Parada Rincón, Brigitte Juliette

Ética y liberación “animal”/ Brigitte Juliette Parada Rincón, Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2019.

117 páginas

Incluye referencias bibliográficas (páginas 115-117)

E-ISBN: 978-958-782-180-2

1. Trato de los animales - aspectos éticos y morales 2. Derechos de los animales 3. Veganismo 4. Vegetarianismo

CDD 179.3               CRAI-USTA-Bogotá

© Brigitte Juliette Parada Rincón

© Universidad Santo Tomás

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Corrección de estilo: Yecid Muñoz

Diagramación: Myriam Enciso Fonseca

Diseño de carátula: Juliana Pardo Torres

Hecho el depósito que establece la ley.

E-ISBN: 978-958-782-180-2

Primera edición, 2019

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin la autorización expresa del titular de los derechos.

Conversión a epub

Manuvo Colombia SAS/ Mákina Editorial

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A Orión

Nota aclaratoria: este escrito es el resultado de un proceso investigativo desarrollado en el marco de la Maestría en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás y su formato obedece a las exigencias propias de un trabajo de grado para este programa, cursado y aprobado durante el periodo 2013-2016. Conforme a la evaluación a la cual fue sometido dicho trabajo en el mes de agosto de 2017 se consideró la posibilidad de su publicación en 2018, con algunas modificaciones sugeridas por jurados externos a la USTA para ajustar el texto al formato libro. Por ello, se resalta que el presente escrito es de carácter reflexivo y responde especialmente a los requerimientos de la Maestría. De ahí el límite de cada capítulo, el planteamiento del problema expuesto, las referencias citadas, el contenido en general y la preferencia por los autores latinoamericanos para la propuesta final.

Contenido

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

PRINCIPIOS MORALES DEL TRATO ÉTICO A LOS ANIMALES

Igual consideración de intereses y minimización del sufrimiento

El valor inherente: ser sujetos-de-una-vida

Un trato justo más allá de la propiedad

Nuestra confusión moral

VEGANISMOS: ¿SOLUCIÓN O PROBLEMA?

Veganismo ético

Veganismo especista

Veganismo emocional

Superación del veganismo institucionalizado o moderno-colonial

LIBERACIÓN “ANIMAL”

Una ética de la liberación para poner fin a la opresión animal

Hacia una ética de la liberación planetaria

CONCLUSIONES

REFERENCIAS

Agradecimientos

Infinitas gracias a Mauricio Bassi y a Andrés Mauricio por su confianza, apoyo y ánimos. Infinitas gracias a mis padres, a mis abuelos y a toda mi familia. Infinitas gracias a mi maestro Edgar Antonio López López y a los docentes Claudia Patricia Giraldo y Carlos Moreno. Infinitas gracias al “profe” Javier Andrés González y su grupo Animales y Sociedad, del Centro de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana. Infinitas gracias a los compañeros caninos Husserl Infinito, León y Gandhi del Mar. Infinitas gracias al Ser Creador. Infinitas gracias al amigo, compañero y amor de mi vida, Germán Lamouroux.

Prólogo

¿Cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que hombres y mujeres dirigimos la mirada y atención a la experiencia de los “otros” seres vivos que habitan con nosotros en este planeta?

Un cuestionamiento como este se podría responder bajo una perspectiva y comprensión claras acerca de la propia experiencia. En efecto, para ponerse en el lugar del otro se precisa una colección de vivencias que otorguen una idea-memoria de las situaciones y de cómo podrían funcionar nuestras mentes para conocer la reacción o nuestro proceder posterior a una situación de vida. Así se podría tratar de entender el comportamiento e identidad de esos otros, aun sabiendo que el lenguaje siempre quedará corto para nombrar aquello que antes nuestra mente ha captado.

Situaciones como las de compartir con personas muy queridas o muy cercanas, con quienes tenemos vínculos que van más allá de una simple relación personal o familiar, nos permiten observar cómo se establecen conexiones que sin necesidad de pronunciar una sola palabra generan una reacción como efecto del pensamiento. Ser o no conscientes de ello es elemento de la singularidad en cada experiencia.

Los otros que habitan con hombres y mujeres el planeta son los animales. Notablemente somos distintos pues hacemos parte de dos grupos clara y naturalmente separados, además de contrapuestos por un sinnúmero de prejuicios e ideas debidas a la colonización epistemológica a la que hemos sido sometidos durante años. En el grupo de los hombres y las mujeres las diferencias hacen del género un aspecto importante en la singularidad de ese ser que enfoca su existencia en alcanzar su humanidad. En el grupo de los animales, aunque encontremos mayor diversidad debido a la infinidad de especies, se mantiene aquella singularidad manifiesta en un decurso de la vida sin alguna pretensión más allá de vivir conforme a su entorno. Quizá sea por ello que han sido subordinados al grupo de “los otros”, pero “otros” sin alteridad, completamente negados y sumergidos en una concepción distorsionada sobre su naturalidad.

Haber participado del texto que presento me permitió descubrir que los otros son esos seres que no hacen parte del grupo de “los demás”, sino que son precisamente aquellos a quienes se les ha negado el derecho de ser alguien, aun existiendo y habitando una gran parte del mismo espacio en el que respiramos y desarrollamos nuestra experiencia singular. Sin embargo, al analizar este aspecto cabe preguntar si hombres y mujeres han alcanzado una experiencia colectiva que les permita verse en el rostro de esos otros.

Ética y liberación “animal” no tiene pretensiones diferentes a las de invitar a los hombres y las mujeres de este planeta a reaccionar como “individuos” de la misma especie “humana” y comportarse como tales, potenciando su humanidad en la existencia y ofreciendo a los otros un camino fácil y justo que les permita un libre desarrollo. Para ello, el texto sigue una argumentación ética, independiente de aspectos políticos o legales que pueden generar bloqueos en el reconocimiento de los otros y en el proceso de liberación.

Finalmente, este libro es un resultado investigativo, y más que esto, un proceso reflexivo acerca de uno de los aspectos más importantes de una realidad de la cual todos somos testigos: el sufrimiento y daño innecesario causado a miles de animales. Con ello, quiero invitar al querido lector a continuar con esta indagación y reflexión acerca de nuestras relaciones con los otros, los animales, y a obrar desde el espíritu de la verdad y la justicia, según las leyes de la naturaleza y no desde las de nuestro ego, pues los hombres y las mujeres de este planeta sin el sentido de la humanidad no podremos responder acertadamente en las situaciones que exigen atención y solución.

GERMÁN LAMOUROUX

Introducción

Desde el siglo XIX el problema de la instrumentalización de los animales ha tenido cabida en los espacios académicos y ha generado gran interés en diferentes áreas del conocimiento. En especial, la ética se ha ocupado de este problema y ahora crece en ella la preocupación por el modo en que tratamos a los animales. Aunque el problema existe desde hace mucho tiempo, actualmente se da una afectación social, jurídica y política que ha motivado la creación de leyes que sancionan de manera severa a quienes maltraten a un animal.

Gracias a los medios de comunicación y a internet, cada día más accesible para un gran porcentaje de la población del planeta, la información acerca de cualquier eventualidad con respecto al trato animal y a los movimientos animalistas llega fácilmente a la gente para evidenciar y denunciar el sufrimiento innecesario que causamos a los animales. Es por ello que la relación que establecemos con ellos es motivo de reflexión hoy, pues es preciso reconocer y comprender el tipo de relaciones que instauramos con otros individuos si guardamos la idea de construir un ambiente equitativo, solidario y habitable para todos. En este sentido, queremos indicar que en nuestros días la mayoría de relaciones que tenemos con los animales obedecen a la necesidad de satisfacer nuestro ego, sin cuestionar cómo nuestras acciones intervienen y perjudican la vida de otros. En efecto, maltratamos, esclavizamos, torturamos, causamos sufrimiento, dañamos otros cuerpos y afectamos negativamente a otros seres.

Podríamos pensar que para crear nuevas comunidades en las que seamos capaces de convivir con los otros y lo demás es necesario replantear el tipo de relaciones que queremos establecer con los animales, los hombres, las mujeres y el entorno en su totalidad, incluido el medio ambiente. Si examinamos detenidamente el problema de nuestra relación con los animales y sus efectos, notaríamos que esas mismas conductas no solo se dan con ellos, sino que también se extienden y se repiten en nuestra cotidianidad con todo lo que ella involucra. Por otra parte, hoy vemos una gran motivación para acabar con las relaciones explotadoras y esclavizantes que tenemos con los animales y que predominan en nuestras sociedades. La ética ofrece a este problema un fundamento argumentativo que se puede desarrollar efectivamente con el fin de establecer relaciones que contribuyan a la evolución de los individuos y de las comunidades. La ética tiene mucho para ofrecer en cuanto a nuestras relaciones con los animales: no se limita a determinar cómo serían nuestras acciones en pro del bienestar colectivo, sino que nos invita a la reflexión constante para comprender cada situación y actuar de modos adecuados, sensatos y coherentes. De acuerdo con esto, y en referencia a nuestras relaciones dominantes con los animales, cabe indicar que bajo parámetros éticos no es correcto causar daño, sufrimiento o dolor a ningún individuo, sin importar raza, especie o género. Más allá de partir de la evidencia de si algunos seres sienten más que otros, la ética implica actuar siempre con respeto. Lo importante no es a quién se dirige este, sino el respeto en sí mismo.

Para lograr soluciones reales del problema de la explotación de los animales cabe indagar por sus causas y desde allí determinar los caminos que nos lleven a establecer nuevas relaciones con ellos. Esto supone la necesidad de reconocer que la cosificación y el sometimiento de los animales por parte de hombres y mujeres, tal como la conocemos hoy en día por lo menos en nuestro continente, es una forma de colonialismo.

El respeto de la naturaleza y la vida animal por parte de los habitantes de América antes de la Conquista era esencial, constituía una fuente de armonía y conocimiento. Incluso tenemos referencias sobre cómo los animales eran símbolos divinos de gran valor para las comunidades —tal era el caso del cóndor, la serpiente o el jaguar—. Pero con la llegada de los europeos esta cosmovisión se quebrantó, pues la racionalidad occidental la calificó como hechicería e idolatría.

La explotación animal en nuestro continente puede ser vista hoy como una consecuencia más de la Conquista. Los pueblos europeos habían sometido a los animales, así que cuando el hombre occidental irrumpe en América, impone su antropocentrismo y su “racionalidad” a los pueblos ancestrales. Existen evidencias sobre cómo los americanos se valían de los animales, pero también hay pruebas de la armonía y el respeto que había en su relación con ellos. En cambio, Occidente estableció que todos los habitantes de América eran meros “animales”, sin razón, sin alma, sin derechos. Por tanto, era permitido dominarlos, esclavizarlos y explotarlos. Desde la reflexión filosófica latinoamericana se hace entonces necesario pensar la relación entre el hombre y la mujer con el animal, ya que desde la Conquista y la Colonia hemos asumido que los animales solo son cosas, propiedades que podemos manipular y dominar.

Esta idea incrustada en nuestra mentalidad fue adoptada sin más y hemos actuado conforme a ella. Raras veces nos cuestionamos por qué tratamos a los animales de modos dominantes e irrespetuosos. No obstante, desde hace algunos años esta pregunta ha tenido resonancia en varias partes del mundo, lo que ha desplegado diversos movimientos que luchan por el respeto de la vida de los animales. A pesar de promover el mismo fin, hay una gran diferencia de principios y prácticas entre, por ejemplo, los animalistas, los ambientalistas, los ecologistas, los científicos, las feministas y los antitaurinos. Uno de estos movimientos dirige su atención hacia los argumentos éticos del problema de la explotación de animales. Se trata del veganismo.

El término vegan surgió en Londres en 1943 (Cross, 1949a, párr. 3), cuando algunos miembros de la sociedad vegetariana expresaron su desacuerdo con el consumo de ciertos productos de origen animal. Más precisamente, la oposición no se enfocaba tanto en el consumo de estos productos como en la explotación animal y en la vida del animal explotado ya fuera por la caza, la vivisección, el comercio o el entretenimiento. Entonces había que reflexionar más a fondo sobre el tema para establecer un principio que condujera a hombres y mujeres a ver al animal como un semejante con el mismo derecho básico nuestro a la libertad y al respeto.

Luego de varios intentos y aproximaciones el presidente de la sociedad vegetariana, Donald Watson, propuso el término vegan para referirse a la persona que sigue el principio ético de abolición de la explotación de todos los animales, cuyo fundamento es el reconocimiento de la libertad del animal, quien al igual que el hombre es sujeto-de-una-vida. Watson definió el veganismo como “el principio de la emancipación de los animales de la explotación del hombre” (en Cross, 1949b, párr. 7), principio que pone en cuestión la relación del hombre con los animales y revela el más grande de los retos para que la emancipación animal se pueda dar: la superación de la conducta opresora de hombres y mujeres hacia aquellos seres sobre los cuales tienen poder y que por ello pueden dominar.

A pesar del esfuerzo y la lucha de Watson para que este principio se mantuviera siempre claro en los que decidían ser veganos, 71 años después el término veganismo y el movimiento vegano se han pluralizado. Esto significa que hoy en día no debemos hablar de veganismo sino de veganismos. Uno de estos es el denominado veganismo institucional (Ávila, 2016, p. 63), el cual sigue la concepción de Watson y busca conquistar el planeta a partir de nuevos estilos de vida que excluyan cualquier tipo de explotación animal con la pretensión de lograr la emancipación animal. No obstante, cabe decir que este veganismo institucional, el más visible actualmente, no logra la liberación animal; en cambio, genera frustración y rechazo en la sociedad. Por ello, queremos presentar una crítica constructiva a este veganismo y ofrecer un aporte para ampliar el horizonte de comprensión de la ética y de la liberación animal.

A partir de los diferentes modos de protesta por el reconocimiento de derechos animales han surgido nuevas generaciones veganas que han hecho del activismo y de la cuestión ética una tendencia que poco o nada ayuda a abolir la explotación animal. Esto ha generado un nuevo mercado con las etiquetas bio, vegan y friendly, que se presentan como amigables con los animales, pero en realidad los afectan de nuevos modos y desvían la atención del asunto que debe ocuparnos. El surgimiento de este mercado no solo interfiere en el proceso de liberación animal, sino que algunas formas de este activismo fanático, como recurrir a la violencia en cualquier aspecto o atacar todo el tiempo a quienes comen o visten productos derivados de animales, impiden que hombres y mujeres reconozcamos en el animal un sujeto de vida con el mismo derecho de cualquiera de nosotros a vivir libre porque es un otro al que debemos respetar y dejar ser.

Por sus prácticas y argumentos invitamos a este movimiento a la reflexión sobre algunos de sus modos de hacer activismo, mediante los cuales se pretende la extensión de un mensaje de compasión hacia los animales. Lo anterior, en virtud de las evidencias que muestran que hay estrategias de veganización que no resultan eficaces para abolir la esclavitud animal. Para empezar, el hecho de solo ser “veganos” y limitarnos exclusivamente al no patrocinio de ciertas industrias no implica que la explotación institucionalizada de animales termine y tampoco genera un cambio de conciencia más amplio respecto a las relaciones de no dominación y no opresión que podríamos establecer con los animales y con lo demás. También queremos extender el diálogo hacia todos aquellos movimientos e individuos que se preocupan por el trato ético a los animales con el fin de superar los discursos y los argumentos que se dan en el marco de la violencia. Tales discursos y argumentos impiden concretar soluciones y pasan por alto que el problema no solo está en el consumo o no de ciertos productos de origen animal, sino en el modo en que pensamos a los animales y las relaciones que podemos tener con ellos. Pero antes se requiere revisar a qué se refiere el veganismo, teniendo en cuenta que es un movimiento cuyos fundamentos éticos y filosóficos intentan cambiar nuestros prejuicios mentales y habituales respecto al trato que damos a los animales, de manera que actuemos comprometidos y responsables en todo lo que involucra relacionarse con otro individuo.

Si bien existen colectivos que denuncian pacíficamente —por medio de pancartas, videos, conferencias y plantones— el modo en que los animales son explotados y usados para nuestros fines, su visión se centra en las consecuencias y no en la raíz del asunto. La explotación animal tal como se concibe hoy día es tan solo un efecto de nuestra incapacidad de reconocer que todos hacemos parte de un todo y que cada cosa, ente o ser, existe por una razón evolutiva. Somos nosotros, como humanos, quienes debemos contribuir a la evolución aun sabiendo que muchas especies han sido transformadas, otras se han extinguido y otras más surgirán.

El hecho de que convivamos con los animales en el planeta no significa que los podamos usar deliberadamente como alimento, diversión, vestido, con fines científicos u otros modos de explotación y maltrato. No obstante, cabe dejar abierta la discusión acerca de comunidades primitivas vigentes, que dentro de su cosmovisión y debido a las circunstancias en las que viven hacen uso de los animales para su supervivencia. En este asunto sería poco ético juzgar y generalizar las conductas sin tener en cuenta aspectos relevantes, tales como los factores cosmogónicos de cada tribu para poder discriminar una acción. Queremos limitarnos, pues, a un diálogo sobre el trato que una sociedad occidentalizada da a los animales. Si hablamos de una diferencia razonable entre nuestra especie humana y las especies animales, como la establece el pensamiento occidental predominante en nuestra cultura, cabe preguntarse qué tan razonables son nuestras acciones respecto a la vida de los animales.

En este sentido, al centrarnos en las consecuencias y no en las causas del problema hay pocas posibilidades de lograr una abolición de la explotación pues esta surge del modo en que vemos a los animales y el modo como nos vemos a nosotros mismos en relación con ellos. Se trata de ver todo como una unidad en la que debemos actuar bajo conductas adecuadas, atentas y respetuosas con los animales y con los otros seres. Lo que genera esta visión amplia del asunto es la revisión de la causa y no de los meros efectos del problema. Centrarnos en los efectos de nuestra inconciencia es no salir de ella aún. Debemos mostrar cómo se pueden establecer auténticas relaciones con los animales sin afectar su desarrollo como individuos y no limitarnos a evidenciar los sufrimientos y maltratos que padecen en una vida en cautiverio y esclavitud. Quedarnos en las consecuencias de nuestra falta de cuidado con la vida de los demás seres vivientes de la tierra no conduce a la abolición de la explotación, sino a reducir el consumo de algunos productos de origen animal y al refuerzo de las industrias que usan animales y deterioran el planeta. Esto hace que se creen alternativas de “consumo humanitario” o líneas de ecoconsumo cuyo fundamento no es la vida del animal, sino sus condiciones de sufrimiento.

vegan