz, Pentateuch and Haftorahs. (London, Soncino Press, 1969), página 5.
4. Compárese con «Edom» = pelirrojo, que es el sobrenombre dado a Esaú.
5. V. Hertz, o. c., p. 7.
6. V. Hertz, o. c., p. 7. Todas estas explicaciones son excesivamente alegóricas. V. también Gén. 3:19; 1 Cor. 15:47; 2 Cor. 4:7.
7. En su Systematic Theology, II, p. 146.
8. V. Hertz, o. c., p. 7.
9. V. Hertz, o. c., p. 9.
10. O. c., p. 7.
11. En su Dogmatic Theology, Correspondence Course, vol. II, I, pp. 4-5.
12. Cuentan que, a principios del presente siglo, un embajador español en París perdió una moneda de diez céntimos en la oscuridad de un pasillo de Versalles. Para encontrarla, encendió un billete de mil pesetas. Al reírse sus colegas de tal quijotada, les replicó: «esa moneda lleva la efigie de mi rey, y no consiento que nadie la pise». Algo parecido puede decirse del ser humano, por muy bajo que haya descendido; lleva la imagen de su Creador, y Dios no quiere que sea pisoteada ni que permanezca en el fango.
13. Sobre este tema, puede encontrarse información y bibliografía en E. Danyans, Platillos volantes en la antigüedad y Platillos volantes en la actualidad. (Editorial Pomaire).
LECCION 2.ª
¿CREACION O EVOLUCION?
1.Consideraciones previas
Antes de abordar este polémico tema, repetiremos algunas de las observaciones que hemos hecho ya en otro lugar:14
A)La Biblia no es un texto de Astronomía, de Física, de Biología, etc., sino una Historia de la Salvación, escrita en estilo popular, según la mentalidad de aquéllos a quienes iba dirigida en primer lugar. Se adapta, por tanto, al modo que los antiguos semitas tenían de concebir el mundo.
B)La literatura semita, a la que pertenece la Biblia en cuanto que fue redactada por autores humanos, huye de la abstracción y de los conceptos filosóficos; es concreta, llena de plasticidad y abundante en símbolos, alegorías e imágenes literarias.
C)Desconocer los géneros literarios de los orientales, y en particular de los semitas, es desconocer el marco en que se nos revela la Historia de la Salvación en la Biblia.
2.Cómo nos describe la Biblia la formación del hombre
Según vimos en la lección anterior, Génesis 1:26 nos presenta a Dios («Elohim») de una manera antropomórfica, deliberando antes de crear al hombre, para darnos a entender que la persona humana es algo totalmente aparte en la creación divina; algo que a los ojos de Dios vale más que el resto del Universo. Génesis 2:7 nos presenta a Dios como un alfarero que modela con sus propias manos, del polvo de la tierra, el cuerpo del hombre, e infunde después en las narices de aquél como muñeco de arcilla un soplo de vida salido de Su propio pecho. Todo ello es un conjunto de antropomorfismos, llenos de rico y variado simbolismo. Pero la Biblia no pretende darnos de una manera científica por qué proceso surgió a la vida el primer ser humano.
3.Qué enseña el evolucionismo
El evolucionismo es el sistema biológico que intenta explicar el origen de la vida y, en concreto, del hombre, por una lenta y progresiva evolución desde la materia inorgánica a la materia orgánica; de lo mineral a lo vegetal, de lo vegetal a lo animal, y de los antropoides o monos mejor cerebralizados al hombre. En este proceso, tiene una intervención decisiva la adaptación dialéctica al medio, o sea, la interacción recíproca entre cada ser vivo y su medio ambiente. El evolucionismo se puede dividir cómodamente en dos grandes grupos:
A’)El evolucionismo ateo, que admite una materia eterna en constante movimiento y progresiva evolución, desde lo inorgánico a lo orgánico, y desde lo simple a lo complejo, hasta llegar al hombre, sin intervención alguna de un Ser Supremo, transcendente al mundo (Haeckel y las diversas clases de ateísmo).
B’)El evolucionismo teísta, que defiende la creación de la materia y su puesta en movimiento por parte de Dios, quien comienza, dirige y controla todo el proceso, y en especial la aparición del ser humano sobre la Tierra, aunque sirviéndose para ello de las causas segundas (Lamarck, Darwin, Teilhard de Chardin, etc.).15
Hasta el siglo pasado, todas las confesiones cristianas habían defendido la tesis creacionista. El Modernismo y la Teología Liberal se adhirieron al evolucionismo, mucho antes de que el camino hacia el nuevo sistema fuera desbrozado en la Iglesia de Roma por la encíclica Divino Afflante Spiritu de Pío XII en 1943. El mismo Pío XII, en su encíclica Humani Generis de 1950, consideró el evolucionismo como una hipótesis posible, aunque apuntando ciertas reservas fundadas en los textos del Génesis. Después, la teoría evolucionista se ha impuesto rápidamente, al mismo tiempo que aumentaba el prestigio del difunto jesuita P. Teilhard de Chardin en la Iglesia de Roma.
Los evangélicos o fundamentalistas, por lo general, han sostenido con gran tesón la tesis creacionista, llegando a tener al evolucionismo como claramente contrario a las enseñanzas de la Biblia y sin base científica en la realidad de los hechos. Así lo hacen, entre otros teólogos de talla, el ya clásico Ch. Hodge16 y los contemporáneos L. Berkhof17 y E. Kevan.18
4.¿Es el evolucionismo contrario a la Biblia?
Por ser la Biblia un libro típicamente judío, interesa conocer la opinión de los grandes rabinos en todo lo que no afecta a la Trinidad de personas en Dios o al Señor Jesucristo, respecto del cual todavía está puesto el velo sobre sus corazones (2 Cor. 3:15). Oigamos, pues, al difunto gran rabino de la comunidad británica, Dr. Hertz, quien, bajo el epígrafe Actitud judía ante la Evolución, dice lo siguiente:
«No hay nada esencialmente anti-judío («un-Jewish») en el concepto evolucionístico sobre el origen y el crecimiento de las formas de existencia, de lo simple a lo complejo, de lo más bajo a lo más alto. La propia narración bíblica expresa la misma verdad general de un progreso gradual, del caos informe al orden, de lo inorgánico a lo orgánico, de la materia muerta al vegetal, al animal y al hombre; insistiendo, no obstante, en que cada etapa no es producto de la casualidad, sino efecto de un acto de la voluntad divina, que lleva a cabo el designio de Dios y recibe el sello de la aprobación divina.»19
Sin ser tan dogmáticos como el Dr. Hertz, y ateniéndonos a las consideraciones apuntadas en el núm. 1 de la presente lección, nos permitimos opinar que hay una vía media entre el literalismo y el liberalismo bíblico, y que, aunque se puedan abrigar algunas reservas acerca de la teoría evolucionista, deberíamos considerarla como algo meramente científico que no afecta a nuestra fe en la Biblia, ya que el estilo alegórico y antropomórfico de los textos de Génesis 1 y 2 es compatible con toda explicación científica que llegue a resultar algún día la más convincente. Atar la Biblia a una determinada hipótesis científica es uncir peligrosamente la fe cristiana al carro de la Ciencia pura.
El gran teólogo bautista A. H. Strong, a pesar de escribir su Systematic Theology en 1907, tuvo la suficiente visión como para comprender que el evolucionismo no es contrario a la Biblia, puesto que se adapta al género literario de ella y no torna superflua la idea de un Creador; más aún, está en consonancia con el modo general de actuar de Dios, quien se vale de las causas segundas para ejecutar sus planes en el Universo. Tampoco va contra la radical diferencia que existe, en todos los órdenes, entre el animal bruto y el ser humano. Dice Strong, hablando de la evolución teísta:
«Concedemos como probable que la gran mayoría de lo que llamamos especies hayan surgido de esa manera. Si la Ciencia llegase a demostrar que todas las actuales especies de seres vivientes se derivan por vía natural de unos pocos gérmenes primigenios, y que dichos gérmenes eran ellos mismos producto de una evolución de fuerzas y materiales inorgánicos, no por eso habríamos de pensar que la narración mosaica resulta falsa. Lo que deberíamos hacer en tal caso es revisar nuestra interpretación de la voz bara’ en Gén. 1:21,27, y darle el sentido de creación mediata.20
Y, más adelante, añade:
dela través del bruto21