Prólogo
Raúl Fuentes Navarro
Para alguien que —como quien escribe estas líneas— ha dedicado una buena parte de su empeño profesional durante más de tres décadas al análisis sistemático y al impulso práctico de la investigación académica de la comunicación, es una gran satisfacción atestiguar —y haber sido parte, al mismo tiempo— de un arduo esfuerzo colectivo realizado por colegas miembros de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (amic), coordinados por Maricela Portillo, para reconocer la dinámica actual de regionalización de esta especialidad en el país; esfuerzo que ha dado muy meritorios y útiles resultados, algunos de los cuales están contenidos como información interpretada y contextualizada en los capítulos de este libro. Otros resultados, quizá los más importantes, han quedado incorporados a la experiencia y capacidad de los agentes —individuales e institucionales— que cotidianamente enfrentan y trascienden condiciones diversas, casi siempre adversas, para el trabajo científico-académico, situado y referido en localidades particulares de México.
No puede desconocerse, tampoco, que los esfuerzos prácticos por contrarrestar las ancestrales tendencias centralistas en el país mediante el fortalecimiento de procesos de regionalización tienen una historia ya larga, manifiesta tanto en instituciones y recursos instalados como en configuraciones culturales diferenciadas, y necesaria, aunque no siempre armónicamente articuladas entre sí, y con las predominantes en otras escalas espaciales. Teóricamente, entendemos por regionalización “la diferenciación temporal, espacial o espacio-temporal de regiones dentro o entre localidades [locales]”. La “localidad” es a su vez “una región física involucrada como escenario [setting] de la interacción, que posee fronteras definidas que contribuyen a concentrar la interacción de una u otra manera” (Giddens, 1984: 375-376). Pensar y observar las relaciones sociales en términos de procesos de “regionalización”, así entendida, resulta conveniente, especialmente en la medida en que se imponen procesos de “globalización” y/o “mundialización” sobre los procesos de escalas nacionales y locales (VanDijk, 2012; Hjarvard, 2013).
En términos más específicos, han pasado más de 25 años desde que, en el contexto de un análisis de los estudios regionales en México (Martínez Assad, coord., 1990), Enrique Sánchez Ruiz publicó un capítulo referido a “los estudios regionales sobre medios de difusión en México y la centralización” y lo subtituló epigramáticamente “o de lo difícil y prolífico que resulta hablar de casi nada” (Sánchez Ruiz, 1990); también del despliegue de un proyecto amplio e intenso, impulsado por Fátima Fernández Christlieb, que desembocó en la publicación de un libro sobre La radio mexicana, centro y regiones (Fernández Christlieb, 1991). Más adelante, avanzaron propuestas como la del proyecto focyp sobre la “formación de las ofertas culturales y sus públicos en México”, coordinado desde Colima por Jorge González (1997); o secuelas como las desarrolladas por Héctor Gómez Vargas (2000b) “Para pensar la comunicación en las regiones. La gestación de ofertas culturales y públicos cinematográficos en León”.
Aunque hablar de “estudios regionales” en el campo de la comunicación ya no es “hablar de casi nada”, como este libro demuestra, es importante resaltar que el eje de oposición centro-regiones ya no puede ser el único —y quizá tampoco el predominante— en el análisis de la producción académica. Al igual que los “medios de difusión” o los “nuevos medios”, la cultura y la comunicación, en tanto productos y vehículos de la interacción y la estructuración social, la investigación supone la articulación entre escalas espacio-temporales de distinto alcance, para poder ser más justa y complejamente apreciada y reconocida, pues “el espacio y el tiempo se están volviendo, no menos, sino más importantes en la sociedad red. Las redes conectan las escalas grandes con las escalas pequeñas” (VanDijk, 2012). Como se señalaba al final de un artículo reciente, los procesos de regionalización implican nuevas relaciones tanto en la escala supranacional de la “globalización” como en las subnacionales del “regionalismo”:
Puede decirse que en los últimos años, ambas temáticas han irrumpido en el campo de la comunicación rebasándolo claramente, tanto en sus ya imprecisos límites disciplinarios que acaban haciéndose pedazos, como en cuanto a sus recursos académicos, que se muestran cada vez más precarios para dar cuenta de las transformaciones en curso; la temática de la globalización, que exige consideraciones macrosociales, sobre todo económicas y políticas, y la temática de las identidades, que remite a enfoques microsociales, sobre todo políticas y culturales. Queda sin duda mucho trabajo por realizar, comenzando desde la más básica conceptualización (Fuentes, 2013: 28-29).
Y esta conceptualización tiene por supuesto que distinguir entre la construcción de los objetos de investigación situados en diversas escalas espacio-temporales, y la institucionalización de programas y proyectos en distintas regiones geográficas o territoriales del país, pues la “investigación regional” no tiene por qué limitarse a los objetos de escala reducida, regional o local. Finalmente, en estos términos, lo más escasamente desarrollado probablemente sea el arsenal metodológico para “agregar” o comparar información empírica sobre objetos similares o equivalentes ubicados en regiones diferentes, sobre todo cuando éstas son entidades supranacionales. Así lo atestigua una iniciativa convocada en 2011 por la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas y Académicas de Comunicación (Confibercom) para
Después de cuatro años de trabajo, se habían presentado y publicado los informes de cinco comisiones encargadas de hacer el recuento actualizado de los programas de posgrado en comunicación existentes en “Iberoamérica”, que nadie más había levantado en más de una década, aunque no se avanzó en analizarlos o interpretarlos en conjunto. No obstante, la “agregación” de la información generada dejó claras, al menos, tres condiciones: primera, el notable crecimiento de la oferta de posgrado en Comunicación, pues el inventario sistematizado rebasó los cuatrocientos cincuenta programas (maestrías y doctorados) en total, situados en veintiún países, una alta proporción de ellos fundados en la última década. En segundo lugar, la dificultad de homologar los sistemas nacionales que regulan la creación, el desarrollo y la evaluación de estos programas, a pesar de las coincidencias detectadas en el nivel de las políticas. En tercer lugar, la oportunidad de consolidar los estudios de comunicación como área académica, asunto que la cooperación internacional ofrece a las instituciones y asociaciones nacionales y regionales, mediante la articulación de esfuerzos y recursos invertidos en la formación universitaria de alto nivel, independientemente de —o quizá gracias a— la gran heterogeneidad detectada.
En una escala geográfica todavía mayor, otra iniciativa convocada para superar la insuficiencia de marcos “internacionales” para hacer avanzar la historia de los estudios de comunicación más allá de algunos casos nacionales medianamente conocidos (Simonson y Peters, 2008; Pooley y Park, 2013), persigue el propósito de “reconocer una multiplicidad de estudios de comunicación y de líneas de interacción, influencia y hegemonía entre ellos” (Simonson y Park, 2016: 1), para lo cual parte de la propuesta de “nuevas teorías”:
No faltan, ciertamente, textos sobre la historia de la comunicación o teorías sobre los medios (aunque muchos tienden más a explicar ideas del pasado que a historizarlas). Pero tales textos están lejos de establecer la teoría como una manera de “hacer” la historia del estudio de la comunicación. A este respecto, la historia del campo ha sido diferente de otras ramas de la historia de la comunicación, cuyos involucramientos con la teoría han sido más extensos […] Hay, no obstante, variaciones disciplinarias y regionales en este patrón. En lengua alemana y en la investigación latinoamericana, conceptos teóricos derivados de la sociología del conocimiento o de la sociología de la ciencia han sido importantes desde mediados de los noventa […] En Norteamérica, una teoría crítica más generalizada ha hecho de la ideología, la hegemonía y el poder conceptos significativos, mientras que la economía política ha centrado la atención en el financiamiento y la institucionalización académica (Simonson y Park, 2016: 23).
Así, en estos dos casos de iniciativas internacionales desarrolladas aproximadamente en el mismo periodo que el proyecto de la amic, una condición ineludible ha sido la heterogeneidad de configuraciones a propósito del campo académico de la comunicación, su producción y articulaciones sociales. Es claro que, de la misma manera que los procesos de institucionalización de los estudios de comunicación presentan amplísimas diferencias entre países, que se reflejan en los grados de consolidación académica de los programas de posgrado, así como en la contribución de cada país a la investigación internacional, persisten también, al interior de los países, brechas y polarizaciones crecientes en términos regionales y sectoriales que las políticas de educación superior y de ciencia y tecnología de los Estados nacionales enfrentan con diversos grados de eficacia y pertinencia. La “internacionalización desigual”, que puede constatarse entre los países iberoamericanos, afecta también a la región en su conjunto, comparada con otras regiones geográficas y lingüísticas del mundo, y tiene una contrapartida obvia en una “regionalización desigual”, cuando la “región” es definida en escala subnacional, como es el caso del proyecto del que surge este libro.
Sin duda, no obstante, el hecho mismo de haber conseguido conjuntar —sobre criterios comunes aunque en condiciones de ejecución diferentes— la información que se sistematiza y contextualiza en los capítulos que forman esta publicación, indica ya una demostración del fortalecimiento y maduración relativos del campo académico en su escala nacional, soporte y resultado al mismo tiempo de sus escalas regionales y locales. Hay que subrayar que una de las condiciones comunes ha sido la escasez de recursos institucionales de apoyo al trabajo voluntario y personalmente comprometido de los autores, y otra, la disposición para hacer prevalecer los principios de la colaboración académica por encima de los impulsos competitivos que parecen favorecer el entorno de la cultura y las políticas institucionales. La historia completa de la investigación de la comunicación ha estado marcada por esas condiciones. Por ello, a reserva de concretar las convergencias informativas previstas desde el inicio de este proyecto, cabe señalar que la suma de las referencias sistematizadas es aproximadamente un 30 por ciento mayor que el acervo de referencias documentales disponible en el sitio CCDoc (<http://ccdoc.iteso.mx>) para el mismo periodo y bajo los mismos criterios de inclusión.
¡Enhorabuena!
Maricela Portillo
Antecedentes
La historia de este proyecto se remonta a 2009, año cuando lo presenté a la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (amic) para elaborar un panorama de la investigación regional en México. El planteamiento originalmente pretendía impulsar el trabajo de las vocalías que en ese momento habían sido recientemente instituidas dentro de la asociación. Interesaba, como primer paso, saber en qué situación se encontraba la investigación de la comunicación en el país en cada una de las regiones establecidas.1 Así, el requerimiento inicial era identificar la producción de los investigadores de la comunicación en México, en el entendido de que la circulación y difusión de la investigación en nuestro campo no suele ser buena; de tal forma que desconocemos gran parte del trabajo que los colegas hacen en nuestro país, tal como se desprende del estudio de Ramírez y Ramírez, quien observa una
escasa comunicación académica observada entre los productores nacionales —las citas entre ellos son de veras mínimas—, lo cual obliga a pensar en un distanciamiento a nivel cognoscitivo, es decir, en la multiplicación de intereses reflejada en tópicos y enfoques teórico-metodológicos, y delinea un campo académico de la comunicación en México fragmentado, sin encuentros, confrontaciones, ni cooperación (Ramírez y Ramírez, 2004: 84).
En ese panorama, difícilmente se podrá conseguir impacto regional o una interlocución más allá de nuestras fronteras. De esta manera, se asumió en su momento que esta tarea estaba aún pendiente para la asociación y que la misma resultaba relevante en términos de la institucionalización del campo: “la creación de publicaciones especializadas está relacionada con la estructura y el desarrollo de un campo científico, hasta el punto que las revistas científicas han sido identificadas por los estudios sociales de la ciencia como los indicadores más obvios de lo que constituye el contenido, las fronteras y los retos de un campo” (Ramírez y Ramírez, 2004: 49). Ampliando el planteamiento de esta autora, se asume que la revisión de la producción no sólo de las revistas especializadas, sino de los libros mismos —muchos de ellos publicados por las mismas universidades de adscripción de los investigadores—, podrá coadyuvar a un análisis más profundo de las formas en que se organiza la actividad científica, por lo menos en lo que concierne al campo de la comunicación en México.
Más de veinte años han transcurrido desde que Fuentes señalara la condición de triple marginalidad de la comunicación: “marginal dentro del campo de las ciencias sociales [...] dentro de la investigación científica en general y, finalmente [...] con respecto a las prioridades del desarrollo nacional” (Fuentes, 1991: 25). Las condiciones estructurales en México no han cambiado sustancialmente, lo cual da como resultado que esta condición se siga manteniendo, y que esfuerzos como éste sigan siendo importantes, sobre todo para visibilizar el trabajo producido como comunidad que quiere pasar cada vez menos desapercibida. La consolidación del campo se alla en comenzar a dialogar cada vez más. Y ese diálogo sólo puede ser posible, en principio, entre actores que se conocen y reconocen.
Asociaciones como la amic asumen hoy, con proyectos como éste, el reto de articular la labor de investigadores que trabajan en determinadas condiciones estructurales que no favorecen esas formas de diálogo y colaboración. Investigadores que no están bajo los reflectores en instituciones del centro del país, suelen pasar más desapercibidos que los que sí lo están. Como es sabido, gran parte de la literatura producida en el campo académico de la comunicación en nuestro país tiende a estar concentrada en torno a lo que ocurre en unas cuantas universidades a nivel nacional, resultado de una serie de políticas nacionales que atraviesan y determinan la productividad científica en México y de las que no somos ajenos. Como Raúl Fuentes señala, refiriéndose a la institucionalización del campo de la comunicación en México, es deseable que se amplíe la cantidad de instituciones que concentran la mayor parte de la producción académica del campo en nuestro país. Él ubica tal concentración en seis universidades: “la unam, la U.deG., la uam, el iteso, la Universidad Iberoamericana y el Tec de Monterrey [quienes son] no por casualidad las mismas universidades donde están los posgrados acreditados y la mayor parte de los investigadores de la comunicación miembros del sni” (Fuentes, 2009: 11-12).
Este proyecto apostó por avanzar en la institucionalización de nuestro campo de conocimiento a partir de la sistematización de la producción, condición necesaria para hacer un primer balance, como el que se presenta en este libro. Éste permitirá, en primer lugar, conocer lo que se está haciendo más allá de lo que se hace en estas poquísimas universidades que concentran la mayor parte de la producción en el país. La idea es reconocer el trabajo que se produce y se publica en otras instituciones y en otras regiones, no sólo en la Ciudad de México o en lo que se conoce como la zona centro del país. La apuesta a largo plazo es fortalecer el trabajo colectivo que, a través de figuras reconocidas a nivel nacional, como los cuerpos académicos u otras iniciativas de trabajo en red, puedan beneficiarse de panoramas como el que en este libro se presentan. Por esta razón, este proyecto tuvo la pretensión, desde un inicio, de propiciar la visibilización del trabajo académico que está ubicado en las distintas regiones del país para fortalecerlo y crear sinergias que permitan construir proyectos a mediano plazo entre las regiones y entre las vocalías de la amic y los grupos de investigación.
Los objetivos planteados fueron:
Es este último objetivo el que ahora se cumple con la publicación de esta obra, que condensa dicho esfuerzo colectivo.
Método
La propuesta metodológica consistió en una revisión documental de la producción de investigadores de la comunicación aglutinados en torno a las cinco vocalías mencionadas al inicio de este texto. El trabajo estuvo a cargo de los cinco. Se consideraron tres tipos de documentos: libros, capítulos de libro y artículos publicados en revistas académicas. La búsqueda se realizó en el lapso 2000-2012, y los documentos identificados fueron sistematizados en cuadros que permitieran identificar los siguientes campos:
Las bases de datos fueron entregadas a la asociación para ser publicadas en las condiciones y tiempos que la amic establezca. No obstante, ésta es sólo una primera fase de un trabajo de largo aliento; dado que se asume que deberá seguirse alimentando esta base de datos para seguir siendo útil. Ha sido importante este esfuerzo colaborativo que ha dado como resultado la identificación de fuentes documentales que podrán ser insumo de futuros trabajos.
El panorama
Los resultados apuntan a la concentración de la producción en unas pocas ciudades, a la fragmentación y a la desarticulación. En cuanto al primer punto, interesa destacar que en cada una de las regiones estudiadas se refleja lo que a escala nacional viene ocurriendo y que ha sido debidamente documentado por Fuentes (2013): la producción regional de la investigación en México se concentra en unas cuantas instituciones. En el caso de la región centro en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), Universidad Autónoma del Estado de México (uaem), Universidad Autónoma Metropolitana (uam), Universidad Autónoma de la Ciudad de México (uacm) y la Ibero. En la región centro-occidente, por su parte, ocurre con la Universidad de Guadalajara (UdeG), iteso y la Universidad Autónoma de Colima, seguidas muy de lejos por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Por su parte, en la región noreste, la producción se concentra en la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad Autónoma de Coahuila y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey. En la región noroeste en la Universidad Autónoma de Baja California, Universidad Iberoamericana (Campus Tijuana), Universidad del Estado de Baja California y la Universidad de Sonora. Finalmente, la región sureste identifica la mayor concentración en la Universidad Autónoma de Yucatán, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Anáhuac del Mayab. Veinte universidades concentran a nivel nacional la producción de investigación de la comunicación en México durante el periodo 2000-2011.
La región centro identificó un total de 2 261 documentos, el 70 por ciento de los cuales había sido producido en la Ciudad de México. Las temáticas abordadas se concentran en torno a discurso, semiótica y lenguaje; nuevas tecnologías, Internet y sociedad de la información; comunicación política y un grupo emergente sobre medios públicos. Las revistas que registran la mayor cantidad de artículos publicados en esta región son Razón y Palabra, Versión, Etcétera y la Revista de Ciencias Políticas y Sociales de la unam.
Por otra parte, mientras la región centro-occidente identificó como áreas predominantes en los documentos sistematizados los estudios sobre los medios de comunicación en general y, puntualmente, sobre la historia de los medios, estudios de periodismo, la economía política de la comunicación, política y los trabajos sobre audiencias; la región noreste encontró como tendencias en las líneas de investigación, lo relacionado con comunicación y educación, economía política de la comunicación, estudios de periodismo y estudios de recepción.
La región noroeste registra, por su parte, un 63 por ciento de trabajos publicados en revistas y encuentra, en sus registros, que el incremento en la productividad de los investigadores en la región, visto a través de las publicaciones, coincide con la emergencia de los cuerpos académicos Promep: “la idea de la formalización de los grupos de investigación a través de un registro y control institucional, impuesto por una política federal es un fenómeno nuevo. La creación de los cuerpos académicos en el marco del Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) es una estrategia gubernamental en búsqueda de la profesionalización y mejora del gremio” (Pérez-Mora, 2007: 1). No obstante, este autor sostiene que aunque dicho programa surge para incentivar el trabajo colectivo, aún falta ver los resultados en el largo plazo (Pérez-Mora, 2007). Según los resultados de la Vocalía noroeste, este objetivo, visto solamente en términos cuantitativos, se está cumpliendo. Por supuesto, falta ver que estos grupos se consoliden y que la tendencia se mantenga. Investigaciones posteriores deberían dar cuenta de ello. En ese sentido, el factor Promep sería una variable importante para explicar el incremento en la productividad de los investigadores de esta región.
Finalmente, la región sureste contabilizó un total de 109 publicaciones, tres programas de posgrado en el pnpc y siete cuerpos académicos (uno de ellos consolidado). De los documentos encontrados, el 49 por ciento son artículos de investigación. Puebla y Yucatán concentran la productividad identificada y ésta se ubica en temáticas importantes, como son comunicación política, estudios de periodismo, comunicación y juventud, y comunicación organizacional e intercultural. En ellos se identifica una tendencia estancada en cuanto a la publicación de artículos en revistas, a diferencia del crecimiento que se está dando en términos de la publicación en el formato de capítulo de libro. Al ser publicados en editoriales nacionales y no en formatos digitales, preocupa la poca visibilidad y diálogo con comunidades de investigadores de otras regiones. Se alerta también sobre la ausencia de publicaciones conjuntas entre investigadores de distintos estados. La desarticulación entre la comunidad de investigadores en México, que se expresa en este dato, nos obliga a la reflexión en torno a un desafío al que asociaciones como la amic deberían hacer frente, promoviendo en distintos espacios y foros este trabajo colaborativo, que deberían incentivarse para trascender los esfuerzos individuales desarticulados y que no colaboran a dar fuerza a investigaciones de largo aliento en nuestro país.
Conclusiones
Esta obra da cuenta del trabajo colaborativo de los vocales de la amic que aceptaron formar parte de este proyecto, y de la paciente “complicidad” y apoyo de dos expresidentas, Marilú Garay y María Elena Meneses, y de la actual presidenta, Elvira Hernández que ha apoyado en esta fase final. Es también resultado de la asesoría y generosidad permanente de Raúl Fuentes Navarro, quien siempre creyó que este trabajo no sólo era importante, sino imprescindible. Así se cierra esta fase inicial que asumimos como un proceso que deberá sostenerse en el tiempo, el de la sistematización de la investigación regional, y se abre otra, la del análisis más cualitativo que permita problematizar la constitución de esta comunidad académica a través de su producción, haciendo hincapié en los temas más recurrentemente abordados, el tipo de trabajos producidos, las conexiones, la fragmentación y formas de articulación de los investigadores, así como las condiciones estructurales en las que éstos trabajan, dando cuenta de las políticas gubernamentales que incentivan, o no, cierto tipo de trabajo científico. Asimismo, será imprescindible analizar las formas —abordajes teóricos y metodológicos— implementadas en las investigaciones en curso, así como las posibilidades que se abren a partir de las preguntas y tipo de respuestas que se plantean en los trabajos actuales. Veinticuatro años han pasado desde que Fuentes nos identificara como la comunidad desapercibida. Es tiempo de visibilizarnos para ser percibidos en otras regiones, en principio conociéndonos y compartiendo los resultados de nuestras investigaciones. Sea así, entonces.
1 La amic estableció cinco vocalías:
La Vocalía Noroeste comprende: Baja California Norte, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit y Chihuahua. La Vocalía Noreste: Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, Durango y Zacatecas. La Vocalía Centro-occidente: Jalisco, Aguascalientes, Colima, Michoacán, Guanajuato y San Luis Potosí. La Vocalía Centro: D.F, Puebla, Querétaro, Morelos, Estado de México y Veracruz. La Vocalía Sureste: Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Tabasco.
Vocalía (región) |
Vocal |
Noreste |
Lucila Hinojosa |
Noroeste |
Gerardo León |
Centro-occidente |
Rebeca Padilla |
Centro |
Luis Alfonso Guadarrama |
Sureste |
Martín Echeverría |