Si la nobleza de sangre, que es solo una cosa imaginaria, hace tal distincion entre los hombres que exâlta á los unos sobre los otros, ¿quién podrá dudar que la nobleza del ánimo, que consiste en la virtud efectiva, y reside en la parte que trae su origen del Cielo, no es capaz de ensalzar al hombre desde el estado mas ínfimo hasta los confines de la divinidad? Adornado Leonardo de Vinci con esta verdadera y mas esclarecida nobleza, pudo igualarse en la gloria y el honor á los hombres mas grandes de su siglo, y elevándose sobre la baxeza de su cuna, vivir, tratar y morir al lado de los Reyes y Príncipes soberanos, y dexar su nombre (prerogativa concedida á pocos) vinculado á la inmortalidad.
Nació Leonardo de Vinci en un lugar llamado Vinci, situado en el valle de Arno, mas abaxo, aunque no muy distante de Florencia; y su padre se llamó Pedro de Vinci. Este, advirtiendo la natural inclinacion de su hijo, que entre las ocupaciones de sus estudios siempre se aplicaba á dibuxar, resolvió coadyuvar á su propension y llevarle á Florencia, en donde le puso baxo la direccion de Andres Verrochio, Pintor de alguna reputacion en aquel tiempo. Admirado Verrochio del ingenio de aquel jóven, formó de él el concepto que tanto acreditó despues el tiempo; y recibiéndolo por su discípulo, prometió á Pedro de Vinci instruir á su hijo con el cuidado y esmero que debia inspirarle la estrecha amistad que entre ambos reynaba, y segun lo merecian, á su parecer, las agradables modales y costumbres de Leonardo. Como Verrochio era, ademas de Pintor, Escultor y Arquitecto, Tallista y Platero, aprendió Leonardo en su escuela no solo á pintar, sino tambien todas las otras artes que tenian conexîon con el dibuxo: en las que se adelantó tanto, que en poco tiempo dexó atrás á su propio Maestro. De éste se lee que estando haciendo un quadro para los Religiosos de Valumbrosa que están en S. Salvi, cuyo asunto era S. Juan bautizando á Jesu-Christo, quiso que le ayudase Leonardo, y le mandó dar el colorido á un Angel que tenia en las manos unas vestiduras. Cumplió Leonardo el encargo de Verrochio con tanta maestría, que excedia su obra considerablemente á lo demas del quadro; y todos unánimes convinieron que nada podia igualar á la belleza del Angel. Quedó avergonzado Verrochio viéndose superado de un discípulo suyo tan jóven, y enfurecido contra sus pinceles, jamas volvió á manejar colores, despidiéndose para siempre de la Pintura.
Luego que salió de su escuela Leonardo, ya en edad de poderse dirigir por sí mismo, hizo en Florencia aquellas obras que refiere el Vasari, que son el carton del Adan y Eva para el Rey de Portugal, quando cometieron el pecado en el Paraíso; en el qual, ademas de las dos figuras, pintó de claro y obscuro con increible paciencia y diligencia los árboles y plantas. A instancias de su padre hizo para un labrador de Vinci, amigo de éste, en una rodela de palo de higuera una composicion tan extraña de animales diversos, como sierpes, lagartos, grillos y langostas, que formando de todos ellos un solo monstruo, parecia tan horrible y espantoso, que como si fuese la cabeza de Medusa, pasmaba á quien lo miraba. Pero juzgando el padre que una obra como ésta no merecia estar en manos de un labrador, la vendió á unos Mercaderes, de quienes la compró luego el Duque de Milan por trescientos ducados. Pintó un quadro con una Ntra. Señora hermosísima, y entre otras cosas representó un frasco lleno de agua con algunas flores dentro, sobre las quales pintó con admirable artificio el rocío; cuya obra paró luego en poder del Papa Clemente VII. Hace mencion tambien el Vasari de un dibuxo que hizo Leonardo en un papel para un íntimo amigo suyo llamado Segni, en el qual representó con extraordinaria invencion y con su acostumbrado primor al Dios Neptuno en medio del mar agitado en su carro tirado de caballos marinos, y acompañado de monstruosos peces, Tritones y otras cosas imaginarias que le parecieron á propósito en aquel asunto.
Aqui observarémos que aunque Leonardo supo muy bien en lo que consistia aquella divina proporcion que es madre de la belleza, tanto que la gracia de sus figuras inspiraba amor á quien las miraba; no obstante se aficionó de tal suerte á pintar cosas extravagantes y ridiculizadas, que si veía por casualidad á algun hombre del campo con fisonomía extraordinaria y rara, de modo que tocase en lo ridículo, lo iria siguiendo un dia entero embelesado con la particularidad de aquel obgeto, hasta que concibiendo una idea idéntica de aquella cara, volvia á su casa, y la retrataba como si la tuviese presente. Y dice Paulo Lomazo en su libro 6.º de la Pintura que en su tiempo tenia Aurelio Lovino cincuenta cabezas de estas dibuxadas en un libro de mano de Vinci. Por éste estilo está pintado el quadro que hay en París, y se conserva entre otros muchos en el Palacio de las Tuilleries al cuidado de Mr. Le Maire, Pintor, como todos saben, de no muy comun habilidad, que representa á dos ginetes en accion de arrebatar violentamente á otros dos una bandera: éste grupo componia parte de una obra mucho mayor que era el carton que hizo para el salon del Palacio de Florencia, como adelante se dirá, y por su hermosura lo pintó en pequeño con sumo gusto y aficion: y ademas del fuego de los caballos y la bizarría de los trages se ven las cabezas de los combatientes con semblante tan furioso, tan ardiente y colérico, y con ademan tan extraordinario y particular, y (como suele decirse) con tal caricatura, que al mismo tiempo causan espanto y risa á quien los mira.
Volviendo á las primeras obras de Leonardo, dice el Vasari que empezó la cabeza de Medusa en un quadro al óleo de extraña invencion, la qual quedó sin concluir. Empezó tambien una adoracion de los Reyes Magos en que habia algunas cabezas bellísimas; pero jamas la concluyó, como por lo comun sucedia á todas sus obras: porque como era hombre de infinitas noticias y bellas ideas, vivísimo por naturaleza, y de un ingenio muy fecundo, lo mismo era dar principio á una obra, que ya le venia al pensamiento el emprender otra. Ademas del arte de la Pintura, de que hacia profesion con tanto esmero y diligencia, se aplicaba tambien á la Escultura, y modelaba con perfeccion. Era excelente Geómetra, y en la Mecánica siempre andaba ideando nuevas máquinas de que fue inventor. Era muy inteligente en la Arquitectura, y nadie le aventajaba en la Perspectiva ni en la Optica. Estudió tambien las propiedades de las yerbas; y penetrando su ingenio hasta los Cielos, se aplicó á la Astronomía, é hizo varias observaciones acerca del movimiento de las estrellas. En la Música se adelantó admirablemente, y llegó á cantar y tañer con tal destreza, que excedió á todos los Músicos de su tiempo; y para que no le faltase habilidad alguna, con el mismo furor que Apolo le inspiró para la Pintura y Música, le favoreció para la Poesía; pero habiéndose perdido todas sus composiciones métricas, solo nos ha quedado el siguiente Soneto moral.
Chi non può quel che vuol, quel che può voglia,
Che quel che non si può, folle è volere,
Adunque saggio è l’huomo da tenere
Che da quel che non può suo voler toglia.
Però ch’ogni diletto nostro e doglia
Stà in si, e no, saper, voler, potere,
Adunque quel sol può che co’l dovere
Ne trahe la ragion fuor di sua soglia.
Ne sempre è da voler quel che l’huom puote,
Spesso par dolce quel che torna amaro;
Piansi già quel ch’io volsi, poi ch’io l’hebbi.
Adunque, tu lettor di queste note,
S’a te vuoi esser buono, e a gl’altri caro,
Vogli sempre poter quel che tu debbi.
Tambien se exercitaba en otras varias habilidades, porque era en extremo aficionado á los caballos, que manejaba con primor; y siendo igual la agilidad y robustez de sus miembros á la gallardía de su presencia y á la gracia de sus acciones, consiguió superior destreza en la esgrima. Pero sobre todo gustaba de conversar con sus amigos, y tenia tal atractivo en su trato, y tanta felicidad y urbanidad para explicarse, que arrastraba tras sí el ánimo de quien le escuchaba.
Un número tan no visto de prendas, y un caudal tan grande de ciencia hizo resonar el nombre de Leonardo por toda Italia, y movió á Ludovico Sforcia, llamado el Moro, favorecedor de todos los hombres de talento con quienes mostró muy bien su liberalidad, á proponerle que fuese á Milan, señalándole quinientos escudos de renta al año. Lo primero que hizo aquel Príncipe fue crear una Academia de Arquitectura, en la que introduxo á Leonardo, quien aboliendo desde luego el modo de fabricar á la Gótica, establecido en aquella Ciudad cien años antes baxo la direccion de Michêlino, abrió el camino para que volviese éste arte á su primitiva y antigua pureza. Ocupóse por órden de dicho Príncipe en la conduccion de las aguas del Ada hasta Milan, formando aquel canal navegable que vulgarmente llaman el navio de Mortesana, á quien se le agrega un rio tambien navegable por espacio de mas de doscientas millas hasta los valles de Chîavena y Valtelina. La empresa era tan dificil como importante, y digna del sublime ingenio de Leonardo, por la noble emulacion que causaba el gran canal que doscientos años antes se hizo en tiempo que era República Milan, á la otra parte de la Ciudad, en cuyas aguas que toma del rio Tesino, se navega hasta Milan, y con ellas se riega toda la campiña. Venció Leonardo todas las dificultades que se suscitaron, y por medio de muchas esclusas hizo navegar con toda seguridad los barcos por montes y valles.
No contento el Príncipe con los beneficios que hizo al Estado Leonardo como Arquitecto y como Ingeniero, quiso tambien que lo adornase como Pintor con alguna obra primorosa de su mano. Mandóle, pues, que en el refectorio de los PP. Dominicos de Sta. Maria de Gracia pintase la Cena de Jesu-Christo con los Apóstoles, cuyo asunto desempeñó Leonardo con tanta excelencia, que se miró luego como un milagro del arte. En efecto apuró en ésta pintura los primores del pincel de tal modo, que todos á una voz confiesan que nada puede aventajarla ni en dibuxo, ni en expresion, ni en diligencia, ni en colorido. Y en especial pintó con tanta belleza las cabezas de los Apóstoles, particularmente la de ambos Jacobos, que al llegar á la de Jesu-Christo, viendo que no era posible darla mayor perfeccion, enfadado la dexó en bosquexo.
Parecíale al Prior del Convento que duraba mucho la obra del quadro, y se quexó varias veces á Leonardo de su tardanza, y aun al mismo Duque, quien hablando con Leonardo de ello, supo que solo faltaba para la total conclusion acabar la cabeza de Christo y la de Judas; pero como no podia formar una idea justa de la infinita belleza del Hijo de Dios, no le era posible expresarla con el pincel. La cabeza de Judas, añadió Leonardo, como que es hijo del Infierno la tengo ya en el pensamiento, y no dexa de subministrarme idea para ella el gesto de este Frayle, que tan groseramente nos ha importunado á ambos.
Executó con mucha felicidad la expresion de la sospecha que concibieron los Apóstoles de querer saber quien era el que habia vendido á su Maestro, segun escribe el Vasari, y dice Lomazo (que tenia ésta pintura tan presente, como que habia hecho una copia de ella para San Bernabé de Milan) que en cada rostro se advertia la admiracion, el espanto, el dolor, la sospecha, el amor y otros varios afectos que agitaban sin duda entonces el corazon de los discípulos; y en Judas se notaba la traycion que maquinaba con un rostro propio de un facineroso. Esto da á entender lo bien que sabía Leonardo las diferentes alteraciones que causa en el cuerpo la agitacion del ánimo, que es lo mas delicado y dificultoso del arte, y por consiguiente lo menos practicado. Era ésta obra digna de permanecer para siempre; pero estando pintada al óleo en una pared húmeda, duró muy poco: de modo que hoy se halla casi del todo destruida. Quando Francisco I fue á Milan, quiso que se buscaran todos los medios posibles para llevarla á Francia, y enriquecer con ella aquel Reyno; pero como la pared en que estaba era muy gruesa, y tenia de alto y de ancho treinta pies, salieron inútiles todas las tentativas. Es verosimil que éste Monarca mandase sacar alguna copia, y tal vez será la que hoy se ve en la Parroquial de San German, clavada en la pared á mano izquierda, conforme se entra en la Iglesia por la puerta del mediodia. En el mismo refectorio en donde pintó la Cena Leonardo, retrató del tamaño natural al Duque Ludovico, y á la Duquesa Beatriz su esposa de rodillas, y delante de ellos sus hijos, y á la otra parte un Crucifixo. Pintó tambien un nacimiento en una tabla para un Altar por mandado del mismo Duque, cuyo quadro se regaló luego al Emperador.
Entre las varias ocupaciones de Leonardo durante su mansion en Milan, fue de mucha importancia el estudio que hizo de la Anatomía, en cuya ciencia, con el auxílio de Marco Antonio de la Torre, Catedrático de ésta facultad en Pavia, adquirió un gran conocimiento, y dibuxó un quaderno de figuras anatómicas, que vino á parar despues en manos de su discípulo Francisco Melzi. Dibuxó tambien para un cierto Gentil Borri, Maestro de esgrima, de cuya habilidad se preciaba igualmente Leonardo, un libro entero de figuras batallando á pie y á caballo, en donde estaban expresadas las reglas de la verdadera destreza. Escribió tambien para el adelantamiento de su Academia de Milan varias obras sobre diversas materias que estuvieron olvidadas mucho tiempo, y enteramente desconocidas en la familia de los Melzis en su casa del Vávero, y luego fueron á poder de varios sugetos, como acaece á casi todos los libros; porque un tal Lélio Gavardi d’ Asola, Prepósito de S. Zeno de Pavia, pariente cercano de Aldo Manucio que enseñaba las letras humanas á dichos sugetos, como entraba con freqüencia en la casa, tomó trece volúmenes, y se los llevó á Florencia con la esperanza de que el Gran Duque se los compraria á muy alto precio. Pero habiendo muerto éste Príncipe por aquel tiempo, marchó Gavardi á Pisa, y hallando alli á Juan Ambrosio Mazenta, Caballero Milanes que estaba estudiando, escrupulizó de tener en su poder aquellos libros, y le suplicó los restituyese á los Melzis quando volviese á Milan. Hízolo asi; pero marabillándose Oracio Melzi, cabeza de la familia, de la escrupulosidad de uno y otro, se los regaló á Juan Ambrosio, quien los conservó en su casa. Gloriábanse los Mazentas de ésta posesion, y los enseñaban á todos; y habiendo dicho á Melzi Pompeyo Leoni, Escultor del Rey de España, lo mucho que valian aquellos libros, le prometió que lograria muchos honores y gracias, si recuperándolos se los regalaba al Sr. Felipe II. Movido Melzi con ésta esperanza pidió con la mayor sumision á Güido Mazenta hermano de Juan Ambrosio, le volviera aquellos libros del Vinci. Dióle siete de ellos Mazenta, y se quedó con seis, uno de los quales lo regaló al Cardenal Borromeo para la Biblioteca Ambrosiana, y otro á Ambrosio Figgini, quien lo dexó al tiempo de morir á su heredero Hércules Bianchî. Carlos Emanuel Duque de Saboya tuvo otro de estos libros, y los otros tres fueron á poder de Pompeyo Leoni por muerte del referido Güido; y Leoni los dexó á su heredero Cleodoro Calchî, quien los vendió por trescientos escudos á Galeazo Leonato.
Solía Leonardo retirarse á la casa de campo de Vávero quando queria filosofar, ó aplicarse á alguna cosa seria; y es constante que vivió alli mucho tiempo en compañía de Francisco Melzi su discípulo. Abaxo se pondrá un índice de las obras que escribió.
Despues de la muerte del Moro, acaecida en el año 1500, á quien llevaron prisionero á Francia, en donde murió en la torre de Loces, con motivo de las guerras que se originaron, se entibió mucho en Milan el estudio de las bellas Artes, y fue deshaciéndose poco á poco la Academia establecida, en la qual habian salido sobresalientes en la Pintura Francisco Melzi, Cesar Sesto, Bernardo Lovino, Andrea Salaino, Marco Vegioni, Antonio Boltrafio, Paulo Lomazo y otros Milaneses, que todos seguian la escuela de Vinci; de tal manera que muchas veces no solo entonces, sino tambien ahora se estimaron y vendieron muchas obras suyas por de Leonardo, especialmente las de Sesto y Lovino, que fueron los que mas imitaron la manera de su Maestro. Con todo hubiera sin duda sobrepujado á los demas Lomazo, si no le hubiera faltado la vista en lo mas florido de su edad, como lo habia ya predicho Gerónimo Cardano: y ya que no podia dedicarse á la pintura con la mano, se dedicó con el entendimiento, y siendo ciego compuso aquellos libros tan estimados de los que tienen vista, en los que á cada paso propone á Vinci como idea de un verdadero y perfecto Pintor.
Quando pasó á Milan Luis XII Rey de Francia, (que fue un año antes de la prision del Moro) habiendo suplicado á Vinci los sugetos principales de la Ciudad, que inventase alguna máquina extraña y magnífica para cortejar y obsequiar á aquel Príncipe, hizo un Leon con tal arte, que despues de haber dado muchos pasos por sí en una sala, se paró delante del Rey, y luego abriéndose él mismo el pecho, arrojó una infinidad de lises de que estaba lleno. En las obras de Lomazo, lib. 2.º cap. 1.º se lee que esto lo hizo para Francisco I, pero fue error del copiante; porque quando éste Monarca entró en Milan fue el año 1515, en cuyo tiempo estaba Leonardo en Roma, como mas abaxo se verá.
Las revoluciones de Lombardía y las desgracias de los Sforcias, protectores de Leonardo, le obligaron á dexar á Milan y volverse á su patria Florencia, en donde lo primero que hizo fue aquel carton de la Virgen con Jesu-Christo, Sta. Ana y S. Juan, que para verle corria á gran priesa el pueblo. Este carton lo llevó Leonardo á Francia, donde quiso el Rey que le diese el colorido. Despues hizo el retrato de Lisa, muger de Francisco Giocondo que generalmente llamaban la Gioconda, y se halla en Fontainebleau junto con otros muchos quadros de estimacion, por haberlo comprado Francisco I en quatro mil escudos. Dicen que tardó Leonardo quatro años en concluir éste retrato, y aun quedó sin acabar del todo; porque era de tan delicado gusto y de un ingenio tan sutil, que para llegar á la verdad de la naturaleza, buscaba siempre excelencia sobre excelencia, y perfeccion sobre perfeccion, y no contentándose nunca con lo que habia hecho por bello que fuese, procuraba adelantar siempre mas y mas. Mientras que pintaba éste retrato hacia que hubiese al rededor de Lisa gentes con instrumentos de Música cantando con algazara para que siempre estuviese alegre, y no la sucediera lo que regularmente acaece en todos los retratos que están melancólicos. Y en efecto en el semblante de éste se advierte un gesto tan alegre, que, como dice Vasari, mas parece á la vista cosa divina que humana. Hay tambien en Fontainebleau otro retrato de mano de Vinci que dicen que es de una Marquesa de Mantua. Es tambien hermosísimo el de Ginebra de Amerigo Benci, doncella de singular belleza en aquellos tiempos. No se debe omitir la Flora que pintó con tan admirable suavidad y con ademan tan divino, la qual se conserva en París en poder de un particular.
Debiéndose adornar la sala del Consejo en Florencia ácia el año 1503, se eligió por decreto público á Leonardo para que la pintara. Para éste efecto hizo un carton con delicado arte y graciosa expresion que representaba una historia de Piccino. Empezó á pintar la obra al óleo, y quando ya llevaba la mitad advirtió que por haber puesto una imprimacion muy fuerte saltaba todo el color de la pared, y dexó el trabajo.
En aquel tiempo, que fue en el Pontificado de Pio III, y no del segundo como dice Vasari, Rafael de Urbino que apenas tenia veinte años, y acababa de salir de la escuela de Pedro Perugino, deseoso de ver aquel tan famoso carton, y llevado del renombre de Vinci (que entonces tenia ya cumplidos sesenta años) marchó por la primera vez á Florencia. Quedó pasmado á vista de las obras de Leonardo, y ellas fueron sin duda aquel poderoso estímulo que le obligó á volar con tanta rapidez á la cumbre de la perfeccion del arte, que despues fue mirado y reverenciado de todos como el Dios de la Pintura, dexando desde entonces la manera seca y dura del Perugino para pasar á la morbidez y ternura de Vinci. Tambien presenció el jóven Rafael las historias que motivaron despues aquella tan grande enemistad entre Vinci y Miguel Angel Buonarrota, que entonces tenia veinte y nueve años, y por órden del Gobierno habia hecho otro carton para la otra fachada de la mencionada sala del Consejo, y representó en él la guerra de Pisa con varia multitud de desnudos hechos á emulacion de Vinci. Permaneció éste en Florencia hasta el año 1513, y pintó varias obras. Francisco Bochi en el libro que escribió de las bellezas de Florencia hace mencion de un quadro que en su tiempo estaba en poder de Mateo y Juan Bautista Botti, en donde habia pintada una Ntra. Señora con suma diligencia y artificio, y el Niño Jesus en los brazos prodigiosamente hermoso, que levantaba la cabeza con mucha gracia. Borghini dice que en casa de Camilo de Albizi habia una estupenda cabeza del Bautista de mano de Vinci.
Elevado Leon X al sumo Pontificado, en quien era hereditario el amor á las Artes en especial á la Pintura, acudió Leonardo á Roma para ofrecer sus respetos á aquel Príncipe, verdadero Mecenas de los hombres hábiles. Mandóle pintar una tabla; y cuenta el Vasari que habiendo empezado Vinci con gran priesa á destilar aceytes y preparar barnices, dixo Leon X que no se podia esperar nada de quien al instante miraba á los fines sin considerar los medios de una obra. Otras muchas cosas indignas de la sublimidad del ingenio de Vinci cuenta Vasari, las quales deben tenerse por sospechosas por referirlas un apasionado tan acérrimo de Miguel Angel, el qual, como ya se ha dicho, era enemigo declarado de Vinci, y se entretenia en quitarle la reputacion con cuentos y burlas que inventaba. Hallábase Vinci sumamente disgustado con aquel ódio tan implacable, y viendo que le llamaba á su Reyno Francisco I, que se habia enamorado de sus pinturas quando estuvo en Milan, se resolvió á pesar de su avanzada edad, pues pasaba de setenta años, á abrazar un partido tan ventajoso y glorioso para él, y tomó el camino de Francia.
Sumo gusto recibió Francisco I viéndose dueño de un profesor tan hábil, como estimado y deseado; y aunque apenas podia ya trabajar por sus muchos años, fue no obstante siempre acariciado sumamente del Rey. Bien sabido es que habiendo estado enfermo muchos meses en Fontainebleau, fue el mismo Rey á visitarle; y queriendo Vinci, movido del respeto, incorporarse en el lecho y referirle su mal, le sobrevino un accidente, de lo qual enternecido el Monarca le sostuvo con la mano la cabeza, y Leonardo admirado de un favor tan extraordinario, espiró en sus brazos á los setenta y cinco años de su edad con mucha mas gloria que ningun Pintor, si es verdad que una buena y honrosa muerte da honor á toda la vida.
Fue Leonardo de Vinci muy hermoso de cuerpo, como ya se ha dicho: su juventud la pasó con descuido filosófico; de modo que se dexó crecer la barba y cabello, y parecia un Hermes ó un Drúida antiguo. Nunca quiso casarse, y si alguna vez tuvo esposa, como dice un Pintor, lo fue sin duda el arte de la Pintura, y sus obras sus hijos. Estas se hallan dispersas en varias partes, porque muchas de ellas las tiene el Gran Duque de Florencia, y otras varias las he visto en Inglaterra. En la Idea del Templo de la Pintura de Paulo Lomazo se hace mencion al cap. 33 de una Concepcion de la Virgen Santísima que pintó para la Iglesia de San Francisco de Milan; y en la Biblioteca Ambrosiana de la misma Ciudad hay muchos dibuxos y pinturas de su mano.
En París en el Palacio del Cardenal se ve una Ntra. Señora suya sentada en el regazo de Sta. Ana, y en los brazos tiene al Niño Jesus que está jugando con una ovejita. El pais que sirve de campo á éste quadro es bellísimo; pero la cabeza de la Virgen quedó sin concluir. El Cardenal Richelieu tenia una Herodías de singular hermosura; y el S. Juan en el desierto, figura de cuerpo entero que está en Fontainebleau, y otro quadro de la Virgen con el Niño y S. Juan, y un Angel de admirable belleza, todos en un pais, son obras dignas de observacion. En el gabinete del Marques de Sourdis en París hay tambien otra Virgen muy buena del mismo autor.
Mr. de Ciarmois, Secretario del Mariscal de Schemberg, Caballero de insignes prendas, que uniendo en sí la curiosidad y la inteligencia tiene formada una copiosa coleccion de buenos quadros, posee entre ellos uno de Vinci que representa en dos medias figuras al casto Joseph huyendo de la hermosa y deshonesta muger de Putifar. Es un quadro muy bello, y trabajado con suavidad y diligencia: la expresion es admirable; y el pudor del un rostro y la lascivia del otro mas parecen verdaderos que fingidos. Tiene tambien otro quadro de la Virgen, Sta. Ana y el Niño con S. Miguel que le presenta una balanza, y San Juan jugando con un corderito; todo sumamente hermoso. Pero sería nunca acabar querer referir una por una todas las obras de Leonardo: baste el haber hecho mencion de algunas de sus pinturas; y ahora pasemos á hablar de las que hizo con la pluma.
Acostumbraba Vinci á escribir de derecha á izquierda como los Hebreos, y de ésta manera estaban escritos aquellos trece volúmenes de que hemos hecho mencion; pero como la letra era buena y clara, se leian con facilidad por medio de un espejo. Es probable que en esto llevase el fin de que no todos leyesen sus obras.
La empresa del canal de Mortesana le dió ocasion de escribir un libro de la naturaleza, peso y movimiento del agua, el qual estaba lleno de varios dibuxos de ruedas y máquinas para molinos, y para arreglar el curso de las aguas y elevarlas.
Escribió tambien, como hemos dicho, un tratado de la Anatomía del cuerpo humano, igualmente enriquecido con dibuxos hechos con sumo estudio y diligencia, de la qual hace mencion el autor en la § XXII de ésta obra. Del tratado de la Anatomía del caballo habla el Vasari, Borghini y Lomazo; y habiendo sido Vinci tan primoroso en modelarlos y pintarlos, como demuestra el quadro de los ginetes combatiendo que se ha referido, es preciso que ésta obra fuese tan bella como útil.
En las §§ LXXXI y CX de ésta obra se cita un tratado de Perspectiva del mismo autor dividido en varios libros, y tal vez en él estaria explicado el modo de formar las figuras mayores del natural que tanto alaba Lomazo al capítulo 4.º de la Idea.
En las §§ CXII y CXXIII promete escribir un libro de los movimientos del cuerpo y de sus partes; materia anatómica que nadie ha tocado hasta el presente.
Tambien promete en la § CCLXVIII otro libro de la equiponderacion del hombre.
El tratado de las luces y las sombras se halla hoy dia en la Biblioteca Ambrosiana de Milan, escrito en folio, forrado de terciopelo encarnado, que es el que (como se dixo antes) regaló Güido Mazenta al Cardenal Borromeo. En él trata el asunto como Filósofo, como Matemático y como Pintor, y le cita en la § CCLXXVIII de ésta obra. En ésta parte de la Pintura fue Leonardo muy sobresaliente, y llegó á imitar con tal perfeccion el efecto de la luz y de la sombra, que sus obras mas parecian verdaderas que fingidas.
Por último escribió la presente obra que intituló: el tratado de la Pintura, la qual contiene varios preceptos del arte, y juntamente la manera de dibuxar y pintar. Cuenta el Vasari que pasando á Florencia cierto Pintor Milanes, le hizo ver dicha obra, y le prometió que asi que llegase á Roma la haría imprimir; pero ésto nunca lo cumplió: y una cosa que no se hizo entonces en Roma se efectuó en París un siglo despues, en donde cotejando varios manuscritos, aunque viciados, he podido por fin restituir á la luz pública una obra, que por la excelencia de sus preceptos y por el mérito de su autor es digna de la inmortalidad. Para hacer mas facil su inteligencia la traduxo al idioma Frances Mr. Chambrai, sugeto sumamente hábil en el dibuxo, el qual (como se dixo de Leon X) por un instinto comunicado á toda su familia solo se divierte en cosas de habilidad y de talento. Esta version es lo mismo que un comentario, por la exâctitud y claridad con que está interpretado el sentido del autor.
SECCION PRIMERA.
Lo que primeramente debe aprender un jóven.
El jóven debe ante todas cosas aprender la Perspectiva para la justa medida de las cosas: despues estudiará copiando buenos dibuxos, para acostumbrarse á un contorno correcto: luego dibuxará el natural, para ver la razon de las cosas que aprendió antes; y últimamente debe ver y exâminar las obras de varios Maestros, para adquirir facilidad en practicar lo que ya ha aprendido.
§ II.
Qué estudio deban tener los jóvenes.
El estudio de aquellos jóvenes que desean aprovechar en las ciencias imitadoras de todas las figuras de las cosas criadas por la naturaleza, debe ser el dibuxo, acompañado de las sombras y luces convenientes al sitio en que están colocadas las tales figuras.
§ III.
Qué regla se deba dar á los principiantes.
Es evidente que la vista es la operacion mas veloz de todas quantas hay, pues solo en un punto percibe infinitas formas; pero en la comprehension es menester que primero se haga cargo de una cosa, y luego de otra: por exemplo: el lector verá de una ojeada toda ésta plana escrita, y en un instante juzgará que toda ella está llena de varias letras; pero no podrá en el mismo tiempo conocer qué letras sean, ni lo que dicen; y asi es preciso ir palabra por palabra, y linea por linea enterándose de su contenido. Tambien para subir á lo alto de un edificio, tendrás que hacerlo de escalon en escalon, pues de otro modo será imposible conseguirlo. De la misma manera, pues, es preciso caminar en el arte de la Pintura. Si quieres tener una noticia exâcta de las formas de todas las cosas, empezarás por cada una de las partes de que se componen, sin pasar á la segunda, hasta tener con firmeza en la memoria y en la práctica la primera. De otro modo, ó se perderá inutilmente el tiempo, ó se prolongará el estudio: y ante todas cosas es de advertir, que primero se ha de aprender la diligencia que la prontitud.
§ IV.
Noticia del jóven que tiene disposicion para la Pintura.
Hay muchos que tienen gran deseo y amor al dibuxo, pero ninguna disposicion; y esto se conoce en aquellos jóvenes, á cuyos dibuxos les falta la diligencia, y nunca los concluyen con todas las sombras que deben tener.
§ V.
Precepto al Pintor.
De ningun modo merece alabanza el Pintor que solo sabe hacer una cosa, como un desnudo, una cabeza, los pliegues, animales, paises ú otras cosas particulares á éste tenor; pues no habrá ingenio tan torpe, que aplicado á una cosa sola, practicándola continuamente, no venga á executarla bien.
§ VI.
De qué manera debe estudiar el jóven.
La mente del Pintor debe continuamente mudarse á tantos discursos, quantas son las figuras de los obgetos notables que se le ponen delante; y en cada una de ellas debe detenerse á estudiarlas, y formar las reglas que le parezca, considerando el lugar, las circunstancias, las sombras y las luces.
§ VII.
Del modo de estudiar.
Estúdiese primero la ciencia, y luego la práctica que se deduce de ella. El Pintor debe estudiar con regla, sin dexar cosa alguna que no encomiende á la memoria, viendo que diferencia hay entre los miembros de un animal, y sus articulaciones ó coyunturas.
§ VIII.
Advertencia al Pintor.
El Pintor debe ser universal, y amante de la soledad; debe considerar lo que mira, y raciocinar consigo mismo, eligiendo las partes mas excelentes de todas las cosas que ve; haciendo como el espejo que se trasmuta en tantos colores como se le ponen delante: y de ésta manera parecerá una segunda naturaleza.
§ IX.
Precepto del Pintor universal.
Aquel que no guste igualmente de todas las cosas que en la Pintura se contienen, no será universal; porque si uno gusta solo de paises, es señal de que solo quiere ser simple investigador, como dice nuestro Boticello, el qual añadia que semejante estudio es vano; porque arrimando á una pared una esponja llena de varios colores, quedará impresa una mancha que parecerá un pais. Es verdad que en ella se ven varias invenciones de aquellas cosas que pretende hacer el hombre, como cabezas, animales diversos, batallas, escollos, mares, nubes, bosques y otras cosas asi: pero es casi como la música de las campanas, que dice lo que á tí te parece que dice. Y asi, aunque tales manchas te den invencion, nunca te podrán enseñar la conclusion y decision de una cosa en particular, y los paises del dicho Pintor eran bien mezquinos.
§ X.
De qué manera ha de ser universal el Pintor.
El Pintor que desée ser universal, y agradar á diversos pareceres, hará que en una sola composicion haya masas muy obscuras, y mucha dulzura en las sombras; pero cuidado de que se advierta bien la razon y causa de ellas.
§ XI.
Precepto al Pintor.
El Pintor que en nada duda, pocos progresos hará en el arte. Quando la obra supera al juicio del executor, no adelantará mas éste: pero quando el juicio supera á la obra, siempre irá ésta mejorando, á menos que no lo impida la avaricia.
§ XII.
Otro Precepto.
Primeramente debe el Pintor exercitarse en copiar buenos dibuxos, y despues de esto con el parecer de su Maestro se ocupará en dibuxar del relieve, siguiendo exâctamente las reglas que luego se darán en la seccion que de esto trate.
§ XIII.
Del perfilar las figuras de un quadro.
El perfil de un quadro de historia debe ser muy ligero, y la decision y conclusion de las partes de cada figura es menester que no sea demasiado acabada. Solo se pondrá cuidado en la colocacion de ellas, y luego, si salen á gusto, se podrán ir concluyendo despacio.
§ XIV.
De la correccion de los errores que descubre uno mismo.
Debe poner cuidado el Pintor en corregir inmediatamente todos aquellos errores que él advierta, ó le haga advertir el dictámen de otros, para que quando publique la obra, no haga pública al mismo tiempo su falta. Y en esto no debe lisongearse el Pintor que en otra que haga subsanará y borrará el presente descuido; porque la pintura una vez hecha nunca muere, como sucede á la música, y el tiempo será testigo inmutable de su ignorancia. Y si quiere excusarse con la necesidad, la qual no le da el tiempo necesario para estudiar y hacerse verdadero Pintor, la culpa será entonces tambien suya; porque un estudio virtuoso es igualmente pasto del alma y del cuerpo. ¡Quántos Filósofos hubo que habiendo nacido con riquezas, las renunciaron, porque no les sirviesen de estorvo en el estudio!
§ XV.
Del propio dictámen.
No hay cosa que engañe tanto como nuestro propio dictámen al juzgar de una obra nuestra; y en éste caso mas aprovechan las críticas de los enemigos, que las alabanzas de los amigos; porque estos como son lo mismo que nosotros, nos pueden alucinar tanto como nuestro propio dictámen.
§ XVI.
Modo de avivar el ingenio para inventar.
Quiero insertar entre los preceptos que voy dando una nueva invencion de especulacion, que aunque parezca de poco momento, y casi digna de risa, no por eso dexa de ser muy útil para avivar el ingenio á la invencion fecunda: y es, que quando veas alguna pared manchada en muchas partes, ó algunas piedras jaspeadas, podrás mirándolas con cuidado y atencion advertir la invencion y semejanza de algunos paises, batallas, actitudes prontas de figuras, fisonomías extrañas, ropas particulares y otras infinitas cosas; porque de semejantes confusiones es de donde el ingenio saca nuevas invenciones.
§ XVII.
Del continuo estudio que se debe hacer aun al tiempo de despertarse, ó poco antes de dormir.
He experimentado que es de grandísima utilidad, hallándose uno en la cama á obscuras, ir reparando y considerando con la imaginacion los contornos de las formas que por el dia se estudiaron, ú otras cosas notables de especulacion delicada, de cuya manera se afirman en la memoria las cosas que ya se han comprehendido.
§ XVIII.
Primero se ha de aprender la exâctitud que la prontitud en el executar.
Quando quieras hacer un estudio bueno y útil, lo dibuxarás primero despacio, y luego irás advirtiendo quántas y quáles son las partes que gozan los principales grados de luz: y de la misma manera las que son mas obscuras que las otras; como tambien el modo que observan de mezclarse las luces y las sombras, y su qualidad: cotejarás igualmente unas con otras, y considerarás á qué parte se dirijan las lineas, y en ellas quál parte hace cóncava y quál convexâ, en dónde va mas ó menos señalada, mas ó menos sutil, y por último cuidarás que las sombras vayan unidas y deshechas, como se ve en el humo: y quando te hayas acostumbrado bien á ésta exâctitud, te hallarás con la práctica y facilidad sin advertirlo.
§ XIX.
El Pintor debe procurar oir el dictámen de cada uno.
Nunca debe el Pintor desdeñarse de escuchar el parecer de qualquiera, mientras dibuxa ó pinta; porque es evidente que el hombre, aunque no sea Pintor, tiene noticia de las formas del hombre, y conoce quando es jorovado, si tiene la pierna demasiado gruesa, ó muy grande la mano, si es cojo, ó tiene qualquier otro defecto personal: y pues que el hombre puede por sí juzgar de las obras de la naturaleza, ¡quánto mas bien podrá juzgar de nuestros errores!
§ XX.
Siempre se debe consultar el natural.
El que crea que en su imaginacion conserva todos los efectos de la naturaleza, se engaña; porque nuestra memoria no tiene tanta capacidad; y asi en todo es menester consultar con el natural cada parte de por sí.
§ XXI.
De la variedad en las figuras.
Siempre debe anhelar el Pintor á ser universal, porque si unas cosas las hace bien y otras mal, le faltará todavia mucha dignidad, como á algunos que solo estudian el desnudo, segun la perfecta proporcion y simetría, y no advierten su variedad: porque bien puede un hombre ser proporcionado, y ser al mismo tiempo grueso, alto, algo baxo, delgado ó de medianas carnes; y asi el que no pone cuidado en ésta variedad, hará siempre sus figuras de estampa, y merecerá gran reprehension[1].
§ XXII.
De la universalidad.
Facil es hacerse universal el que ya sabe por qué todos los animales terrestres tienen semejanza entre sí, respecto á los miembros, á los músculos, huesos y nervios, variándose solo en lo largo ó grueso, como se demostrará en la Anatomía. Pero en quanto á los aquátiles, cuya variedad es infinita, no persuadiré al Pintor á que se proponga regla alguna.
§ XXIII.
De aquellos que usan solo la práctica sin exâctitud y sin ciencia.
Aquellos que se enamoran de sola la práctica, sin cuidar de la exâctitud, ó por mejor decir, de la ciencia, son como el Piloto que se embarca sin timon ni aguja; y asi nunca sabrá á donde va á parar. La práctica debe cimentarse sobre una buena teórica, á la qual sirve de guia la Perspectiva; y en no entrando por ésta puerta, nunca se podrá hacer cosa perfecta ni en la Pintura, ni en alguna otra profesion.
§ XXIV.
Nadie debe imitar á otro.
Nunca debe imitar un Pintor la manera de otro, porque entonces se llamará nieto de la naturaleza, no hijo; pues siendo la naturaleza tan abundante y varia, mas propio será acudir á ella directamente, que no á los Maestros que por ella aprendieron[2].
§ XXV.
Del dibuxar del natural.
Quando te pongas á dibuxar por el natural, te colocaras á la distancia de tres estados del obgeto que vayas á copiar; y siempre que empieces á hacer alguna linea, mirarás á todo el cuerpo para notar la direccion que guarda respecto á la linea principal.
§ XXVI.
Advertencia al Pintor.
Observe el Pintor con sumo cuidado quando dibuxe, como dentro de la masa principal de la sombra hay otras sombras casi imperceptibles en su obscuridad y figura: lo qual lo prueba aquella proposicion que dice, que las superficies convexâs tienen tanta variedad de claros y obscuros, quanta es la diversidad de grados de luz y obscuridad que reciben.
§ XXVII.
Cómo debe ser la luz para dibuxar del natural.
La luz para dibuxar del natural debe ser del norte, para que no haga mutacion; y si se toma del mediodia, se pondrá en la ventana un lienzo, para que quando dé el sol, no padezca mutacion la luz. La altura de ésta será de modo que todos los cuerpos produzcan sombras iguales á la altura de ellos.
§ XXVIII.
Qué luz se debe elegir para dibuxar una figura.
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