A Marinella Terzi
1
E llamo César Durango y estoy muy contento gracias a mi padre.
Papá es escritor de libros infantiles y juveniles y necesita cambiar de ciudad cada vez que escribe un libro. Y eso me obliga a cambiar de colegio, de barrio y de amigos... Y no me gusta nada.
Pero hace algunos meses me dio una buena noticia: me dijo que ya no habría mas mudanzas ni mas viajes. Me aseguro que nos íbamos a quedar en esta ciudad para siempre. Y eso me gusto.
Gracias a esa decisión es el segundo año que voy al mismo colegio, que vivo en la misma casa y que tengo los mismos amigos y amigas. Por eso estoy contento.
Lo mejor de todo es que su última obra, El libro invisible, ha tenido tanto éxito que la editorial le ha pedido que escriba una segunda parte, que se va a titular El libro de Hanna. Creo que va a ser un buen libro de aventuras... Estamos todos muy contentos.
Ahora nos encontramos en casa, cenando los cuatro juntos. Papá esta distraído y casi no ha hablado en toda la noche. Según tengo entendido es algo que les pasa a menudo a los escritores: se llama concentración.
— ¿Qué tal va tu nuevo libro, papá? –pregunto.
— ¿Qué? Oh, bueno... Hoy he tomado un montón de notas.
Y para demostrarlo, saca unas cuantas hojas de papel de los bolsillos. Hay servilletas de bar, facturas, recortes de periódicos, hojas de bloc...
—Y en la chaqueta tengo más –asegura–. Tengo muchos apuntes.
—Pero... ¿ya has empezado a escribir la historia? –insisto.
—Bueno, no hay prisa –dice mamá–. Todavía hay tiempo para terminar y entregar el libro.
— ¿Cuánto tiempo queda?
—Escucha, hijo, eso es lo de menos. Lo importante ahora es acumular ideas. ¿Comprendes?
Muevo la cabeza para decir que no, que no comprendo.
—Veras, antes de empezar a escribir un libro, es conveniente reunir muchas ideas –explica papá–. Y documentarse bien. Estoy leyendo libros de historias medievales y todo eso.
— ¿Como hacen los historiadores?
—Más o menos.
—Pero tu historia es producto de tu imaginación –explico–. No te hace falta documentarte tanto, ¿no?
—El libro de Hanna necesita mucha documentación –responde mamá–. Papá me ha contado que su historia esta basada en un hecho real.
—La princesa Hanna es un personaje de fantasía –dice papá–. Pero quiero que se parezca mucho a la realidad. Por eso me cuesta mucho escribir la nueva historia. Pero lo conseguiré.
Le miro sin decir nada. La verdad es que no entiendo lo que ocurre. Es como si pasara algo que nadie quiere contarme. Mi hermano Javier está sentado a mi lado, pero no dice nada.
—Además, no hay que preocuparse, creo que dentro de poco estaré listo para empezar a escribir –asegura papá con una sonrisa forzada.
—Claro que sí –le anima mamá–. Eres un buen escritor y estoy convencida de que harás un buen libro.
—Tan bueno como el primero –afirma Javier–. ¿Verdad, César?
—O mejor –respondo–. Las segundas partes pueden ser mejores que las primeras.
—Claro, como La guerra de las galaxias, que cada película es mejor que la anterior.
—Tengo lo más importante: las ideas –comenta papá–. Y os puedo asegurar que son muy buenas. Ya veréis que pedazo de libro voy a escribir.
Hemos terminado de cenar y se levanta.
—Ahora tengo que ir a mi habituación a ordenar todo este material –dice–. Es muy importante organizar las ideas para que no se pierdan. Buenas noches, chicos.
—Buenas noches, papá –dice Javier.
—Buenas noches, papá.
Papá tiene una técnica de trabajo muy rara: durante el día escribe en bares, en restaurantes, en museos, en aeropuertos, en pizzerías... Escribe en cualquier sitio. Primero lo hace a mano y luego, por la noche, cuando llega a casa, lo pasa al ordenador. Pienso que es extrañó porque redacta dos veces lo mismo. Y yo, por mucho que me lo explique, no lo entiendo. Pero, en fin, cada uno tiene sus manías.
Mamá coge el mando a distancia y enciende el televisor.
—Creo que esta noche ponen una buena película –dice–. ¿Queréis verla?
Efectivamente, acaba de empezar una película que se titula Braveheart, que quiere decir corazón bravo o algo así y está interpretada por ese tío tan simpático que se llama Mel Gibson.
—La pondremos bajita para no molestar a papá –sugiere mamá antes de salir del salón–. Yo voy a preparar algunas cosas para mañana.
El protagonista es escocés y se llama Wallace. De niño, ve como su padre cae en una trampa de los ingleses. Entonces se queda huérfano y se va a otro país con un tío suyo a estudiar.
—César, deberías ser un poco menos pesado con papá –me aconseja Javier de repente.
— ¿Qué?
—Que es necesario relajar a papá.
— ¿Relajarle? Pero si está muy tranquilo con su nuevo libro.
Cuando se hace mayor y vuelve a su pueblo, Wallace conoce a una chica y se casa con ella.
—Hay que hacer que se sienta bien para que pueda escribir –dice Javier.
—Yo hago todo lo posible.
Los ingleses matan a la mujer de Wallace. Entonces se rebela y empieza la guerra contra ellos.
—Papá nos necesita más que nunca. Debes recordar que, al fin y al cabo, se ha quedado en esta ciudad por nosotros. Sobre todo por ti.
Wallace pide ayuda al rey de Escocia.
— ¿A qué te refieres?
— ¿Sabes que papá casi no sale a trabajar?
Wallace y el hijo del rey escocés se entrevistan pero no llegan a ningún acuerdo. Aunque los dos son escoceses, no se entienden...
— ¿Que quieres decir? –pregunto un poco alarmado.
—Pues eso, que hace unos días que no se levanta y se queda casi todo el día en la cama.
—Pero si acaba de decir que...
—Le está costando mucho escribir este libro. Ten en cuenta que es la primera vez que escribe dos libros en la misma ciudad.
—No digas tonterías. Me prometió que no habría problemas. Dijo que le gustaba quedarse aquí.
—Papá está un poco deprimido y casi no sale de casa... Y tú le presionas –explica.
—No exageres. Creo que fue muy valiente cuando decidió quedarse a vivir en esta ciudad.
—Lo ha hecho por ti.
El rey de los ingleses tiene un hijo cobarde, incapaz de gobernar. No sabe enfrentarse a Wallace que es un valiente.
— ¡Pues yo no quiero cambiar otra vez de ciudad por culpa de los libros! –le explico.
— ¡Es escritor! ¿Entiendes?
— ¡Y yo quiero llevar una vida tranquila! ¡Quiero tener los mismos amigos! ¡Me lo ha prometido!
Wallace ha reunido un gran ejército y se dispone a luchar contra el rey de los ingleses.
Mamá ha oído los gritos y entra en el salón:
— ¿Pasa algo?
—No, solo estábamos hablando –responde Javier.
—Sí, eso... Hablando.
—Pues procurad no gritar mucho, que vuestro padre está trabajando.
Nunca he visto a mamá tan nerviosa. Ella jamás nos regaña ni nada.
Wallace pierde la batalla.
El teléfono está sonando. Mamá lo coge y unos segundos después me dice:
—César... Es Lucía, quiere hablar contigo.
—Gracias, mamá –digo mientras me levanto.
Lucía es mi compañera de pupitre y dice que cuando sea mayor, será escritora. Ha ganado un concurso de cuentos en nuestro colegio y todo el mundo dice que escribe muy bien. El caso es que Lucía y yo tenemos algunos planes de futuro; no es que vayamos a casarnos y eso, no, es otra cosa: vamos a montar una editorial. Ella será escritora y yo le publicare los libros. La idea es suya, pero a mí me parece muy buena, por eso la he aceptado.
— ¿Lucía? Hola...
—Hola, César. ¿Has escuchado mi mensaje?
— ¿Mensaje? ¿Qué mensaje?
—Te he dejado un mensaje en el contestador automático, pero ya no tiene importancia. Puedes borrarlo si quieres... ¿Estás viendo la película?
—Sí, y me gusta mucho.
—A mí también. Es histórica y todo lo que cuenta sucedió de verdad. Wallace existió de verdad... y su mujer también. Es una preciosa historia de amor...
— ¿Que dices?
—Pues eso, es la historia de una chica que se casa con un hombre valiente que está loco por ella y luego, cuando ella muere, el solo piensa en vengarla.
— ¿Queeee? ¿Qué dices?
—César, me parece que no has comprendido la película.
— ¡Claro que la he comprendido! Es la historia de un hombre que quiere vengar a su padre y liberar Escocia!
—César, de verdad, es que no te enteras de nada... Eso es lo de menos. Lo importante es que el está enamorado de ella. Wallace solo piensa en la chica.
—Espera, se lo voy a preguntar a Javier... Oye, Javi, cuéntale a Lucía de que va esta película.
—Bah, dejadme en paz. Sois idiotas.
—Creo que me da la razón... Dice que eres idiota.
—Bueno, ya lo hablaremos cuando nos veamos. Recuerda que mañana empezamos el curso. Es nuestro segundo curso juntos.
—Sí, espero poder terminarlo contigo...
— ¿A qué te refieres?
—Nada, cosas mías. Mañana nos vemos en clase.
—Vale, hasta mañana... Ah, fíjate en un detalle: Wallace lleva siempre el pañuelo de su mujer. Cada vez que hay una lucha, lo saca y lo mira. Eso me da la razón... No llegues tarde mañana –me advierte antes de colgar.
Decido escuchar el contestador automático para borrar el mensaje de Lucía. Pi... pi... pi... Tiene dos mensajes nuevos... Mensaje número uno: ¿César? Hola, soy yo, Julio Cortés, tu editor. Me gustaría hablar contigo para ver cómo va la nueva obra. Te he llamado algunas veces pero no consigo contactar contigo. Te vuelvo a llamar. Saludos... Vaya sorpresa, resulta que papá no hace caso a su editorial... Algo raro debe de estar pasando.
Pi... pi... pi... Mensaje número dos: ¿César? Hola, soy Lucía. Bueno, como veo que no hay nadie, llamaré esta noche. Adiós. Aprieto la tecla tres para borrar el mensaje.
Cuando vuelvo a la película, está en su mejor momento: han cogido prisionero a Wallace y quieren que diga algo, pero él no quiere.
—Esta película es sobre padres e hijos –afirma Javier.
—Eso es una bobada. Es una película sobre un hombre valiente que quiere vengarse de los ingleses.
—Eres un idiota y no comprendes nada.
Es una película sobre padres e hijos. Todos los personajes quieren a sus padres, aunque sean malos, como los dos reyes.
—Wallace quiere vengar a su padre.
—Tienes razón... –susurra–. Wallace lo hace todo por su padre.
Wallace muere y la película termina. Es hora de irse a la cama. Mañana empieza el curso. Ya veremos cómo van las cosas. Ojalá no empeoren.
Estoy un poco preocupado. Me parece que lo de papá no va tan bien como yo pensaba. La verdad es que eso de escribir un libro no debe de ser tan sencillo. Sobre todo si has hecho una promesa que a lo mejor no puedes cumplir.