cover

Insumisas

Poesía crítica contemporánea de mujeres

Selección y edición de
Alberto García-Teresa

 

 

Baile del Sol

Begoña Abad

(Villanasur del Río Oca, Burgos, 1952)

obra poética:

Begoña en ciernes (4 de agosto, Logroño, 2006); La medida de mi madre (Olifante, Zaragoza, 2008); Cómo aprender a volar (Olifante, Zaragoza, 2012); Musarañas azules en Babilonia (Babilonia, Navarrés, 2012); Palabras de amor para esta guerra (Baile del Sol, Tenerife, 2013); A la izquierda del padre (La Baragaña, Palma de Mallorca, 2014); Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la Tierra) (Pregunta, Zaragoza, 2015); El hijo muerto (Babilonia, Navarrés, 2016); Diez años de sol y edad. Antología 2006-2016 (Pregunta, Zaragoza, 2016); El techo de los árboles (Pregunta, Zaragoza, 2018).

Si algún día vienes a mi vida,
tendré que explicarte que eres una diosa.
Que nadie tiene derecho a olvidarlo.
Que nadie tiene permiso
para tratarte como otra cosa.
Te enseñarán a leer, a escribir.
Aprenderás a contar, a manejar los cubiertos,
a vestirte, a caminar,
pero todo deberás hacerlo
sin olvidar que eres una diosa única,
irrepetible, valiosa
y que sólo saber eso te hace libre.
No necesitas sino de ti, para aprenderlo,
pero yo te lo repetiré cada noche
para que no lo olvides,
porque quizás un día
un príncipe azul te quiera para él
y entonces tendrás que saber
que los príncipes azules no existen
y que las diosas no tiene dueño.

(De Cómo aprender a volar; 2012)

Bajo qué bandera tendré que esconderme
cuando te mire muerto,
cuando tenga que sujetar tu cuerpo
el resto de los días de mi vida,
que sólo serán tu ausencia.
Con qué uniforme abrigaré mi pena
que me justifique
el absurdo ciclo de haberte parido,
para entregarte luego a una causa perdida.
Qué ejército, de qué lugar,
defenderá mi miedo a seguir viva,
la angustia de mirar a otras madres,
la procesión insufrible de ataúdes,
la indecente firma de otras paces
que construyan sobre nuestros huesos
un futuro en el que no cabemos.

(De La medida de mi madre; 2008)

Escucho a un político explicar
cómo cerrará una empresa
y dejará a mil doscientas personas en la calle.
Sus palabras hábiles, elegidas, complicadas y equívocas,
me hacen dudar sobre si cerrará la empresa
o nos está salvando la vida.
Pienso si yo seré capaz de decir a mis hijos,
con la misma habilidad,
que esta noche ya no hay nada que cenar
y que mañana se me termina el paro.

(De Palabras de amor para esta guerra; 2013)

En la fila de hormigas
el único horizonte posible
es la hormiga que camina delante.

(De Palabras de amor para esta guerra; 2013)

Estudia, estudia
o terminarás fregando escaleras.
Desde niña la amenaza, el miedo.
Ahora, que sí friego escaleras
porque lo elegí, parece,
miro alrededor y veo
a muchos de los que entonces estudiaron
en qué vertederos andan metidos.
Otros aparecen en la prensa salmón,
es cierto, es cierto,
pero no sé cuál de las dos cosas
me parece más triste.
En las escaleras que friego
me puedo mirar la cara.

(De Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la tierra); 2015)

Rosana Acquaroni

(Madrid, 1964)

obra poética:

Del mar bajo los puentes (Rialp, Madrid, 1988); El jardín navegable (Torremozas, Madrid, 1990; Reed, 2017); Cartografía sin mundo (Ayuntamiento de Cáceres, Cáceres, 1994); Lámparas de arena (Comunidad de Madrid, Madrid, 2000); Discordia de los dóciles (Olifante, Zaragoza, 2011); La casa grande (Bartleby, Madrid, 2018).

LOS MUERTOS PREMATUROS

Vosotros
que vivís sosegados,
que regresáis a casas
iluminadas y humeantes,
que fingís inquietud ante el fracaso,
anclados a la duda razonable.

Vosotros
que sois depositarios del ciego bienestar
y surcáis cada noche
los océanos blancos
en barcos de pereza.

Vosotros
vientres acorazados,
contemplad este fango que corrompe,
el sórdido aleteo que profana.

Hincad el corazón,
asomaos a la vida,
y veréis todo aquello que se esconde
bajo esa claridad amontonada
que cubre vuestro mundo.

(De Discordia de los dóciles; 2011)

DESAPARECIDOS, 2

Tras los muros de esta ciudad insomne
se ocultan unos cuerpos
unos nombres
que no sobrevivieron
a alguna despedida.
Bajo la piedra
se esconde un cauce oculto
un manantial de cal itinerante,
un corazón talado
que sangra todavía.

(De Discordia de los dóciles; 2011)

Fue el año en que los dóciles
conciliaban el sueño acariciando
sus mantas de penuria.

Había mercaderes
que expoliaban la ruta de los sueños.
Se secaba la lengua de los hombres.

Se inauguraban centros comerciales,
fugaces paraísos
para la sedación y la codicia.

Escaseaba el encuentro entre los dóciles,
esos seres que fueron clausurados,
demolidos,
que solían apagar sus soledades
girando para siempre
entre franquicias,
en grandes delfinarios,
o en pequeñas cabinas
donde apenas sí cabe un solo hombre.

(De Discordia de los dóciles; 2011)

CON DISTINTOS COLLARES

Una vez que ha cesado la tormenta,
el rebaño se aquieta
y los perros
reagrupan a los corderos rezagados.
Lejos de las cañadas,
en las hondas pedrizas,
queda un cordero blanco,
que come en la maleza.
Prefiere magullarse
andar sobre los riscos
–abriendo nuevas sendas–,
antes que diluirse entre el ganado.
Sus guardianes vigilan la distancia.
Cuando rompa la noche
soltarán a los perros.
Hurgarán las heridas.
Someterán su cuerpo a los alambres.
Su áspero balido
rasgará cada cielo
de la aldea global.
Vertedero de ángeles:
diréis que no escarmienta todavía.
Tropas del exterminio
con distintos collares.

(De Discordia de los dóciles; 2011)

DÓNDE QUEDÓ TU SEXO

desleído derramado en qué cóncavo silencio en qué pozo anegado
por la lluvia sobre qué urna dormido incandescente
dónde quedó tu sexo floreciendo en qué bandeja de canapés variados
en qué concilio bajo qué lavatorio en qué bidé sonámbulo
tapiado por la seda de la consolación.
Corsés y limaduras brotando como hímenes.
Cautiva y desarmada
una vagina envuelta en un sudario blanco.
Doméstica y pequeña
confinada al fantasma de la aurora.
Cancelación de un cuerpo
libertario.
Todo llega por qué
todo se en
cien
de

(De La casa grande; 2018)

Pilar Adón

(Madrid, 1971)

obra poética:

Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores, Jerez, 2006); De la mano iremos al bosque (4 de agosto, Logroño, 2010); La hija del cazador (La Bella Varsovia, Madrid, 2011); Mente animal (La Bella Varsovia, Madrid, 2014); Las órdenes (La Bella Varsovia, Madrid, 2018).

Ellos no lo advierten
pero arrastramos un rencor en los genes
heredado de cada mujer.
Su hacha clavada en el cuerpo,
integrada en él. Donde persiste.
Observadoras y observadas.
Actuando a solas y ante el mundo.
Ansiando un descanso
sin saber descansar.
Acusando un odio que no se cura
por palabras que no tendrían que existir
Sin responder tal sin comportarnos cual,
aprovechando más.
Sin enfrentarnos a.

(De Las órdenes; 2018)

Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno.
Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina
calentando el mismo tazón
y la sonrisa rota hacia la mesa
sin frutas ni flores en la fuente.
Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.
Habiendo perdido la energía
y el asombro.
Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»
Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.
Que la huida del día es el miedo.
La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever
si podrá entrar.
Cada mirada de hembra.
Cada preñez. El miedo.
El cuerpo que no se acostumbra
y que, lejos de aumentar,
reduce su tamaño y se parte en dos.

(De Las órdenes; 2018)

LIGADURAS

El afán de cuidar. Lo irremediable de cuidar.
En el tiempo de cada mujer que se apresura.
Que no descansa, que lo hace todo.
Ahogándose en sí misma.
Que se levanta cuando los otros se agitan en su espacio
y enflaquece cuando los otros dejan de comer.
Cada paso adiós, cada separación,
un desamparo que niega el reposo.
Que se aplasta contra el esternón y se sostiene
en los años pasados y en la incertidumbre: ¿habrá más?
La piel pálida como madera de puerta
y las manos en asfixia
mientras cortan la carne.

(De Las órdenes; 2018)

No descuido la escritura,
sino a mí misma

(Ingeborg Bachmann)

¿Quién me va a cuidar cuando sea vieja?
¿Quién me va a esperar, feliz de verme?
Cabello de nudos. Sin cepillados nocturnos.
Peines y espejos de plata.
Sola en mi sillón. Harta del cansancio y los sermones.
Sin hijos que me bañen,
me cocinen asado con puré,
me traigan jerséis de talla grande,
me laven los pies y las axilas
cuando queden ya pocos motivos para existir.
Vencida por los razonamientos
sobre aquello de recoger lo que se ha sembrado.
Celebraciones, cumpleaños y fiestas
en perspectiva de una soledad redonda.
¿Quién va a venir a verme
los fines de semana?
Si no soy madre.
Si vivo sin reconocer la devoción, el auxilio.
La ternura. Las visitas a los amigos dolientes.
Entre evasivas, papeles y libros,
alejada del sentimiento original.
Escapando de la llamada primera.
Sin saber qué es la entrega.
Qué la piedad. Qué la delicadeza
de los niños fotocopia. Su mente dulce y sencilla
como trozos de manzana asada. Como bolsas de osos Haribo.

¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja?
Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y las cortinas se prendan fuego
y las llamas asciendan hacia el techo. Y nadie pueda acercarse
al teléfono. Para llamar al servicio de extinción de incendios.

(De Las órdenes; 2018)

Gracia Aguilar Almendros

(Albacete, 1982)

obra poética:

Libérame, Domine (Pre-Textos, Valencia, 2018).

Di adiós al sudor por estrés de nivea
Hace meses que huelo a miedo,
ácida, corrosiva.

Nivea puede hacer que cambie,
puede ponerme
una máscara aséptica
de risas rubias
y blancas sábanas.

Nivea sabe
que si salgo a la calle
reconozco por el olor,
como los animales,
a toda una generación.
Somos Hansel y Gretel
perdidos en el bosque.

Nivea sabe
que el mundo es más real,
sucio y oscuro, ahora.
Sabe de mi asustado cuerpo.

Pero no sabe
que me voy a quedar aquí,
muy lejos del decoro,
a levantar mi casa
en esta tierra negra
repleta de lombrices.

(De Libérame, Domine; 2018)

CAPITALISMO

Masa, relleno, masa,
masa, relleno, masa.
Ciento ochenta rollitos
de primavera.

Un día entero de trabajo,
a cuatro con cincuenta euros la hora.
Reservas de rollitos
artesanales
para semanas.

Masa, relleno, masa,
masa, relleno, masa,
ritmo, obsesiones.
Y los versos salvándome,
los poemas que acuden
a mi cabeza,
la palabra árbol
pájaro, luz, azul.

Otra cadencia,
saber que existe,
respirar hondo
y pasar al siguiente.

(De Libérame, Domine; 2018)

Mada Alderete Vincent

(Madrid, 1959)

obra poética:

La ciega tiene boca (Crecida, Ayamonte, 1997); La casa de la llave (Poemas de la educadora) (Baile del Sol, Tenerife, 2007); La hembra te da permiso (Baile del Sol, Tenerife, 2010).

en mi primer día
del trabajo nuevo
me han colgado un puñado de llaves del cuello
y me han dejado sola
tengo encerradas a seis mujeres
a sus hijas y a sus hijos
no es una cárcel
solo cuido de que sus amantes
no las quieran demasiado

(De La casa de la llave; 2007)

LA MUÑECA RUSA (2) LA LISTA MACABRA (1)

se sienta a mi lado
para hacer la entrevista
«en profundidad»
que tiene también una larga
y macabra lista
de posibilidades
patadas
mordiscos
empujones
bofetadas
estrangulamientos
puñaladas
violaciones

...

ella me va diciendo sí o no
con la cabeza agachada
dice casi todo sí

(De La casa de la llave; 2007)

cuando algún ex
hace de las suyas
las demás son una piña
«todos son iguales»
y una larga lista de adjetivos
que se quedan entre estas paredes

pero cuando conocen a un hombre
uno nuevo
les brilla la mirada
enseguida se ilusionan
se enseñan los mensajes del móvil
«este es diferente»
«no me pegaría nunca»

es difícil este trabajo

enseñar a confiar
con la seguridad intacta

a enamorarse
sin perder la identidad

a dar otra oportunidad a la vida
sin repetir la historia

(De La casa de la llave; 2007)

sólo tiene 10 años
pero ha visto muchas cosas
le han dicho que es malo
malo de naturaleza
que es mucho peor
que cualquier otro tipo de malo
eres imposible
serás un maltratador
como tu padre
nadie te va a querer

tiene 10 años
se clava los cuchillos de la cocina
se esconde durante horas
enciende el horno
rompe cosas
se pinta con témperas el pelo de azul
agujerea su oreja con chinchetas oxidadas

a veces le acaricio la cabeza
y sonríe
igual que si tuviera
10 años

(De La casa de la llave; 2007)

Maribel Andrés Llamero

(Salamanca, 1984)

obra poética:

La lentitud del liberto (Maclein y Parker, Sevilla, 2018); Autobús de Fermoselle (Hiperión, Madrid, 2019).

PALIMSESTO

No tengáis miedo de mi cuerpo

(Walt Withman)

Fuimos disonantes sin remedio
entre tanta pastilla contra la vejez.
Miopes, con alopecia y verrugas,
piel de esparto y de naranja,
enfermos de paperas y viruela,
con dientes amarillos de tabaco,
arrugas de tanto estornudar
y mostrar asombro,
acervos de grasa sin justificar
y con más piel que esqueleto           o viceversa.

Todo es bello y correcto,
menos nosotros.

Por eso nos señalan,
culminación de toda deformidad,
y hacen bien.

Deja que crezca sobre tu cuerpo ese otro
que habita en ti, y es más real que tú,
y más alto también, y más hermoso,
vencedor de cualquier concurso de rasgos helénicos
—reza el eslogan publicitario—.
Por qué habrías de conformarte y aceptar
tu estúpida imagen de perdedor
en un mundo de ganadores
—quiere decir en realidad el eslogan publicitario—.
Y sus fotografías nos muestran la gloria terrenal,
la belleza superior de la flor de artificio
que creció en invernadero.

Agradecidos por el consejo, obedecemos.
Y así vamos todos por fin
camino del palimpsesto
siendo,

no siendo.

(De La lentitud del liberto; 2018)

NOS PERTENECE

Usted es nuestro, le grita el sistema al mendigo.
Los pobres, como usted,      nos pertenecen.
Nos dan miedo.      El miedo a la similitud.
El miedo es bueno y necesario.
Es justo y necesario.
El miedo los hace bajar la cabeza a todos.
Su existencia, —la de ustedes
                       y la del miedo—,
nos ayuda al gobierno a mantener la situación social,
a que la clase media esté a gusto
en su piel afeitada.

Acérquense, rócenlos, necesitamos que teman
el contagio de su pobreza
por la desobediencia.

Sigan por aquí, no los atormentaremos,
les ofrecemos nuestros parques comunales,
las esquinas resguardadas, las sucursales bancarias,
o las cloacas
para que se acomoden.
Que sus hijos correteen harapientos y piojosos
asustando a los niños de nuestra población trabajadora
esterilizados, de sonrisa aséptica, alérgicos todos
al alimento natural, al gluten y la lactosa.

Pero ante todo recuerden, no se vayan,
ni se mueran:
ustedes son nuestros,
su miseria
es nuestra
y nos pertenece.

(De La lentitud del liberto; 2018)

QUÉ MAL HICIMOS

¡Ay, Harlem disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!

(Federico García Lorca)

Qué mal hicimos para merecer
los dioses de este siglo,
para merecer nichos de luz espuria
y de hormigón armado donde tender
en cama doble cuerpos solitarios.

Nadie entiende la ciudad que lo rodea
ni los residuos enterrados que cercan
la ciudad que lo rodea; el laberinto agreste
en el que talaron árboles
para mostrarnos que el árbol
no hace la selva, porque alejados del mundo natural
todo en la Civilización es jungla ahora.

Qué mal hicimos para merecer pájaros de alquitrán,
aves de madera, ciegas,           qué mal hicimos,
que sobrevuelan desorientadas los techos de metal,
los arbustos oxidados y las escaleras mecánicas
que no llevan a ninguna parte,      sino que arrastran.
El agua de los ríos y lagos en que nos bañamos
es espesa y está podrida,
y los pulpos mueren      en las orillas.

Bajo un cielo naranja enemigo
se levantan amargos vendavales
de ortigas y punzones y los hombres,
qué mal hicimos,
amanecemos con los pulmones llenos de gris
al asfalto que acuchilla de calor
las plantas de los pies, a las aceras filosas
donde reptar con manos ensangrentadas.

El paisaje del que os hablo,
y los dioses lo saben,      es inhóspito,
los edificios de tamaño impúdico
impiden la visión de ojos heridos de acero,
y sin tierra ni horizonte el caminar
es siempre torpe y errático.
El lugar del que os hablo es yermo e inhabitable,
el mal olor de orina seca se oculta con almizcle y pachulí,
los helechos crecen rebeldes y sordos
entre el bullicio de coches y monedas.
Qué mal hicimos...

Aturdidos, perturbados, sabemos que el ruido de la ciudad
apaga las voces levantadas, que nuestro sollozo
no llega a los cielos           ni al vecino.
Latigazos de corbata restallan
en los oídos, aullidos de parados
expulsados del campo y de la fábrica;
y las larvas humilladas      no levantamos la cabeza,
continuamos atravesando el fango
sin huellas dactilares camino           de la oficina.

Honrarás sonámbulo a tus jefes y a tu trabajo
porque solo ellos
serán tu derecho a la vida.

Sombras de las sombras,
seres hechos de un tiempo perdido
en atascos o empleos de ocho a ocho,
seréis incinerados para que desaparezca el hueco que ocupáis
incluso muertos. Hay otros consumidores por nacer,
nuevos clientes por llegar.

Entrega tu energía, —qué mal hicimos—,
rinde para la Gran Empresa, y después
regresa a casa bajo la peste de matadero
de cada lunes por la noche,
esquivando por los caminos toscos perfiles
humanoides, cuerpos de bisturí
sin alma, notarios, constructores,
trabajadores de sucursales bancarias,
                         serpientes.
Los grotescos animales nocturnos acechan
a última hora —qué mal hicieron—.
Ellos no son como tú. Aléjate.
Aléjate de los mundos subterráneos que no dejan de expulsar,
boca abierta, de su interior zombies heridos,
llegados de lugares lejanos
del extrarradio, allá donde la desigualdad se extiende
en metástasis irremediable sobre la vida.
Trepados de enredaderas,
cubiertos por telas rígidas, demorados en la existencia,
el deambular de la turba
es un solo movimiento único      de marioneta.

De nuevo has atravesado el umbral de tu hogar,
has llegado a salvo de contagios
a tus cuartos anegados de vacío,      a tu aislamiento,
enfermo de soledad de televisor
y hotel, de sexo furtivo
de pago, de caricias irreales.
               ¡Libérate de todo!,
y de todos, vive solo,      muere solo.
Consume y construye una jaula de oro hermosa
—qué mal hicimos—,
oh pequeña fábrica infinita.
Que el funcionario del banco se apiade de ti
y de tus créditos.

Descansa al final del día en tu sueño sin reposo,
cubierto de polvareda y líquenes,
agitado, donde te ves a ti mismo
cubierto de moscas, colgando de un clavo
de carnicería. Duerme y prolonga el despertar
porque no hay nada para ti allá afuera,
mártir del sinsentido,
nada
es tuyo:

ya todo vendido está,
qué mal hiciste.

(De La lentitud del liberto; 2018)

Martha Asunción Alonso

(Madrid, 1986)

obra poética:

Cronología verde de un otoño (Complutense, Madrid, 2009); Crisálida (Alhulia, Granada, 2010); Detener la primavera (Hiperión, Madrid, 2011); La soledad criolla (Rialp, Madrid, 2013 ); Skinny Cap (Libros de la Herida, Sevilla, 2014); Wendy (Pre-Textos, Valencia, 2015); No tan joven (2005-2015) (4 de agosto, Logroño, 2015); Balkánica (Torremozas, Madrid, 2018).