El libro de medicina oriental
Acupresión
Masaje
Tapping
El Libro de medicina oriental
Acupresión
Masaje
Tapping
Clive Witham
Licenciado en Acupuntura
Copyright de la edición original: © Clive Witham LicAc MBAcC, 2012. La edición original fue publicada por Findhorn Press, Escocia
Esta obra se ha publicado según el acuerdo con Findhorn Press Ltd.
Título original: The Book of Oriental Medicine. A complete Self-Treatment Guide
Traducción: Imma Estany
Diseño de cubierta: David Carretero
© 2015, Clive Witham
Editorial Paidotribo
www.paidotribo.com
E-mail: paidotribo@paidotribo.com
Primera edición
ISBN:978-84-9910-555-0
ISBN EPUB:978-84-9910-909-1
BIC: WXHT1
Fotocomposición: Bartolomé Sánchez de Haro
bgrafic@bgrafic.es
Índice
Introducción
Cómo usar este libro
Primera parte. ¿Qué es lo que nos hace enfermar?
1. El estado del Qi del cuerpo
2. El equilibrio entre el yin y el yang
3. El equilibrio de los cinco elementos
4. El estado de los doce órganos, canales y puntos
5. Los sentimientos que experimentamos
6. El mundo natural que nos rodea
7. Los alimentos y las bebidas que consumimos
8. Cómo comemos
9. El estilo de vida que llevamos
Segunda parte. ¿Cuáles son los indicios de una mala salud?
10. Características físicas que buscar
El cuerpo, en general
El pelo y la tez
La nariz, los ojos, la boca y los labios, los dientes y las encías
Las manos, la piel
El sabor, la voz, los olores, la lengua
Tercera parte. ¿Cómo tratarse uno mismo?
11. Acupresión y masaje
La mano
El pie
La oreja
12. Raspado
13. Tapping
14. Ejercicios
Cuarta parte. ¿Cómo encontrar los canales y los puntos?
15. Los puntos de tratamiento en el cuerpo
Puntos de la cabeza
Cabeza 1: de frente
Cabeza 2: por detrás
Cabeza 3: de lado
Puntos de los brazos y hombros
Brazos 1: de lado
Brazos 2: de frente
Brazos 3: por detrás
Puntos frontales
Cara frontal 1: pecho
Cara frontal 2: abdomen
Puntos de la espalda
Espalda 1: mitad superior
Espalda 2: mitad inferior
Puntos de las manos y muñecas
Mano 1: dorso
Mano 2: palma
Puntos de las piernas
Piernas 1: por detrás/cara externa
Piernas 2: de frente/cara interna
Puntos de los pies/tobillos
Pies 1: planta/cara interna
Pies 2: dorso/cara externa
16. Puntos de masaje específicos de la mano, pie y oreja
Puntos de la mano
Puntos del pie
Puntos de la oreja
Quinta parte. ¿Cuáles son los principales síndromes y cómo tratarlos?
17. Síndromes de debilidad
Qi débil
Yang débil
Yin débil
Sangre débil
18. Síndromes de plenitud
Estancamiento del Qi
Ascenso del yang
Humedad
Mucosidad
Estancamiento de la sangre
Calor
Frío
Sexta parte. ¿Cómo tratar las enfermedades comunes?
19. Cabeza, cuello y zona de los hombros
Cefaleas
Mareo
Dificultad para conciliar el sueño
Ansiedad
Depresión
Dolor facial
Alergias nasales
Problemas de senos nasales
Problemas oculares
Dolor de oído
Tinnitus
Dolor de muelas
Dolor de garganta
Dolor en el cuello
Dolor en los hombros
20. Zona del pecho
Resfriados y gripe
Tos
Asma, falta de aliento y respiración silbante
Dolor en el pecho
Palpitaciones y pulso cardíaco irregular
21. Estómago y zona abdominal
Náuseas
Sensación de hinchazón
Dolor de estómago
Dolor abdominal
Estreñimiento
Diarrea
Micción dolorosa
22. Zona de la espalda
Dolor de espalda
Ciática
23. Extremidades superiores
Dolor en el codo
Dolor en la muñeca
Dolor en las manos y los dedos
24. Extremidades inferiores
Dolor en la rodilla
Dolor en el tobillo
Dolor en el pie y los dedos del pie
25. Trastornos que afectan a los hombres
Problemas de próstata
Disfunción sexual
26. Trastornos que afectan a las mujeres
Síndrome premenstrual
Períodos fuertes
Dolor menstrual
Períodos leves o inexistentes
Molestias de la menopausia
27. Alteraciones que afectan todo el cuerpo
Tensión arterial alta
Tensión arterial baja
Hipertiroidismo
Hipotiroidismo
Dolor o molestias articulares
Fatiga
Diabetes
Obesidad y pérdida de peso
28. Alteraciones de la piel
Acné
Eccema
Urticaria
Otras lecturas
Notas
Índice alfabético
Introducción
La idea de escribir este libro surgió de la sensación de impotencia que algunos sentimos cuando algo empieza a ir mal en nuestro cuerpo. Un libro como éste me habría ido de maravilla cuando tenía ocho años y me salieron unos pequeños moratones en los brazos y las piernas. Recuerdo haberlos contado sólo en un brazo, y había más de cuarenta. Como en las otras extremidades aún tenía más manchas, tanto yo como mis padres estábamos seguros de que estaba enfermo.
Me ingresaron en el Great Ormond Street Hospital (el antiguo hospital infantil) de Londres, y mientras yo hacía crucigramas, leía cómics y escuchaba la radio con unos auriculares en forma de seta, la flor y nata de los pediatras británicos dedicaban gran parte de una semana a realizar una serie de test no concluyentes para averiguar qué le sucedía a mi cuerpo.
A falta de una solución mejor (creo que necesitaban mi cama en el hospital para alguien que estaba realmente enfermo), decidieron que como había tomado una aspirina unos días antes de que me saliesen los moratones, probablemente se trataba de una reacción alérgica a ella. Como en la mayoría de las familias de aquella época, la aspirina siempre era el primer recurso cuando alguien daba señales de estar enfermo, y todos habíamos crecido con los conocidos envases de papel de aluminio y el sonido efervescente que hacía la pastilla blanca plana al disolverse en agua.
Por ello nos sorprendió que uno de nosotros fuese alérgico a la aspirina. Pero cuando un médico con un montón de titulaciones en su tarjeta, vestido con bata blanca y con una carpeta en la mano en la que garabatea cifras te dice que eres alérgico a la aspirina… En fin, es que lo eres. Acto seguido, me dieron el alta de inmediato y me mandaron a casa.
Los moratones fueron desapareciendo gradualmente, y cuando reemplacé los pantalones acampanados y los polos con cuello por tejanos de tipo pitillo y calentadores de piernas, dejaron de salirme. Crecí, y continuaba advirtiendo a toda enfermera con una jeringuilla que era alérgico a la aspirina. Salvo por esto, me olvidé del episodio de los moratones durante años.
Es decir, hasta que empecé a estudiar acupuntura y un día, después de leer un capítulo sobre nutrición, caí en la cuenta. Comprendí que un simple dato podía habernos ahorrado mucho tiempo y preocupaciones.
Esto es lo que ahora creo que sucedió.
Yo pertenecía a la generación británica que tomaba leche en la escuela. Como mi cumpleaños coincidía con las vacaciones de verano, y yo era de los más canijos de mi curso, junto con los más jóvenes de la clase me obligaban a tomar una botella de leche al día, a pequeños sorbos con una paja que pinchaba en la tapa de aluminio. O la tomaba, o me quedaba sin recreo y perdía un cuarto de hora intentando jugar a fútbol con una pelota de tenis.
Mi consumo de lácticos continuaba en casa con un vaso de leche fresca pasteurizada y un montón de galletas de jengibre, además de los Frosties con leche del desayuno y una taza de chocolate con leche más tarde, de modo que tomaba más leche que una ternera recién nacida. Si a ello añadimos los bocadillos de mantequilla diarios, y que me gustaban las patatas fritas, los plátanos, cacahuetes, grandes vasos de zumo de naranja fresco, el chocolate y todos los dulces, no es de extrañar que me convirtiese en un tonel de mofletudo.
Lo que ahora sé y que mi madre (que como cualquier madre tenía las mejores intenciones) no sabía entonces es que no podía digerir todo lo que comía. Me estaba atascando, y mi cuerpo en crecimiento procesaba los alimentos muy despacio. Y eso en sentido literal, ya que padecía estreñimiento crónico y estaba sometido a la tortura de los supositorios, con lo cual la función de otros órganos digestivos (en realidad, el Bazo, pero lo explicaré más adelante) dejaba de realizarse correctamente.
Según la medicina oriental, una de estas funciones consiste en mantener la sangre dentro de los vasos sanguíneos. Si la digestión se debilita, el Bazo no emite suficiente «energía de contención» para evitar que la sangre salga de venas y capilares –muchos de los cuales son tan pequeños que casi no se ven–, y aparezcan moratones.
Esto es lo que me sucedía. Tenía cardenales por los brazos y piernas porque mi Bazo no podía enviar suficiente energía a todo el cuerpo para controlar la sangre. Según la medicina oriental, el Bazo afecta específicamente las cuatro extremidades. Por eso los moratones sólo me salieron en los brazos y las piernas, y no en el cuerpo.
De haberlo sabido en el caluroso verano de 1977, la solución habría sido fácil: dejar de tomar leche. Y nada de zumo de naranja, plátanos, patatas fritas, cacahuetes y todos aquellos alimentos que entorpecían mi digestión hasta detenerla.
De haber tenido este libro entonces, mi madre hubiese aplicado su pulgar en algunos puntos clave de mi cuerpo para reforzar mi Bazo, y yo habría podido hacer algunos estiramientos para ayudar a restituir el equilibrio de mis órganos. Podríamos haber pedido una cuchara para sopa del restaurante chino del barrio, extender Vapor-Up sobre mi espalda y raspar justo debajo de mis omóplatos para facilitar la digestión. También me habrían podido dar unos golpecitos en los músculos para liberar la tensión que generaba el desequilibrio de mi cuerpo. También me habrían obligado a dejar de jugar a la guerra con mis soldaditos y a salir a la calle a respirar aire fresco y hacer ejercicio.
Pero desafortunadamente no teníamos este libro; lo que teníamos era pánico, nos sentíamos impotentes y confusos, y nos veíamos obligados a depender de una forma de medicina alopática que, a pesar de los escalpelos brillantes y los largos nombres en latín, al fin y al cabo tiene lagunas.
Una parte demasiado importante de la medicina que vemos y experimentamos, en las consultas de los médicos y en camas de clínicas u hospitales, es todo lo contrario de lo que querríamos que fuese si nosotros la gestionásemos.
Si yo diseñase un sistema de sanidad, no confiaría mi bienestar a un profesional saturado de trabajo que va con retraso y tiene una sala de espera llena de personas, y que dispone de apenas cinco minutos para anotar un medicamento impronunciable en un papel sellado y enviar al paciente a la farmacia.
Sin duda, en un mundo ideal cualquiera encontraría una solución mejor que ésta. Yo no quiero pasar dos semanas tomando un antibiótico a ciegas «por si acaso», y luego tener que volver a buscar otro medicamento cuando resulta que lo que me pasa es algo completamente distinto. Quiero que alguien investigue, y que investigue con eficacia, que determine cuál es el problema y lo resuelva.
Pero no vivimos en un mundo ideal, y muchos nos encontramos sumidos en un estado de confusión junto con nuestros hijos, parejas y las personas que más nos importan en el mundo. Tenemos que seguir un sistema no porque sea bueno, sino porque es el que hay, y no siempre es fácil encontrar alternativas.
Una de las cosas curiosas e increíblemente frustrantes de la acupuntura es que muchas personas vienen para ser tratadas después de un largo periplo médico. Las ha visitado un médico general, un especialista, un cirujano, un fisioterapeuta y un quiropráctico. Se han hecho análisis de sangre y orina, rayos X, ultrasonidos, un TAC y una resonancia magnética. Han recorrido grandes distancias buscando una segunda opinión de otro médico u otro especialista, se han vuelto a hacer los rayos X, ultrasonidos, el TAC y la resonancia. Han probado todos los medicamentos que los doctores les han recetado: antibióticos, antiinflamatorios, analgésicos, pastillas para dormir e incluso Valium. Y entonces, y sólo entonces, entran por la puerta de mi clínica y me piden que les cure, ya que soy su última esperanza antes de someterse a una operación en que les extirparán una parte importante de su anatomía.
Por lo general, yo los compadezco por sus historias angustiosas y murmuro sin que me oigan: «Vaya, ¿por qué no vino usted al principio?» No quiero decir que yo hubiese tenido la respuesta, pero el problema habría sido mucho más fácil de tratar.
Esto me sucedía tanto cuando ejercía en Reino Unido como ahora, cuando ejerzo en el norte de África. La mayoría de las veces soy el último recurso; la gente dice: «A ver qué pasa, ya que las pastillas no me hacen nada», o «¿Por qué no? ¿Qué puedo perder?».
Sería agradable ser el primero de la lista en cuanto al tratamiento, antes de que los síntomas empeorasen, pero este lugar está reservado a médicos, cirujanos y especialistas. Estas cosas requieren tiempo. Las ideas no cambian de un día para otro, ni resulta barato cambiarlas. Tienes que pagarlas con tiempo y esfuerzos. Tienes que alimentarlas como un valioso semillero, sobre todo cuando hay unas ideas tan arraigadas sobre la salud y la medicina. Y aquí me encuentro, en la costa del norte de África, regando este semillero e intentando hacer grandes cambios en un rincón de mundo maravillosamente peculiar.
Debo reconocer que no es el primer lugar donde uno instalaría una clínica ni, por supuesto, el más fácil. Un capricho de la historia creó una ciudad española enclavada en el noreste de Marruecos, donde Europa y África colindan de las formas más espectaculares. La mezcla resultante de culturas, lenguas y religiones implica que a veces durante un tratamiento empleamos varios idiomas y echamos mano de unas reservas casi inagotables de curiosidad y buena voluntad casi infantiles.
El proyecto en sí tiene su origen en mis experiencias como joven trabajador de una ONG en Uganda a comienzos de los años 1990, y en la auténtica impotencia que sentía para tratar la enfermedad y la pobreza a gran escala con sólo un bloc de notas y unas vagas promesas.
Aquí, como en cualquier otro lugar del mundo, la clave es la educación. La ignorancia es una nube que oscurece nuestra visión del mundo. La solución, tan sencilla, es arrojar luz a esta oscuridad siempre que se pueda. Estando bien informados, podemos tomar decisiones buenas para nosotros, y es menos probable que aceptemos a ciegas lo que nos dicen. Al fin y al cabo, hay más opciones que el tiovivo farmacéutico aparentemente sin fin (y a menudo muy caro) en el que nos vemos arrastrados al menor indicio de que estamos enfermos.
En esta parte del mundo no hay muchos acupuntores. De hecho, que yo sepa, soy el único desde aquí hasta el desierto del Sahara. Y mucha gente simplemente no tiene los medios o la ocasión de visitar a un profesional de la medicina oriental con cierta periodicidad.
Esta falta de acceso no debería ser una gran desventaja si uno usa el sentido común: los conocimientos que se han transmitido de generación en generación, casi intactos, durante miles de años; unos conocimientos que se basan en la práctica, en test y en perfeccionamientos, y que se han criado como un buen vino en una bodega polvorienta. Este manual sólo contiene una fracción de estos conocimientos.
Esta obra no se ha concebido para sustituir una visita en persona a un doctor en medicina oriental para obtener un diagnóstico profesional y un tratamiento. En absoluto. El factor humano es una de las cosas que le faltan a la medicina moderna, y lo último que me propongo es eliminarlo del proceso. De hecho, a veces otra persona puede descubrir cosas sobre uno que son demasiado obvias para que uno mismo se dé cuenta de ellas. Así que, por favor, vaya a que le visite un profesional cualificado de la medicina oriental, pida un diagnóstico y siga las recomendaciones que le den. Use este libro como una ayuda para trabajar junto con su médico.
Las técnicas y consejos que he incluido en esta obra son los que suelo dar a mis pacientes, y lo que les recomiendo hacer, además de continuar con sus visitas clínicas. Todos debemos procurar que nuestros cuerpos funcionen bien, y hay muchas maneras de hacerlo en casa, técnicas que nos evitan enfermedades o pérdidas de salud.
A las personas que, por cualquier motivo, no tengan acceso a un profesional de la medicina oriental, esta obra les puede proporcionar información y herramientas valiosas que les ayudarán a restituir el equilibrio en su cuerpo. Mi objetivo con este libro es ayudar a recuperar el control de la salud. Quiero que comprendan que el destino de su salud no tiene que estar totalmente en manos de una industria médica de bata blanca y basada en las pastillas. Los conocimientos antiguos son tan válidos hoy como lo han sido siempre, y si se usan correctamente pueden transformar nuestras vidas. Al fin y al cabo, el verdadero conocimiento es poder, y en nuestra época, no vamos sobrados.
¡El pueblo al poder!
Clive Witham, licenciado en Acupuntura
Cómo usar este libro
Este libro no está pensado para sustituir a un profesional de la salud. La medicina oriental puede ser extremadamente compleja, y diagnosticar, todavía más. Sin embargo, con la precaución y la atención debidas, la información contenida en esta obra puede ofrecer una ayuda valiosa, ya que está ideada para prepararle, informándole acerca de cómo funciona el cuerpo y qué hay que hacer cuando algo va mal.
Contenidos de la obra
El libro está dividido en seis partes. La primera contiene una introducción sobre cómo funciona el cuerpo y analiza cómo enfermamos, según la teoría médica oriental. Además de procurar hacer más accesible y comprensible el mundo de la medicina oriental a las personas que no poseen unos conocimientos especializados, este apartado pretende que usted analice cómo vive y observe cómo lo que hace cotidianamente afecta su cuerpo.
En la segunda parte se enumeran los indicios visibles de una mala salud, que son evidentes si se sabe dónde buscarlos, pero que en caso contrario pasan fácilmente inadvertidos. Estos indicios de mala salud tan sólo ofrecen una guía, y no deben ser usados de forma aislada. Hay que considerarlos junto con los desequilibrios o problemas de salud que se abordan más adelante en esta obra. Por ejemplo, tener la punta de la nariz azulada no implica sufrir un dolor intestinal, si no se da; o bien si en un examen de cerca usted observa que su piel está amarillenta, no significa automáticamente que tenga ictericia. Simplemente son pistas que deben añadirse a otras, y que juntas pueden señalar una causa.
En la tercera parte se explican las técnicas que se pueden utilizar para tratar las afecciones que pueden causar enfermedades. Se han clasificado en seis categorías:
DIETA. Una alimentación adecuada es una de las categorías principales del auto-tratamiento. Todos tenemos que comer, así que ¿por qué no tomar alimentos que previenen la mala salud en lugar de causarla?
ACUPRESIÓN Y MASAJE. El contacto curativo, ya sea aplicado por usted mismo o por otra persona, posee una cualidad curativa especial. Saber qué lugares del cuerpo tocar, presionar y manipular permite centrar esta curación donde más se necesita.
RASPADO. Una vez que deje a un lado la extrañez que suscita esta antigua técnica, comprobará que constituye un tratamiento preventivo sencillo y eficaz.
TAPPING. Dar unos golpecitos suaves al cuerpo con unos bastoncillos de madera puede a veces ser mucho más rápido y requiere menos esfuerzo que manipular o dar un masaje a una zona, y también puede ser extremadamente efectivo.
EJERCICIOS DE ESTIRAMIENTO. Junto con la dieta, estos ejercicios son esenciales para prevenir la mala salud. No requieren mucho tiempo, son muy repetitivos y los puede hacer casi todo el mundo.
CONSEJOS SOBRE EL ESTILO DE VIDA. No es fácil cambiar los hábitos. En ocasiones son los propios hábitos los que perjudican la salud, y quizá sea el momento de terminar con ellos para siempre.
No es preciso llevar a cabo todas estas terapias simultáneamente. Las he incluido todas para dar más opciones, ya que a veces una terapia puede ser inapropiada, o poco práctica. Una combinación de tres o cuatro de ellas, aplicadas regularmente, puede suponer una gran diferencia para restituir el equilibrio interior.
La cuarta parte le ayudará a localizar los diversos puntos de acupresión sugeridos en el libro: en el cuerpo, las manos, pies y orejas. Algunos pueden ser difíciles de encontrar; la clave es seguir la descripción dada y hallar un punto que duela un poco al presionarlo. Puede que sea el punto exacto que se indica en el libro, o bien que se encuentre cerca de éste.
En la quinta parte se presentan los desequilibrios más frecuentes que se dan en el cuerpo y se explica cómo tratarlos. Estos desequilibrios son independientes de cualquier enfermedad o dolencia; incluso las personas de aspecto sano y en forma pueden tener algún tipo de desequilibrio. Una de las claves para mantenerse fuerte y sano es asegurarse de que estos desequilibrios no llegan a ser extremos.
En la sexta parte se presenta una relación de problemas de salud habituales, elegidos basándose en la frecuencia de aparición en pacientes de mi clínica. Por supuesto, podría haber incluido muchas otras dolencias. Si no lo he hecho, simplemente es porque no las observo tan a menudo.
Es posible que las personas aprensivas, o hipocondríacas, lean la lista de síntomas y crean que los presentan todos. En realidad, la mayoría presentamos varios desequilibrios básicos, que se dan simultáneamente, y para modificarlos puede ser necesaria una combinación de varios tratamientos.
Con frecuencia también constatamos síntomas que corresponden a distintas afecciones o enfermedades. En este caso, la manera de proceder es muy similar a como lo haría un acupunturista para diagnosticar a un paciente: decide qué síntomas son los principales y cuáles los secundarios. Los principales son los que dan más molestias, aquellos que en una visita al médico serían los primeros que usted mencionaría.
Al igual que en la vida en general, en medicina también se aplica el método de prueba y error. Siempre que escuche a su cuerpo y que no lo someta a algo como, por ejemplo, una dieta de grasas o un artículo al azar de una revista, no sufrirá ningún daño. Si comete errores –como seguir una dieta inadecuada–, puede que sus síntomas empeoren. Pero si reconoce que ha cometido un error y no se obstina en seguir la misma dieta inadecuada basada en un tipo de alimento fundamental, los efectos secundarios negativos normalmente se pueden invertir tan sólo buscando el tipo de dieta adecuado para usted.
Tomemos las ensaladas, por ejemplo. Si usted tiende a acumular calor en el estómago, y sufre un desequilibrio del yin, o vive en un clima caluroso, el frescor de una ensalada puede ser muy beneficioso. En cambio, si su estómago tiende a acumular frío, sufre un desequilibrio del yang y se siente agotado, una ensalada sería de los alimentos menos adecuados para usted. Las ensaladas son muy sanas, pero no para todo el mundo ni en cualquier momento.
Mi principal recomendación es que aplique una gran dosis de sentido común cuando utilice este libro. Use la cabeza y fíjese en cómo se siente, y no insista en hacer algo que pueda perjudicar a su cuerpo. Si tiene la sensación de que algo va mal en su interior, es probable que así sea. Si se encuentra bien, es que probablemente lo está haciendo bien. Sea como sea, no pierda el control de su destino, y practique la autoayuda para salvar los obstáculos que la vida levanta ante usted.
Primera parte
¿Qué es lo que nos hace enfermar?
Mediante la medicina oriental podemos averiguar mucho sobre lo que nos hace enfermar. A menudo hay pautas de enfermedades que asocian síntomas al azar aparentemente inconexos. Conocer sólo un poco estas pautas supone una gran ayuda para mantener la salud y, sobre todo, para prevenir problemas en el futuro.
Capítulo 1
El estado del Qi del cuerpo
Damos por sentado que bajo la piel hay músculos, tendones, nervios, vasos sanguíneos, órganos, cartí-lagos, huesos, etc. Lo que no es tan sabido, en particular entre las personas de culturas occidentales, es que dentro de este complejo sistema hay algo más difícil de cuantificar, algo que es real y esencial en la misma medida para la buena salud: el concepto de Qi.
El Qi se define de muchas maneras, pero normalmente se describe como una «energía». Técnicamente ello es correcto, dado que el Qi sin duda es energético, pero también es mucho más que simple energía.
El kanji, o carácter, para el Qi en chino es , y aquí radica el problema: en español no existe ningún término que abarque su verdadero significado. Los japoneses poseen un carácter equivalente, el ki, los chinos lo leen como chi, los coreanos lo llaman gi, y los tailandeses, ghi. Pero en español, sin ninguna explicación adicional, tan sólo es mitad ecuación matemática, mitad un signo. Nosotros no lo vemos como un ideograma chino que representa el vapor que desprende una olla de arroz hirviendo, y aunque así fuese, no nos diría mucho más.
Qi: vapor que se eleva del arroz hirviendo
El concepto de Qi se utiliza para explicar todas las formas de lo que podemos llamar energía, aunque en esencia no es una energía. El Qi existe en todos los seres vivos, grandes y pequeños. Es duro como una roca, y por lo tanto material, pero también es como el vapor y, por ende, también inmaterial.
Es el universo, que a la vez es usted y soy yo.
Es la respiración, la vida que tenemos o nuestra propia existencia.
Fluye por todo el cuerpo en una intricada red de canales, igual como la sangre fluye por los vasos sanguíneos, y sin la cual el aire no nos llegaría a los pulmones y nuestro corazón dejaría de latir.
No aparece en los exámenes médicos convencionales, y por esta razón su existencia en ocasiones es objeto de burla. Pero las cosas no tienen que ser observables a simple vista para que existan. Sentimos la brisa en las mejillas, vemos que los árboles se mecen suavemente y oímos el silbido de los edificios altos, y aunque no lo vemos, sabemos que sopla el viento. Lo sabemos porque vemos claramente sus efectos en el mundo que nos rodea.
El Qi no es algo en lo que podamos creer o no creer. Para que la medicina oriental funcione, no se necesita un sistema de creencias que facilite su comprensión. El Qi existe independientemente de lo que pensemos de él. Una manzana caerá del árbol tanto si creemos en la teoría de la gravedad como si no. El Qi simplemente existe, nos guste o no.
El Qi es algo que normalmente no sentimos de forma cotidiana, aunque podríamos sentirlo si supiésemos qué buscar y cómo practicar su búsqueda.
Sin embargo, lo sentimos cuando algo va mal. Si el Qi se atasca en su recorrido por el cuerpo, éste nos avisa generando dolor o molestias. Si se debilita, nos sentimos agotados. A veces sabemos que algo va mal pero no sabemos exactamente el qué, o bien unas pruebas médicas exhaustivas no consiguen dar un diagnóstico claro. En ocasiones, un simple cambio de punto de vista puede ser la respuesta: reconocer que el Qi desempeña un papel en el restablecimiento de la salud.
Capítulo 2
El equilibrio entre el yin y el yang
Dentro del concepto de Qi hay un sistema de equilibrio tan perfectamente simple que se puede aplicar absolutamente a todo, desde el universo ilimitado hasta la molécula más diminuta conocida. Es la teoría del yin y el yang.
Desde hace miles de años, infinidad de trabajos se han centrado en esta teoría. El concepto original surgió de una atenta observación de la naturaleza y el entorno. Ello estableció un proceso de pensamiento dinámico de gran relevancia para el mantenimiento de la buena salud.
Muchas personas tienen una noción del yin y el yang excesivamente simplificada. El yin y el yang se considera que representan opuestos: negro y blanco, noche y día, bien y mal, como Luke Skywalker y Darth Vader, etc. Pero así como la idea de los opuestos es cierta, también lo es que detrás del yin y el yang hay mucho más, y puede ser difícil no complicar demasiado las explicaciones.
Obviamente, una descripción del yin y el yang debe empezar por su representación gráfica.
El símbolo del yin y el yang
Este símbolo parecido a una pelota de tenis se reconoce al instante y adorna incontables llaveros, camisetas, pendientes y estudios de artes marciales. El color más claro se suele asociar al yang, y el oscuro, al yin. Ambos ocupan partes iguales y se corresponden simétricamente de forma perfecta.
Pese a la creencia común de los méritos relativos de uno frente al otro, ni el yin ni el yang son buenos o malos intrínsecamente. Estos términos deben entenderse como las dos caras de una moneda. Si falta una de ellas, la moneda deja de serlo para convertirse en una pieza redonda de metal. Deben darse ambas para que la moneda exista. Este símbolo representa tal idea de una forma más sencilla de lo que parece.
El yin y el yang no son tan solo contrarios, y tampoco son mutuamente excluyentes. En realidad, el yin puede transformarse en yang, y a la inversa. Del mismo modo que la fiebre puede provocar escalofríos, o que un niño muy inquieto puede quedarse dormido de pronto, o que el contacto con el hielo puede quemar, así el extremo de uno es el extremo del otro.
Quizás el modo más fácil de comprender el yin y el yang es verlos en términos de algo distinto. Y qué ejemplo mejor que el de un pez globo.
Lo descubrí cuando trabajaba como pescador en un barco de pesca japonés en el mar de China Oriental. Todo el incidente se basó en la premisa errónea de que, a fin de comprender verdaderamente los conceptos de la naturaleza, antes hay que vivirlos realmente. Así, a mi pesar, durante seis meses me convertí en un pescador japonés rural y luché contra todos los elementos a los que la naturaleza y el capitán pudieron enfrentarme.
Para alguien no familiarizado con la pesca de peces voladores, diré que no hay mucho que hacer cuando esperas que las redes se llenen aparte de tumbarte en la exigua sombra que ofrece el mástil y dejar que el balanceo del mar meza tus sueños. Era un tipo de trabajo caracterizado por unas tandas de esfuerzo extremo seguidas por largas horas de espera. Supongo que era inevitable que el yin y el yang apareciesen de pronto en el horizonte.
El fugu alterado y completamente hinchado
Las redes solían sacar todo tipo de peces voladores: lampugas, peces dardo, caballas, algún que otro caballito de mar y, de vez en cuando, lo que parecía una bola hinchada con pinchos.
Esa pelota amarilla y perfectamente redonda tenía dos ojos grandes y una boca fruncida que le daba una expresión de sorpresa permanente. Se conocía como fugu, un pez tan feo que en realidad es muy bonito, y tan peligroso que ocupa el segundo lugar después de la rana dardo dorada de la selva amazónica entre los vertebrados más venenosos del mundo.
La razón por la cual el fugu es útil para comprender el yin y el yang es que no siempre tiene este aspecto. Normalmente, el fugu es pequeño, azul, liso y modesto (dejando de lado sus ojos saltones). Como el yin y el yang, presenta aspectos que son casi opuestos, uno de ellos agresivo, hinchado y con púas (yang) y el otro calmado, flaco y plano (yin).
El fugu en reposo
No obstante, lo que cuenta es lo que tiene dentro. Cuando nuestro amigo se mueve lentamente, relajado, rondando por las profundidades, para salir lanzado cuando ve un alimento microscópico, tiene el aspecto contraído del yin. En cambio, cuando se expande, con todo el calor y la energía necesarios para llenarse el estómago de agua y doblar su espina en una forma casi imposible, aparece su contrario, el yang.
Una vez expandido, la propia concentración de energía requerida para crecer se ha agotado, de modo que es yin por dentro y yang por fuera. Y cuando está inerte y es azul, toda la fuerza para hincharse está en su interior, esperando. Entonces es yang por dentro y yin por fuera. Incluso cuando yace sin vida en la cubierta, en su estado más yin, posee suficiente neurotoxina para matar a 30 personas.
Así pues, dentro del yin está el yang, y dentro del yang está el yin. De ahí que en el símbolo, cada lado presente un punto del color opuesto, que representa la presencia de cada uno dentro del otro.
Esta idea es esencial cuanto intentamos imaginar cómo funciona el cuerpo humano, que no es sólo yin o sólo yang. Al igual que en el fugu, bajo la superficie hay más de lo que se ve.
En el cuerpo como un todo, el yin y el yang pueden estar equilibrados, pero el acto de vivir hace que este equilibrio sea breve. En general, el equilibrio del cuerpo tiende más hacia un lado o hacia el otro. Si el yang se debilita, pueden darse síntomas de frío y cansancio, y si se debilita el ying, se notará calor y desasosiego.
Yin en equilibrio (derecha)
Yang débil
Yin débil
Exceso de yang
Exceso de yin
Si el yang es demasiado fuerte, se notará que el calor sube hacia la cabeza, y si lo es el yin, se percibirá frío y retención de agua.
Este equilibrio no es tan estable como se puede pensar; más bien es como un péndulo que oscila continuamente de un lado para otro. Sólo cuando la diferencia es más pronunciada, por debilidad o por una enfermedad, predominan los indicios de uno de los dos.
Las mismas pautas de ascenso y caída del yin y el yang se dan cuando profundizamos en el cuerpo. Tanto la sangre como el Qi, los vasos sanguíneos y los órganos tienen su propio equilibrio yin-yang, que puede contribuir o no al equilibrio de todo el cuerpo.
YANG |
YIN |
---|---|
Cuerpo caliente |
Cuerpo frío |
Piel seca |
Piel húmeda |
Extrovertido |
Introvertido |
Activo |
Pasivo |
Masculino |
Femenino |
Positivo |
Negativo |
Agresivo |
Tímido |
Irascible, impaciente |
Temeroso, inseguro |
Voz alta |
Voz baja |
Lógico |
Intuitivo |
Ambicioso |
Complaciente |
Cuerpo fuerte |
Cuerpo débil |
Tenso |
Fláccido |
Tez rojiza |
Tez pálida |
Por ejemplo, una persona agotada puede sufrir lumbalgia debido a que tiene el yang débil en el Riñón. O se puede sentir dolor en las sienes a causa del estrés en el trabajo, que debilita el ying del Hígado. En este sentido, tanto el yin como el yang pueden estar desequilibrados al mismo tiempo en distintas partes del cuerpo. La aplicación de la teoría del yin y el yang significa que sería posible seguir esta pauta hasta nivel celular microscópico, sin dejar de hallar desequilibrios entre el ying y el yang.
Por lo tanto, el equilibrio del yin y el yang en el cuerpo varía constantemente. Cuando la balanza se inclina hacia un lado claramente, a menudo surgen indicios físicos que nos señalan dónde se producen los desequilibrios y lo agudos que pueden ser.
La cuestión del equilibrio es un tema recurrente a lo largo de todo el libro, pero por el momento obsérvense algunas asociaciones útiles entre el yin y el yang en la tabla de la página anterior.
Capítulo 3
El equilibrio de los cinco elementos
En el sistema médico oriental antiguo que se creó en tiempos remotos, el yin y el yang y la teoría de los cinco elementos se combinaron con miras a lograr una mejor comprensión de la dinámica del cuerpo humano.
Se observó que, al igual que en la naturaleza, los cinco elementos –tierra, metal, agua, madera y fuego– interactuaban entre ellos dentro del cuerpo y formaban una relación compleja para mantener la salud.
Cada uno de estos elementos está asociado a dos o más órganos del cuerpo, además de a todo un sinfín de categorías. Nota. Es importante recordar que los elementos son representaciones de procesos y funciones del cuerpo, y no deben tomarse en sentido literal. Así, por ejemplo, los Pulmones y el Intestino Grueso se considera que forman parte del elemento metal, a pesar de que físicamente no son metálicos. Simplemente se trata de usar los principios de la naturaleza y aplicarlos a otros ámbitos. En ocasiones ello tiene una base lógica –la Vejiga pertenece al elemento agua, por ejemplo–, y en ocasiones no –el Hígado se clasifica como madera.
Para conservar la buena salud, estos cinco elementos deben estar equilibrados entre ellos. Cuando no lo están, aparecen síntomas que nos pueden indicar cuál de ellos está débil.
Por ejemplo, una persona tensa y agresiva que habla en tono seco y tiene ligero tono verde alrededor de la boca es probable que tenga un desequilibrio en la madera. Seguramente ello significa que los órganos asociados a la madera –el Hígado y la Vesícula Biliar– presentan desequilibrios a su vez.
Por supuesto, la situación real es mucho más complicada, pero estas claves pueden ser útiles para saber qué sucede en el cuerpo.
Los cinco elementos
A continuación se resume cuál puede ser la reacción del cuerpo cuando hay un desequilibrio en uno de estos elementos. Esta información puede ser de gran ayuda para comprender algunas de nuestras tendencias y su causa.
MADERA |
|
Órganos |
Hígado y Vesícula Biliar |
Color |
verde |
Sonido |
grito |
Emoción |
ira |
Olor |
rancio |
Estación |
primavera |
Clima |
viento |
Sabor |
ácido |
Líquido |
lágrimas |
Orificio |
ojos |
Sentido |
vista |
Residuo |
uñas |
FUEGO |
|
Órganos |
Corazón, Pericardio, Intestino Delgado y Triple Recalentador |
Color |
rojo |
Sonido |
risa |
Emoción |
alegría |
Olor |
chamuscado |
Estación |
verano |
Clima |
calor |
Sabor |
amargo |
Líquido |
sudor |
Orificio |
lengua |
Sentido |
sabor |
Residuo |
pelo |
METAL |
|
Órganos |
Pulmones e Intestino Grueso |
Color |
blanco |
Sonido |
llanto |
Emoción |
pena |
Olor |
pasado |
Estación |
otoño |
Clima |
sequedad |
Sabor |
acre |
Líquido |
mucosidad nasal |
Orificio |
nariz |
Sentido |
olfato |
Residuo |
vello corporal |
Cuando la madera está en equilibrio, podemos estar calmados, el estrés no nos afecta, tomamos buenas decisiones y tenemos cualidades de líderes. Si está desequilibrada nos sentimos frustrados, enojados, impacientes, agresivos, explosivos, deprimidos, de mal humor, nos cuesta estructurar bien nuestra vida y somos propensos a los dolores de cabeza, problemas de vista e hinchazones diversas. La tendencia a presentar cualquiera de estas características o síntomas puede significar que la fuerza del elemento madera ocupa un lugar importante en el mantenimiento de su salud.
TIERRA |
|
Órganos |
Bazo y Estómago |
Color |
amarillo |
Sonido |
canto |
Emoción |
compasión |
Olor |
fragante |
Estación |
finales de verano |
Clima |
humedad |
Sabor |
dulce |
Líquido |
saliva |
Orificio |
boca |
Sentido |
tacto |
Residuo |
grasa |
AGUA |
|
Órganos |
Riñones y Vejiga |
Color |
azul |
Sonido |
gemido |
Emoción |
miedo |
Olor |
putrefacto |
Estación |
invierno |
Clima |
frío |
Sabor |
salado |
Líquido |
esputo |
Orificio |
orejas |
Sentido |
oído |
Residuo |
dientes |
Cuando el fuego está equilibrado es fácil ser de miras amplias, y auténticamente simpático, entusiasta y humilde, se piensa con claridad y se es bueno resolviendo problemas. Por el contrario, cuando el fuego está desequilibrado se puede estar deprimido, tener cambios de humor, falta de memoria, confusión y tez pálida o rojiza, y ser demasiado abierto y vulnerable. Un predominio de estas características o síntomas puede indicar que el estado del elemento fuego es la clave de su buena salud.
Si la tierra está equilibrada, podemos tener buen apetito, adecuada digestión, una musculatura fuerte en brazos y piernas, y ser responsables, estables, creativos e imaginativos. Cuando está desequilibrada podemos tener poco apetito y mala digestión, experimentar sentimientos enconados, ganar peso y sentirnos cansados y afectados o preocupados en exceso. Si estas características le parecen familiares, el elemento tierra puede ser el principal para mantener el equilibrio de su salud.
Cuando el metal está en equilibrio, podemos tener principios sólidos, ser coherentes y ordenados, saber priorizar y tener un pelo y una piel sanos. En caso contrario, podemos tender a sentirnos confusos e insatisfechos, ser desordenados, incapaces de dejar algo, tener una visión inadecuada de nuestro valor y tener una piel y un pelo sin brillo. Si le suena alguna de estas características o síntomas, el metal puede ser el principal elemento que haya que equilibrar.
Si el agua está equilibrada podemos estar calmados, y ser coherentes, sensatos, de trato fácil y flexibles. Cuando el agua está desequilibrada podemos volvernos temerosos e inseguros, asumir riesgos inadecuados, y tener problemas de articulaciones, huesos, dientes, de oído, urinarios y reproductivos. La tendencia a presentar estas características o síntomas sugiere que el elemento agua prevalece en nuestro sistema y es el que más necesita estar en equilibrio.
Capítulo 4
El estado de los doce órganos, canales y puntos
Para el sistema del yin y el yang y los cinco elementos, el funcionamiento interno del cuerpo está dominado por una red compleja de «canales» o «meridianos» que mantienen un equilibrio delicado. Vista en un gráfico o ilustración, esta red parece el mapa de un metro, con líneas de colores que recorren todo el cuerpo. Las líneas representan las relaciones existentes entre los doce principales órganos y sus canales, y lo que parecen estaciones del mapa en realidad son puntos de acupuntura.
La idea de que hay puntos a lo largo de los canales, y que estos puntos se estimulan presionándolos, punzándolos, golpeándolos o saltándolos, es fundamental en la medicina oriental. Los puntos son lugares que han sido probados y precisados a lo largo de miles de años, de modo que cada uno tiene su propio conjunto específico de funciones, y para tratar distintos tipos de enfermedades se puede usar una combinación de ellos.
Canales principales: vista frontal (izquierda)
Canales principales: vista lateral (centro)
Canales principales: vista posterior (derecha)
La estimulación adecuada de un punto puede desencadenar una reacción en cadena, a menudo a lo largo del canal donde se halla el punto. Es como tirar una piedra en un estanque y observar las ondas que se forman y que se van ensanchando hasta llegar a la orilla. Si se estimula un punto del canal se crean tales ondas, salvo si nos centramos en una destinación en concreto del cuerpo. Un dolor particularmente fuerte en las sienes, por ejemplo, se puede aliviar estimulando H-3, un punto del Hígado que se encuentra en el pie, a poca distancia del dedo gordo.
Los doce órganos y canales (Pulmones, Intestino Grueso, Estómago, Bazo, Corazón, Intestino Delgado, Riñones, Vesícula, Pericardio, Triple Recalentador, Vesícula Biliar e Hígado) están organizados de forma precisa y asociados al sistema de los cinco elementos, y cada uno posee una función física y mental específica en la medicina oriental.
A menudo, esta organización aclara las cosas, pero también puede dar pie a confusión. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con los nombres de los principales órganos y su función en el cuerpo. El corazón, como todos sabemos, es un gran músculo que bombea la sangre por todo el cuerpo; si se detiene, es un problema muy grave. Los pulmones son dos órganos grandes parecidos a un globo que nos permiten respirar y nos ayudan a aportar oxígeno a la sangre. Sin embargo, si digo que el Qi de su Pulmón está débil o que tiene un desequilibrio en el Corazón, no sería el primero que palidece y corre a pedir una radiografía del pecho.
Aquí está el problema: en medicina oriental, las palabras son las mismas, pero el significado es distinto. Cuando nos referimos a los Pulmones o al Corazón (o a cualquier otro de los órganos principales), no nos referimos al órgano en sí, es decir, al órgano anatómico que se estudia en clase de biología, sino a su función global.
Para intentar evitarlo, seguiré el criterio que se suele aplicar en libros de medicina oriental: utilizar mayúscula inicial en órganos cuando nos referimos al significado oriental de la palabra (p. ej., Hígado) y usar la minúscula inicial para el término biológico (p. ej., hígado).
Así pues, tener el Qi de los Pulmones o del Corazón débil no significa que uno necesite un trasplante doble de inmediato. Significa que, en términos de energía, los Pulmones o el Corazón no llevan a cabo sus funciones correctamente. Es por ello por lo que a veces las pruebas clínicas del órgano biológico en cuestión no muestran señales evidentes de ninguna alteración, a pesar de los síntomas. El problema existe igualmente, pero se busca donde no está.
Los órganos de la medicina oriental están aproximadamente en el mismo lugar anatómico y siguen las mismas ideas generales que en la medicina occidental, pero las teorías de la enfermedad varían en gran medida. Por ejemplo, una mala salud puede estar causada por un desequilibrio yin-yang dentro del órgano o por una obstrucción en el canal que está asociado a dicho órgano. A fin de averiguar dónde está la causa de cualquier obstrucción o desequilibrio, a menudo hay síntomas reveladores que indican su origen.
A continuación se presenta un resumen general de cada órgano y su canal, así como de algunos de los síntomas asociados habituales.
Los órganos metal
Pulmones
El canal del Pulmón empieza en el pecho, cerca del hombro. Baja por la parte frontal del brazo, pasa por la cara interna del codo, sigue recto por el antebrazo y termina en la cara externa del dedo gordo.
El canal del pulmón
Las principales funciones de los Pulmones son:
• asegurar que la piel es alimentada con suficiente humedad y sangre;
• regular la respiración y el paso de Qi de los Pulmones al resto del cuerpo;
• generar pena para permitirnos seguir adelante y avanzar en nuestras vidas.
Son síntomas comunes de un desequilibrio en los Pulmones: alteraciones respiratorias como el asma, la tos o quedarse sin aliento; problemas cutáneos como eczemas y piel reseca; cansancio, y sentir dolor en la mano, el brazo o el hombro.
Intestino Grueso
El canal del Intestino Grueso no se encuentra donde uno pensaría por su nombre. Empieza en el dedo ín-dice y sube por el lado del brazo hasta el hombro. Luego cruza el hombro, sube por un lado del cuello y termina en la aleta de la nariz.
El canal del Intestino Grueso (izquierda)
Las principales funciones del Intestino Grueso son:
• regular la transformación de los residuos de la digestión de líquidos a sólidos y luego expulsarlos del cuerpo.
• absorber líquidos para mantener el volumen de sangre estable;
• ayudar a los Pulmones a controlar los poros de la piel.
Entre los síntomas habituales de un desequilibrio en el Intestino Grueso están los siguientes: dolor abdominal; diarrea; fiebre; sudores; síntomas de resfriado, como dolor de garganta, y problemas cutáneos, como piel seca y mucosidad nasal.
Los órganos tierra
Estómago
El canal del Estómago cruza el cuerpo desde justo debajo del globo ocular, pasando por el cuello, pecho, abdomen, muslo y pierna para llegar al extremo del segundo dedo del pie.
El canal del Estómago (derecha)
Las principales funciones del Estómago son:
• digerir los alimentos y enviar Qi al resto del cuerpo y a las cuatro extremidades;
• asegurar unos niveles de líquidos suficientes en el cuerpo;
• mantener un movimiento descendente de los alimentos y el Qi.
Entre los síntomas frecuentes de un Estómago desequilibrado destacan: ansiedad; preocupaciones; depresión; problemas oculares; sangrado de nariz; hinchazón del cuello; dolor facial; piernas y brazos débiles; dolor abdominal; diarrea; falta de apetito, insensibilidad al sabor y sed.
Bazo
El canal del Bazo empieza en un lado del dedo gordo del pie y sube por el lado interno del pie, el tobillo y la pierna. Sigue por la ingle hacia el pecho y termina bajo el brazo.
Las principales funciones del Bazo son:
El canal del Bazo (izquierda)
• extraer Qi de los alimentos digeridos y transportarlo a las cuatro extremidades;
• mantener la sangre en los vasos sanguíneos para evitar morados;
• dar color a los labios;
• regular ritmos corporales, como los períodos;
• ayudar a pensar con claridad.
Los síntomas comunes de un Bazo desequilibrado son: cansancio; articulaciones débiles y atrofia muscular; mareos; labios sin color; extremidades entumecidas; pesadez; cefaleas; poco apetito y tendencia a preocuparse en exceso.
Los órganos fuego
Corazón
El canal del Corazón nace en el pecho y baja por la axila, pasa por la cara interna del brazo y llega hasta la punta del dedo meñique.
Las principales funciones del Corazón son:
El canal del Corazón (derecha)
• controlar la sangre y los vasos sanguíneos de todo el cuerpo;
• incidir en la tez regulando el flujo de sangre hacia la cara;
• equilibrar las emociones, ya que la sangre sana permite que la mente descanse.
Son síntomas habituales de un Corazón desequilibrado: tez pálida; ansiedad; palpitaciones; fácil sudoración; cansancio; escasa memoria; sueños inquietantes; insomnio; agitación y comportamiento imprudente.
Intestino Delgado
Al igual que el canal del Intestino Grueso, este canal no se encuentra donde uno imagina; parte de la punta del dedo meñique y asciende por la parte posterior del brazo, zigzaguea en el omóplato y sube hasta la mejilla por un lado del cuello, para finalizar delante de la oreja. Debido a su situación, el estado del canal del Intestino Delgado puede afectar fácilmente la zona superior de la columna vertebral, el hombro y el cuello, y a menudo es el primer afectado en caso de problemas en el cuello.
El canal del Intestino Delgado (izquierda)
Las principales funciones del Intestino Delgado son:
• procesar los alimentos del Estómago (los líquidos puros pasan al intestino grueso, donde son reabsorbidos, y los líquidos impuros son enviados a la vejiga para su excreción);
• ayudar a pensar claramente, separando los procesos de pensamiento.