colección la furia del pez
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Primera edición, octubre de 2011
Director general: Alejandro Zenker
Director de la colección La furia del pez: Víctor Roura
Cuidado editorial: Elizabeth González
Coordinadora de producción: Beatriz Hernández
Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana
Portada: Carlos González
El autor agradece el apoyo que ha recibido del Sistema Nacional de Creadores
Agradecemos el apoyo para esta publicación de la Fundación Grupo Anjor, A.C.
© 2011, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
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ISBN 978-607-8312-10-8
Hecho en México
Luna llena que observas
Eloy Sánchez Rosillo
Índice
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII
I
Eres la sombra que protege mi cuerpo bajo el sol ardiente.
Eres el vaso de agua que sacia mi sed cuando regreso
del trabajo.
Todo en ti cambia y permaneces el mismo desde
que te conocí.
Eres tan hombre que en ti se reúnen los sabios
y los guerreros.
Nací para ti y tú para mí, como la letra cuando encuentra
su molde.
Pronuncio tu nombre y un efluvio escurre de mis piernas.
Soy mujer y tú eres hombre, ¿te gusta más el cielo de noche
o de día?
Tú eres la música que reverbera en mi corazón.
Tardas en secarte, como el agua cuando no pasamos
la toalla.
Eres la persona a la que están dedicadas estas líneas.
II
Te veo beber con tus amigos, todo es gritos y carcajadas.
Tus carnales, como tú les llamas, observan que me acerco
y detienen la mirada en su trago. Yo te espero en la cama.
Enciendo la televisión y me concentro en la nada.
Quiero esperarte sumida en el no ser. No quiero sentir.
Sólo esperarte.
Caminarás tropezándote en los muebles, agarrándote
de la puerta.
Un temor sutil cruzará por mi garganta. ¿Me respetarás?
¿Entenderás mi sueño? ¿Serás un habitante de mi más allá,
en el que todo está construido bajo el hálito de la esperanza?
Rompes un botón cuando te quitas la camisa.
Siempre eres tan torpe para desnudarte. ¿Así será mi hijo?
La luna pega en tu cuerpo como la luz de la veladora
en el Jesús
que tenemos en la sala y que pusiste sin consultarme.
Te desnudas y te metes en la cama.
Siento tu calor como una llamarada en la caverna.
Te aviento el brazo y te dejas apapachar.
Roncas de inmediato. Estás en tu territorio. Que son
mis brazos.
Te hago oración en silencio. No vayamos a despertar
al Jesús
sempiterno. No nos lo perdonaríamos. Sobre todo tú.
III
Nina, me dices, y untas tus labios en mis senos.
Nina, me dices, y deslizas tus dedos —tu dedo cordial
de la mano derecha, sería más apropiado decir—
por mi vagina.
Soy tan insegura —creo que ya te has dado cuenta—
que a gritos
te pido que me grites que me amas. Que atrás de tu dedo
está tu amor.
Nina, me dices, y muerdes mi lóbulo —nunca me preguntes
de qué oído—
hasta casi quedarte con él entre tus labios, en esa boca
que has desprendido
de mi sexo. Como un niño cuando se afianza de una
golosina y no hay poder
humano que lo separe de ahí. Nina, me dices, y te sirvo
los frijoles que preparé
hoy por la mañana, cuando los guisé imaginándome
cómo les pondrías la salsa que
compré en la tortillería para ti. Para que los disfrutaras tú,
el amor de mi vida. Mi sol.