Begoña en ciernes (4 de agosto, Logroño, 2006); La medida de mi madre (Olifante, Zaragoza, 2008); Cómo aprender a volar (Olifante, Zaragoza, 2012); Musarañas azules en Babilonia (Babilonia, Navarrés, 2012); Palabras de amor para esta guerra (Baile del Sol, Tenerife, 2013); A la izquierda del padre (La Baragaña, Palma de Mallorca, 2014); Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la Tierra) (Pregunta, Zaragoza, 2015); El hijo muerto (Babilonia, Navarrés, 2016); Diez años de sol y edad. Antología 2006-2016 (Pregunta, Zaragoza, 2016); El techo de los árboles (Pregunta, Zaragoza, 2018).
Si algún día vienes a mi vida, tendré que explicarte que eres una diosa. Que nadie tiene derecho a olvidarlo. Que nadie tiene permiso para tratarte como otra cosa. Te enseñarán a leer, a escribir. Aprenderás a contar, a manejar los cubiertos, a vestirte, a caminar, pero todo deberás hacerlo sin olvidar que eres una diosa única, irrepetible, valiosa y que sólo saber eso te hace libre. No necesitas sino de ti, para aprenderlo, pero yo te lo repetiré cada noche para que no lo olvides, porque quizás un día un príncipe azul te quiera para él y entonces tendrás que saber que los príncipes azules no existen y que las diosas no tiene dueño.
(De Cómo aprender a volar; 2012)
Bajo qué bandera tendré que esconderme cuando te mire muerto, cuando tenga que sujetar tu cuerpo el resto de los días de mi vida, que sólo serán tu ausencia. Con qué uniforme abrigaré mi pena que me justifique el absurdo ciclo de haberte parido, para entregarte luego a una causa perdida. Qué ejército, de qué lugar, defenderá mi miedo a seguir viva, la angustia de mirar a otras madres, la procesión insufrible de ataúdes, la indecente firma de otras paces que construyan sobre nuestros huesos un futuro en el que no cabemos.
(De La medida de mi madre; 2008)
Escucho a un político explicar cómo cerrará una empresa y dejará a mil doscientas personas en la calle. Sus palabras hábiles, elegidas, complicadas y equívocas, me hacen dudar sobre si cerrará la empresa o nos está salvando la vida. Pienso si yo seré capaz de decir a mis hijos, con la misma habilidad, que esta noche ya no hay nada que cenar y que mañana se me termina el paro.
(De Palabras de amor para esta guerra; 2013)
En la fila de hormigas el único horizonte posible es la hormiga que camina delante.
(De Palabras de amor para esta guerra; 2013)
Estudia, estudia o terminarás fregando escaleras. Desde niña la amenaza, el miedo. Ahora, que sí friego escaleras porque lo elegí, parece, miro alrededor y veo a muchos de los que entonces estudiaron en qué vertederos andan metidos. Otros aparecen en la prensa salmón, es cierto, es cierto, pero no sé cuál de las dos cosas me parece más triste. En las escaleras que friego me puedo mirar la cara.
(De Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la tierra); 2015)
Rosana Acquaroni
(Madrid, 1964)
obra poética:
Del mar bajo los puentes (Rialp, Madrid, 1988); El jardín navegable (Torremozas, Madrid, 1990; Reed, 2017); Cartografía sin mundo (Ayuntamiento de Cáceres, Cáceres, 1994); Lámparas de arena (Comunidad de Madrid, Madrid, 2000); Discordia de los dóciles (Olifante, Zaragoza, 2011); La casa grande (Bartleby, Madrid, 2018).
LOS MUERTOS PREMATUROS
Vosotros que vivís sosegados, que regresáis a casas iluminadas y humeantes, que fingís inquietud ante el fracaso, anclados a la duda razonable.
Vosotros que sois depositarios del ciego bienestar y surcáis cada noche los océanos blancos en barcos de pereza.
Vosotros vientres acorazados, contemplad este fango que corrompe, el sórdido aleteo que profana.
Hincad el corazón, asomaos a la vida, y veréis todo aquello que se esconde bajo esa claridad amontonada que cubre vuestro mundo.
(De Discordia de los dóciles; 2011)
DESAPARECIDOS, 2
Tras los muros de esta ciudad insomne se ocultan unos cuerpos unos nombres que no sobrevivieron a alguna despedida. Bajo la piedra se esconde un cauce oculto un manantial de cal itinerante, un corazón talado que sangra todavía.
(De Discordia de los dóciles; 2011)
Fue el año en que los dóciles conciliaban el sueño acariciando sus mantas de penuria.
Había mercaderes que expoliaban la ruta de los sueños. Se secaba la lengua de los hombres.
Se inauguraban centros comerciales, fugaces paraísos para la sedación y la codicia.
Escaseaba el encuentro entre los dóciles, esos seres que fueron clausurados, demolidos, que solían apagar sus soledades girando para siempre entre franquicias, en grandes delfinarios, o en pequeñas cabinas donde apenas sí cabe un solo hombre.
(De Discordia de los dóciles; 2011)
CON DISTINTOS COLLARES
Una vez que ha cesado la tormenta, el rebaño se aquieta y los perros reagrupan a los corderos rezagados. Lejos de las cañadas, en las hondas pedrizas, queda un cordero blanco, que come en la maleza. Prefiere magullarse andar sobre los riscos –abriendo nuevas sendas–, antes que diluirse entre el ganado. Sus guardianes vigilan la distancia. Cuando rompa la noche soltarán a los perros. Hurgarán las heridas. Someterán su cuerpo a los alambres. Su áspero balido rasgará cada cielo de la aldea global. Vertedero de ángeles: diréis que no escarmienta todavía. Tropas del exterminio con distintos collares.
(De Discordia de los dóciles; 2011)
DÓNDE QUEDÓ TU SEXO
desleído derramado en qué cóncavo silencio en qué pozo anegado por la lluvia sobre qué urna dormido incandescente dónde quedó tu sexo floreciendo en qué bandeja de canapés variados en qué concilio bajo qué lavatorio en qué bidé sonámbulo tapiado por la seda de la consolación. Corsés y limaduras brotando como hímenes. Cautiva y desarmada una vagina envuelta en un sudario blanco. Doméstica y pequeña confinada al fantasma de la aurora. Cancelación de un cuerpo libertario. Todo llega por qué todo se en cien de
(De La casa grande; 2018)
Pilar Adón
(Madrid, 1971)
obra poética:
Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores, Jerez, 2006); De la mano iremos al bosque (4 de agosto, Logroño, 2010); La hija del cazador (La Bella Varsovia, Madrid, 2011); Mente animal (La Bella Varsovia, Madrid, 2014); Las órdenes (La Bella Varsovia, Madrid, 2018).
Ellos no lo advierten pero arrastramos un rencor en los genes heredado de cada mujer. Su hacha clavada en el cuerpo, integrada en él. Donde persiste. Observadoras y observadas. Actuando a solas y ante el mundo. Ansiando un descanso sin saber descansar. Acusando un odio que no se cura por palabras que no tendrían que existir Sin responder tal sin comportarnos cual, aprovechando más. Sin enfrentarnos a.
(De Las órdenes; 2018)
Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno. Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina calentando el mismo tazón y la sonrisa rota hacia la mesa sin frutas ni flores en la fuente. Sin estrenar nada, sin ambición de refugio. Habiendo perdido la energía y el asombro. Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?» Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo. Que la huida del día es el miedo. La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever si podrá entrar. Cada mirada de hembra. Cada preñez. El miedo. El cuerpo que no se acostumbra y que, lejos de aumentar, reduce su tamaño y se parte en dos.
(De Las órdenes; 2018)
LIGADURAS
El afán de cuidar. Lo irremediable de cuidar. En el tiempo de cada mujer que se apresura. Que no descansa, que lo hace todo. Ahogándose en sí misma. Que se levanta cuando los otros se agitan en su espacio y enflaquece cuando los otros dejan de comer. Cada paso adiós, cada separación, un desamparo que niega el reposo. Que se aplasta contra el esternón y se sostiene en los años pasados y en la incertidumbre: ¿habrá más? La piel pálida como madera de puerta y las manos en asfixia mientras cortan la carne.
(De Las órdenes; 2018)
No descuido la escritura,
sino a mí misma
(Ingeborg Bachmann)
¿Quién me va a cuidar cuando sea vieja? ¿Quién me va a esperar, feliz de verme? Cabello de nudos. Sin cepillados nocturnos. Peines y espejos de plata. Sola en mi sillón. Harta del cansancio y los sermones. Sin hijos que me bañen, me cocinen asado con puré, me traigan jerséis de talla grande, me laven los pies y las axilas cuando queden ya pocos motivos para existir. Vencida por los razonamientos sobre aquello de recoger lo que se ha sembrado. Celebraciones, cumpleaños y fiestas en perspectiva de una soledad redonda. ¿Quién va a venir a verme los fines de semana? Si no soy madre. Si vivo sin reconocer la devoción, el auxilio. La ternura. Las visitas a los amigos dolientes. Entre evasivas, papeles y libros, alejada del sentimiento original. Escapando de la llamada primera. Sin saber qué es la entrega. Qué la piedad. Qué la delicadeza de los niños fotocopia. Su mente dulce y sencilla como trozos de manzana asada. Como bolsas de osos Haribo.
¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja? Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y las cortinas se prendan fuego y las llamas asciendan hacia el techo. Y nadie pueda acercarse al teléfono. Para llamar al servicio de extinción de incendios.
(De Las órdenes; 2018)
Gracia Aguilar Almendros
(Albacete, 1982)
obra poética:
Libérame, Domine (Pre-Textos, Valencia, 2018).
Di adiós al sudor por estrés de nivea Hace meses que huelo a miedo, ácida, corrosiva.
Nivea puede hacer que cambie, puede ponerme una máscara aséptica de risas rubias y blancas sábanas.
Nivea sabe que si salgo a la calle reconozco por el olor, como los animales, a toda una generación. Somos Hansel y Gretel perdidos en el bosque.
Nivea sabe que el mundo es más real, sucio y oscuro, ahora. Sabe de mi asustado cuerpo.
Pero no sabe que me voy a quedar aquí, muy lejos del decoro, a levantar mi casa en esta tierra negra repleta de lombrices.
Un día entero de trabajo, a cuatro con cincuenta euros la hora. Reservas de rollitos artesanales para semanas.
Masa, relleno, masa, masa, relleno, masa, ritmo, obsesiones. Y los versos salvándome, los poemas que acuden a mi cabeza, la palabra árbol pájaro, luz, azul.
Otra cadencia, saber que existe, respirar hondo y pasar al siguiente.
(De Libérame, Domine; 2018)
Mada Alderete Vincent
(Madrid, 1959)
obra poética:
La ciega tiene boca (Crecida, Ayamonte, 1997); La casa de la llave (Poemas de la educadora) (Baile del Sol, Tenerife, 2007); La hembra te da permiso (Baile del Sol, Tenerife, 2010).
en mi primer día del trabajo nuevo me han colgado un puñado de llaves del cuello y me han dejado sola tengo encerradas a seis mujeres a sus hijas y a sus hijos no es una cárcel solo cuido de que sus amantes no las quieran demasiado
(De La casa de la llave; 2007)
LA MUÑECA RUSA (2) LA LISTA MACABRA (1)
se sienta a mi lado para hacer la entrevista «en profundidad» que tiene también una larga y macabra lista de posibilidades patadas mordiscos empujones bofetadas estrangulamientos puñaladas violaciones
...
ella me va diciendo sí o no con la cabeza agachada dice casi todo sí
(De La casa de la llave; 2007)
cuando algún ex hace de las suyas las demás son una piña «todos son iguales» y una larga lista de adjetivos que se quedan entre estas paredes
pero cuando conocen a un hombre uno nuevo les brilla la mirada enseguida se ilusionan se enseñan los mensajes del móvil «este es diferente» «no me pegaría nunca»
es difícil este trabajo
enseñar a confiar con la seguridad intacta
a enamorarse sin perder la identidad
a dar otra oportunidad a la vida sin repetir la historia
(De La casa de la llave; 2007)
sólo tiene 10 años pero ha visto muchas cosas le han dicho que es malo malo de naturaleza que es mucho peor que cualquier otro tipo de malo eres imposible serás un maltratador como tu padre nadie te va a querer
tiene 10 años se clava los cuchillos de la cocina se esconde durante horas enciende el horno rompe cosas se pinta con témperas el pelo de azul agujerea su oreja con chinchetas oxidadas
a veces le acaricio la cabeza y sonríe igual que si tuviera 10 años
(De La casa de la llave; 2007)
Maribel Andrés Llamero
(Salamanca, 1984)
obra poética:
La lentitud del liberto (Maclein y Parker, Sevilla, 2018); Autobús de Fermoselle (Hiperión, Madrid, 2019).
PALIMSESTO
No tengáis miedo de mi cuerpo
(Walt Withman)
Fuimos disonantes sin remedio entre tanta pastilla contra la vejez. Miopes, con alopecia y verrugas, piel de esparto y de naranja, enfermos de paperas y viruela, con dientes amarillos de tabaco, arrugas de tanto estornudar y mostrar asombro, acervos de grasa sin justificar y con más piel que esqueleto o viceversa.
Todo es bello y correcto, menos nosotros.
Por eso nos señalan, culminación de toda deformidad, y hacen bien.
Deja que crezca sobre tu cuerpo ese otro que habita en ti, y es más real que tú, y más alto también, y más hermoso, vencedor de cualquier concurso de rasgos helénicos —reza el eslogan publicitario—. Por qué habrías de conformarte y aceptar tu estúpida imagen de perdedor en un mundo de ganadores —quiere decir en realidad el eslogan publicitario—. Y sus fotografías nos muestran la gloria terrenal, la belleza superior de la flor de artificio que creció en invernadero.
Agradecidos por el consejo, obedecemos. Y así vamos todos por fin camino del palimpsesto siendo,
no siendo.
(De La lentitud del liberto; 2018)
NOS PERTENECE
Usted es nuestro, le grita el sistema al mendigo. Los pobres, como usted, nos pertenecen. Nos dan miedo. El miedo a la similitud. El miedo es bueno y necesario. Es justo y necesario. El miedo los hace bajar la cabeza a todos. Su existencia, —la de ustedes y la del miedo—, nos ayuda al gobierno a mantener la situación social, a que la clase media esté a gusto en su piel afeitada.
Acérquense, rócenlos, necesitamos que teman el contagio de su pobreza por la desobediencia.
Sigan por aquí, no los atormentaremos, les ofrecemos nuestros parques comunales, las esquinas resguardadas, las sucursales bancarias, o las cloacas para que se acomoden. Que sus hijos correteen harapientos y piojosos asustando a los niños de nuestra población trabajadora esterilizados, de sonrisa aséptica, alérgicos todos al alimento natural, al gluten y la lactosa.
Pero ante todo recuerden, no se vayan, ni se mueran: ustedes son nuestros, su miseria es nuestra y nos pertenece.
(De La lentitud del liberto; 2018)
QUÉ MAL HICIMOS
¡Ay, Harlem disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
(Federico García Lorca)
Qué mal hicimos para merecer los dioses de este siglo, para merecer nichos de luz espuria y de hormigón armado donde tender en cama doble cuerpos solitarios.
Nadie entiende la ciudad que lo rodea ni los residuos enterrados que cercan la ciudad que lo rodea; el laberinto agreste en el que talaron árboles para mostrarnos que el árbol no hace la selva, porque alejados del mundo natural todo en la Civilización es jungla ahora.
Qué mal hicimos para merecer pájaros de alquitrán, aves de madera, ciegas, qué mal hicimos, que sobrevuelan desorientadas los techos de metal, los arbustos oxidados y las escaleras mecánicas que no llevan a ninguna parte, sino que arrastran. El agua de los ríos y lagos en que nos bañamos es espesa y está podrida, y los pulpos mueren en las orillas.
Bajo un cielo naranja enemigo se levantan amargos vendavales de ortigas y punzones y los hombres, qué mal hicimos, amanecemos con los pulmones llenos de gris al asfalto que acuchilla de calor las plantas de los pies, a las aceras filosas donde reptar con manos ensangrentadas.
El paisaje del que os hablo, y los dioses lo saben, es inhóspito, los edificios de tamaño impúdico impiden la visión de ojos heridos de acero, y sin tierra ni horizonte el caminar es siempre torpe y errático. El lugar del que os hablo es yermo e inhabitable, el mal olor de orina seca se oculta con almizcle y pachulí, los helechos crecen rebeldes y sordos entre el bullicio de coches y monedas. Qué mal hicimos...
Aturdidos, perturbados, sabemos que el ruido de la ciudad apaga las voces levantadas, que nuestro sollozo no llega a los cielos ni al vecino. Latigazos de corbata restallan en los oídos, aullidos de parados expulsados del campo y de la fábrica; y las larvas humilladas no levantamos la cabeza, continuamos atravesando el fango sin huellas dactilares camino de la oficina.
Honrarás sonámbulo a tus jefes y a tu trabajo porque solo ellos serán tu derecho a la vida.
Sombras de las sombras, seres hechos de un tiempo perdido en atascos o empleos de ocho a ocho, seréis incinerados para que desaparezca el hueco que ocupáis incluso muertos. Hay otros consumidores por nacer, nuevos clientes por llegar.
Entrega tu energía, —qué mal hicimos—, rinde para la Gran Empresa, y después regresa a casa bajo la peste de matadero de cada lunes por la noche, esquivando por los caminos toscos perfiles humanoides, cuerpos de bisturí sin alma, notarios, constructores, trabajadores de sucursales bancarias, serpientes. Los grotescos animales nocturnos acechan a última hora —qué mal hicieron—. Ellos no son como tú. Aléjate. Aléjate de los mundos subterráneos que no dejan de expulsar, boca abierta, de su interior zombies heridos, llegados de lugares lejanos del extrarradio, allá donde la desigualdad se extiende en metástasis irremediable sobre la vida. Trepados de enredaderas, cubiertos por telas rígidas, demorados en la existencia, el deambular de la turba es un solo movimiento único de marioneta.
De nuevo has atravesado el umbral de tu hogar, has llegado a salvo de contagios a tus cuartos anegados de vacío, a tu aislamiento, enfermo de soledad de televisor y hotel, de sexo furtivo de pago, de caricias irreales. ¡Libérate de todo!, y de todos, vive solo, muere solo. Consume y construye una jaula de oro hermosa —qué mal hicimos—, oh pequeña fábrica infinita. Que el funcionario del banco se apiade de ti y de tus créditos.
Descansa al final del día en tu sueño sin reposo, cubierto de polvareda y líquenes, agitado, donde te ves a ti mismo cubierto de moscas, colgando de un clavo de carnicería. Duerme y prolonga el despertar porque no hay nada para ti allá afuera, mártir del sinsentido, nada es tuyo:
ya todo vendido está, qué mal hiciste.
(De La lentitud del liberto; 2018)
Martha Asunción Alonso
(Madrid, 1986)
obra poética:
Cronología verde de un otoño (Complutense, Madrid, 2009); Crisálida (Alhulia, Granada, 2010); Detener la primavera (Hiperión, Madrid, 2011); La soledad criolla (Rialp, Madrid, 2013 ); Skinny Cap (Libros de la Herida, Sevilla, 2014); Wendy (Pre-Textos, Valencia, 2015); No tan joven (2005-2015) (4 de agosto, Logroño, 2015); Balkánica (Torremozas, Madrid, 2018).