Ana María Matute
EL RÍO
Ilustraciones de Raquel Marín
Ana María Matute
(Barcelona, 1925-2014). Escritora y miembro de la RAE, es considerada por muchos una de las mejores novelistas de la posguerra española. Recibió los premios literarios más prestigiosos por su obra: el Premio de la Crítica, el Premio Nacional de Literatura o el Premio Nadal. También es autora de cuentos infantiles y de varios libros de relatos. Miembro de la Hispanic Society of America, en 2007 fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra y en 2010 con el Premio Cervantes.
Raquel Marín (La Rioja, 1980).
Estudió Bellas artes en Cuenca. Y después decidió especializarse en Ilustración, lo que le llevó a viajar a Barcelona, donde vive. Recibió en 2007 el Premio Injuve de Ilustración. Desde entonces ha publicado 7 libros. Actualmente colabora semanalmente con el diario El País y también con el International Herald Tribune.
© Ana María Matute, 1963, y Herederos de Ana María Matute
© De las ilustraciones: Raquel Marín
Edición en ebook: octubre de 2019
© Nórdica Libros, S.L.
C/ Fuerte de Navidad, 11, 1.º B
28044 Madrid (España)
www.nordicalibros.com
ISBN: 978-84-18067-01-3
Diseño de colección: Diego Moreno
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra y Ana Patrón
Composición digital: leerendigital.com
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El río
Tras once años de ausencia, el protagonista de El río vuelve a los escenarios de su niñez. El pueblo por el que correteó durante varios veranos ya no existe. Ha sido cubierto por las aguas del pantano y solo emerge, como inquietante aparición, cuando baja el nivel con el calor de agosto. Desde esa presencia irreal y envolvente, Ana María Matute nos ofrece la visión de una infancia tan mágica como irrecuperable. Los lobos, los mendigos, los disfraces, la muerte de un niño, la lluvia, las nubes o el eco son algunos de los elementos de esa evocación, que integra la realidad y el misterio, la vida y la muerte.
Índice
Portada
El río
El pan, bárbaro y apacible
La pequeña vida de Paquito
El tiempo resurgido, el tiempo nuevo
«Moro»
La barca de Valentín
Gran Animal
El precio de la soledad
El odio
Los niños y la muerte
Viviremos largamente
El mundo era una naranja
Los alambradores
Los acontecimientos
Los disfraces
Los venenos
La riqueza
El pastor niño
Diarios atrasados
Los espejillos
Orgullo
Orgullo
Callar a tiempo
Los hornos
Las nueces
El eco
Los salegares
Las ortigas
El cielo
Los murciélagos
Rafael
Los hermanos
El hombre del chocolate
La niebla
El niño dormido
El cementerio de los caballos
Cosas sin nombre
Los carboneros
El barro
Los árboles
La desbandada
Los morales
Cementerios de mariposas
La puerta de la luna
Las jaulas
Muchachos crecidos
La salvaje primavera
Mentiras
El camino
La selva
Promoción
Sobre este libro
Sobre Ana María Matute
Sobre Raquel Marín
Créditos
Contraportada
Si te ha gustado
El río
te queremos recomendar
Contra el sueño profundo
de Peter Handke
ME IMPORTA EL MÉTODO
«Espero de una obra literaria una novedad para mí, algo que, aunque sólo escasamente, produzca un cambio en mí; algo que me vuelva consciente de una todavía no pensada, todavía no consciente posibilidad de la realidad; una nueva posibilidad de mirar, de hablar, de pensar, de existir. […] Espero de la literatura que rompa todos los aparentemente definitivos conceptos del mundo». Peter Handke tiene sólo veinticinco años cuando escribe esta frase, en 1967, en Soy un habitante de la torre de marfil. Formula esta máxima exigencia con una firmeza absoluta, y logra revolver a sus contemporáneos con su concepto de la literatura (aprendido de Kafka), que todavía hoy, medio siglo después, está a años luz de las posturas condescendientes o indiferentes que prevalecen entre escritores, lectores y críticos. Aquí habla alguien para quien la literatura lo es todo, la salvación de su vida, la confirmación del yo y el descubrimiento del mundo. Un autor que no abstrae de su persona para pronunciarse sobre un bien cultural común que supuestamente exige objetividad y distanciamiento, sino que al contrario dice «yo» y «para mí».
Peter Handke, a pesar de haber nacido como hijo de una señora de la limpieza y un peón de construcción alcoholizado en un entorno completamente aliterario, había entendido muy temprano la importancia vital de la literatura. Su valor como medio de conocimiento ya se le revela en el internado, donde su propia extrañeza, su diferencia respecto a los otros estudiantes, sólo es aplacada por la lectura de Faulkner y Greene. Y como medio de autoconocimiento la entendió, ya que de esto se trata en el programa existencial que postula el escritor principiante en Soy un habitante de la torre de marfil: que la literatura proporcione un método para conocerse y comunicarse mejor con los demás: «Antes que nada me importa el método. No tengo temas concretos sobre los que quiera escribir, sólo tengo un tema: […] llegar a ser más atento y volver más atentos a los demás: volverlos más sensibles, receptivos, exactos, y llegar a serlo yo para que yo y también otros podamos existir de forma más exacta y sensible, para que pueda comunicarme mejor con los demás y tratarlos mejor».
Cabe destacar, por un lado, la reivindicación de la utilidad pública de la literatura, la proyección colectiva que contiene el programa literario de Handke, que expresa una confianza hoy inimaginable en el efecto beneficioso de la literatura que quiere escribir. Por otro lado, llama la atención la seguridad con la que el autor de una sola novela entonces, Los avispones, y unas pocas obras más, se pronuncia sobre un programa literario que realmente ha mantenido en lo sucesivo hasta el día de hoy. ¿Cómo podía un novato saber tanto de literatura?
Algo tenía que ver el hecho de que Handke se iniciara a una edad muy temprana en la escritura; sus primeros textos de ficción publicados datan de 1959. Pero un elemento decisivo para el precoz desarrollo de Handke como una de las principales mentes activas y creativas de Europa constituye la participación en el grupo vanguardista Forum Stadtpark, que se produce muy pronto para el estudiante de Derecho en Graz. Allí encuentra un foro de discusión intelectual importante —con interlocutores como el poeta Alfred Kolleritsch, el pintor Peter Pongratz o el novelista Gerhard Roth—, y entra en contacto con las teorías artísticas del momento, conoce a artistas, músicos y pensadores, y, en suma, se deja contagiar por la enorme vivacidad intelectual del ambiente.
Y otra cosa significativa para la formación de Handke como escritor se produce en Graz: allí se le ofrece la oportunidad de escribir reseñas para la radio del estado federal de Estiria, Radio Steiermark. A partir de 1965 reseña en un excelente programa, Rincón del libro, con gran seriedad las publicaciones del mes. En abril del mismo año proclama el escritor en ciernes sus ideas sobre el poder de la literatura: «Escribir puede ser un intento de conquistar el mundo». Y esta conquista la acomete desde entonces paralelamente en el terreno de la creación y en el de la crítica. Sus reflexiones literarias se generan en la práctica de la propia escritura y de las reseñas. A través de los cientos de libros que ha de comentar, forma su juicio lector y desarrolla un discurso crítico propio que, aunque esté familiarizado con las teorías y tendencias literarias del momento —cita de los escritos de Marcuse y Adorno igual que los de Wittgenstein y Kraus—, siempre mantiene una mirada y una expresión que parten de la propia experiencia.
Ahora sabemos que Handke, a lo largo de toda su vida como escritor, ha practicado la redacción de «escritos ocasionales», como llama a sus críticas, o de «cartas adjuntas» que acompañan a ediciones de libros que le han importado, pues fueron escritas por amistad o por una deuda interior con el autor de la obra. La producción, que empieza en la época de las reseñas para la radio, pero pronto supera este estrecho formato, es correspondientemente amplia. Abarca diferentes ámbitos de la creación: aparte de la literatura —de la que trata tanto la poesía como el drama y la prosa narrativa—, el arte y el cine. Aunque tampoco faltan los textos donde se posiciona frente a un acontecimiento político o se mete con las costumbres del mundillo literario.
Los «escritos ocasionales» representan probablemente la forma más directa y corta de entrar en el universo espiritual-moral de Peter Handke, y ésta sería una intención de la presente selección de textos críticos de cuatro décadas: facilitar al lector un acceso diferente a esta obra tan inmensa. Permite, además, apreciar la envergadura del campo de trabajo de uno de los pocos intelectuales europeos dispuestos todavía a inmiscuirse en los asuntos públicos, y capaz de plantar cara a la arrolladora maquinaria de opiniones prefabricadas de los medios.
Leídos en su conjunto, los textos aquí reunidos constituyen —independientemente de su supuesta circunstancialidad— una lección de crítica, un manual práctico de la lectura y del comentario de una obra de arte. Pues cada texto presenta una forma distinta de acercarse a la obra en cuestión. Cada libro, película o cuadro/escultura recibe una lectura nueva en la que la percepción se aproxima cuidadosamente al objeto a comentar y elabora un discurso adaptado a lo que éste sugiere. Handke no conoce posturas fijas, no trabaja con teorías, hace escaso uso de la autoridad ajena y, si alguna vez se sirve de una cita, es para señalar afinidades o parentescos.
Su curiosidad fundamental no se para ni ante el autor ignoto —como es el caso del «poeta rural» Christian Wagner— ni ante el políticamente incorrecto, como el cineasta y escritor Herbert Achternbusch. Consigue un juicio reconocible y equilibrado incluso cuando trata sobre una obra que le gusta sólo a medias. Un ejemplo de esta encomiable ecuanimidad, determinada a valorar esplendores y miserias, es el texto sobre el autor austriaco Franz Nabl, titulado muy justamente «La grandeza de Franz Nabl y su mezquindad».
La lucha contra los tópicos verbales y las verdades trilladas es omnipresente. La claridad de pensamiento y la inmediatez de las afirmaciones asombran. Seguramente en parte han influido el rigor intelectual y el espíritu combativo de la época: la voluntad de tantos jóvenes en los años sesenta y setenta de acabar con las mitificaciones, de rechazar la institucionalización de la cultura. Aunque, en primer lugar, son fruto de la lucidez de Handke, de su agudeza perceptiva y su capacidad de síntesis que, en pocas palabras, clava asuntos complejísimos. «¿Qué es un escritor? Uno que formula para otros los deseos ignorados y reprimidos o las preocupaciones de su época», dice, por ejemplo, en 1972 en «Austria y los escritores». Y en el mismo texto: «para un escritor […] no debe haber ningún conocimiento preconcebido, nada dado por supuesto, nada metido en boca de alguien y acabado previamente de pensar».
A medias. Con los El lado oscuro de la historia
Y aunque siempre les ha quitado importancia, los textos críticos constituyen una parte significativa de su obra, pues son sumamente reveladores de la evolución de Handke como lector y escritor. El aprecio que les tiene lo revela el hecho de que publicara una primera recopilación ya en los años sesenta, bajo el mencionado título Soy un habitante de la torre de marfil, a la que se sumó en 1969 otra, titulada Prosa, Gedichte, Theaterstücke, Hörspiel, Aufsätze (sin publicar en castellano). Y los siguió ofreciendo al público en sucesivas ediciones, Langsam im Schatten, en 1992 (que tradujo la editorial argentina Eterna Cadencia bajo el título Lento en la sombra), y Mündliches und Schriftliches (en 2002, sin publicar en castellano), recogidos en 2007 en el volumen Meine Ortstafeln, meine Zeittafeln. Finalmente, en 2015, ya después de empezar a trabajar en esta traducción, salieron las reseñas de radio de la primera época bajo el título Tage und Werke en la editorial Suhrkamp. La selección que presentamos aquí recoge textos de todos estos libros, excepto del último.
CECICLIA DREYMÜLLER
Barcelona, mayo de 2017