El reto de la participación
Movimientos sociales y organizaciones:
una panorámica comparativa
www.machadolibros.com
PRÁGMATA
Colección dirigida y diseñada por
Luis Arenas y Ángeles J. Perona
© JOSÉ MANUEL ROBLES MORALES, 2002
© de la presente edición, Machado Grupo de Distribución, S.L.
C/ Labradores, 5. Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)
editorial@machadolibros.com
ISBN: 978-84-9114-267-6
JOSÉ MANUEL ROBLES MORALES
El reto de la participación
Movimientos sociales y organizaciones:
una panorámica comparativa
MÍNIMO TRÁNSITO
A. MACHADO LIBROS
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN. Por José Manuel Robles
LOS MOVIMIENTOS Y EL CONTEXTO: NACIÓN, ESTADO, ECONOMÍA Y GLOBALIZACIÓN
La construcción social de discursos rivales sobre el riesgo. Modernización y acción colectiva. Por Enrique Laraña y Esther Pascual
Nacionalismo y polarización social: análisis y reflexiones sobre la movilización contra el terrorismo. Por Ramón Adel Argilés
¿Vale la pena moverse? Movimientos sociales como redes de acción colectiva crítica en la red de «governance» y su impacto en las políticas. Una aproximación teórica. Por Ricard Gomà, Pedro Ibarra y Salvador Martí
Movimientos sociales y producción de identidades colectivas en el contexto de la globalización. Por Benjamin Tejerina
NUEVOS MOVIMIENTOS
Los movimientos antiglobalización neoliberal. Un análisis de su surgimiento y desarrollo, con especial atención al caso español. Por Jaime Pastor
Estrategias sociales de innovación política: el caso de la insumisión. Por Victor Sampedro
Identidad, diferencia y disidencia sexual: el caso del movimiento de lesbianas y gays. Por Kerman Calvo
«Mirando al sur: una aproximación al movimiento por el desarrollo y la solidaridad en la España de los 90». Por Ariel Jerez y Alejandro J. Romero
«Hacia un nuevo contrato social: políticas de igualdad y políticas de redefinición en la lucha feminista». Por Ana de Miguel
El desarrollo del Movimiento ecologista en España. Por María Teresa Martín Crespo
IDENTIDAD, CONTINUIDAD, CONFLICTOS E INCURSIONES EN EL ÁMBITO ORGANIZACIONAL
El bienestar del voluntariado. Reflexiones en torno a la institucionalización de la colaboración social gratuita. Por Antonio Madrid
Atribución y lógica informal en la construcción de la identidad de los movimientos sociales. Por José Manuel Robles
La identidad como anomalía o debilidad del racionalismo metodológico más que como paradigma alternativo para el estudio de la acción colectiva. Por Rafael Serrano del Rosal e Isabel García Rodríguez
Autores
Aunque es norma común comenzar con los agradecimientos e incluso recrearse en el os, seré breve, ya que sospecho que a la mayor parte de los lectores este apartado no les resulta de gran interés y lo pasan por alto con rapidez. Sabia decisión en cualquier caso. Primeramente quiero dar las gracias a Angeles Jiménez Perona y Luis Arenas, directores de la colección en la que este libro se publica. En segundo lugar agradecer a Enrique Laraña Rodriguez-Cabello sus directrices teóricas y metodológicas que han dado como resultado mi aportación a este libro y mis consiguientes estudios. Por último a Manuel Otero y a El en Duthie, por su apoyo.
«I am large, I contain multitudes».
Walt Whitman
Las multitudes están presentes en la autoría de este libro, en su objeto de estudio y en su enfoque. Es una afirmación ampulosa respecto a su autoría, ya que aunque se trata de un libro colectivo, nuestro criterio a la hora de seleccionar a los colaboradores (una mezcla equilibrada entre veteranía y juventud) y las lógicas limitaciones de volumen y extensión han impedido que estén aquí todos los que deberían o podrían estar. Es una afirmación jocosa respecto a las características del objeto, principalmente porque los movimientos sociales y las multitudes han estado tradicional y teóricamente muy relacionados e incluso en algunos casos se cita a las segundas para referirse a ambas. La virtud, por lo tanto, de El reto de la participación se encuentra en la tercera de las multitudes, la que se refiere a las teorías. La gama de enfoques presentes en este libro da una idea realista de su verdadera complejidad y de la imposibilidad de mirar este fenómeno social bajo un solo prisma. Así, tal vez pecando un poco de ingenuo, lejos de ser contradictorios, estos enfoques se relacionan a través de una adición conceptual. La dificultad, naturalmente, es señalar las complementariedades de los análisis y de los enfoques aquí presentes.
La estructura y el contenido del libro están diseñados con el objetivo de primar la integración en vez de las diferencias. Para ello lo hemos dividido en tres bloques. La idea es que yendo de lo general a lo específico se ganará en claridad y coherencia. De igual manera, el haber agrupado los trabajos atendiendo a ideas o conceptos generales y recurrentes nos posibilita comprender cómo acercamientos teóricos distintos a un mismo tema pueden ser complementarios y nos ofrece un resultado más comprehensivo. Con este doble objetivo hemos utilizado para la conformación de este libro desde conceptos tan amplios y generales como Estado, Nación o economía a problemáticas tan específicas como los conflictos que surgen en la organización de un movimiento social durante su surgimiento y desarrollo. Una implicación de esta estructuracion es que, de una forma a veces inducida y otras espontánea, en unos casos más patente y en otros soterrada, ciertos temas han salido a la palestra y se han convertido en conceptos de debate secundario dentro del libro. Así, el bloque primero Los movimientos y el contexto: Nación, Estado, economía y globalización, analiza las relaciones entre los movimientos sociales o Redes de acción colectiva crítica, como han sido denominadas por Ricard Gomà, Pedro Ibarra y Salvador Martí en su artículo, y cuatro tópicos de la sociedad de este siglo incipiente. Mucho tiene que ver el contexto con el movimiento y el movimiento con el contexto [1]. El elemento recurrente en esta sección es el papel de los movimientos sociales en las transformaciones que han dado nombre a esta época (globalización, sociedad red, sociedad reflexiva, sociedad posmoderna. .) o, desde el otro ángulo, qué tipo de movimiento ha propiciado el desarrollo actual de nuestras sociedades. A este respecto, y atendiendo a las diferencias teóricas, podemos distinguir distintos grados de responsabilidad de los movimientos en estos cambios sociales y distintos modos en que la estructura social determina el tipo de movimientos sociales que aparecen en ella. Analicemos brevemente esta problemática.
La sociología actual ha denominado la sociedad de nuestro siglo de muchas formas: sociedad del riesgo (U. Beck, 1998) [2], sociedad posmoderna (J. F. Lyotard, 1989) [3], globalizada (M. Castel s, 1999) [4], reflexiva (A. Giddens, 1996) [5], entre otras. La incorporación de la mujer al mundo laboral en mejores condiciones, el desarrollo de nuevos modos de producción y relaciones de producción, la disolución cada vez más acelerada de la familia tradicional con los roles que les eran propios (paternidad clásica, masculinidad o el rol de ama de casa) o, en mi opinión, la importante disolución del binomio clásico carrera profesional-identidad personal, son algunos de los elementos que caracterizan los nuevos modelos de sociedad. Una de las consecuencias de estos cambios, en la que coinciden todas las teorías sociológicas que tratan este tema, es un creciente proceso de individualización. Este concepto no es nuevo, al menos morfológicamente, en el panorama cultural occidental. Sartre lo denominó «la vida como proyecto», Rilke «el dios futuro hecho por los hombres» y Heidegger, adelantándose a la fisonomía actual del término, lo denominó por su nombre contemporáneo «individuación». En conjunto, esta idea trata de expresar la irrechazable obligación individual de hacer el mundo o de construirse una autobiografía, en palabras de A. Giddens. Este proceso de individuación contrasta con el importante surgimiento de identidades grupales fundamentadas en aspectos culturales y nacionales. Estas han sido en algunos casos foco de grandes manifestaciones públicas, sociales y políticas. El caso del nacionalismo y el activismo en el País Vasco es ejemplo de ello y han sido analizados por Ramón Adel para este libro (capítulo 2). En los últimos años U. Beck ha utilizado el término individuación para explicar el modo en que los individuos de la sociedad de finales del siglo XX y principios del XXI se enfrentan a los cambios que la estructuran. Desde este enfoque, la conciencia particular emancipada, reflexiva y consciente de los cambios en su entorno, determinaría los modos y objetivos de la acción social. Esta conciencia debe agradecer su autonomía a una liberalización de ciertas necesidades básicas garantizadas a la mayoría en las sociedades occidentales. Uno de los elementos sobre los que gira una mayor reflexión social son las transformaciones perversas que la industrialización está ocasionando al medioambiente. De igual importancia, tal y como analiza Benjamín Tejerina (capítulo 4) en su artículo de este libro, son las transformaciones que la globalización está produciendo a nivel individual e identitario. Las acciones de las organizaciones nacidas a raíz de esta conciencia repercuten en la estructura a partir de la concienciación y definición de determinadas situaciones como injustas o peligrosas y mediante la implementación de políticas públicas o privadas. Estos dos tipos de implementación son tratados en este libro en dos artículos distintos bajo perspectivas distintas. La relación entre los movimientos y las políticas públicas es analizada por Ricard Gomà, Pedro Ibarra y Salvador Martí (capítulo 3), mientras que la relación entre movimientos sociales y políticas privadas es desarrollada por Enrique Laraña (capítulo 1).
La polarización de los enfoques teóricos se presenta como parcial si atendemos a la estrecha relación que existe entre el tipo de movimiento fruto de la sociedad global, posmoderna o reflexiva y la influencia de éstos en la estructura social que los propicia. Estos movimientos nacen o se desarrollan como consecuencia de un tipo de estructura política y social que les permite construir una identidad que tiene, entre sus principales objetivos, cambiar determinados elementos que consideran inapropiados o injustos. Para M. Castel s este tipo de identidad se estructura como identidad de oposición y tiene como una de sus principales características el cambio de movilizaciones clásicas (huelga, manifestación. .) a movilizaciones simbólicas (a través de nuevas tecnologías, nuevas estéticas o haciendo un uso simbólico y no tanto instrumental de las movilizaciones de cuño clásico). Como decíamos más arriba, la variedad de enfoques de este libro muestra la complejidad de relaciones que existen entre los movimientos y su contexto y desvirtúa los extremos teóricos aislacionistas.
En el segundo de los bloques que conforman este libro se desarrollan una serie de análisis de algunos de los movimientos sociales con mayor presencia en la actualidad. En una ligazón entre el anterior bloque y éste, aparece el concepto de nuevos movimientos sociales, que define un tipo de movimiento «que no puede comprenderse con las conceptografías de los movimientos sociales clásicos ya que no obedecen a estímulos de clase o de control de la producción». Así, estos movimientos no tienen una relación clara con los roles estructurales de sus seguidores. Aspectos como origen social, edad, género o profesión están caracterizados en estos movimientos por ser muy heterogéneos. Sus características ideológicas no son ya, como lo fueron en los movimientos clásicos, el elemento unificador. Se caracterizan por el contrario por un pluralismo de ideas y valores, una orientación pragmática y por perseguir reformas institucionales que amplíen los sistemas de participación en decisiones de interés colectivo. Estos movimientos implican por lo general el desarrollo de aspectos de la identidad de sus miembros que antes tenían escasa importancia. Temas relacionados con creencias, símbolos, valores o significados. Estos movimientos implican muy a menudo aspectos íntimos de la realidad» (Laraña y Gusfield, 1994) [6]. Todas estas características están profundamente relacionadas, tal y como sostienen D. Della Porta y M. Diani (1999) [7], con algunos cambios estructurales. Estos, además de los que hemos apuntado más arriba, señalan por un lado la importancia en el mercado y en la sociedad en general de la producción de conocimiento e información y la consecuente lucha por su control entre los distintos agentes sociales. De igual manera, la minimización de la esfera privada en favor del crecimiento de la pública, propicia la posibilidad de reclamar derechos sociales antes restringidos a la moral personal (como es el caso de la libertad sexual). En el ámbito laboral, las tecnologías automatizadas, el trabajo en grupos más pequeños, la competitividad laboral añadida debido a la carencia de empleo o la desarticulación de la relación entre sector de producción y localización urbanística (centros de interacción) han jugado un importante papel en la reducción del poder y presencia de las reivindicaciones laborales o de clase y han promovido su sustitución cada vez más acentuada por reclamaciones de carácter más personal (D. Della Porta y M. Diani, 1999).
En cualquier caso el uso del concepto nuevos movimientos sociales obedece a una amplia variedad de razones: veamos algunas. Una de las razones que sirven para calificar un movimiento como nuevo movimiento social es su aparición en la arena pública unida a un potencial visual y de acción con una nueva variedad de modos de expresión que los hace muy presentes a la consciencia de los ciudadanos. Tal vez los casos más representativos sean los del movimiento contra la globalización (analizado por Jaime Pastor en el capitulo 5) o el movimiento por el desarrollo y la solidaridad (tratado por Ariel Jerez y Alejandro Romero en el capítulo 6). El nacimiento de estas organizaciones está estrechamente relacionado con la denominada minimización del Estado, el mayor poder de las instancias supranacionales y con el nuevo papel jugado por la participación ciudadana en la toma de decisiones y la acción social. Las luchas antisistémicas tienen un largo precedente en la historia occidental y toman su fuerza de la conciencia de las perversiones y desequilibrios nacidos del control del más fuerte sobre el más débil. En este sentido, el papel represor de los estados absolutistas o de los estados colonialistas son un claro precedente de la conciencia antiglobal y solidaria [8].
En otros casos, como el del movimiento feminista (Ana de Miguel, capítulo 7) un cambio en la dirección y fisonomía del discurso han propiciado el paso de un movimiento de raigambre histórica reconocida a un movimiento social que cumple los cánones de un nuevo movimiento social. Este cambio de discurso en el caso del movimiento feminista se produjo en la década de los sesenta y es muy significativo ya que representa perfectamente la relación identidad-estructura social que hemos definido hasta aquí. El cambio de discurso en este movimiento está relacionado con la transformación (extension de marcos) desde unas reivindicaciones dirigidas a la consecución de derechos políticos y laborales (de cuño clásico) hacia un discurso que trata de implementar exigencias y derechos sexuales y del cuerpo (de carácter íntimo). Un movimiento característico de la intimidad (Kerman Calvo, capítulo 8), es el movimiento homosexual. Este movimiento, con gran presencia en este principio de siglo, tiene dos características propias de los nuevos movimientos sociales. Por una parte, la reivindicación de un aspecto íntimo, una determinada preferencia sexual y, por otro, el tipo de activismo que ha desarrollado a lo largo del tiempo. Este activismo tiene una faceta pública y simbólica (por ejemplo el Día del orgul o gay) y otra menos pública apoyada en reclamaciones de tipo legal. Calvo analiza en su capítulo el tipo de identidades sobre las que se han sustentado las reclamaciones de este colectivo en España y la importancia de las reclamaciones basadas en la diferencia o en la igualdad del homosexual.
Por su parte, el caso del movimiento ecologista es representativo de un aspecto trascendental para la comprensión del enfoque de los nuevos movimientos sociales: la inclusión de nuevos valores del activismo social en el debate público que tienen como consecuencia la aparición de un tipo de identidad. El ecologismo ha dejado de ser un elemento novedoso dentro de la arena política debido a su crecimiento en importancia e influencia que le ha llevado, entre otras cosas, a compartir gobierno en Alemania a través de su rama política. María Teresa Martín Crespo (capítulo 9), analiza el desarrollo de este movimiento en España y su vinculación con el cambio de actitud política de los distintos gobiernos españoles hacia el tema ecologista. En esta misma línea de análisis se encuentra el trabajo de Víctor Sampedro (capítulo 10) sobre el movimiento de insumisión. De raigambre pacifista y con una gama de acciones y de discursos de gran trascendencia, es uno de los movimientos cuya influencia en las esferas de toma de decisiones ha tenido más importancia en nuestro país. Sampedro utiliza el concepto de agenda política para analizar el acceso de las reivindicaciones de este colectivo a la esfera de toma de decisiones y la implementación de demandas civiles contra los «derechos» tradicionales de uno los pilares clásicos del estado moderno como es el ejército. El caso del surgimiento de este movimiento es, a mi entender, un caso paradigmático de contradicción cultural, una de las causas recurrentes que algunos teóricos han utilizado para explicar la aparición de la movilización. La contradicción sería en este caso entre, por una parte, la disminución del papel del ejército en los estados actuales unido a una conciencia de la importancia de los valores pacifistas potenciados a través del movimiento social contemporáneo y, por otra parte, la persistencia de la institución militar con sus derechos y obligaciones hacia los ciudadanos de su nación.
El elemento de análisis secundario, y esta vez de forma inducida, es el modelo de desarrollo histórico y el modo de surgimiento que cada movimiento ha seguido desde su aparición hasta convertirse en un movimiento fuerte y más o menos estable. Este enfoque incluye algunos conceptos que son básicos en esta disciplina. Algunos de estos son ciclo de protesta, redes sumergidas de ación social, oportunidades políticas o movilización de recursos. La comprensión de esta perspectiva comparativa requiere, como en el caso anterior, una participación activa y reflexiva del lector, ya que no se ha incluido un capítulo que a modo de conclusión sintetice los resultados de esta comparación. Con el objeto de facilitar su comprensión a los lectores que se acercan por primera vez a los temas que aquí se tratan, resumimos a continuación el significado de algunos de estos conceptos.
Por estructuras de movilización se entienden «los canales colectivos, tanto formales como informales, a través de los cuales la gente puede movilizarse e implicarse en la acción colectiva» (McAdam, McCarthy y Zald, 1999) [9]. Para este enfoque teórico la aparición, el desarrollo y la fuerza de un movimiento social se generan a partir del tipo de organización y de las infraestructuras de las que disponen. Bajo este prisma se estudian los modos en los que los recursos disponibles, tanto materiales como ideacionales, determinan la adhesión y por lo tanto la participación en una organización. Tal y como describen McAdam, McCarthy y Zald, los principales núcleos de investigación de estructura de movilización y movilización de recursos han sido, por una parte, el análisis comparado de las infraestructuras organizativas que permiten comprender los patrones de movilización. Por otra parte, este enfoque se ha estado centrando en la relación entre el modelo de organización y el tipo de movimiento resultante. Por último, otra línea de investigación ha estado dirigida a analizar como el tipo de cultura organizativa de un país influye en el tipo o los tipos de movimientos sociales que en él se desarrollan.
Cuando se habla de oportunidades políticas en la teoría de los movimientos sociales se hace referencia a una perspectiva teórica especialmente centrada en el modo en el que una determinada estructura política influye en la aparición o desaparición de un determinado movimiento social. En este sentido se ha tratado de analizar qué elementos del sistema político vigente en un estado y qué características de éste abren la posibilidad de que un movimiento encuentre el modo de hacer visibles sus reivindicaciones. Los cambios en la estructura institucional, así como en las relaciones informales de poder (McAdam, McCarthy y Zald, 1999), son algunas de las vías de investigación en este campo.
Desde estas dos visiones el modelo estructural, ya sea desde un punto de vista organizativo (estructura organizativa) o político (estructura política), es el que determina el surgimiento de las movilizaciones sociales. Desde otro ángulo, un elemento de trascendental importancia para la comprensión del desarrollo, aparición o desaparición de un movimiento son los aspectos culturales que hacen referencia a un conjunto de ideas y símbolos compartidos por un grupo particular. El concepto de redes informales de acción utiliza esta idea para analizar cómo ciertos contenidos permanecen durante un periodo de ausencia de movilizaciones y son utilizados como recurso referencial cuando el movimiento aparece o en el surgimiento de uno nuevo. Es en este sentido en el que se entiende la noción de cultura como herramienta (Swidler, 1986). Bajo la idea de redes simbólicas e informales de acción los aspectos culturales son uno de los factores determinantes de la aparición de movilizaciones sociales así como de la articulación de marcos que intentan explicar la realidad social y la justicia o injusticia de ésta.
El tercer bloque, Identidad, continuidad, conflictos e incursiones en el ámbito organizacional, requiere un método de acercamiento diferente a los anteriores. Debido a la heterogeneidad de este apartado vamos a analizar su contenido a través de cada uno de sus artículos para finalmente dar una visión general de la problemática que lo vertebra. En el nivel micro de tratamiento de este libro se analizan una serie de facetas de las organizaciones de los movimientos sociales (identidad, continuidad, conflictos e incursiones) que sin ser aspectos relacionados uno a uno con el objeto u objetivo de la acción o con los modos de acción, cobran una trascendental importancia para comprender cómo se realizan esas actividades. Con respecto a las incursiones en la organización, Antonio Madrid (capítulo 11) analiza un proceso de primer orden para comprender la realidad del trabajo voluntario y organizativo en España: la institucionalización de la gratuidad. Madrid resume su trabajo de la siguiente forma: «En las páginas que siguen se abordan cuatro cuestiones: la institucionalización del voluntariado, la amabilidad estatal en el tratamiento de la actividad de voluntariado, los efectos de la estatalización del voluntariado sobre la gratuidad social y, por último, se reflexiona acerca del modelo de bienestar social en el que el voluntariado se propone como un agente destacado». Por su parte Rafael Serrano del Rosal (capítulo 13) hace un esfuerzo análitico e integrador de dos enfoques de la motivación para la participación: la acción racional y la construcción de la identidad. Serrano plantea «la creencia de que, aunque algunos individuos puedan participar para formar así su identidad, ello no significa que no traten de maximizar su interés, sino más bien, que en su conjunto factible, la identidad que le pueda proporcionar pertenecer a un sindicato, es el interés que mejor explicaría su participación». Por último, en el capítulo 12, José Manuel Robles hace uso de una teoría perteneciente a la psicología social, la teoría de la atribución, que estudia la forma en que los individuos en su vida diaria construyen explicaciones y determinan las causas de los acontecimientos que les rodean. Robles analiza desde esta teoría los mecanismos lógicos y hermenéuticos empleados por los miembros de organizaciones incipientes de movimientos sociales en su interacción y que concluyen con la articulación de los discursos y la construcción de la identidad de dichas organizaciones.
El objetivo de este apartado es mostrar algunos aspectos que determinan la organización de los movimientos sociales. Hemos utilizado para ello tres trabajos que desde un nivel extrínseco, como es la institucionalización por parte del estado de la labor gratuita, a un nivel microdiscursivo hacen un recorrido analítico sobre la fisonomía organizativa [10]. La variedad de matices que conforman el mundo organizativo imposibilita afirmar que este apartado haya obtenido como resultado una perspectiva completa del tema, pero la originalidad de cada acercamiento y su pertinencia conceptual lo convierten en una puerta para más y mayores investigaciones en este sentido. Este será nuestro objetivo personal.
Notas al pie
[1] El papel de los movimientos sociales en el cambio social es un aspecto teórico que ha motivado un importante debate entre las diferentes escuelas que estudian este agente social. A un nivel simple, mientras que para el enfoque de oportunidades políticas, de tradición estructuralista, ciertos acontecimientos determinan el surgimiento y poder de los movimientos sociales, para la teoría constructivista, la acción de estos agentes sociales es un determinante principal del desarrollo y el cambio social de nuestra sociedad.
[2] U. Beck, La sociedad del riesgo. Paidos, Barcelona, 1998.
[3] J. Lyotard, La condición posmoderna. Cátedra, Madird, 1989.
[4] M. Castel s, La era de la información. Alianza, Madrid, 1998.
[5] A. Giddens, «Vivir en una sociedad postradicional», en U. Beck, A. Giddens y S. Lash (eds.), Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno. Madrid Alianza, 1997.
[6] E. Laraña y J. Gusfield (eds.), Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad. Madrid, CIS, 1994.
[7] D. Della Porta y M. Diani, Social Movements. An Introduction, Londres, Blackwel , 1999.
[8] G. Arrighi, T. K. Hopkins e I. Wal erstein. Movimientos antisistémicos. Madrid, Ediciones Akal, 1999.
[9] McAdam, McCarthy y Zald, Comparative Perspectives on Social Movements, Cambridge, Cambridge University Press, 1996.
[10] Tal vez eche en falta el lector una reconstrucción detallada del cada tipo de organización posible y sus pautas de desarrollo. No es este el tipo de obra que requiere tal labor. Como referencia para ese tipo de análisis puede acudir a alguna obra de consulta general más completa como Social Movements, Della Porta y Diani 1999 o Frontiers in Social Movement Theory, Morris y McClurg 1992.
Enrique Laraña con la colaboración de Esther Pascual
SOCIOLOGÍA DEL RIESGO Y CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA PROTESTA
Este capítulo forma parte de una serie de trabajos cuyo objetivo es contribuir al desarrollo de una aproximación sociológica a una clase de hechos que proliferan en las sociedades occidentales y suelen denominarse «riesgos tecnológicos» o de la modernización. Para el o, me baso en una investigación [1] que he coordinado en España e Inglaterra sobre las controversias públicas y las movilizaciones suscitadas por una serie de organizaciones ecologistas contra nuevas tecnologías de incineración de residuos durante los años noventa. Ese estudio fue motivado por la divergencia entre las definiciones de los efectos de estas tecnologías que promovieron distintos actores colectivos. Por una parte, empresarios, políticos, técnicos de las administraciones públicas suelen presentar a las incineradoras como la solución más eficiente a un problema medioambiental cuyas dimensiones aumentan cada día en las sociedades occidentales y como algo inocuo para la salud de las personas. Por otra, los miembros de numerosas organizaciones ecologistas cuestionaban ese principio de eficiencia y las definían como una grave amenaza para la salud de los que viven en zonas próximas a las incineradoras.
La divergencia entre los distintos diagnósticos que promueven estos grupos, sobre los efectos de la incineración de basura en la salud de la población, es la razón por la cual nuestro estudio tiene su punto de partida en los dos discursos rivales que han impulsado esta controversia en España e Inglaterra. Sin embargo, en el desarrollo de esta controversia sobre los riesgos tecnológicos emerge un tercer discurso que puede jugar un papel importante, no sólo en la elaboración de políticas sostenibles de gestión de residuos sino para la sociología del riesgo. Me refiero al discurso de la modernización ecológica, que contiene categorías de los dos discursos enfrentados y al mismo tiempo transciende la distancia que las separa.
El contraste entre estas definiciones de los efectos de unas tecnologías medioambientales que han proliferado en los países occidentales, y son promovidas por la Unión Europea, ha motivado controversias públicas y movilizaciones colectivas en ambos países durante los años noventa. Su interés para este libro radica, en primer lugar, en que suscitan cuestiones importantes sobre la influencia de los movimientos sociales en la percepción de los riesgos generados por el desarrollo tecnológico y en políticas públicas destinadas a resolver el problema medioambiental planteado por la ingente producción de toda clase de residuos en las sociedades occidentales. Dado que los públicos que aceptan las definiciones de esos riesgos suministran seguidores a los movimientos sociales, el análisis de los procesos de creación y alineamiento de marcos promovidos por el os contribuye a nuestro conocimiento sobre la formación de los movimientos sociales y su papel en el desarrollo de nuevas formas de participación en la vida social. Ambas cosas tienen una importancia básica para conocer la naturaleza de unos conflictos que no sólo influyen en el éxito de políticas de desarrollo sostenible, sino que permiten avanzar en el proceso de consolidación de la democracia en las sociedades donde ésta existe como una estructura formal. Estos procesos de participación llenan de contenido a esa estructura y adquieren singular relevancia en unos contextos sociales en los que se registra una progresiva pérdida de confianza —un valor en íntima relación (adversa) con el sentimiento de riesgo— en las autoridades políticas.
Una razón importante por la que estas cuestiones de confianza pasan a primer plano en las democracias europeas radica en el proceso de globalización política que sitúa ese poder en instituciones transnacionales como las de la Unión Europea. De forma paralela al aumento de su poder en la regulación de las cuestiones de riesgo, ese ámbito de decisión se percibe como algo progresivamente alejado del espacio local en que se plantean las cuestiones de riesgo. ello potencia la desconfianza de los ciudadanos en estos cauces democráticos de decsión, aspecto al que suele aludirse con la expresión «deficit democrático» (Dahrendorf 2001). Las organizaciones de algunos movimientos sociales adquieren un significado especial en estos países, al establecer un puente entre los ámbitos global y local y constituir formas de participación en las decisiones que pueden contribuir a paliar ese problema de confianza.
En un plano más general, la controversia estudiada suscita algunas cuestiones centrales para la sociología del conocimiento y de los movimientos sociales, así como sobre el papel de los riesgos tecnológicos en el desarrollo de ambas disciplinas y las relaciones que existen entre ellas. A primera vista, la cuestión de la peligrosidad de las incineradoras parece simplemente técnica, una cuestión que depende de los estudios realizados por expertos en las ciencias de la naturaleza y no puede plantear controversias públicas ni movilizaciones. Sin embargo, la existencia de éstas contribuye a cuestionar la influyente concepción de la sociedad moderna formulada por los clásicos, al tiempo que nos brinda información sobre la forma en que se percibe la actividad científica en las sociedades occidentales. La creciente complejidad de procesos sociales como los que hemos estudiado muestra la necesidad de revisar esa teoría y desarrollar nuevas herramientas de interpretación [2]. Puesto que a los movimientos sociales se les viene atribuyendo un papel central en la modernización social, la cuestión que plantean los aquí estudiados también está relacionada con la naturaleza de los mismos en una nueva sociedad en la que las cosas no parecen producirse conforme a los supuestos más difundidos sobre la era industrial. Una vez más, los hechos contrastan con las teorías que predicen el futuro —que presenta caminos más complejos e interesantes— y ponen de manifiesto su carácter históricamente construido (Melucci 1996).
Los grupos que promovieron las protestas contra las incineradoras en España [3] no sólo cuestionaban la autoridad científica de los sistemas expertos, sino que también articulaban sus discursos en formas alternativas de conocimiento y autoridad científica en cuya producción intervinieron contra-expertos. Esos grupos también ilustran supuestos planteados por las teorías más conocidas sobre los fenómenos de reflexividad suscitados por el desarrollo de la sociedad moderna. La interrelación que existe entre temas tan diversos plantea un reto a la sociología contemporánea, ya que constituye un arma de doble filo. Por una parte, abordar en profundidad su análisis requiere ir más allá de las áreas de especialización en sociología y trascender unos límites que con frecuencia obstaculizan la interpretación de los hechos sociales. ello exige aventurarse en un camino lleno de bifurcaciones, que corta a través de campos vallados y seguros, asignados a la teoría de la sociedad moderna y a las sociologías del medio ambiente, de los movimientos sociales y de las organizaciones económicas. Por otra parte, el esfuerzo de síntesis que exige esta tarea tiende a formularse en el campo de dicha teoría, en la que se han publicado influyentes trabajos durante los años noventa, basados en nociones de reflexividad y riesgo. En el os, los riesgos de la modernización son conceptualizados como evidencia y motor de una forma de reflexividad que viene a cuestionar la perspectiva clásica sobre la modernización de las sociedades occidentales, al enfatizar sus efectos no intencionados y perversos y promover el debate sobre sus causas y consecuencias.
Estas teorías brindan un marco teórico interesante para abordar la controversia pública sobre los riesgos de nuevas tecnologías medioambientales, que se abordan más adelante. Antes, voy a exponer un argumento importante para la sociología del riesgo que fue planteado en la década de los ochenta, ya que ilustra su carácter interdisciplinario y la necesidad de abordarlo desde supuestos sociológicos.
En uno de los primeros trabajos sobre la percepción del riesgo, Douglas [4] (1982) analizó el significado de palabras relacionadas con «basura» de forma adversativa, como «limpieza» y «pureza». La primera aparece en el nombre de dos organizaciones que han intervenido en la controversia sobre los riesgos de la incinerarción en Vizcaya (Zabalgarbi, Erandio Bizirik). La idea central de Pureza y peligro es que la noción de suciedad (impureza) puede ordenar la experiencia humana mediante operaciones de exclusión e inclusión. En un trabajo posterior, Douglas (1996) propuso una aproximación capaz de corregir y contextualizar la visión prevaleciente de la percepción del riesgo en las ciencias sociales, que lo concibe como resultado del cálculo económico y como un fenómeno individual, no social [5]. El problema planteado por ese enfoque radica en que «el olvido de la cultura es tan sistemático y está tan afianzado que nada que no significase un amplio vuelco en las ciencias sociales lograría producir un cambio» (op. cit.: 15). La antropóloga norteamericana sugiere que, para desarrollar una aproximación adecuada, la mejor estrategia consistiría en centrar la atención en los factores sociales en los que se funda la aceptación social del riesgo. Esa tarea exige desarrollar una teoría cognitiva capaz de suplir las deficiencias del análisis prevaleciente del riesgo, que es congruente con los procesos de percepción del mismo. «Las nociones de riesgo no están basadas en razones prácticas o en juicios empíricos. Son nociones construidas culturalmente que enfatizan algunos aspectos del peligro e ignoran otros. Se crea así, una cultura de riesgo que varía según la posición social de los actores» (Douglas, 1996: 11). Su propuesta plantea que una aproximación adecuada al riesgo debe fundarse en el análisis de la influencia del sistema de estratificación socialen su percepción, ya que la posición social de cada individuo en el ordenamiento social influye positivamente en los sistemas de clasificación que usa para dar significado a los símbolos, y la cultura consiste en estos esquemas.
Esta propuesta es congruente con la que informa nuestra investigación pero sólo si situamos el foco de observación en los grupos sociales que intervienen en las controversias sobre riesgo, en lugar de centrarnos en un concepto tan abstracto como el de «sistema de estratificación social». Como expuso Cicourel (1982), éste concepto sociológico, habitualmente empleado para explicar la conducta de las personas, necesita ser contextualizado en la vida cotidiana de los actores para que sea útil en su interpretación. Este argumento informa nuestra aproximación a los riesgos de la incineración de residuos y es ampliado de la siguiente manera. Para conocer la influencia de estos conceptos en la vida diaria de las personas y la forma en que influyen en su percepción de los riesgos, el estudio de los grupos que desempeñan papeles relevantes en esta clase de controversia adquiere especial utilidad práctica. ello es debido a que el estudio de estos grupos (desde redes informales y organizaciones de movimientos sociales hasta empresas y administraciones públicas) contribuye mucho a nuestro conocimiento de los procesos de definición y percepción del riesgo. Situar el foco en unos grupos más observables y menos abstractos que las clases sociales, los grupos de status o los partidos políticos, hace posible abordar la percepción del riesgo desde una perspectiva en la que no es el individuo sino los grupos en acción los que influyen más directamente en esos procesos. De esta forma, la sociología del riesgo que proponemos se diferencia de la visión prevaleciente de en las ciencias sociales, puesto que no lo aborda como un fenómeno individual, sino social, y responde a uno de los postulados fundacionales de esta disciplina, en tanto que ciencia que estudia la acción social —i.e.: la acción de los individuos tal y como es influida por los grupos sociales en los que se desarrolla y surte efectos (Weber 1944).
LAS TEORÍAS DE LA MODERNIZACIÓN REFLEXIVA
En la sociología contemporánea se han acuñado una serie de conceptos macrosociológicos, como «sociedad de riesgo», «modernización reflexiva» y «sociedad postradicional», para abordar los fenómenos colectivos de riesgo y proponer una teoría alternativa sobre la sociedad moderna. Estos conceptos han sido propuestos por autores como Ulrich Beck (1992, 1993, 1997) y Anthony Giddens (1990, 1994, 1997, 1999), cuyas obras han alcanzado considerable influencia en Europa durante la última década. Una razón para ello radica en su contenido crítico respecto del proceso de globalización que se está produciendo durante las últimas décadas en todo el mundo y está suscitando las movilizaciones de masas más importantes desde los años sesenta. En anteriores trabajos analicé la contribución de esta teoría sobre la reflexividad a la sociología del riesgo y los problemas que puede suscitar, y propuse una noción diferente reflexividad (Laraña, 2001b). Uno de esos problemas está muy relacionado con el objeto de este libro. El intento de construir una teoría de la sociedad moderna puede interferir con la investigación de los procesos a través de los cuales las personas atribuyen significado a los riesgos tecnológicos, adquieren conciencia de los problemas que pueden generar y actúan en consecuencia. De ese problema proviene la tendencia a simplificar la naturaleza de los procesos de reflexividad y explicar el surgimiento de una «conciencia de riesgo» por la gravedad de éste, el carácter racional de la ciudadanía y la abundancia de información sobre nuevos riesgos en las sociedades más avanzadas. Asimismo, sugerí que esa tendencia parece relacionada con otra prevaleciente en la sociología contemporánea, que consiste en atribuir un poder determinante a las condiciones estructurales de la sociedad en la explicación de la acción colectiva, el comportamiento individual y los cambios culturales (Gusfield, 1989).
Las perspectivas críticas sobre la influencia de esta tendencia en la literatura sobre movimientos sociales han generado una reflexión que tiene sentido plantear aquí porque se centra en la naturaleza de los movimientos contemporáneos y la utilidad de las concepciones modernas de los mismos para entender cómo son los que surgen en muestran en las sociedades complejas. Esas aproximaciones se fundan en una filosofía de la historia que los concibe como agencias de modernización social destinadas a conducir a la sociedad a su destino de bienestar y emancipación colectiva a través del conflicto. Los movimientos suelen ser abordados como personajes históricos que mueven los hilos de la historia con arreglo al papel que tienen asignado de antemano por las condiciones sociales y las dinámicas de la modernización (Melucci, 1996, 1989). Los movimientos han sido considerados como fenómenos análogos a las revoluciones, como manifestaciones de una lógica interna de la historia. Melucci fue el primero en destacar el problema que genera esa imagen moderna —basada en una concepción histórica, lineal y objetivista de la acción colectiva— para conocer la naturaleza de los movimientos contemporáneos en las sociedades complejas, y propuso abandonarla porque actúa como una lente que dificulta su percepción, en lugar de ayudarnos a entender qué son y cómo actúan. En mi trabajo sobre los movimientos sociales en España desarrol é este argumento y lo apliqué al análisis de la evolución de los movimientos sociales en España (Laraña, 1999). La concepción moderna de los movimientos no sólo no resulta útil para explicar su formación sino que dificulta su interpretación. La controversia sobre el riesgo tecnológico aquí tratada ilustra este aspecto, del que se trata al analizar el discurso tecnocientífico.
En este sentido, otro problema de las teorías de la modernización reflexiva proviene de que comparten esa concepción moderna de los movimientos sociales y por ello les atribuyen un papel central en la difusión de una «conciencia de riesgo», ya que ésta permite evitar o minimizar el alcance de los que nos amenazan en la actualidad. Sin embargo, el proceso de formación de esos movimientos no suele ser investigado ni adecuadamente documentado, ya que ese proceso se considera fruto de las condiciones (de peligro) del contexto social. De este modo, las teorías citadas responden al mismo principio que ha informado los enfoques prevalecientes sobre movimientos sociales: la estructura social determina la acción colectiva y el objeto de investigación se sitúa en la primera (Melucci, 1989).
En nuestro estudio de los riesgos de la incineración, han sido útiles algunos supuestos de las teorías de la modernización reflexiva porque han contribuido a orientar nuestra aproximación hacia aspectos que no son habitualmente empleados por los grupos empresariales, cuando calculan los riesgos con parámetros económicos, ni por las organizaciones políticas, en las que se deciden las políticas de gestión de residuos. Esos aspectos son tratados con categorías sociológicas, que informan esa nueva subdisciplina en formación a la que suele designarse como «sociología del riesgo» (Luhmann, 1993). Un supuesto central para esta última consiste en cuestionar la posibilidad de una evaluación técnica de los riesgos al margen del contexto en la que se produce esta tarea, es decir: al margen de las relaciones de poder y los intereses económicos que operan en dicho contexto. Una de las aportaciones de las teorías de la modernización reflexiva ha consistido en replantear este supuesto (Beck, 1992), que fue analizado por Max Weber hace mucho tiempo (1949) y contribuye a contextualizar la controversia la controversia sobre estas tecnologías que se ha producido en España e Inglaterra.
Un objetivo de nuestro estudio ha consistido en documentar, contextualizar y ampliar algunos supuestos de dichas teorías que son útiles para conocer mejor las controversias sobre el riesgo tecnológico. En esta dirección, adquiere central importancia el principio consistente en vincular los planos micro y macrosociológicos de análisis, y relacionar algunos de esos abstractos supuestos con los hechos investigados en esta controversia sobre el riesgo. Para el o, el foco analítico se sitúa en la información obtenida sobre los discursos acerca del problema de los residuos y sus soluciones, que formularon personas vinculadas a los tres grupos sociales de personas entrevistadas. El análisis de estos planos de la realidad se complementa con información sobre la estructura organizativa, funcionamiento y recursos de los grupos que intervienen en la controversia. De este modo, nuestro análisis puede ampliar la aplicación del principio citado con información procedente de un plano intermedio, situado entre los actores sociales y las tendencias de modernización social, al centrarse en los grupos sociales que generan procesos de reflexividad social y conciencia de los riesgos.
Las teorías de la modernización reflexiva suelen dejar de lado la observación de estos grupos en el surgimiento de la conciencia de riesgo, a la que sin embargo atribuyen un papel básico. Nuestro argumento consiste en afirmar que estas teorías también descuidan aspectos simbólicos a través de los cuales se produce ese cambio cultural. Y ese olvido es importante ya que dicho cambio constituye una precondición para el éxito de las políticas de desarrollo sostenible, debido al papel básico que en ellas desempeñan los ciudadanos. Su participación en estas políticas se convierte en un requisito para que sean eficientes.
Mi argumento consistió en afirmar que dicho cambio cultural se gesta en procesos que pueden analizarse mejor empleando conceptos procedentes del estudio de los movimientos sociales y el análisis del discurso (Laraña, 2001a). En ello se funda parte de la propuesta de vincular la sociología del riesgo con la que estudia los movimientos sociales. Algunos fundamentos de esta propuesta, centrados en sus dimensiones teóricas y metodológicas, fueron presentados en los dos trabajos antes citados (Laraña, 2001a y b). Nuestro objetivo aquí consiste en explicitar mejor la conexión entre estas dos áreas de la sociología de los riesgos tecnológicos y la que estudia los movimientos sociales empleando conceptos procedentes de la literatura sobre los movimientos y el análisis del discurso. En este trabajo nos centramos en los discursos de los grupos en acción respecto al problema de los residuos para ver cómo contribuyen a producir el cambio cultural sin el cual las políticas de desarrollo sostenible se ven condenadas al fracaso. Dicha aproximación tiende a evitar los problemas planteados por las teorías de la modernización reflexiva al extender el foco de observación a los actores colectivos que intervienen directamente en las controversias medioambientales. Entre esos problemas destaca la tendencia a dejar de lado el papel de los grupos en acción y dar por hecho que el surgimiento de la conciencia de riesgo es resultado de las condiciones de riesgo en sí mismas y de la capacidad reflexiva de los ciudadanos.
contextualizar conciencia