Sinopsis i biografía
¿Qué nos dicen la manzana de Blancanieves y la manzana del logotipo de Apple sobre cómo se organizan las sociedades occidentales en la actualidad?
¿Cómo pueden los vídeos de YouTube de una rapera musulmana, los dibujos de una ilustradora sudanesa y las fotos de una modelo de Liberia hacer que unos cánones de belleza que datan de siglos atrás se tambaleen?
¿Cómo alteran los límites de lo que se considera ser mujer y hombre un par de chicos de las galaxias, unas drag queens brasileñas con superpoderes y unas alienígenas que cambian de género?
En un mundo donde la rapidez de la Red hace que las relaciones cambien cada cinco minutos, ¿cómo podemos establecer vínculos amorosos perdurables, con una o varias personas?
De la manzana a la pantalla es un libro que explora qué significan querer, enamorarse, desear y vivir el sexo en una época donde los ordenadores, los móviles y las tabletas influyen en cómo nos vemos a nosotras mismas y cómo interpretamos el resto del mundo. Se trata de un manual para que podáis aprender a querer y a desear como os apetezca, entendiendo tanto los riesgos como las oportunidades que nos ofrecen las tecnologías digitales. También para que os deis cuenta de que, a menudo, lo que consideramos nuevo tiene sus orígenes en formas de relacionarse muy antiguas. ¿Os apuntáis?
Marta Roqueta-Fernàndez (Barcelona, 1988) es periodista e investigadora especializada en feminismos. Ha trabajado para distintos medios. A nivel académico, está especializada en representaciones de género, etnia, diversidad funcional e identidades LGTBI en la cultura de masas. También ha trabajado en la prevención de los matrimonios forzados. Es madre adoptiva de dos gatos.
Guía didáctica disponible en la página web de www.edmilenio.com
Portada
Créditos
es una colección de libros digitales de Editorial Milenio
© del texto: Marta Roqueta-Fernàndez, 2019
© de la traducción: Nàdia Grau Andrés, 2019
© del diseño de la portada: Edu Blasi Rovira, 2019
© de la edición impresa: Milenio Publicaciones, S L, 2019
C/ Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida
editorial@pageseditors.cat
www.edmilenio.com
Primera edición: septiembre de 2019
ISBN: 978-84-9743-880-3
DL: L 880-2019
Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, S L
www.bobala.cat
Printed in Spain
© de la edición digital: Milenio Publicaciones, S L, 2019
Primera edición digital: octubre de 2019
ISBN epub: 978-84-9743-885-8
Conversión digital: Arts Gràfiques Bobalà, S L
www.bobala.cat
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Dedicatoria
A todas las personas que quiero y cuido.
A todas las personas que me quieren y me cuidan.
Introducción
De la manzana de Blancanieves a la manzana de Apple
«Nunca más volverá a probar la vida real».
Navegando por el Instagram de la ilustradora, dibujante y grafitera musulmana y sudanesa Alaa Satir (@alaasatir), me topo con esta frase en un dibujo de la reina malvada de Blancanieves, con la manzana envenenada que acabará mordiendo la protagonista. Pero la manzana que aparece es el logotipo de Apple. Mi flamante iPhone tiene una aplicación para contar el tiempo que paso delante de la máquina, desconectada del mundo físico, tomando nota de los minutos en los que tengo los ojos fijados en una pantalla que, en ese momento, me recuerda los peligros de hacerlo. Y que, mucho antes de la existencia de Internet, ya había algo que nos hacía perder el contacto con la realidad. El amor.
La ilustración de Satir y el acto de mirarla a través de la pantalla definen la relación que tenemos con los dispositivos electrónicos y el romanticismo. Es un tira y afloja, un juego de la cuerda. A un lado, hay campañas como el #NiUnaMenos en Argentina, los dibujos de Satir para reivindicar los derechos de las mujeres y para apoyar a la revuelta popular sudanesa, o el movimiento para visibilizar la sexualidad femenina en Japón de la artista Megumi Igarashi, donde la tecnología interviene en la construcción de unas relaciones amorosas libres de violencias. Al otro lado, tiran fuerte el aislamiento y el ensimismamiento que facilitan tanto los aparatos electrónicos como las visiones más retrógradas sobre el amor romántico.
La imagen de Satir es, pues, una fotografía perfecta de la situación en la que nos encontramos, al menos en las sociedades occidentales, en la relación entre el amor y el mundo digital. En Europa, los Estados Unidos, Nueva Zelanda o Australia todavía perviven creencias de lo que se denomina amor romántico tradicional. El amor romántico tradicional es el que vemos en muchas películas de Disney, incluida Blancanieves, o en tantas otras románticas: chico conoce a chica, se enamoran a primera vista y, después de una serie de dificultades, viven felices para siempre. Para las chicas heterosexuales, las que se sienten atraídas sexual y amorosamente por chicos, el afecto de un hombre ha sido el objetivo que, durante años y años, la sociedad nos ha animado a conseguir. Eso ha tenido consecuencias muy importantes en la organización de la sociedad. Lo escribe la feminista Kate Millet: «El amor es el opio de las mujeres. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban». Lo canta P!nk: «¿Qué ha pasado con el sueño de una niña que quiere ser presidenta? Está bailando en un vídeo al lado de 50 Cent».
En la ilustración de la reina, además, aparece la manzana de Apple. La tecnología digital, igual que el amor romántico, es una de las fuerzas que actualmente influyen en cómo vivimos y nos relacionamos con los demás. Igual que la manzana de Blancanieves, que la envenena y la adormece, la tecnología nos puede aislar del mundo físico, el mundo que vivimos con todos los sentidos. Ahora bien, existe la leyenda urbana, desmentida, de que Apple escogió una manzana como símbolo en homenaje a Alan Turing. Turing fue un matemático inglés que hizo grandes aportaciones a la informática. Fue un héroe durante la Segunda Guerra Mundial, porque inventó cómo descifrar el Enigma, la máquina que encriptaba los mensajes que se enviaban los nazis. Turing no tuvo una vida fácil. Era homosexual, sentía atracción sexual y amorosa por los hombres, y eso, en su país, se castigaba con prisión. Turing llegó a someterse a tratamientos de hormonas, el método que entonces se creía que «curaba» la homosexualidad —a pesar de que la homosexualidad no se puede curar, no es una enfermedad—, pero no pudo aguantar la presión. Turing se suicidó mordiendo una manzana con cianuro.
Así pues, la manzana de Apple, en la imagen de Satir, me recuerda el precio que muchas personas han tenido que pagar por desear y querer de una manera diferente a la norma. Pero, a la vez, veo el dibujo como un aviso. Apple es una de las industrias más poderosas del mundo. Cada vez más, el sistema económico que rige la mayoría del planeta, el capitalismo, absorbe aquellas identidades o formas de querer fuera de la norma y crea maneras de vivirlas que se basan en el consumo. Las marcas comerciales también utilizan estas maneras de vivir como reclamos para sus productos, para dar a entender que son muy enrolladas. Lo que os cuento puede sonar complicado. No os preocupéis. En este libro intentaremos descifrar qué significa todo esto, para que podáis querer y desear como os sintáis más cómodos. Eso pasa por entender, sobre todo, qué condicionantes tenemos a la hora de hacerlo.
Por un lado, nos dicen que el amor romántico es importantísimo en nuestra vida, pero que no lo podemos controlar. La sociedad nos pone mil trabas para amar, pero a la vez nos ofrece soluciones estándar para hacerlo. Pasos y remedios que encontramos en revistas, libros de autoayuda, vídeos de YouTube, foros en la Red o en los anuncios publicitarios que son iguales para todos, sin tener en cuenta cómo somos cada una de nosotras: sigue estos pasos para ligar, cómprale esto, haz una escapada romántica, prueba estas posturas sexuales...
La razón de este sistema tan complicado de relaciones y mensajes la explica la filósofa Carrie Jenkins. El amor romántico tradicional se ha utilizado para regular la sexualidad de las personas y el estrecho vínculo entre ellas, forzando que todo el mundo tuviera una sola manera de relacionarse en el ámbito amoroso: la pareja fija, heterosexual y monógama —aquella en la que los dos miembros tienen relaciones sexuales, amorosas y afectivas solo entre ellos—. Los estados occidentales, que han dominado el mundo en los últimos siglos, han velado por promocionar un modelo de sociedad basado en núcleos de parejas heterosexuales y monógamas. Entre otras razones, porque así han podido mantener un modelo de sociedad en el que las personas blancas, heterosexuales, de clase media-alta y sin discapacidad tienen más privilegios que el resto.
Por otro lado, tal y como analiza la investigadora Ingrid Guardiola, la relación con los demás y el mundo cada vez está más influenciada por las pantallas que nos rodean. Las películas, las series de televisión, los videoclips, las redes sociales y los servicios de streaming modelan nuestras conductas e ideas, así como las relaciones que tenemos con nuestros familiares, en el trabajo, en la escuela o en el ámbito público. Ante esto, surgen las dudas: ¿el mundo digital, con sus algoritmos, con la ventana que supone a realidades diferentes a la de nuestro día a día, y con su capacidad para transmitir grandes cantidades de información a muchísima gente en un abrir y cerrar de ojos, nos hace más fácil desear y amar libremente?, ¿nos ayuda a combatir la utilización del amor romántico ideado para mantener relaciones de poder entre las personas?
Para que no nos estresemos intentando dar con el quid de la cuestión, he de deciros, como mujer que inicia el camino de la treintena, que con el paso de los años vas aprendiendo a utilizar las herramientas digitales en tus relaciones amorosas y sexuales. También entiendes con qué forma de amar te sientes más cómoda. Yo, por ejemplo, he llegado a la conclusión de que soy una mujer heterosexual a quien le gusta tener varios amantes a los que cuidaré y valoraré. Ahora bien, cuando me enamoro de una forma muy intensa, prefiero acostarme solo con esa persona y compartir con ella un proyecto de vida estable. No me casaré, al menos no en una de las típicas bodas con toda la parafernalia, porque no me siento cómoda con ello. Me gustan más los actos de amor cotidianos que las grandes ceremonias. Ahora bien, estoy abierta a cambiar todo lo que os he contado.
La exclusividad sexual cuando tengo pareja estable no quiere decir que sea afectiva. No hay un hombre de mi vida. Hay personas de mi vida. Quiero a mis familiares, a mis amigos e incluso a mis mascotas, y estaré a su lado siempre que me necesiten. Cada hombre al que he amado románticamente, además, tiene un lugar en mi corazón. Los que me han tratado mal, por muy locamente enamorada que hubiera estado, no. Tampoco pienso dar a las relaciones amorosas románticas que yo pueda tener una importancia inmensamente superior a la del resto de relaciones que mantengo. Durante muchos años, me sentí mal por no tener novio, no solo por una cuestión de autoestima, sino porque creía que había cosas que solo me podía dar una pareja. Con el tiempo descubrí que no, que cuando tenía problemas o necesitaba afecto contaba con una red de personas, con quienes mantenía relaciones no románticas y a las que podía recurrir o ayudar.
Para entender qué quiero realmente, estoy haciendo un camino en el que descarto los elementos del ideal romántico que no me van bien, mientras voy conociendo modelos alternativos. Para empezar a hacerlo, me ayudó mucho la idea de Carrie Jenkins sobre el amor romántico. Para ella es algo que tiene una base biológica, un sentimiento hacia una u otras personas, pero que adopta una función social. Sería una experiencia similar a la relación entre las ganas de comer y la gastronomía. Toda la humanidad come, pero cada pueblo tiene una cultura diferente sobre cómo hacerlo: unos platos típicos, unos cubiertos...
Siguiendo esta idea, Jenkins recomienda que cambiemos del amor romántico lo que creamos que se debe cambiar, sobre todo la parte que sirve para imponer una sola forma de querer. Ella sugiere que una buena manera de concebir el amor romántico sería coger la atracción y el afecto entre adultos y fomentar que establezcan conexiones y vínculos íntimos significativos para su vida. El número de personas implicadas y su género, es decir, si son mujeres, hombres o personas que no se identifican con ninguna de las dos categorías, no importa. A partir de eso, cada pareja, o grupos de personas, consensuaría cómo mantiene relaciones sexuales, si tienen hijos, si viven juntas, cómo sería su familia, si deciden no acostarse con otras personas, etc.
Así pues, en este libro no hay ninguna definición universal sobre qué es el amor romántico ni cuáles son los pasos para alcanzarlo y mantenerlo. Encontraréis herramientas para entender vuestros deseos, sentimientos, emociones y afectos hacia otras personas, y cómo estos pueden herirnos y herir a los demás. Y al contrario, averiguaremos cómo nos pueden liberar y hacer felices a los demás. Lo haré a través de nueve capítulos donde me centraré en temas que influyen en cómo entendemos el amor: la orientación sexual, la identidad de género, la cosificación (tratar a las personas, sobre todo a las mujeres, como objetos sexuales), el racismo (la discriminación que sufren las personas no blancas), la seducción, la pornografía, la educación sexual y el capitalismo, y explicaré cómo el mundo digital y las pantallas influyen en estos aspectos.
La idea de amor que utilizaré será la entendida en Occidente, el amor romántico. Primero, porque soy una mujer occidental que ha vivido en sociedades occidentales y he aprendido a querer con base en los modelos existentes. Segundo, porque el dominio de Occidente sobre el resto del mundo ha exportado su modelo de amor a otros países y ha interferido en las formas de amar de otros lugares. El amor romántico occidental ha privilegiado las relaciones entre mujeres y hombres (heterosexuales) y ha dejado de lado las relaciones entre lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales. Por eso, para analizar cómo hemos entendido el amor y las relaciones que establecemos, voy a partir del amor occidental y heterosexual y a analizar cómo ha marcado la vida de las personas. También hablaré de cómo el amor practicado por las personas LGTBI, o las que no son blancas, puede ayudar a crear una idea de amor que sea más cómoda para todo el mundo.
El libro no tiene una conclusión. Lo he hecho a propósito. El libro es una herramienta, y el amor, en la forma que vosotros queráis, es un proceso que va cambiando con los años. No es el final del camino, como nos dicen en muchas películas románticas. La conclusión del libro la escribiréis vosotros, como yo, a lo largo de la vida.
Princesas y caballeros, Robocop y Alien