MANUAL DEL
CONSEJERO
CRISTIANO
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA
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Internet: http://www.clie.es
MANUAL DEL CONSEJERO CRISTIANO
© 1973 por Jay E. Adams. Publicado con permiso.
Título original THE CHRISTIAN COUNSELAR’S MANUAL
© 1984 por Editorial CLIE, para la versión española.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse sin el permiso escrito de los editores, a excepción de breves citas.
ISBN 978-84-7228-923-9
eISBN 978-84-8267-785-9
Clasifíquese:
Ministerios cristianos
Consejería y restauración
REL109020
ÍNDICE
Prólogo
Introducción
PRIMERA PARTE
LAS PERSONAS
1.Las personas implicadas en la práctica de aconsejar
2.El Espíritu Santo es la persona principal
3.El consejero humano
4.El aconsejado
SEGUNDA PARTE
LAS PRESUPOSICIONES Y LOS PRINCIPIOS
5.Presuposiciones y principios básicos en la práctica de aconsejar
6.La esperanza
7.La oración: La base del aconsejar cristiano
8.La dinámica de la reconciliación-disciplina
9.Reconciliación
10.Presuposiciones y metodología
11.Técnicas
TERCERA PARTE
LA PRACTICA Y EL PROCESO
12.El lenguaje usado al aconsejar
13.El lenguaje de la emoción y de la acción
14.El problema es el pecado
15.El amor en el aconsejar
16.Apoyo, simpatía y empatía
17.La motivación para el cambio
18.Efectuando el cambio bíblico
19.Elementos de deshabituación y rehabituación
20.El modo de empezar
21.Objetivos y fechas finales
22.La dedicación y aplicación necesarias por parte del aconsejado
23.¿Hay algún problema?
24.Dos enfoques básicos
25.Métodos para recoger datos
26.El interrogatorio
27.Ayuda por medio del trabajo de casa
28.Un análisis del trabajo de casa
29.Formas de usar el trabajo de casa
30.Dones que difieren
31.Cómo manejar la ira
32.Cómo tratar la envidia, la preocupación, la ansiedad y la conmiseración de uno mismo
33.Ayudando a las personas deprimidas
34.Ayudando a los «esquizofrénicos»
35.Resolviendo las dificultades sexuales
36.Ayudando a los que tienen temor
37.Cómo aconsejar a los que temen haber cometido el pecado imperdonable
38.Conclusión
APÉNDICE A
Inventario de datos personales (historial)
APÉNDICE B
Lista de comprobación del consejero
APÉNDICE C
Los problemas orgánicos y no orgánicos y la cooperación con los médicos
APÉNDICE D
Muestra
APÉNDICE E
Perfil financiero
APÉNDICE F
Sección de referencias
REFERENCIA N.° 1
Expresiones típicas y respuestas del consejero
REFERENCIA N.° 2
La lista del consejero de las pautas y temas de pecado
REFERENCIA N.° 3
La lista del consejero sobre «quitarse» y «ponerse»
REFERENCIA N.° 4
Cincuenta factores de fracaso o fallo
REFERENCIA N.° 5
Algunas cosas prohibidas en el aconsejar
REFERENCIA N.° 6
Signos de los diez problemas comunes
PRÓLOGO
Este volumen ha sido diseñado para que acompañe a Competente para aconsejar, como su complemento, no para sustituirlo. Los dos pueden ser usados juntos como libros de texto para los cursos de «college» o de seminario. Los consejeros van a hallar que la sección de referencias, al final del libro, les proporciona apoyos preparados para descubrir causas posibles y soluciones bíblicas a los problemas con los que se encuentran en la tarea cotidiana de aconsejar. Se han incluido también listas de verificación para los procedimientos, fracasos, etc., para que la sección de referencias sea más provechosa. Además, en todo el libro el lector hallará ejemplos de material para aconsejar variado. Este material puede ser reproducido por el aconsejado, para su uso en las sesiones reales en que aconseja.
Deseo expresar mi gratitud al reverendo William Varner, de Willow Grove, Pennsylvania, por la preparación de los índices.
INTRODUCCIÓN
Fue una satisfacción para mí el que la primera edición de Competente para aconsejar se vendiera a los cuatro meses de ser puesta ante el público.1 Este interés parece demostrar mi opinión de que hay una gran escasez de material que intente de modo serio usar los datos bíblicos con referencia a las dificultades humanas que la práctica de aconsejar intenta aliviar. En realidad mi objetivo al escribir el libro fue precisamente cubrir esta falta. Se ha demostrado a satisfacción que yo no era el único que pensaba que los ministros de carácter conservador tendrían interés en el libro. Me sorprendió, sin embargo, el que un número de cristianos, no pastores, respondieran también con profundo interés. Esta respuesta más amplia la interpreto como un mandato para que escriba otros volúmenes, que cubran terreno adicional, asuntos especializados, y avancen más allá que el primero. El volumen presente es uno de los que van a responder a este mandato. Se ha tenido en cuenta, en todo, el tipo de lectores que han respondido con interés.
Competente para aconsejar, si bien contenía mucha información práctica sobre los objetivos, métodos y procesos de aconsejar, era principalmente de carácter polémico. Era importante darse cuenta del problema y el lugar de aconsejar cristiano en el mundo de hoy. Naturalmente, muy poco de lo que se debe hacer para combatir las fuerzas que están asaltando al consejero cristiano fue intentado en este volumen. Se trataba sólo de un intento. Sin embargo, antes de entrar en liza con los adversarios2 me sentí obligado a hacer algo para cubrir la necesidad (expresada con frecuencia) de que hubiera a disposición un manual de tipo práctico, del tipo que el profesor C. Gregg Singer, sugiere en su amable crítica a Competente para aconsejar.3
En el Manual del consejero cristiano, he intentado llenar esta necesidad, hasta cierto punto. Sé que no es un tratado completo, y Dios mediante, tengo intención de publicar libros adicionales, que cubran las distintas áreas con más detalle. He publicado The Big Umbrella: Essays and Addresses on Christian Counseling y Christian Living in the Home, libros que amplifican y suplementan lo que he tratado de cubrir aquí. También, libritos: Cristo y tus problemas, Lo que hacer sobre la preocupación y Piedad por medio de la disciplina, que están disponibles como un comienzo de una serie de materiales destinados a ayudar a los consejeros cristianos en la obra de la confrontación nouthética. Cristo y tus problemas puede ser ofrecido a los aconsejados muy pronto en el proceso del aconsejar, puesto que en él se intenta ayudar a presentar las condiciones para un aconsejar beneficioso al hacer énfasis en la esperanza y responsabilidad del cristiano hacia Dios. Los otros dos libritos tienen por objeto ayudar a los consejeros a cubrir las necesidades indicadas por sus títulos.
En el Manual del consejero cristiano, he edificado de modo particular sobre la primera obra, Competente para aconsejar, y esta obra es tenida en cuenta en todas partes. En el objetivo de este nuevo libro mi intención ha sido continuar la publicación de materiales que cubran áreas especializadas dentro del campo del aconsejar bíblico.4 No he intentado, pues, duplicar lo que he dicho antes, o espero cubrir a fondo en el futuro. Por tanto, en algunos puntos, he dado por entendido un conocimiento básico de la confrontación nouthética, según se ha presentado ya. Aunque algunos de estos puntos han sido perfilados o ampliados, no siempre me he tomado el trabajo de hacer los distingos cuidadosos que he procurado hacer de modo expreso en el libro anterior. No veo la necesidad de pintar otra vez el cuadro, arriesgándome a emborronarlo. Si como resultado, en algunos puntos puede parecer que doy por sentado muchas cosas que no demuestro, es porque he intentado usar pinceladas más decididas y colores más vívidos, pero se trata de algo ya establecido. Después de todo, estoy escribiendo este libro para mis amigos; para los que de modo tan entusiasta han respondido a mis esfuerzos anteriores. No estoy tratando de convencer a nadie; éste es un manual de instrucción destinado principalmente a los que ya están convencidos del producto, y quieren hacer un uso más efectivo del mismo. No habrá, pues, muchas notas de carácter polémico o explicatorio.
Quiero apresurarme a decir, para que nadie me entienda mal, que en la segunda parte, no he intentado agotar el tema, ni en cuanto a profundidad ni amplitud. Creo que los principios considerados son vitales y que lo que he dicho ha sido discutido bastante para ser útil, pero debo dejar claro: los principios son ofrecidos más de modo sugestivo que comprensivo. Son, en un sentido representativos e ilustrativos, así como informativos (por lo menos así lo espero). Con estas aclaraciones y este mínimo de orientación te introduzco a la...
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN
1. Hasta el momento presente se han vendido más de 75.000 ejemplares. Se está vendiendo también muy bien una traducción al alemán, Befreinde Seelsorge (Giessen und Basel: Brunnen-Verlag GMBH, 1972). Se está preparando una traducción al chino.
2. Por ejemplo, todo el movimiento behaviorista de Skinner que se está haciendo tan popular en colleges y universidades, bajo nombres como «modificación del comportamiento» o «terapéutica behaviorista», tiene que ser tratado a fondo. Espero, en un volumen próximo, dar plena consideración a este movimiento importante, a hacer algo para cubrir la necesidad (expresada con frecuencia) de que hubiera a disposición un manual de tipo práctico, del tipo que el profesor C. Gregg Singer sugiere en su amable crítica a Competente para aconsejar.
3. El profesor Singer escribió: «Este libro responde a una tremenda necesidad en la literatura evangélica contemporánea ... Sólo me cabe desear que el profesor Adams produzca otros volúmenes en los cuales aplique estos principios en detalle a áreas y problemas específicos del tipo que los padres, maestros y pastores cristianos, encuentran hoy cuando tratan de hacer la voluntad del Señor» (The Presbyterian Journal, 4 de noviembre de 1970), p. 20.
4. Por ejemplo, otro libro, Vida cristiana en el hogar, ha sido ya terminado y publicado. Ésta es una de las razones por las que el aconsejar del matrimonio y de la familia es tratado en este manual de modo ilustrativo e incidental, más bien que de modo central. Sin embargo, me doy cuenta de que, por desgracia, queda todavía mucho por hacer en esta área, y espero publicar otro material, para ayudar a esta necesidad. Hay varios otros volúmenes en estadios distintos de preparación: El uso de las Escrituras en el aconsejar, La función de la Iglesia en el aconsejar, Casos en el aconsejar y La teología y la práctica de aconsejar.
Primera parte
LAS PERSONAS
Segunda parte
LAS PRESUPOSICIONES Y LOS PRINCIPIOS
Tercera parte
LA PRÁCTICA Y EL PROCESO
Capítulo 1
LAS PERSONAS IMPLICADAS EN LA PRÁCTICA DE ACONSEJAR
Siempre son más de dos
En modo alguno es evidente por sí mismo que las personas afectadas en el aconsejar pastoral sean, como escribe Seward Hiltner, «el pastor y el miembro de su iglesia», o como en casi todo libro sobre psicoterapia se supone, el consejero y el aconsejado.1 Al poner a discusión esta cuestión no intento traer a consideración a una docena o más, que podrían estar presentes en la sesión como parte del «superego» del aconsejado.2 En realidad, todo el que ha leído Competent to Counsel va a reconocer inmediatamente mi antipatía total a una idea así. Y en tanto que el asunto está sobre el tapete para ser discutido, vamos a descartar ya, de una vez, los conceptos de transferencia que podrían ser traídos conscientemente en el cuadro, al proyectar sobre el consejero la imagen o la figura de alguna persona del contexto de la vida pasada o presente del aconsejado.3 Como es natural, también, hemos de evitar toda noción de determinismo genético que pueda hacer responsables a los padres (sea en un pasado inmediato o en un pasado jungiano), de la conducta y sentimientos del aconsejado. No, todos estos intentos de ampliar el contexto del aconsejar fallan, puesto que las Escrituras enseñan claramente, que Dios tiene a cada uno de nosotros como responsable de modo personal de sus pensamientos, palabras y acciones, al margen de las presiones e influencias externas:
Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno recoja según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo.4
Todos los intentos de echar la culpa a otro y las excusas van a evaporarse en aquel día, ante la mirada escrutadora de Aquel cuyos ojos son «como una llama de fuego».5 Las elaboradas teorías freudianas o behavioristas que ahora parecen tan plausibles y que son usadas para justificar y excusar a los hombres de su responsabilidad ante Dios se verá aquel día que son fútiles y falsas. En su presencia, los hombres angustiados se asombrarán de su candidez, que antes consideraban refinamiento e ilustración.
Por lo menos tres
Bien, pues, ¿cuáles son los que componen este contexto del aconsejar? ¿Cuántas personas están afectadas y cuáles son? La respuesta cristiana es que el contexto del aconsejar bíblico, con el contexto disciplinario (y el aconsejar y la disciplina tienen que ser relacionados de modo integral),6 siempre implica a tres como mínimo: «Donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»7 En el aconsejar verdaderamente bíblico, pues, en que el consejero y el aconsejado se reúnen en el nombre de Jesucristo, hay que esperar la misma presencia de Cristo, como Consejero Jefe.
NOTAS DEL CAPÍTULO 1
1. Seward Hiltner, The Counselor in Counseling (Nashville: Abingdon Press, 1952), p. 7. Tengo que disentir también en la noción de Clyde Narramore de que «el elemento más importante en el aconsejar es el consejero mismo». Clyde Narramore, en The Psychology of Counseling (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1960), p. 18. Hiltner habla de tres elementos: «miembro de la iglesia, pastor» y «la relación» entre ellos. Dios no es mencionado en el prólogo, lo cual indica cuáles son los puntos «fundamentales» del enfoque de Hiltner y los elementos básicos en el contexto del aconsejar. El enfoque descrito es esencialmente humanístico.
2. Rechazo también el concepto determinista del hijo, el padre y el adulto que se defiende en la obra de Tom Harris’, I’m O.K. — You're O.K. (Nueva York: Harper and Row, 1967), un volumen sobre psiquiatría transaccional (al estilo de Eric Berne). Esta sagaz presentación es simplemente un disfraz de los antiguos términos freudianos Id (ello), el niño, Superego (el padre) y Ego (el adulto). Berne, originador del análisis transaccional, era un asociado íntimo de Erik Erikson, el prominente neo-freudiano que hace énfasis sobre el ego.
3. Para más comentarios con referencia a la transferencia y a sus males como herramienta en el aconsejar, ver Competent to Counsel, pp. 100 y ss., 207 y ss.
4. 2.ª Corintios 5:10 (Véanse también Mateo 16:27; Hebreos 4:12, 13; 9:27; Colosenses 1:28.)
5. Apocalipsis 1:14.
6. Ver, por ejemplo, Mateo 18:16, en que el aconsejar «por uno o dos» es considerado como una parte del estadio previo de la acción disciplinaria.
7. Mateo 18:10. Este versículo sigue de cerca al pasaje de la reconciliación (Mateo 18:15-17), y es, en realidad, una parte del mismo.
Capítulo 2
EL ESPÍRITU SANTO ES LA PERSONA PRINCIPAL
Jesucristo reside ahora de modo invisible en su Iglesia en la persona del Espíritu Santo. Antes de dejar a sus discípulos, Jesús les aseguró que el Padre les enviaría «otro Consolador... el Espíritu de Verdad».1 La palabra griega que se traduce por «otro» es un término específico que significa literalmente «otro de la misma especie». Durante tres años y medio, en cumplimiento de la profecía de Isaías de que Él sería llamado «Consejero», Jesús guió, instruyó, reprendió, animó y enseñó a sus discípulos.2 Era verdaderamente su Consejero. Durante su ministerio, naturalmente, Jesús aconsejó a muchos individuos también.3
Ahora bien, cuando Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos, calmó con su gracia sus temores, al informarles que iba a enviarles «otro» Consolador como Él mismo, para que los enseñara y los guiara como Él había estado haciendo.4 La traducción de Espíritu Santo como «Consolador» es tradicional. Pero, hay buenas razones, sin embargo, para traducir parakletos en los puntos en que aparece en Juan, por «abogado» o un sinónimo, como «consejero», o «ayudador», o «intercesor».5 Juan identifica este Consejero como el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad (esto es, la fuente u origen de la verdad y que lleva a la verdad).
Su obra es la santidad
El Espíritu Santo es llamado santo no sólo porque ha de ser distinguido de todos los demás espíritus, y en particular de los espíritus «inmundos», sino también porque es la fuente de toda «santidad».6 Este punto es subrayado de modo especial en Romanos 1:4, en que en una construcción excepcional, se le llama el «Espíritu de Santidad». La santidad del pueblo de Dios, que resulta de su santificación por el Espíritu Santo tiene que ser atribuida enteramente a Él, cuando obra por medio de su Palabra.7 El fruto del Espíritu es precisamente esto: el resultado de su obra. Si el aconsejar es en esencia un aspecto de la obra de santificación (como he argumentado en otro punto),8 entonces el Espíritu Santo, cuya obra principal en el hombre regenerado es santificarle (ver también Ezequiel 36:25-27), tiene que ser considerado como la Persona más importante en el contexto del aconsejar. En realidad, tiene que ser considerado como «el» Consejero. El poner a un lado el Espíritu Santo, o evitar el uso de las Escrituras en el aconsejar es equivalente a un acto de rebeldía y autonomía. Los cristianos no pueden aconsejar aparte del Espíritu Santo, y su Palabra, sin pecar gravemente contra Él y contra el aconsejado. Cualquier contexto de aconsejar que se desentiende de estos elementos deja de ser, de modo claro, un contexto cristiano, por más que se le llame con este nombre, o sea estructurado por un consejero que es cristiano, pero que equivocadamente intenta divorciar su fe cristiana de sus principios y técnicas en el aconsejar.
Al tiempo en que anunció la venida del Espíritu, Jesús dijo también a sus discípulos que les enviaría a hacer una «gran obra», mayor que al que Él había hecho.9 Esta obra sólo podía ser realizada, dijo Él, si Él les dejaba y les enviaba al Espíritu Santo para que ocupara su propio lugar. El Espíritu sería para ellos un consejero al ejecutar las tareas en una forma en que Él mismo no podía hacerlo personalmente. Su presencia visible corporal continuada con ellos habría significado que la obra, habría tenido que ser confinada a unos pocos, en una área limitada, si tenían que ser guiados por su consejo. Pero yendo al Padre y enviando al Espíritu invisible para que estuviera con ellos, doquiera se hallaran en el mundo, ellos y los otros cristianos podrían beneficiarse del mismo consejo a la vez, dondequiera que se encontrara. Les prometió seguir estando con ellos, por medio del Espíritu, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). En esta obra, iban a tener una gran necesidad de consejo (ver Lucas 12:11, 12; 21:14, 15). Así que, el que Cristo partiera y que viniera el Espíritu, iba a ser beneficioso para ellos (Juan 16:7).10
Todos los cristianos se benefician de su consejo
Es verdad que el Espíritu Santo aconsejó a los apóstoles de modo único, capacitándoles para recordar de modo infalible las palabras y obras de Jesús, y ayudándoles a reproducirlas en la forma de una revelación infalible. Esta clase de aconsejar única cesó al cerrarse el canon del Nuevo Testamento, una vez su propósito había sido realizado. Sin embargo, la obra más general del aconsejar del Espíritu continuó después de la muerte de los apóstoles. En realidad, por medio del uso que hace el Espíritu de esta revelación escrita, predicada, leída, explicada y aplicada entre los miembros de la Iglesia de Cristo, el Espíritu Santo lleva hoy a cabo su obra de aconsejar. Él es quien regenera y da fe a los elegidos (1.ª Corintios 12:3), y el que capacita al creyente para comprender (1.ª Corintios 2:9-16) y vivir conforme a la voluntad de Dios revelada en las Escrituras. Estos dos propósitos (salvación y santificación) se declara que son los fines o «propósitos» de las Escrituras (2.ª Timoteo 3:15, 16), tal como los dos propósitos conjuntos de la misión mundial comprenden las obras de evangelismo y edificación (Mateo 28:19, 20). Todos los verdaderos creyentes reciben el bautismo («unción») del Espíritu Santo en la regeneración, y, por tanto, reciben el beneficio de su consejo (1.ª Juan 2:20, 27). Pero este consejo ha sido depositado en los escritos de los apóstoles y es haciendo que la Iglesia «oiga» este consejo en sus escritos (1.ª Juan 4:6), que el Espíritu quiere aconsejar a su Iglesia hoy día.
NOTAS DEL CAPÍTULO 2
1. Juan 14:16, 17.
2. Isaías 9:6. (Véanse también Isaías 11:2; Zacarías 6:13.)
3. Para tener la idea bíblica de la obra de aconsejar, es importante estudiar la obra de Jesucristo. Creo que se muestra de modo particular en el Evangelio de Juan como «consejero», y los encuentros referidos en Juan 2, 3, 4, 9 y otros son ejemplos específicos de la obra de Jesús aconsejado. Es instructivo notar, aunque no puedo discutir el asunto plenamente aquí, que Juan parece haber estructurado su Evangelio sobre los títulos atribuidos a Cristo en Isaías 9:6. Es Juan también el que presenta como «el Único» [admirable, «pele», de Isaías 9:6, y «unigénito», «monogenes», que significa «el único en su clase», más bien que «el único engendrado», Juan 1:14, 18; 3:16, etc., parece que hablan de su carácter «Único»]; como «Consejero», Juan 14, 16; 1.ª Juan 2:1; como «Dios fuerte», Juan 1:1, 18, etc.; «eterno» (Juan 1:1; 8:58), «Padre», Juan 10:30-33; 14:8, y el «Príncipe de paz», Juan 14:27; 16:33. Sólo mediante la comprensión de este punto podemos explicar el hecho que, de otro modo parece asombroso, que los escritores del Nuevo Testamento pasan de largo del todo esta evidente predicción mesiánica. Espero que ahora que más de cien personas han sido preparadas y entrenadas en el aconsejar nouthético, alguien emprenda el estudio importante de Jesucristo como consejero. Era un consejero para los hombres en general, y un consejero para sus discípulos en una forma más íntima todavía.
4. La función de guía y enseñanza del consejero bíblico se ve claramente en Juan 14:26; 16:13. Sus métodos como consejero se describen en Juan 16:7-15. El Espíritu como Consejero está tan interesado en aconsejar por medio de la enseñanza y la guía a la verdad que se le designa de modo específico «el Espíritu de la verdad» (Juan 14:17).
5. Walter W. Wessel, en Dictionary of Practical Theology de Baker (Grand Rapids: Baker Book House, 1960). Las palabras noutheteo y nouthesia aparecen sólo en Pablo. Juan parece preferir parakletos, haciendo énfasis sobre la persona que aconseja.
6. «Santo» significa «puesto aparte de y para»; esto es, «especial» o «único».
7. Véase Juan 15:3, en que Cristo nota que es por medio de la Palabra que Él «limpia» las ramas. Además, en su oración por la Iglesia ora para que «sean santificados en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:17). Ver nota 6, al pie. Para una discusión del uso que hace de la Palabra el Espíritu, ver también Competent to Counsel, pp. 23-25. Quiero añadir aquí, simplemente, que el Espíritu comúnmente obra a través de medios. El cristiano no «encarga» al Espíritu, o de modo mecánico «pone en marcha» al Espíritu por medio del uso de la verdad bíblica. Si bien Él dio la verdad, dio su existencia a la Biblia, y ha querido obrar a través de ella, el Espíritu no es ni una fuerza ni una máquina. Él ha puesto la Biblia a nuestra disposición, no se ha puesto a sí mismo. Él es una Persona que obra cuando quiere, donde y como quiere. A nosotros se nos ha dado la Biblia. Pedimos a Dios que se complazca en hacer que nuestro uso de la Biblia sea efectivo por medio del Espíritu, y que con ello nos lleve a la obediencia de su verdad. Los resultados pertenecen a Dios.
8. Competent to Counsel, pp. 20, 21, 73-77. Como Espíritu de santificación, es el Espíritu de cambio. Siempre que el Espíritu está en obra, el cambio es inevitable.
9. Juan 14:12. Es evidentemente que no en cuanto a su clase; su obra iba a ser mayor en la extensión.
10. Si ellos hubieran intentado evangelizar el mundo sin la presencia, consejo y poder permanentes del Espíritu Santo, habrían fallado, porque Él era quien tenía que «enseñarlos» y ayudarles a «recordar» (Juan 14:16), y «guiarlos a toda la verdad» (Juan 16:13). Estas funciones, y otras similares atribuidas al Espíritu Santo, indicaban que el papel bíblico de consejero es esencialmente directivo. La obra de aconsejar de Jesús por medio del Espíritu es normativa para todo aconsejar cristiano. Como consejero, el Espíritu es directivo en su enfoque.
Capítulo 3
EL CONSEJERO HUMANO
¿Quién debe aconsejar?
Si bien todo cristiano tiene que ser un consejero para su hermano cristiano, la obra de aconsejar como una vocación especial es asignada particularmente al pastor.1
No hay base bíblica para reconocer la existencia de una disciplina distinta y separada llamada psiquiatría. Hay, en las Escrituras, sólo tres fuentes específicas de problemas personales en la vida: actividad demónica (principalmente posesión), pecado personal, y enfermedades orgánicas. Las tres están relacionadas entre sí. Todas las posibilidades quedan cubiertas por estos tres sectores, sin que quede lugar para uno nuevo, el cuarto: no hay, pues, enfermedades mentales no-orgánicas.2 No hay, pues, lugar, en el cuadro bíblico para el psiquíatra como un profesional aparte. Esta casta que se ha designado a sí misma, pasó a existir con la ampliación de la idea médica de incluir las enfermedades inorgánicas (suponiendo que esto quiera decir algo). Un nuevo profesional, en parte médico (en muy pequeña parte) y en parte sacerdote secular3 (en gran parte) empezó a existir para servir a la hueste de personas que previamente habían sido aconsejadas por los ministros o sacerdotes,4 pero que ahora les fueron quitados y colocados bajo el grupo amplio de «enfermedades mentales».5
No quiero discutir el punto de que las ideas modernas sobre las enfermedades mentales no sean válidas. Hay muchos otros que se han ocupado de este punto, opiniones de mucho peso.6 Además, he citado parte de este material en detalle en otros puntos.7 Lo que me interesa aquí es hacer sólo un par de observaciones: 1) el psiquíatra debe regresar a la práctica de la medicina, que es su única esfera legítima de actividad; 2) el ministro debe volverse a ocupar de la tarea que Dios le ha dado, y que le fue sustraída (y en muchos casos, abandonada de modo voluntario).
Que hay mucho que hacer para el psiquíatra, desde el punto de vista médico, para ayudar a las personas que sufren de problemas en la vida, y cuya etiología es orgánica, no cabe la menor duda. El campo crece cada día. Ciertamente, la comprensión de la influencia de la química del organismo sobre la conducta y las emociones está sólo en un principio. Por ejemplo, estudios recientes indican que los problemas patológicos que resultan del impacto químico tóxico sobre la percepción, y en consecuencia, sobre la personalidad, son probablemente mayores en número de lo que actualmente sabemos. El pastor cristiano estará más que contento en ver que la psiquiatría deja el área de las enfermedades inorgánicas que ha pasado a ser considerada (en América, pero no en Europa) como una especialidad médica, lo cual es falso.8 En otras palabras, la función legítima de la psiquiatría es servir a aquellos que sufren de dificultades orgánicas. El psiquíatra tiene razón de existir sólo cuando se especializa como médico a tratar médicamente a aquellas personas cuyos problemas tienen una etiología orgánica. Incluso en este caso la mayoría de estos pacientes necesitarán una ayuda doble. En tanto que el médico trata el problema físico, el consejero cristiano debe formar parte del equipo. Cuando trabaja con el médico que trata una úlcera, considerando las pautas de vida que llevan a la úlcera, puede tener que trabajar con un médico que usa terapia megavitamínica. El pastor será útil para alterar las pautas pecaminosas de vida que pueden haberse desarrollado como respuesta al desorden químico. Éstos pueden incluir relaciones humanas defectuosas que resultan de la suspicacia, el aislamiento de otros, etc.
El aconsejar es tarea ministerial
El ministro cristiano tiene que estar dispuesto (y ser capaz) de asumir la plena tarea para la que Dios le ha llamado: la de ministrar a los hombres y mujeres que sufren las miserias y dolores que arrancan de los pecados personales.9 El tema de las Escrituras, es el amor redentor de Dios en Cristo para su Iglesia y la respuesta de la Iglesia debe ser el amor hacia Dios y el prójimo (el sumario de la ley). El ministro ha sido llamado a la tarea especial de proclamar las buenas nuevas y ministrar la Palabra de Dios a aquellos a quienes el Espíritu regenere. Está interesado de modo vital en la respuesta de amor del cristiano al amor de Dios. Por su vocación ha de ser un pastor/maestro, que guía fielmente al rebaño de Dios por los caminos de justicia, y los alimenta con «toda palabra que procede de la boca de Dios». Su obra principal es administrar la Palabra en la predicación y el aconsejar de tal forma que las ovejas hambrientas, cansadas, heridas y descarriadas sean resguardadas dentro del redil. Las dos funciones, aconsejar y predicar, corresponden a la designación de pastor y maestro.10 El decir que el ministro cristiano es el consejero y predicador par excellence, significa que está llamado a estas tareas como su función u oficio en la iglesia. Esto no excluye la parte de la labor de enseñanza, exhortación y aconsejar de los mismos cristianos, incidentales a sus dones particulares y su vocación individual.11
Todo lo cual lleva al asunto tan importante de si los cristianos deben asumir de modo legítimo la posición de consejeros como una profesión vital aparte de la ordenación en el ministerio cristiano. Del mismo modo que todos los cristianos pueden dar testimonio de su fe, lo cual implica una proclamación no «formal» o profesional de la Palabra (véase Hechos 8:1-4; toda la Iglesia «anuncia el mensaje de las buenas nuevas»), también todos los cristianos pueden (y en realidad deben) intervenir en el aconsejar. Sin embargo, no todos los cristianos han sido puestos aparte de modo solemne para la tarea de la «confrontación nouthética de todo hombre y para enseñar a todo hombre»,12 como ha sido el ministro cristiano. Éste, de un modo especial, ha sido designado y puesto aparte por Dios y la Iglesia, para estas dos obras del ministerio por la llamada de Dios y de la Iglesia y la imposición de manos. No hay indicación en las Escrituras de que nadie, sino los que habían sido reconocidos de esta forma, emprendieran la tarea de aconsejar y proclamar la Palabra «oficialmente» (esto es, como un oficio, un cargo o una vocación para la vida). Esto significa que las personas con la vocación vital para la vida de aconsejar, deberían prepararse para la obra del ministerio y conseguir ser ordenados, puesto que Dios describe una vocación, en la vida, para aconsejar, como describe una vocación, en la vida, para ser un ministro.
Hay muchos jóvenes cristianos que me han visitado o me han escrito en los últimos dos años que desean entrar en la práctica de aconsejar, como una vocación para la vida, que no tienen intención de hacer esta obra como ministros, bajo la égida de la Iglesia de Jesucristo. He intentado mostrarles, por medio de las Escrituras, lo que dice Dios sobre este asunto. Les he indicado que cuanto más cristiano es un consejero en sus actividades cristianas, más se asemeja a un ministro; esto es, sus actividades son precisamente las de un ministro en su aspecto de pastor consejero.
La mejor preparación y entrenamiento para el aconsejar cristiano es una formación en un seminario bueno, que les proporcione un fondo teológico y bíblico sólido. Los recursos sobre los que descansa el verdadero consejero cristiano son la Palabra, el Espíritu y la Iglesia. Hay una gran diferencia entre el ministerio y el consejero independiente o que va por su cuenta. El ministro tiene la oportunidad de hacer obra preventiva que le facilita el cuidado pastoral regular y la predicación. El consejero, fuera de la iglesia, no tiene oportunidad de moldear una congregación en un cuerpo armonioso, afectuoso, en el cual sus aconsejados pueden ser asimilados, y del cual pueden recibir ayuda muy importante. Y quizá, lo más importante de todo, todos los procesos de disciplina, que son de la máxima significación en el aconsejar escritural, no están a disposición del consejero cristiano que opera fuera de la iglesia. Por tanto, este consejero opta por tener a disposición sólo una parte de todos los recursos que Dios ha puesto en la mano del ministro cristiano; en consecuencia, puede hacer sólo una parte de la tarea plena del aconsejar.
No hay razón alguna para pensar que un ministro que está especialmente dotado para aconsejar no pueda pasar la parte principal del tiempo haciendo obra de aconsejar, quizá como pastor asociado de una congregación o como miembro del presbiterio que ayuda al pastor en varias congregaciones locales.
La autoridad dada por Cristo a los que «velan por las almas» (Hebreos 13:7, 17; 1.ª Tesalonicenses 5:13)13 no debe ser despreciada. El consejero no ordenado, que trabaja fuera de la iglesia organizada de Cristo, no ha recibido y no puede ejercer esta autoridad. Con todo, esta autoridad en muchas formas es de gran importancia en la tarea de aconsejar. Y, además, tiene que contar con el hecho de que yendo por su cuenta, ha fallado en ponerse a sí mismo bajo la autoridad que Cristo ha investido en su Iglesia. Todos los que piensen en la vocación de consejeros cristianos deben considerar y tomar seriamente sus dones y vocación propios.
Calificaciones o requisitos para aconsejar
Los requisitos para un ministro son los mismos que los de un consejero. ¿Puede un cristiano que no ha sido puesto aparte (por medio de la ordenación) por la Iglesia a este ministerio aceptar legítimamente una vocación para la vida en la obra que Dios designa para el ministro como su vocación para la vida? Ésta es la pregunta que hemos de considerar.
Los calificativos para los consejeros cristianos han sido discutidos en detalle en otro punto.14 Estos requisitos pueden ser resumidos como un conocimiento extenso de las Escrituras, sabiduría divina y buena voluntad hacia los demás.15 Estos tres elementos corresponden a los tres aspectos de la tarea que las Escrituras llaman confrontación nouthética.16
Confrontación sicológico-cristiana | Requisitos del consejero |
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Por desgracia algunos hombres son ordenados en el ministerio del Evangelio exclusivamente, casi, sobre la base de un examen comprensivo, pasado con éxito, sobre teología sistemática y métodos para regir la iglesia. En los exámenes para la licenciatura y la ordenación las características y requisitos personales del candidato o bien se asume que son apropiados, o simplemente, se desconocen. Sin embargo, los requisitos para el ministerio que se hallan en las listas de verificación de Tito y de 1.ª Timoteo se centran mucho más en calificativos personales que en conocimientos doctrinales.17 No cabe duda, por tanto, que el proceso de la vocación y ordenación de ministros debe ser examinado de nuevo. El proceso debe ser ampliado de forma que, aunque el presbiterio requiera doctrina sana como necesaria, se examine igualmente la aptitud personal del individuo de modo general, y en particular, sus calificativos para la obra de confrontar a los hombres sicológicamente.18
Además de lo que he escrito sobre los tres requisitos básicos del consejero en Competent to Counsel, he de añadir otro implicado por éstos: debe ser un hombre de fe y de esperanza. Como hombre de fe, tiene que creer en las promesas de Dios. En las Escrituras, Dios promete cambiar a los que se arrepienten de sus pecados y que andan conforme a sus mandamientos. Como hombre de fe tiene que pasar a ser un hombre de esperanza. Sin esperanza, no puede comunicar la esperanza y el ánimo que sus aconsejados necesitan.19 Tiene que estar convencido de que la Biblia es verdad y estar dispuesto y ser capaz de dirigir a otros a sus promesas con seguridad y convicción. Esto significa que su orientación ha de ser hacia las soluciones de Dios, no meramente hacia los problemas del hombre.
Autoridad en el aconsejar
Hay necesidad de autoridad divina en el aconsejar. Sólo el aconsejar bíblico posee esta autoridad. El consejero, como hombre de Dios ordenado, ejerce la plena autoridad para aconsejar que Cristo dio a la Iglesia organizada (1.ª Tesalonicenses 5:12, 13). En cuanto los consejeros cristianos tienen que aconsejar (Colosenses 3:16; Romanos 15:14), ejercen la autoridad que Cristo les confirió como santos.
Debido a que el abuso de autoridad es una fuente de numerosos problemas, no sólo en el aconsejar, sino también en cada aspecto de la vida (y, naturalmente, el consejero está interesado en todos los aspectos de la vida) es importante comprender algo las funciones y limitaciones de la autoridad bíblica.
Empezaremos notando que las Escrituras contrastan dos clases de autoridad: la autoridad de Dios y la autoridad del hombre (Hechos 5:29: «Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres»). En el caso citado, el Estado se excedía en la autoridad que Dios le había concedido. No hay que pensar que, por el hecho de que Dios dio autoridad a la Iglesia, al hogar y al Estado, en estos casos las distintas autoridades dadas por Dios estén en conflicto. Dios no es un Dios de confusión. El pasaje deja claro que el conflicto en autoridad no procedía del ejercicio de la autoridad investida por Dios a la Iglesia con la autoridad que Dios había investido al Estado, sino más bien del hecho que los funcionarios del Estado se habían excedido en su autoridad. Así, habían «transgredido» la autoridad legítima que Dios les había concedido y, por tanto, actuaban en su propia autoridad (que no debe ser reconocida como válida en absoluto). La autoridad de Dios es una sola. Es la misma tanto si se concede a los padres, a los gobernantes o a los ancianos de la Iglesia. Los límites de esta autoridad son precisados en las Escrituras (por ejemplo, en Romanos 13:1-7). El principio establecido en Hechos 5:29 es afirmado de nuevo en otro terreno en Efesios 6:1: «Hijos, obedeced a vuestros padres (pero, nótese la observación) en el Señor» (esto es, en tanto que estos padres obran dentro de los límites de la autoridad que Dios les ha concedido a ellos). Es claro, pues, que la autoridad concedida por Dios, queda especificada en sus límites por los datos bíblicos que se hallan en los mandamientos de Dios.
Los consejeros, que ejercen la autoridad de Dios, no son autoritarios en sus propios méritos o derecho. Aunque tienen que usar la autoridad que Dios ha investido en ellos, tienen que evitar excederse de los límites bíblicos de esta autoridad. Ni puede estar su autoridad en conflicto con la autoridad válida dada por Dios al Estado o al hogar. Los consejeros que aconsejan actos ilegales, o que enseñan a los hijos a deshonrar a los padres, quebrantan la autoridad de Dios, en vez de actuar en conformidad con ella.
El aconsejar nouthético está sometido a las directrices de la Biblia, y no es una ley en sí mismo. Es aconsejar que usa (y no excede) la autoridad de Dios. Por tanto, no es ni arbitrario ni opresivo. Los consejeros nouthéticos tienen que aprender a distinguir claramente entre el buen consejo que ellos consideran que procede de los principios bíblicos y los principios en sí. Estos últimos («¡Usted no tiene base para divorciarse; sería pecado!») tienen que ser puestos en vigor con la máxima autoridad; los primeros («¿Por qué no organizamos una “mesa de diálogo” a fin de empezar a aprender la forma de decir la verdad en amor?») tienen que ser presentados con más cautela. Es posible que las deducciones que uno saca de los principios escriturales sean falsas además. El consejero siempre tiene que dejar margen para que sus deducciones sean puestas en duda por el aconsejado, siempre y cuando no permita que se ponga en discusión un simple mandamiento de Dios. Una «mesa de diálogo» puede ser útil, puede salir de principios bíblicos, pero no puede ser impuesta; el decir la verdad en amor, sí ha de serlo.
Como las Escrituras son el estándar por el cual es conocida y regulada la autoridad del consejero, ésta no tiene que ser temida.
Como ejercicio, considera las siguientes afirmaciones para decidir cuáles son un uso apropiado de la autoridad de aconsejar y cuáles no. (Vuelve a escribir las que estén equivocadas de forma que queden de manera aceptable.)
1.«Confiesa que esto es pecado ante Dios y abandónalo.»
2.«Vende el coche y paga el préstamo.»
3.«Tienes que estudiar las Escrituras y orar con regularidad.»
4.«Cada mañana tienes que leer la Biblia media hora, y orar durante veinte minutos.»
5.«Una forma de empezar a poner en vigor el mandamiento de “amar al prójimo” es hacer una lista de los puntos que sepas van a serle agradables a ella y haz uno cada día de esta semana.»
6.«Tienes que romper esta relación homosexual hoy mismo.»
7.«Los tranquilizantes no te harán ningún bien; no tomes más.»
8.«Tu preocupación tiene que terminar; a partir de hoy vas a aprender cómo enfocar tus intereses en el día de hoy en vez de en el de mañana.»
9.«Tienes que ponerte al corriente del trabajo pendiente de planchar, antes de la próxima sesión.»
10.«Obedece este mandamiento de Dios, tanto si te gusta como si no.»20
El consejero tiene que ser directivo
Debido a que el aconsejar es autoritativo, tiene que ser también directivo. La palabra que usa el Nuevo Testamento para aconsejar (nouthesia) implica dirección escritural. El aconsejar como dirección era universal en los tiempos bíblicos. Éste era el significado del aconsejar en el Antiguo Testamento, y a través de la historia subsiguiente ha permanecido igual: significa «dar consejo o dirección».21 Ha sido sólo en tiempos modernos que el concepto de aconsejar dio media vuelta de modo que la palabra pasó a ser más bien «escuchar» que «hablar». Ahora oímos hablar de un «aconsejar no-directivo». Hablando en términos bíblicos esta expresión es una contradicción en sí misma. De todos los términos que Carl Rogers podría haber escogido, esta combinación es a la vez la más estratégica y la más trágica. El título rogeriano es como la ingeniosa combinación de la ciencia cristiana, en la cual palabras respetables son usadas de modo abusivo para designar lo opuesto de lo que dicen.22 El título rogeriano, sin embargo, al contrario del que usa la señora Eddy, ha hallado una aceptación tan amplia, que contra toda la historia, hay gran número de personas inteligentes que hoy equiparan el aconsejar con algo distinto del dar dirección y consejo. Los conceptos rogerianos del aconsejar están en oposición diametral con el testimonio unánime de los datos bíblicos con respecto al aconsejar. Esto significa que, para poder aconsejar bíblicamente, el consejero humano tiene que conocer el buen consejo de las Escrituras y desarrollar la capacidad y técnicas que le permitan enfrentarse con los otros de modo directivo, en interés, a fondo, por ellos.
La personalidad del consejero
Pero, ¿no requiere el aconsejar directivo un cierto tipo de personalidad? En realidad, se ha hecho la pregunta: «¿Puede todo consejero ser directivo, o no queda limitada la clase de confrontación que usted describe en Competent to Counsel, y en este libro, a cierto tipo de personalidad?» En otras palabras, ¿proceden los métodos de aconsejar de la personalidad del consejero y se desarrollan porque son apropiados a ella, o bien proceden de sus presuposiciones básicas? O, para decirlo de modo más directo, ¿tiende un consejero a adoptar las presuposiciones que están más de acuerdo con el tipo de su personalidad fundmental? ¿Forma el hombre al método, o es el método el que forma al hombre?
La pregunta es importante por varias razones. Si la personalidad es el factor determinante detrás de los varios tipos de aconsejar, entonces, el curso de las presuposiciones en el aconsejar, y los métodos establecidos sobre ellas son relativos y no descansan sobre el imperativo divino. No se puede decir que estén basados o guiados por principios básicos claros, y su característica distintiva autoritativa se pierde. En resumen, si la personalidad del consejero es el factor determinante en el tipo de aconsejar que uno elige, entonces este libro ha sido escrito en vano.
Si hay algo que tiene que ser mantenido a toda costa, es la integridad de las Escrituras, como el estándar con autoridad para todo aconsejar cristiano.23 Todas las ideas relativistas han de ser abandonadas. Sólo se puede basar el aconsejar sobre presuposiciones bíblicas, y éstas son necesarias igualmente para todo consejero cristiano. Los métodos fundamentales, en tanto que han de proceder de estas presuposiciones, van a ser los mismos.
Esta unidad de persona, principio y práctica no excluye que haya una variedad personal en los dones de cada consejero.24 Como en la predicación, en que dentro del marco bíblico de la proclamación hay estilos individuales, lo mismo en el aconsejar, cada consejero va a desarrollar su propio estilo. Las diferencias de la personalidad son claramente válidas, dentro de estos límites.25
Sin embargo, como el mensaje de Dios lleva su propia autoridad consigo, tanto el predicador como el consejero deben acomodar su personalidad al mensaje, y no ha de ser al revés. La autoridad es de Dios. Aunque mediada por estilos diversos, la autoridad fundamental de Dios en el aconsejar debe hacerse evidente en todo aconsejar cristiano. Todos los rasgos personales que interfieran con el mensaje, en vez de simplemente transmitirlo, tienen que ser alterados. Es por esto que el Señor cambió a Pedro, que era un discípulo temeroso, débil, vacilante, e hizo de él el discípulo osado y sin miedo que dijo a las autoridades: «Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29).26 Cuanto más fielmente administra un consejero la Palabra de Dios, más cambia al modelarse según ella.
Para poder aconsejar según métodos que sean apropiados a las presuposiciones bíblicas, el que quiera ser consejero tiene que darse cuenta que es necesario un cambio radical en la personalidad.27 Este cambio, es precisamente lo que hemos visto en las vidas de un buen número de estudiantes en el seminario o pastores en fase de prácticas, que han participado en nuestro programa. Estos hombres no sólo expresan con frecuencia aprecio por los cambios que el curso ha hecho en ellos como pastores, sino que también comentan, de modo sistemático, los cambios que se han hecho en sus vidas personales y en su matrimonio. Dondequiera que el Espíritu del Señor está en obra, una de las evidencias discernibles de su presencia son cambios en la personalidad. Los hombres pueden cambiar y cambian. Pedro y Pablo lo hicieron; y lo mismo puedes hacerlo tú. La santificación (el cambio de la personalidad hacia la santidad) es la obra del Espíritu por medio de la Palabra.
Un estudiante, después del primer día de la sesión de aconsejar, dijo: «Nunca podría hablar a las personas de esta manera; simplemente, sería incapaz. No tengo ni el valor ni la inclinación a hacerlo.» Se le dijo: espera y lo verás. Durante las semanas sucesivas fue entusiasmándose en el programa de aconsejar, y cuando terminó era una persona transformada. El programa mismo había realizado cambios que han afectado todo su ministerio subsiguiente.
Basado en la convicción fundamental cristiana de que los hombres pueden cambiar si el Espíritu obra en ellos, hemos de insistir en la idea de que cada persona que ha sido llamada por Dios al ministerio ha recibido los dones básicos para el ministerio pastoral, y, por lo tanto, puede aconsejar nouthéticamente. Los dones requeridos por el aconsejar bíblico son precisamente los mismos que Dios requiere para el pastorado. Es necesario un número de cambios para Las demandas de la tarea son mayores que las que ningún hombre puede aceptar en su propia fuerza. Los requerimientos de la obra van a distenderle, hacerle mayor. No puede permanecer siendo él mismo.