1. Migración de retorno – Ensayos, conferencias, etc. 2. Desplazamiento forzado 3 Emigración e inmigración 4. Refugiados 5. Repatriación. Universidad Santo Tomás (Colombia).
CDD23: 304.8
CO-BoUST
© Felipe Aliaga Sáez, Blanca Aquino Sánchez, Diego Alejandro Ballén Velásquez, Jorge Enrique Blanco García, Alejandro I. Canales, Enrique Coraza de los Santos, Lázaro Marcos Chávez Aceves, Rodolfo Elías, Stéphanie López Villamil, Jeisson Oswaldo Martínez Leguízamo, Sofía Meza, Eleder Piñeiro, Clara Piqueras, David Ramírez Plascencia, Ivonne Andrea Robayo Cante, Jorge Arturo Salcedo Ramírez, Cristhian José Uribe Mendoza, Andrea María Wehrle Gustavo Duncan, Érica Rodríguez Pinzón, Tania Gabriela Rodríguez Morales,
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E-ISBN: 978-958-782-118-5
Primera edición, 2018
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FELIPE ALIAGA SÁEZ
CRISTHIAN URIBE MENDOZA
FELIPE ALIAGA SÁEZ
DIEGO ALEJANDRO BALLÉN VELÁSQUEZ
CRISTHIAN URIBE MENDOZA
IVONNE ANDREA ROBAYO CANTE
JORGE ENRIQUE BLANCO GARCÍA
JORGE ARTURO SALCEDO RAMÍREZ
CHRYSALIDE DUARTE CASTRO
FELIPE ALIAGA SÁEZ
STÉPHANIE LÓPEZ VILLAMIL
CLARA PIQUERAS CERDÁ
ENRIQUE CORAZA DE LOS SANTOS
JEISSON OSWALDO MARTÍNEZ LEGUÍZAMO
BLANCA AQUINO SÁNCHEZ
ANDREA MARÍA WEHRLE MARTÍNEZ
RODOLFO ELÍAS
ELEDER PIÑEIRO AGUIAR
ALEJANDRO I. CANALES
SOFÍA MEZA
DAVID RAMÍREZ PLASCENCIA
LÁZARO MARCOS CHÁVEZ ACEVES
Si bien la migración es uno de los grandes campos de estudio en las ciencias sociales, la migración de retorno —específicamente— sigue siendo una realidad poco estudiada en el presente. En el plano académico existen innumerables investigaciones sobre movilidad humana, interna e internacional, que se han aproximado a las causas, consecuencias y evolución de este fenómeno1. No obstante, gran parte de la literatura especializada en la materia se focaliza en dos fases del proceso migratorio: la emigración y la inmigración, pasando por alto la fase del retorno, un fenómeno que ha adquirido mayor relevancia en los últimos años debido a las crisis económicas y a las políticas antiinmigratorias implementadas en países que históricamente habían sido receptores de migrantes, lo cual ha generado que muchas personas se vean obligadas a regresar a sus lugares de origen.
Dada la necesidad de ampliar el conocimiento teórico y empírico sobre la migración de retorno, los autores de este libro proponen como objetivo común analizar las experiencias de vida de los migrantes retornados y la manera en que distintos gobiernos han enfrentado este fenómeno a través de políticas migratorias, haciendo énfasis en América Latina. La evidencia empírica para cada análisis se recolectó mediante múltiples técnicas de investigación social: entrevistas semiestructuradas, análisis de contenido, revisión de documentos, entre otros. De esta manera, se lograron articular distintas aproximaciones que permiten comprender los imaginarios e incertidumbres de los migrantes, las condiciones sociales y estructurales que inciden en su decisión de regresar a sus países de origen, los impactos y desafíos que supone el creciente flujo de migrantes retornados para los gobiernos y los encargados de las políticas públicas, y la importancia que han adquirido las redes sociales virtuales a lo largo de este proceso.
Este volumen se origina en el año 2016, en el marco de una serie de eventos académicos organizados por el Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad (Gemiv) de la Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás (Colombia), dentro de los cuales destaca: el Coloquio sobre el Retorno de los Colombianos en el Extranjero (13 de abril de 2016) y el Seminario Internacional sobre Migración de Retorno (28-29 de septiembre de 2016).
Estos eventos se convirtieron en un espacio para discutir las ideas sobre el tema con investigadores provenientes de diferentes universidades y latitudes del mundo. Algunos de ellos fueron: Jorge Arturo Salcedo (Universidad Autónoma del Caribe); Stéphanie López (Universidad Nacional de Colombia); Clara Piqueras (Universidad Autónoma de Barcelona); Enrique Coraza de los Santos (El Colegio de la Frontera Sur, México); Jeisson Oswaldo Martínez Leguízamo (Universidad de Murcia); Blanca Aquino Sánchez, Andrea María Wehrle Martínez y Rodolfo Elías (Investigación para el Desarrollo, Paraguay); Eleder Piñeiro Aguiar (Universidad Adolfo Ibáñez, Chile); Alejandro Canales, Sofía Meza, David Ramírez Plascencia y Lázaro Marcos Chávez Aceves (Universidad de Guadalajara, México).
El presente libro reúne diez capítulos con los resultados de las investigaciones discutidas en los mencionados eventos académicos. En el primer capítulo, Felipe Aliaga, Diego Ballén, Cristhian Uribe, Ivonne Robayo y Enrique Blanco analizan los imaginarios frente al retorno de los colombianos que están refugiados en la ciudad de Quito, Ecuador. Este capítulo resulta evocativo y pertinente debido a que el gobierno colombiano acaba de firmar el Acuerdo de Paz con las Farc2, el grupo guerrillero más antiguo e importante del país, lo cual permite suponer, por un lado, que existe una reconfiguración del imaginario social instituido a lo largo de medio siglo de violencia; y, por otro, como resultado de lo anterior, las personas que salieron del país por causas relacionadas con el conflicto armado interno considerarían regresar a este tras la implementación de los acuerdos de paz. Pese a ello, los autores evidencian que la terminación de la guerra es apenas el punto de partida para el retorno, los refugiados demandan del Estado colombiano un acompañamiento social integral y efectivo para volver al país.
Por su parte, Jorge Salcedo define la política sobre el desplazamiento forzado en Colombia como “una política del olvido y de la resignación”, que no solo resulta ineficaz para revertir el desplazamiento y el despojo, sino que —por el contrario— tiende a consolidarlos. Para ello, el autor analiza la economía política del desplazamiento forzado, dando cuenta de los intereses explícitos e implícitos en este fenómeno, caracteriza el impacto de la política global de migraciones forzadas sobre los desplazados internos; muestra cómo el derecho del desplazamiento interno deviene en una máquina despolitizadora que procura la reconfiguración de la identidad sociocultural de quienes sufren este flagelo desde sus identidades tradicionales hacia las transicionales; y describe algunas experiencias de resistencia al desplazamiento, entre las que se encuentran: las comunidades indígenas del norte del Cauca, las comunidades negras del bajo Atrato, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, entre otras. Estas experiencias han sido exitosas en tanto que las comunidades retornaron exitosamente a sus territorios gracias a la movilización social. Por consiguiente, el derecho al retorno se configura como una bandera política de las comunidades, y las memorias de estos procesos exitosos de acción colectiva se perfilan como un factor clave de los procesos en que los desplazados logran oponerse al despojo.
El capítulo de Chrysalide Duarte y Felipe Aliaga centra la discusión del retorno en el ámbito de las víctimas del conflicto armado que viven en el exterior. Los autores analizan la Ley 1448 del 2011, sus limitaciones jurídicas, administrativas, políticas y psicosociales, al momento de garantizar que las víctimas colombianas residentes en el exterior puedan acceder a medidas de asistencia y reparación; también desarrollan una interesante argumentación para demostrar que el retorno, hasta la fecha presente, se presenta como el principal mecanismo para garantizar que las víctimas tengan acceso a una reparación integral.
En el cuarto capítulo, Stéphanie López Villamil indaga los desafíos de los gobiernos, particularmente del colombiano, para gestionar la migración de retorno, desde la perspectiva teórica de la gobernanza migratoria multinivel. Entre estos desafíos cabe destacar tres niveles: en el nivel global, la cooperación entre países con miras a garantizar la seguridad de los refugiados colombianos en el exterior; en el nivel nacional, la superación del discurso economicista del gobierno que solo concibe al retornado como un sujeto económico, pasando por alto la importancia de establecer canales efectivos de comunicación entre Estado y sociedad civil; y, en el nivel local, la articulación entre el centro y las regiones, especialmente en aquellas ciudades que están integrando a los retornados de nuevo en la comunidad.
Posteriormente, Clara Piqueras Cerdá presenta un análisis de las políticas y programas de retorno voluntario impulsados desde España —como país receptor de migrantes— y por el gobierno colombiano —como país expulsor de migrantes—, atendiendo al modo en el que, desde ambos países, se concibe la migración de retorno en términos de gestión y temporalidad, e identificando los perfiles que han sido objetos de dichas acciones. La autora señala que ambos países evidencian un fuerte interés por promover el retorno de los colombianos en el exterior; sin embargo, mientras España ha buscado disminuir el carácter asistencialista de sus políticas hacia los retornados, Colombia se centra en la etapa del posretorno. A pesar de estos esfuerzos, aún persisten grandes vacíos con miras a garantizar un acompañamiento efectivo e integral a la población que decide regresar voluntariamente a su país de origen.
En el sexto capítulo, Enrique Coraza de los Santos y Jeisson Martínez Leguízamo analizan las acciones destinadas al retorno de exiliados por parte de instituciones y organizaciones involucradas en procesos traumáticos de violencia política en países como Uruguay, El Salvador y Colombia. Este texto introduce la perspectiva del exiliado, aquellas personas que se vieron obligadas a salir del país por razones políticas, y muestra cómo ellas, en tanto que actores estratégicos, tuvieron que tomar decisiones frente al retorno a su país de origen, que estuvieron marcadas por la tensión entre lo personal y lo político. Los autores muestran cómo las organizaciones a las que pertenecían los exiliados jugaron un rol fundamental en la decisión tanto de retornar como de mantenerse en el exilio. Por consiguiente, el retorno está atravesado por múltiples condiciones que llevan a los exiliados a mantenerse en el exilio, retornar al país o re-emigrar a un nuevo destino.
En el capítulo de Blanca Aquino Sánchez, Andrea Wehrle Martínez y Rodolfo Elías se analiza la influencia del proceso de retorno de los migrantes paraguayos en el desarrollo local y nacional. Se plantea que el retorno de los paraguayos puede tener un impacto positivo en el desarrollo del país puesto que estas personas pueden aplicar los conocimientos y habilidades adquiridas en el exterior una vez que se hayan reincorporado a las dinámicas sociales y económicas de su país de origen. Así, la migración de retorno puede ser vista como una oportunidad que los gobiernos deben aprovechar para aumentar la calidad de vida de la ciudadanía en general ya que, como ha ocurrido en otros países, muchos retornados regresan al país con un mayor nivel educativo y con recursos para financiar proyectos productivos.
En el octavo capítulo, Eleder Piñeiro Aguiar expone algunas teorías sociales que resultan de gran utilidad para comprender la relación entre crisis financiera y retorno. Teniendo en cuenta que el actual aumento de la migración de retorno ha sido motivado principalmente por los problemas económicos que han enfrentado algunos países desde la primera década del siglo XXI. Además, el autor desarrolla algunos aspectos culturales-simbólicos presentes en la construcción de la categoría de migrante, desde la perspectiva de la antropología social y cultural, focalizándose en los procesos migratorios entre España y Ecuador a partir de la crisis de 2008.
Por su parte, Alejandro Canales y Sofía Meza elaboran una revisión bibliográfica de las principales contribuciones sobre la relación migratoria entre México y Estados Unidos, identificando las explicaciones, vacíos y problemáticas más recurrentes en los trabajos previos. Si bien durante muchos años el retorno no ocupó la atención de los estudiosos en la materia, en gran parte porque los datos estadísticos parecían mostrar que se trataba de un fenómeno marginal, recientemente esta temática se ha posicionado en las agendas políticas y de investigación debido a la crisis económica y a las políticas antiinmigrantes implementadas en Estados Unidos desde el año 2008. De esta manera, los autores encuentran que muchos estudios pasan por alto que el retorno corresponde a una coyuntura histórica con causas, determinantes y formas específicas; por lo tanto, el análisis de las condiciones estructurales que desencadenan las oleadas de migrantes de retorno es una tarea pendiente. A este respecto, las crisis económicas, las políticas antiinmigrantes y las deportaciones masivas se constituyen como factores causales del reciente crecimiento del flujo migratorio de retornados, particularmente, desde Estados Unidos hacia México. Asimismo, hace falta un análisis más detallado de las condiciones sociales de la reinserción de los retornados a la vida social y productiva, lo cual permitiría comprender fenómenos como el crecimiento demográfico urbano y la reemigración.
Para finalizar, David Ramírez Plascencia y Lázaro Marcos Chávez Aceves presentan un estudio empírico sobre el papel de las redes sociales virtuales en la vida de los migrantes mexicanos residentes en Barcelona. Esta investigación es un gran aporte a los estudios sobre migración de retorno pues permite comprender que Internet no solo es un canal de comunicación entre los migrantes y sus seres queridos, sino también una poderosa herramienta que esta población utiliza para entretejer lazos de solidaridad, y especialmente para mantenerse informados acerca de la situación social, política y económica de sus países de origen, lo cual se convierte en un incentivo o un freno para el retorno.
Ante la escasez de estudios sobre migración de retorno, este libro constituye un aporte social y académico relevante para la comprensión de un fenómeno que hasta ahora se empieza a vislumbrar, principalmente, en América Latina. Por lo mismo, no pretende ser un trabajo definitivo, sino un abrebocas para que más investigadores sociales se animen a desenmarañar la complejidad del ciclo migratorio, lo que implica rastrear las percepciones, intencionalidades e itinerarios fractales de los migrantes, sean estos migrantes económicos, migrantes irregulares, refugiados, desplazados internos, exiliados, entre otros.
Los editores queremos agradecer profundamente a la Vicerrectoría Académica General de la Universidad Santo Tomás (Colombia) por financiar esta publicación a través de la décima convocatoria Fodein 2016 (Fomento, Desarrollo y Producción de Investigación de Alto Nivel); a los investigadores del Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad (Gemiv), por sus valiosos aportes y críticas en la construcción de esta obra; a Miguel Urra Canales, decano de la Facultad de Sociología, por su valioso respaldo; a Laura de la Rosa Solano, representante del Comité Editorial, por su gestión ejemplar; y especialmente a todas las personas migrantes que han compartido con nosotros sus relatos y saberes.
FELIPE ALIAGA SÁEZ
CRISTHIAN URIBE MENDOZA
1 En esta línea se puede ver una reciente publicación de la Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás: Aliaga, F. (Ed.). (2017). Migraciones internacionales: Alteridad y procesos sociopolíticos. Bogotá: Ediciones Usta.
2 Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
FELIPE ALIAGA SÁEZ
DIEGO ALEJANDRO BALLÉN VELÁSQUEZ
CRISTHIAN URIBE MENDOZA
IVONNE ANDREA ROBAYO CANTE
JORGE ENRIQUE BLANCO GARCÍA
El conflicto armado en Colombia se remonta a una historia de más de cincuenta años, la cual, según Gabriela García y David Proaño (2016), ha generado un estado profundo de miedo y vulnerabilidad en la sociedad colombiana, desencadenando desplazamientos y búsqueda de refugio: “Se estima que hay 7 603 597 de víctimas del conflicto armado y alrededor de 6.24 millones de víctimas de desplazamiento (Uariv, 2016). En cuanto a personas con casos de refugio, se contempla una desesperanzadora cifra de 360 300 hasta el presente año (Acnur, 2015)” (p. 13). Los autores indican que Ecuador es el principal destino de quienes huyen de la violencia en Colombia.
En el estudio No se puede ser refugiado toda la vida, coordinado por Carlos Ortega y Oscar Ospina (2012), se constataba esta situación: “La principal causa del desplazamiento en Colombia y posterior salida hacia Ecuador es el conflicto armado y la violencia” (p. 29). La violencia en relación con el conflicto armado, según estos autores, se expresa a través de grupos armados como paramilitares, guerrilla y otros no identificados, incluso el ejército: “El tener lazos familiares con algún integrante, relaciones comerciales, ser considerado informante, prestar servicio militar obligatorio, mantener contacto voluntario o no, cualquier motivo de sospecha, puede convertirse en una potencial amenaza y causa para el desplazamiento” (Ortega y Ospina, 2012, p. 31). A lo anterior se suman la violencia en zonas rurales, la violencia y persecución política hacia quienes desarrollan trabajo comunitario y defensa de derechos humanos. También se cruza con aspectos de migración económica; sin embargo, los puntos comunes son la vulnerabilidad, el temor y la violencia.
De esta manera, Ecuador se configura como uno de los países destino de los migrantes forzados colombianos. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en su hoja informativa de abril de 2016, destaca los datos publicados por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana del Ecuador donde se señala que “el número de refugiados colombianos reconocidos había llegado a 57 325, de un total de 60 253 refugiados reconocidos (95.2 % del total); por tanto, 2928 son refugiados de otras nacionalidades (4.8 %) y 233 049 es el número de solicitudes de asilo receptadas en total en Ecuador hasta fin de 2015” (Acnur, 2016, p. 2).
En el contexto del conflicto armado se reconoce la dificultad o imposibilidad de retornar a los lugares de origen, “algunas familias aguardan la esperanza de un retorno, pero por el mantenimiento de las condiciones críticas, como la presencia continua de grupos irregulares en las regiones de origen y las amenazas latentes, se dirigen fundamentalmente a Ecuador” (Ortega y Ospina, 2012, p. 43). Una vez que se han movilizado por diferentes puntos de Colombia, deciden partir al país vecino o se dirigen directamente hacia allí, pues este país ofrece protección frente a la necesidad de abandonar la inseguridad y violencia, además de la cercanía que tiene con Colombia.
Sin embargo, el proceso migratorio forzado ha generado una serie de conflictos para los refugiados en el lugar de destino. Según Ana Guglielmelli (2011), en muchos casos, los refugiados en Ecuador no pueden encontrar seguridad, hay obstáculos para su integración, enfrentan discriminación, así como la existencia de estereotipos negativos. Ángela Carreño (2012) indica que algunos colombianos solicitantes de refugio sufren discriminación y estigmatización al vincularlos con el narcotráfico y la delincuencia. Ortega y Ospina indican que los migrantes forzados en Ecuador son más vulnerables “no solo porque la población que huye de la violencia llega a su destino ‘empobrecida’, sino también porque se enfrenta a situaciones de rechazo en el marco de los prejuicios con los que se asumen los flujos de inmigrantes extranjeros” (Ortega y Ospina, 2012, p. 16). García y Proaño (2016), por su parte, indican que “se destaca la asociación de la persona extranjera, específicamente colombiana con imaginarios relacionados con criminalidad. Esto, reafirmando los estereotipos negativos que lamentablemente rodean al colombiano” (p. 73).
En este contexto, los refugiados se pueden ver en una serie de contradicciones: por un lado, la situación de discriminación puede dificultar la integración en la sociedad de destino; pero, por otro, el retorno se vislumbra como un proyecto difícil de alcanzar en un escenario de posconflicto1.
Existen mecanismos generados por el Gobierno colombiano para facilitar o asegurar el retorno, por ejemplo la Ley 1565 de 2012 y las distintas acciones del programa Colombia Nos Une; sin embargo, la intención de este trabajo no es analizar estos mecanismos sino conocer, desde las personas víctimas, en condición y solicitantes de refugio, sus imaginarios del retorno frente al posconflicto. Siguiendo las ideas de Diana Ortiz y Sergio Kaminker (2014), es importante considerar lo que piensan y pueden decir los refugiados, “cuyas narraciones pueden ayudar a reconstruir, sino reformular la historia, la historia escrita desde el poder que ahoga otros relatos. Su realidad parece ser aquella de los que no tienen voz en sus lugares de origen, más bien que sus voces son inaudibles” (p. 49). En este sentido, se pretende encontrar y visibilizar esas voces, ya que Colombia, como indican Shirley Castaño y Santiago Morales (2015), “siendo un país claramente expulsor, requiere preguntarse por el regreso de los migrantes donde la apuesta sea rescatar esos saberes que se producen de las vivencias, lo que se siente y lo que se aprende al permanecer fuera del país de origen, con miras a construir propuestas de intervención que faciliten los procesos de integración” (p. 106).
La investigación de donde emerge este capítulo se realiza en pleno proceso previo a la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, lo cual abre un posible escenario de retorno en el posconflicto; sin embargo, los relatos muestran un panorama muy distinto.
En este estudio se aborda el imaginario social desde la perspectiva fenomenológica del chileno Manuel Antonio Baeza2, quien sostiene que los imaginarios sociales son “una manera compartida por grupos de personas de representarse mentalmente el espacio y el tiempo” (Baeza, 2000, p. 9). De esta manera, los imaginarios sociales comparten, simbólicamente, formas y contenidos en los cuales los grupos se reconocen, en tanto esquemas de inteligibilidad que ofrecen sentido existencial. “Los imaginarios actúan como singulares matrices de sentido o, al menos, como elementos coadyuvantes en la elaboración de sentidos subjetivos atribuidos al discurso, al pensamiento y, muy importante, a la acción social” (Baeza, 2000, p. 14). El imaginario es una institucionalización de ideas fundantes de un grupo de seres humanos, en cuanto “mínimo común denominador ideacional que cohesiona a los grupos sociales” (Baeza, 2000, p. 34) y que, además, conecta temporalmente el pasado, el presente y el futuro.
Los imaginarios actúan como motores que dan sentido a la existencia individual y, a su vez, movilizan el sentido existencial de una colectividad o de una sociedad, puesto que se constituyen como “homologadores” de todas las maneras de pensar, de relacionarse y de ejecutar determinadas prácticas sociales que reconocemos como propias (Baeza, 2003). Por lo tanto, es en la coexistencia o convivencia que los imaginarios adquieren significado y pueden traducirse en la elaboración de proyectos hacia el futuro, en una forma de comprensión del pasado o en una lectura auténtica del presente.
De esta manera, el imaginario social adquiere un rol central para la comprensión del mundo social, al estar presente en todos los ámbitos humanos: “Los imaginarios sociales, en tanto que concepto, reclaman tal centralidad analítica que omitir esta perspectiva me parecería, por decir lo menos, problemático” (Baeza, 2003, p. 210). Bajo estas premisas, el presente estudio elabora un marco analítico para el abordaje de los imaginarios sociales que parte de cinco categorías axiales en la propuesta teórica de Baeza (2003), a saber: el enigma, las creencias de base, la intencionalidad, la fractalidad y las estructuras simbólicas de ajuste.
El concepto de enigma es central en la identificación de imaginarios, puesto que “en toda construcción de soluciones a respuesta a los desafíos —planteados como enigmas propios de carácter siempre inédito de cada situación, más que como problemas— tenemos la presencia de la imaginación” (Baeza, 2003, p. 53). Al plantear el retorno como un escenario posible, en donde se busca crear una imagen de estabilidad que ofrece una respuesta probable en cuanto opción principal de la realidad o eje articulador, Baeza apunta que “los imaginarios sociales no son meras representaciones de algo real, sino elaboraciones ‘peri-racionales’ —es decir situadas en la periferia de la racionalidad, aunque con capacidad de influir sobre ella—” (Baeza, 2003, p. 81). Para el autor, los imaginarios sociales “nos brindan algo así como la seguridad y la confiabilidad de sus contenidos en materias sensibles que, a priori, revisten el carácter de enigmas para nuestra conciencia” (Baeza, 2003, p. 97). En este sentido, se busca identificar cuáles son las respuestas centrales frente al desafío del retorno.
Esto se complementa con la identificación de creencias de base en torno a cómo se constituye el retorno. Estas creencias nutren los imaginarios —según Baeza siguiendo la idea de Castoriadis—, fundan lo que sería el imaginario radical o el núcleo del imaginario: “Lo que observamos en condición de respuesta supone una creencia de base, un principio intransable, un valor fundante, que surge en un espaciotiempo dado (contexto) y al cual se van agregando elementos afines que pueden prolongarse casi indefinidamente” (Baeza, 2003, p. 57), en cuanto ramificaciones imaginarias, en la forma de elementos secundarios que nutren el imaginario y que van densificando una concepción dada. Estas creencias pueden estar ancladas a las características de cualquiera de los contextos involucrados en el proceso migratorio.
Se buscará lo que el imaginario manifiesta como intencionalidad, en cuanto esta “comprende con antelación decisiones muy elementales que tienden a organizarla a partir de premisas muy básicas, de universos valóricos propios o ajenos internalizados, de creencias múltiples, de bagajes de experiencias individuales o colectivas” (Baeza, 2000, p. 53). Sobre la intencionalidad de los refugiados en el imaginario del retorno, Baeza afirma que existen opciones para organizan el pensar y el actuar, que conforman el imaginario en tanto que este contiene basamentos de tipo mítico-ideacionales. En este sentido, resulta pertinente interrogar las condiciones que vislumbran los refugiados para poder retornar a su país de origen, a partir de las opciones disponibles en su entorno, en tanto que la intencionalidad impulsaría la voluntad y el deseo por transformar la condición de vida del sujeto y de la comunidad.
Los itinerarios fractales de los refugiados influyen en la conformación del imaginario. Según Baeza, la característica fenomenológica del ser humano es “su facultad exploratoria en diferentes direcciones, a partir de una potencialidad cognitiva que le distingue de otros seres vivos” (Baeza, 2000, p. 17), indica que el ser humano en torno a esta facultad traza itinerarios cognitivos fractales, los cuales se refieren a “recorridos existenciales que tienen que hacer frente a lo imprevisto, a lo que jamás se repite pura y simplemente con semejantes circunstancias, con idénticos actores, con similares marcos de referencia en el pensar —a pesar de apariencias engañosas—” (Baeza, 2003, p. 53). De esta manera, el itinerario fractal de los refugiados tomará en consideración las diferentes direcciones del recorrido migratorio, en la lógica origen-tránsito-destino, “retorno como posibilidad”, dando valor a aquellas experiencias vitales transcendentales que han marcado su tránsito, así como aquellas cuestiones no esperadas, que parten del mismo hecho de la migración forzada como uno de los condicionantes del imaginario.
Un último elemento que se busca analizar, considerando el proceso de diálogo para un posconflicto, supone que puede entrar en juego lo que Baeza (2015) denomina estructura simbólica de ajuste. Una estructura de ajuste es un acomodamiento provisorio desde los imaginarios sociales, “un posicionamiento histórico de una sociedad es entonces el resultado concreto de la consolidación de una estructura de ajuste” (Baeza, 2000, p. 146), siendo necesario observar, sistemáticamente, el estado de equilibrio parcial en un orden social frágil. Permite una provisoria estabilidad de sentido, pues “son estas plausibilidades, inspiradas desde la profundidad de los imaginarios sociales, las otorgadoras de seguridades elementales, aunque siempre deben ser consideradas como estructuras provisorias” (Baeza, 2008, pp. 156-157).
Según Baeza (2015), la estructura de ajuste contiene un núcleo de referencia que sostiene la totalidad simbólica y esta estructura está basada en un proceso histórico-social de la actividad intersubjetiva de una población, a través de “sendas significaciones que caracterizan las formas o figuras de plausibilidad social que la sociedad legitima en el pensar, el decir, el actuar y el juzgar” (p. 111). Se trataría de un tipo de orden simbólico que puede formarse a partir de imaginarios sociales anteriores o de significaciones producto de la creatividad social.
Autores como Fernando Lozano o Cristian Orrego y Jorge Martínez (2015) afirman que no existe una teoría general sobre el retorno. Lozano y Martínez (2015) indican que “la clave está en definir, en cada trabajo, qué es lo que se entiende por retorno y las múltiples facetas que se quieren describir o analizar” (p. 14). En el presente capítulo, la posición se encuentra un paso previo al mismo proceso de retorno. A través de la teoría de imaginarios sociales se verán las posibilidades de la migración de retorno, es decir, la generación de una proyección antes del mismo proceso.
En este sentido, el imaginario conectará con la idea de “expectativa”, siendo un elemento clave para considerar, o no, la posibilidad del retorno. “La intención de retornar implica una expectativa permanente, aunque su materialización suele estar sujeta a continuos aplazamientos y reconfiguraciones del proyecto de vida, sin contar que, en términos normativos, el regreso no depende exclusivamente de la voluntad del migrante” (Mejía y Castro, 2012, p. 18). El retorno puede, incluso, llegar a construirse en una proyección imaginaria que se establecería como una mitologización, en tanto que “el mito del retorno acompañará al emigrante y, frecuentemente, esta esperanza será la que lo sostenga, sobre todo en la primera fase de su estancia en el exterior” (De la Fuente, 2003, p. 154). Según Durand (2004), para algunos emigrantes “la mitología del retorno tiene que ver con la política, con el cambio de régimen en el país de origen y con el cambio de las condiciones que lo obligaron a partir” (p. 107).
Es importante observar los aspectos que van constituyendo el imaginario social del retorno para corroborar hasta qué punto este proceso guarda relación con las expectativas, y ver si está en los planes del migrante. “El anhelo de volver al país de origen es inherente al fenómeno de la migración. Muchos de quienes emigran tienen el regreso dentro de sus planes, en algunos casos como su sueño constante, pero con frecuencia aplazado y en ocasiones no alcanzado” (Mejía, 2011, pp. 20-21, citado en Mejía y Castro, 2012, p. 18). En este caso, hay que considerar la variable que implica la migración forzada como posible condición inhibidora del retorno; sin embargo, el posconflicto, como un cambio en el orden social y político de Colombia, puede propiciar las condiciones para un retorno en condiciones favorables.
La investigación tuvo un enfoque cualitativo. El trabajo de campo se realizó en el mes de junio de 2016 en la ciudad de Quito (Ecuador), donde se recogió la información a través de once grupos focales que contaron con la participación de más de setenta personas colombianas refugiadas víctimas del conflicto armado. Lo anterior permitió alcanzar el punto de saturación teórica para la conformación de la muestra. Para la identificación de la muestra se contó con el apoyo del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), Defensoría del Pueblo de Ecuador, Hias y la Fundación Esperanza. El análisis fue de tipo hermenéutico, y la sistematización e interpretación de los datos se llevó a cabo con el software cualitativo MAXQDA.
En esta sección se presenta una serie de elementos que van conformando el imaginario del retorno. Para poder realizar un acercamiento a su estructura, se entrelaza la teoría de imaginarios de Manuel Antonio Baeza con aspectos relevantes identificados y compartidos por las personas refugiadas en sus trayectos migratorios, lo cual va retratando y entregando las pistas sobre la posibilidad de retorno a una Colombia del posconflicto.
Si bien los refugiados colombianos llegaron a Ecuador en diferentes momentos y bajo distintas circunstancias, es posible identificar algunos elementos comunes en medio de la diversidad de sus recorridos existenciales. El primero de ellos se refiere a las razones por las cuales salieron del país. Sus discursos denotan sufrimiento y traumas causados por la guerra en sus territorios de origen. Muchos de ellos pertenecen a comunidades afrodescendientes que habitan el suroccidente colombiano, particularmente los departamentos de Valle del Cauca, Cauca y Nariño, y manifiestan que fueron desplazados entre los años 2000 y 2011, período que coincide con la intensificación de la violencia a causa del conflicto armado en Colombia.
Según el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH (2009), a finales de los años noventa se registró un incremento de los cultivos de coca y de la instalación de la infraestructura para su procesamiento en esta zona del país, lo cual vino acompañado de la expansión y fortalecimiento de actores armados irregulares como las Farc y el ELN; sumados al bloque Libertadores del Sur de las autodefensas y las Bacrim. Lo anterior conllevó a que los departamentos mencionados se configuraran como uno de los principales escenarios de la guerra por el control estratégico de las rutas del narcotráfico, puesto que allí convergen corredores entre la Amazonía y el océano Pacífico, el Valle del Cauca y Ecuador.
Adicionalmente, la economía de la guerra en el suroccidente colombiano no se limitó al cultivo y tráfico de ilícitos sino que también se complementó con la aplicación de otras dos fuentes de financiación: la extorsión y el secuestro (Echandía, 2004). Estas dinámicas del conflicto tuvieron un fuerte impacto social, cultural y económico en las comunidades: abandono de la economía tradicional, aumento del consumo de alcohol y de la violencia intrafamiliar, incremento en la tasa de homicidios y desplazamiento forzado de la población, entre otros. (Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2009). A su vez, este contexto sociopolítico constituye el punto de origen de los itinerarios fractales de los refugiados colombianos en Ecuador.
A mi papá lo amenazaron de muerte porque vio asesinar a una persona y era sobrino de él. Denunció a esa persona que mató al sobrino de él, lo amenazaron y nos tocó irnos del barrio. En el barrio Caldas me sacaron desplazado a mí, los Urabeños, porque me querían meter a las filas de ellos. (Hombre, grupo focal #1, 17 de junio de 2016).
A uno lo sacan de la casa, lo descuartizan, lo desaparecen y van y le dicen a la mamá o a la mujer que si denuncia, también lo desaparecen. (Mujer, grupo focal #1, 17 de junio de 2016).
En ese momento mi mamá me llamó y me dijo: "Hijo, cómo le parece que mataron a su primo. La guerrilla tiene a las familias para que no salgan, ¿si me entiende?, si usted sale al pueblo, usted es objetivo militar". Yo le doy gracias a mi Dios y a la Virgen porque saqué a mi familia, mi hijo tiene 22 años y lo alcancé a sacar o si no me lo hubieran matado. (Hombre, grupo focal #1, 17 de junio de 2016).
De esta manera, la fractalidad se configura a partir de la incertidumbre existencial que aleja al sujeto de un horizonte de esperanza o de un futuro promisorio que le brinde bienestar, calidad de vida y tranquilidad. Atrapados en la desolación que produce el miedo a los actores armados irregulares y la falta de protección estatal, el discurso de los refugiados contiene narrativas de muerte, amenazas y violencia que solo la barbarie de la guerra colombiana pueden explicar. Son discursos que, aunque remiten a un pasado, retumban en la memoria individual y colectiva de sujetos que vieron su voluntad sometida cuando su vida estaba en peligro inminente, y por la que temen aun estando fuera del país.
Un segundo elemento que acompaña los itinerarios fractales de los refugiados colombianos en Ecuador es su interacción con las instituciones gubernamentales. El recorrido trágico que acompaña el desplazamiento forzado involucra una alta cuota de responsabilidad estatal, puesto que los entrevistados en esta investigación manifiestan que se sienten desprotegidos por parte del Gobierno Nacional, que no cuenta con rutas de atención claras ni efectivas para atender sus demandas. Si bien la legislación colombiana establece una normatividad en materia de retorno y atención a víctimas del conflicto, este aparataje legal se encuentra desarticulado y funciona de manera deficiente por fuera del territorio colombiano, lo que se agudiza con la falta de información que tienen los consulados.
De esta manera, los discursos de los refugiados permiten entrever cierta desconfianza hacia el Estado; muchos coinciden en que el Gobierno colombiano no les ha brindado ayuda alguna para sobrellevar su condición de refugio y otros critican que los incentivos ofrecidos por la ley del retorno se dirigen, exclusivamente, a los migrantes “deseables socialmente”, esto es, los que cuentan con recursos económicos para regresar al país, lo cual no responde a la realidad de los “migrantes fracasados”, aquellos que se encuentran fuera del país en situación de exclusión, violencia, precariedad laboral, entre otras.
El gobierno colombiano no vela por nosotros. En ningún momento dicen: "¡Venga! Que los desplazados que están en Ecuador. ¡Vamos por ellos!". El gobierno no lo hace. (Hombre, grupo focal #1, 17 de junio de 2016).
Todos los que hemos sido víctimas estamos condenados, unos a estar desterrados del país y otros sumisos dentro del país. El gobierno nunca ha sido capaz de darnos protección. (Hombre, grupo focal #1, 17 de junio de 2016).
La ley del retorno sí sirve, ¿y sirve para quién? Para las personas que vienen aquí a trabajar, que no tienen dificultad económica y quieren retornar; sirve para ellos, pero no para los colombianos que hemos vivido la guerra como nos tocó a nosotros. (Mujer, grupo focal #2, 18 de junio de 2016).
Yo llevo ocho meses aquí y no he recibido ni una sola ayuda del gobierno Colombiano. (Hombre, grupo focal #4, 20 de junio de 2016).
Como ha señalado Baeza (2000), una característica fenomenológica del ser humano es su facultad exploratoria, la cual permite trazar disímiles itinerarios fractales. Esta facultad exploratoria ha orientado los recorridos existenciales de los refugiados colombianos, quienes compartían un conjunto de creencias de base frente a su lugar de destino. Aunque no todas las personas que se entrevistaron sabían a dónde ir en el momento que tuvieron que abandonar su territorio, incluso muchos de ellos buscaron protección en distintas ciudades antes de salir del país, se pudo identificar que todos compartían el imaginario de que Ecuador es un país tranquilo. Esa idea de tranquilidad fue la principal creencia de base que motivó la travesía de los refugiados hasta el vecino país, lo cual —a su vez— puede explicar la gran cantidad de ciudadanos colombianos que solicitan protección del Estado ecuatoriano.