Ésta es una obra de ficción. Nombres, personajes, lugares y sucesos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, negocios, empresas, eventos o lugares es completamente fortuito.

LA SAGA DE ANDROMA. NEXUS

Título original: Nexus

© 2019, Sasha Alsberg y Lindsay Cummings

Publicado según acuerdo con New Leaf Literary & Media, Inc., a través de International Editors’ Co., Barcelona

Traducción: Sonia Verjovsky

Diseño de portada: 2019, COVER ART

D.R. © 2019, Editorial Océano de México, S.A. de C.V.
Homero 1500 – 402, Col. Polanco
Miguel Hidalgo, 11560, Ciudad de México
www.oceano.mx
www.grantravesia.com

Primera edición en libro electrónico: noviembre, 2019

eISBN: 978-607-557-063-1

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.

Libro convertido a ePub por:
Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación

Índice

Portada

Página de título

Dedicatoria

La galaxia Mirabel

Capítulo 1. Dex

Capítulo 2. Andi

Capítulo 3. Valen -Tres semanas después

Capítulo 4. Nor

Capítulo 5. Andi

Capítulo 6. Lira

Capítulo 7. Nor

Capítulo 8. Andi

Capítulo 9. Dex

Capítulo 10. Valen —Tres años atrás

Capítulo 11. Nor

Capítulo 12. Andi

Capítulo 13. Dex

Capítulo 14. Andi

Capítulo 15. Nor

Capítulo 16. Valen

Capítulo 17. Lira

Capítulo 18. Andi

Capítulo 19. Dex

Capítulo 20. Nor

Capítulo 21. Valen

Capítulo 22. Andi

Capítulo 23.Nor

Capítulo 24. Valen

Capítulo 25. Lira

Capítulo 26. Dex

Capítulo 27. Andi

Capítulo 28. Nor

Capítulo 29. Valen

Capítulo 30. Andi

Capítulo 31. Dex

Capítulo 32. Valen

Capítulo 33. Nor

Capítulo 34. Dex

Capítulo 35. Lira

Capítulo 36. Andi

Capítulo 37. Nor

Capítulo 38. Dex

Capítulo 39. Valen

Capítulo 40. Andi

Capítulo 41. Valen

Capítulo 42. Andi

Epílogo. Varios meses después

Agradecimientos. Sasha Alsberg

Agradecimientos. Lindsay Cummings

Datos de las autoras

Página de créditos

Portada

Página de título

AGRADECIMIENTOS

LINDSAY CUMMINGS

Es una sensación agridulce cerrar otra serie, pero tengo que decirlo… ¡vaya, qué travesía ha sido todo lo que rodea a La Saga de Androma!

Me potenció de más maneras de las que hubiera imaginado jamás, ya que Nexus pasó por varios borradores antes de llegar a su estado actual, y todo en medio de un embarazo y de volverme mamá por primera vez. Qué año.

Hay muchas personas que ayudaron a apoyarme y animarme durante este viaje, y siempre temo olvidar algunos de los innumerables corazones valientes que ayudaron a guiarme por el camino. Aquí vamos:

En primer lugar, como siempre, quiero agradecer a Dios. No es gracias a mi fuerza, sino a la tuya. Vengo en segundo lugar, tú en el primero, y estoy tan agradecida de que me ayudes a ver más allá de mí misma.

A mi esposo, Josh: eres mi mejor amigo y mi compañero en todo. Te amo, te amo, te amo.

A mi bebé, Zion. Pequeño Z, nunca sabrás cuánto has hecho por mí, cuánto me has impulsado a mejorar, a ser mejor y, al mismo tiempo, a ser totalmente yo misma en mi viaje hacia la maternidad (y escribir libros desde casa, contigo de fondo, es definitivamente una aventura, por decir lo menos).

A mis padres y a mi hermana, los amo a todos. Son el mejor club de fans que una chica pueda pedir.

A mis suegros y múltiples cuñados, los amo a todos. Gracias por estar en mi cancha.

A mi agente, Peter Knapp: no creo poder expresarte lo agradecida que estoy por nuestra asociación, por tu mente constante y por tu orientación. Eres lo mejor de lo mejor, y nadie podrá convencerme de lo contrario.

Al equipo de Park & Fine Media y de New Leaf, gracias por sus incansables esfuerzos para impulsar esta bilogía. A mi familia de la iglesia, a mi familia de Lifegroup y a los otros miembros de la banda de la iglesia: gracias por quererme tal como soy.

A los Duck Danglers (es un club verdadero, lo juro), gracias por ayudarme a mantener la calma cuando los días son largos y frustrantes.

A Honey: mujer, haces milagros al darme días para escribir en silencio.

A Harlequin/ Inkyard Press y nuestra editora, Lauren Smulski, y todos los que han tenido que ver con impulsar a esta serie hasta nuevas alturas: gracias. ¡Han hecho que esto sea mucho más divertido a cada paso del camino!

A todos los lectores, libreros, maestros, bibliotecarios, blogueros, usuarios de YouTube y todos los demás involucrados en el mundo editorial que han apoyado esta serie: nuestros Saqueadores fieles, GRACIAS.

Y, por último, a mi coautora, Sasha Alsberg: vaya, qué viaje tan alucinante hemos tenido. Comenzó con una simple encuesta de Twitter y terminó por llevarnos a nosotras y a nuestra historia alrededor del mundo. No siempre fue fácil, pero el trabajo valió la pena. Hicimos que el sueño se hiciera realidad, y estoy tan, tan agradecida por todo.

De Sasha:
Para mi madre,
quien sé que mira desde las estrellas.

De Lindsay:
Para mi padre, Don Cummings.
Gracias por ser el máximo comelibros de mi vida

Sasha Alsberg es la conocida booktuber del canal Abookutopia y Zénit fue su debut como escritora. Cuando Sasha no está escribiendo ni obsesionada con Escocia, graba videos para su canal y estudia historia en la universidad. Vive en Massachusetts con sus dos perros.

sashaalsberg.com

abookutopia

Lindsay Cummings es autora del díptico literario The Murder Complex y de la trilogía The Balance Keepers. Vive en el norte de Texas, donde se dedica a la escritura de tiempo completo.

lindsaycummingsbooks.com

LindsayCummingsYA

theandromasaga.com

CAPÍTULO 1

DEX

La verdad es que Dextro Arez jamás había creído que los Astrodioses fueran seres tangibles.

Los sentías en el alma, una presencia reconfortante en el corazón, una idea que te llenaba la mente como si te la hubieran soldado con hierro y fuego. Siempre cercanos y, a la vez, tan lejanos como las estrellas del cielo nocturno.

Dex tenía el cuerpo tatuado con las blancas constelaciones de los Astrodioses: era un santuario viviente consagrado a su poder y su fuerza. En el brazo izquierdo, tenía las figuras retorcidas y entrelazadas que simbolizaban a los Astrodioses gemelos de la vida y la luz. Y en la parte posterior del hombro derecho, extendiéndose hacia su cuello, la constelación angular que marcaba al Astrodiós de la esperanza.

Pero esta noche, cuando Dex se desplomó en su silla, las líneas gruesas y rígidas del Astrodiós de la muerte lo observaron desde la mano izquierda. El tatuaje se extendió como un ojo entrecerrado cuando Dex apretó el puño. Apartó la mirada y tragó saliva. Sentía como si la muerte estuviera realmente ahí, una bestia que respiraba en su cuello mientras él llevaba la mirada hacia la figura pálida e inmóvil de Androma.

Andi llevaba casi una semana inconsciente. Dex sabía que, al menos en parte, era debido a los analgésicos que le habían administrado para la herida en el pecho, un regalo de despedida del traidor Valen Cortas, quien le había clavado la espada después de apuñalar a su propio padre durante el ataque de la reina Nor al planeta natal de Andi, Arcardius.

Pero también se preguntaba si la mente de Andi no estaba lista todavía para devolverla a este mundo, aterrada por lo que había ocurrido en esos momentos previos a que Valen intentara matarla. Y si eso fuera cierto, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que volviera con ellos?

Despierta, suplicó en silencio mientras la observaba. No podemos hacer esto sin ti, Andi.

Aunque Dex no estaba del todo seguro qué pudiera ser esto. El destino de toda la galaxia había cambiado, y las esperanzas y los sueños de tantos se habían desvanecido en las sombras en el momento en que Nor Solis había tomado el control. Todos habían dado por hecho que el Cataclismo había destruido para siempre la amenaza de Xen Ptera, que la batalla final había vaciado los recursos del planeta y quebrantado la voluntad de su pueblo y su reina. Nadie había imaginado que la reina Nor volvería a levantarse algún día, o que de alguna manera tendría la capacidad de poner a Mirabel bajo su dominio.

Sólo había una persona que podría tener el poder de liberar a la galaxia del gobierno de Nor, y era completamente inconsciente de que ahora estaban en sus manos las vidas de millones de personas.

Despierta, Andi, pensó él de nuevo.

Se veía tan frágil mientras yacía en la suave y blanca cama de hospital, perdida entre sueños. Dex se estremeció al imaginar lo que tal vez estaba viendo allí.

Pesadillas.

Nunca sueños, ya no.

Las luces ásperas de la sala médica se reflejaron contra las placas de plata implantadas en los pómulos de Andi mientras Dex se recostaba y estiraba sus músculos adoloridos. Apenas se había movido de este lugar desde que huyeron de Arcardius, decidido a estar a su lado cuando por fin despertara. Decidido a ser quien le contara todo lo que había sucedido… a pesar de que aún no lograba encontrar las palabras para ello.

Dex cerró los ojos, recordando aquella funesta noche. Rememoraba las palabras desesperadas de Cyprian Cortas, antiguo General de Arcardius, mientras agonizaba en esta misma sala médica.

El destino de la galaxia está en juego. Los líderes están muertos, y estoy seguro de que sus sucesores pronto lo estarán también… Androma será la única arcardiana en esta nave una vez que yo muera. Si sobrevive… Androma Racella será la legítima General de Arcardius.

La General de Arcardius. La líder del planeta que alguna vez la quiso muerta. Astrodioses, cómo detestaría ella esa idea.

Dex suspiró con pesadumbre y acercó su silla a Andi. Vacilante, rozó una mano contra la de ella. El calor de su piel era un bálsamo, esa pequeña señal de vida era lo único que hacía que el nudo de tensión dentro de él se aflojara un poco. Estudió el grueso vendaje blanco en su pecho, justo bajo su clavícula. Debajo se escondían los puntos oscuros que lograban mantener unida su piel. Que curaban la carne desgarrada por el cuchillo de Valen. Dex había visto e infligido muchas heridas, algunas mucho más terribles que ésta. Pero ver a Andi en ese estado le traía una oleada de recuerdos que hacían que su cabeza perdiera el control.

Valen Cortas estaba parado frente a Andi en el baile de Ucatoria. Caían gotas de sangre del cuchillo que acababa de hundir en su pecho. Andi cayó de rodillas, buscó la empuñadura con manos temblorosas y la arrancó. Luego se balanceó, y el cuchillo cayó al suelo mientras ella se desplomaba, rodeada de un creciente charco de su propia sangre.

Llegó demasiado tarde. Por un breve instante, Dex pensó que estaba muerta. A su alrededor, todo el salón se estaba volviendo más callado, los gritos se iban apagando. Unos cuantos disparos aquí. Unos cuantos allá. El golpe de un cuerpo contra el suelo. El clic de otra bala plateada que se deslizaba dentro de la cámara de un rifle.

Dex llegó al escenario. Los líderes de los sistemas estaban acurrucados en sus sillas, y los cuerpos de los Patrulleros estaban esparcidos en el suelo a su alrededor. Pero él sólo tenía ojos para Andi.

—Aguanta —le dijo Dex a Andi. Le encontró la garganta con los dedos. Un diminuto latido de corazón palpitaba bajo su piel—. Tú sólo aguanta.

Dex parpadeó ante el repentino gemido de Andi.

Se dio cuenta de que le había estado apretando la mano demasiado fuerte. Le había enterrado las uñas, roídas por mordérselas durante las últimas noches de insomnio, en la palma de la mano. La soltó de inmediato, pero se inclinó hacia delante, sin poder apartar la mirada de su rostro.

—¿Andi?

Sus párpados revolotearon.

Por un momento, Dex temió que estuviera muriendo. Que las puntadas se hubieran infectado o que la sangre que Lon había donado en los pocos momentos preciosos después de su fuga se hubiera mezclado mal con la de ella, donante universal o no. Tal vez hasta el Astrodiós de la muerte, todavía presente de manera tan inquietante en esta habitación, se estaba riendo mientras levantaba su guadaña en la sombra y se preparaba para llevar a Andi al otro lado.

Pero entonces sus ojos se abrieron.

Grises como un mar tormentoso.

Dex dejó escapar un suspiro sibilante que ni siquiera se había dado cuenta de que había estado conteniendo.

—Hey —dijo, sintiendo que la tensión se desbordaba y desaparecía en un instante—. ¿Cómo te sientes?

—¿Dex? —por un momento, Andi simplemente miró a su alrededor, como si tratara de darle sentido a su entorno. Parecía tranquila, sólo una persona que despertaba de un sueño reparador.

Luego sus ojos se movieron lentamente para fijarse en los de Dex, y pareció invadirla la confusión mientras arrugaba la frente.

—¿Qué… pasó? —preguntó. Tenía la voz ronca por falta de uso, un susurro que trataba de liberarse para volverse algo más.

—Estás viva —dijo Dex, sin poder evitar que una sonrisa de alivio se extendiera por su rostro—. Estás a salvo.

—¿A salvo? —preguntó Andi. Intentó sentarse y gimió, y una de sus manos subió hacia las vendas blancas que cubrían la herida de cuchillo en su pecho.

Era lo más despierta que había estado en días. Dex respiró hondo y alcanzó su mano, aún sin saber cómo explicarle todo. La habían herido gravemente, pero no era una niña. Ni su corazón ni su alma eran débiles. Podría enfrentar esto, aunque casi llegara a romperla.

—Hubo un ataque contra Arcardius —dijo Dex—. Durante Ucatoria. ¿Lo recuerdas?

Los ojos de Andi se endurecieron.

—Nor Solis… ella llegó, y… —las palabras de Dex se fueron apagando. ¿Cómo podía explicarle lo que había pasado? ¿Cómo podía decirle que todas las personas que llenaban el salón de baile y que él había creído muertas, de pronto se habían levantado y le habían jurado lealtad a la misma mujer que los había atacado? ¿La misma mujer que todos habían temido, odiado, durante casi diez años?

Lo peor de todo, ¿cómo podía decirle a Andi que su tripulación estaba entre los muertos resucitados que se habían unido al lado de Nor?

—¿Dónde está Lira? —preguntó Andi de pronto—. ¿Y Breck y Gilly?

El corazón de Dex casi dejó de latir. Abrió la boca, pero no salieron palabras.

Y entonces vio que la expresión de Andi cambiaba mientras recapitulaba y los recuerdos se estrellaban contra ella, haciéndola apartarse de él.

—Mi tripulación —gruñó Andi, con voz todavía ronca. Dex le pasó una taza de agua, que bebió con voracidad.

Androma —suplicó Dex—, lo intenté. Traté de llegar a ellas, pero… había tanto caos. Tantos enemigos. Y estabas muriendo.

Andi tenía los ojos muy abiertos por el miedo y la rabia. Todo su cuerpo había empezado a temblar.

¿Dónde. Está. Mi. Tripulación?

Se incorporó tan repentinamente que él no pudo detenerla, con un movimiento tan brusco que gritó de dolor. La taza cayó al suelo con estrépito. Su mano apresó la de Dex y oprimió sus dedos. Ella apretó los dientes y giró las piernas sobre el borde de la cama, mirándolo de frente, y el dolor se encendió en sus ojos mientras comenzaba a brotar el rojo entre las vendas blancas.

—¿Dónde están? —preguntó Andi—. Por favor, Dex. Dime dónde están.

—Están…

¿Cómo podía ser él quien le diera estas noticias? Acababa de recuperar su perdón sólo unos días atrás, después de años esperando volver a encontrar un lugar en su corazón, y ahora la había traicionado de nuevo. Era un cobarde, un fracaso, por no haber podido salvar a su tripulación antes de que Nor los venciera.

—Astrodioses, Andi. Lo siento mucho. Las dejamos.

Odió las palabras en el mismo momento en el que brotaron de sus labios, pero ¿qué otra cosa podía hacer? No podía ocultarle una maldita cosa. Ella había visto ya la respuesta en sus ojos traicioneros, y en el momento en que abandonara esta sala médica, encontraría la nave fría y vacía, y a Lon como la única otra alma a bordo.

—No —articuló Andi en voz tan baja que Dex apenas pudo escucharla. Ella sacudió la cabeza y sus rasgos se inundaron de incredulidad, oscureciendo los semicírculos debajo de sus ojos—. No.

—No hubo manera de que llegara a ellas después del ataque —dijo Dex con voz ahogada—. La última vez que las vi, estaban vivas. Pero estaban… Andi, se unieron a Nor.

Todos en el salón de baile de Arcardius lo habían hecho. Todos, excepto Dex, Andi y un puñado más, pero los soldados de Xen Ptera habían asesinado a esas otras personas de inmediato.

Nunca olvidaría la manera en que había caído la feroz tripulación de Andi. Cómo se habían levantado de nuevo, y habían aclamado a Nor como su reina. Le había dolido dejarlas, era algo que todavía lo perseguía.

Reviviría ese día para siempre en su corazón y en su mente.

—Tenemos que ir con ellas —insistió Andi. Antes de que Dex pudiera abrir la boca para responder, ya estaba en pie. Sus pantalones grises y holgados ondearon cuando ella se giró y avanzó trastabillante hacia la puerta.

—¡Andi! —Dex se abalanzó hacia ella—. ¡Detente!

Ella empujó el botón rojo de salida que estaba junto a la puerta, y luego se tambaleó y casi cayó de rodillas, jadeando de dolor. Pero se recuperó cuando la puerta se abrió y vio los pasillos plateados del Saqueador que esperaban más allá. Dex saltó frente a ella con los brazos extendidos.

—Tienes que descansar —dijo—. Vas a abrir las puntadas todavía más. Valen casi llegó a tu corazón.

Andi miró su pecho, como si apenas se diera cuenta de la herida.

—Desearía que lo hubiera alcanzado —dijo, con los ojos abiertos de par en par y enrojecidos por las lágrimas que Dex sabía que no derramaría—. No quiero vivir sin ellas.

Su sangre ya había empapado el vendaje. Andi se tambaleó y se apoyó contra el marco de la puerta. Tenía demasiados medicamentos para el dolor en el cuerpo. No había comido en días. Dex ni siquiera entendía cómo lograba mantenerse en pie.

Muévete —gruñó ella—. Por favor, Dextro. Antes de que te mueva yo.

—¿No crees que quiero hacerlo? —preguntó Dex —. Andi, casi no he dormido desde que las dejamos. Casi no he comido, no he hecho más que sentarme junto a tu cama y revivir esa noche en mi mente.

Gilly. Lira. Breck.

También se habían vuelto importantes para él. Y las había traicionado, a Andi, al dejarlas atrás. Hasta Lon, que por lo general era tan amable y tranquilo, lo había mirado como si quisiera matarlo cuando llegó al Saqueador con Andi y el general a cuestas, pero sin su hermana gemela, Lira.

¿Por qué todo había recaído sobre Dex? No podía cambiar la marea de esta guerra solo.

Tragó saliva.

—No hay nada que podamos hacer. Nada. No estabas consciente. No viste lo que les pasó. No viste cómo cambiaron.

Dex se estiró para agarrarla por los hombros, para guiarla suavemente de regreso a la cama, pero Andi gritó con furia y golpeó la pared con el puño mientras se alejaba de él dando tumbos.

—Maldito seas, Dextro. ¡Fuera de mi camino, carajo!

Por favor —suplicó Dex. Ya podía sentir la debilidad dentro de él, ese miedo espantoso de perderla de nuevo cuando apenas acababa de recuperarla—. Por favor, sólo déjame ayudarte. No hay nada que puedas hacer por ellas, Andi. No antes de que descanses y sanes.

—No puedes hacerme esto —susurró ella. Su voz temblaba—. Por favor, Dex. No puedes lastimarme así.

—Estoy tratando de protegerte.

Porque te amo, pensó Dex. Pero le fallaron las palabras, y dejó caer las manos a sus costados.

—No quiero que me protejas —dijo Andi—. Ahora no.

Se dio la vuelta con los hombros caídos mientras apretaba una mano contra el pecho y se arrastraba hacia su cama, jadeando arduamente.

A Dex le dolía verla así. Le dolía porque la había traicionado a ella y a su tripulación. Pero no había manera de salvarlas. Al menos, no ahora. Tal vez nunca. Todavía no sabía cómo Nor y los soldados de Xen Ptera habían tomado el control, o qué había en esas balas de plata, o si había alguna forma de revertir lo que habían hecho a la mente de todos.

Y no tenía idea de hasta qué punto y cuánto se había extendido el reinado de Nor desde que habían huido de Arcardius. Hasta donde Dex sabía, Nor tenía ahora el control de toda la galaxia.

—Te lo juro —dijo Dex, siguiendo a Andi hasta el otro lado de la habitación—. Lo juro por mi vida, Andi, descubriremos lo que Nor le hizo a tu tripulación. Vamos a encontrar la manera de llegar a ellas. Sólo tenemos que…

Andi se dio la vuelta rápidamente, y su rostro se volvió una máscara de dolor mientras le lanzaba un puñetazo.

Dex se agachó por reflejo, pero el golpe conectó en el último momento. Soltó un grito ahogado al sentir una punzada de dolor en el cuello. Entonces fluyó por él un calor lánguido, como si se hundiera en las aguas termales de Adhira.

Dex levantó las manos lentamente, como en un sueño, y sus dedos extrajeron con torpeza la jeringa vacía clavada en su piel. La misma que había estado en la mesita de noche y que Lon había dejado allí por si Andi despertaba con mucho dolor. La jeringa llena de soduum, un potente medicamento para el dolor.

—¿Por qué? —jadeó Dex. Pero tendría que haber esperado algo así. La jeringa cayó con un suave tintineo al suelo, y Dex siguió después, casi sin darse cuenta, mientras sus rodillas tocaban el suelo. Sabía que sólo le quedaban momentos antes de que el soduum se lo llevara. La tibieza nadó por sus venas, con demasiada velocidad para ignorarla, llamándolo ya para que se dejara envolver en un sueño profundo.

Oyó pasos suaves y un jadeo entrecortado mientras Andi se acercaba. Al levantar la vista, los rasgos de Andi ya parecían fundirse con los bordes difusos, mientras se alzaba sobre él con el pecho sangrando en un rojo brillante bajo las inhóspitas luces de la sala médica. Un hilo de sangre se filtraba de las vendas y le había manchado la camisa mientras bajaba deslizándose por su abdomen.

—Lo siento, Dex —dijo Andi, su voz sonó como un canto fúnebre mientras su cabeza golpeaba el suelo—. No hay yo sin ellas.

Cuando salió de la sala médica, ya no era Androma Racella.

La Baronesa Sangrienta entró por los pasillos del Saqueador, convertida en la capitana que destrozaría los cielos para rescatar a su tripulación.

CAPÍTULO 2

ANDI

Todo dolía.

A Andi le dolían los huesos, le gritaban los músculos y la herida en el pecho le rogaba que dejara de moverse. Pero por su mente pasaban imágenes de su tripulación que la impulsaban constantemente hacia delante por los pasillos plateados de la nave.

Si tan sólo pudiera volver a Arcardius… sabía que encontraría la manera de salvarlas.

Lira. Breck. Gilly.

Las palabras de Dex resonaron en su mente cuando llegó entre tropiezos al pequeño pasillo que conducía hacia el puente de mando, y reverberaron por su cráneo mientras colocaba la palma de la mano frente al panel de acceso azul a la derecha de la puerta.

Se unieron a Nor.

Andi negó con la cabeza, desechando esa noción traicionera.

Su tripulación nunca se uniría a la reina de Xen Ptera, sin importar cuánto la amenazaran. Pero ¿qué había dicho Dex sobre el hecho de que ellas habían… cambiado?

Entonces se recorrió la puerta, y todos los pensamientos salieron expulsados de la mente de Andi mientras se apuraba a entrar, escaneaba la palma de la mano rápidamente en el panel de acceso interior e ingresaba la orden de sellar el puente de mando. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, exhaló en lo que parecía ser la primera vez desde que despertó. No lograría mantener a Dex fuera para siempre —después de todo, era cierto que la nave había pertenecido a Dex por años—, pero se las vería negras para entrar una vez que recobrara el conocimiento.

Por un momento, Andi apoyó la frente contra el frío metal de la puerta, que contrastaba con su piel ardiente. Cerró los ojos y respiró lenta y profundamente, y luego se volvió para mirar la fila de asientos donde alguna vez se había sentado su tripulación.

Asientos que ahora estaban tan terriblemente vacíos.

La visión de Andi, antes turbia por los medicamentos, comenzó a aclararse poco a poco mientras se dirigía hacia el frente del puente de mando. De sus labios escapó un gemido cuando por fin se sentó en el asiento del piloto. Sentía como si estuviera mal sentarse allí, como si tomara el lugar que siempre había pertenecido a Lira. Un lugar que Andi no tenía el derecho a reclamar, después de lo que le había ocurrido a Kalee. Pero hizo a un lado su incomodidad y la reemplazó con la feroz necesidad de recuperar a sus chicas. No importaba lo que sintiera sobre pilotar, no cuando sus vidas corrían peligro.

Eso, si la reina Nor no las había matado ya.

Apenas le pasó la idea por la mente cuando la aniquiló de inmediato. Estaban vivas. Tenían que estarlo. Andi no podía permitirse pensar otra cosa; no podía lidiar con ese dolor. Le dolería más eso que ser desollada viva y que la quemaran lentamente, hasta que su carne ensangrentada quedara crujiente.

Tenía que salvarlas, aunque en el proceso terminara matándose.

Era mejor intentar y morir que no intentarlo en absoluto.

Cada segundo contaba en su contra, así que con toda su fuerza de voluntad Andi colocó los brazos adoloridos en la consola y, despacio, con cuidado, ingresó las coordenadas de Arcardius. La pantalla holográfica de navegación comenzó a parpadear frente a sus ojos, realzada por las nubes que se arremolinaban y resplandecían más allá de las paredes de varilio de la nave.

La densa niebla de color oscureció la vista que tenía Andi de las estrellas y, al verla, un escalofrío de temor recorrió su espalda.

—¿Memoria? —preguntó sin aliento.

La suave voz femenina del sistema de control del Saqueador cobró vida a su alrededor.

—¿Cómo puedo ayudarla, capitana?

—¿En dónde estamos exactamente?

Hubo una larga pausa antes de que Memoria respondiera.

—El sistema de navegación está actualmente fuera de línea. No puedo determinar nuestra ubicación precisa en este momento.

Andi se quedó mirando las espirales danzantes de neblina rosada y dorada mientras surgía en su interior una repentina sospecha.

—Memoria, ¿cuál fue el destino del último salto hiperespacial?

—Las últimas coordenadas ingresadas fueron para una ubicación en las afueras de la nebulosa Xintra.

Sus manos comenzaron a temblar de rabia. Su nave estaba dentro de una maldita nebulosa. Una enorme burbuja de espacio lleno de gases y escombros que inutilizaban por completo los sistemas de navegación y rastreo del Saqueador. Un lugar que sólo los pilotos más hábiles podrían atravesar sin perder el camino.

Y no cualquier nebulosa: la Xintra. Hasta el otro lado de la galaxia de donde estaba el Sistema Phelexos y Arcardius. Tan lejos como podía estar de sus chicas.

Andi ahogó una carcajada sin humor. Mataría a Dex cuando despertara.

El sonido de un puño golpeando contra la puerta del puente de mando la hizo brincar, y esto lanzó una ola de dolor por todo su cuerpo. Un grito amortiguado resonó desde el otro lado.

—Andi, por favor, ¡déjame entrar!

La voz desconocida hizo que Andi se levantara del asiento y buscara instintivamente sus espadas gemelas. Maldijo en voz baja cuando se dio cuenta de que tal vez seguían en la sala médica, y comenzó a buscar otra arma en el lugar. Lo más seguro era que Gilly o Breck hubieran escondido una pistola en alguna parte.

La persona que estaba afuera volvió a golpear la puerta, esta vez con más urgencia.

—Andi, soy Lon. ¡Abre la puerta! Tenemos que hablar.

Andi sintió tanto alivio que se le aflojaron las rodillas. Lon. Se le había olvidado que Lira había organizado que lo trasladaran al Saqueador durante el baile Ucatoria, para acelerar la salida de la tripulación de Arcardius después de que terminaran sus tareas de guardia para el general Cortas. Seguramente ya estaba en la nave cuando Dex la llevó a bordo después del ataque.

Y, lo más importante, era un aliado. Sin duda Lon quería tanto como ella rescatar a su hermana. Juntos podrían convencer a Dex de pilotarlos fuera de aquí, de regreso a Arcardius.

Sin embargo, la rabia y la adrenalina que la habían llevado hasta ahí ya se estaban disipando, y de pronto la distancia hasta el panel de acceso pareció mucho más larga que antes. Andi se hundió en el asiento de piloto, maldiciendo en voz baja por el estado en el que se encontraba su cuerpo, y dijo:

—Memoria, abre la maldita puerta antes de que Lon la tire a golpes.

La puerta del puente de mando se abrió con un silbido, y Lon entró con una expresión de cautela en el rostro azul. Andi arqueó una ceja y se volvió de nuevo a la pantalla holográfica, donde titilaba un mensaje de error. Arrastró el dedo por la pantalla para quitarlo, abrió un diagrama de la galaxia Mirabel y lo proyectó en el aire a su alrededor.

—Estamos en la nebulosa Xintra —dijo Lon, señalando la polvorienta nube rosada que flotaba en el espacio entre los sistemas Olen y Tavina.

—Sí, eso ya lo había deducido —comentó Andi con aspereza—. ¿Y por qué exactamente estamos aquí, cuando mi tripulación, cuando tu hermana, está al otro lado de la galaxia?

Lon se veía cansado cuando se hundió en el asiento que solía ser de Breck.

—Estamos aquí porque la reina Nor también está al otro lado de la galaxia. Junto con su ejército de seguidores controlados por la mente.

Andi parpadeó.

—¿Perdón? ¿Control mental? —tan sólo decir esas dos palabras sonaba ridículo—. ¿De qué demonios estás hablando?

Lon suspiró con exasperación.

—¿En serio, Andi? ¿No dejaste que Dex explicara nada antes de dejarlo fuera de combate?

Andi sintió que se empezaba a enfadar y que el calor inundaba sus mejillas.

—Dejó a mis chicas atrás, Lon. No estaba exactamente de humor para escuchar lo que tenía que decir.

—No le quedaron muchas opciones que digamos. Si hubiera intentado rescatarlas a ellas también, lo más probable es que todos hubiéramos terminado muertos o bajo el control de Nor —Lon negó con la cabeza y se puso en pie, tendiéndole una mano a Andi—. Vamos. Volvamos a la sala médica. Estás sangrando por todos lados y podemos tratar de despertar a Dex. Él estuvo allí; te puede contar lo que sucedió mucho mejor que yo.

Andi no se había permitido por años confiar en nadie más que en sí misma y en su tripulación. Nadie más había demostrado ser digno de su confianza, e incluso cuando se trataba de Lira, Breck y Gilly, Andi por mucho prefería ser la que estuviera cuidándoles las espaldas.

Así que mientras ella y Lon se abrían paso lentamente hacia la sala médica, se sintió mortificada de tener que recargarse en él cada vez más, incapaz de mantenerse erguida sola. Apretó los dientes con frustración y trató de poner algo de fuerza en las piernas, pero el esfuerzo fue inútil.

—No hay vergüenza en aceptar ayuda, Andi —dijo Lon con suavidad—. Casi mueres, y estuviste muy sedada por casi una semana. Para empezar, me sorprende que hayas podido llegar al puente de mando.

Andi se detuvo de pronto mientras la inundaba una ola de conmoción. Podía sentir que se le iba el color del rostro mientras se volvía para mirar a Lon.

—¿Llevo una semana fuera?

Lon la atrapó mientras se balanceaba, luego la guio los últimos pasos hacia la sala médica.

—Andi, me parece que no te das cuenta de qué tan grave fue tu herida, ni de la cantidad de sangre que perdiste antes de que Dex lograra subirlos a ti y al general Cortas a la nave.

—Espera —dijo Andi. Su mente daba vueltas, confundida, mientras Lon levantaba una mano hacia el panel de acceso junto a la puerta de la sala médica—. ¿El general está aquí? ¿Cyprian Cortas está en mi nave?

La sola idea de ese hombre aquí, a bordo de su nave, cuando sus chicas no lo estaban, hacía que le hirviera la sangre.

—Estaba —dijo Lon. Se recorrió la puerta, revelando el cuerpo musculoso de Dex tendido en el suelo. Lon entró rápidamente a la sala médica, se arrodilló y le sacudió el hombro con rudeza—. Murió poco después de que saliéramos de Arcardius.

Andi se aferró al marco de la puerta, intentando evaluar qué sentía con respecto al fallecimiento del general. Cyprian Cortas había sido un hombre cruel y ambicioso, pero también, uno de los generales más grandiosos en la historia de Arcardius. Y el padre de la chica a la que alguna vez había querido como una hermana… la chica a la que había fracasado en proteger.

Kalee.

Un gemido de Dex la alejó de sus oscuros pensamientos. Lo observó, sintiéndose ligeramente culpable, mientras él despertaba y llevaba una mano a su cuello. Él hizo una mueca cuando tocó el lugar donde le había clavado la jeringa.

Mientras Lon lo ayudaba a sentarse, los aturdidos ojos marrones de Dex se alzaron lentamente para encontrarse con los de Andi. Ella sostuvo su mirada por un momento, vacilante, preguntándose qué estaría pensando. Entonces, los labios de Dex se curvaron en una media sonrisa.

—Sé que necesitaba dormir, Baronesa, pero podrías haber sugerido que me echara una siesta —dijo.

Su tono era burlón, pero Andi pudo ver en su mirada la tristeza y la preocupación que había por debajo. Trató de mantener la voz ligera al preguntare:

—¿Y me habrías hecho caso?

Dex agachó la cabeza, pero no con la suficiente velocidad para disimular la expresión de dolor.

—Tal vez no. Sabes que nunca he sido muy bueno para eso.

Una punzada de remordimiento llenó el pecho de Andi, sumándose al dolor de su herida, que empeoraba gradualmente.

—Yo tampoco —admitió. Él la miró con incredulidad, y su rostro se llenó de esperanza. Andi intentó sonreír, pero se convirtió en una mueca cuando la recorrió una punzada de dolor. Respiró hondo entre dientes, y Lon se puso en pie para apresurarse a su lado.

Los dos necesitan descansar —dijo con severidad, mientras la dirigía de nuevo hacia la cama en la que había despertado—. Y es probable que necesites nuevas puntadas. Pero me parece que podrías tratar de apuñalarnos con algo peor que una dosis de soduum si no obtienes algunas respuestas pronto.

—No te equivocas —respondió Andi con voz débil, acomodándose en la cama con la ayuda de Lon. Dex se puso en pie y se dirigió hacia ella, mientras que Lon le quitaba el vendaje empapado de sangre del pecho. Andi bajó la mirada y soltó un silbido al ver el terrible aspecto de la herida.

—Otra cicatriz para mi colección, cortesía de ese bastardo de Valen Cortas —dijo con tono amenazante.

—Esa descripción es más cierta de lo que podrías imaginar —dijo Dex, acomodándose en una silla junto a la cama de Andi mientras Lon se apresuraba a buscar los suministros que necesitaba para curar su herida—. Teniendo en cuenta que no es el hijo de Merella y Cyprian Cortas.

Andi se le quedó mirando, segura de haber entendido mal.

—A ver, ¿otra vez?

—Bueno, Cyprian es, o mejor dicho, era su padre —aclaró Dex—. Pero su madre… su madre era Klaren Solis.

Andi se quedó boquiabierta.

¿Qué? —gritó—. Pero… eso significa…

Dex asintió.

—Que es el medio hermano de la reina Nor, sí.

Antes de que ella pudiera procesar por completo el horror de esa idea, Lon volvió con una aguja, hilo quirúrgico y vendas. Volvió a acomodar a Andi sobre las almohadas y comenzó a reparar el daño que se había hecho en la herida, mientras Dex detallaba el resto de la historia, contándole lo que el general había revelado durante sus últimos momentos.

Cómo Klaren de alguna manera había logrado hechizarlo durante los años en que había vivido en la finca Cortas como su prisionera. Cómo había quedado embarazada de su hijo, un hijo que él siempre temió que algún día heredara las extrañas habilidades de su madre. Un hijo en el que él nunca podría confiar, que nunca podría nombrar como su heredero.

Un hijo que era mitad xenpterano, o tal vez algo completamente distinto.

—Entonces, ¿Valen y Nor tienen algún tipo de habilidad de persuasión? —preguntó Andi mientras Lon terminaba de alisar el nuevo vendaje en su lugar.

—A juzgar por lo que sucedió durante el baile Ucatoria, diría definitivamente que sí —dijo Dex, y su expresión se ensombreció—. Le dispararon a toda esa gente… Pensé que estaban muertos, pero no sangraban. El salón debería de haber estado lleno de sangre, pero no había ni una gota. Y luego… —Dex se estremeció, como si reviviera el recuerdo en su mente—. Comenzaron a levantarse. Y cuando Valen les dijo que se inclinaran ante su reina, simplemente… lo hicieron. Sin dudarlo.

—¿Las chicas también? —susurró Andi.

Dex asintió bruscamente, y Andi desvió la mirada, con los ojos anegados. Respiró hondo, una vez, dos, conteniendo las lágrimas que amenazaban con derramarse.

Las lágrimas no salvarían a su tripulación. Eran una debilidad que no podía permitirse.

—Tenemos que volver —dijo—. Tenemos que liberarlos.

—No es tan simple —intervino Lon, sacudiendo la cabeza—. No tenemos idea de cómo los están controlando Nor y Valen. De cómo están controlando a todos. No podemos simplemente volar de regreso a Arcardius y confiar en la suerte. Necesitamos más información. Y un plan.

Quieren estar allí, Andi —agregó Dex, tomando una de las manos de ella entre las suyas—. O al menos, eso creen. Es probable que se resistan si intentamos alejarlas de Nor.

Ella no quería creer sus historias de esa noche. Pero tenían los rostros afligidos, como si no pudieran evadir la realidad, por más que desearan que no fuera cierto.

La idea de dejar a las chicas en las garras de Nor le rompía el corazón. Valen y la reina xenpterana podían estar torturándolas ahora mismo, o forzándolas a hacer las cosas más horribles. Pero Dex y Lon tenían razón: jamás podrían rescatar a su tripulación si morían en el proceso.

Andi apretó la mano de Dex y asintió con decisión.

—Entonces tenemos que encontrar una manera de liberar sus mentes y elaborar un plan para sacarlas de ahí.

—¿Y luego? —preguntó Lon.

Andi se permitió que una sonrisa gélida se extendiera por su rostro.

—Y entonces la Baronesa Sangrienta saldrá de cacería.