UNA AYUDA PARA PADRES Y EDUCADORES PARA GESTIONAR SITUACIONES DIFÍCILES Y COMPORTAMIENTOS DESAFIANTES
AUTORA: SUSAN PERROW
TRADUCCIÓN: TERESA BLANCO
©Ing Edicions S.L.
Av. Josep Tarradellas, 118, 1r B
08029 Barcelona
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Healing Stories for Challenging Behaviour copyright © 2008 Susan Perrow
Reprinted in 2011, 2012 and 2014 by Berforts Information Press Ltd, Oxford, UK.
© 1a edición en castellano: Ing Edicions 2016
© Texto: Susan Perrow
© Traducción: Teresa Blanco Mediavilla
Corrección: Georgina Escalante Sànchez
Dirección de arte: GlassCube
Asesora pedagógica: Àuria G. Galcerán
Maquetación: Susanna Pérez
El pescador, publicado con el permiso de la autora, Elisabeth Aoko; El antílope, la mariposa y el camaleón, publicado con el permiso de la autora Lucy Njuguna; La pluma del Lago, publicada con el permiso de la autora, Catherine Karu; La Historia de una Toalla, publicado con el permiso de la autora, Emily Stubbs; La Historia del Gusano de Seda y un Cuento para Simon, el Manto Azul del Cielo, publicados con el permiso de la autora, Susan Haris; Un Ovillo de Lana, publicado con el permiso de la autora, Jane Dolahenty; El Niño Estrella, publicado con el permiso de la autora, Alison Brooking; Alas Brillantes y Nunca-Tengo-Bastante, publicados con el permiso de la autora, Sandra Frain; El Árbol de los Monos, publicado con el permiso de la autora Jilly Norris. Téngase en cuenta, por favor, que todos los cuentos que han sido publicados previamente por Inmortal Book han experimentado ligeros cambios para esta edición, y se incluyen con el conocimiento de Inmortal Books.
Todos los derechos reservados para la versión castellana
1a edición: Marzo 2016
2a edición: Junio 2016
3a edición: Diciembre 2016
4a edición: Febrero 2018
5a edición: Septiembre 2019
ISBN ebook: 978-84-120293-2-1
Producción del ebook: booqlab.com
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni su transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
Dedicado
A todos los niños... en todas partes
A mis tres hijos, Kieren, Simon y Jamie, los cuales están profundamente relacionados con mi viaje a través del arte de contar cuentos.
A mi esposo, John, cuyo apoyo y amor ha sido y es mayor de lo que yo jamás hubiese podido imaginar.
A mis nietos, con los que espero compartir muchos cuentos.
A Nancy Mellon, Martin Large, Michael Moran y Matthew Barton, que reconocieron la luz de mi actividad de contar cuentos y me animaron y me ayudaron a escribir este libro.
A mi amiga, colega y mentora durante tanto tiempo, Susan Haris, que me enseñó a no decir nunca “no” a un reto.
A todos los niños, padres y maestros de Australia y de África que han inspirado mis escritos y que han cantado y bailado conmigo durante el camino.
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN:
LA LUZ SANADORA DE LOS CUENTOS
CÓMO USAR ESTE LIBRO
PRIMERA PARTE MI VIAJE A TRAVÉS DE LOS CUENTOS
I DE LAS CIRUELAS SECAS A LAS CIRUELAS JUGOSAS: ¿POR QUÉ USAR LOS CUENTOS?
La imaginación y los cuentos.
Alimento para el pensamiento imaginativo
Escepticismo y falta de seguridad.
Nacido para ser Rey
Lista de recelos y dudas.
II TEJIENDO CUENTOS EN EL TEJIDO DE LA FAMILIA
Los Brownies
Cuentos para el coche y nudos enredados.
Viajando a través del armario ropero.
El juego imaginativo y el pueblo de las hadas
Tradiciones familiares imaginativas
Poesía y creatividad
Botellas y burbujas
El Niño Nube consigue una victoria sanadora
III TEJIENDO CUENTOS EN LA ENSEÑANZA
La poesía conduce a la creación de cuentos
Del bosque al mar
Un cuento sobre el fuego para ayudar a superar un trauma
Un cuento sobre un caballo salvaje.
Cuentos sanadores sobre el medio ambiente
Agujas de punto y navajas de bolsillo
Narraciones del Doctor Cuento
Cómo inspirarse y escribir, cómo buscar y seleccionar
SEGUNDA PARTE CÓMO ESCRIBIR CUENTOS SANADORES
IV LOS “CUENTOS” Y EL “COMPORTAMIENTO”
¿Qué es un cuento?
Algunas metáforas para “el cuento”
¿Qué es un cuento terapéutico?
¿Qué es la conducta o el comportamiento?
Contexto y relaciones
Cómo evaluar la influencia de los adultos en el comportamiento de los niños
Cómo identificar conductas “desafiantes”
Cómo describir comportamientos desafiantes específicos
Etiquetas y categorías
Del desequilibrio al equilibrio
Descripción de conductas desafiantes
Descripción de conductas deseables
Cómo transformar un comportamiento “desafiante” en un comportamiento “deseable” por medio de los cuentos
Tabla 1 Análisis de cuentos sanadores. Tipos generales de conductas
Tabla 2 Análisis de cuentos sanadores. Situaciones concretas
El tejido de la disciplina
V UN MODELO PARA ESCRIBIR CUENTOS
Metáfora, imagen
Claves para escoger metáforas.
Metáforas o imágenes para la creación de cuentos.
Metáforas o semillas de cuentos
El viaje o desarrollo
Resolución
Cómo analizar los cuentos sanadores
Trabajando con la intención de “ayudar”
Cuadro 1: Cómo analizar los cuentos terapéuticos – Tipos generales de comportamientos. (Ejercicio para completar)
Cuadro 2: Cómo analizar los cuentos terapéuticos - Situaciones específicas. (Ejercicio para completar)
Cuadro 3: Construcción de historias terapéuticas. (Ejercicio para completar)
El valor de los accesorios
Cómo centrarse en casos específicos
Cómo adaptar los cuentos a diferentes situaciones
Repetición, ritmo y rima
Finales felices y llenos de esperanza
VI CUENTOS DIFERENTES PARA EDADES DIFERENTES
Rimas que son cuentos y cuentos con rimas
Relatos de la naturaleza y cuentos cotidianos
Cuentos populares y cuentos de hadas, y el desarrollo de la fantasía
VII VERDAD Y MORALIDAD
¿Es verdad?
Estudio de la naturaleza
Trolas, mentiras y “cuentos chinos”
Los concursos de contar mentiras y el sentido del humor
¿Moral o moralizante?
VIII EJERCICIOS PARA CREAR CUENTOS
Los hermanos canguros
Los dos pichones
La señora mesa y los niños sillas
TERCERA PARTE CUENTOS PARA CONDUCTAS DESAFIANTES
IX EL ABURRIMIENTO O LA QUEJA
El babuino aburrido
La ballena quejica
La cama que crujía
La manzana estrella
El secreto de la Pascua
X LA MENTIRA O EL DISIMULO
Las palomas y la hiena
El dingo tramposo
Anansi y la estatua
Akimba y la vaca mágica
Cereza roja
XI LA FALTA DE RESPETO, EL DESCUIDO O LA DESTRUCCIÓN
Las botas de Tembe
La navaja de bolsillo y el castillo
Poema de Un ovillo de lana
La niña que amaba las flores
La abuela y el burrito gris
La anciana y las hormigas
XII LA AVARICIA, LA INCAPACIDAD DE COMPARTIR
El Jardín de luz, un cuento de hadas medioambiental
La zarigüeya avariciosa
El pez mágico
Los cuentos del codicioso Anansi
Anansi y su reflejo
La codicia pierde a Anansi
Anansi y los pájaros
El hada Frangipani
XIII IRRITANTE, IMPACIENTE
El pelícano pelma
La cebra impaciente
XIV COMPORTAMIENTO PEREZOSO
Los tres hermanos tejedores
El pescador
XV RUIDOSO, ALBOROTADOR
El cuento de Los duendes ruidosos
Nunca-tengo-bastante
El jardín de los pájaros
XVI PELLIZCAR, PEGAR O PELEARSE
El cangrejo gruñón
La uña enorme
Jeremy y los palillos mágicos
La reina hermosa
Una bolsa de clavos
XVII TIMIDEZ O INTROVERSIÓN
Un niño se fue a navegar
La fresa tímida y la frambuesa silvestre
La calabaza de Munchkin
La burbuja más pequeña
XVIII BURLAS O INTIMIDACIÓN
Princesa luz
La pluma del lago
El cazador invisible
La historia de Rhodopese
Cómo consiguió el escarabajo sus colores.
Los tres cabritillos
El camión rojo
XIX FALTA DE COLABORACIÓN
La historia de una toalla
Las palomas y el cazador
Benjie y el nabo
XX SALVAJE O INQUIETO
El inquieto caballo rojo
El caracol y la calabaza
El hombrecito estrella de hierbas
Jaden y los huevos
CUARTA PARTE CUENTOS PARA SITUACIONES DESAFIANTES
XXI CAMBIO O TRANSICIÓN
Nada nuevo
La historia de un camaleón
La granjera todo en orden
La pequeña concha
XXII ES HORA DE RECOGER
El osito ordenado
La pequeña escoba de paja
XXIII MIEDOS O PESADILLAS
El Jardín de Dios
El antílope, la mariposa y el camaleón
Los duendes y el zapatero
El manto azul del cielo
Mamá coneja y el incendio en el bosque
Nacido para ser rey
XXIV ENFERMEDAD, DUELO, MUERTE
La historia del gusano de seda
Vuela, águila, vuela
El arroyo, el desierto, el viento
La rana y el cubo de nata
La niñita de arcilla
Una muñeca para Sylvia
Alas brillantes
XXV LLEGA UN BEBÉ AL HOGAR
El palito mágico
El niño del agua
XXVI ANSIEDAD POR LA SEPARACIÓN
El árbol de los monos
Madre Luna
El osito koala
QUINTA PARTE EL ARTE DE CONTAR CUENTOS
XXVII CONTAR CUENTOS Y LEER CUENTOS
Contar cuentos
Leer cuentos
Técnicas y rituales para contar cuentos
XXVIII CONSIDERACIONES MULTICULTURALES
Sensibilidad cultural
La Naturaleza sanadora de los relatos multiculturales
Diferentes rituales para un cuento en culturas diferentes
XXIX CUENTOS PARA DIFERENTES AUDIENCIAS Y PARA DISTINTAS OCASIONES
Polaridades en los cuentos
Audiencia y lugar de encuentro
Audiencia de edades mezcladas
Narración improvisada
XXX IDEAS PARA ACCESORIOS Y PRESENTACIONES
¿Por qué usar accesorios?
Usarlos o no usarlos
Manejabilidad de los accesorios
Diferentes tipos de accesorios para el mismo cuento
XXXI ORIENTACIONES PARA EVALUAR LA NARRACIÓN
XXXII CONCLUSIÓN: UN CUENTO AL DÍA
La canción de Lindelwe
ALGUNAS PÁGINAS WEB
El arte de contar cuentos empezó su extraordinario resurgir en todo el mundo como réplica a las continuas oleadas de invenciones electrónicas. Como nuestra capacidad de escuchar y de hablar se había visto menguada por un conjunto de dispositivos mecánicos, se despertó en nosotros el anhelo de una comunicación más directa y saludable. Para contrarrestar el efecto de los teléfonos móviles, los ordenadores y los mensajes de texto, los cuentacuentos empezaron a reunirse para redescubrir este arte olvidado. Desde los inicios del siglo XXI, decenas de miles de personas escucharon esta llamada: “Conviértete en cuentacuentos, sé consciente del aquí y el ahora, respira, siente el calor de tu corazón, afina tu imaginación, recupera la voz que resuena a través de tu cuerpo y de tu alma.”
Ahora, como los televisores, casi de tamaño real, reinan en los hogares -cocinas, comedores- e incluso salas de espera, y los textos escritos se amontonan en los rincones de la casa sin que nadie los lea, los círculos de cuentacuentos se reúnen por todo el mundo para experimentar otra forma de comunicación. Cada vez más padres, abuelos, maestros y líderes de comunidades buscan y reclaman su derecho natural a convertirse en cuentacuentos. A medida que redescubren y amplían sus frases y las hacen completas, siguen líneas argumentales y dan giros elocuentes, fluye de corazón a corazón el calor tan necesario en los hogares, en las escuelas y en toda clase de lugares de encuentro.
Además de ser un animador y un artista, el cuentacuentos puede ofrecer sanación. Desde tiempos inmemoriales, los caminos del cuentacuentos y del curandero o sanador se han entretejido. Incluso un cuento inspirado en un minuto puede ayudar a cambiar a mejor, tanto al que lo cuenta, como al que lo escucha. Se despierta un impulso chamánico a medida que los cuentacuentos descubren que la imaginación tiene infinitos recursos para describir toda clase de problemas y poner de manifiesto la sabiduría transformadora que se había obviado.
Al comienzo del nuevo siglo, un grupo de trabajadores sociales, educadores y terapeutas visionarios decidieron contactar y ver quién más estaba utilizando el arte de contar cuentos como medicina preventiva y para favorecer la salud. La respuesta fue clamorosa. Muchas personas que trabajaban con los cuentos en todos los ámbitos de la vida dieron un paso adelante. Se constituyeron alianzas y se organizaron congresos. Hoy, a una Alianza internacional de Cuentos Sanadores muy bien organizada y con sede en los Estados Unidos, se le unen Alianzas del Reino Unido, Suecia, Australia y de otros muchos países de todo el mundo para apoyar una tradición oral que devuelve la alegría y el valor a la palabra hablada.
Como parte de este creciente movimiento, fui invitada a Australia por primera vez en 2006 para dar un curso sobre la investigación de los efectos de los cuentos en el cuerpo y en el alma. Mi viaje me llevó inesperadamente a Byron Bay, donde la autora de este libro, me invitó a quedarme en su casa. Modestamente, Susan Perrow empezó a compartir conmigo sus muy extensos logros como cuentacuentos y maestra. A medida que sus experiencias y descubrimientos con los cuentos salían a luz poco a poco de cajones y cuadernos, yo me emocionaba al descubrir de qué forma tan brillante había ella respondido durante años a la llamada de los cuentos como sanación. El libro que están a punto de leer nació de la convicción que surgió entre nosotras en ese encuentro.
Después de muchos meses de sólido trabajo, las sugestivas aventuras de Susan Perrow con el arte de contar cuentos se han convertido en este libro inspirador. Confío en que su sabiduría, su imaginación y su generosidad enciendan la alegría y el poder sanador de los cuentos en ustedes. Ojalá estas páginas les animen a hablar con palabras sanadoras que ayuden a florecer tanto a niños como a adultos.
Nancy Mellon, autora de Contar cuentos a los niños
Cuando experimenté por primera vez el poder de los cuentos para sanar un comportamiento desafiante (tanto con mis hijos como con los de otras personas) sentí como si un rayo de luz hubiese iluminado la oscuridad.
Con el paso del tiempo, como madre y como maestra siempre regresaba y cada vez con más frecuencia, a estos “cuentos luminosos” que son los cuentos y al mismo tiempo comencé a entretejer cuentos de la sabiduría de otras culturas con mis propios cuentos.
Muchos años después, mientras trabajaba como formadora de maestros en África, descubrí una hermosa palabra Kiswahili, que expresaba aquella experiencia iluminadora: “ANGAZA”- “iluminar”...
“Hadithi kwa Kuangaza usiku”
“Historias para iluminar la noche”
El motivo de este libro es doble: compartir estos “cuentos luminosos” con ustedes y ayudarles a crear sus propios cuentos sanadores. Los siguientes capítulos ofrecen posibilidades imaginativas para transformar situaciones y comportamientos problemáticos, trabajando con cuentos modernos y tradicionales; y proporcionan a maestros, padres, cuidadores y terapeutas una serie de pautas para crear cuentos apropiados para comportamientos desafiantes.
Se incluyen ochenta cuentos organizados en diferentes categorías para facilitar su uso. Se puede trabajar con ellos directamente, adaptarlos o usarlos como modelo para crear los propios cuentos.
Cada uno va precedido de unas breves notas, con una guía de edades y sugerencias para su uso.
Las categorías abarcan muchas clases de conductas complejas, desde la mentira y la pereza, a la provocación y la intimidación; situaciones cotidianas como “el momento de recoger”; experiencias como “cambio de casa” o problemas como “ansiedad por separación”, “miedos y pesadillas” o “enfermedad y duelo”.
“Es fácil olvidar lo misteriosos y poderosos que son los cuentos. Hacen su trabajo en silencio, de forma no visible. Trabajan con todo el contenido de la mente y del yo. Se convierten en parte de uno mismo mientras nos cambian”.
Ben Okri
Las historias seleccionadas son apropiadas para edades entre los tres y los ocho años. Sin embargo, los cuentos suelen salirse de los encasillamientos en que los colocamos. A veces un cuento escrito para un niño puede tener un efecto transformador en un adolescente o en un adulto. En el libro hay ejemplos de ello.
Si se sienten inspirados para escribir sus propios cuentos sanadores, el libro les proporciona una guía de trabajo con tres partes: Metáfora, Viaje y Resolución. Teniendo en cuenta el significado de sanar - recuperar el equilibrio, la salud - los cuentos sanadores para conductas o situaciones conflictivas, se presentan como historias que ayudan a restablecer el equilibrio, allí donde la conducta está, de alguna forma, desequilibrada.
En esta guía, las imágenes o metáforas ayudan a crear la conexión imaginativa para quienes escuchan, incorporando tanto la situación negativa y desequilibrada, como la positiva y armoniosa.
El viaje crea la tensión a medida que el cuento se desarrolla, llevando el argumento al comportamiento desequilibrado y luego a una resolución positiva que no pretende provocar un sentimiento de culpa.
Junto a esta propuesta de trabajo, el libro tiene capítulos con cuentos apropiados para distintas edades, con perspectivas multiculturales, propuestas y ayudas para la presentación y guías para contarlos. Confío en que con la ayuda de estas secciones, se animen a escribir sus propios cuentos y así se mantenga y se desarrolle la antigua costumbre de narrar cuentos.
En muchas culturas tradicionales, a lo largo de la historia de la humanidad, los sabios ancianos han elaborado de forma natural imágenes y cuentos en su papel de mentores y guías de los niños en sus tribus y comunidades. Con el uso de estos cuentos para guiar y proponer comportamientos, han utilizado la realidad imaginativa de los niños y han logrado invocar en ellos caminos positivos y de reafirmación. El libro anima a este uso de la imagen y del cuento.
Mi consejo para los lectores es que comiencen por el principio y, sin analizar o cuestionar demasiado, les invito a sumergirse simplemente y seguir mi viaje biográfico a través del cuento. He incluido muchas anécdotas personales, con la esperanza de despertar su interés. Luego quizá quieran pasar a las secciones tercera y cuarta y leer algunos cuentos para diferentes clases de conductas.
Cuando sientan el deseo de emprender la creación de este tipo de cuentos y experimentar cómo hacerlo por sí mismos, vuelvan a la sección segunda para encontrar ayuda sobre “Cómo escribir cuentos sanadores”. Finalmente, cuando estén preparados para contar un cuento, vayan a la última sección para buscar consejos y orientación en “El arte de contar cuentos”.
No he intentado separar los recursos en secciones para padres, maestros o terapeutas, porque creo que se superponen. Una madre o un padre puede conseguir ideas para poner orden en casa a partir de un cuento creado por una maestra o un maestro, para superar la falta de cooperación a la hora de recoger en la escuela; una maestra o un maestro podría inspirarse en un cuento escrito por una madre o un padre para hacer frente a la mentira en la familia; una terapeuta o un terapeuta podría tanto proporcionar, como aprender nuevas ideas e imágenes de situaciones en el hogar y en la escuela.
“Haz sonar las campanas que todavía pueden repicar; olvídate de la ofrenda perfecta. Hay una grieta, una grieta en todas las cosas, así es como entra la luz”
Leonard Cohen
Pero recuerden que los cuentos no son píldoras mágicas con poderes para solucionar o sanar todas las dificultades y desafíos. Tampoco puede haber una lista de cuentos para cada situación. Los comportamientos tienen que ver con las relaciones y con el contexto. Raramente se pueden considerar aisladamente. Cada niño vive y se desarrolla en una compleja red de relaciones y entornos: la familia, la escuela, la comunidad y la sociedad global. Es usted, lectora o lector, quien está en contacto directo con las relaciones, con el entorno y las características individuales de los niños, sean sus hijos o sus alumnos; usted está en la mejor situación para crear cuentos para necesidades individuales.
Si este libro consigue su objetivo principal y le inspira para crear cuentos sanadores para los niños, no se quede bloqueado temiendo no conseguir la perfección. Sus cuentos pueden tener grietas, pero, citando a Leonard Cohen, “Así es como entra la luz”. Lo importante es darles una oportunidad. La luz que se adentra a través de las grietas puede ser su mejor maestra.
“Cuentos Sanadores” es la culminación de muchos años de práctica, muchos años de “dar una oportunidad” a los cuentos. Recopilar estas páginas ha supuesto un esfuerzo y un placer. La parte teórica me ha costado mucho esfuerzo. Los propios cuentos que abarcan más de treinta años de crianza de mis hijos, de enseñanza y orientación, han fluido con más facilidad.
Tras décadas organizando talleres y seminarios de cuentacuentos, mi experiencia es que nuestro “cuentacuentos interior” está buscando siempre la manera de desarrollarse y brillar. Este libro es una contribución al resurgir universal del cuento en la familia, en la escuela y en la vida de la comunidad. Confío en que encuentren tesoros en estas páginas que ayuden a distinguir la luz sanadora de los cuentos a los niños a su cuidado.
Susan Perrow -2007
Una madre llevó a su hijo de nueve años, que ella consideraba niño prodigio, ante Albert Einstein y le preguntó cómo podía potenciar su capacidad para las matemáticas. Einstein respondió: “Cuéntele cuentos”. La madre insistió en preguntarle sobre las matemáticas y Einstein dijo: “Cuéntele cuentos si quiere que sea inteligente y cuéntele más cuentos si quiere que sea sabio”.
La primera vez que leí sobre las opiniones de Einstein sobre los cuentos y la imaginación, yo estaba estudiando para ser maestra en los años 70. Como mi asignatura favorita era la de matemáticas, me sentí atraída por sus escritos y estaba intrigada, quería comprender por qué, un genio como él, colocaba el “pensamiento imaginativo” por encima del “conocimiento”. Él explicaba que el conocimiento se limita a lo que sabemos y entendemos en el presente, mientras que la imaginación puede extenderse a todo aquello que habremos de saber y comprender a lo largo de nuestra vida. Según él, la imaginación estimula el progreso. Los grandes inventos, decía, requieren una mente imaginativa.
Esto supuso una concepción nueva y creó en mí la primera relación entre los cuentos, el pensamiento imaginativo y la educación. Tras conseguir mi título de maestra, a los veinticuatro años, empecé a trabajar. A los seis meses tuve mi primera experiencia del poder de los cuentos en la imaginación de los niños.
Estaba trabajando como ayudante en un Jardín de Infancia de Sydney, Australia. En las semanas previas a la Navidad, la maestra decidió usar un cuento de la Suite del Cascanueces en su tema de Navidad. Preparó una visita de “El Hada del Ciruelo de Azúcar” a la clase. Como necesitaba a alguien que se disfrazara de hada, me convenció para que asumiera el papel. Recuerdo que al principio me reí de esta idea, pensando que los niños me reconocerían y que eso echaría a perder el ambiente mágico.
El día de la fiesta desaparecí de la clase durante el recreo, fui a la habitación del material y me puse el disfraz de hada. Llevaba la combinación de satén blanco del traje de boda de mi madre, una varita con una estrella dorada en una mano y en la otra una cesta llena de “ciruelas dulces” (frutos secos y ciruelas pasas envueltas en celofán rojo).
Mientras tanto la maestra había colocado a los 25 niños a su alrededor, y en el momento acordado entré yo, danzando, en el círculo. Los niños se quedaron maravillados. Mientras la maestra tocaba una melodía del cuento, yo repartía una ciruela dulce a cada niño. Entonces uno de los niños mayores (acababa de cumplir los seis años) extendió el brazo y tocó mi vestido, diciendo con los ojos muy abiertos:
“¡Nunca antes había tocado
a un hada de verdad!”
Después de ponerme de nuevo mi ropa normal, aparecí en el jardín donde los niños estaban jugando. Algunos todavía tenían en la mano, cuidadosamente, sus “ciruelas dulces”, no querían abrirlas hasta que llegasen sus padres. Otros las estaban comiendo despacio y disfrutándolas. Cuando me vieron, gritaron:
“Susan, ¿dónde has estado? ¡Te has
perdido El Hada del Ciruelo de Azúcar!”
Esto me generó muchas preguntas. Y así, cuando con el paso de los años me convertí en madre, mis observaciones del ascendiente de los cuentos en la imaginación de los niños, me llevaron a seguir investigando.
Para comprender la amplitud y la profundidad de la imaginación de un niño, me fijé primero en la diferencia entre el conocimiento en un niño y en un adulto. Yo había estudiado el desarrollo infantil y había comprendido que un niño no es un adulto en miniatura. A partir de la observación directa de mis tres hijos y de mis alumnos, podría decir que hay todo un mundo de diferencias entre ellos y nosotros. Las diferencias afectivas, sociales y cognitivas se explican lógicamente por la maduración y el desarrollo.
Pero ¿y la imaginación? A diferencia de la mayoría de las cualidades humanas, su potencial, que comienza vasto y maravilloso, luego se reduce. Recuerdo cómo, en mi temprana infancia, la imaginación podía llevarme hasta las nubes (que a veces se convertían en caballos, o en delfines, o en dragones); o podía transportarme sobre las colinas, más allá de nuestra ciudad (podía imaginarme que seguía los raíles del tren que pasaban junto a nuestra casa, y que era transportada por el vasto mundo viviendo toda clase de aventuras). Este poder hacía, incluso, que me sintiera acogida en la temblorosa y palpitante vida de las plantas, de las flores y de los insectos de nuestro jardín. Si vuelvo a aquellos años, recuerdo el sentimiento de que todo era posible y alcanzable- “¡Yo era el mundo y el mundo era yo! Posteriormente, en esos años llamados de “crecimiento y desarrollo”, me convertí en una persona joven que tenía la imaginación limitada y bajo control y que necesitaba esforzarse para recuperar su pensamiento imaginativo. Muchos de mis amigos adultos han tenido una experiencia similar. ¿Cómo se puede explicar esto?
Mi búsqueda de una respuesta ha durado muchos años. No la he encontrado en textos de psicología sobre la educación o sobre el desarrollo infantil, sino en las obras imaginativas de los poetas.
Las primeras sensaciones que me conmovieron profundamente vinieron de la Oda “Insinuaciones de Inmortalidad por recuerdos de la temprana niñez” de William Wordsworth. En este poema capta de manera muy hermosa el viaje de un niño desde los mundos etéreos del espíritu hasta el nacimiento, luego a través de la infancia y de la adolescencia, y finalmente la llegada a la edad adulta.
Oda “Insinuaciones de Inmortalidad por recuerdos de la temprana niñez” de William Wordsworth
Nuestro nacimiento no es más
que un dormir y un olvidar,
El alma que se eleva con nosotros,
la Estrella de nuestra vida,
Ha tenido su origen en otro
lugar y viene de muy lejos,
No viene en total olvido,
Ni totalmente desnuda.
Arrastrando nubes de gloria
Venimos de Dios, que es nuestro hogar.
¡El Cielo se extiende sobre nosotros
en nuestra infancia!
Las sombras de una casa-prisión se ciernen
Sobre el Niño que crece,
Pero él contempla la luz y también
Ve, en su alegría, de dónde fluye.
El Joven, que cada día debe
viajar más allá del este
Todavía es Sacerdote de la Naturaleza,
Y es acompañado en su camino
Por una visión espléndida.
Al fin, el hombre siente cómo muere
Y se extingue en la luz del cotidiano día.
Este poema me ha ayudado a formarme una imagen más holística de la conciencia del niño. En lugar de tratarse simplemente de un desarrollo de la infancia hacia el estado adulto, hay también una pérdida.
A menudo he sentido que “el Cielo se extiende sobre nosotros” como en nuestra infancia, cuando contemplamos a un niño dormido – una experiencia de presencia angélica, un sentido de lo divino-. Pero estas “nubes de gloria” se desvanecen y, como se lamenta Wordsworth: “Las sombras de una casa-prisión se ciernen / sobre el niño que crece” hasta que finalmente la visión espléndida “se extingue en la luz del cotidiano día.”
Me preguntaba si podría haber una forma de preservar esta apertura o conexión vibrante frente al desvanecimiento y la desaparición.
Me he hecho esta pregunta durante largo tiempo. Y, recientemente, he hecho un afortunado descubrimiento que me ha animado mucho en mi actividad de cuentacuentos. En su libro “Materia, Imaginación y Espíritu”, Owen Barfield, como Wordsworth, describe dos realidades: la espiritual y la física, lo escondido y lo cotidiano. Pero, sugiere, que en vez de abandonarnos como adultos a esta dicotomía, se puede buscar un puente entre ambas realidades, una forma de viajar de una a otra. Este puente o conexión entre materia y espíritu es la imaginación, bellamente descrita por Barfield como un puente-arco iris de actividad imaginativa. Sin duda hay otras formas de construir este puente (con la oración, con la meditación, con la música) pero la idea de un puente a través de la imaginación me sonó a música celestial.
Estas poéticas iluminaciones me ayudaron a entender por qué las historias y los cuentos de hadas hablan con tanta claridad a los niños, que están aún en una fase más soñadora, abiertos a ambas realidades: la física y la más sutil, la espiritual. ¿Pueden las verdades contenidas en el rico reino de los cuentos llegar a los niños más directamente y de forma más acorde con sus capacidades imaginativas innatas? Como adultos, a pesar de que hayamos tenido una educación rica en cuentos o de que tengamos dones imaginativos y creativos, parece que tenemos que esforzarnos para reconstruir nuestra capacidad imaginativa.
Hubo alguien que preguntó a uno de mis hijos, que en ese momento tenía seis años, por qué le gustaban los cuentos. Él respondió: “Porque piensan sobre lo que yo pienso”. Esta sabiduría infantil me ayudó a crear otro vínculo en mi camino de comprensión: para un niño el mundo imaginativo y espiritual puede ser tan real como el físico y cotidiano. Los niños parecen tener la habilidad de cruzar una y otra vez ese puente, como las mariposas. La mayoría de los adultos, por el contrario, tenemos grandes dificultades para dar pequeños pasos de un reino a otro, como las pesadas orugas.
Una profesora ya muy anciana me dijo una vez que el viaje de un cuentacuentos es una “búsqueda espiritual”. Cuando escuché esto por primera vez me pregunté cuál sería la relación entre el contar cuentos y la espiritualidad. Ahora comprendo por qué ella lo creía así. Los cuentos alimentan nuestra imaginación y al hacerlo nos ayudan a nosotros, adultos, a desprendernos de nuestra piel de oruga, a transformarnos en mariposas y a explorar los jardines de la realidad oculta.
Una vez, un médico joven asistió a un curso de cuentacuentos que yo impartía. En la primera sesión, cuando le llegó el turno de decir por qué se había apuntado, explicó al grupo que había estudiado medicina durante seis años en la universidad. Como resultado sentía que su mente se había quedado, en sus propias palabras, “como una ciruela pasa”. Esperaba que el curso le pudiera ayudar a tener de nuevo ”una jugosa ciruela dulce”, como recordaba que había sido en su infancia. Unas pocas semanas después, empezando con una sencilla historia de la vida de una zanahoria (con semillas de zanahorias y una zanahoria de verdad como materiales para el cuento), consiguió contar y escribir cuentos llenos de imaginación. Actualmente, este médico tiene fama de ser estupendo con los niños. Tiene una “bolsa de cuentos” en su consulta y para ayudar a relajarse a sus jóvenes pacientes saca de ella un pequeño objeto (una rana de papel, una muñequita, una piedra reluciente...) y les cuenta un cuento. Así suavemente hace que sea más fácil para el niño el reconocimiento o el pinchazo.
En nuestras ajetreadas vidas de adultos es fácil que nuestra imaginación se seque, como pasa con los músculos, puede atrofiarse por falta de uso y puede que necesite ejercicio para recuperarse de nuevo. Mi educación secundaria estuvo enfocada hacia las ciencias y el pensamiento racional y, en paralelo, mi imaginación en modo decreciente, raramente fue deslumbrada por mis profesores. Como persona adulta, ahora, alimento mi imaginación a través de la lectura y escribiendo poesía y cuentos. A los estudiantes que se matriculan en mis cursos de Cuentacuentos en la Universidad Southern Cross, en Australia, les aconsejo leer un cuento infantil cada día del trimestre.
Si siente su imaginación como una “ciruela pasa”, le sugiero que comience por seleccionar diez cuentos de este libro y que lea uno cada día. A pesar de que están escritos básicamente para niños, puede que sienta que las imágenes y los viajes imaginativos pueden alimentar su alma de adulto. Si le parece provechoso, le sugiero que continúe leyendo cuentos, ya sean para niños o para adultos. Las novelas de fantasía como “El Señor de los Anillos” de J. R.R. Tolkien, son otra estupenda fuente de alimento para la imaginación. También puede ayudar el participar en cursos de cuentacuentos o de escritura, y asistir a sesiones de cuentacuentos.
El mundo de la naturaleza también puede ser una maravillosa fuente de inspiración. Cuando busco ideas para un cuento, me doy cuenta de que algunas de mis mejores ideas provienen del mundo de la naturaleza. Caminar por entre los arbustos o por la playa, sentarse en el parque o en el jardín, estas experiencias han alimentado mi imaginación siempre que he sentido “el bloqueo del escritor”. Incluso sin salir de casa, he descubierto que al mirar por la ventana una rama de un árbol, con las formas de su corteza, con los brotes de las hojas y las gotas de lluvia plateadas, me inspira, para crear un cuento.
La naturaleza tiene la capacidad de relajarnos y limpiarnos, de fortalecernos y nutrirnos, y de hecho, de conectarnos con nosotros mismos. Especialmente cuando escribo cuentos para niños pequeños, siento que necesito bañarme en la maravilla y en la belleza de la naturaleza, como base para mantenerme abierta a la maravilla y a la belleza de la vida.
Una barrera muy común en los adultos que dificulta el desarrollo de un pensamiento imaginativo, suele ser el escepticismo sobre la transcendencia de los cuentos en la vida moderna. Cuando me dirigí al Decano de Investigación para solicitar una beca para un proyecto de investigación sobre la Narración de Cuentos, su primera reacción fue reírse de mí; pero luego me desafió a demostrar que era un verdadero tema de investigación. Varios años más tarde fue una satisfacción para mí, el momento en que él mismo me estrechó la mano en mi graduación. Su escepticismo se había transformado lentamente en verdadero interés y la Universidad pronto añadió la Narración de Cuentos a su lista de asignaturas.
En mis cursos encuentro básicamente escepticismo. En una ocasión una psicóloga que también era madre y asistía a un curso, pidió compartir una experiencia vivida recientemente con el grupo. Nos explicó lo ridículo que le había parecido, al principio, todo esto de los cuentos y la imaginación y que, como estudiante de ciencias, había decidido hacer una “prueba empírica”. La semana anterior había estado en el parque con sus hijos. Cerca de los columpios había observado a una abuela discutiendo acaloradamente con su nietecita. La abuela quería ponerle el cinturón de seguridad del columpio y la niña se negaba. Así que la abuela se negaba a empujar el columpio y la niña lloraba sentada en él. La abuela le decía que si no se ponía el cinturón, podría caerse, romperse un brazo y acabar en el hospital y que su madre se enfadaría mucho.
La escéptica madre tuvo una idea creativa inusual mientras buscaba una forma de actuar imaginativa y apropiada. Preguntó a la abuela si podía ayudar. La respuesta fue afirmativa, así que miró a la niñita y le dijo: “¿Sabías que este columpio tiene una cinta mágica y que si te la atas te conviertes en una princesa y te columpia muy alto? ¿Quieres que te la ate?”. La niña dejó de llorar, la miró con los ojos muy abiertos y asintió. Así que la sorprendida, pero ya nada escéptica madre, le puso el cinturón de seguridad, la abuela comenzó a columpiar a su nieta y el enfrentamiento desapareció.
A menudo el escepticismo va acompañado de la falta de confianza en la propia capacidad creativa. Un padre había estado luchando para enseñar a su hijo de cuatro años a hacer pis “recto” dentro de la taza del váter y no por encima ni a los lados. Después de una sesión sobre el poder creativo de la imagen trató de utilizar, simplemente, la palabra “cascada” (en vez de la palabra abstracta “recto”) El padre contó que el niño aceptó inmediatamente el reto de hacer una cascada en el cuarto de baño, cada vez que tuviese que ir. El padre se quedó asombrado del resultado de cambiar una sola palabra y muy orgulloso de lo que él llamaba “el primer logro de su creatividad”. A partir de este sencillo juego con la imagen, el padre empezó a crear cuentos para contárselos a sus hijos a la hora de ir a la cama. Más adelante habló de la relación tan positiva que se creó por este motivo, además de la mejora de su creatividad.
La mayor parte de los maestros y terapeutas que asisten a mis talleres para crear cuentos responden con un rotundo “no” cuando les pregunto si creen que podrían escribir un cuento antes de que acabe el día. Tras tres a cuatro horas más tarde, con su imaginación “empapada” ya, por los ejemplos de muchos cuentos y con un marco que guía sus ideas, se sorprenden de los resultados positivos que consiguen.
Incluso los maestros africanos, nacidos y criados en una cultura en que la narración está tan presente, con frecuencia muestran esta falta de confianza. El enfoque de mi Proyecto de Investigación, se centraba en esto: ¿Cómo podría yo, como cuentacuentos sin un bagaje cultural narrativo, encontrar la forma de ayudar a los maestros africanos, a despertar las capacidades de su cultura de “contar cuentos”? Una de las formas fue animarles a debatir y a activar los recuerdos a través del poder del propio cuento. En uno de los módulos de formación en Ciudad del Cabo, después de intentar que surgiera un debate, decidí contar una historia sencilla sobre un árbol que una vez había sido alto y saludable y que tenía raíces fuertes; pero que luego, por falta de cuidados, se quedó atrofiado y débil, y perdió sus hojas. Estas imágenes ayudaron a los participantes a evocar los recuerdos infantiles de su propio “árbol de los cuentos”. Esto animó a una mujer mayor a sentarse en el suelo y mostrar cómo su abuela solía tocar el “uhardi” (a la hora del cuento un instrumento musical de cuerda hecho con una calabaza seca).
A partir de este comienzo, los recuerdos y los cuentos empezaron a fluir y fue fácil construir una imagen del “árbol de los cuentos” actual y de las posibilidades para su futuro. El cuento y la sencilla imagen del árbol inspiró a aquella mujer. La sesión siguiente fue mucho más fructífera que la anterior, en la que yo había pedido que recordaran cosas de su infancia y nadie quiso, o nadie se atrevió a hablar. Esta conversación (que terminó ocupando dos sesiones) ayudó al grupo a reconciliarse con la cultura de narración de su pasado; algunas habilidades narrativas, especialmente en la mujer mayor, fueron recuperadas y se generó un futuro de entusiasmo por contar cuentos, tanto de la propia cultura como de otras culturas.
Otro caso sucedió cuando pedí a un grupo con más experiencia que escribieran y presentaran un cuento propio. Sólo tres, de las diez mujeres, trajeron la tarea hecha. Las demás caminaban con la cabeza baja y muy alteradas. “Es demasiado difícil, Susan, no podemos hacerlo” se quejaban. Yo coloqué una silla delante de la clase, me senté y compartí uno de mis cuentos para romper el hielo. Luego las tres personas que habían escrito sus cuentos, los compartieron, con pequeñas indicaciones mías como ayuda. Cuando terminaron, el ambiente en la clase había cambiado completamente. Las tres narradoras se sentían muy satisfechas de sí mismas. Luego dos más se sentaron en la silla de los cuentos y contaron los que habían creado sobre la marcha. Estaban convencidas de que la silla tenía un poder especial y la adornamos juntas con cintas de colores. La semana siguiente las otras cinco personas insistieron en sentarse en la silla especial y contaron cuentos tradicionales maravillosos.
Un ejemplo personal de cómo llegué a dudar de mí misma, fue una experiencia que supuso un reto para mi capacidad como “narradora curativa”. En mi primera visita al África Oriental trabajé para un centro de formación pedagógica global. Mientras tenía lugar el módulo de narración de cuentos en Nairobi, una joven madre keniana me pidió ayuda para su hijo que había sufrido abuso sexual por parte de su niñera cuando tenía tres años. El niño había resultado contagiado por una enfermedad de trasmisión sexual a causa de este abuso. Durante varios meses, mientras la medicación empezaba a surtir efecto, el orinar había sido muy doloroso para él. Cuando conocí a la madre, el niño tenía seis años, la enfermedad estaba curada a nivel físico, pero emocionalmente el miedo al dolor permanecía. Necesitaba ayuda continuamente para ser capaz de ir al baño, su madre tenía que sentarse con él, cantarle y leerle hasta que podía relajarse lo suficiente.
Ahora que su hijo iba a empezar a ir a la escuela, la madre buscaba desesperadamente algo que pudiera ayudarle a superar sus miedos. Se preguntaba si un cuento podría hacerlo.
Esta pregunta me produjo una crisis de inseguridad, ya que había estado enseñando sobre el poder “curativo” de los cuentos y todavía no había tenido que trabajar con ninguna situación como ésta, tan desafiante. Por supuesto, quería ayudar si era posible, pero me preguntaba si yo tendría la capacidad y la comprensión para semejante tarea. Después de todo, no tenía formación en psicología. Pero decidí intentarlo. Las noches siguientes no dormí demasiado, ¿estarían preparados los escritores de cuentos para que estos surgieran a media noche? Lo primero que pedí fue conocer al niño. La madre llegó con su hijo, un niño guapo, alto, de caminar erguido, de piel oscura. Cuando le vi pensé que parecía un joven príncipe. Confiando en mi intuición, le dije a la madre (sin que el niño lo oyese) que pensaba que el cuento debería ser sobre un príncipe “Nacido para ser Rey”. Estaba preocupada, no obstante, porque reyes y príncipes no eran una parte importante de la tradición cultural africana. Su respuesta fue que los cuentos preferidos de su hijo eran sobre reyes, reinas y castillos.
Ahora tenía un punto de partida. Aquella noche me quedé escribiendo en un cuaderno de notas a la luz de unas velas. Siguiendo mi esquema de imagen, viaje y resolución escribí “Nacido para ser Rey” (pág. 229) y le di a la madre una copia antes de coger el avión de regreso a Australia.
Para mí la conclusión estaba clara, el niño necesitaba encontrar fortaleza y confianza interior. En resumen, debía pasar desde la luz del sol hasta el castillo oscuro y, de nuevo, ir hacia la luz del sol. Las imágenes del obstáculo y las imágenes para la ayuda eran muchas (consultar el capítulo sobre “Cómo escribir cuentos sanadores”.) Dos meses después la madre me mandó un correo para confirmar el éxito sanador de este cuento. Fue un maravilloso impulso para continuar buscando un camino de trabajo para el cuento sanador.
◯ No soy una persona creativa.
◯ No podría pensar en metáforas ni tener ideas creativas para los niños.
◯ Nunca podría escribir un cuento.
◯ Las conductas desafiantes, de mis hijos o de mis alumnos, que tengo que afrontar, nunca podrían ser sanadas con un enfoque imaginativo.
◯ No estoy convencido de que los cuentos tengan un potencial sanador.
Les sugiero volver a repasar esta lista después de terminar de leer el libro.
En este punto del libro es bastante natural suponer que tengan sus propias preguntas sobre el valor de los cuentos y de la narración para los niños. Antes de seguir leyendo, puede ser una ayuda repasar la siguiente lista de las cinco dudas o recelos más comunes expresados por los participantes en los talleres. Marque las que comparta y añada si tiene alguna otra.
En los dos capítulos siguientes continúa mi personal viaje por el mundo de los cuentos, y sigo documentando su efecto en mi vida familiar y profesional. Al incluir anécdotas personales y experiencias quiero animarles, con ejemplos, a confiar en el poder sanador, tangible de los cuentos. Aunque los he separado en cuentos para situaciones familiares y para el ámbito de la enseñanza y la orientación, les animo a leer ambos capítulos, con independencia de sus ocupaciones, ya que todas las áreas de experiencias con los cuentos para los niños pueden proporcionar ideas útiles.
El niño necesitaba encontrar fortaleza y confianza interior. En resumen, debía pasar desde la luz del sol hasta el castillo oscuro y, de nuevo, a la luz del sol.
La luz de los cuentos ha entretejido muchos hilos brillantes en el entramado de mi familia. En este capítulo comparto ejemplos que han dado color y han fortalecido la vida familiar desde que mis tres hijos eran muy pequeños, hasta sus primeros años escolares y más allá. Como ayuda para escribir sobre estas experiencias, he entrevistado a mis hijos, Kieren, Simon y Jamie, ya adultos, de 29, 28 y 26 años respectivamente. Sus recuerdos junto con los míos se publican con su permiso. Espero que este compartir experiencias ayude a motivarles para entretejer cuentos en su propia vida familiar.
Influenciada por mi experiencia de cuentacuentos como maestra, comencé la crianza de mis hijos con la fuerte convicción de la importancia de los cuentos para un desarrollo saludable en la infancia. Buscaba continuamente libros de cuentos para mis hijos en librerías de segunda mano, ferias y bibliotecas. Los cuentos se ampliaron y aumentaron según mis hijos iban creciendo, desde cuentos infantiles y cuentos sobre la naturaleza, hasta cuentos populares y cuentos de hadas de muchas culturas, mitos y leyendas y, después, en su adolescencia, historias biográficas sobre exploradores y aventureros (para más información sobre géneros de cuentos, Capítulo VI).
Durante los primeros años de mis hijos, nuestro ritual de la hora del cuento antes de acostarles, era una de mis actividades preferidas. Aunque muchos días me encontraba bastante cansada para esa hora, leerles o contarles cuentos era una experiencia reparadora y me aportaba nuevas fuerzas. Y si estaba totalmente agotada podía confiar en algunos poemas o canciones rítmicas y humorísticas para sentirme revivir...
El búho y el gato se fueron al mar,
en un barquito color calamar...
Los poemas infantiles humorísticos eran un recurso maravilloso cuando los niños estaban enfermos. Solía sentarme a los pies de su cama y se los leía. El humor ayudaba a aligerar un poco la situación.
Un favorito de esta serie era “El desayuno del rey”, una larga historia en verso sobre un rey que quería un poco de mantequilla para su pan. Era estupendo para ser recitado como forma de cambiar de tema cuando estaban discutiendo los niños a la hora del desayuno.
Poco a poco superaron los cuentos y poemas leídos o recitados por mí y pasaron a devorar libros por sí mismos. Leer libros era una actividad mucho más frecuente en nuestra vida cotidiana que ver la televisión, y los efectos positivos eran continuamente observados por sus maestros. Uno de mis hijos ganó un concurso sobre el tema “Por qué los libros son mejores que la televisión” Simon comenzó su redacción así: “Me cuesta encontrar tiempo para escribir esto porque el libro que estoy leyendo es tan emocionante que ...” El premio era, por supuesto, un vale por un libro.
Cuando mi hijo mayor tenía siete años, recibí un importante e inesperado regalo a través del poder de un cuento.
Se titulaba simplemente “Los Brownies” era el siguiente cuento que tocaba leerle a Kieren a la hora de ir a la cama. Lo encontré en una colección de libros llamada “El Sendero Dorado”. Leerle un cuento extra era, a veces, un acuerdo con él una vez que sus hermanos pequeños se habían quedado dormidos. Los Brownies inyectaron una saludable dosis de energía y alegría en mi vida, entonces complicada, de madre de tres niños pequeños.
El cuento de los Brownies trataba de dos hermanos cuya madre había muerto y cuyo padre estaba luchando por sacarles adelante por sí mismo. Para hacer esto tenía que trabajar en su oficio durante el día y cocinar y hacer todas las tareas de limpieza por la noche o por la mañana temprano.