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página legal
EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile
editorialedicionesuc@uc.cl
www.ediciones.uc.cl
Hacer y componer.
Una introducción a la tipografía.
Francisco Gálvez P.
© Inscripción Nº 288.445
Derechos reservados
ISBN edición impresa N° 978-956-14-2245-2
ISBN edición digital N° 978-956-14-2246-9
Marzo, 2019
Versión digital
Diseño: Francisco Gálvez P.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com | info@ebookspatagonia.com
CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile
Gálvez Pizarro, Francisco, autor.
Hacer y componer: una introducción a la tipografía / Francisco Gálvez Pizarro.
1. Diseño gráfico (Tipografía).
2. Tipos (Imprenta) – Diseño.
I. t.
2018 686.22 + DDC23 RDA
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índice de contenidos
contenido
Prólogo de Alejandro Lo Celso7
prefacio Trece años de educación tipográfica 9
Introducción Tres divisiones en lugar de dos 11
capítulo PrimeroLos oficios en la creación de letras: la caligrafía, la rotulación y el diseño de tipos15
Aprender a mirar de nuevo 17
El oficio de la habilidad: la caligrafía tradicional y su pedagogía 19
El ritmo caligráfico como hilo conductor 20
El ritmo en la forma del trazo caligráfico 21
El ritmo en el espaciado caligráfico 30
Construcción del texto a partir de trazos 33
El oficio de la simulación: la rotulación o lettering 34
Problemas de aplicación del contraste 36
Rotular palabras y frases 37
El espaciado como fundamento 39
Dividir el rótulo por signos o espacios 40
Una exploración sistemática 48
El oficio de la sistematización: el diseño de tipos 50
Términos que se transforman o se confunden 51
Los orígenes en la producción de tipos 53
De los punzones al dibujo de signos 61
Tipos digitales inmateriales 65
El «problema» del dibujo cartesiano 68
Anatomía y nomenclatura de las letras 71
Los tipos de serifas: la carga histórica 76
Los trazos terminales que dan personalidad 80
Mayúsculas conservadoras y progresistas 84
El dibujo de letras en la computadora 86
Criterios para el dibujo vectorial 87
Sutilezas del dibujo vectorial 94
Las correcciones ópticas para letras y signos 96
Correcciones ópticas elementales 97
Balance óptico de los glifos 101
Contraste y modulación en el diseño de tipos 104
El espaciado en el diseño de tipos 106
Kerning y ligaduras para mantener el ritmo 109
Dibujo de los signos en la pantalla 114
Formatos digitales de las fuentes 116
Licencias de uso para las fuentes 119
Por qué es difícil ser original al diseñar tipos 121
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capítulo SegundoVer para aprender 125
Un tipo no es una letra 126
Por qué clasificar estilos de letras 129
Qué observar cuando se miran letras 134
Conjunto de fuentes de texto 141
Fuentes Serif esenciales 142
Venecianas, humanísticas, renacentistas, Old Style u Old Face 143
Garaldas, barrocas, elzevirianas, aldinas, Old Style u Old Face 148
Transicionales, reales, Romain du Roi o romana del rey, neoclásicas 157
Didonas, modernas, románticas 160
Scotch Roman, Scotch Face, romanas escocesas 162
Mecanas, Slab Serif, egipcianas, realistas 164
Fuentes Sans Serif esenciales 167
Antique, Gothic, Grotesque, grotescas, Egyptian, lineales, realistas 168
Neogrotescas o de transición, Swiss, realistas 170
Sans Serif geométricas, modernismo geométrico 173
Sans Serif humanistas, lineales humanistas 177
Fuentes que han provocado nuevas categorías 179
Modernismo lírico, romana neohumanista 180
Sans Serif neohumanista 183
Letra expresionista 186
Fuentes más allá de la clasificación 188
Romanas posmodernas, posmodernismo elegíaco, Sans posmodernas 189
Geométrica posmodernista 193
Monoespaciadas 194
Lineales moduladas, de contraste invertido o modulación invertida, Reverse-contrast, Reverse Stress 196
Conjunto de fuentes Display 198
Glíficas, incisas, inscripcionales, letras esculpidas 199
Rústicas, unciales, gaélicas, carolingias, escrituras antiguas 204
Manuscritas, Script, Copperplate, Brush, letras de escritura formal y casual 209
Góticas, Blackletter, Old English, civilité, escrituras medievales 216
Fuentes Display más allá de la clasificación 222
Las variantes tipográficas 230
Escrituras del mundo y Unicode 232
Signos que representan palabras (logogramas, sinogramas, ideogramas) 233
Signos que representan sílabas (silabarios, abúgidas o alfasilabarios) 236
Signos que representan fonemas consonantes (abjades o abyades) 238
Alfabetos de fonemas vocales y consonantes (griego, latino, cirílico, hangeul) 240
capítulo TerceroLa tipografía y el tipógrafo 249
Macrotipografía, las decisiones mayores 252
Definir la caja para el texto 255
Dividir la página 257
Microtipografía = Ortotipografía 262
Ajustando el párrafo 263
Ritmo microtipográfico: Kern e interletrado 272
Títulos, subtítulos e inicios de párrafos 276
La estrofa, el verso y el diálogo 282
Números ortotipográficos 286
Características OpenType y estilos GREP 290
❧ Lista de caracteres, glosario, bibliografía e índices299
El repertorio de signos 300
Glosario de términos tipográficos elementales y algunas siglas relacionadas 309
Bibliografía 314
Índice de fuentes 316
Índice onomástico 318
Índice analítico 321
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prólogoAlejandro Lo Celso
Este libro que tienes entre tus manos es algo singular y encierra una obra sorpresivamente generosa. La primera de sus generosidades está a la vista: su contenido. Verás que describe un arco bastante amplio de saberes, que casi siempre se nos presentan convenientemente aislados: se es rotulista o se es calígrafo, se es diseñador de libros o se es diseñador de tipos. Acostumbrados como estamos, desde la Revolución industrial, a la fragmentación automá-tica y al parcelamiento muchas veces dogmático de lo que en verdad es un continuo —las profesiones, el conocimiento, el mundo, la vida—, pocas veces se encuentran ejercicios frescos de integración como el que nos propone este libro. No podría ser de otra manera porque Pancho Gálvez ha recorrido todas esas bifurcaciones del continuo una y otra vez, y por eso nos habla así, a conciencia y sereno. Y así la sorpresa inicial cede enseguida al sentido común y com-prendemos el mensaje: sin importar el medio en que se transfieran, las letras del alfabeto son siempre las mismas. Al igual que nuestros ojos.
Si proseguimos con la lista de generosidades, está la entrega del autor. Una dedicación del tamaño de la fe que profesa. En el hilado de los pensamientos, en la progresión ordenada de los temas, en la creación de las imágenes precisas, en el diseño de unas dobles páginas con ese energé- tico reposo que pide Bringhurst. La dedicación del artesano paciente y meticuloso, que se entrega por completo a su obra y no descansa hasta verla en lo más alto. Para quienes conocemos al autor sabemos que esto es lo normal y no cabe otra. Extensión natural de la actitud comprometida que sostiene en el ejercicio, profundamente ético, de su oficio.
Habiendo tanto libro ilegible y feo, por suerte la vocación didáctica es otra veta altruista aquí. Muy consciente de haber tejido una obra de consulta, el autor ha dispuesto todas las
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comodidades de lectura: jerarquías armoniosas, subtítulos eficaces, notas e ilustraciones a un lado del texto que las refiere, coordenadas laterales para facilitar la búsqueda de tópicos, y hasta diminutas caras emoji para hacer valoraciones. El resultado es un libro afable y cordial que invita a ser explorado y que se lee confortablemente. Y es también, sin tener la pretensión, un buen ejemplo de diseño centrado en el lector, aun desafiando reglas de la tradición.
¿Una última generosidad? La mirada perspicaz y original que este libro nos regala del universo tipográfico, su historia, clasificación y usos, desde una perspectiva latinoamericana bien distintiva. Algo refrescante y muy necesario a la luz de una revisión consciente de la herencia tipográfica europea desde este lado del mundo, con la esperanza de contribuir a una visión propia, independiente y de valor, en genera- ciones venideras.
Quizás hay dos tipos de libros: los libros que reafirman el continuo cultural, reiterando argumentos y consolidando lo transitado; y los libros que abren nuevos caminos. Este es un libro del segundo grupo. Y enseguida de empezar a leerlo nos damos cuenta de que también se trata de una obra imprescindible, largamente esperada. ¿Cómo nos las ingenia- mos hasta ahora sin este libro? Por fortuna ya existe. Gálvez lo catalizó en el aire. Y uno tiene la sensación, al perderse entre los senderos de sus páginas, de estar verdaderamente caminando por el mundo. Y que en definitiva de eso se trataba todo. La tipografía era casi una excusa.
A no equivocarse, este es un libro para disfrutar mucho. Por su sólido ejercicio profesional y su rica experien- cia docente, la mirada del autor es exhaustiva, crítica y madura, y los temas se abordan seriamente, en un lenguaje accesible. Sin embargo, su cualidad más poderosa está un poco escondida: la fidelidad incondicional al propio niño, a una curiosidad inagotable y a unas incontenibles ganas de jugar. Por eso este libro divierte, nos transporta a la infancia, a la felicidad del asombro. A la oportunidad de descubrir las verdades detrás de las cosas, nuevamente, por primera vez.
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PrefacioTrece años de educación tipográfica
El ser humano ya no solo se enfrenta a la complejidad del mundo sino también a la que ha creado. Como lo señala el epígrafe, este libro es una introducción, ello prefigura el acercamiento a una especialidad compleja, con una vasta historia. Para poder hacer una introducción de una disci- plina, es importante conocer y comprender algunos térmi- nos que no son de uso común. Lo malo de las definiciones es que no son del todo precisas, sobre todo, las relacionadas con las actividades de la comunicación. Por ejemplo, para referirnos a la forma de una letra, indistintamente habla- mos de un estilo de escritura tradicional como una gótica o de una fuente tipográfica con un nombre específico como Georgia. Son dos cosas distintas. Con la ubicuidad de la tipografía en los medios digitales e impresos estas diferen- cias de sentido se diluyen fácilmente y se construyen otros significados también difusos.
Un ejercicio introductorio es una tarea difícil, porque implica hacer una síntesis que va en contra de las prácticas cotidianas del lenguaje. Referirse a la materia de la tipo- grafía requiere de un vocabulario especializado, el cual nos devela nuevos sentidos y por ello no miramos con los mismos ojos lo aprendido. La invitación aquí es a una intro- ducción detallada, para descubrir esos sentidos y tomar conciencia de las cosas que nos acompañan día a día, como las letras.
Más que empeñarse en definir conceptos es preferible comentar las decisiones que ellos conllevan o dónde se apli- can. Conocer la tipografía significa aproximarse a lo simple para poder comprenderlo, de otro modo solo repetiremos recetas o, peor aún, dependeremos de consejos que nos den otras personas sin que por ello tengamos que entenderlos.
Desde el primer curso que hice de tipografía, con la inge- nuidad y desconocimiento de un autodidacta —pero
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a la vez con entusiasmo—, me he dado cuenta de que no se necesita de la educación formal para aprender, lo único que vale es tener curiosidad. Desde la masificación de la web, los puntos de vista se han enriquecido: puede ser que exista una mayor tolerancia a las maneras distintas de pensar y el consenso de algunas ideas y definiciones son en algunos casos imposibles, esta eventualidad requiere revisar rigurosamente lo que entendemos. Así, en este libro hay una intencionalidad explícita para abordar una introducción a la tipografía, que es el sesgo del autor; ningún texto es neutro como algunos lo han querido negar.
Como fuere, este libro se empeña en poner de relieve la relevancia de hacer bien las cosas, con oficio. Escribiendo estas líneas cuando ya está desarrollado todo el contenido y no hay vuelta atrás, no puedo dejar de pensar en los excelentes libros de grandes maestros que se han citado aquí, sencillamente insuperables. Espero que este libro pueda estar a la altura.
La experiencia docente adquirida en más de trece años, con todos sus aciertos y errores, han dado paso a una forma de enseñar tipografía que no se centra en los tips ni en los dogmas, ni en una metodología específica; eso no significa que no se respeten ciertas tradiciones, de hecho la tipografía sigue siendo muy tradicional en varios aspectos. Cuando decidí hacer este libro, reviví las frustraciones que implica escribir para enseñar, la palabra muerta del papel solo tiene sentido cuando usted, lector, descubre lo que está dicho —y lo que no— y un libro le permite tomarse una pausa para ello. Déjese llevar por algunos momentos.
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introducciónTres divisiones en lugar de dos
Este libro se basa en uno anterior —Educación tipográfica— publicado en el 2004, tras cuatro años de haber realizado clases de tipografía en dos universidades; inicialmente iba a ser una reedición, pero su contenido cambió tanto que se transformó en un libro nuevo. Esto se debe a que han pasado trece años desde esa primera edición y la producción de material gráfico para las clases desde el 2004 hasta el 2017, ha aumentado significativamente en contenidos. Ese libro se dividía en dos partes: «La tipografía como imagen» y «La tipografía como textura»; siendo una división útil, ya no es suficiente para abordar la complejidad del tema en la actualidad. Ahora, el contenido está dividido en tres partes, cuyos objetivos se podrían resumir en:
1. Entender los oficios relacionados con la creación y producción de letras y evidenciar la diferencia que existe con la tipografía, de acuerdo con las decisiones de trabajo que exige cada uno de ellos, para entender dónde y cuándo aplicarlos.
2. Aprender a mirar analíticamente las fuentes tipográficas —las más importantes— ya sea por su calidad o por su originalidad. En el fondo, desarrollar una sensibilidad.
3. Hacer visible la prolijidad del trabajo tipográfico como un tipo de escritura, que se planifica y diseña, no como la forma y los estilos de letras que, si bien es de interés, no es el foco central de esta última parte.
El primer capítulo comienza con el oficio que dio origen a las formas de los signos: la caligrafía, con la revisión de conceptos y criterios que se extrapolan a otras áreas de la creación de letras; luego se examina la rotulación, sin pro- fundizar en técnicas específicas —para eso está YouTube— cuyo propósito es aproximarse al problema de la separación entre los signos, tema poco abordado, y en tercer lugar se abordan los conceptos del diseño de tipos. Aquí se ha hecho
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un esfuerzo por graficar el origen técnico de la disciplina, reuniendo material de varias fuentes como libros, videos y archivos en formato PDF, para poder entender qué supone su práctica. En este apartado se hace una revisión de térmi- nos y conceptos, del dibujo de la letra por computadora y sus efectos ópticos. El capítulo repasa la evolución de la tec- nología tipográfica desde su origen, en el metal, hasta la era digital.
El segundo capítulo es una selección de fuentes tradi- cionales y contemporáneas que se compilan de modo crono-lógico, que vale la pena conocer. En este punto, resulta de importancia recalcar que se trata de una selección, no un ranking. Es un recorrido panorámico por las fuentes que han estudiado historiadores, impresores y tipógrafos y que han generado las clasificaciones más divulgadas. Se presentan fuentes para lectura en prosa o de texto y algunas con un carácter más publicitario, según se indican en libros tradicionales sobre tipografía y las fuentes más actuales se han seleccionado de acuerdo con premiaciones, distincio-nes o aportes que abren nuevos caminos en el diseño de tipos. Al inicio hay indicaciones para poder compararlas y, hacia el final, un repaso de algunas escrituras representativas de los principales sistemas de escritura en el mundo. El capítulo se cierra con un resumen de las clasificaciones y la adaptación que se ha hecho en este libro para que el lector pueda establecer relaciones y profundizar sobre el tema.
En el tercer, y último capítulo, se aborda el tema de la tipografía propiamente tal. Se analizan los conceptos e ideas más relevantes respecto al texto y sus variables constructivas, también se exponen ejemplos que se pueden aplicar en distintos contextos, impresos o digitales. Como se trata de un ámbito que implica el dominio de numerosos detalles, hacia el final del capítulo, se presenta una breve explicación de algunos recursos informáticos que sirven para automati- zar dicho trabajo. El lector debe comprender que se trata de tipografía, de composición de texto, de un tipo de escri- tura, no de diseño editorial o dirección de arte, aunque para dar un contexto, se hagan referencias al formato del libro. Inevitablemente, la tipografía se cruza con otras áreas de la edición, como la ortografía, la redacción y las conven- ciones idiomáticas. En este sentido, el libro se permite
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algunas transgresiones como el uso de emojis para incluirlos en los ejemplos de lo que se debe evitar y lo que es prefe- rible hacer. En general, en el trabajo tipográfico, existen dis- tintos estilos para usar los signos, no existe un solo cami- no sino varios. De hecho, los signos de puntuación tienen distintas convenciones según el idioma en que se usen y es importante consultar la información especializada al respecto.
El orden del contenido es progresivo, por ello es prefe- rible leerlo sin saltarse los capítulos si se hace por primera vez, ya que se establecen vínculos entre ellos. Una vez leído, y por tantos detalles mostrados, se ha ideado un sistema de búsqueda que comprende una división en cinco filas señaladas con letras de la A hasta la E, en ambos extremos del libro, en los márgenes, como el que está al costado dere- cho de esta página, para poder acceder más rápido a la información. El criterio es que la letra señalada es la que está más próxima a la referencia. Al final del libro se presenta una bibliografía comentada y un índice de las fuentes expuestas, uno onomástico y otro analítico, que usan este sistema de búsqueda.
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* Un códice es un manuscrito, un libro escrito a mano.
† Walter Kæch o Käch fue un rotulista suizo nacido en Ottenbach. Autor del libro Rhythm and Proportion in Lettering | Rhythmus und Proportion in der Schrift, publicado en 1956.
La tipografía —como oficio— se preocupa por estudiar toda manifestación de las letras y los signos de cualquier escritura ya que su origen está en el arte de la imitación; comenzó con la caligrafía gótica lo que significó, además del alfabeto latino usado por los escribas, la realización de varias letras adicionales con diferentes acentos diacríticos, abreviaturas y ligaduras para acercarse lo más posible al manuscrito. De esta imitación radican toda clase de con- fusiones respecto a lo que es la naturaleza de la tipografía y su semejanza con otros oficios. Con el tiempo, la tipografía dejó solo de imitar para transformarse en un lenguaje por derecho propio; desde el Renacimiento tomó un camino distinto de la caligrafía de los códices*, estandarizó las formas de las letras y su ortografía.
Actualmente —bajo la forma de un código numérico— es un medio para la programación, la expresión máxima de la tipografía como sistema de escritura (la programación se escribe) además de servir históricamente como herra-mienta para expresar la belleza —como también la estupidez y la banalidad— del pensamiento, las emociones y las ideas de cualquier índole. La tipografía ha sufrido una profunda transformación porque dejó de ser únicamente un tipo de escritura para comunicarse entre seres humanos, también es una forma de expresión escrita que permite dar órdenes a cualquier dispositivo electrónico. A partir de esta condición «digital» es más difícil encontrar los límites entre cada oficio de la letra. En 1956, Walter Kæch† (1901-1970) ya explicaba que la escritura y el lettering son términos insepara-bles y podríamos hacer extensiva esa relación para cualquier manifestación de signos alineados para comunicar. De hecho, en habla inglesa, el término lettering se usa para cualquier forma de escritura en donde se construyen, dibujan o retocan signos con cualquier tipo de herramienta (lápiz, pincel, pluma, etc.), lo cual abarca desde la escritura lapidaria
romana hasta el diseño de logotipos. Así, existen denomina-ciones como lettercarving (letras cinceladas o talladas en piedra o madera) o hand lettering (letras escritas o hechas solo a mano). Sin embargo, no nos sirve de nada
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distinguir estas diferencias si nunca hemos tenido la expe-riencia de practicarlas y conocer su verdadero potencial.
Este podría ser uno de los defectos de la escritura: hacernos creer que sabemos hacer cosas solo leyéndolas sin practicarlas. Distinto es que al leer se tome conciencia y se adquiera claridad sobre un tema, pero no la «habilidad para hacer»: incluso esto sucede a veces con las instrucciones para usar un artefacto nuevo. Del mismo modo, lo escrito no sirve si no se practica. La satisfacción no radica en lograr resultados sino en saber cómo llegar a ellos y eso no siempre se obtiene apretando una tecla o utilizando un filtro.
Para poder comprender cómo se relacionan y diferencian estos oficios para aplicarlos con propiedad, se comenzará por la revisión del oficio que dio origen a las formas de las letras, es decir, la caligrafía occidental. Sin embargo, aquí se toma con un valor pedagógico y no con una finalidad expre-siva para el arte. También se privilegia abordar la práctica caligráfica desde la pluma de punta recortada, ya que fue el instrumento más utilizado en las escrituras de los comien-zos de la historia occidental, antes de la tipografía. Se debe aclarar que la caligrafía china no se cita en esta introducción ya que no se debe entender como un sinónimo de la cali- grafía occidental, eso sería pretencioso, porque en casi toda su historia, no ha empleado fonemas sino que una combina-ción de pictogramas, ideogramas, usos fonéticos y semán- ticos (con partes de pictogramas) cuya dimensión expresiva del gesto y su contexto tiene un valor radicalmente distinto al uso que damos a nuestras letras.
La forma no es una anécdota ni algo secundario con relación al contenido, varias disciplinas la abordan como un tema de estudio para entender cómo es su esencia y sus efectos en la percepción, desde el arte pasando por la psicología hasta llegar al diseño. Generalmente, quien banaliza la forma como algo de menor importancia es porque desco- noce las implicancias de su naturaleza. En tipografía, resulta necesario clarificar algunas nociones desde el diseño de tipos, oficio que también se basa en la caligrafía.
La invención de la tipografía y la producción de letras en tipos metálicos se remontan al periodo denominado
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Renacimiento, el cual se mantuvo con pocas modificaciones hasta la irrupción de las computadoras. Desde aquel momento, ese conocimiento pasó a ser parte del interés objetivo de la disciplina del diseño. La creación de letras siempre ha existido, pero muy pocos sabían convertirlas en tipos. Así, la tipografía tuvo un comienzo esotérico, es decir, un conocimiento de difícil acceso, oculto para resguardar la invención. Por ello no fue revelado a personas que no pertenecieran al mundo de los punzonistas* e impresores. Por otro lado, se trata de un oficio que requiere de práctica y paciencia para dominarlo.
A mediados del siglo xx, la tipografía adquirió tanta importancia al punto de que algunas escuelas de diseño gráfico la declararon como un eje fundacional de su filosofía académica, tal es el caso de las escuelas de Basilea y Zúrich. Su aprendizaje implica desarrollar un nivel de observación más agudo de lo normal, ya que su esencia —en rigor— es el blanco y el negro desnudos. Ya no solo se mira la forma negra sino también el blanco que le da sentido; los detalles se revelan, se nombran, se analizan y permiten entender por qué las formas se desempeñan bien o mal. Esto es parte de una deformación profesional que se vuelve invisible con el correr de los años y que se intentará explicar en las siguientes páginas.
Debido a la gran cantidad de componentes que tiene la tipografía y a que un libro es insuficiente para poder abarcarlos en su totalidad, se hará el ejercicio de tener un hilo conductor que permita su profundización: ese hilo será el ritmo del blanco y el negro. Mirar algo «tan simple» como las letras que estamos acostumbrados a leer, requiere eliminar algunos prejuicios y concentrarse en los detalles. Para observar, acudimos al trabajo innato de la vista, pero no es suficiente, ya que se necesita un esfuerzo intelectual para entender los patrones que se ocultan en dichos detalles.
* El del punzonista era un oficio medieval que consistía en hacer pequeñas piezas de metal —llamadas punzones— con las formas de las letras, que se golpeaban en otra pieza que servían de matrices para fundir los tipos de plomo. Se extendió hasta mediados del siglo pasado.
Con la caligrafía, como medio, y el ritmo, como principio, comen-zaremos a recorrer este interesante camino.
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La caligrafía podría entenderse como una práctica del pasado, pero es tan vigente y simultánea como la escritura con un teclado. Otra cosa es que no sea generalizada. En la caligrafía tradicional de Occidente, encontramos las bases para entender y tener mayor conciencia sobre el funciona-miento de la tipografía, del diseño de tipos, de marcas y de rótulos en general. El uso de un instrumento de escritura sencillo con una punta recortada que, al entintarla, genera un trazo con dualidad fina-gruesa, permite entender por qué cada letra y signo tiene la forma que tiene y su relación con el siguiente en una secuencia.
Desafortunadamente, desde el Renacimiento se ha difundido la idea de que las letras provienen de una cons- trucción geométrica. Nada más falso y alejado de la realidad, la geometría es un excelente medio, pero en este contexto, no un fin para construir. La racionalidad de las medidas nunca ha sido buena consejera a la hora de crear formas de letras. Walter Kæch nos recuerda, ya en 1956, que estas pro- vienen del movimiento de la mano, situación que olvidamos por la variedad de diseños de las letras actuales:
El movimiento fluido en la escritura puede ser compara- do con la ondulación de las olas del agua. Cuando observamos olas con sus vaivenes fuertes y débiles tene-mos una experiencia rítmica total. La observación de este movimiento puede darnos la película completa, pero la fotografía única que muestra solo el fragmento rígido de un evento nunca puede hacerlo. Lo mismo ocurre con la escritura: el escritor tiene la experiencia rítmica mientras que el observador de la materia escrita solo puede adivinar la vivacidad de los trazos de la letra.
Si bien Kæch advierte que este trazado fluido puede caer en lo maquinal y atentar contra la naturalidad del ritmo
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manuscrito, lo que evitó Gutenberg al comienzo haciendo variaciones de las mismas letras, igualmente para el mundo de las comunicaciones, un ritmo mecánico (estricto e idéntico) es un concepto comunicacional tan valioso como la cadencia natural u orgánica de lo manuscrito (amplio y variado). Kæch se refiere a una simetría natural del ritmo en la escritura manual que no es idéntica, como la cara de una persona o las hojas de un árbol, en que cada mitad no es exactamente igual a la otra. Se debe tener en cuenta el contexto de la apreciación de Kæch en la década de los cin-cuenta y entender que su comentario va dirigido a comparar letras que imitan un ritmo natural de mejor manera que otras cadencias que lo hacen de forma torpe y rígida.
¿Cómo se aplica y reconoce la idea de ritmo de modo gráfico en las palabras y el texto, independiente de si es natural o mecánico? Aquí habría que reconocer una dualidad inhe-rente a la escritura: una en el sentido de la forma y la otra, en el sentido de vacío (contraforma y espaciado), siempre se afectan entre sí; no son separables salvo para hacer un análisis y comprender su interacción. Así, el ritmo se concibe con la repetición, al igual que sucede con la música, por eso no se puede pensar en él con una sola nota o con una única letra. Este es un aspecto fundamental para comprender qué se hace cuando se componen textos —o música— y también para quien diseña las letras, pues se evalúan y revisan en el contexto de una palabra y el texto. El ritmo genera un patrón, una textura y por eso es impor-tante mantener su armonía, si no, se desarma. La relación con las otras letras y signos permite determinar una propor-ción coherente entre cada uno de ellos, entre los grosores de los trazos, entre los espacios internos como también en las alturas y las separaciones. Todo bajo la premisa de la óptica y apoyada en las medidas. El espacio interno (cerrado o abierto) de los signos se llama contraforma; es un ámbito de decisiones pertenecientes al calígrafo, al rotulista o al diseñador de tipos que afecta a la forma de las letras, pero incide de modo limitado en el texto, ya que este queda subordinado al espaciado, el cual rodea el área exterior de los signos (por los costados, por encima y por abajo); solo
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a esta tarea se suma el trabajo del tipógrafo, como compo- nedor de texto, no como diseñador de letras. El vacío no debe ser visto como un fondo, como se hace en la psicología Gestalt; contraforma y espaciado son planos que no se ven, formas complementarias o invertidas que interactúan con la forma, por ello también se deben componer.
Sin duda, la mejor manera de entender el ritmo en su dimensión gráfica —aunque no la única — es mediante la práctica de la caligrafía, ya que implica realizar un trabajo en donde confluyen una serie de factores que no son evidentes de observar en el resultado de lo escrito, como lo mencio-naba Kæch. La respiración que se hace en cada pulsación a lo largo del texto, la variación de la intensidad con que se carga la pluma en cada trazo, los distintos sonidos que genera sobre el papel, la renovación y la repetición de las formas de las letras y la concentración que requiere para llevarlas a cabo sin equivocarse, solo por mencionar algunas. Sin embargo, en este libro no se pretende mostrar la caligrafía como una expresión personal de un modelo de escritura sino entender cuáles son los principios que subyacen en ella y que pueden ser llevados a los otros oficios de la letra, siempre desde la perspectiva de un principio y no como la de una norma.
Las formas tradicionales de las letras que usamos en la lectura cotidiana de párrafos, también conocida como lec- tura continua o inmersiva, se deben a dos modelos creados a mano con la pluma de punta plana en el Renacimiento: la escritura humanística y la cancilleresca —Cancellaresca Corsiva—. No obstante, la pluma de punta fina y flexible produce otras siluetas en las letras que históricamente die- ron origen a otros modelos como el Copperplate.
Si consideramos el ritmo desde la forma, separándola de la contraforma bajo el pretexto de un análisis, se podrían reconocer cuatro categorías que se solapan: la proporción de la escritura, el tipo de contraste, la modulación y la fragmen-tación en trazos modulares según la velocidad de escritura:
1 La proporción de escritura es lo primero que se deter-mina a la hora de escribir un texto. Se trata de una rela-ción, a partir del ancho de la pluma, entre el grosor del
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trazo y el tamaño de las letras. En la caligrafía tradicional occidental, la altura de escritura se hace colocando la punta de la pluma perpendicular a la dirección de escri- tura y marcando trazos horizontales paralelos y yuxta- puestos. Mientras menos trazos, la escritura será pesada parecida a una letra en negrita, mientras más trazos el resultado será una escritura más fina o delgada. Esta rela- ción permite entender la claridad o negrura que puede tener un texto, algo que en tipografía se conoce como las variantes de peso (véase ->d 231 A). Sin embargo, en el diseño de letras por computadora no se usa esta manera para definir su diseño. Igualmente, en la tradición de la caligrafía árabe, esta proporción se determina con trazos que forman rombos, tendencia que han adoptado algunos calígrafos en Occidente. Todos estos detalles y conocimientos caligráficos se deben, en gran parte, a una labor realizada por el calígrafo británico Edward Johnston (1872-1944) y el germano Rudolf Koch (1876-1934), a comienzos del siglo XX.
En varios libros de caligrafía y en la web se pueden encontrar modelos caligráficos en donde se señala la altura que le corresponde: en las letras minúsculas góticas son tres o cuatro trazos para dar el característico aspecto denso, en la escritura humanística son cinco. Es importante saber que una vez que se marca la altura de escritura, la punta de la pluma cambia su posición para escribir —aunque también se puede mantener—, dependiendo del modelo de escritura al que se remita. Independiente de esto, si se cambia la pluma por una de punta más ancha o más angosta, se deben marcar nuevamente los trazos que definen la altura para mante- ner la proporción.
2 El contraste es la diferencia de grosor que hay en los trazos de una misma letra. Si nos referimos a las escritu- ras tradicionales de la Antigüedad y la Edad Media, esta diferencia de grosores está limitada por el ancho de la pluma recortada (cálamo o pluma de ave) y la altura de escritura. Es lo único que permanece estable a lo largo de lo escrito como un sistema, a menos que cambiemos la pluma. Su dimensión más interesante aparece en las curvas cuando se desarrollan las transiciones desde el
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