Este libro asoma a la luz una tarde de noviembre en que llueven estrellas; doscientos veinte años después de que Alexander von Humbolt contempló una tormenta de Leónidas y cuatrocientos veintiocho desde que San Juan de la Cruz partió, poco antes de morir, de un pequeño convento en Sierra Morena.
SUSO MOURELO
La naturaleza
del silencio
Nueve meses entre cien habitantes
Título de esta edición:
La naturaleza del silencio. Nueve meses entre cien habitantes
Primera edición en LA LÍNEA DEL HORIZONTE Ediciones:
noviembre de 2019
© de esta edición: LA LÍNEA DEL HORIZONTE Ediciones
www.lalineadelhorizonte.com | info@lalineadelhorizonte.com
© del texto: Suso Mourelo
© del mapa: Eduardo Bustillo para Geocyl Consultoría
© de la maquetación y el diseño gráfico:
Víctor Montalbán | Montalbán Estudio Gráfico
© de la maquetación y versión digital: Valentín Pérez Venzalá
ISBN ePub: 978-84-17594-52-7 | THEMA: WTL; 1DSE
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LA NATURALEZA
DEL SILENCIO
NUEVE MESES
ENTRE CIEN HABITANTES
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SUSO
MOURELO
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COLECCIÓN
FUERA DE SÍ. CONTEMPORÁNEOS
n.° 16
A Antonio Ojeda
¿Qué sería de nosotros si solo camináramos
entre jardines y centros comerciales?
H. D. THOREAU
Veré vuestras casas como luciérnagas
en el hueco de las colinas.
HÉLÈNE MORANGE
Ay, caracol
lento, muy lento, sube
el monte Fuji.
ISSA KOBAYASHI
I. CUANDO ACABA EL INVIERNO
II. EL ESCARABAJO Y LA FLOR
III. PIEL DE SANGRE
IV. BAJO UNA LUZ DE ORO
Pasé la tarde en la tertulia del banco, en charla de mujeres. Surqué la tarde entre ellas y ahora las veo desde mi casa pasajera, el lugar que desde hace un mes es mi espacio.
Los ojos se escapan por el ventanal: a la izquierda se abre la plaza; al otro lado, las fachadas trazan una recta torcida. En la fuga de la línea queda ese banco de tertulia; más arriba, el monte.
Escucho música cuando escribo en esta mesa, aunque hoy no lo hago: abro el balcón y dejo a los pájaros interpretar la banda sonora del ocaso. Los vencejos trinan impacientes, pero el crepúsculo se ha olvidado de llegar. Resulta asombroso que el sol esté aún alto, que la fachada de la iglesia siga dorada.
Allá en el banco, dos mujeres se abanican, una hace ganchillo y sus voces salpican la cantata: las imagino instrumentos de cuerda en un concierto de viento. De pronto se suma la percusión: la campana canta ocho veces; cuando calla, un pájaro se apalanca en la barandilla del balcón.
Seis lunas atrás tracé un dibujo en el mapa sin tener aún nombres, un círculo en el sentido de las agujas del tiempo. Los topónimos llegarían sin necesidad de buscarlos, gránulos en un reloj de arena.
Oigo las ovejas negras: su color estuvo a punto de extinguirlas. Recuerdo el día en que llegué a Higuera de Albalat y fui al bar. Los hombres, sentados frente a la puerta, miraron al forastero. Días después, compartían con él las sillas. El camaleón no se camufla, se vuelve parte de lo que toca. Ahora palpo la corteza de los alcornoques y huelo la dulzura de los higos.
Seis lunas atrás era invierno, el color era otro, el aroma distinto. La peregrinación había comenzado a setecientos kilómetros al noreste, donde la fortuna había señalado.
Dentro de poco, los trinos, las voces, los balidos serán pasado, casi una mentira, y hablará, otra vez, solo el silencio.